miércoles, 30 de mayo de 2018

La misma piedra.


Recién sostuve una charla con un conocido que me comentó que le encantaría tener veinte años menos para corregir un cúmulo de errores que hoy lleva a cuestas. Mi primera pregunta fue qué porque veinte, porque no treinta, cuarenta o más años. A lo que contesto de inmediato que si todo estuviera en pedir, pediría cuarenta años menos pero con la experiencia de los sesenta y cuatro que tiene en este momento.

Escuche atentamente su idílica argumentación y todo lo que haría. Pasando la enmienda de sus actos por temas que jamás imagine (su matrimonio y la sociedad con sus hermanos) así como otros temas lógicos pero idílicos.

Acto seguido me preguntó que si a mí me fuera dable tener varios años menos con la misma experiencia, cuantos menos pediría tener. Mi respuesta fue lacónica y contundente: ninguno. Me quedo con los que tengo. 

No me interesa enmendar nada y no porque no cargue cosas de regular peso sobre la espalda, sino porque aunque tuviera esa ventana de tiempo, lo más probable es que me repetiría en los mismos errores tal como se repite toda la gente, ya que nuestros errores obedecen a nuestra esencia.

La realidad es que el hombre es el único animal que se tropezara dos o más veces con la misma piedra. El resto de los animales se tropezaran una vez pero no más. El instinto no comete errores. Jamás se equivoca. La diferencia entre ellos y nosotros estriba en que ellos operan con el instinto y nosotros con la inteligencia

El instinto es la inteligencia de la especie y cada especie tiene la inteligencia que requiere para sobrevivir y perpetuarse como tal. Así, pues, el Instinto no puede darse el lujo de equivocarse, ya que al hacerlo pone en riesgo no solo la sobrevivencia sino la perpetuación de la especie.

La inteligencia (capacidad de pensar lo que se piensa) es propensa al error, amén de que esta generalmente opera con los datos que están almacenados en medio de nuestros dos parietales. Así, la misma información es procesada de diferente forma por diferentes personas. Es por ello que se dice que cuando dos personas hacen la misma cosa, ya no es la misma cosa.

En alguna ocasión realice un ejercicio en una universidad con personas de diferentes oficios.
El objetivo del ejercicio era demostrarle a los alumnos que las cosas no significan lo mismo para todos, ya que cada quien escucha y observa desde su cultura y entorno. Y que si bien es cierto que los asistentes al ejercicio eran todos mexicanos y de la misma ciudad, también lo era el que cada uno de ellos era diferente al otro en oficio, estrato social y cultura (forma de hacer las cosas), lo cual inevitablemente genera un código de interpretación que les norma criterios y opiniones diferentes.

El grupo estaba conformado por un contador, un ebanista, un urbanista, un otorrinolaringólogo, un político, un joyero, una estilista, un ejecutivo bancario, un ajustador de seguros, un chef  y diez estudiantes de distintas carreras.

A todos se les dictaron unas palabras con el fin de que cada uno de ellos escribiera el significado que estas tenían para ellos. Las palabras en cuestión fueron las siguientes; Asiento; Arnés; Túnel; Cono; Esmalte; Yunque; Patina; Fascia; Laberinto; Patrón y Pasta.

Los resultados no pudieron ser más disímbolos. Para el político la palabra Yunque tenía que ver con un grupo de extrema derecha. Para el ajustador de seguros, el carpintero, el joyero y algunos estudiantes, la palabra tenía que ver con una herramienta. Para el otorrinolaringólogo, con una parte del oído externo.

La palabra Pasta era un alimento para el chef y dinero para el financiero. La palabra Asiento era un término contable para el contador, el financiero y tres estudiantes, mientras que para el urbanista era el lugar donde había estado un edificio o pueblo, y para el ebanista, un lugar para sentarse.

Así, palabras iguales tienen significados distintos, ya que estas tienen una resonancia particular en función de la biografía del que las escucha. Está por demás decir que el resultado fue impactante para todos, tanto para los estudiantes como para los participantes y maestros presentes. A todos les quedo claro que lo que es obvio para nosotros, no lo es para los demás.

Cada uno somos un Universo disímbolo al de los demás y el hecho de que compartamos el mismo idioma, geografía, religión e historia, no nos hace iguales.

Sirva este ejemplo para entender como trabaja la inteligencia en cada uno de nosotros. La inteligencia es la capacidad de pensar lo que se piensa, no obstante cada uno de nosotros piensa y analiza las cosas en función de la información que tenemos entre nuestros parietales.

Lo que ineluctablemente nos llevara a interpretar todo lo que vemos y escuchamos de una manera muy particular, tal vez próxima y parecida a aquellos que crecieron, viven y trabajan con nosotros, pero en el fondo, distinta

Entre más amplia sea la significación de las palabras y de las cosas, es decir, entre más entendamos lo que estas pueden ser en una y otra cultura, oficio y persona, más amplia será nuestra capacidad de procesamiento y de generación de soluciones. 

Este es un dato importante, ya que entender esto nos ayudará a ampliar nuestros horizontes y posibilidades de acción, lo cual tal vez nos salve de tropezar varias veces con la misma piedra. 

No obstante es importante anotar que si no ponemos atención a las piedras con las que solemos tropezar en función de nuestra esencia, tropezaremos con ellas una y otra vez.

Tropezar con la misma piedra.
El refrán dice que los seres humanos son los únicos animales que se tropiezan con la misma piedra. Lo cual es cierto, no obstante esto se debe a que no hemos aprendido a identificar las piedras con las que tropezamos, ya sea porque estas se presentan con rostros, escenarios y actos diferentes, pero la realidad es que son las mismas. 

La gran mayoría de nuestros aciertos y desaciertos son con el mismo tipo de personas, actos y cosas. Sirva, para ilustrar lo anterior, esta pequeña disgregación intelectual.

La mujer, al buscar pareja, siempre voltea a ver ligeramente hacia abajo. Algunas de ellas, incluso, tienen vocación espeleológica. Voltean a ver tan abajo que uno no se puede explicar el porqué de ello, aun cuando sabemos y entendemos las razones antropológicas de su vocación.

Antes de que se enojen conmigo me es menester explicar que esto le sucede a todos menos a nosotros. Es decir, estoy cierto de que las mujeres que nos eligieron como pareja voltearon a ver hacia arriba, tanto como las dos o tres lectoras que tengo lo hacen, ya que estas, cuando eligieron a sus parejas, voltearon también a ver hacia arriba. Explicada la excepción, regreso al tema de la mujer.

Tengo una amiga que constantemente se queja de la suerte que tiene con los hombres. Todos, absolutamente todos poseen el mismo común denominador. Todos necesitan ser redimidos por ella. Tan pronto los redime, finiquita la relación, y se queda en la inconsciente y atenta espera de que aparezca otro ser a medio hacer que necesite de su redención.

