martes, 29 de noviembre de 2016

Senectus.

Hace poco más de tres lustros lleve a cabo una investigación a la que llame Senectus.
Como todos sabemos la génesis de la palabra es idoeuropea… Sen, y se usa para designar al anciano (antianus), es decir, al de antes, a ese que es anterior a mí, que no es lo mismo que la palabra viejo, la cual su raíz, también indoeuropea, es wet –animal de carga.
La raíz de viejo y veterinario es la misma. Tiene que ver con los animales, no con las personas. Así, cuando a una persona le dices viejo, le estas diciendo animal de carga.

A la investigación arriba mencionada, le llamé Senectus debido a que el foco de la investigación se centró en hombres y mujeres de 60 años de edad o más.

Para que estas personas calificaran para la investigación, era menester que estuvieran en una condición terminal y que reunieran o tuvieran las siguientes características y requisitos:
- Que fueran personas inteligentes (personas que piensan lo que piensan).
- Que estén o hubiesen estado casados y tuvieran hijos (requisito indispensable el de los hijos).
- Que hubiesen tenido una importancia principal en su oficio, ya fuera este empresarial, político, financiero, religioso, intelectual o de cualquier otro índole.
- Que hubiesen logrado en su oficio un alto reconocimiento de su comunidad.

El objetivo de la investigación era acceder a la mente y visión de aquellos hombres y mujeres que tenían mucho que decir y mucho que aportar, ya que mucho es lo que habían hecho y mucho lo que se habían equivocado.

Personas conscientes de que se iban a morir en muy poco tiempo, lo que ineluctablemente hacía que sus máscaras y comparsas sociales ya no tuvieran razón de ser, por lo que sus respuestas tendrían una trascendencia que está mucho más allá de ese otro que como usted y como yo seguimos en la brega, ciertos, sin fundamento alguno, de que nuestro momento está muy lejos.

Las respuestas de estos hombres y mujeres nos permitirán ver el mundo desde esa óptica a la que solo podemos acceder en el umbral de la muerte.

La investigación en si misma fue muy enriquecedora. Estuvo llena de anécdotas, risas y lágrimas. Viaje por todo el país y me encontré, en la gran mayoría de los casos, que el obstáculo a vencer en la investigación no eran los sujetos de la misma, sino sus familiares. Estos no solo no me daban acceso al paciente, sino que además se mostraban renuentes, groseros y agresivos, lo cual era entendible y esperable.

Por regla general accedía a los sujetos de la investigación porque ellos así lo pedían. La mejor forma de llegar a ellos era explicándole a sus galenos el objetivo de la investigación para que estos a su vez se los explicaran a ellos. El 82 % de los pacientes aceptaron participar, aun en contra de los deseos de sus familiares. La realidad es que todos tenían enorme necesidad de hablar con alguien que no fuera su familia.

Es importante que por favor que no se malentienda esto. Todos hablaban con sus familiares y mucho, pero había un mundo de cosas que necesitan hablar con personas ajenas a su familia. Con individuos que no les hablaran de su enfermedad, de lo que iba a pasar cuando no estuvieran y demás menesteres económicos y materiales de esos procesos.

Así pues, puedo decir que mi presencia fue un respiro en su agonía psíquica. Conmigo hablaban de temas diversos, amén de los temas que conformaban la investigación.

Las preguntas eran abiertas y ello daba pie a que pudieran expresarse con total libertad y amplitud. En todos los casos fue menester que estuviera junto a ellos un buen número de días, ya que los temas y disertaciones eran amplios y bastos, amén de las pertinentes aclaraciones y correcciones que hacían en el devenir de sus respuestas. También debido a que no siempre se sentían en la disposición de poder hablar de su devenir, no por la complejidad de los temas sino por su deterioro físico, lo cual inevitablemente demandaba de más días de intervención.

Termine la investigación en el estado de San Luis Potosí, cuando el entrevistado se murió en mis brazos. Se despidió de mí con una paz y una tranquilidad sorprendente, no obstante la frase que me dijo al final me causo una crisis mayúscula, la cual no solo me llevo a dar por terminada la investigación, sino que además fue el inicio de una serie de cambios que siguen su curso hasta el día de hoy.    

A cada uno de los entrevistados se les explico el objetivo de la investigación y la metodología a seguir. Todos sabían que las preguntas eran abiertas y que no estaban obligados a contestarlas. Tenían claro que sus respuestas eran a título personal y que estas solo se cotejarían con las respuestas de los demás miembros del grupo. Sabían que las respuestas se podrían publicar, pero no con nombres y apellidos, sino como parte de un grupo de investigación.

Lo primero que me llamo la atención es que el cien por cien de los entrevistados me pidió que sus respuestas no fueran públicas a los suyos. No por el temor de lo que estos pensaran de ellos, sino por los enconos que pudieran gestar entre los deudos (madre-hijos-hermanos, padre-hijos-hermanos).

La investigación me llevo poco más de tres años y entreviste a poco más de 400 personas en diferentes zonas geográficas del país, lo que me permitió acceder a una gran diversidad de culturas (formas de hacer las cosas) y filosofías (creencias), y por ende a diversas formas de ver y vivir la vida. Algunos de ellos con uno o dos hijos, la gran mayoría con más de cuatro, pero todos con la responsabilidad de criar y formar una dinastía, independientemente de que estos los fueran a suceder o no en sus respectivos oficios.

En el grupo había empresarios, banqueros, industriales, políticos, terratenientes que vivían de sus bastas rentas, pastores de iglesia, poetas, intelectuales, filósofos, escritores y artistas plásticos. El 48% eran mujeres y el 52% hombres.

