Frecuentemente
me topo con el hecho de que la gente le da más valor a las intenciones que a
los hechos. Todos conocemos el adagio que dice: “la intención es lo que
cuenta”. Nada más lejos de la realidad. Lo que cuenta son los hechos. Las
intenciones son de carácter moral y por ende cualificables y cuestionables. Los
hechos no tienen moral. Los hechos nada más son.
En
escritos anteriores hemos explicado que para que el mal se considerado como
tal, debe tener: conocimiento e intención. En aquella ocasión ejemplifique lo
anterior con una historia personal.
Comentaba
que como diletante del arte tuve la oportunidad de comprar un cuadro del siglo
XVIII. Lo lleve a casa y le pedí a la madre de mis hijos que por favor se
coordinara con el instalador para colgar el cuadro. Salí de viaje y a mi
regreso me encuentro con un drama mayúsculo. Mis hijos regañados y el cuadro
atravesado de lado a lado con un balón de futbol.
Supe
que mis hijos festejaron el gol por lo que de inmediato me sume a su festejo,
aun cuando el gol se había consumado días atrás.
Mis
hijos no tenían conocimiento de que era una obra de arte del siglo XVIII, ni edad
para entender el valor del mismo. Fuimos nosotros los que dejamos el cuadro en
un lugar impropio. Ellos solo estaban siendo niños y lo demás fue un resultado
natural. En el acto no había conocimiento ni intención.
No
obstante el hecho es que el cuadro sufrió un daño sustancial y con ello una
sensible pérdida de valor. Supongamos, para explicar la sustancia de lo que
quiero enunciar, que mis hijos hubiesen tenido conocimiento e intención…
¿Cambiaría esto el hecho? La respuesta es No. Podría, es cierto, sancionar el
acto, sin embargo al final el cuadro seguiría estando igual. Lo que importa es
el hecho, no la intención.
La
intención nos sirve para calificar, reconocer o sancionar el acto, lo cual de
suyo es recomendable, ya que el reconocimiento estimula la repetición, mientras
que la sanción, así nos han dicho, evita la repetición. Claro que esto es solo
en teoría ya que en la realidad la sanción solo sirve para que el afectado se
sienta un poco mejor, pues si algo nos ha demostrado la vida es que la
reincidencia de los actores es mayúscula, tanto aquí como en cualquier parte
del mundo.
Lo
importante es el hecho, no la intención.
Abraham
Lincoln nos dice en sus memorias que a él no le interesaba abolir la
esclavitud. Esta fue un producto de la oblicuidad. Lo que él realmente quería
era sacar en calidad de libertos a todos los negros del país y llevarlos a
Liberia.
Recordemos
que en 1822 la American Colonization Society definió una zona geográfica al
oeste de África, limitada por Sierra Leona, Costa de Marfil y Guinea del norte.
Zona donde se iban a llevar a todos los libertos de Estados Unidos. Esto fue lo
que hizo que a ese país se bautizara con el nombre que lo conocemos hoy: Liberia.
El
objetivo de Lincoln era darle la libertad a todos los negros y sacarlos del país
para que no se mezclaran con la raza blanca. Fueron las circunstancias las que
lo llevaron a abolir la esclavitud con la finalidad de debilitar la rica
economía del sur y con ello ganar la guerra de Secesión.
La
realidad es que lo que menos les preocupo y ocupo a los negros es si las
intenciones de Lincoln eran loables o no. Lo importante para ellos es el hecho
de que se abolió la esclavitud. Las razones y las causas les tenían sin
cuidado. Lo más probable es que todos hubiesen estado de acuerdo con la
polémica frase que acuño el viejo Sófocles (496 A.C. / 406 A.C.), de que “el
fin justifica los medios”. Lo importante para ellos fueron los resultados, no
los medios ni las causas.
Recién
sostuve una plática con una socia de negocios que lleva poco más de cinco
lustros de casada. Su marido es el clásico hombre Masa. Para él lo importante
es la familia. La propia en primer lugar, la extensa en segundo lugar.
Entendiendo por extensa la de su esposa e hijos. Es un hombre que hace más por
su cordón umbilical que por su dinastía. Como todo buen operador, hace mucho y
logra poco, de tal suerte que ella ha sido y es el sostén de la casa en un cien
por cien, ya que lo poco que él genera es para ayudar a sus padres y hermanos,
amén, claro está, de sus divertimentos personales.
