La
cultura nace del encuentro de contrarios.
Nuestra
especie, una de las más interesantes que han poblado este planeta, está llena
de actos contradictorios. Una contradicción es cuando lo que digo (pensamiento
- criterio) no obedece a lo que hago (creencia – norma). La realidad es que la
congruencia no está en nosotros. No como nosotros creemos que esta.
Tenemos
un cierto nivel de congruencia, pero solo en actos menores. Actos que empezaron
como casi todos, siendo incongruentes, y que al paso del tiempo los hemos ido
empatando con el fin de que nuestro decir obedezca a nuestro hacer. No obstante
estos actos ocupan una muy pequeña parte de nuestro accionar.
Veamos un
ejemplo de nuestras incongruencias. La gran mayoría de nosotros valoramos en
mucho la seguridad, la estabilidad y la congruencia, no obstante la realidad es
que las tres son una ficción. La seguridad es para los débiles, la estabilidad para
las plantas y la congruencia para las piedras. Nosotros no podemos aspirar ni a
la seguridad, ni a la estabilidad ni a la congruencia.
La
seguridad es una ficción.
La vida
es, ha sido y será incierta, insegura e impredecible (oblicua). Somos nosotros
los que en nuestra ficción tratamos de que esta sea lo más segura posible.
Buscamos la seguridad en todo lo que hacemos. Actuamos como si la vida fuera
lineal y no oblicua.
Creemos,
ya una vez que decidimos algo, que todo va ser igual. Que no va a acontecer nada
en el entorno que lo amenace o cambie. Que no va a ver obstáculos, reticencias
y resistencias de los demás, y que por ende las cosas acaecerán tal como las
planeamos y decidimos.
Nada más
lejos de la realidad. La vida es oblicua, Una cosa es lo que pensamos y otra la
que acaece. Nada es lineal, ni nosotros mismos. Es por ello que se dice que los
planes se deben escribir en una barra de hielo un buen día de verano, ya que
estos son guía, pero no norma.
La
estabilidad es otra de nuestras ficciones.
La vida
es un sistema dinámico, cambiante. Inestable a nuestros términos, estable en
los suyos.
La vida
es un un sistema con varios estados de equilibrio que se ven influidos por
la acción de cambios (perturbaciones externas) no
fácilmente detectables y que inciden en ella.
Son
cambios que se dan en largos periodos de tiempo y que rebasan por mucho nuestro
espacio de vida, por lo que no estamos conscientes de ellos. No obstante aunque
la vida es meta estable a largo plazo, no lo es en el corto plazo. En el corto
plazo sufre perturbaciones de las que no estamos exentos.
Cierto
es que debemos consolidar las cosas para migrar a la construcción de otras,
pero lo debemos hacer conscientes de que la estabilidad que nosotros buscamos
es una ficción, no una realidad. Lo que debemos hacer es reconocer que la
consolidación es frágil y que esta tendrá mejores posibilidades de lograrse en
la medida en que reconozcamos que esta está sujeta a varios estados de influencia
y equilibrio, por lo que constantemente estaremos regresando a lo ya hecho para
hacer los ajustes pertinentes.
Permítame,
a manera de mala broma, inventar una muy mala anécdota sobre el valor de la estabilidad…
No nos vaya a pasar como ese señor que llega y me dice: mi hijo es muy estable.
Es su sexto año consecutivo en sexto de primaria.
La
estabilidad que debemos buscar es la meta estable. Esa que está sujeta a
constantes interferencias y cambios, y que en la medida en que responsamos a
ellos con inteligencia y acción, alcanzaremos una estabilidad que nunca deja de
ser incierta, pero que nos permitirá avanzar.
El mito
de la congruencia.
Nuestra
especie es hile-mórfica (materia y forma). Posee a un mismo tiempo materia y
forma (mente). La materia tiende hacia un lado y la forma (mente) hacia otro.
La congruencia en nuestra especie es una fantasía. La realidad es que somos
congruentemente incongruentes.
El Reino
Mineral, el Vegetal y el Animal muestran una congruencia propia a su natura.
Los tres reinos están formados por una sola esencia cada uno, y con una
manifestación propia a su respectiva esencia. En ellos no hay incongruencias.
Jamás vamos a ver una piedra que quiera dejar de ser piedra para ser arena, o
una planta que quiera dejar de ser planta o cambiar de escenario porque el
paisaje ya no le gusto, o un gato que quiera dejar de ser gato porque piense
que sería mejor tener los atributos del perro.
El Reino
Hominal (humano), por el contrario, está formado por una dualidad que no poseen
los otros reinos. Nuestra esencia es dual, está compuesta de materia y forma
(mente) y ambas son contradictorias. Una cosa es lo que quiere la materia (placer
y confort) y otra lo que quiere la mente (ficción y fantasía).
