martes, 12 de junio de 2018

Negociar con uno mismo.


El que esto escribe es un diletante de las letras que tiene la fortuna de contar con un grupo de cofrades compuesto por hombres y mujeres de distintas edades, oficios, concepciones religiosas y filosóficas, lo que no solo nos permite tener acceso a un encuentro de contrarios, sino que además nos permite confrontar nuestro saber con el saber de los demás, enriqueciendo así el acervo de todos. 

Nuestras sesiones son un encuentro de contrarios. Encuentro donde no solo está la perspectiva de género, la cual es por demás notoria, sino que además son una ventana al conocimiento del otro. Encuentros en donde lo más importante para nosotros es dejar atrás la ética de principios, que siempre obnubila la razón y el entendimiento, para instalarnos en una ética de responsabilidades, que es donde debiéramos estar todos.

En uno de estos encuentros, Humberto, un cofrade que ha tenido la oportunidad de trabajar en culturas cien por cien antípodas unas de otras en religión, cultura y filosofía, puso sobre la mesa como tema de debate: la negociación. Tema trillado y del que todos creemos saber algo, no obstante la polémica fue atroz, no por el tema en si, sino por las premisas que presento.

La reacción de los contertulios no se hizo esperar. Tanto ellas como ellos afilaron sus agudos instrumentos intelectuales para diseccionar, refutar y/o complementar lo expuesto por Humberto.

En este artículo me limitaré a exponer, sin ánimo de demeritar el proceso y las opiniones de unos y otros, las conclusiones de la ponencia. Consciente de que en lo humano nada está dicho, por lo que lo presentado aquí no es mas que una invitación a que debata con usted mismo lo aquí expuesto.

Negociar es ceder en algo que estimo en mucho para lograr algo que aprecio en más.
Humberto, el creador y responsable de la ponencia, baso en la premisa subrayada la esencia de su argumentación.

Nos hizo ver que el problema nuclear de toda negociación, sin importar la cultura, religión u oficio de la persona, es la persona en sí. Es posible, nos decía Humberto, que la persona tenga todas las habilidades que requiere un negociador, no obstante el secreto de la negociación no está en sus habilidades, sino en la honestidad que tiene para consigo mismo.

Hablemos en primera persona. Las habilidades nos van a ayudar mucho a la hora de negociar, sin embargo el problema real no está en las habilidades, sino en el hecho de que no nos enseñaron a ser honestos con nosotros mismos, y no solo no nos enseñaron, sino que además no hemos hecho nada para corregir la siempre apasionante y encantadora psicología del auto engaño en la que vivimos.

Nos mentimos tanto a nosotros mismos que es muy probable que nos sintamos incómodos cuando interactuamos con una persona que es honesta consiga misma. Esta nos parecerá árida y con poco o nulo respeto a la sensibilidad de los demás, cuando en la realidad, somos nosotros los que nos estamos evadiendo.

El secreto de la negociación está en aprender a negociar con uno mismo, no obstante para ello es menester ser honestos y dejar de construirle razones a nuestra razón para justificar nuestros actos. Justificación que hacemos no a ojos de los demás, los cuales no son más que un pretexto, sino ante nosotros mismos, que es lo que realmente nos importa.

En algunos artículos he explicado que la ignorancia es solo uno de los problemas del ser humano. Un problema muy importante. De acuerdo, pero no es problema - problema. El problema – problema es la conciencia. En ella está la causa primera y última de todo nuestro errático accionar.  
Sirva de ejemplo la comida. Todos sabemos que es lo que debemos comer y que es lo que debemos evitar. Tan cierto es que no necesitamos de un Nutriólogo o de un Bariatra para que nos diga que estamos comiendo mal. Lo que necesitamos es aplicarnos y comer bien...

Pasa lo mismo en todos los aconteceres de la vida. Todos sabemos que estamos haciendo cosas que no debemos hacer, y no solo las hacemos, sino que además hasta nos regodeamos haciéndolas. Así, pues, en estricto sentido el problema no es la ignorancia, sino la conciencia.

Partiendo de esta premisa, nos es menester reconocer que es más que imposible el que no nos demos cuenta de los yerros en los que conscientemente incurrimos. Por supuesto que nos damos cuenta, no obstante lo que pasa es que le damos razones a nuestra razón que no tienen otro fin más que aletargar la conciencia (animal extraño que no nos deja dormir y que nos causa mucho ruido).

