martes, 27 de diciembre de 2016

Afirmación; Negación y Síntesis.

Los seres humanos nos movemos, en el ámbito de la educación y formación, en tres estadios: Afirmación, Negación y Síntesis.

Afirmación (corresponde a la infancia).
En esta etapa los padres de familia (papá y mamá) “afirman la personalidad” del infante. La comunicación en este intervalo es de dos vías: de los padres a los hijos y de los hijos a los padres.

Los padres de familia (papá y mamá) son los que en este estadio de la vida educan y forman a sus hijos en unas cosas, al tiempo que los deforman y dispersan en otras.  

El resultado de la afirmación de la personalidad es algo que desafortunadamente se ve a destiempo.

Esta constatación tardía de la afirmación es uno de los problemas de la educación, ya que el resultado de esta se palpa, en sus consecuencias finales, cuando ya no hay nada que hacer, tanto por el hecho de que la persona ya tiene muy arraigados sus hábitos, como por el hecho de que llega a una edad en que la educación ya no depende de los padres sino del discente, es decir, de la disposición y voluntad que este tenga para reeducarse, cambiar o mejorar lo que con él hicieron sus padres.

Tradición (democracia de los muertos).
La tradición, bien entendida, no es otra cosa más que la democracia de los muertos. Pues son estos, con ese conjunto de ideas y conceptos que funcionaron en un mundo que ya no existe, los que rigen nuestro diario quehacer.

El apego ir-restricto a la tradición nos genera un enquistamiento de ideas y conceptos que nos impiden identificar las señales que nos indican lo bien o mal que estamos educando a nuestros hijos.

La dinámica del cambio.
Previo a la globalización y al Internet el mundo cambiaba cada doscientos años, permaneciendo esta mudanza hasta finales del siglo XIX.

En esta dinámica de cambio en que las cosas tenían una lenta progresión, la tradición era la llave del éxito, pues esta no solo garantizaba la funcionalidad y continuidad de las cosas, sino que además las ideas y conceptos que esta contenía se habían probado con éxito por varias generaciones. Las nuevas generaciones no tenían necesidad de inventar el hilo negro. Lo único que tenían que hacer era seguir el camino por el cual habían transitado sus ancestros.

El siglo XX le dio el tiro de gracia a toda esa tradición. Fue un siglo caótico en el que hubo ciento treinta guerras y ciento setenta millones de muertos en guerras. Muchas de ellas en contra de tradiciones opresivas en donde el control y los beneficios estaban en manos de pocos y la carencia en manos de muchos.

Entremos al siglo XX.
Primer cuartil (1901 – 19025). Fue una época atroz donde cayeron imperios que tenían cientos de años. Al caer estos cayeron con ellos ese cumulo de ideas y conceptos que fueron validos en su época pero que no tenían razón de ser en el convulsivo y violento inicio de siglo.

Segundo cuartil (1926 – 1950). En este periodo el mundo se reestructuro en todos los sentidos. La gente a nivel mundial trabajo para crear un nuevo orden y con él un nuevo conjunto de ideas y conceptos que sirvieran de base para las generaciones venideras. Nada más lejos de la verdad. Vendría otro cambio que las echaría por la borda. 

Tercer cuartil (1951 - 1975). Los baby boomers, hartos del luto y gris, de la falta de color dela vida, en la vestimenta y de todo lo que hacían... Hartos de las reglas, del control, austeridad y seriedad con la que sus padres vivían como resultado de lo experimentado en la segunda guerra mundial, irrumpieron en las universidades y calles de los cinco continentes para llenar el mundo de color, atrevimiento y osadía. Las reglas eran nuevas y casi nada de lo que funcionaba en el pasado tenia vigencia en el presente.

Cuarto cuartil (1976 – 2000). El mundo se globalizo. Se difuminaron las fronteras territoriales y con ellas las ideológicas y conceptuales. En este cuartil todo era nuevo. La tradición era una palabra que albergaba algunas ideas morales que obedecían al mundo de la retórica universitaria, política y empresarial, pero que en la práctica resultaron ser estériles.

El primer cuartil del siglo XXI (2001 – 2025) ha estado sujeto a una dinámica de cambio en donde el mundo cambia un cien por cien cada dos años.

Una persona que se haya graduado hace un lustro descubrirá, si no se actualiza, que rápidamente estará fuera de mercado, ya que este, junto con la sociedad, está cambiando día a día hasta lograr un cambio de 180 grados cada dos años.

Las ideas y conceptos con que nos educaron nuestros padres se deben adecuar a los nuevos tiempos, partiendo de la base de que nosotros debemos educar para el futuro, no para el pasado.

Si decidimos apegarnos irrestrictamente a la tradición, descubriremos, cuando ya nada podamos hacer, que les afirmamos a nuestros hijos una personalidad acorde a nuestro mundo, pero poco útil y funcional en el de ellos.

En la etapa de la afirmación nos es menester considerar varias variables, unas correspondientes a los padres, otras a los hijos y una más al entorno.

El falso decir versus el real hacer de los padres.
En este estadio los padres se vuelcan sobre los hijos hablando con ellos para explicarles lo que el mundo es… No el mundo real, sino el mundo que ellos habitan y en el que quieren que vivan sus hijos.

Esto no tiene nada de extraño. Es de lo más normal. No obstante ese mundo es tan solo una fracción insignificante del mundo, y en algunos casos, no la mejor fracción. 

Los padres, en legítima y natural posición, ya que no conocen otro mundo, le enseñan a sus hijos lo que ideológica y conceptualmente es su mundo. A esto se le conoce como la “la ronda de las generaciones”. Modelo que explica a la perfección el por qué los ciclos se repiten en los miembros de una misma familia.

Regresemos al tema. Decíamos renglones arriba que los padres se desviven en enseñarles a sus hijos lo que para ellos es el bien y el mal. Lo que deben y no hacer. Que pensar y que ignorar. Con quien se deben juntar y de quien se deben alejar. Cómo tratar a los que están mal y a los que no deben tratar y un sin fin de etcéteras más.

Los hijos en la etapa de la afirmación reciben todo como dogma de fe hasta que llegan a la etapa de la negación. No entran de lleno a ella, sino gradualmente… Lo primero que les lleva a la negación es la dicotomía que existe entre el falso decir de sus padres y su real hacer.

Los padres no estamos conscientes de la dicotomía debido a que centramos nuestra atención al decir y hacer fuera de casa, pero poco o nada al decir y hacer dentro de casa.

Por ejemplo, le decimos a los hijos que el alcohol es pésimo y que no solo debemos alejarnos de él, sino de la gente que abusa de él, pero no hacemos nada con el conyugue, hermano, padre o pariente con el que convivimos día a día a pesar de su acusado alcoholismo.

