Los
seres humanos nos movemos, en el ámbito de la educación y formación, en tres
estadios: Afirmación, Negación y Síntesis.
Afirmación
(corresponde a la infancia).
En
esta etapa los padres de familia (papá y mamá) “afirman la personalidad” del
infante. La comunicación en este intervalo es de dos vías: de los padres a los
hijos y de los hijos a los padres.
Los
padres de familia (papá y mamá) son los que en este estadio de la vida educan y
forman a sus hijos en unas cosas, al tiempo que los deforman y dispersan en
otras.
El
resultado de la afirmación de la
personalidad es algo que desafortunadamente se ve a destiempo.
Esta constatación tardía de la afirmación es uno de los problemas de la educación, ya que el resultado de esta se palpa, en sus consecuencias finales, cuando ya no hay nada que hacer, tanto por el hecho de que la persona ya tiene muy arraigados sus hábitos, como por el hecho de que llega a una edad en que la educación ya no depende de los padres sino del discente, es decir, de la disposición y voluntad que este tenga para reeducarse, cambiar o mejorar lo que con él hicieron sus padres.
Esta constatación tardía de la afirmación es uno de los problemas de la educación, ya que el resultado de esta se palpa, en sus consecuencias finales, cuando ya no hay nada que hacer, tanto por el hecho de que la persona ya tiene muy arraigados sus hábitos, como por el hecho de que llega a una edad en que la educación ya no depende de los padres sino del discente, es decir, de la disposición y voluntad que este tenga para reeducarse, cambiar o mejorar lo que con él hicieron sus padres.
Tradición
(democracia de los muertos).
La
tradición, bien entendida, no es otra cosa más que la democracia de los
muertos. Pues son estos, con ese conjunto de ideas y conceptos que funcionaron
en un mundo que ya no existe, los que rigen nuestro diario quehacer.
El
apego ir-restricto a la tradición nos genera un enquistamiento de ideas y
conceptos que nos impiden identificar las señales que nos indican lo bien o mal
que estamos educando a nuestros hijos.
La
dinámica del cambio.
Previo
a la globalización y al Internet el mundo cambiaba cada doscientos años,
permaneciendo esta mudanza hasta finales del siglo XIX.
En
esta dinámica de cambio en que las cosas tenían una lenta progresión, la
tradición era la llave del éxito, pues esta no solo garantizaba la
funcionalidad y continuidad de las cosas, sino que además las ideas y conceptos
que esta contenía se habían probado con éxito por varias generaciones. Las
nuevas generaciones no tenían necesidad de inventar el hilo negro. Lo único que
tenían que hacer era seguir el camino por el cual habían transitado sus ancestros.
El
siglo XX le dio el tiro de gracia a toda esa tradición. Fue un siglo caótico en
el que hubo ciento treinta guerras y ciento setenta millones de muertos en
guerras. Muchas de ellas en contra de tradiciones opresivas en donde el control
y los beneficios estaban en manos de pocos y la carencia en manos de muchos.
Entremos
al siglo XX.
Primer
cuartil (1901 – 19025). Fue una época atroz donde cayeron imperios que tenían
cientos de años. Al caer estos cayeron con ellos ese cumulo de ideas y
conceptos que fueron validos en su época pero que no tenían razón de ser en el
convulsivo y violento inicio de siglo.
Segundo
cuartil (1926 – 1950). En este periodo el mundo se reestructuro en todos los
sentidos. La gente a nivel mundial trabajo para crear un nuevo orden y con él
un nuevo conjunto de ideas y conceptos que sirvieran de base para las
generaciones venideras. Nada más lejos de la verdad. Vendría otro cambio que
las echaría por la borda.
Tercer
cuartil (1951 - 1975). Los baby boomers, hartos del luto y gris, de la falta de
color dela vida, en la vestimenta y de todo lo que hacían... Hartos de las reglas, del
control, austeridad y seriedad con la que sus padres vivían como resultado de
lo experimentado en la segunda guerra mundial, irrumpieron en las universidades
y calles de los cinco continentes para llenar el mundo de color, atrevimiento y
osadía. Las reglas eran nuevas y casi nada de lo que funcionaba en el pasado
tenia vigencia en el presente.
Cuarto
cuartil (1976 – 2000). El mundo se globalizo. Se difuminaron las fronteras
territoriales y con ellas las ideológicas y conceptuales. En este cuartil todo
era nuevo. La tradición era una palabra que albergaba algunas ideas morales que
obedecían al mundo de la retórica universitaria, política y empresarial, pero
que en la práctica resultaron ser estériles.
El
primer cuartil del siglo XXI (2001 – 2025) ha estado sujeto a una dinámica de
cambio en donde el mundo cambia un cien por cien cada dos años.
Una
persona que se haya graduado hace un lustro descubrirá, si no se actualiza, que
rápidamente estará fuera de mercado, ya que este, junto con la sociedad, está
cambiando día a día hasta lograr un cambio de 180 grados cada dos años.