A poco más de la mitad la enfermedad (por llamarla de alguna manera) les llego en el pleno ejercicio de su oficio y solo al 42% cuando estaban en proceso de retiro, es decir, trabajando todos los días pero con un horario amigable. Ninguno estaba totalmente retirado en el momento en que se les diagnóstico el padecimiento, por lo que éste término retirando a todos. 

Tuve oportunidad de conocer, en algunos de ellos, cosas que sus familiares ni por equivocación pensarían que sus padres hayan hecho o experimentado, cosas que obedecen a la vida pero que nos cuesta mucho trabajo aceptar. Cosas que muy probablemente no hubiesen contado si no estuviesen en esa circunstancia y si no hubiesen coincidido con el momento de la investigación.

Si algo me quedo muy claro de todo esto es que hay una gran diferencia entre la forma en que pensamos las personas y la forma en que opera la naturaleza.

Muchos de nuestros problemas se minimizarían si entendiéramos la forma en que opera la naturaleza en nosotros y en todo lo demás. Para empezar dejaríamos de llamar pecado a lo natural o de calificar como inmoral aquello que obedece a nuestros conceptos pero no la naturaleza en sí.       

Preguntas.
Como ya comentamos las preguntas eran abiertas y concretas. El cuestionario empezaba con la pregunta: ¿Qué es la vida? Y terminaba con la pregunta ¿Qué es la muerte?

Cabe aclarar que al principio les costaba un poco de trabajo responder, sin embargo entre más avanzábamos en la encuesta, más fácil y divertido les era responder, amén de que hacían correcciones a respuestas anteriores, sobre todo a las primeras.

Comparto algunas de las preguntas y los invito a responderlas en un archivo que solo ustedes vayan a leer. Lo ideal es que mediten bien las preguntas y las respondan con calma. Y ya una vez que estén ciertos de sus respuestas, las cotejen con las respuestas de los Senectus.

¿Qué es la vida? ¿Qué es el amor? ¿Qué es el sexo? ¿Qué es el matrimonio? ¿Qué es la familia? ¿Qué son los hijos?

¿Qué es la sociedad? ¿Qué son los políticos? ¿Qué son las leyes? ¿Qué es la ética? ¿Qué es la moral? ¿Qué son los valores?

¿Qué es la amistad? ¿Qué es la lealtad?

¿Qué es Dios? ¿Qué es la fe?

¿Qué volvería a hacer? ¿Qué dejaría de hacer?

¿Qué es la muerte?

Estas son algunas de las preguntas que se les hicieron. Escogí estas debido a que son a las que más énfasis le pusieron los entrevistados.

Cada una de las preguntas tenía como fin el que se explayaran en sus respuestas a sabiendas de que las respuestas que dieran a cada una de las preguntas, podrían bordear, con mucha facilidad, a las respuestas de otras preguntas. No obstante cuando llegaba el turno de la pregunta bordeada, se les volvía a plantear esta aun cuando ya hubiesen respondido una parte, esto con la intención de que pudiera ampliar o corregir su respuesta.

Lo que a continuación voy a presentar es la síntesis de las respuestas. No tiene caso presentar la totalidad de las mismas, ya que mucho del decir de estas personas, aunque basto e interesante, se resumen en lo que a continuación voy a presentar.

Otro tema que me parece de sumo interés es el de la diferencia de géneros. Contra lo que yo me esperaba (y seguramente mis dos o tres lectores también), las respuestas no variaban mucho entre hombres y mujeres. En donde si había una connotación especial era en el tema del sexo y en de los hijos. Razón por la cual presentaré estas señalando las respuestas de cada género.

Respuestas de Senectus.
¿Qué es la vida?
En esta pregunte encontré respuestas variadas e interesantes, pero en síntesis todos veían la vida como un regalo. Como una oportunidad única e irrepetible. Como algo que se tenía que construir día a día.

La vida, decían ellos, es algo que das por hecho. Algo que no valoras y que tomas conciencia de lo que realmente significa, ya una vez que pasas la mitad de la vida o que estas en el umbral de la muerte. La vida es lo único que tienes y lo único que no valoras. Si tienes vida tienes todo, desafortunadamente te das cuenta muy tarde de lo que es la vida, y en muchos casos te das cuenta de lo que es justo cuando ya te vas.  

¿Qué es el amor?
En esta pregunta hubo aclaraciones inmediatas. Todos me preguntaban a qué tipo de amor se refería la pregunta. Cuando yo les contestaba que al amor en sí, ellos puntualizaban que una cosa era el amor de pareja y otra cosa el amor a los hijos, a las ideas, proyectos, conceptos y demás etcéteras del quehacer humano. Por lo que presentaré una síntesis de las síntesis.

El amor es una ilusión. La más bella ilusión que poseen los seres humanos. Sabes, a tardía edad, que es, como casi todas las cosas de los seres humanos, una fantasía, pero es la mejor fantasía que tenemos. La única que nos salva y que nos permite continuar luchando para lograr todo aquello que sin el amor no tiene razón de ser. 

El amor de pareja: un sueño imposible de realizar. Por lo menos no como lo presentan las películas y libros.

Claro que amas a la pareja pero la amas de manera funcional, es decir, le amas porque lo que hacen juntos funciona. Porque ella cumple con la parte que le toca y él con la parte que le corresponde.

Todos mencionaron que el problema real es que tendemos a confundir el enamoramiento con el amor. Por supuesto que te enamoras de la pareja, pero la amas cuando esta funciona. El amor está basado en roles y si las partes cumplen sus roles..., el amor se da.

