viernes, 28 de julio de 2023

Una decisión difícil.

Matías, un cofrade de la abstracción con el que mantengo un muy fructífero encuentro de contrarios, es un hombre inteligente, caustico y divertido, amén de que su capacidad intelectual ayuda a que el intercambio dialógico sea, amén de revelador, apasionante.

En la última sesión nos compartió una conversación que sostuvo con uno de sus discentes. Este le decía que la elección de pareja siempre es una decisión difícil, ya que lo normal es que la razón nos diga una cosa y la emoción, otra. Y que esa dificultad se agrava si tomamos en cuenta lo difícil que es romper con los patrones o modelos que nos llevan a repetirnos en la misma acción y en el mismo tipo de parejas.

Matías le hizo saber que precisamente ahí es donde estriba la diferencia entre error y equivocación. Error es cuando hacemos algo a sabiendas de que está mal, mientras que equivocación es cuando al hacer algo, descubrimos que no está bien. En el error hay conocimiento e intención, en la equivocación, descubrimiento.

Partiendo de esta premisa y suponiendo que estas en el umbral de una decisión, te preguntó, le dijo Matías: lo que vas a hacer es un error o una equivocación, y te preguntó a sabiendas que hay errores que son una delicia y equivocaciones que son un amor.  

A lo que el joven dicente le contesto que el problema es que se debatía entre dos opciones. Una mujer que había crecido con un padre al que idolatró en vida y al que mitifica en muerte. Y otra que conoció hace un par de años en la oficina y que es la antítesis de la primera. Esta no solo estuvo y está en conflicto con su padre, sino que además siente que este nunca le brindo el apoyo psicoafectivo que ella necesitaba para fortalecer su ya muy fuerte autoestima.

Le aclaro a Matías que no ha llevado la relación más allá de una amistad con la primera y de colega con la segunda, pero que ambas le gustan en demasía y con ambas se siente de lo mejor, pero que esta consiente que una cosa es que una mujer te guste y otra el hacer una vida con ella.

Matías le hizo saber, sin ánimo de desanimarlo, que la duda es, en sí misma, una respuesta, ya que, si estuviera cierto de una u otra, no dudaría en dar el paso.

Matías no es un hombre que se distinga por su religiosidad, todo lo contrario, no obstante, es un estudioso de las religiones y sabiendo que su pupilo había crecido en una familia devota donde las haya, uso la metáfora de Eva y Adán para ilustrar su decisión.

Eva, le dijo, proviene del hebreo חוה (Hava = vida, debido a la mujer es la fuente de la vida). Adán proviene del hebreo אדמה (Adam que significa tierra), y que para que la tierra germine, necesita vida. Y esa solo la puede aportar la mujer. De tal suerte que el rol de la mujer es darle al hombre la vida que este necesita para germinar y producir.

Así, pues, le explico Matías, la elección más importante que el hombre hará en su vida es la de elegir la mujer con la que va a vivir, ya que esta es la que le dará mayor o menor vida a la tierra que este representa. Tan es así que los productos que emerjan de este estarán íntimamente ligados a la vida que esta le pueda dar.  

Por último, y transcribo fiel lo que le dijo Matías, una mujer que idolatro al papá y que en muerte lo mitifica, tenderá a crear una relación que gravite alrededor del hombre, atendiéndolo, agradándolo y, claro está, exigiéndole, pero siempre en un ambiente en el que este siente que es lo más importante para ella.

Una mujer que se confronto con el padre y que aun mantiene un conflicto con la figura paterna, tendera a establecer una relación racional de alta exigencia y de no equitativa entrega, es decir, exigirá que el marido le de todo lo que no le dieron en atención, dinero, cuidados y tiempo, pero sin que ello signifique que ella deberá dar lo mismo, ya que, desde la mente de esta mujer, la sola presencia y compañía de ella es más que suficiente.

Por supuesto que esto no es norma, pero es un fenómeno que se repite con suma regularidad en casos similares a los anteriores, así es que, sin demeritar la piel y la química que esta representa, te aconsejo que medites cual de las dos te va a brindar más vida, ya que es lo más importante que una mujer aporta a la relación.