Por supuesto que como esto es algo que obedece a su esencia, lo repite una y otra vez. De hecho no solo lo repite, sino que lo mejora. Cada uno de sus pretendientes ha sido peor que el anterior. Recuerde usted que la personalidad es progresiva y mortal. Nunca va a menos, siempre va a más. Los errores se magnifican y las virtudes se mantienen.

En otras palabras, la esencia de ella le hará gravitar normalmente hacia ese tipo de individuos y lo hará de manera inconsciente, en donde la única forma en que ella pueda revertir esa tendencia, será aceptando que así es para poder mantenerse alerta y darse cuenta cuando el error se presente con una cara bonita que le diga: hola.

El día que se confié y baje la guardia, su esencia la llevara a repetirse en el mismo error. Claro, le quedara el consuelo de que la vida se los puso así.

Revise usted sus aciertos y desaciertos. Descubrirá que unos y otros poseen el mismo común denominador. Siempre acierta con el mismo tipo de personas, actos y cosas. Así como siempre se equivoca con el mismo tipo de personas, actos y cosas. Tan es así que el instinto le avisa que se está equivocando, y sin embargo no solo ignora el aviso, sino que además se reconforta en el error, sobre todo si el error tiene un muy buen ver y un mejor tocar.

Es por ello que de nada nos servirían esos años de juventud recuperada de la que me hablaba la persona que me llevo a escribir este artículo. Lo más seguro es que él, como usted y como yo, cometamos los mismos errores. Y no solo eso, sino que además los cometeríamos con gusto.

Por favor no se enoje conmigo. Revise su presente. Para que querría usted recuperar años de juventud si la realidad es que no ha hecho nada para enmendar sus errores. Porque justo es reconocer que oportunidades ha tenido… Y sin embargo, no lo ha hecho.

Es como el tema de la inmortalidad. Lo que le gente quiere no es ser inmortal, sino ser eternamente joven. Con el mito de la juventud recuperada pasa lo mimo, lo que la gente busca no es emendar los errores, sino poder volver a vivir los mismos con esa intensidad y fuerza que ya no tiene.

La persona que me llevo a escribir este artículo me dijo que uno de los actos que enmendaría es el de su matrimonio, que se casaría con otra persona pero no con la que se casó. Sin embargo, lo que no dijo es que muy probablemente esa otra mujer con la que le hubiese gustado casarse y que vive en su imaginario pero no en la vida real, es muy parecida a la actual, solo que como no vive con ella, la idealiza y mitifica.

Cuando le pregunte la razón por la cual no lo había hecho, me contestó que el matrimonio es para toda la vida y que si ya se había casado con su esposa, no podía divorciarse de esta para casarse con la otra, tanto por el tema de los hijos (todos grandes y casados) como por sus creencias religiosas… En otras palabras, puras incongruencias y contradicciones que no pasan el filtro de la razón

Estadios antropológicos.
En un artículo anterior escribí sobre la Crisis de Mediodía. En ese artículo comenté que los seres humanos pasamos por varios estados antropológicos, los cuales enlisto a continuación:

La inmediatez inconsciente (de los 3 a los11 años);
Presente inmediato (de los 12 a los 18 años);
Presente consciente (de los 19 a los 38 años);
Crisis de mediodía (de los 39 a los 50 años);
Futuro inmediato (de los 51 a los 65);
Futuro declinante (de los 66 a los 75 años);
Inmediatez consciente (de los 76 en adelante).

Cada uno de esos estadios tiene características que lo hacen inconfundible, aun cuando las personas habiten geografías, religiones, historias y culturas diferentes.

En este caso nos vamos a centrar en el estadio del Futuro Inmediato, dado que en esa etapa esta la persona que me cuestiono sobre el tema que nos compete.

En este estadio las personas tomamos dolorosa conciencia de que el paso del tiempo no solo es inexorable, sino que además este se queda en cada arruga y en cada cana de nuestro ser, por lo menos así le sucede a los hombres, ya que a las mujeres el paso del tiempo se les queda como una bella expresión facial, ya que las arrugas son de los hombres, no de las mujeres.

En este estadio el cuerpo embarnece más allá de las dietas y cuidados que pongamos en nuestra nutrición, cosa que en realidad no hacemos, ya que en este espacio de tiempo-edad volvemos a comer como cuando eramos niños: con los ojos. Sabemos que es lo que debemos comer, pero no lo hacemos, ya que son los ojos los que nos dicen lo que hemos de comer. Así, pues, en esta edad comemos con los ojos, no con el cerebro.

El cuerpo se está preparando para la vejez y lo hace de tal forma que hasta lo que no engorda lo convertimos en grasa, lo que obviamente, ante los ojos de los demás, nos hace ver exactamente iguales a esas personas que cuando las veíamos nosotros decíamos: que grande esta esa señora o que grande esta ese señor...

En síntesis, es la edad en la que empezamos a parecernos a Sancho Panza pero sin dejar de sentir como el Quijote.

Podemos, en el estulto afán de no envejecer, recurrir a la cirugía estética, al tinte de pelo o a la vestimenta, no obstante la realidad es que esto no nos va a hacer más jóvenes ni más atractivos al sexo complementario (que algunos llaman erróneamente opuesto). La realidad es que la gran mayoría de las veces lo único que logramos con esto es vernos más viejos.

Las nuevas generaciones son como los carros: cada año salen nuevos y más bonitos; al tiempo que nosotros nos vemos mayores y, en algunas ocasiones, ridículos. Bueno fuera que nos viéramos como un clásico, pero eso solo aplica a los carros.

Amén de la dolorosa toma de conciencia de la edad y de que es justo en esta edad cuando uno empieza a desarrollar esta extraña manía de que ya no lo persigan a uno, nos damos cuenta también de que los demás comienzan a vernos más como somos que como queremos ser.

La principal señal de esto nos la dan los hijos. Estos hablan entre si y cuando hablan de nosotros es común que les escuchemos expresiones como: Hay mi mamá… O hay mi papá. Expresiones de cariño que llevan implícitas un tinte de conmiseración.   

La vida es una caja de asuntos pendientes.
Otras de las cosas que toma uno conciencia es el hecho de que la vida es una caja de asuntos pendientes. Cosa que no pensábamos cuando nos creíamos inmortales, pero ahora que ya no nos podemos mentir frente al espejo y que el cuerpo nos habla, tenemos que asumir con dolorosa resignación que hay muchas cosas que jamás alcanzaremos a hacer y que por ende nuestra obligación es enfocarnos mucho más que antes.

Se supone que a esta edad ya debemos tener las bases de lo que sigue, sin embargo la realidad es que es todo lo contrario. Mucha gente al llegar al estadio del Futuro inmediato (de los 51 a los 65), descubre que está en la etapa más álgida de su devenir. El dinero no lo supo usar o lo invirtió mal o lo poco mucho que genero se le fue en la familia.