Decíamos
líneas arriba que una contradicción es cuando lo que digo (criterio) no obedece
a lo que creo (norma), es decir, cuando mi decir no está en concordancia con mi
hacer. Y esto es algo que nos pasa todos los días. No nos damos cuenta debido a
que creemos que creemos las cosas, pero la realidad es que es un falso creer,
ya que una cosa es lo que pregonamos y otra la que hacemos.
Por
ejemplo, cuando usted está enfrente de alguien que constantemente le habla de
religión, de moral o de ética (por mencionar unos casos), la realidad es que no
está enfrente de alguien que esté convencido de lo que estás diciendo. Lo que
realmente pasa en estos casos, es que usted está enfrente de alguien que tiene
serios problemas con la religión, con la moral o con la ética. El que ya acepto
las cosas, ya no se ve en le necesidad de defenderlas,
simplemente las vive y deja vivir.
Lo
íntimo, lo propio, lo que ya está dentro de nosotros, es algo que poco o nada
compartimos con los demás. Obsérvese por favor a usted mismo... Descubrirá que
poco habla de aquello que le es propio, de aquello que le es íntimo. Esto es
algo que le pertenece solo a usted. Es algo que no compartirá con los demás, y
menos con esos demás que no sus demás.
Descubrirá
que lo único que defiende es aquello que aún no termina de aceptar, razón por
la cual se ve en la ingente necesidad de estar hablando de ello. No para
promoverlo, sino para escucharse una y otra vez, ya que esto le permite analizar
lo que enuncia con el fin de clarificar aquello que al final habrá de modificar,
aceptar o rechazar.
Somos
congruentes en aquello que ya hemos aceptado, en aquello que creemos
profundamente (en palabra y acto). En esto la congruencia es natural, criterio
y norma están alineados.
Por el
contrario, somos incongruentes en aquello que creemos creer. En aquello que no
hemos terminado de aceptar, pero que no estamos conscientes de ello, ya que
creemos que si lo creemos, aun cuando en los hechos hacemos lo contrario.
Por
ejemplo, supongamos que usted cree en la honradez y la promueve con sus hijos un
sí y otro también. Un día va con sus hijos al supermercado y descubre un
billete tirado en un pasillo abarrotado de gente, y de inmediato le dice a su
hijo que lo pise, para que nadie lo vea y lo pueda recoger.
La
realidad es que usted no está convencido de la honradez. Sus hechos demuestran
lo contrario. No obstante horas después podrá defender el tema de la honradez
sin darse cuenta de su contradicción, debido a que usted está en proceso de
definición. Aún no sabe si modificará el concepto, lo rechazará o lo aceptará,
razón por la cual pudo quedarse con el billete sin sentirse mal.
Por otro
lado es importante entender que nos han vendido (y hemos querido comprar) la
congruencia como signo de madurez y confiabilidad, no obstante esta es
imposible en el todo, más no en sus partes.
Habrá acciones
congruentes (las menos) y acciones incongruentes (las más), no obstante el
problema real es que no nos damos cuenta de ello, razón por la cual nos
afanamos en buscar la congruencia en todos nuestros actos, sintiéndonos mal
cuando alguien nos echa en cara nuestras contradicciones e incongruencias, y
más si ese alguien es un ser querido o alguien que nos significa.
Sin
embargo lo cierto es que la incongruencia no es tan natural como al gato
maullar. El problema en si no es la incongruencia. El problema real es que no
nos demos cuenta de ellas.
Incongruencias
racionales e irracionales.
Hay
incongruencias racionales y otras irracionales. Las racionales son aquellas de
la que si estamos conscientes (las menos) y las irracionales son aquellas de
las que no estamos conscientes (las más).
Una
incongruencia racional es aquella que a sabiendas de que está mal, la llevamos
a cabo. Por ejemplo, esa persona que sabe que no debe fumar ya que sus pulmones
están muy dañados, no obstante se permite fumar una o dos veces al día. Acto al
que recurre en momentos de tensión y estrés. Fuma para sentirse mejor y de
inmediato regresa a su diario quehacer con un sentimiento de tranquilidad que
no tenía antes de fumar. Esta es una incongruencia racional.
Así pues,
una incongruencia racional es todo aquello que nos gusta mucho y que a
sabiendas de que no debemos hacerlo, lo hacemos. Por favor pregúntese: ¿cuántas
de las cosas que hace, las hace a sabiendas de que no las debe hacer? Pues
bien, esas son sus incongruencias racionales.
Una incongruencia
irracional es aquella que hacemos sin estar conscientes de ella. Por lo general
las incongruencias racionales son socialmente aceptadas, lo que hace que sea
mucho más difícil identificarlas.
La gran
mayoría de las incongruencias irracionales están cobijadas en los decires
sociales, aun cuando estos no tengan un mínimo de posibilidad, ya que estás son
imposibles por definición e improbables por realidad. Por ejemplo, pregonamos
que el líder debe ser humilde, cuando la realidad es que el humilde sirve para
servir, no para mandar.