Ella
ha sido el sostén en todo lo que llevan de casados y lo ha hecho sin
aspavientos, reclamos o malas caras. Cierto que en más de una ocasión conmino a
su cónyuge para que lo poco que este pudiera aportar entrará a las arcas de la
casa y no de terceros (cosa que nunca paso). Ellos tienen tres hijos en
situación especial, por lo que los gastos de la casa son bastante onerosos.
Sin
importar la renuencia del marido a participar con los gastos de la casa, ella
ha hecho todo lo necesario para sacar a los hijos adelante y por ende a él… No
obstante de unos meses para acá he sido testigo de las mutaciones que Victoria ha
sufrido en todos los aconteceres de la vida. Mutaciones que ineluctablemente
han generado nuevas formas de expresión del ser y hacer de su persona, por lo
que los encuentros y desencuentros que ha tenido con él, con nosotros y con los
demás entes sociales que le rodean (a excepción de los hijos), no se han hecho
esperar.
Estadios
antropológicos.
Los
seres humanos migramos por varias etapas en el tránsito de la vida:
La
inmediatez inconsciente (de los 3 a los11 años);
Presente
inmediato (de los 12 a los 18 años);
Presente
consciente (de los 19 a los 38 años);
Crisis
de mediodía (de los 39 a los 50 años);
Futuro
inmediato (de los 51 a los 65);
Futuro
declinante (de los 66 a los 75 años);
Inmediatez
consciente (de los 76 en adelante).
Todas
las etapas o estadios tienen sus características, retos e intereses, no
obstante la que a nosotros nos compete es la correspondiente a la Crisis de
Mediodía.
La
Crisis de Mediodía (de los 39 a los 50 años).
La
razón de estas mutaciones se debe a que mi socia, como casi todos sus coetáneos
y coetáneas, entro de lleno a su Crisis de Mediodía.
La
Crisis de Mediodía es un intervalo biográfico en el que se suscitan las disyuntivas
más importantes de la vida…, Encrucijadas que terminaran definiendo el devenir
de la persona por lo que le resta de vida, ya sea para continuar por el mismo sendero
o para emprender nuevos derroteros.
En
este intervalo es donde los seres humanos nos cuestionamos todo: la pareja, el
tipo de matrimonio que tenemos, la forma en que educamos a los hijos, el
trabajo, la vida que llevamos y un sinfín de etcéteras más que tienen que ver
con nuestro acontecer biográfico y lo que queremos para él. Es un estadio en el
que se dan rompimientos fuertes o consolidaciones drásticas.
Todos
los seres humanos estamos condenados a padecerla, ya sea en mayor o menor medida,
pero nadie se salva de ella. La intensidad de la misma está subordinada al
nivel de conciencia que tenga el individuo.
En
otros artículos hemos explicado que la Conciencia es Identificación.
Consciente
es aquella persona que tiene la capacidad de llamar a las cosas por su nombre.
Una
persona que sea amante de los eufemismos tenderá a tergiversar el significado
de las palabras para no llamar a las cosas por su nombre, ya que esto es muy
mal visto en la sociedad. Una persona consciente llamara a las cosas por su
nombre sin importar si al otro le parece o no.
Paradójicamente
las personas conscientes son las que tienden a tener las peores Crisis de
Mediodía, ya que estas siempre reman a contracorriente. De tal suerte que
cuando llegan a la Crisis de Mediodía, que se caracteriza por enorme cantidad de
renuncias, es inevitable que las personas no se pregunten si quieren seguir
remando a contracorriente, tratando de mantener a flote lo que hace mucho debieron
dejar hundir.
Por
el contrario, las Crisis de Mediodía de las personas que viven inmersos en la
psicología del autoengaño (inconscientes), son insustanciales.
Estas
personas viven en la superficie de las cosas. Lo que les apura es la inmediatez
de la moda (modus: manera, medida) en
todos los aconteceres de su vida. Sus crisis tienen que ver con el constante
parangón que hacen con su entorno inmediato, ya que ellos, a diferencia de su
entorno, no pueden vivir con la aparente holgura o despreocupación que viven
los demás.