De una forma u otra ese ingreso constante que tenía antes se perdió o está en riesgo de perderlo, ya que el entorno nos ha dejado de considerar como opción, amén de que hemos dejado de inventarnos… Y dejar de inventarse es empezar a morirse.

No obstante esta puede ser la etapa más productiva de todas, y lo será solo si la persona acepta su realidad y deja de competir con los jóvenes en lo que compiten ellos. Lo que debe de hacer es definir cuál es su ventaja competitiva No puede ser que tantos años de vida no le haya arrojado una. La debe haber. Pero hay que salirse de la caja para verla objetivamente.

No pretenda usted hacer lo que siempre hacia. Créame que las cosas que hacía en las formas en que las hacía, ya están en vías de la obsolescencia. Cada día salen formas que el mercado aprecia más que las suyas. Si quiere competir en lo mimo, se va a quedar atrás y con un espacio cada vez más reducido.

Lo que tiene que hacer es descubrir su ventaja competitiva, es decir, eso que solo tiene usted y nadie más. Y ya una vez que la tenga definida, empáquela y véndala, pero deje de comportase como un jovencito y de competir con ellos. Le van a ganar.

Más claro, usted tiene una experiencia diferenciada. Su futuro inmediato no esta en el pasado, esta en su experiencia diferenciada. Empaquela y vendala. 

Nos leemos en el siguiente artículo.

domingo, 27 de mayo de 2018

Dos neuronas.


No pretendo que este artículo sea el más polémico de todos los que he escrito, no obstante es casi seguro que sea el que más ámpulas levante y el que más detractores tenga, ya que el objetivo de éste es subir a la palestra ese cumulo de ideas que hemos dado como buenas y que no estoy cierto que lo sean, razón por la cual escribo este artículo para retroalimentarme de la siempre rica pluma de mis lectores.


Recién sostuve una charla con una mujer que ocupa un lugar muy importante en mi vida. Es una mujer a la que conozco desde hace poco más de tres lustros, por lo que he sido testigo de su devenir. Actualmente está en sus primeros treintas. Madre de dos hijos que son para ella algo así como un motor adicional, y enfatizo la palabra adicional debido a que no necesita de un motor externo para lograr sus metas. Ella en sí misma es motor y es un motor al que pocos le pueden seguir el ritmo.

La conocí en una empresa donde entro como practicante y en donde a fuerza de talento, ingenio y resultados llego a ocupar el puesto vértice de su unidad de negocio. No conoce otra cultura empresarial ni otra forma de hacer negocios más que esa en la que creció y que le ha dado excelentes resultados.

En este momento está inmersa en una de esas disyuntivas disruptivas que nos presenta la vida. Recibió una propuesta de matrimonio de un hombre atípico, es decir, de un hombre que no encaja con el molde de los hombres que la han buscado ni tampoco en el molde de la filosofía de vida y de negocios en los que ella ha crecido.

El hombre en cuestión tiene cuatro años pretendiéndola. Intervalo en el que con lenta paciencia han estado intercambiando pareceres y filosofías. No obstante la disyuntiva es de ella, no de él, ya que al aceptar casarse con él, se vería en la necesidad de cambiar de ciudad, de entorno, de cultura y otros etcéteras más que debe considerar, por lo que disrupción la sufre ella, no él.

Él nunca ha trabajado en la nómina de un tercero, razón por la cual le cuesta entender el como ella ha hecho de ese entorno un hábitat al que hoy, por obvias razones, no quiere renunciar.

Él piensa que aquel que trabaja para otro termina subordinando la redacción de su biografía al lápiz de otro escritor. No obstante entiende que la empresa es un fenómeno por excelencia y que todos los han crecido bajo la égida empresarial, la ven como una opción obvia y natural.

Opción donde no solo buscan resolver la vida desde un punto de vista pecuniario, sino que además buscan reducir el nivel de angustia e incertidumbre del vivir. Sin embargo le cuesta trabajo entender que ella, con su enorme capacidad, inteligencia y fuerza, no opte por crear un escenario de ella y no de otros.

Ópticas antropológicas.
Una persona que no está en la nómina de un tercero, se ve en la necesidad de inventarse día a día, sin importar si trabaja por su cuenta o si es dueño de un consorcio industrial, inmobiliario, financiero o de otro índole. Este se debe inventar día a día y el día que no se invente, el mercado se lo va a cobrar.

El otro, el que está en la nómina de un tercero, no necesita inventarse. Necesita operar y resolver. Tanto uno como otro son importantes, amén de que cada escenario posee su nivel de estrés.

La diferencia estriba en que los que se inventan día a día aprenden a vivir con la incertidumbre, el cambio y el riesgo como parte inherente de la vida. Su tolerancia a la frustración se pone a prueba todos los días.

Así, pues, el miedo y la incertidumbre les son consustanciales, dado que nada es cierto hasta que se concreta. Tienen tanto miedo como los otros, pero el diferendo está en que ellos no consienten su miedo.

Los que están en la nómina de un tercero, aprenden a vivir con la intriga, el chisme, el rumor. Con la falta de responsabilidad y con la búsqueda de culpables. Trabajan en un ambiente sumamente estresante en el que tienen que lograr que la operación genere los resultados que espera el mercado, aun a costa de las insuficiencias humanas y tecnológicas de su entorno.

Los primeros se levantan, toman una ducha, desayunan y salen al mercado a inventarse. Los segundos, se levantan, toman una ducha, desayunan y salen al mercado a operar. 

Unos crean otros operan. Los primeros son capaces de apostar todo en un proyecto empresarial, al grado que muchos de ellos ni casa tienen (el dinero está en el negocio, no en la casa). Los segundos van a lo seguro, a lo estable, a lo sólido y predecible.

Los primeros no se aburren nunca, tienen una mente que nos les deja descansar. Siempre están ideando, innovando, creando alternativas, construyendo planes alternos debido a que la vida es oblicua y nunca sabes por donde va a surgir la oportunidad o el escollo. Los segundos van a lo seguro, a lo estable, a lo míticamente congruente.

Unos y otros son valiosos y de suma importancia para la sociedad, no obstante son animales diferentes. Valga la disgregación debido a que ella y él pertenecen a mundos diferentes. Ella necesita del trabajo para sentir que gana su dinero, que es independiente y autónoma. Él le dice que deje de trabajar, que eso no es lo importante. Que ya tendrán, cuando estén juntos, mil  y un cosas que hacer.

Ella le dice que debe ganar su dinero. Él le dice que no es necesario, que el dinero que hagan es de los dos. Ella se resiste. Él insiste.

El tema aquí no es educir quien o cual de los dos tiene la razón. Los dos tienen razón y los dos son obsecuentes a su entorno cultural, sin embargo lo importante aquí es entender por qué uno y otro discurren así.