El amor a los hijos: Este, decían todos, es el único y verdadero amor. Es un amor que corre en una sola dirección, ya que el amor a los hijos es mucho mayor que el amor que estos le tienen a sus padres. El amor verdadero es el amor que los padres tienen a sus hijos. Es un amor incondicional e instintivo y que está muy por arriba de cualquier otro amor, ya que el de la pareja es un amor funcional, el de los hijos no.

El amor a Dios, a las ideas, conceptos, proyectos y demás etcéteras del quehacer humano, es una fantasía en la que primero crees, después te das cuenta que no es, pero la necesitas para darle sentido a lo que haces.

El amor a estas cosas es un amor construido, no natural. Es un constructo social que obedece a nuestra mente y a la zona donde nacimos y crecimos. 

Si hubiésemos nacido en otra latitud, donde los dioses, las formas y las cosas son otras y se valoran de distinta manera a la nuestra, amaríamos esas cosas de la misma forma en que amamos las de nuestro hábitat, ya que son construcciones de la mente, pero no amores reales. Son ficticios y están subordinados a la cultura y sociedad en donde crecimos. 

¿Qué es el sexo?
Ambos géneros comentaron que el sexo y todo lo implícito en él, así como todo lo que este dispara y desarrolla (confianza en sí mismo, reafirmación del ego, seguridad personal) es el motor más grande de los seres humanos. Todos afirmaron y confirmaron que si la sexualidad estaba bien, todo lo demás estaría bien.

Mujeres: Las mujeres dijeron que el sexo es energía creativa, pero que este lo tenías que hacer con la persona que amas, sino carecía de sentido, ya que entrabas al acto como persona y salías sintiéndote cosa, pero no persona. También comentaron que el sexo es el mejor termómetro de la mujer, ya que a través de este podían sentir y evaluar cómo estaba la relación de pareja. Cuando el sexo empieza a fallar es porque está fallando la relación de pareja y con ello todo lo demás.

Hombres: Los hombres dijeron que el sexo es, ante todo, poder. El sexo es posesión, fuerza, ya fuera con la esposa o con cualquier otra mujer. Ellos, en su totalidad, mencionaron que era de suma importancia tener relaciones sexuales y entre más mejor, pero que era igual o más importante el con quien lo tuvieran. No podía ser con cualquier mujer, sino con una mujer que representara reto, conquista, prestigio. Aun cuando nunca hablaras de ello, ya que lo importante no era eso, sino la satisfacción personal. El sexo es algo que si tiene que ver con el placer, pero más con el poder.

¿Qué es el matrimonio?
El matrimonio es una alianza. Una asociación que primero obedece al instinto (sexual y de reproducción) y después a la razón. No obstante lo vestimos de idealismo (romance y amor) y por ello el mito del noviazgo, sin embargo lo que no es, no es. No necesita de noviazgo para saber si es o no es. El noviazgo en sí mismo es un laboratorio para aprender a intimar física, psíquica, intelectual y espiritualmente con el otro sexo, pero no más.

Sin embargo la realidad es que necesitas vivir con la otra persona para conocerle y saberle. Bien dice el refrán: vive un mes con Inés y sabrás quien es.

El matrimonio es una alianza entre dos personas que acuerdan cumplir sus roles para sacar a los hijos adelante, que son lo más importante del matrimonio. Cierto que estos un día se van (y así debe de ser), pero si la pareja cumplió sus roles y responsabilidades, podrán, después de que se han ido los hijos, seguir juntos  y entrar a un nuevo rol, donde tienen más tiempo para ellos (con sus espacios personales) y para asesorar a sus hijos en el devenir de los nietos.

La pareja, si cumplió con su rol y responsabilidad, se convierte en el paso del tiempo en el o la mejor amiga que tienes. La pareja se convierte así en el único o la única persona que te conoce bien y la única a la que conoces bien.
Al final descubres que tu esposo o esposa es la única persona a la que entiendes, independientemente de que estes o no de acuerdo con su forma de ser. Pero es alguien en quien puedes confiar, ya que llega a un nivel en que casi no hay sorpresas entre las partes. Lo que es, es.

¿Qué es la familia?
La familia es una transitoriedad y la debes ver y aceptar como tal. Los hijos, te guste o no, van a crecer y a formar una familia. En ese momento descubres que pasas a un segundo plano y que así debe de ser, para que tus hijos puedan formar bien a sus hijos.

Creer, cuando tienes hijos, que tu familia son tus padres y tus hermanos es vivir en el error. Fueron tu familia, ya no lo son. Son una parte importante de tu historia, pero no de tu futuro. Tu futuro y el de la sociedad están en tus hijos y en lo poco mucho que hayas logrado en ellos.

¿Qué son los hijos?
Los hijos son el tesoro más grande que te da la vida. Los hijos son la única oportunidad que tienes de inmortalizar tu potencial genético. Los hijos se quieren no solo por ser hijos, sino por la amistad y vínculo que da la crianza.

Los hijos son el mejor aporte que puedes hacer a la sociedad. Dejar unos hijos que sean mejores que tú, hace que la sociedad sea mejor que la que te toco vivir a ti. La realidad es que no hay otra forma de mejorar a la sociedad más que a través de la formación de unos hijos que sea mejores que sus padres. Todo lo demás son falacias. 

¿Qué es la sociedad?
La sociedad es una quimera que debes tomar en cuenta pero no darle un peso que no tiene, es decir, no debes darle la importancia que te hacen creer que tiene, ya que está en si misma no existe.