Las
ideas y conceptos con que nos educaron nuestros padres se deben adecuar a los
nuevos tiempos, partiendo de la base de que nosotros debemos educar para el
futuro, no para el pasado.
Si
decidimos apegarnos irrestrictamente a la tradición, descubriremos, cuando ya nada
podamos hacer, que les afirmamos a
nuestros hijos una personalidad acorde a nuestro mundo, pero poco útil y
funcional en el de ellos.
En
la etapa de la afirmación nos es
menester considerar varias variables, unas correspondientes a los padres, otras
a los hijos y una más al entorno.
El
falso decir versus el real hacer de los padres.
En
este estadio los padres se vuelcan sobre los hijos hablando con ellos para
explicarles lo que el mundo es… No el mundo real, sino el mundo que ellos habitan
y en el que quieren que vivan sus hijos.
Esto
no tiene nada de extraño. Es de lo más normal. No obstante ese mundo es tan solo
una fracción insignificante del mundo, y en algunos casos, no la mejor
fracción.
Los
padres, en legítima y natural posición, ya que no conocen otro mundo, le
enseñan a sus hijos lo que ideológica y conceptualmente es su mundo. A esto se
le conoce como la “la ronda de las generaciones”. Modelo que explica a la
perfección el por qué los ciclos se repiten en los miembros de una misma
familia.
Regresemos
al tema. Decíamos renglones arriba que los padres se desviven en enseñarles a sus hijos lo que para
ellos es el bien y el mal. Lo que deben y no hacer. Que pensar y que ignorar.
Con quien se deben juntar y de quien se deben alejar. Cómo tratar a los que
están mal y a los que no deben tratar y un sin fin de etcéteras más.
Los
hijos en la etapa de la afirmación reciben
todo como dogma de fe hasta que llegan a la etapa de la negación. No entran de lleno a ella, sino gradualmente… Lo primero
que les lleva a la negación es la
dicotomía que existe entre el falso decir de sus padres y su real hacer.
Los
padres no estamos conscientes de la dicotomía debido a que centramos nuestra
atención al decir y hacer fuera de casa, pero poco o nada al decir y hacer
dentro de casa.
Por
ejemplo, le decimos a los hijos que el alcohol es pésimo y que no solo debemos
alejarnos de él, sino de la gente que abusa de él, pero no hacemos nada con el
conyugue, hermano, padre o pariente con el que convivimos día a día a pesar de
su acusado alcoholismo.
Les
decimos que la acedia y la procrastinación son hábitos nefastos, pero no
hacemos nada con el conyugue o familiar inmediato que incumple con sus
responsabilidades por ambas causas.
Este
ser congruente hacia afuera e incongruente hacia adentro hace que los infantes,
próximos adolescentes, entren a la Negación
preguntándose qué tan cierto es todo lo que le dicen sus padres.
La
otra variable a tomar en cuenta en la afirmación
es la genética. Cada hijo es el resultado de una lotería genética. Ningún
hijo es igual al otro y ningún hijo crece con los mismos padres ni recibe la
misma educación.
Cada
uno de ellos experimenta y vive con unos padres cien por cien diferentes a los
de sus hermanos, ya que su lotería genética le hace ver e interpretar las cosas de una
manera totalmente diferente a la de sus hermanos.
Por otro lado sus
padres los concibieron y tuvieron a cada uno de sus hijos a una edad diferente, con circunstancias diferentes. Lo que ineluctablemente les genera reacciones distintas con cada hijo. Reacciones obsecuentes su edad y circunstancias y a la lotería genética de sus vástagos, aun cuando ellos crean que a todos
los tratan y educan por igual.
Estos
diferendos marcan una pauta enorme en la afirmación
de cada uno de los hijos y es algo que los padres nunca tomamos en cuenta.
La
otra variable que no tomamos en cuenta en la afirmación es el entorno. Es más importante el entorno que el ambiente
familiar. No obstante lo bueno de esta etapa es que el entorno en este estadio
es creación e los padres. Sin embargo la realidad es que poco cuidan el impacto
de este en los hijos.
Dan por hecho, porque ya están acostumbrados a esos entornos, que lo que es bueno para ellos lo es para sus hijos. Razón por la cual los exponen a familiares que no deben sin la adecuada explicación y dirección. Todas estas cosas que pasamos por alto van sumando a favor o en contra, y se darán cuenta de ello cuando cuando sus hijos entren a la etapa de la negación.
Dan por hecho, porque ya están acostumbrados a esos entornos, que lo que es bueno para ellos lo es para sus hijos. Razón por la cual los exponen a familiares que no deben sin la adecuada explicación y dirección. Todas estas cosas que pasamos por alto van sumando a favor o en contra, y se darán cuenta de ello cuando cuando sus hijos entren a la etapa de la negación.
Negación
(corresponde a la adolescencia).
En
esta etapa cambia radicalmente la relación padre hijo. La comunicación entre
ellos es de una sola vía: de los padres a los hijos. Estos últimos si se
comunican, pero no con los padres, con los amigos.