Solo la superficie se conoce a sí misma.
En más de una ocasión he sostenido el hecho de que nosotros somos el resultado de una suma de causas. No obstante hay causas que inciden más en nosotros que todas las demás. Identificar estas causas nos permitirá dirigirlas para que seamos nosotros los que dirijamos las causas en lugar de que estas nos dirijan a nosotros.

Para dar con las causas incidentales nos es menester bucear en lo más profundo de nuestras simas, lo cual no es grato ni placentero. Ya una vez que nos aventuremos a nuestros abismos, lo que sigue es identificar las causas, entenderlas, digerirlas y dirigirlas.

Me queda claro que hay quienes creen que se conocen a si mimos. Nada más lejos de la realidad. Solo la superficie se conoce a sí misma. Es por ello que cuando a los superficiales les da insomnio (lo cual es una contradicción), se les recomienda que cuenten sus defectos y de inmediato se quedaran dormidos.

Así, pues, se requiere dejar la superficie que habitualmente habitamos y bucear en los abismos del ser para encontrar la causa o las causas que definen nuestro basamento de creencias y que dirigen nuestro inconscientemente accionar. Mientras no hagamos esto, siempre vamos a creer que estamos en lo correcto.

Con esto no quiero decir que él o ella están equivocados, sino que cada uno de ellos interpreta la vida en función de sus basamentos, lo cual no significa que tengan que ser concluyentes.

De hecho la primera responsabilidad que un ser humano tiene para consigo mismo, es revisar su código de creencias en función de los resultados y metas a lograr. Es alógico y estulto pensar que haciendo las mismas cosas vamos a lograr resultados diferentes.

La inteligencia es la falsa medida del hombre.
Todos somos inteligentes para unas cosas y mediocres para otras. La inteligencia opera con los datos que tiene en el sistema. Si los datos están acotados y reforzados por nuestras asociaciones libres y por años de hacer las mismas cosas, no podemos esperar que la inteligencia llegue a resultados diferentes.

Se requiere una inteligencia superior para poder analizar, diseccionar, entender y dirigir otras culturas y entornos, tanto desde el punto de vista empresarial como antropológico.

El devenir de mi oficio me ha permitido interactuar con personas cien por cien disímbolas a mí, lo cual, sin lugar a dudas ha sido desgastante, pero sumamente enriquecedor. Entiendo, por ejemplo, la cultura del ejecutivo, empleado u operario que siempre ha estado bajo el manto protector de una estructura.

Lo lógico y plausible en ese entorno es que la persona aspire a lograr mayores cotas de responsabilidad y acción, entendiendo que los beneficios serán una resultante de los mismos.

Las personas que han hecho la vida en este entorno y cultura, difícilmente quemaran sus naves para ir a emprender una gesta antropológica o empresarial donde nada está hecho. Y no lo harán aun a sabiendas de que nadie como ellos para sacar operativa y administrativamente su proyecto.

Para estas personas sería muy difícil dejar de hacer lo que hacen para ir hacer nada, es decir, para darse el tiempo para crear trabajo en lugar de buscar trabajo. Es por ello que cuando estas personas se quedan sin trabajo, lo primero que hacen es buscar trabajo, porque lo que saben es ir a una empresa, no crear empresa.

Insisto, no es que unos valgan más que otros. Tan importante los creadores como los operadores. Nada son los creadores sin los operadores como tampoco nada son los operadores sin los creadores. Unos y otros se completan y complementan. Así, pues, no se trata de ver cuál es más, sino de entender lo extraordinariamente difícil que es para uno vivir en el mundo del otro.

Las tablas te las da el escenario.
Entre más expuesta este la persona a mentalidades, religiones, culturas y oficios diferentes, más entendimiento tendrá de los mismos y de las normas que rigen el inconsciente accionar de esas personas.  

Se requieren dos neuronas para entender que lo nuestro no es lo único que existe. Gracias a este entendimiento es que el mundo progresa.

Veamos un ejemplo: Estados Unidos de Norteamérica.
 Los países de habla hispana del continente americano están muy orgullosos de sus raíces, aun cuando el habitante promedio no tiene en la sangre ni el 2% de esos a los que consideran sus ancestros. Cierto que hay mucho de encomiable en esas culturas, pero también es cierto que son culturas que se han cerrado al mundo, limitando con ello la exposición a nuevas formas de ver y vivir la vida.

El ultimo choque de culturas de esas naciones fue hace 500 años, después de ello no ha habido ningún otro. Los americanos, por el contrario, descienden de los barcos. Más del 50% de la población encuentra sus raíces en otras partes del globo. Y no solo eso, sino que además siguen llegando una gran cantidad de migrantes a estudiar, trabajar y vivir en ese caótico país.

Estados Unidos es un país donde el choque de culturas ha sido una constante. Usted puede caminar en New York y escuchar idiomas de todo el mundo. El choque de culturas crea caos y genera creación y desarrollo económico.

Japón, por ejemplo, es el país que más patentes registra a nivel mundial, seguido en segundo lugar por los Estados Unidos. No obstante la migración en Japón no llega al 2% mientras que en Estados Unidos es poco más del 14%, lo que hace que este país sea caordico, pero sumamente creativo y con un enfoque comercial que no tiene ningún otro país. 

No estoy apuntando aquí si un país es mejor que otro, sino que los países que más se abren a otras culturas, son los que más oportunidades capitalizan. Lo mismo pasa con las personas...

Aquella persona que está casada con sus formas está condenada a la estabilidad (la envidiaría cualquier planta), a la predictibilidad y a la monotonía. No habrá nada nuevo bajo el sol. La obra siempre es la misma. Cambia el escenario y los actores, pero no la trama de la obra.

Ni duda cabe que la persona en cuestión será la mejor en ese papel, pero se estará condenando a la infinita repetición de sí misma.

Estiércol conceptual.
Líneas arriba decía que la primera responsabilidad que una persona tiene para consigo misma, es revisar su código de creencias en función de sus metas de vida. Auscultar las mismas nos llevará a preguntarnos qué es lo que realmente queremos y cuál es el precio que por ello estamos dispuestos a pagar.

En la vida nada es caro cuando sabes su precio, porque entonces ya decides si lo pagas o no. El problema es cuando jamás hacemos esto. Es decir, cuando nos casamos con lo que estamos haciendo sin detenernos a preguntarnos si en realidad eso es lo que queremos..., por lo menos hasta que el destino nos alcance y nos obligue a revisar lo hecho… Y justo en ese momento es cuando tomamos conciencia de que tanto eso que logramos es lo que realmente queríamos.

Mi edad me permite un alto nivel de interacción con personas de mi segmento etario y con otras tantas arriba de él. Por lo general lo que leo en ellos es resignación. No era lo que querían, pero si lo que debían. Es decir, le dieron y le dan razones a su razón para aceptar con resignación el paso de una vida que ya no tienen ni tendrán.  