El tema expuesto por Matías genero un debate apasionado entre los jóvenes de la tercera edad que estábamos ahí, reconociendo todos que efectivamente la mujer sostiene, maximiza o minimiza la tierra que el hombre es, en donde lo difícil de la decisión, no a nuestra edad que ya solo nos dedicamos a debatir y a escribir, pero si a la de él que está en sus tardíos treintas, está en el hecho de que hay errores que son muy dulces y equivocaciones que son un amor.

Comparto el tema a sabiendas de que causara un debate interno que los llevara a confirmar o a negar lo aquí expuesto, pero que al final los conminara, a analizarse y analizar su decisión.

Nos leemos en el siguiente artículo.

 

domingo, 16 de julio de 2023

La invención o creación de dios.

Hablar de dios es un tema espinoso, sobre todo si se hace fuera de la ortodoxia, sin embargo, lo importante aquí no es el cómo hablemos de dios, sino la exigüidad de tiempo, indagación y análisis que le dedica el hombre común a un tema que, en apariencia, les es trascendental.

Cierto que hay quienes no sienten la necesidad de hacerlo debido a que la ortodoxia lo ha hecho por ellos. Otros se amparan en la donación que sus ancestros les han legado de la idea de dios y a algunos más se ocupan de él, solo cuando las cosas les van mal. No obstante, lo que es menester entender es que la idea de dios es connatural el hombre. No importa si es inventado o creado, lo relevante es que este está íntimamente ligado a la superstición (
superstare = supervivencia).  

Tan es así que no importa si la persona profesa el hinduismo (la religión vigente más antigua del mundo) o si adora al dios Mazda (el primer dios monoteísta), o si practica el judaísmo, cristianismo, islam o alguna otra tan importante como estas. Lo significante es que la idea de la divinidad ha acompañado al hombre desde sus orígenes.

Al principio el hombre les atribuía una vida anímica a todos los seres de la naturaleza y a todos los fenómenos de esta (el sol, la luna, la noche, los rayos, relámpagos, terremotos, lluvia, sequía y demás etcéteras). Esta atribución lo llevo a adorar y temer todos estos fenómenos que no entendía y lo hacía como estrategia de supervivencia (superstare).

Esta misma estrategia es la que los llevo a asociarse con otros y a crear grupos cada vez mayores (tribu), mejorando con ello las posibilidades de caza y protección. En estos grupos destacaban dos figuras principales: el líder y el chamán. El primero por sus habilidades de caza y defensa, y el segundo, por su capacidad de observación, análisis y predicción de las rutas de los animales y por el conocimiento que tenía de los frutos y plantas peligrosas, comestibles y curativas, así como del clima.

De vez en vez surgía en esas tribus un chamán o guía espiritual con capacidades diferenciadas. Al grado que al morir este, los miembros del clan conservaban su cráneo con la intención de que los siguiera protegiendo y guiando desde el mundo de los espíritus. Este cráneo fue mitificado y venerado por las generaciones subsiguientes, naciendo con con ello el concepto del dios antropomorfo.

Conforme una tribu conquistaba a otra, imponía a esta su cráneo particular. Este, junto con los otros entes animistas de la época, brindaba protección y consuelo a los miembros de la congregación. Conforme está crecía en número, crecía también la cantidad de dioses o seres elementales que adoraban.

Cuando el grupo se convirtió en una comunidad con afinidades raciales y culturales (etnia), se afianzo la veneración de los antropomorfos y la lenta extinción de los animistas, debido a que a los seres humanos le era y les es más fácil identificarse con un dios parecido a ellos que con un animista.  

No obstante, la prominencia de los antropomorfos se dio justo en el momento en que los miembros de la etnia ocuparon, en conjunto con otras etnias, espacios geográficos que les permitían crear lo que hoy llamamos pueblo. Con el nacimiento de este nacen también las instituciones religiosas y de poder que normaban la vida de sus habitantes.

Conforme el pueblo crecía en número de habitantes, crecían también los problemas de gobernabilidad, por lo que las instituciones religiosas y de poder crearon el dios meticón (entremetido) que hoy conocemos.