Mi
socia entro hace poco más de seis meses a su crisis de Mediodía. De ese
entonces a ahora, no ha dejado de cuestionarse todo lo que hace…
Sus
preguntas y conversación han mantenido el siguiente tenor:
-Yo
me case convencida de que el matrimonio es para toda la vida, no obstante de un
tiempo a acá no hay día que no me pregunté si debo seguir viviendo con Carlos.
Cada día me es más difícil y cada día me incordia más su presencia. Pero lo que
me confunde es el hecho de que a principios de año pensaba que iba a vivir con
él toda mi vida. ¿Qué me está pasando y porqué?
-Otro
tema que me apura es el del negocio. En alguna ocasión te escuche decir que el
esclavo a fuerza de servir se convierte en amo y el amo en esclavo. Cosa que no
entendí del todo en su momento, pero hoy que descubro que soy esclava del
negocio me pregunto si esto vale la pena. Tengo menos libertad que cualquiera
de mis colaboradores. Y si el tiempo tuviera un valor económico, entonces yo
terminaría ganando menos que ellos. Llego al negocio a las 7:00 horas y salgo
de él a las 20 horas. Me pregunto si esto realmente vale la pena. A mi educaron
con la idea de que había que trabajar mucho para ganar dinero y tú siempre
dices que lo que debemos hacer es trabajar inteligentemente más que
intensamente.
En
la reunión que tuvimos hace poco te escuche decirle a una persona que no se
preocupe por no poder realizar sus sueños, ya que siempre habrá alguien que lo
contrate para realizar los suyos.
La
frase me cimbro y no he dejado de pensar en ella, al grado que estoy pensando vender
mi parte del negocio y dedicarme a invertir, pero todo el mundo me dice que no
lo haga, empezando por mi marido.
-Y
de todos los temas que tengo en la cabeza, el que más me preocupa es el de mi
persona. Recién tomo consciencia de que en estos 25 años he tenido tiempo para
todos menos para mí. Mis hijos crecieron y me perdí muchas cosas que no me
hubiese gustado perder pero que me vi en la necesidad de hacer para sacarlos
adelante.
Mis
hijos están a punto de emprender su propio camino y quiero ser testigo de sus aconteceres,
amén de que quiero tener tiempo para mí. Pero la pregunta es; ¿Por qué hoy, que
estoy en mis tempranos cuarentas, me preocupan estas cosas que no me ocupaban
antes?
Le
explique que estaba inmersa en su Crisis de Mediodía, las características de la
misma y las razones antropológicas por las cual se da entre los 39 y 50 años de
edad, y que lo mejor que puede hacer es vivirla intensamente. Afrontar cada una
de las encrucijadas y tomar decisiones basada en el querer-querer y en los
hechos.
Le
recomendé ignorar el querer-desear de la gente, ya que este tiene que ver con
las intenciones y estas están basadas en deseos, no en querencias.
Conclusiones.
El
querer-querer está centrado en los hechos.
La
realidad es que en la vida solo logramos coronar aquello que hemos querido-querer…,
y añorar aquello que hemos querido desear.
Revise
los hechos de una persona. En ellos están sus más íntimas y profundas
querencias, aun cuando no las lleve al consciente. Luego, si sus más íntimas y
profundas querencias le han llevado a hacer lo que hace, qué le hace creer a
usted que esas mismas querencias le llevarán a hacer algo diferente o mejor.
Es
importante entender que no hay fondo. Las personas siempre podemos ir más
abajo. Nadie toca fondo ya que no existe tal. La única razón por la cual la
persona cambiaria es por lo profundo y doloroso de su Crisis de Mediodía.
Cuando
las personas le hacen frente a su Crisis de Mediodía, se ven en la no grata necesidad
de pagar el precio de la renuncia, lo cual es doloroso tanto para la persona en
sí como para los que la rodean.
Cuando
la persona opta por ignorar sus crisis, descubrirá que poco a poco se ira
aferrando más al pasado que al presente, exigiendo de si y de los demás que las
cosas sean como siempre han sido.
Este
tipo de personas son las que suelen decir que todo tiempo pasado fue mejor, lo
cual, obviamente, es una aberración.
Cuando
nada cambia es tiempo de que cambiemos nosotros.