En esta época, en la que todo lo disfuncional es funcional, hemos hecho de la laxitud de nuestra conciencia una forma de vida en la que la falta de honestidad para con uno mismo nos hace instalarnos permanentemente en lo accidental, dejando al margen lo esencial.

Uno de los cofrades nos decía en ese momento: De acuerdo, pero si solo vamos a hacer lo esencial, cómo entonces nos vamos a escapar de la realidad. Pregunta que nos acerca de nuevo al problema de la conciencia.

Los seres humanos tenemos una ingente necesidad de escaparnos intermitentemente de la realidad, lo cual no solo es sano sino necesario. Vivir permanentemente en la realidad es de locos. No hay quien lo soporte. Sin embargo el problema no es que nos escapemos a intermitentemente de la realidad, sino que hemos hecho del escape una permanencia y de la realidad una intermitencia.

Es tal nuestra necesidad de divertimento y de ocuparnos de cosas gratas, que poco a poco nos hemos ido dando permisos en la conciencia hasta que hicimos de estos la constante y no la excepción. Le hemos enseñado a nuestra conciencia a ver lo laxo como funcional y lo ortodoxo como disfuncional, tanto que nos cuesta mucho trabajo ser honestos con nosotros mismos, ya que ganar en todo, nos ocupa en todo.

La realidad es que no sabemos qué hacer con nosotros mismos, lo paradójico de este no saber es que hay millones de seres humanos que suspiran por la inmortalidad, pero no saben qué hacer una tarde de un domingo lluvioso, sin luz y sin internet.  

Regresemos al tema. La pregunta que toda persona se debe hacer en cualquier negociación, sin importar el tema o el objeto, es: ¿qué es aquello que aun valorándolo en mucho lo puedo ceder o dejar ir, en aras de lograr algo que aprecio en más?

Cuando la persona tiene perfectamente claro que es aquello que le es esencial, podrá ceder sin problema alguno aquello que es importante pero no fundamental. En esta batalla que emprendemos con nosotros mismos para separar lo esencial de lo trivial, el ego será nuestro gran oponente. El ego (el gran oponente) siempre es el enemigo a vencer.

Es el ego el que nos lleva a no querer ceder en nada y a querer ganar en todo. Cuando la realidad es que hay cosas que si pasan, no pasa nada... Mientras que hay otras que si pasan, pasa todo. ¿En cuales nos queremos detener?

En toda negociación nos es menester unir sin confundir y distinguir sin separar. ¿Qué si podemos y debemos ceder en aras de llegar a un acuerdo? Y que no podemos ni debemos ceder, por que ceder en ello es ceder en lo que somos. Y lo que somos, no es negociable. 

Por favor no juegue con su mente. No todo es esencial. Hay muchas cosas que son deseables, pero no indispensables. En la negociación pasa lo mismo que en la vida. Una cosa es lo que se desea y otra lo que se necesita. Usted desea poder comprar el carro de sus sueños, cuando la realidad es que usted lo que necesita es transporte, no marca.

Cuando usted hace de la marca algo no negociable, es debido a que usted, en un auto engaño de la conciencia, cree que la marca tiene el poder de brindarle la identidad que no posee. No obstante lo que usted realmente necesita es definir su identidad y definirla más allá de su estrato económico, poder adquisitivo o función. Esas cosas son accidentales. Hoy están, mañana no. Lo que siempre esta es la esencia. Esta nace y muere con usted. 

No olvide que la identidad esta subordinada, entre otras cosas, a la idea que tenemos de nosotros mismos en el futuro, y esto no tiene que ver con nuestra capacidad de compra, sino con la visión que tenemos de nosotros mismos. Una persona que no tiene de visión de si, carece de identidad, por lo que estará subordinado a las marcas. 

Regresemos al tema que nos compete: negociar con uno mismo. 
Imagine que usted va a cenar con alguien y ese alguien le pide que elija el restaurante. Que él o ella no tienen en mente algún lugar en especial, por lo que cenaran en el lugar que usted elija. Acto seguido presenta usted su elección la cual de inmediato es objetada, y así las siguientes tres o cuatro opciones que presenta.

Cuando usted le dice a la persona que mejor elija ella, esta le dice que no. Que lo que realmente quiere es cenar en el restaurante que usted elija. Es claro que esta persona ya tiene una opción en mente, pero quiere que usted la adivine, ya que no quiere decirle donde desea cenar. Este no ser honesto con ella o con él mismo, hace que la elección sea innecesariamente difícil, cuando lo más fácil sería dejar claro donde quiere cenar.