Les decimos que la acedia y la procrastinación son hábitos nefastos, pero no hacemos nada con el conyugue o familiar inmediato que incumple con sus responsabilidades por ambas causas.

Este ser congruente hacia afuera e incongruente hacia adentro hace que los infantes, próximos adolescentes, entren a la Negación preguntándose qué tan cierto es todo lo que le dicen sus padres.

La otra variable a tomar en cuenta en la afirmación es la genética. Cada hijo es el resultado de una lotería genética. Ningún hijo es igual al otro y ningún hijo crece con los mismos padres ni recibe la misma educación.

Cada uno de ellos experimenta y vive con unos padres cien por cien diferentes a los de sus hermanos, ya que su lotería genética le hace ver e interpretar las cosas de una manera totalmente diferente a la de sus hermanos. 

Por otro lado sus padres los concibieron y tuvieron a cada uno de sus hijos a una edad diferente, con circunstancias diferentes. Lo que ineluctablemente les genera reacciones distintas con cada hijo. Reacciones obsecuentes su edad y circunstancias y a la lotería genética de sus vástagos, aun cuando ellos crean que a todos los tratan y educan por igual.

Estos diferendos marcan una pauta enorme en la afirmación de cada uno de los hijos y es algo que los padres nunca tomamos en cuenta.   

La otra variable que no tomamos en cuenta en la afirmación es el entorno. Es más importante el entorno que el ambiente familiar. No obstante lo bueno de esta etapa es que el entorno en este estadio es creación e los padres. Sin embargo la realidad es que poco cuidan el impacto de este en los hijos.

Dan por hecho, porque ya están acostumbrados a esos entornos, que lo que es bueno para ellos lo es para sus hijos. Razón por la cual los exponen a familiares que no deben sin la adecuada explicación y dirección. Todas estas cosas que pasamos por alto van sumando a favor o en contra, y se darán cuenta de ello cuando cuando sus hijos entren a la etapa de la negación.

Negación (corresponde a la adolescencia).
En esta etapa cambia radicalmente la relación padre hijo. La comunicación entre ellos es de una sola vía: de los padres a los hijos. Estos últimos si se comunican, pero no con los padres, con los amigos.

La adolescencia es la época de las soldaduras fáciles y de las cicatrizaciones rápidas.
En esta etapa de la vida se hacen amigos con mucha facilidad y se echan al olvido con la misma facilidad.

Lo preocupante del caso es que no obstante la transitoriedad de estas, son ellos, los amigos, los que tienen un peso mayúsculo en la recreación de la personalidad.

En este estadio los adolescentes hacen todo lo posible por negar la personalidad que les afirmaron sus padres, en aras de construir una que obedezca a lo que sus impulsos biológicos les dictan, a lo que ellos creen que son y a sus siempre mutables circunstancias.

No es una etapa fácil. Está llena de vaivenes y confusiones. La personalidad que les afirmaron sus padres se mantiene latente y en lucha constante. Tanto que ellos, sin darse cuenta, se refugian en ella cuando la nueva personalidad no funciona como esperaban.

No es, como muchos creen, una etapa de protesta. Todo lo contrario. Es una etapa en lo que el adolescente busca es estar cierto de lo que es y de lo que puede llegar a ser, aun cuando ese ser este muy lejos de que lo que día a día le dicen sus padres.

Esta búsqueda del ser les lleva a chocar con sus padres y con todo lo establecido. En artículos anteriores hemos dicho que la creación sale del caos, no de la uniformidad. Pues bien, le negación es un caos del que surgirá un nuevo ser.

Un ser conformado por la colisión de dos variables: el pasado y el presente. Variables que se mantendrán en lucha creando un caos en él y en todo lo que le rodea… Y como resultado de ese caos surgirá una personalidad que necesitará reafirmarse vía la síntesis.

En este estadio de la negación es de suma importancia conocer a los amigos de nuestros hijos, ya que estos son el mejor conducto para hacer llegar la información que se desea. Para lograr esto es menester platicar con los amigos y decirles sin decir lo que sea desea sembrar en la mente de ellos para que a su vez estos la siembren en la mente de nuestros hijos.  

En esta etapa es menester aprender a mimetizarnos con el entorno para pasar desapercibidos, logrando con ello el que nada nos pase desapercibido.

Tenemos que aprender a ver sin ver y a oír sin oír. Si logramos que ellos sientan que no les estamos poniendo atención cuando están con sus amigos, que nos los observamos ni oímos, se mostrarán tal como son, lo que nos permitirá saber qué es lo que debemos dirigir y en función de ello la forma en que los debemos dirigir.

Síntesis (adultecente y adulto mayor).
Si algo nos ha enseñado la vida es que el ser humano no tiene límites en lo referente a la formación y educación.

La síntesis es el resultado de la fusión de las etapas previas. En este estadio se rescata lo mejor de la afirmación y lo mejor de la negación. La fusión de estas dos será lo que conforme la síntesis, no obstante es menester apuntar que esta última etapa siempre está en formación.

Es un estadio en donde la consciencia, si se ha formado y ejercitado, nos ayudará a sustituir hábitos viejos por nuevos.

Sembrar un hábito nuevo nos lleva más menos noventa días. Consolidarlo y darle un estatus de permanencia, noventa más. 

No obstante esta siembra de nuevos y mejores hábitos demanda de un coraje y disciplina a prueba de todo, ya que el hábito viejo siempre estará ahí.., al acecho, a la espera, para que en un momento de debilidad, pueda reclamar su espacio y salir a la luz. 

No importa la vida que hayamos tenido. No importa si la afirmación fue vaga e informe. No importa si la negación fue, en estricto sentido, un negarnos a nosotros mismos. Por supuesto que nos sería de suma utilidad y mucho más amable, el que ambas etapas hayan sido loables, sin embargo la realidad es que en la síntesis, todos podemos edificar la personalidad que queramos.

Nos será mucho más difícil si las etapas previas fueron a contrapelo, sin embargo la realidad es que el que estas no hayan sido las mejores, no quiere decir que no podamos hacer con nuestro per-sonare lo que deseemos. 

En el intertanto lo que podemos hacer es revisar lo que estamos haciendo con los nuestros, teniendo siempre presente que a los hijos se les debe educar para cuando ya no estemos... Se les debe educar y formar para que no nos necesiten y puedan hacer la vida solos. 

Lo único que nunca debemos hacer es tratar de revivir el pasado. Rescatemos de la tradición lo que sirva, en donde el reto esta no en la tradición, sino en tratar de crear una nueva y mejor tradición.

Una tradición que vea el futuro y no al pasado.