Regresemos a la autora intelectual o inspiradora de este artículo. Me es menester reconocer que no pude fundamentar, porque me falto capacidad en ese momento, el por qué si o por qué no de su raciocinio. Esta tan casada con el hecho de que debe generar su propio dinero, que no ve más allá de ese horizonte.
En otros artículos hemos explicado que en la vida todo lo masculino es pasivo y todo lo femenino es activo. Al mundo lo mueve la mujer, no el hombre. El hombre lo opera, pero no lo mueve.

Así entones cabe la pregunta; porque pudiendo ser león, se empeña en maullar como gato. Si ella es la inspiradora de todo lo que él hace, justo es que el logro sea de los dos. No tiene que abrir y cerrar la caja registradora para sentir que el logro es de ella.

No concibo que los grandes potentados de las finanzas o del mundo empresarial, se sientan menos cada que uno de sus directores, asociados o colaboradores cierra un buen negocio. Al contrario. Ellos lo pueden hacer gracias a ellos. Unos y otros se completan y complementan.

En el matrimonio es lo mismo. El día que la mujer entienda que se debe atender a sí misma, que se deba dar tiempo para ella, para consentirse, para mimarse, descubrirá que ella y solo ella es el centro del universo de su casa y de todos los que gravitan en su órbita, porque ella es la que nutre y alimenta a todos.

Cierto que hay mujeres que no tienen opción y que se ven obligadas a trabajar para sacar adelante a sus hijos, no obstante hay otras que teniendo la oportunidad de trabajar en ellas no lo hacen por el mito de la igualdad. Prefieren trabajar para un tercero que para ellas mismas.

No estoy en contra de que la mujer trabaje. Estoy en contra de que trabaje en algo que no le dé tiempo para sí misma. Si la mujer tiene la oportunidad de hacer que él genere la plataforma patrimonial de la familia, esa y no otra debiera ser su prioridad.

Crear un patrimonio no tiene ciencia. Cada quien lo crea acorde a sus capacidades. En cambio crear una familia es una tarea titánica. Es algo, que si nos basamos en los hechos, pocos pueden lograr.

Al final lo que le estamos entregando a la sociedad son operadores, de los cuales ya hay muchos. Lo que necesitamos son creadores y muchos.

Lo más difícil siempre debe ser para el más apto y el más apto para crear un hombre de bien es la mujer. Si la sociedad va a cambiar para bien será gracias a la mujer….

La pregunta es: ¿lo entenderá la mujer?

Nos leemos en el siguiente artículo.

sábado, 26 de mayo de 2018

Un nuevo amor.


El que esto escribe está en sus últimos cincuentas, por lo que mis cofrades y asociados suelen ser personas de mi segmento etario. Convivo también con otros que están lejos de él, pero son los menos. Ya que ellos interaccionan en otros estratos etarios, no obstante me buscan con alguna asiduidad para ver temas de negocios y ocasionalmente para discurrir temas personales.

Recién departí una tarde de café con uno que está en sus primeros cuarentas. El tema a discutir era una propuesta de negocios, la cual ya una vez definida nos permitió navegar por otros derroteros que mi interlocutor necesitaba purgar. El tema salió a flote como no queriendo la cosa. Había terminado una relación asaz accidentada y presto a iniciar otra.

Su exposición fue lacónica. Termino una relación de poco más de cuatro años, lo cual no dejo de llamarme la atención ya que tres semanas atrás había coincidido con ellos en un evento y se veían superficialmente bien. Le pregunte que hace cuánto tiempo había terminado y me contesto que días después de dicho evento. Me comentó que había sido un proceso doloroso pero que al paso de los días no solo se sentía mejor, sino que además se sentía liberado.

Yo tuve la oportunidad de departir varias veces con ellos, y si bien es cierto que es una de las jóvenes más bellas que conozco, también lo es que es una de las más complejas y difíciles de tratar. Sus problemas coprofiloneuronales son de tal índole que dificulta en mucho la interacción con ella, incluso la interacción social, esa en la que se habla sin decir nada.

Sus problemas coprofiloneuronales le hacían (y hacen) ver todo desde una óptica en la que todo está mal, menos lo que hace ella. Ella es, desde su muy respetable punto de vista, la poseedora de la verdad absoluta, por lo que se erigía (y erige) en juez de todo y de todos. Así, en aras de salvarlo a él de él mismo y de los demás, ejercía sobre él un coto que incomodaba a propios y extraños, ya que para verle a él era menester contar con la aprobación de ella.

La relación, pues, estaba condenada al fracaso. Por uno y otro lado. Ella no es lo que él necesita y él no es lo que ella demanda. Las posibilidades de éxito eran nulas. No obstante lo que llamo mi atención no es el hecho de que hubieran terminado, ya que su relación era la crónica de una muerte anunciada, sino el hecho de que él estuviera próximo a iniciar otra relación.

Le recomendé prudencia. Que se diera tiempo y que no se precipitara. Le hice ver que el transito del amor es similar al tránsito de las naciones. Unas y otras pasan por el mismo proceso: Descubrimiento; Conquista; Colonia e Independencia.

Pocas relaciones y naciones son las que lo transitan de manera diferente, por lo que era menester que hiciera un alto en el camino y revisara el tránsito de la relación que recién término para que la siguiente no fuera igual.

Descubrimiento (el azoro, el éxtasis).
Primero te descubren. Y por lo general te descubren sin que tú te des cuenta, por lo que discurres por ahí sin saber que eres estrictamente observado, cosa que siempre sucede (el que te observen), ya que todos somos a un tiempo escenario y espectador. Este olvidar que eres observado, y en este caso... particularmente observado, es lo que le permite al otro verte en todas tus mascaras: la diaria, la motivacional y la oculta.

El ejercicio de observación lleva tiempo, y más allá de si el observador requiere de mucho o poco tiempo, la realidad es que la observación le sirve para lo mismo: observar sin ser observado. Investigar, preguntar, acopiar información y decidir… Y así sigue el proceso hasta que te echan al olvido o te lo hacen evidente.

Si se da la casualidad de que la persona que te ha descubierto te llena el ojo, la piel, el alma y las neuronas, tu azoro y éxtasis será mayúsculo. Las endorfinas de tu sistema se mantendrán de continuo exacerbadas, haciéndote sentir de lo mejor.

En este estadio la impronta del otro poblara gran parte de tu cerebro, por lo que tu boca no hará otra cosa más que hablar de la persona en cuestión. En el descubrimiento todo está bien. Las cosas tal vez se compliquen en los otros avatares de la vida, pero te sientes tan bien en el descubrimiento, que sientes que no hay nada que no puedas resolver.