La sociedad es un concepto generacional y como tal sufre adecuaciones y transformaciones. Cada generación dicta lo que esta debe ser en función de los hombres y mujeres que detentan el poder, hasta que llega la siguiente generación a re-definir lo que esta debe ser en función de los intereses de los nuevos hombres y mujeres que están el poder, y así sucesivamente.

La sociedad es un laboratorio al que tienes que dirigir para no ser dirigido por ella. En ella puedes hacer todo o casi todo lo que quieras, pero solo si la creas y diriges. Puedes dictar las normas que gobiernan la vida de los demás. Diciéndoles que es lo que deben creer, consumir, estudiar y demás menesteres que convengan a tus intereses. Es un mercado enorme, pero como tal, lo debes dirigir o de lo contrario, esta te dirigirá a ti.

¿Qué son los políticos?
Es un grupo de gente que lo único que les interesa es el poder y lo que con este pueden hacer.
Son, cuando tienes negocios con ellos, tus mejores aliados, no obstante debes tener un enorme nivel de cautela, pues estos mienten tanto como uno, pero ellos lo hacen de oficio. Pueden firmar un acuerdo contigo y un minuto después, si así conviene a sus intereses, firmarlo con alguien más ajeno a ti.

Los políticos son necesarios para el buen gobierno de la sociedad. Nos son autónomos. Son muchos grupos de poder con los que tienen que trabajar y conciliar, pero el mejor político siempre será el que cumpla sus acuerdos y logre que la gente este contenta o medianamente contenta.    

¿Qué son las leyes?
Las leyes es lo que ha hecho que podamos vivir en sociedad sin agredirnos o matarnos.
Entre mejores sean las leyes, mejor será la convivencia e interacción social. No obstante las leyes se basan en el orden. Una ley sin orden es papel. No sirva para nada. Lo que debemos hacer es trabajar para crear una cultura de orden. El orden genera respeto y el respeto cumplimiento. Entonces y solo entonces habrá leyes y con ellas un mejor nivel de calidad de vida.

¿Qué es la ética?
La ética es regional. Tiene que ver más con el lugar que con el concepto en sí. Cada pueblo tiene una ética y cada nación también. Una nación está compuesta de muchos pueblos y en conjunto forman la idea de ética que funciona para ellos. 

Lo que hoy conocemos como ética es una idea mercadológica vendida en universidades y empresas. Tiene como fin imbuir en la mente de la gente el comportamiento que se desea lograr, tanto en la relación con las estructuras de poder como entre ellos mismos.

¿Qué es la moral?
La moral tiene que ver con la religión. Y hay tantas ideas de moral como interpretaciones de religión hay. Una es la moral de los católicos y otra la de los luteranos, calvinistas, presbiterianos y demás congregaciones. Dentro del mismo catolicismo hay divergencias en el concepto de moral. Una es la moral del Opus Dei, otra la de los Legionarios de Cristo, Jesuitas, Franciscanos, Dominicanos y demás órdenes religiosas.

La moral es un constructo social que como tal debe ser usada como guía, mas no como norma. Esta, como todas las construcciones sociales, se debe usar para dirigir a los demás, pero no para ser dirigido por ella.     

¿Qué son los valores?
Los valores son algo cambiante y dinámico. No hay mayor valor que la vida y es el único valor al que no se le da la importancia de los otros.

Se enfatiza mucho en el tema de valores, pero es un énfasis que tiene que ver más con el decir que con el hacer. Los valores, tal como nos los presentan, son una falacia. Se le da más importancia a la castidad que a la reproducción, cuando es esta ultima la que asegura la perpetuidad de la especie y no la otra. Los valores, casi todos, son un equívoco sobrevalorado y mal entendido.  

¿Qué es la amistad?
La amistad, en su plena expresión de la palabra, es algo que se da con la pareja y no siempre. Conocidos muchos, amigos pocos, muy pero muy pocos. Tal vez uno o dos. No más de ello. La razón de este equivoco es que hemos sobrevalorado el concepto de la amistad.

El otro obedece a sí mismo, no a nosotros. Eso no existe. Y entre más avanzamos en la vida, más solos nos quedamos, ya que más conciencia tomamos de que el otro obedece a sí mismo, tanto como nosotros obedecemos a nosotros mismos, a lo que somos, deseamos y necesitamos. 

¿Qué es la lealtad?
La lealtad es unipersonal. Uno es leal a sí mismo y fiel a los demás. La realidad es que si en muchas ocasiones cuesta ser leal a uno mismo, mucho más difícil es asegurar que uno va a ser fiel al otro. La fidelidad es un ideal difícil de lograr. No conozco persona alguna que lo haya logrado, no sin traicionarse a sí mismo.

¿Qué es Dios?
Pregunta difícil. Tiene muchas aristas e inconvenientes.

Dios es una esperanza. Algo que la humanidad siempre ha deseado que exista, pero que sabemos que no es real. El concepto o idea de Dios obedece a una necesidad humana, tan es así que ha habido una enorme variedad de dioses, todos subordinados al momento y cultura de cada pueblo.

Es por ello que todas las religiones son separatistas, Su objetivo no es que nos integremos como especie, sino que nos separemos. Te dicen, por ejemplo, que debes amar a tu prójimo como a ti mismo, excepto a los de otra religión, a los ateos, a los que están a favor del aborto, a las familias no ortodoxas, a los homosexuales, a las lesbianas, a las madres solteras, a la educación sexual y progresista y a muchas otras cosas más.