Nos leemos en el siguiente artículo de carácter antropológico.

miércoles, 21 de diciembre de 2016

Estrategia y acción.

Hay dos características o distingos que nos separan de los demás animales de la creación: la Inteligencia y la voluntad.
Estos atributos son cien por cien humanos. No quiere decir que los animales no sean inteligentes. Lo son y mucho. No obstante los animales tienen la inteligencia que necesitan para ser animales y a esa inteligencia le llamamos instinto.

Los seres humanos tienen, además del instinto que es la inteligencia de la especie, una “inteligencia volitiva” que tiene un solo fin: pensar lo que se piensa. La cual, para poder ser de utilidad, necesita de la “voluntad”, que no es otra cosa más que la inteligencia en acción.

La conjunción de estas dos variables es la que nos permite crear la estrategia y la acción, tema del que vamos a hablar en este artículo.

O piensas antes de actuar o terminaras actuando como piensas.
Pareciera ser que estos dos distingos del ser humano (inteligencia y voluntad) obedecen más a la teoría que la realidad. En los hechos nos es menester reconocer que pensamos poco y lo poco que pensamos lo pensamos poco.

Los seres humanos actuamos normalmente en automático. Poco nada pensamos nuestro diario vivir y cuando lo hacemos es solo ante un problema, es decir, ante una desviación estándar que se nos presenta y que nos obliga a buscar una solución. Ya una vez resuelta la desviación, dejamos de pensar para regresar de inmediato a ese accionar en automático que nos distingue.

Otro constante del ser humano es el hecho de que cuando estamos ante un problema que no sabemos o podemos resolver, creamos uno mayor. Uno que deje de ser exclusivo de nosotros. Uno que sea de todos y que su magnitud sea tal, que el problema original se minimice o ignore, resolviendo así el problema en cuestión.

Es una forma extraña de operar, sin embargo es más común de lo que pensamos. Un ejemplo de ello es el caso del estudiante que ante las paupérrimas notas obtenidas, decide fugarse de la casa o embarazarse, de tal suerte que la trascendencia del nuevo problema hace que este sea de todos y no nada más de él. El nuevo problema es tal, que en lo único que nadie piensa es en las notas que obtuvo el estudiante y que le llevaron a crear un problema mayor.

Este no pensar, es lo que hace que migremos de un problema menor a uno mayor, cuando la realidad es que lo único que tenemos que hacer es aprender a pensar.

El cerebro, lo hemos explicado anteriormente, no está hecho para pensar. Está hecho para adaptarse y sobrevivir. En otras palabras, al cerebro hay que enseñarle a pensar, de lo contrario piensa solo y piensa puras estulticias, como la del estudiante arriba mencionado.

Una de las cosas que más debiéramos de pensar y no solo ante una desviación estándar, es el Qué y el Cómo de nuestra vida. Cosa que hacemos por excepción. La realidad es que la gran mayoría hemos desarrollado esa rara y bella habilidad de improvisar la vida al paso de la misma, lo cual sin lugar dudas suele ser divertido y en algunas ocasiones hasta interesante, no obstante la pregunta es: qué tan útil y productivo nos ha resultado esta pobre y magra forma de pensar. No nos damos cuenta de los resultados obtenidos debido a que los seres humanos confundimos el hacer con el lograr. Hacemos muchas cosas, logramos pocas.

Esta pereza intelectual que nos exime de pensar, es lo que nos impide aprovechar ese cúmulo de oportunidades que siempre han estado ahí, a la espera de ser vistas y capitalizadas. Es por ello que cuando surge algo nuevo en el mercado, no falta quien diga: eso ya se me había ocurrido a mí. Testificando con su declaración, que tuvo la inteligencia para detectarla mas no la voluntad para ejecutarla. Fallando así la estrategia y la acción.

La estrategia y la acción son temas que nos competen a todos, estemos o no en el combés de lo empresarial.
Lo primero que tenemos que entender es que la vida es más simple de lo que parece. Lo complicado no es la vida, es la improvisación con la que vivimos la vida.

La vida no es lineal, es oblicua y como tal hay en ella una suma de factores que si bien es cierto que hay muchos que no se pueden prever, hay otros tantos que sí y que decidimos ignorar. Esa suma de factores (previsibles e imprevisibles) es lo que conforma eso que llamamos “providencia”.

La providencia no distingue dignidades, niveles o clases sociales. Solo llega y llega igual para todos, sin importar si son buenos o malos, listos o tontos, justos o pecadores, pero de esta hablaremos un poco más adelante.

Se dice, y con justa razón, que los seres humanos nos movemos en tres estadios: Libertad; Providencia y Destino.

Libertad:
La libertad es un tema discutido en todos los ámbitos del quehacer humano. De hecho el adagio más socorrido de la libertad es el mito del libre albedrio. Ni duda cabe de que el libre albedrío existe, pero no en la magnitud y forma que pensamos, ya que estamos biológicamente condenados a un proceder que excede nuestro superficial entendimiento y razón.

Los seres humanos somos el resultado de una suma de variables: genética, raza, geografía, historia, entorno y cultura. Y todas ellas inciden en nuestro diario vivir más de lo que imaginamos y pensamos. No obstante nos es grato pensar que mucho de nuestro accionar depende de nuestro libre albedrio, sin detenernos a pensar que este está subordinado a las variables arriba mencionadas.

Hay una pregunta que tiene múltiples respuestas, desde la inmediata hasta la largamente meditada. La pregunta en sí nos puede ayudar a pensar que tanto de nuestro accionar es libre y que tanto predeterminado…

La pregunta en cuestión es la siguiente:
¿Somos libres de elegir si solo somos capaces de elegir aquello que nos han enseñado a elegir?

Las respuestas pueden ser muchas y variadas.  Sin embargo, y sin minimizar la carga ontológica que en si misma lleva el concepto de libertad, hay, dentro de la cotidianidad, un margen para ejercitar eso que llamamos libertad.

¿Quién o quiénes son los que viven en libertad? Viven en libertad aquellos que ejercitan la virtud de la Re-flexión.

Re-flexión (Volcarse sobre sí mismo).
Como la palabra lo dice, la re-flexión no es otra cosa más que la capacidad de volcarse sobre sí mismo (pensar lo que se piensa). Este volcarse sobre sí mismo nos ayuda a cuestionar lo que se nos ha enseñado, lo cual muchas veces obedece a lecciones del pasado (tradición), que no necesariamente nos van a ser útiles en el presente y en el futuro.

Este pensar lo que pensamos nos lleva a ver más allá de lo que nos han enseñado y por ende a elegir más allá de lo que nos han enseñado a elegir. Es en este preciso instante cuando ejercemos la libertad, ya sea para elegir diferente o elegir lo mismo pero con el sustento de la reflexión.  Así pues, la libertad no es otra cosa más que la capacidad de pensar lo que se piensa para poder escoger entre dos bienes el mejor.