En el descubrimiento todo es novedad, azoro y éxtasis. La mirada se oblicua y obnubila a un grado mayúsculo, por lo que tiendes a ver al otro muy por arriba de lo que es, atribuyéndole virtudes y cualidades que no posee al tiempo que le minimizan defectos que si tiene.

Nadie es como él o como ella. Tal vez los demás, familiares, amigos e íntimos, vean a tu descubridor o descubridora como una persona fea o mal hecha, pero siempre sabrás que eso se debe a una miopía mal atendida, por lo que pasarás por alto sus comentarios.

Lo importante es que tú lo ves como lo quieres ver: como la más sublime expresión de la belleza; aun cuando a ojos de los demás no sea más que el gemelo monocigótico de cuasimodo. No obstante en este estadio todo es felicidad y lo será así hasta que poco a poco se vayan desvelando esas capas del ser que ineluctablemente nos llevarán al siempre álgido proceso de la conquista.

Conquista (el ajuste, la subordinación).
En este intervalo la pareja se va a ajustando, se van limado las aristas de uno y otro. Ambos se dan cuenta de que hay un buen número de cosas que le desagradan de ese ser otrora perfecto. Algunas triviales, otras trascendentales, sin embargo el esfuerzo de ambos para minimizarlas es encomiable, por lo menos al principio de la conquista, tanto que tal vez el otro necesite más datos para poder sumar dos más dos, sin embargo esto se minimizará debido a sus otras cualidades, aun cuando haya que ayudarle a sumar.

La conquista va desvelando los claroscuros de la personalidad y si bien es cierto que no en su más profunda realidad, si en esas aristas que te van dejando ver eso que mañana aborrecerás. Por supuesto que los abismos de la personalidad requieren más tiempo para conocerlos, pero no se preocupe, ya los conocerá. Es solo cuestión de tiempo. Por supuesto que será menester que se aplique a ellos, de lo contrario estos los sorprenderán...

Es por eso que se dice que lo ideal es que el matrimonio empiece por el divorcio, porque ahí es donde en verdad conoces al otro.

Regresemos a la conquista. En este estadio se van haciendo ajustes. Uno y otro hacen concesiones de forma, no de fondo… Estas vendrán después y se dan en la colonia, no en la conquista.

Si las concesiones se dan bien, es decir con el genuino convencimiento de las partes, en especial del que debe conceder, la conquista será entonces una combinación de miel y hiel. Miel por los beneficios a obtener (la permanencia del otro) y hiel por la renuncia a sí mismo.

Si las concesiones no son genuinas, es decir, si no son obsecuentes a nuestro más profundo querer, entonces la conquista será más hiel que miel… Habrá concesiones que nos incordiarán en demasía, sobre todo aquellas que tienen que ver con la no expresión del ser, pero también habrá cosas que no estamos ciertos de querer perder: el amor del otro.

En la conquista todo es freno y acelerador. Pero es tanta la necesidad que se siente del otro y tanto el temor a perderlo que frenamos donde no debemos de frenar y aceleramos donde no debemos acelerar, y así, poco a poco, vamos entrando a esa difícil paradoja en la que buscamos conciliar lo inconciliable, lo que ineluctablemente nos llevará a la colonia.

Colonia (la aceptación, la confrontación).
En este intervalo las cosas se empiezan a endurecer. El otro sigue siendo el que queremos y es, pero hay cosas de él y de nosotros que no marchan bien. Los ajustes son de fondo y algunos o muchos de ellos de difícil realización.

Muchos de estos ajustes necesitan voluntad, sin embargo hay muchos otros que están más allá de la voluntad, ya que son inherentes a nuestra personalidad. Renunciar a estos es renunciar a sí mismo, lo cual poco a poco nos lleva a convertirnos en una caricatura de nosotros mismos, dejando de ser ese que en el descubrimiento encanto y enamoró al otro.

En este estadio el otro buscará poblar todo tu ser, tu mente, tus espacios, tu hábitat, tus cosas y cuantos etcéteras pueda usted imaginar. Esto lo hace por instinto, sobre todo si este le dice que la colonización va a ser difícil de coronar.

Su objetivo será poblar la totalidad del ser amado, con el fin de asegurarse que no quepa en nosotros nada más que su esencia y presencia. Y así seguirá hasta que un día, vivan o no juntos, descubres que eres inquilino en tu propia casa. El otro fue poblando los espacios, los rincones y todo lo que hay en ella, para que no haya forma de que tu hábitat no te hable de él o de ella.

En la colonia el objetivo es poblar la totalidad del otro, cosa de suyo imposible, no obstante cuando no se entiende que el otro es por sí mismo con o sin nosotros, se buscará poblarlo de tal forma que no haya en él ninguna de las expresiones de su ser que no sean obsecuentes a nosotros.  

Así, en la colonia, la pareja oscila entre el poblar y el invadir. Pueblas al otro cuando las cosas están bien. Cuando el otro es lo que quieres y necesitas y cuando tú eres lo que el otro quiere y necesita. Sin embargo cuando el otro es lo que quieres pero no lo que necesitas, el acto de poblar se transmuta en invasión.

El poblar al otro es natural. Lo que no es natural es invadirlo. Cuando el otro es lo que quieres y necesitas, el acto de poblar será natural, ya que ambos son en esencia símiles y compatibles. Sin embargo, cuando para poder estar con el otro es menester que renuncies a ti, entonces el otro, por mucho que quieras estar con él, no es tu otro.

En la colonia el querer y el ser viven en perenne conflicto. Aceptas o confrontas. No obstante si los empates son mayores que los diferendos, la colonia se prolongará por años o por la vida entera, al grado que la pareja llega a mimetizarse y a crearse entre ellos una simbiosis que hará que cuando uno falte, el otro se deprima o, en el peor de los casos, se vaya con él a los pocos meses.

Cuando el otro es disímbolo a mí, la aceptación de lo que el otro comanda de nosotros se torna imposible e improbable de lograr. El rechazo ira en aumento y con ello el esfuerzo del otro por consolidar la colonia, de tal suerte que en la pareja habrá más conflicto que acuerdo, lo que inevitablemente nos llevara a la independencia.

Independencia (el dolor, la libertad, la alegría).
La independencia llega siempre de manera abrupta. La más de las veces es un pequeño acto el que la dispara, en la inteligencia de que no es el acto en sí, sino la suma de los actos y las frustraciones que estos acarrearon a uno y a otro.

La independencia es dolorosa y liberadora para ambas partes. Primero se piensa que se va a estar mejor, al principio no lo es, sin embargo ya una vez que pasa la etapa de dolor, descubrirá que se siente mucho mejor que cuando estaba con la pareja. 

En la independencia lo primero que se da es un descanso del alma, la cual se aboca de inmediato a recuperarse a sí misma. La persona recupera su sonrisa, espontaneidad y expresión. Todo vuelve a ser lo de antes y mejor. La persona sonríe pero su sonrisa ya no es social, es cardinal, amén de que contagia y transmite las ganas de vivir.