No obstante es menester reconocer que la idea de Dios es necesaria debido a que la vida en sí misma no es fácil. Necesitamos creer que hay algo más que nosotros mismos. Si bien es cierto que no todos necesitan creerlo, también lo es que la gran mayoría si lo necesita.

Dios es algo único, personal. Cada quien tiene su muy particular interpretación de Dios, aun cuando profese la misma religión que sus vecinos. Puede usted estar casado-casada y tener hijos y nietos, y la diferencia de interpretación será notoria en la misma familia. Una será la idea de Dios que tenga usted y otra la de su pareja, otra la de cada uno de sus hijos y otra mucho más distante la de sus nietos.

Cada quien construye una idea del Dios que necesita y que mejor se adapta a la edad y a las circunstancias. Idea, que por ser personal y única, está muy lejos del Dios que nos ofrecen las religiones e iglesias.

Hoy, que estoy a días u horas de mi partida, te puedo decir que Dios no existe.
No hay nada más allá después de la vida. En esta vida te la juegas todo. Te mueres y desapareces. No hay nada más.

La realidad es que nos gusta pensar, cuando aún no estamos cerca de la muerte, que hay algo más, sin embargo la realidad es que en este momento en que estas a punto de morir, tomas conciencia de que no hay nada más, te lo dice el instinto, la razón y la emoción.  

Yo, decía unos de los Pastores entrevistados, sé que Dios no existe. Pero también sé que hay una enorme necesidad de que exista, de que sea real. Es por eso que en mi trabajo defendí la idea de Dios por sobre todas las cosas. No porque yo la necesitara, sino porque estaba consciente de que los demás la necesitan y mucho, de otra manera la vida sería insoportable.

¿Qué es la fe?
La fe, visto desde el punto de vista de la religión, es la ignorancia que cobija.

Claro que tienes que tener fe en lo que haces, pero debes fundamentar esa fe. La fe por sí sola no sirve para nada. Puedes tener fe en que te vas a sacar la lotería, y tal vez te la saques, pero no vas a saber qué hacer con el dinero, ya que lo que primero tienes que hacer es saber para qué es el dinero y como se debe usar.

La fe por si sola es una interminable caída del vacío en el vacío. No hay nada. Te debes preparar a conciencia en aquello que vayas a hacer o emprender y tener fe en que lo vas a lograr, ya que te preparaste para ello. Pensar que las cosas van a salir o a suceder solo por la fe, es una idiotez. Nada funciona así.     

¿Qué volvería a hacer?
Todo.

¿Qué dejaría e hacer?
Nada.

¿Qué es la muerte?
La muerte es una liberación. Es el final de todo. Después de la muerte no hay nada. Terminas tú y tú batalla contigo. Pasas a la nada, al olvido, a la no existencia.

jueves, 17 de noviembre de 2016

¿Quién es más injusto, el que da de más o el que da de menos?

Recién impartí una conferencia en donde comentaba que hemos pasado de la generación de los conquistadores a la generación de los merecedores.

Sentencia que no es del todo cierta, ya que poco a poco se está gestando un cambio en las nuevas generaciones que ni por equivocación tuvieron las que les precedieron. Claro que es un sector favorecido el que está experimentando este cambio. Es un porción de jóvenes que están expuestos a horizontes culturales que les permiten soñar con emprender. Este sector no sueña con el empleo de su vida. Sueñan con el emprendimiento de su vida.

Recién le comentaba a uno de mis hijos que no se preocupe, que la vida es muy simple... Que siempre que piense que no puede realizar sus sueños, tenga en mente que siempre habrá alguien que lo pueda contratar para realizar los suyos. Es una cuestión de elección.

La realidad es que son pocos los jóvenes que tienen estas oportunidades. La gran mayoría sigue pensando en el empleo de su vida, pero esto es algo que poco a poco va a desaparecer. Tanto por los avances de la tecnología como por los cambios en la dinámica poblacional que se está gestando a nivel mundial.

No obstante es menester reconocer que una muy buena parte de mis coetáneos -y de las generaciones que me suceden-, siguen trabajando, sin importar circunstancias y posición socio económica, en crear la generación de los merecedores en lugar de construir la generación de los conquistadores. 

Este artículo lleva como nombre una pregunta interesante: ¿Quién es más injusto, aquel que da más de lo que le persona merece o aquel que da menos de lo que esta merece?

Obviamente que ninguno de los dos cumple en estricta razón con el Ius romano: dar a cada quien lo de dada quien. Ni un peso más, ni un peso menos. No obstante la pregunta sigue en pie: quién, desde el punto de vista de la antropología es más injusto.

Tal vez si la pregunta la planteamos de otra forma que permita que mis dos o tres lectores la entiendan mejor y por ende respondan con mayor propiedad a la misma: ¿Quién te hace más daño: aquel que te da más de lo que te mereces o aquel que te da menos de lo que mereces?

La conferencia en cuestión era sobre la formación de los hijos. En dicha conferencia les comentaba que si queremos que los hijos sean lo mismo o más que nosotros, tenemos que darles a cargar lo mismo o más de lo que cargamos.

Por supuesto que las cosas no son así de simples. Los seres humanos somos la suma de muchas causas. Por lo que seré más específico.  

Somos lo que fuimos, seremos lo que somos.
Hoy somos una consecuencia de lo que hicimos ayer. Mañana seremos una consecuencia de lo que hagamos hoy.