La libertad no tiene que ver con la improvisación. Todo lo contrario, tiene que ver el plan.
No se puede tener libertad si no se tiene un plan para ejercitarla y ejercerla, y aunque paradójicamente pareciera que el plan nos limita el espacio de libertad, la realidad es que solo aquellos que poseen un plan de vida concreto con sus Qué’s y sus Cómo’s, son los que se mueven en un espacio de libertad.

Parte medular de lo que en si mismo es la estrategia, esta en entender que: “o se tiene un plan de vida o se está en el plan de otra persona”. No hay escapatoria posible.

El problema es que la gran mayoría de los seres humanos no poseen un plan de vida, lo cual termina convirtiéndoles en personajes secundarios de su propia biografía. Ya que otros terminaran considerándolos como piezas tácticas y transitorias en su tablero de ajedrez.

Así pues, aquellos que tienen un plan de vida definido, que tienen claro los estadios de su vida y lo que han de lograr en cada uno de ellos, son los que están menos sujetos a los inevitables avatares de la providencia. Se dice y se dice bien, que el inteligente prevé y el estúpido constata. Esto que invita a risa es más cierto de lo que pensamos, tan lo es que nos reímos.

El estúpido vive constatando que los resultados de su accionar no son los que esperaba, lo cual es obvio, ya que el accionar de estos carece de la más prima lógica y sentido común, cómo lo es por ejemplo el hecho de querer ganar aquello que no se ha hecho nada por ganar, o como ese otro que siempre está a la espera de que pase lo inesperable.

Necio es aquel que espera lo que sabe que nunca ha de acontecer.
Todos conocemos a una ingente cantidad de personas que dicen querer tener dinero, pero que no hacen nada para tenerlo. Estas personas confunden el desear con el querer, lo que inevitablemente hará que estén sujetas a los avatares de la providencia.

Recién se le cayó una operación a un conocido que estuvo trabajando en ella poco más de tres años. Tan pronto se la cayo acudió mí para ver si le podía ayudar a salir de un bache. Al preguntarle qué que más tenía en curso, me contesto: ese es el problema. No tengo nada en curso ni sé que hacer.

Obviamente este no planear las cosas hace que constantemente este sujeto a los avatares de la providencia, esperando que de un momento a otro o por una causa u otra suceda algo que lo saque de donde está. ¿Probabilidades de éxito? Nimias.

El destino nunca nos sorprende, nos reprende.
Para este tipo de personas el destino es más obvio y transparente que para cualquier otra. El destino siempre se nos está anunciando. A cada paso que damos nos va anunciando lo que va a pasar. Somos nosotros los que no lo queremos ver. Solo los que tienen un plan de vida son los que, en cierta medida, están ajenos a ese destino fatalista que condena a los demás.

La libertad se conquista.
La libertad la tenemos que conquistar día a día, pues si bien es cierto que nacimos condenados, ya sea por los arquetipos que nos construyeron nuestros padres, por la historia familiar, por la carga genética, por las taras psíquicas o físicas con las que hayamos nacido o por mil y un razones más, también lo es que esta en nosotros decidir si viviremos condenados o en libertad, pues solo alcanzan la libertad aquellos que aprenden a elegir más allá de lo que les enseñaron a elegir.

Decidir es elegir.
En la vida nada es caro cuando sabes su precio, porque entonces ya sabes si lo pagas o no. En la vida hay que estar eligiendo día a día. La diferencia entre una decisión y otra es estar consciente de que el precio de la libertad lo escogemos nosotros.

Así, si decidir es elegir, elijo dimensionar y cargar todo lo que la decisión implica. Es una elección consciente del precio a pagar. Cosa que no pasa en la improvisación. En ella, el precio siempre es ignoto, ya que la improvisación a la que me lleva la falta de planeación me impide ver el costo de la decisión.

Por el contrario, la definición de mis Qué´s (objetivos) y de mis Cómo´s (instrumentales) me hace patente el costo de mis decisiones y es ahí, en ese preciso momento, donde decido si lo pago o no, pero es algo que se hace de manera consciente.

La planeación siempre estima y conlleva planes alternativos, cosa que nunca contempla la improvisación. Cuando planeas la instrumentación de tus objetivos, estimas tiempos, riesgos, oblicuidades y con ello los costos a pagar. Estos los vas pagando a plazos, conforme se van presentando.

Este ver, prever y proveer hace que la vida sea más amigable, ya que el precio de la libertad lo cargas y pagas en dosis diarias y no de manera intempestiva que es lo ocurre con la improvisación y falta de planeación.

Providencia:
La providencia es azarosa y, en la gran mayoría de los casos, imprevisible. No obstante es menester reconocer que una buena parte de ella se nos anuncia con tiempo suficiente para reaccionar, solo que no poseemos los ojos y la mente para verla.

Providencia es todo aquello que ineluctablemente ha de acontecer, con o sin nuestra venía, pues esta obedece a un orden que es ajeno a nosotros.

La providencia es igual para buenos y malos, justos y pecadores, trabajadores o laxos, listos o tontos, y sin embargo, esto que pereciera ser inevitable (y que lo es), termina impactando más a unos que a otros, ya que aquellos que eligieron vivir en libertad, tienen un plan que les permite anticiparse a la inevitabilidad de la providencia.

Un terremoto afecta a todos, pero no a aquellos que en el ver, prever y proveer, decidieron vivir en un lugar que no tuviera el nivel de riesgo telúrico en el que decidieron vivir los que permanecieron allí.

Un maremoto afecta a todos, pero afecta menos a aquellos que decidieron no permanecer en la playa para extasiarse con la observación de la fuerza de la naturaleza.

Una crisis económica afecta a todos, sin embargo afecta menos a aquellos que en el ver, prever y proveer decidieron vivir con un mayor nivel de austeridad para construir una plataforma que les ayudará a salir más rápido de la crisis que inevitablemente habría de acontecer, aún cuando no se tuviera claro el momento en el que esta iba se iba a manifestar.

La providencia es, en muchos casos, medianamente visible y en otros tantos totalmente invisible, sin embargo las consecuencias de esta son bastante visibles, por lo que no podemos echarle la culpa a la providencia de nuestros errores, ya que esta, con o sin nosotros, va a acontecer. Somos nosotros los que decidimos no ver, prever y proveer.

La providencia es amoral.
Las cosas suceden por un orden natural y nosotros somos los que en un pleno ejercicio de inmoralidad, decidimos ignorar el inevitable orden de las cosas.