En este estadio, como en el del descubrimiento, puede que los otros avatares de la vida se compliquen a más no poder, y sin embargo la persona se sentirá plena y confiada en salir airosa de ellos, ya que tendrá lo más valioso de todo… Se tendrá a sí mismo. 

Es tal la alegría de vivir que siente y manifiesta ya una vez pasada la etapa de dolor, que es muy posible que en este intervalo sea descubierto por otra persona, sin embargo lo prudente es no involucrarse con nadie más. Darle tiempo al alma para que se encuentre a sí misma, para que se sane, se recupere y vuelva a ser lo que es.

Hasta que eso no suceda, lo ideal es que se dé un tiempo de gracia. Pueden ser años o meses, no hay prisa, pero primero recupérese antes de empezar otra relación, la cual es muy probable que no empiece ni termine bien. 

Un nuevo amor.
Al inicio de este artículo comenté que la persona arriba mencionada estaba saliendo de una relación tormentosa. Su alegría, optimismo y ganas de vivir eran tales que no tardo en descubrirlo otra mujer.

Una mujer que, huelga decirlo, ya le había echado el ojo, por lo que se limitó a esperar a que la independencia se diera para poderse acercar.

Ella, me dice él, es la antítesis de la anterior. Es alegre, espontánea y con una mente abierta a nuevas y mejores posibilidades (lo que muy probablemente pensó al inicio de su anterior relación). 

Era tal su contento que organizo un viaje con ella a las playas del caribe, argumentando para sí, es decir para las razones de su razón, que no hay mejor forma de conocer a alguien que viajando con él.

Le pregunté si tenía en su móvil fotografías de ella, a lo cual me contesto que no solo tenía fotografías sino que además tenía algunos vídeos que ella le había mandado haciendo actividades diversas. 

Me mostro ambos, fotografías y videos, por lo que me fue dable no solo leer su geografía corporal, sino la arquitectura del rostro y los decibelios de su voz. Me quedo claro que la mujer en cuestión tenía el mismo veneno y la misma medicina que la anterior, pero como él está en la etapa del descubrimiento, donde todo es azoro y éxtasis, no lo puede ver.

Le hice ver que si sentía tan bien con ella es porque muy probablemente posea la misma medicina y veneno que la anterior. Y no se lo dije en forma peyorativa o despectiva. Todo lo contrario. La realidad es que todos somos elixir y veneno. Vida para unos y muerte para otros. Por lo que nos es menester aprender del pasado y darnos cuenta de que con la vista obnubilada nos va a ser muy difícil darnos cuenta de si el otro es lo quiero y necesito.

Lo felicite por lo bella que es y lo conmine a disfrutar su momento, no obstante le sugerí que se diera tiempo. Que no hiciera el viaje y que si lo tenía que hacer lo hiciera solo. Que lo más importante en esta etapa, posterior a la independencia, es la de encontrarse a sí mismo.

Lo conmine a darse tiempo y a dejar que las cosas graviten de manera natural.
Los objetos como los sujetos, tienen su tiempo y su momento, y en este momento no era ni el tiempo ni el momento de iniciar otra relación.

La idea no le gusto, no obstante se mostró cortes y me dijo que lo iba a considerar.

Nos leemos en el siguiente artículo.

miércoles, 16 de mayo de 2018

La mujer como motor o freno.


La mujer es el motor del mundo. Un motor que nos puede llevar al éxito o al fracaso. Oscar Wilde decía que las mujeres nos inspiran a realizar grandes proyectos y luego nos impiden llevarlos a cabo.

El amor que nos inspira la mujer es el motor que nos impele a buscar grandes proyectos. Proyectos que ella no necesita, pero que nosotros, que estamos centrados en el hacer, creemos necesitar para poder hacer que este con nosotros. Nada más lejos de la realidad. Tan no lo es que al enfocarnos en el proyecto descuidamos lo que ella necesita y nos descuidamos a nosotros mismos, tanto que llega un momento en que el proyecto puede llegar a ser igual o más importante que la mujer, aun cuando no estemos conscientes de ello.

Es justo en ese momento en el que el proyecto empieza a ser igual o más importante que ella, que empezamos a darnos cuenta de que ella ha cambiado… 

Ya no es la misma de antes. Ha perdido el humor y la sonrisa que nos alimentaba. Y si no la ha perdido, ha disminuido la frecuencia e intensidad de la misma. En este momento la mujer empieza centrarse más en los hijos y en las amigas que en nosotros, cosa que hace por instinto y por supervivencia. Ya que necesita aferrarse a algo para poder seguir adelante.

No quiere decir que nos ha dejado de amar, sino que el amor ha tomado otra cara. Una cara que poco a poco se aleja de aquello que nos enamoró, para migrar a una relación de afectuoso compromiso, en donde los hijos son lo más importante de la pareja (mal síntoma).

Cierto es que la Mujer necesita que proveamos de todo aquello que se necesita para crear una familia, amén de la plataforma cultural y patrimonial que le permita a los hijos empezar de un cero sensiblemente mejor que el nuestro. 

No obstante lo que ella requiere de nosotros es atención. Saber que ella es el centro de nuestro universo, lo cual se manifiesta al cien en los dos primeros años de la relación (la trágica curva del amor), para irse apagando conforme los intereses de la pareja migran a otras latitudes; ellas a los hijos, ellos al proyecto... Hasta que llega un momento en el que ella se vuelve a ser el centro de nuestro universo.

Ese momento es la vejez. El retiro. Justo en el inicio de este intervalo es que nos damos cuenta de que ya no somos importantes para el proyecto ni para los hijos, por lo menos no como necesitamos y deseamos. En ese momento volteamos a ver a la mujer y a demandar de ella todo lo que ya no tenemos… Y lo hacemos cuando ella ya aprendió a vivir sin nosotros.

Gracias a esto deformación que ya aprendimos a ver y aceptar como natural, es que los matrimonios se repiten una y otra vez. Lo que ha hecho que las nuevas generaciones ya no contemplen el matrimonio como una opción, por lo menos no como la vimos nosotros al principio de nuestra relación.

Observe usted que cada vez son más los jóvenes que piensan vivir solos sus veintes y sus treintas. Algunos con una que otro intermitencia, pero sin casarse y sin reproducirse, ya que los hijos atan.

Esto es, amén de la dinámica de los tiempos, una resultante de lo que hicimos nosotros, no obstante el tema que nos ocupa es otro, el de la mujer como motor o freno. En la relación de pareja ambos pueden ser motor o freno, sin embargo son pocos los hombres que en sí mismos son motor, por lo que nos centraremos en la mujer.