De tal suerte que si queremos que nuestros hijos sean más que nosotros, debiéramos considerar la posibilidad de darles a cargar una responsabilidad similar o mayor a la que cargamos cuando teníamos su edad. Si nuestras circunstancias y posición nos permiten darles más de lo que tuvimos, no seamos egoístas y démosles a cargar más de lo que cargamos.

Como padres tenemos todos los derechos del mundo, menos uno de ellos… El de privarlos del derecho de conquista. No obstante la realidad es que es el derecho que más les quitamos, el de conquista. Tendemos a resolverles y proveerles todo. Desde un simple traslado de un lugar a otro (no saben moverse en transporte público) hasta los más nimios detalles escolásticos con tareas, profesores y directivos, sin contar con el apremio y exigencia que tienen por estar a la moda, tanto en la ropa como en lo electrónico.

El mayor de mis hijos se mueve a todas partes en transporte público. En una ocasión le pedí que le enseñara al menor de mis hijos a moverse en transporte público. Para tal efecto se fueron a una esquina para esperar el camión y empezar el recorrido. Estando en la esquina un taxista le toca el claxon y Alonso (el mayor de mis hijos) le dice con la mano que no. Mi hijo el menor ve que su hermano está saludando al taxista y le comenta con inusitado asombro: ¡No puede ser…, conoces al taxista!

Esto que llevará a gracia a más de un lector, pone en evidencia lo mucho que les hemos acotado el nivel de exposición a nuestros hijos, y cierto estoy que así como me paso a mí, le pasa, en una u otra forma, a la gran mayoría de los padres de familia.

Cada uno de nosotros, sin importar el nivel socio económico que tengamos, le brindamos a nuestra dinastía más protección que proyección, cuando lo que realmente debemos hacer es exponerlos al mundo, que al fin y al cabo es donde van a tener que hacer la vida.

Es de naturaleza humana estimar en poco lo que cuesta poco.
Una de las razones por la cual las nuevas generaciones no valoran lo que tienen, es por el hecho de que les ha costado poco tener lo que tienen.

Los padres de familia, en ese afán de darles todo aquello que no tuvimos, nos volcamos sobre ellos dándoles cosas que desean pero que no necesitan. En la vida, no lo olvidemos, son más los deseos que las necesidades.

Las necesidades son muy pocas, los deseos bastos.

Mi hijo el mayor ya tiene carro, pero lo que se compro es transporte, no marca. En cuanto marca, son muchas y variadas las que podemos comprar, sin embargo la realidad es que lo que necesitamos es transporte, no marca.

Cuando a alguien le damos más de lo que merece, es decir, más de lo que se ha ganado, le estamos haciendo más mal que el que le haríamos cuando le damos menos de lo que se merece.

Cierto es que cuando les damos menos de lo que se merecen o de lo que se han ganado, les estamos creando una frustración administrada la cual podemos justificar de manera temporal pero no permanentemente, es decir, se los tenemos que resarcir, pero siempre será mejor darles menos de lo que se merecen que más de lo que merecen.

Por otro lado es importante entender que una de nuestras responsabilidades es administrarles la frustración. El hogar es una burbuja, la cual tiene sus retos y problemas, sin embargo el hogar es un laboratorio de temperatura controlada, por muy agrestes que estén las cosas ahí, siempre hay un marco de protección que no se tiene en el exterior.

El mundo fuera de casa, es decir el mundo real, no tiene la temperatura controlada. Está lleno de oblicuidades y variables que constantemente nos llevan a la frustración y es responsabilidad de cada quien administrar y dirigir esa frustración.

En mi trabajo como financiero he visto que la incapacidad para manejar y dirigir la frustración es la causa primera de la derrota. Puede uno trabajar afanosamente en un proyecto que ocupo una ingente cantidad de tiempo y recursos y no cristalizarse. Ante ello podemos darnos por vencidos o simplemente darle vuelta a la hoja y empezar de nuevo.

La tolerancia a la frustración se adquiere en la casa o en la calle.
En la casa se adquiere de manera administrada, es decir, en pequeñas y constantes dosis que los padres les administran a sus hijos para que estos desarrollen la tolerancia a la frustración y las herramientas necesarias para hacerle frente. O se adquiere en la calle y se adquiere de manera brutal, sin dosis y sin herramientas para manejarla y dirigirla.

La inteligencia, lo hemos mencionado en otros escritos, requiere de tres variables para crearse y magnificarse:
La Ausencia;
El dolor de la ausencia;
Y la trascendencia de la ausencia.

Cuando a los hijos les damos más de lo que merecen o se han ganado, les privamos de la ausencia de las cosas, al grado de que habrá muy pocas cosas que quieran y no posean. Esto hará que muy pocas cosas les generen dolor de ausencia y mucho menos la necesidad de trascender en esa ausencia.

Veámoslo de manera práctica o funcional.
El rico tiene dinero porque primero careció de él, le genero dolor esa carencia y esa carencia lo llevo a trascender en el dinero. El resultado es que ahora posee una fortuna que no tenía y un motor que lo va a llevar a generar más y más fortuna.

El que tiene, ya sea dinero, cultura, educación o cualquier otro etcétera que se les ocurra, lo tiene porque primero careció de ello y esa carencia le genero dolor. Si la carencia no genera dolor, no nos lleva a la trascendencia.

Así, pues, cuando a los hijos les damos menos de lo que merecen, no solo les estamos administrando la frustración y con ello facilitándoles el desarrollo de la tolerancia a la frustración y las herramientas para majarla y dirigirla, sino que además les estamos creando los escenarios que los llevaran a lograr lo que desean o a conformarse con su medianía.