Nos cuesta mucho trabajo entender que los otros, nuestros semejantes, son también parte de ese orden. Así como yo soy parte del orden de ellos, ellos son parte del orden mío. En otras palabras, si todos somos en cierta forma iguales y distintos, que es entonces lo que nos hace pensar que el otro no quiere exactamente lo mismo que yo, cambiara el grado, la forma o la intensidad, pero no el objetivo a lograr: ganar.

Echarles la culpa a los otros no es solo un signo de inmadurez. Refractar en los otros nuestras incapacidades es, además de estulto, inmoral, pues atenta contra el deber ser, es decir, contra lo que lógicamente se espera que el otro haga, pues para eso está diseñado, para ganar.

Lo mismo aplica con la naturaleza, los terremotos, maremotos, huracanes y demás fenómenos metereológicos y naturales, son, como su nombre lo dice, naturales. Ahí están y tienen una razón de ser. Es más que imposible ignorarlos. La diferencia estriba en lo que hacen unos y otros para preverlos o padecerlos. Los que los prevén se mueven en un mundo de Libertad, los segundos en el del Destino fatalista.

De hecho una de las premisas de la estrategia es aceptar que el otro quiere lo mismo que yo: ganar.
Todos estamos ciertos de que en la vida solo hay un primer lugar y todos queremos ese primer lugar, Así pues, es estulto creer que el otro no va a luchar por él, ya sea ortodoxa o heterodoxamente, pero va a luchar.

Luego entonces porque echarle la culpa a los otros de mis desaciertos, cuitas y pesares, si el otro está haciendo exactamente lo mismo yo: competir por el primer lugar.

Destino:
La palabra en si misma encierra muchas emociones, todas ellas encontradas y polémicas, pues el debate de si existe o no el destino ha sido una constante en el devenir de los siglos. No obstante en esta ocasión nos limitaremos a explicar lo que con ello queremos enunciar. Para efectos prácticos llamaremos destino a todo aquello que nos condena a no ser lo que debemos ser.

Pareciera que una gran cantidad de personas son alcanzadas por su destino. Inician con un futuro prometedor que van perdiendo en el decurso del camino hasta que llegan a su nivel de flotación. Algo así como las ganancias inesperadas, que siempre se gastan y pierden igual, inesperadamente.

Cada que nace un niño, nace un genio.
En el caso de usted no me crea, le sugiero que por favor hable con las mamas que tengan hijos de cinco años edad o menos. Todas le dirán que sus hijos son unos genios. Así entonces porque cuando usted observa su entorno inmediato no ve a esos genios que nacieron hace treinta o cuarenta años. Lo más seguro es que usted se pregunte en donde quedaron esos genios. ¿En qué momento perdieron la genialidad y ganaron la imbecilidad?

La gran mayoría de la gente desea vivir mejor, pero es solo un deseo, no una querencia. En la vida solo logramos lo que queremos y añoramos lo que deseamos. Así, la gente dice querer vivir mejor, pero no saben lo que eso significa y mucho menos los precios que habrán de pagar para lograr ese “vivir mejor”.

La gran mayoría de la gente se sujeta a lo que el destino les depara. Un destino que les lleva por apatía y decidía a su nivel de flotación. Un nivel donde están pacientemente clorofilando, imitando a las plantas en ese vegetar que tiene vida pero no movimiento.

Esta gente nunca tuvo un plan de vida. Tuvieron una idea de plan, más no un plan. Tan no lo tuvieron que viven improvisando la vida, inmersos en esa terapia ocupacional que llamamos trabajo y que les permite evadir su realidad. Viven en la constante espera de esa fortuita oportunidad que se les pueda llegar a presentar, sin detenerse a pensar si esa oportunidad obedece o no a ellos, ya que la estrategia siempre tiene imperio sobre la oportunidad.

Una oportunidad es oportunidad, si y solo si obedece a mi estrategia, de lo contrario, me va alejar de ella.

Este tipo de personas confunden los datos con la información. La información emana de la depuración de los datos, pero el dato en si mismo no es información, ya que no informa nada, confunde, pero no informa. Para este tipo de personas aplica bien la premisa de que: todo problema complejo tiene una solución errónea, sencilla y fácil de entender.

Estás personas están condenadas a vivir un destino de bajo nivel de referencia, ya que la vida de esta gente carece de propósito, objetivo y estrategia.  Viven el esquema de la paranoia crítica, es decir, sistematizan de una forma objetiva y racional, un conocimiento irracional y subjetivo que les lleva a objetivar ideas delirantes en realidades frustrantes.

La razón primaría por la cual la gente se condena a si misma a vivir un destino insustancial, es por comodidad. A nada tiende más el ser humano que al confort. Y el Destino se disfraza de confort. En él no hay nada que cargar, no hay nada que hacer más que vegetar y esperar, lo que ineluctablemente hace que su vida termine siendo una caricatura de lo que podría ser.

La estrategia.
La estrategia se sustenta en varias premisas:
La primera premisa y la más importante de todas es que hay que entender que todo negocio se hace para sustentar un proyecto de vida, es decir, para hacer realidad lo que uno Es.
Es un ES que emana de lo más profundo de nuestro ser y que ha sido una constante en el devenir de nuestro quehacer biográfico.  En otras palabras, no hay un ES temporal. El ES, es una constante que nos acompaña del útero al sepulcro.

La segunda premisa y tan importante como la primera, es que la estrategia solo puede ser considerada como tal, si emana de la Definición de Negocios. De no ser así, nos alejaríamos del proyecto de vida por el cual pusimos dicho negocio.

La tercera premisa es que la estrategia, ya una vez que emana de la Definición de Negocios, debe de cuidar varios filtros: El Debo; el Puedo; el Quiero; lo Particular y el Plan de Ruta.

El Debo compete a la obligación moral. A aquello que estoy obligado. A aquello que debo hacer aun cuando no me guste ese hacer.

El Puedo se refiera a las capacidades. Nos es menester preguntarnos cuales son las capacidades que tenemos y cuales las que nos debemos allegar, trabajar en ellas y aceptar lo que no podemos hacer. Pues nadie está obligado a hacer lo que no puede hacer.

El Quiero demanda un enorme ejercicio de honestidad, pues en este es menester que a identificar en que y en donde está situado nuestro querer. Ya que no hay estrategia que pueda contra un no querer.

La cuarta es que la estrategia debe ser particular, nunca general. No es lo mismo que la estrategia sea tener novia, que tener esta novia. Si la estrategia es tener novia, entonces la ejecución me llevaría a declararle mi amor a cuanta mujer vea. Por definición una de ellas terminara diciéndome que sí.
Si le estrategia es tener esta novia, entonces la ejecución se centrara en una sola mujer, en la inteligencia de que no todas las mujeres son mis mujeres, ni todas las batallas mis batallas.