Este tipo de personas buscan el control por el control, lo que le les dificulta en mucho separar lo accidental de lo esencial, ya que ven cualquier concesión como una pérdida de poder e influencia sobre el otro. Para ellos lo esencial es el control. Negociar con este tipo de personas es asaz difícil, ya que estas personas dimensionan por igual todas, sin importar si son triviales o no. No saben como negociar con ellas mismas, ya que para ellas todo es importante. 

Llevemos la negociación al combés de la pareja. Imagine que usted está en una relación con una pareja que le gusta en demasía. Al grado que cuando usted la ve se queda en pausa, es decir, se le va el audio. No obstante reconoce que hay en ella algunos hábitos y actitudes que le incomodan y otros que le incordian, lo cual obviamente aplica para ambos lados.

Así, pues, usted debe ser muy honesto consigo mismo y preguntarse que le es más importante, el contenido o el empaque. Que si está dispuesto a ceder y que no. En la inteligencia de que hay cosas que si pasan, no pasa nada, y otras que si pasan, pasa todo.

Si quieres hacer reír a dios, cuéntale tus planes.
Permítaseme enunciar un caso cercano a mí, el cual tiene como fin ilustrar lo complejo del tema de la conciencia, ya que lo que en conciencia es bueno para unos, no lo es para otros.

Recuerde por favor que conciencia no es solo tener la capacidad de identificar y llamar a las cosas por su nombre, sino que también es todo aquello que nos enseñaron a valorar (y que ya de adultos confirmamos como valor), razón por la cual lo que es bueno para unos, no lo es para otros.

Por ejemplo, si a usted le enseñaron a ser ventajoso, se va a sentir muy bien tomando ventaja de los demás. Por el contrario, si le enseñaron a ser justo (y confirmo el valor de adulto), se va a sentir muy mal el día que intencionalmente haga un trato tomando ventaja de los demás.

Sirva esta disgregación para poder explicar y entender el caso que narraré a continuación. 

Nelly estuvo felizmente casada con un hombre que había hecho de ella el centro de su universo. Pasaron los años y la relación se fortalecía. Él no tenía ojos más que para ella y su única ambición era llegar a casa para estar con ella, no obstante la vida, siempre oblicua, los llevo por otros caminos.

Nelly conoce a Adriana y se enamora súbitamente de ella. Termina su matrimonio y se divorcia en muy buenos términos. No obstante Adriana, honesta con ella y con Nelly, le dice que ella no se piensa divorciar de Carmen, por lo que Nelly tiene que negociar con ella misma y decidir si acepta las cosas como están o da marcha atrás.

Acepto a Adriana en las condiciones de esta. Pasaron los meses y Adriana tomo la decisión de presentarle a Nelly a una amiga con la que mantiene encuentros casuales, en donde el objetivo de dicha presentación es hacer que la amiga funja como pareja de Nelly a ojos de Carmen y de todos los demás.

El entorno inmediato de Nelly reprueba su accionar, no obstante esta, en esa negociación que hizo con ella misma, decidió que esto que está mal a ojos de todos, está bien para ella...

Aquí no estamos calificando si está bien o mal, sino el hecho de que ella tuvo que ser honesta con ella misma y decidir, en función de su conciencia, lo que está dispuesta a perder y lo que no, y ella decidió no perder a Adriana. 

Nada es caro cuando sabes su precio, porque entonces ya decides si lo pagas o no.
Si hizo bien o hizo mal es algo que no nos compete a nosotros. Aquí lo único que queremos enunciar es lo difícil que es ser honesto con un mismo. Y cada quien lo es en función de sus conciencia. Todo lo que haga o deje de hacer tendrá consecuencias y es menester conocer el precio de las mismas y asumir las consecuencias. 

Como bien sabemos, uno de los secretos de la vida es que no hay respuestas, solo aproximaciones, pero no respuestas. No hay un solo lugar al que podamos acudir por ellas. Nunca ha habido una respuesta a las cosas y esa es la respuesta.

Lo aquí escrito es una aproximación más de las muchas que se han hecho, y cierto estoy, como decía líneas arriba, que lo aquí expuesto no tiene otro fin más que invitarlo a un debate con usted mismo para encuentre en su interior una respuesta, la cual le será útil a usted y todos nosotros.

No obstante lo importante aquí es tomar conciencia de que el secreto de toda negociación, esta primero en negociar con uno mimo. Ya una vez que uno tiene claro lo que está dispuesto a ceder y lo que no, entonces y solo entonces podrá negociar con el otro y llegar a un arreglo, antes no.

Nos leemos en el siguiente artículo.