Esto debido a que si la ausencia no les genera dolor, no sentirán la necesidad de trascender en aquello que les causa ese dolor.

Así pues, usted que prefiere, darles más de lo que merecen o darles menos de lo que merecen para construir con ellos las plataformas o ideas que les permitan lograr en conjunto con el apoyo que usted les de, los objetivos que se proponen.


Usted elige. 

martes, 15 de noviembre de 2016

La ilusión del romanticismo.

El romanticismo nace a finales del siglo XVIII.
El movimiento del romanticismo (aquello que no se puede expresar con palabras) se convierte rápidamente en una vía de escape de la realidad. Es un movimiento en donde el ideal (lo que no existe, lo que no es) tiene supremacía sobre lo que sí existe, sobre lo que sí es.

El romanticismo o idealismo se consolida en el siglo XIX llegando a su culmen en el primer y segundo cuartil del siglo XX. De ese entonces a la fecha ha ido perdiendo fuerza, no obstante nos ha legado conceptos e ideas que seguramente van a durar una o dos centurias más… Hasta que le realidad, siempre inobjetable, los acogote y extermine.

En lo esencial los seres humanos nos comportamos, más allá de las particularidades que nos distinguen, como son la geografía en la que nacimos y habitamos, la raza y la historia que esta genera, igual que al resto de nuestros congéneres. Hay, claro está, particularidades que nos distinguen e individualizan, pero en lo general nuestro comportamiento obedece a las características de nuestra especie.

No nos damos cuenta de ello debido a que en la ineluctable individualidad en la que nos movemos, no nos es posible ver más allá de ese particular, interesante y apasionante viaje que hacemos del útero al sepulcro, circunscribiendo nuestra atención y energía a nuestro quehacer biográfico y a nuestro espacio - tiempo.

Los siglos previos al XIX fueron de una racionalidad y objetividad tal, que la única forma en que podíamos escapar intermitentemente de la realidad era a través de la creación y del trabajo, ya fuera este agrícola, comercial, eclesiástico, militar, artístico o político.

La vida en ese entonces era igual a la de hoy: cruda, agreste y competitiva. La vida no es justa o injusta, la vida solo es. Somos nosotros los que la matizamos vía los conceptos de justicia o injusticia, sin embargo la realidad es que la vida solo es y a esta le tiene sin cuidado nuestro muy particular y común parecer.

La vida va a continuar con o sin nosotros, indistintamente de que vivamos instalados en la psicología del auto-engaño o en la realidad.

Todavía a principios del siglo XX, se morían en los primeros cinco años de vidas, ocho de cada diez niños. Las madres, padres y hermanos de los mismos estaban tan acostumbrados a la muerte, que no veían esta como la vemos nosotros. Enterraban a sus muertos en el patio de la casa y con los muertos su dolor. Entendían a la perfección que la muerte de los muertos es la vida y que no se podían parar en el dolor, ya que la vida seguía y no se iba a detener por ellos o por su dolor.

Esta constante en el devenir de los siglos es lo que dio pie a que naciera el romanticismo como vía de escape aun a sabiendas de que este era una burda ilusión. La realidad no se va a detener ni va a cambiar por las emociones e ilusiones de una persona o de todas las personas. 

No obstante en el siglo XIX la humanidad escapo en Masa de la realidad refugiándose en el siempre incierto, intermitente y cambiante mundo de los ideales y de las emociones, dándole a estas un certificado de legitimidad y perdurabilidad que por esencia no tienen.

Herencias del romanticismo.
El romanticismo nos legó ideas y conceptos que no tienen razón de ser, pero que rigen nuestra toma de decisiones y con ellas el devenir de nuestra vida. Veamos algunos de ellos y sus nefastas consecuencias.

Vocación.
Una de las ideas más románticas e inútiles del romanticismo es la de la vocación. Esta dice que es de suma importancia que el discente sepa para qué es naturalmente bueno, ya que esto le ayudará a hacer una elección inteligente para su futuro, escogiendo lo que va a estudiar y por ende a lo que se va a dedicar, lo cual, en teoría, incrementará sus posibilidades de éxito.   

La realidad es que a finales del siglo XX y en lo que va del XXI, el 85% de las personas terminan trabajando en algo totalmente distinto a lo que estudiaron. La realidad ha demostrado que puede más la determinación que la vocación.

La palabra vocación proviene del latín vocati cion (llamado). Más tarde, a mediados del siglo XX, se presupuso que el vocati cion se leyera o tradujera como un llamado de la naturaleza, cuando en la realidad solo significa llamado.

En nada se percibe más la realidad que en las grandes crisis. Estas ponen de manifiesto la naturaleza humana, tanto en lo bueno como en lo malo, sin embargo si algo nos ha demostrado la realidad, por ejemplo en las dos grandes guerras del siglo XX, es que el ser humano puede hacer todo lo que se propone, tenga o no vocación para ello, ya que la vocación, bien entendida, no es más que la forma en que hacemos las cosas.

Así pues, la vocación no pone de manifiesto aquello para lo que la persona es naturalmente buena, sino la forma en que esta hace las cosas. Todo nuestro accionar tiene un sello que lo hace nuestro y que permite que los demás sepan que fuimos nosotros los autores de ese hacer.

En nada se percibe más esto que en los escritores. Lea usted a un autor, y después de cinco o seis libros descubrirá que el autor se repite en formas, más no en fondos. Es decir, cambiara la trama, el argumento y el contenido, más no la forma de escribir. Esta le identifica y le da forma.