El estratega es ante todo un ser que sabe elegir y dimensionar sus batallas, pues la causa más común de nuestros yerros es que no tenemos ni idea de las batallas que tenemos que enfrentar, lo que nos lleva a involucramos en batallas que no nos competen, gastando inteligencia, energía y recursos en lo que no es.

La quinta es que la estrategia en cuanto tal, debe de tener un plan de ruta.
Un diseño del camino que nos ayude a conducirnos hasta el final y que nos permita explorar todas las consecuencias y los obstáculos, con la menor cantidad posible de sobresaltos, no porque estos no existan, sino porque están previstos.
Por otro lado es importante entender dos cosas: la primera es que solo aquellos que poseen un plan con sus Qué’s, Cómo’s y Cuando’s, serán capaces de arribar al futuro pensado con antelación.
La segunda es que tener un plan no significa que se tiene una estrategia. De hecho la gran mayoría de la gente ejecuta con maestría lo que no necesita hacer, pues el objetivo de su plan es tener un plan, lo cual no quiere decir que tenga estrategia.

Aforismos sobre la estrategia.
Pensar estratégicamente es pensar con método;
Una estrategia sin Definición de Negocios no es estrategia.
La estrategia en cuanto tal, es modelo de acción y actuación que nos conduce al logro de los resultados.
La estrategia siempre tiene imperio sobre la oportunidad.

La estrategia siempre está aprendiendo de sí misma. Nunca está terminada.
La estrategia es y debe de ser amoral.
En la estrategia debemos entender que el otro quiere exactamente lo mismo que nosotros: ganar.

La estrategia es un juego que, teniendo en cuenta a los contendientes, el medio y las circunstancias, no reconoce empates.
La estrategia tiene que ver más con el carácter que con la inteligencia.

El triunfo siempre está al final, nunca en el camino, pero para transitar un camino lleno de aparentes derrotas se requiere carácter, pues solo el hombre de carácter sabe que ese cúmulo de pequeñas derrotas es la retroalimentación que el camino nos hace para llegar al triunfo.

El estratega debe saber sobrellevar las frustraciones propias y las de los demás.
De hecho siempre estará sujeta a ellas, pues su gente (familia y empleados) siempre tendera a presionar para recuperar lo más pronto posible su nivel de confort. Para el estratega es de suma importancia distinguir el tipo de presión que los suyos ejercen sobre él, pues una es la presión por el confort y otra la de abdicación. Su gente ejercerá una presión abdicativa solo cuando perciben en él, una acusada incapacidad para salir adelante.

Método del estratega.
Definir con precisión el problema.
Es común ver en las personas, como en las empresas, que los conflictos perduran (o se repiten) porque el problema en cuestión no está bien definido, al grado que confunden síntoma con enfermedad. Muchos de los problemas desaparecen con solo darles forma y definición (identificación).

Determinar criterios. 
Los criterios (o normas de acción) no son fáciles de determinar. Ante un problema siempre decimos: hay que hacer algo…. Cuando lo que debemos hacer es especificar claramente ese algo.

Los criterios son la expresión táctica de un objetivo que se trata de alcanzar gracias a la acción que se percibe como ideal.
Los criterios son dos: cuantitativos (utilidades) y cualitativos (la gente). Y lamento decirles que el primero de ellos (utilidades) tiene imperio sobre el segundo (la gente).
El objetivo cualitativo (la gente) tendrá imperio sobre el primero cuando afecte a la generación de utilidades, no antes.

Búsqueda de alternativas. 
En esta fase la creatividad marca la diferencia. Recuerde que las opciones más evidentes no son siempre las mejores. No obstante es de suma importancia prestar atención a lo obvio, pues en ello va implícita la solución.

Etapa de análisis. 
Es la fase de valoración de cada una de las alternativas mediante los criterios que se han establecido.

Toma de decisión, ejecución y control. 
En esta fase hay que dirigir la acción de los involucrados (externos e internos); controlar la ejecución, medir el resultado y corregir la desviación.

Por último es menester recordar que vamos a tener muchos detractores, pues hay gente que tiene una enorme capacidad para destruir todo aquello que no puede construir… Y hasta con ellos vamos a tener que lidiar.

Nos leemos en el siguiente artículo.

lunes, 12 de diciembre de 2016

Donald Trump.

La llegada de Donald Trump al escenario político de Estados Unidos y del mundo, ha llevado a mucha gente a preguntarse si este hombre debiera ser el próximo presidente de Estados Unidos.

Pregunta que la gente se hace a manera de paliativo psicológico, es decir, como un pretexto que les permita hablar del tema para poder sacar sus miedos por la boca, ya que nos guste o no, Trump va a ser, salvo alguna situación fortuita en contra, el próximo Presidente de Estados Unidos.

¿Por qué Trump, a diferencia de sus antecesores que casi todo lo ocultan, ha generado y genera tantas dudas y polémicas si es un hombre que siempre nos deja ver su pensar y hacer?

¿Qué no debiera, dadas sus características antropológicas, hacernos sentir más tranquilos que con cualquier otro?  

Trump es un hombre al que se le ha acusado de muchas cosas, algunas con razón y otras sin ella, siendo estas últimas de las que más se le acusa. No obstante si algo ha demostrado Donald Trump en el devenir de su vida, es que es un hombre inteligente, aguerrido y osado.

Es una persona que violenta todos los paradigmas de la hipocresía social, la cual dicta que para ser socialmente aceptado, es menester que la persona calle lo que piensa y diga lo que no es… Y más si este pensar pone en evidencia uno que otro cáncer social.

Trump no solo es un hombre que tiende puentes a sus enemigos, sino que entiende a la perfección que una cosa son los negocios y los desacuerdos personales por diferencia de criterios, y otra muy distinta el valor de las personas.

Tan es así que es de los pocos empresarios que ha logrado hacer alianzas con casi todos sus adversarios, ya que lo que valora de estos es su independencia de criterio y su valor para defenderlo, aun cuando este criterio este en contra de él.  

Muchos de los que ayer se enfrentaron con él en los tribunales o que emprendieron acciones financieras y jurídicas para quitarle el control de sus propiedades, son, junto con muchos otros que se enfrentan y enfrentaron a él como acérrimos competidores, parte esencial de su equipo de asesores en el mundo de los negocios.

Es conocido de todos el hecho de que muchos de ellos, siendo actualmente socios de Trump en algunos negocios, se opusieron públicamente a su campaña e invirtieron fuertes sumas de dinero en otros candidatos, lo que en ningún momento hizo que Trump se alejara o enemistará con ellos, al grado de que muchos de sus oponentes están considerados en lo que será su equipo de gobierno.