La
adolescencia es la época de las soldaduras fáciles y de las cicatrizaciones
rápidas.
En
esta etapa de la vida se hacen amigos con mucha facilidad y se echan al olvido
con la misma facilidad.
Lo
preocupante del caso es que no obstante la transitoriedad de estas, son ellos,
los amigos, los que tienen un peso mayúsculo en la recreación de la
personalidad.
En
este estadio los adolescentes hacen todo lo posible por negar la personalidad
que les afirmaron sus padres, en aras
de construir una que obedezca a lo que sus impulsos biológicos les dictan, a lo
que ellos creen que son y a sus siempre mutables circunstancias.
No
es una etapa fácil. Está llena de vaivenes y confusiones. La personalidad que
les afirmaron sus padres se mantiene
latente y en lucha constante. Tanto que ellos, sin darse cuenta, se refugian en
ella cuando la nueva personalidad no funciona como esperaban.
No
es, como muchos creen, una etapa de protesta. Todo lo contrario. Es una etapa
en lo que el adolescente busca es estar cierto de lo que es y de lo que puede
llegar a ser, aun cuando ese ser este muy lejos de que lo que día a día le
dicen sus padres.
Esta
búsqueda del ser les lleva a chocar con sus padres y con todo lo establecido.
En artículos anteriores hemos dicho que la creación sale del caos, no de la
uniformidad. Pues bien, le negación
es un caos del que surgirá un nuevo ser.
Un
ser conformado por la colisión de dos variables: el pasado y el presente. Variables que se mantendrán
en lucha creando un caos en él y en todo lo que le rodea… Y como resultado de
ese caos surgirá una personalidad que necesitará reafirmarse vía la síntesis.
En
este estadio de la negación es de suma importancia conocer a los amigos de nuestros hijos, ya
que estos son el mejor conducto para hacer llegar la información que se desea. Para
lograr esto es menester platicar con los amigos y decirles sin decir lo que sea
desea sembrar en la mente de ellos para que a su vez estos la siembren en la
mente de nuestros hijos.
En
esta etapa es menester aprender a mimetizarnos con el entorno para pasar
desapercibidos, logrando con ello el que nada nos pase desapercibido.
Tenemos que aprender a ver sin ver y a oír sin oír. Si logramos que ellos sientan que no les estamos poniendo atención cuando están con sus amigos, que nos los observamos ni oímos, se mostrarán tal como son, lo que nos permitirá saber qué es lo que debemos dirigir y en función de ello la forma en que los debemos dirigir.
Tenemos que aprender a ver sin ver y a oír sin oír. Si logramos que ellos sientan que no les estamos poniendo atención cuando están con sus amigos, que nos los observamos ni oímos, se mostrarán tal como son, lo que nos permitirá saber qué es lo que debemos dirigir y en función de ello la forma en que los debemos dirigir.
Síntesis
(adultecente y adulto mayor).
Si
algo nos ha enseñado la vida es que el ser humano no tiene límites en lo referente
a la formación y educación.
La
síntesis es el resultado de la fusión
de las etapas previas. En este estadio se rescata lo mejor de la afirmación y lo mejor de la negación. La fusión de estas dos será lo
que conforme la síntesis, no obstante
es menester apuntar que esta última etapa siempre está en formación.
Es
un estadio en donde la consciencia, si se ha formado y ejercitado, nos ayudará
a sustituir hábitos viejos por nuevos.
Sembrar
un hábito nuevo nos lleva más menos noventa días. Consolidarlo y darle un estatus
de permanencia, noventa más.
No obstante esta siembra de nuevos y mejores hábitos
demanda de un coraje y disciplina a prueba de todo, ya que el hábito viejo
siempre estará ahí.., al acecho, a la espera, para que en un momento de debilidad, pueda reclamar su espacio y salir a la luz.
No
importa la vida que hayamos tenido. No importa si la afirmación fue vaga e informe. No importa si la negación fue, en estricto sentido, un
negarnos a nosotros mismos. Por supuesto que nos sería de suma utilidad y mucho
más amable, el que ambas etapas hayan sido loables, sin embargo la realidad es
que en la síntesis, todos podemos edificar la personalidad que queramos.
Nos
será mucho más difícil si las etapas previas fueron a contrapelo, sin embargo la
realidad es que el que estas no hayan sido las mejores, no quiere decir que no
podamos hacer con nuestro per-sonare lo que deseemos.
En
el intertanto lo que podemos hacer es revisar lo que estamos haciendo con los
nuestros, teniendo siempre presente que a los hijos se les debe educar para
cuando ya no estemos... Se
les debe educar y formar para que no nos necesiten y puedan hacer la vida solos.
Lo único
que nunca debemos hacer es tratar de revivir el pasado. Rescatemos de la
tradición lo que sirva, en donde el reto esta no en la tradición, sino en tratar
de crear una nueva y mejor tradición.
Una
tradición que vea el futuro y no al pasado.
Nos
leemos en el siguiente artículo de carácter antropológico.