Lo mismo pasa en los demás aconteceres de nuestra vida… Revise su biografía y descubrirá que siempre se equivoca con el mismo tipo de personas y en el mismo tipo de cosas. Cambia el rostro, el tono de piel o el idioma, pero en esencia todas las personas con las que se equivoca poseen un común denominador que hace que usted se equivoque con ellas, ya que la elección que usted hace posee un sello que le identifica y caracteriza. Esto se debe a su vocación, es decir, a la forma en que usted hace las cosas.

Así pues no se preocupe por el falso concepto de la vocación. Usted, su hijo, su socio, pareja, amante o amigo puede hacer todo lo que se proponga, obedezca o no a sus habilidades, gustos y preferencias.

Educación.
Otro concepto que obedece al romanticismo es el valor que en la actualidad le hemos dado a la instrucción pública, a la cual erróneamente hemos llamado educación. 

La educación se da por contagio y esta se adquiere en la casa. La instrucción es pública y esta se adquiere en las aulas y en los libros. Nada tiene que ver la educación con la instrucción.

En este artículo nos circunscribiremos a la instrucción pública.
A nivel mundial se estima que el 85% de la población se dedica a algo muy diferente a lo que estudio. La instrucción pública es de suma importancia para los especialistas, más no para los generalistas.

Si usted tiene un problema de salud, buscará al mejor especialista que su dinero pueda pagar, para que lo atienda y cure. Lo mismo hará en el combes de las finanzas, impuestos, construcción, electrónica, redes y demás etcéteras donde el especialista es de vital importancia.

En esos oficios una especialización es de alto valor, no obstante la gran mayoría de los oficios tienen que ver más con la operación, dirección y toma de decisiones en donde un generalista puede rendir más y mejores frutos que un especialista.

El especialista cada día sabe más de menos. Más de lo suyo, menos de los demás. No estoy demeritando a los especialistas. Son de vital importancia, no obstante lo son solo en lo suyo, que es donde queremos que sean los mejores. Sin embargo no son, en el combes de lo general, la mejor opción.

Antes de que el Romanticismo invadiera los hogares y aulas del planeta, la educación se impartía en los hogares o en las iglesias, y si bien es cierto que esta se circunscribía a materias específicas, también lo es el hecho de que era mucho más importante el oficio que la instrucción.

Por supuesto que había universidades, no obstante a estas podía acudir muy poca gente. La generalidad obtenía sus conocimientos y educación en los hogares o Iglesias.

En los países de habla hispana el oficio era una parte esencial de la educación hasta el siglo XIX y mediados del XX. Los infantes aprendían un oficio desde pequeños, de tal suerte que cuando estos llegan a la adolescencia, podían contribuir a los gastos de la casa con los ingresos que les generaba su oficio, ya sea en calidad de aprendiz o, si su capacidad lo permitía, como maestros de su oficio.

El Romanticismo hizo que poco a poco fuéramos perdiendo el valor del oficio y lo supliéramos por el valor del título. Este nos brindaba un abolengo que no teníamos. Como no podíamos ser condes duques o barones nos conformábamos con ser médicos, abogados o ingenieros.

En la segunda mitad del siglo XX era más importante la instrucción que el oficio. Este había perdido todos sus méritos amén de que ofrecía poco aprecio social. En cambio, un joven que estuviera de tiempo completo estudiando una carrera, gozaba de más aprecio que aquel que combinaba sus estudios con el desempeño de un oficio.

Al perder el oficio perdimos algo muy importante, la formación del carácter que este ayuda formar junto con el oficio. A los discentes de la segunda mitad del siglo XX y lo que va del XXI le enseñamos a ir a la escuela, como si eso fuera todo lo que pueden aprender y aportar a los suyos y a la sociedad.

Hablamos mucho de la responsabilidad social sin embargo poco nada hacemos al respecto. La responsabilidad social de los padres de familia es formar la inteligencia y el carácter de sus hijos.

Inteligencia para pensar lo que se piensa y carácter para educar la voluntad, la cual nos ayudara a acometer y resistir los embates de la vida, y si aunado esto se les da una buena instrucción pública, pues que mejor, no obstante la realidad es que la instrucción pública sin inteligencia y voluntad no sirve para nada.

Si algo nos ha demostrado la vida es que al niño que se le enseña a ser grande de niño, será grande de grande. Por el contrario, al que de niño se le enseña a ser niño, será niño de grande. Una de las grandes preguntas que los padres de familia nos debemos hacer es la siguiente: qué les queremos dar, proyección o protección.

Lo que normalmente hacemos es darles protección, de tal suerte que esto hace que cada vez salgan más tarde del nido y con ello a la realidad. No los hacemos responsables de nada o de casi nada.

Esto es lo que hace que las nuevas generaciones sean más comodonas que las anteriores. Hemos formado personas con un alto nivel de instrucción pública pero con bajo nivel de inteligencia, voluntad y sentido de responsabilidad. Personas que hablan mucho de la ética, de los valores y de la responsabilidad social, pero que nada hacen al respecto.

Son personas que seguramente aportarán su grano de arena a la sociedad, sin embargo la realidad es que cada vez se tardan más en hacerlo, debido, entre otras cosas, al hecho irrefutable de que hoy le damos más valor a los estudios de tiempo completo, postergándolas y despreocupándolas de la responsabilidad de aportar, ya que el aporte que se les exige hoy es de nivel académico.

Entre mejores calificaciones obtienen, más se les permite demorar su contribución a la sociedad. Entre menos notas obtengan, más se les demerita y se les exige que contribuyan al gasto de la casa, lo que a la postre es muy posible que les resulte más benéfico que a los primeros.