Donald Trump, a diferencia de muchos, se ha distinguido por decir lo que piensa, y lo ha dicho fuerte y claro. Por supuesto que no todo lo que piensa lo pueda llevar a cabo, pero si de algo podemos estar ciertos es de con él, a diferencia de sus antecesores, sabremos, casi siempre, lo que piensa y quiere hacer.

La razón por la cual intencionalmente hago uso de la palabra “casi”, es debido a que cómo Presidente se verá en la ineluctable obligación de callarse muchas cosas, ya que el pueblo de Estados Unidos, como el de cualquier otra nación, no solo no necesitan de la verdad, sino que además no desean saber nada de ella.

Regresemos al tema. Esta agreste forma que tiene Trump de decir las cosas, le ha acarreado un sin número de problemas con los medios y con las autoridades.

Se ha enfrentado, desde temprana a edad, con todo tipo de autoridades. Todas, en su gran mayoría, con mucho más fuerza que él. La suficiente como para acorralarlo y obligarlo a callar. Y sin embargo la realidad es que no ha habido una sola que lo logre... La pregunta es ¿por qué?

Una de las razones es que casi siempre ha tenido la razón. Tanto que no ha habido autoridad oficial con la suficiente autoridad moral para obligarlo a callar. Un ejemplo de ello es Obama.

Obama lo ha acusado de racista, segregacionista y muchas cosas más.
La campaña presidencial de Obama estuvo centrada en la reforma migratoria (cosa que nunca llevo a cabo) y en el apoyo a los migrantes (cosa en la que hizo todo lo contrario).

La realidad es que Obama, entre sonrisa y sonrisa y entre discurso y discurso, llevo a cabo el mayor despliegue en contra de los migrantes. Es el presidente que más migrantes ha sacado del país. Mucho más que cualquier otro con discurso en contra. 

¿Porque entonces no nos incordiamos con Obama y si con Donald Trump?
La razón es muy simple, Obama, con su carisma, su mágica sonrisa, su lágrima fácil y su discurso benevolente, sedujo a los medios y al electorado para que estos, en una nube de romanticismo político, centraran su atención en sus palabras y no en sus hechos. 

Lo paradójico es que hoy, una muy buena cantidad de personas, están más preocupadas por el decir de Trump que por el accionar de Obama.

Otro de los grandes logros de Trump es el hecho de que la gran manzana tiene el rostro que él le quiso dar. Trump cambio el rostro arquitectónico de Manhattan en el peor momento de su historia.

Inicio la transformación de Manhattan cuando nadie apostaba por ello. Todo el mundo le decía, incluido su padre, que invertir en la transformación de Manhattan equivalía a comprar un boleto directo al Titanic.

Su padre y sus asesores le decían que dicha decisión no solo ponía en riesgo el capital de la familia, sino que además era un acto suicida. Ya que lo que él quería hacer era iniciar, con fuertes inversiones de riesgo, la transformación de una ciudad que tenía el índice delictivo más alto de la nación y el indice de inversión mas bajo del país.

Empresarios de todos los ramos, así como políticos, sociólogos y demás expertos del ramo le auguraban el más rotundo fracaso. Entre ellos su padre.

Donald sopeso el riesgo, vio que la oportunidad era mayor que lo que ponía en juego, y que lo único que esta necesitaba era a un hombre como él. Un hombre dispuesto a arriesgar todo por una visión.

Ignoró a su padre y a todos sus detractores, incluido el poderoso Alcalde de la ciudad. Tomo lo que tenía, lo cual era muy limitado para el tamaño del proyecto, y se aboco a buscar las oportunidades que la ley le ofrecía en el combes de lo fiscal e inmobiliario para el desarrollo de su proyecto, cosa que no había hecho ningún otro en esa magnitud.

Genero trabajo. Era un buen patrón. Los obreros lo protegían y agradecían que les diera trabajo, al tiempo que cambiaba el rostro de su barrio y de la ciudad.

Hoy la ciudad tiene el rostro que él le quiso dar, amén de que son muchos los empresarios e inversionistas que han seguido su tarea, no obstante el visionario, el que tuvo la capacidad de ver lo que nadie veía y de hacer lo que nadie hacía, fue él.

Por supuesto que esto le hizo ganar mucho dinero y obtener grandes ventajas fiscales, pero también es cierto que gracias a él la gran manzana cambio su rostro, amen de que genero una economía que nadie había logrado generar. 

Cien hombres brutos no hacen un inteligente.
Los yerros y aciertos de un hombre son del tamaño de su inteligencia. Un hombre de inteligencia limitada, produce aciertos y errores limitados. Pero cien aciertos de este hombre no suplen el acierto de uno inteligente.

Cierto que cuando el inteligente se equivoca, se equivoca en grande, pero también es cierto que tendrá más herramientas para enmendar y resarcir su error. Cosa que el otro jamás podrá hacer.

Donald Trump no nos ha dejado ver la totalidad de su proyecto de nación. Lo que sabe de ello obedece a lo que enuncio en su campaña.

Nos hizo saber que desea que Estados Unidos vuelva a tener el lugar que tenía antes en el concierto de las naciones.
Que va a estimular al inversionista estadounidense para que vuelva a invertir en su país.
Que va a disminuir impuestos a la riqueza vía la creación de fuentes de empleo.
Que va a controlar la entrada de inmigrantes a su país.

No sabemos si va a poder hacer todo esto. Lo que sí sabemos es que mucho de lo que se ha propuesto lo ha logrado.

Brindemosle el derecho de la duda para ver qué es lo que logra en sus primeros años de gobierno, al tiempo que le pedimos a nuestros políticos la entereza, claridad y coraje de este hombre.

Tal vez no nos guste lo que nos digan, pero si de algo podemos estar ciertos es de que estos, a diferencia de sus antecesores, nos van a decir mucho de lo piensan y mucho de lo que quieren. Lo que nos permitirá crear las reservas y estrategias que necesitamos para hacerles frente o para capitalizar las oportunidades.

No estoy defendiendo a Trump. Lo que estoy diciendo es que siempre será preferible negociar con alguien con sus características, que con alguien que dice una cosa y hace otra.

Nos leemos en el siguiente articulo con un tema de antropología empresarial. 

miércoles, 7 de diciembre de 2016

La humanización de los dioses.

Los seres humanos, en esa soberbia fatua que nos distingue, creemos que podemos entender casi todo lo que nos rodea, lo cual es cierto a medias, es decir, de manera parcial. Pero en todos esos casos nos será menester basarnos en una estricta observación científica de las cosas para poder entender a la cosa en sí. No obstante hay muchas otras que por más que las observemos, nos será imposible acercarnos a su realidad.

En estos casos a lo más que podemos llegar, es a construir una burda interpretación humana de eso que creemos es su realidad.