No hay líderes
humildes. Hay líderes atentos, educados y corteses, pero no humildes. El
liderazgo demanda soberbia, no humildad. Recuerde que si el que sirve sirviera,
no sirviera.
El choque
de contrarios y la creación de la cultura.
Todas las
culturas (y nosotros mismos) son producto del constante choque que se da entre
el criterio y la norma. Por ejemplo el criterio dice que no que hay que mentir,
cuando la realidad es que todos mentimos. Unos socialmente, otros intencional y
otros racionalmente.
El
criterio dice que la humildad es un valor, cuando la realidad es que la
soberbia es el secreto anhelo de los humildes. El mundo lo construyen los
soberbios, no los humildes.
El
criterio dice que la castidad es un valor, cuando la realidad es que casta es
una persona no solicitada. Si todos fuéramos castos, no nos reproduciríamos. Lo
cierto es casi nada de lo que decimos socialmente es cierto…
Por
ejemplo, los empresarios nos quejamos de la indolencia de la gente, pero cuando
vemos a alguien que puede hacer empresa, pero no en nuestra nomina, lo
despedimos por conflicto de intereses. De tal suerte que la persona, al no
encontrar cupo en el mercado de la obediencia, termina saliendo de la empresa
para poner su propia empresa, creando así una nueva fuente de producción y
empleo.
La
cultura de una persona y de una nación emana de la conciliación de sus
contradicciones.
Por
ejemplo en Estados Unidos la raza es un criterio que tiene un alto valor,
cuando la realidad es que gracias a la enorme cantidad de inmigrantes que el
país recibe a regañadientes (45 millones de inmigrantes), es que se da el
choque de contrarios y con ello la creatividad que distingue a esa nación.
Así como
le pasa a las naciones, nos pasa a nosotros. Somos el producto de nuestras
contradicciones e incongruencias. Estas nos van formando o deformando, en
función de la capacidad que tengamos para hacerlas conscientes y con ello
racionales.
Las
contradicciones e incongruencias irracionales son las que nos deforman y desvían
de nuestros objetivos. Son las que nos hacen perseguir quimeras y creer que
estamos haciendo lo que debemos hacer, cuando la realidad es que entre más nos
instalemos en ellas, más difícil nos será alcanzar nuestros objetivos.
Por
ejemplo, una persona que en lugar de estudiar, le dedica el tiempo al rezo y la
oración para que Dios le ayude a pasar el examen, descubrirá, si es que se da cuenta
de ello, que el rezo y la oración lo alejaron de su objetivo. Por el contrario,
si no se da cuenta de ello, pensará que Dios no escucho sus oraciones.
Por otro
lado están las contradicciones e incongruencias racionales- Las que ya tenemos
conscientes. Las que hacemos para escaparnos intermite y racionalmente de la
realidad. Por supuesto que las contradicciones e incongruencias racionales
deben de hacerse con medida, de lo contrario estaremos cayendo en una
irracionalidad.
Las
contradicciones e incongruencias se deben a la dualidad de nuestra naturaleza y
al hecho de que nuestra especie está instalada en la ficción y en el relato. La
ficción es la que nos permite construir todo lo que nos rodea, amén de que
esta, cuando está bien dirigida, nos brinda un sentido de trascendencia que no
nos puede brindar la realidad.
El único
sentido que nos puede brindar la realidad es el de la supervivencia, y en ningún
lugar es más palpable esto que en las guerras. La gente se olvida de bienes,
ideales y demás etcéteras. Lo importante es sobrevivir. Lo demás vendrá
después.
La
ficción nos hace perseguir metas que están más allá de la realidad. Es la que
nos permite hacer cosas extraordinarias, construir imperios, naciones, dinastías
y demás etcéteras que nos distinguen.
Así pues,
nos es imposible vivir en la ficción y no tener contradicciones. La ficción es
contradictoria a la realidad. En la realidad (naturaleza) no existen los
imperios, empresas, dinastías y demás etcéteras que perseguimos. Estas están en
la ficción, lo que obligadamente hace que seamos contradictorios e
incongruentes.
Así pues,
el problema suyo y el mío no son nuestras contradicciones e incongruencias.
Estas son obsecuentes a la dualidad de nuestra naturaleza (materia y forma) y a
la ficción y relato en el que vive nuestra especie.
El
problema real son las contradicciones e incongruencias irracionales. Estas son
las que nos hacen creer que estamos haciendo lo correcto, cuando la realidad es
que estas nos alejan, sin darnos cuenta, de aquello que podemos llegar a ser.
Pregúntese
en todo momento: ¿esto que estoy haciendo sirve para? ¿Me acerca a? ¿Obedece a?
Entre más identifique sus contradicciones e incongruencias, más fácil le será manejarlas
y controlarlas, lo que a la postre le permitirá enfocarse en lo que sí es...
Esto le permitirá dirigir sus incongruencias en
lugar de que estas le dirijan a usted.