Un dios que, además de ofrecer lo que los anteriores, ofrecía un guía moral que creaba en el pueblo una identidad común, y un sentido de confianza y cohesión, ya que este era un dios que podía observar, premiar y castigar los pensamientos e intenciones de cada uno de los pobladores, amén de comunicarle a reyes y sacerdotes los yerros y desaciertos de sus gobernados.  

El dios meticón fue mutando de formas e instituciones conforme cambiaban las sociedades de los hombres. Y si bien es cierto que en el mundo ha habido una sensible perdida de poder y relevancia del dios meticón, de sus instituciones y de sus representantes, también lo es el que el hombre ha regresado más fuerte que nunca a su origen animista.

Hoy, al tiempo que se discuten y se viven los avances de la ciencia, del telescopio James Web, de la Inteligencia Artificial, el internet satelital y una suma de etcéteras más, se vive también una retrocesión en el combés de lo espiritual (el 41% de los occidentales consulta su horóscopo, el tarot, la numerología y cosas similares antes de tomar una decisión).

Estamos viviendo dos fenómenos que definirán la forma de vida de los individuos, de la sociedad y de las instituciones religiosas y gubernamentales en los siguientes quince años: la invención de dios acusa una seria disminución y; la creación de dioses, una exacerbada aceleración.

La invención tiene que ver con el descubrimiento (inventus = descubrir); la creación, con lo que emerge del hombre (creare = engendrar).

Esta exacerbada creación de dioses particulares que inicio junto con las redes sociales (2008), nos ha llevado como sociedad a migrar de una identidad común (nación) a una identidad de grupo (blancos, negros, pobres, homosexuales, lesbianas y demás); de la cohesión a la polarización y de la confianza a la suspicacia. Cuando las personas dejen de creer en el dios que inventaron sus ancestros, dejan de creer en las instituciones que estos crearon (iglesia, matrimonio, familia, sociedad, democracia y demás instituciones de orden legal y moral).

Esto está generando nuevas formas de interacción social y de gobierno. Los individuos se vinculan con aquellos que comparten identidad, al tiempo que rechazan y atacan a los que no la poseen (enfrentamiento de grupos). Los partidos políticos se fracturan y en lugar de cohesionar la nación, la dividen. Las iglesias se derrumban, pierden autoridad y no saben qué hacer.

Este fenómeno se va a agudizar los siguientes dos lustros (violencia e inestabilidad), después de ello perderá gradual y lentamente su fuerza hasta llegar al cuarto lustro, que es en el que la humanidad habrá esbozado una nueva forma de sociedad y gobierno.

En el inter lo que debemos hacer es ocuparnos de lo que es inmediato a nosotros, que, si bien es cierto que vamos a enfrentar riesgos y peligros, también lo es el que se van a presentar retos y oportunidades. Las cuales solo podremos capitalizar si nos centramos en nuestra salud, familia y economía.

Nos leemos en el siguiente artículo.

sábado, 1 de julio de 2023

El imperio de lo absurdo.

¿Se ha preguntado alguna vez cuanto de lo que ha hecho y hace, obedece a lo absurdo?

Lo absurdo impera en nosotros mucho más allá de lo que imaginamos y pensamos. Lo paradójico de lo absurdo (sordo a uno mismo) es que aun cuando estamos conscientes de que muchos de nuestros actos son irracionales y alógicos, los llevamos a cabo.

Por ejemplo, al elegir pareja el consciente nos dice una cosa y el subconsciente otra. El consciente nos dice que busquemos una pareja que nos complete y complemente, que nos ayude a crecer al tiempo que nosotros le correspondemos de la misma manera. Una pareja que al tiempo que sea pareja, sea equipo.

Nuestra parte apolínea nos señala con toda claridad la persona que racional e inteligentemente reúne todas esas características que nos ayudarían a vivir acorde a la razón y la virtud, pero se nos van los ojos y la piel con ese otro u otra que promete una vida accidentada, irregular, pero llena de pasión, discusiones, desacuerdos y reencuentros. Es un caminar hacia adelante que en muchas cosas nos hace ir hacia atrás…, pero que, alógica e irracionalmente, decidimos tomar.