Los seres humanos nos movemos en tres dimensiones del conocimiento:
·         La dimensión objetiva
Lo que es. Lo que existe. Lo que se puede observar, analizar y estudiar con una base científico-matemática.

·         La dimensión subjetiva.
Todo aquello que, como su nombre lo indica, obedece al sujeto que observa más que al observado.
El aparente saber del observador está subordinado al cristal con el que observa las cosas (criterios de valor). Cristal que ineluctablemente influye en su percepción y con ello en la interpretación que hace de lo observado.

·         La dimensión mental.
Todo aquello que no es. Que no existe. Que no tiene una realidad objetiva. Todo aquello que solo existe en la mente del individuo.
A todo lo que habita en la mente de las personas pero no en el mundo exterior, se le denomina “ente de razón”.
Santa Claus, las hadas, los ángeles, los dioses y todas esas cosas que solo existen en la mente de los seres humanos, son entes de razón. Muere la persona y con ella sus entes de razón.

La dimensión objetiva no necesita explicación alguna. Todos estamos ciertos de que en ella no hay cabida ni para la subjetividad ni para la idealización mental.

La dimensión objetiva estudia la realidad y lo hace bajo un método científico-matemático que no deja lugar a dudas o interpretación. En esta dimensión los problemas son de capacidad, no de emoción.

El problema del conocimiento está en las otras dos dimensiones: subjetiva y mental.

En la dimensión subjetiva los óbices a vencer son las emociones y percepciones del observador. Son los cristales que empañan la mirada y la razón del observador, haciéndole ver al otro (nuestro semejante) y a lo otro (el mundo), no como en realidad son, sino como lo perciben sus criterios de valor. Criterios que se ven doblemente empañados si lo observado es un miembro de otra especie o de otro reino.

Como todos sabemos los reinos se clasifican en: Reino Mineral; Vegetal; Animal; Hominal y demás reinos…

El Reino Mineral es In animae (sin movimiento).
Este reino no tiene problema alguno en lo referente a su análisis, estudio y comprensión.
No obstante nos es menester reconocer que a pesar de la objetividad material de este reino, somos nosotros, los miembros del Reino Hominal, los que le atribuimos poderes que no tiene, dando a algunos minerales -el cuarzo, por ejemplo, poderes que no están en su composición y estructura.

El Reino Vegetal es Latente (latens - oculto, camuflado, sin aparente acción).
Los miembros de este reino tienen crecimiento, pero no movimiento.  
Este reino tampoco presenta problema alguno para su análisis, estudio y comprensión.
Sin embargo este reino, como el que le precede, también está sujeto a las subjetividades del Reino Hominal. Los seres humanos les hemos otorgado a las plantas atributos que no poseen, que no están en su estructura y que por ende no pueden tener.

El Reino Animal es Animae (animal alis –con movimiento).
En este reino se empiezan a complicar las cosas.
Los animales, lo sabemos bien, poseen la inteligencia que requieren para ser lo que son. A esa inteligencia le llamamos instinto. No obstante la inteligencia de ellos es distinta a la nuestra. Así como ellos no pueden comprendernos a nosotros (capturar para sí), nosotros tampoco podemos comprenderles a ellos.

Cierto es que podemos elaborar, como resultado de una estricta y continuada observación, una interpretación humana de su animalidad, pero no más que eso: una interpretación. Interpretación que nos hace suponer los porqués de su accionar, pero suponer no es saber.

El Reino Hominal posee Inteligencia y Voluntad (hominehumus –perteneciente a la tierra).
Los miembros de este reino, por lo menos es lo que nos dicho, poseemos inteligencia para pensar lo que pensamos y voluntad para poner la inteligencia en acción.

No obstante en este reino es donde se complica todo o casi todo, ya que este reino posee una dimensión subjetiva y otra mental. Estas obedecen al individuo en sí (sus criterios de valor), y si bien es cierto que comparten percepciones y e idealizaciones con los otros miembros de su geografía cultural, también lo es el que estas se particularizan con connotaciones individuales en función de la biografía de cada quien.

Así, en el Reino Hominal, el más avanzado de los reinos hasta este momento mencionados, es donde el error tiene un hábitat natural -algo que poco o nada sucede en los otros reinos.

 Los sujetos que conformamos el Reino Hominal, preferimos la subjetividad a la objetividad y la idealización a la realidad.

En este reino, el más avanzado de todos, es donde se dan los dogmatismos de lo irreal. Un ejemplo de ello es el tema de la divinidad. 
Los seres humanos no solo no sabemos nada de los dioses, sino que además nos es imposible saber algo de ellos. Los dioses son entes de razón. No tienen existencia real. Tan no existen los dioses que si hoy desapareciera la raza humana, desaparecerían con ella todos los miembros de la corte celestial. Estos no podrían existir sin la mente que los crea, es decir, sin los seres humanos.

Todo lo que decimos saber de los dioses, ya sea porque lo hemos leído en los libros sagrados o porque así nos los enseñaron en las iglesias, en el hogar o en las escuelas, es una interpretación humana de eso que hemos llamado divinidad.

Lo cierto es que si esta fuera real, nos sería imposible acceder a ella. Tanto porque su esencia sería diferente a la nuestra, como por el hecho de que no podríamos poseer la capacidad para saberle y entenderla, ya que esta -la divinidad, pertenecería a otro reino diferente al nuestro: el celestial.

Las dignidades eclesiásticas de todos los credos se imaginan doctas en la materia de lo divino, cuando la realidad es que no saben nada (imaginar no es saber).

Todo lo que imaginan saber es una humanización de la divinidad. Esta es la razón por la cual todas las religiones del mundo se parecen entre sí, no en apariencia, sí en sustancia.

La historia de la humanidad nos ha demostrado que el ser humano, sin importar época, idioma o color, se ha visto en la necesidad de crear un paliativo a la realidad al que hemos llamado religión. Y esta ni siquiera llega a ser una interpretación, es una humanización.  

Las interpretaciones las podemos hacer sobre lo que si existe.
Lineas arriba decíamos que no sabemos nada de los animales, lo que sabemos de ellos es una burda interpretación humana de su animalidad. Y la razón por la cual no podemos saber a ciencia cierta, es por el hecho de que son miembros de otra especie y de otro reino.

Los dioses no tienen existencia real. Son entes de razón. No podemos hacer una interpretación humana de la divinidad, ya que esta no existe. Lo que podemos hacer es una humanización de la misma, es decir, una creación literaria e iconográfica de algo que solo esta en nuestra mente.

No obstante podemos afirmar con mucho orgullo, que es algo que nos ha salido muy bien.

Nos leemos en el siguiente artículo.