viernes, 20 de marzo de 2015

Origen, horizonte y destino.

Esta semana impartí dos conferencias de Entorno político. Las dos en Monterrey. Una dirigida a dueños de empresa y la otra al cuadro gerencial de un corporativo. Los resultados no pudieron ser más reveladores.

Con el grupo de empresarios sesiono dos veces al mes. Las sesiones son de 90 minutos y en ellas vemos temas diversos. Algunos tienen que ver con el entorno, otros con el quehacer empresarial, la formación y detección de líderes, el proceso de empresa familia y la obligada sucesión del Hombre Vértice.

El grupo está formado por una veintena de empresarios que lo único que tienen en común es el oficio empresarial, la visión de negocios y la formación. La diferencia entre ellos se circunscribe a los giros, edades y posiciones dentro de la empresa (segunda o tercera generación), lo que hace que sea un grupo sumamente enriquecedor, no solo para mí como ponente y facilitador sino para ellos como cofrades de un mismo oficio. Más de la mitad son empresarios de segunda generación y los demás pertenecen a la tercera. Hijos y nietos de los fundacionales.

Todos fueron educados desde temprana edad en el combes del quehacer empresarial. Lo común fue que a partir de sus estudios secundarios, se pasaran una parte de sus vacaciones trabajando en la empresa. No en la burda operación de la misma (almacén, producción, administración, etc.), sino en el Qué y Cómo de cada una de las áreas del negocio. Sus papás los metieron a la operación para que vieran esta desde la óptica de dueño. Enseñándoles a ver él Debe y el Haber de cada una de las áreas de la empresa, y a entender que éste no significa nada sino lo comparas con el Debiera Haber de las mismas.

Les enseñaron a centrarse en los hechos, en los resultados. No en las intenciones, emociones, sentimientos, percepciones o interpretaciones. Se les enseño que dirigir emociones es una de las responsabilidades funcionales del líder, pero que el oficio empresarial no está centrado en las emociones, interpretaciones o sentimientos de sus actores, pero sí en los valores y criterios inmanentes que rigen el ser y hacer de todo empresario. Que no hay emoción que este por arriba de ellos. No lo hay en lo familiar, mucho menos en lo laboral.

Aprendieron que el ejercicio empresarial está centrado en tres valores: rentabilidad, posición y competencia. Y que esos son los únicos valores que norman la toma de decisiones del Hombre Vértice. Que cuando un empresario se aleja de ellos, no solo se está traicionando a sí mismo, sino que además está traicionando a su familia y a la gente que trabaja con él, ya que está poniendo en riesgo la fuente de trabajo de todos los que dependen de él.

Les enseñaron que todo proceso empresarial, humano u operativo está centrado en tres criterios inmanentes al quehacer de negocios: hechos, problemas y soluciones. Que son los hechos y no sus interpretaciones, narraciones, emociones o sentimientos los que les arrojaran información objetiva para el análisis y diagnóstico de los problemas y diseño de soluciones. Si confundes el hecho, confundes el problema y por ende la solución.

Es un grupo conformado por personas cálidas, humanas, que se distinguen por ser fríos en el análisis, racionales, lógicos e incisivos. Tienen muy claro lo que les compete y lo que les es ajeno.

El otro grupo, el formado por los gerentes de la empresa, está conformado exclusivamente por ejecutivos que crecieron en un hogar de ejecutivos. Son hijos de empleados que los formaron para ser empleados. Y no lo digo peyorativa o despectivamente, sino con el afán de hacer evidente la óptica en la que se formaron unos y otros.

La preparación de estos tuvo y tiene que ver con la academia, con el deber ser, con el no correr riesgos, con la estabilidad y la seguridad. Más que cautos, son temerosos. Más que precavidos, indecisos. Más que agresivos, impulsivos. Más que creativos, operativos. Son bien intencionados (faltos de malicia), y un cuanto más tanto idealistas (ingenuos) y emotivos (faltos de raciocinio).

No ven más allá de lo que se les enseño. Tienen una óptica muy limitada del quehacer empresarial. Confunden empresa con negocio. Rentabilidad con inversión. Prefieren lo mínimo que brinda la seguridad (dinero en el banco) que el riesgo de la rentabilidad. Les enseñaron a valorar el trabajo y la entrega, al grado de que hoy trabajan más intensa que inteligentemente, lo que hace que se den a sí mismos más valor por lo largo y extenuante de su jornada que por lo logrado en ella.

Necesitan la estructura que les da la empresa para ser y hacer. Es la empresa en la que trabajan y la ocupación que ocupan en ella lo que determina su importancia y posición social. Son, en esencia, gente buena. Gente a la que se le formo para hacer todo lo que pueden, aunque no están conscientes de que por formación, es poco lo que pueden. Son subordinadamente subordinados, lo cual le garantiza al empresario que las cosas van a seguir igual...

El Quijote le prometía un reino.

Sancho quería un trabajo seguro, estable y bien remunerado.

Hoy seguimos igual:

Unos prometiendo y otros esperando.

En la conferencia no recibí de los empresarios ninguna pregunta sobre el despido de Carmen Aristegui. Al contrario. Todos respaldaron la decisión de Joaquín Vargas. Las preguntas de ellos se centraron en dos temas: elecciones y Pemex.

Las preguntas que me plantearon fueron las siguientes:

1) ¿Qué posibilidades tiene el PRI de obtener mayoría en las siguientes elecciones? Esto les interesa de sobre manera, ya que si el PRI obtiene mayoría, podrá legislar lo concerniente a las reformas y con ello estimular y salvaguardar las inversiones del sector privado.

2) La otra pregunta fue: Con las condiciones que rigen en este momento en lo referente a precios, leyes secundarias y entorno macroeconómico, ¿debemos o no invertir en Pemex?

Los gerentes, en cambio, me hicieron muchas preguntas. Una sola de sus preguntas coincidió con las del primer grupo, aunque el motor de la misma se encuentra en las antípodas del motor de los empresarios.

Me preguntaron si el PRI tenía posibilidad de ganar las elecciones. Cosa que les preocupa mucho, ya que desean que este no solo se vea en la ingente necesidad de tener que sentarse con los otros partidos a negociar las leyes secundarias y con ellas la instrumentación de las reformas, sino que además, al no lograr la mayoría, las posibilidades para otro partido eran mayores.

Por supuesto que las ópticas de ambos grupos son legítimas y válidas. No obstante lo importante aquí no es la óptica de uno u otro, sino que estas son obsecuentes al origen, horizonte y destino de cada uno de sus miembros.

El resto de las preguntas que me hicieron los ejecutivos fueron sobre Carmen Aristegui. Estaban ciertos de que el Presidente había ordenado su despido. Nos extendimos un poco en el tema hasta que el tiempo se agotó.

Lo importante de esta anécdota no es quien tiene la razón, sino el como la formación incide en nosotros mucho más allá de lo que pensamos. No solo con los medios y lo que estos nos dicen, sino con todo lo que leemos, escuchamos, vemos, pensamos y hacemos.

 

 

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