Este irracional proceder obedece al imperio que nuestra parte dionisíaca tiene sobre nuestra parte apolínea. Sabemos, por ejemplo, que el negocio que nos ofrecen no es necesariamente la mejor opción, pero nos posiciona tanto de cara al aparador, que preferimos invertir en él que en ese otro que es menos accidentado, pero rentable.  

Los grupos aeroportuarios, por mencionar un caso, generaron el año pasado (2022) una utilidad neta del 30%, mientras que las líneas áreas perdieron dinero, salvo una de ellas que gano siete millones de pesos al año.

Menciono este ejemplo por el rescate millonario que hicieron de una aerolínea algunos inversionistas internacionales de gran prestigio. Estos tuvieron la oportunidad de invertir ese dinero en un Grupo Aeroportuario debido a que un inversionista vendía sus acciones para migrar a otros emprendimientos, y, sin embargo, optaron por la otra opción.

Esta les ha dado mucho valor de cara al aparador, pero no rentabilidad. La empresa pierde $ 4.20 dólares por cada pasajero que sube al avión. ¿Por qué invirtieron en ella? No lo podemos saber, pero visto desde fuera podríamos decir que les gano la parte dionisíaca.

Lo mismo acaece en la gran mayoría de nuestras decisiones, nuestra parte apolínea nos señala con toda precisión lo que debemos hacer, sin embargo, lo común es que hagamos oídos sordos a ella (absurdo) para decantarnos por esa otra opción que no esta del todo bien, pero que nos promete una vida más intensa y accidentada.

Otro ejemplo que ilustra muy bien el imperio de lo absurdo es el de la infidelidad. ¿Por qué buscamos o aceptamos tener una relación con esa persona aun a sabiendas de que vive en pareja? ¿O por qué seguimos con esa otra a sabiendas de que comparte cama y piel con otra piel?

¿Es absurdo? Sí. Lo es. Pero hacemos oídos sordos a nuestra parte apolínea en aras de la pasión, del accidente y del error.

Más de uno podrá argumentar que la parte apolínea es muy aburrida. Y tal vez lo sea. No puedo argumentar mucho a favor de esta más que el hecho de que en muchas ocasiones ha sido muy rentable y productiva, amén de placentera (de placenta), pero también es cierto que Dionisio no para nunca. Este nos vive susurrando al oído placeres, accidentes, pasiones e intensidades que jamás nos podrá brindar Apolo.

Es Dionisio el que nos lleva a hacer oídos sordos para caer en ese imperio de lo absurdo que ha regido una buena parte de nuestros actos. ¿Sabemos que esta mal? Sí, pero también es cierto que si usted hurga en su memoria descubrirá que recuerda y se solaza más en lo dionisiaco que en lo apolíneo, aun cuando de cara al aparador hacemos todo lo posible para que la gente nos recuerde por nuestra parte apolínea.

El enfermo sabe lo que no debe comer o beber, y, sin embargo, en mayor o menor medida, hace lo que no debe hacer. Lo mismo acaece con los enfermos terminales. Saben lo que no deben hacer, pero mucho de ellos prefieren vivir una vida dionisíaca que una apolínea carente de placer.

En la vida es más lo que improvisamos que lo que planeamos.
Dionisio y la oblicuidad, que casi siempre van de la mano, nos viven presentado accidentes menores y mayores que nos obligan a salirnos del plan para improvisar. El problema, pues, no es la improvisación o lo dionisíaco, sino la ausencia de cálculo.

El no calcular adecuadamente el nivel de riesgo que podemos manejar (cosa de suyo difícil, ya que Dionisio nos dice que si podemos), es lo que nos ha llevado a hacer
oídos sordos a nuestra parte apolínea.

Lo paradójico de esto es que, si revisamos esos absurdos que a todas luces fueron mayores, encontraremos que el pretexto, texto y contexto nos mostraban todas las señales de alerta de lo que iba a pasar…, así pues, porque sorprendernos, si ahí estaban las señales apolíneas que nos decían lo que Dionisio iba a hacer.   

Lo peor del caso es que dada nuestra natura, es muy probable que lo volvamos a hacer. Tal vez con mucho mayor cautela y cálculo, pero lo volveríamos a hacer…

Nos leemos en el siguiente artículo.