El hombre, género masculino, es un animal que produce mil células reproductivas por segundo. Esta abundancia fisiológica de la cual no tiene mérito alguno, le hace ver y contemplar la vida desde otra óptica. Todo se le hace fácil. Si se equivoca lo puede intentar una y otra vez. Es tan abundante su producción que la osadía se torna natural en él. Osadía que se va moderando conforme aprende y descubre la realidad, si es que eso llega a pasar un día.

La mujer produce una célula reproductiva al mes, lo que le impele a ser prudente, evaluativa, elegante. La mujer es audaz, el hombre, osado. La diferencia entre uno y otro es abisal. El audaz mide riesgos y teme lo que debe. El osado no teme ni lo que debe.

El hacer del hombre es intempestivo. No mide riesgos. Planea para lo mejor y espera lo mejor. Y si las cosas no resultan como las planeo (dado que el mundo es oblicuo y no lineal), vuelve a intentarlo una y otra vez hasta que el resultado se aproxime a lo que planeo.

Si en ese devenir va dejando al margen a los suyos, es algo de lo que ni cuenta se da. Ya que en su interior llega a convencerse de que todo lo hace por los suyos, aun cuando los suyos necesitan cosas muy distintas a las que él está haciendo.

La mujer como motor.
La mujer es el motor de la humanidad. Explora, avanza y nunca se queda quieta. Es por ello que la migración dentro de los países es femenina, no masculina. Ellos migran a otros países. Ellas dentro de su país. Ya que en él tienen mejores posibilidades y opciones, amén de un pleno entendimiento de la cultura y del entorno, cosa que rara vez acaece en otro país.

 La mujer siempre aspira a más y mejores cosas, mientras que el hombre aspira a la rutina y al confort. Ya una vez que él encontró los zapatos que le gustan, se repetirá por el resto de los años sin problema alguno. Lo mismo pasa con su ropa y sus cosas. El hombre se repetirá día a día. Se repetirá en moda, color, estilo y forma… Cosa que jamás verá en una mujer.

La mujer, no obstante su infinita aspiración a más y mejores cosas, centra la relación como lo más importante en ella. La relación con su pareja, con sus hijos, con su familia (padres, hermanos, primos) y con sus amigas.

La relación con su pareja ocupa el primer lugar. Cuando la relación con la pareja no está bien, tenderá a centrarse en sus hijos, familiares y amigas. Las hermanas y amigas son cruciales en su estructura, ya que en ellas encuentra la audiencia que no juzga, que no dicta. Que escucha y entiende. Es por esto que la mujer prefiere a las amigas que al marido cuando las cosas no están bien. Con ellas se puede desahogar, con él no.

Cuando la relación con su pareja está bien, es decir cuando él la escucha y toma en cuenta su parecer, esta le ayudará a consolidar lo hecho al tiempo que lo impulsará a lograr algo más. Un más que ya consolidado le servirá de plataforma para impulsar al marido a un nuevo más y así sucesivamente.

La mujer, permítaseme el paralelismo, es como la leona en el renio animal.
La leona va…, observa, estudia el entorno, elige la presa y va por él holgazán de su marido para que este haga lo que debe de hacer. 

Con nosotros pasa lo mismo. La mujer observa, estudia el entorno, mide riesgos y posibilidades. Ya una vez hecha su elección, le siembra al marido con lenta e inteligente paciencia, las ideas y objetivos que al paso del tiempo le hagan sentir y creer que la idea es de él… Es por ello que se dice que detrás de todo hombre solo con éxito, hay una mujer sorprendida.

La mujer jamás está satisfecha. Tiene una ingente necesidad de conocer más cosas, lugares, comidas, personas y cuantas etcéteras se pueda usted imaginar. El hombre, por el contrario, es un animal de rutina. Visita los mismos lugares, viaja a las mismas partes, come en los mismos restaurantes y hace las mismas cosas. Poco explora, poco se aventura… Y entre más edad tenga, más sedentario y rutinario se hace (ouch).

Las aventuras masculinas, esas que están más allá de la infidelidad y de las fantasías de su mente, están en el futbol, en el bar, en las carnes asadas o en los cafés… Y por supuesto que son siempre las mismas, con la misma gente, los mismos bares, cafés, restaurantes y amigos. El hombre, género masculino, es poco dado a la variabilidad. Ésta está en las mujeres, no en los hombres.

Entre usted a una tienda de ropa de hombres. La tienda será plana, lineal y monocromática. Ahora entre usted a una tienda de ropa de mujeres. Esta tendrá toda la gama de colores, incluso aquellos que usted ni siquiera sabía que existían, amén de una basta variedad de modelos, diseños, cosméticos, accesorios y demás menesteres. 

La mujer busca el cambio, la novedad, la variabilidad. El hombre la tranquilidad, la rutina, la monotonía, la certidumbre.  

Por supuesto que la mujer acusa al hombre de inestable. Y lo es, pero lo es en el combés de lo sentimental, de lo emocional. Poco sabe lidiar el hombre con sus emociones. No se le enseño a lidiar con ellas. De hecho crece con el estigma de que mostrar sus emociones es signo de debilidad. Las calla. Las procesa en silencio con la capacidad y claridad que posea y luego las echa al olvido. Obviamente que estas no desaparecen. Se quedan ahí, en estado latente, esperando la primera oportunidad para salir y hacerle hacer cosas que no debe de hacer.

Este hacer lo que no debe hacer es lo que hace que la Mujer lo acuse de inestable. No obstante el hombre en las cosas del hacer, es más estable que la mujer. 

El hombre, como buen animal de rutina, es poco dado a explorar nuevas formas y horizontes. La mujer es la que lo tiene que sacar de su zona de confort, llevándolo a nuevos entornos, formas y culturas. Lo hace obsecuente a su esencia y por el bien de los hijos. Su interés es que estos vean cuanta cosa sea posible para que tengan un marco de referencia mayor al que tuvieron ellos.

La mujer puede cambiar a los hijos de escuela si así lo considera necesario. El hombre no. Lo hará solo en caso de extrema necesidad o porque así lo decida la mujer (lo cual es lo mismo). Ella es la que mueve a la familia, empezando por él. Cuando él no se deja, se centra en los hijos. Les abre horizontes y los expone a nuevas formas y culturas.

El objetivo a lograr con él o los hijos es exponerlos a nuevas y mejores cosas, en la inteligencia de que siempre logra más el que aspira más. No obstante este mover a los suyos debe subordinarse a lo que ellos son, no a lo que ella desea que sean. De lo contario su impulso será estéril. Estará empeñada en lograr una quimera, pero no una realidad.

Una pareja muy cercana a mí se disolvió por el desmedido afán de ella de hacer que su pareja fuera todo lo que ella pensaba que él debería de ser, aun cuando ese ser estaba muy lejos de lo que él es y en una latitud antípoda a él. El resultado fue el esperado, solo era cuestión de tiempo.

Ella, no obstante el acusado éxito y prestigio de él, deseaba que él trabajará en el desarrollo de los ideales que ella había concebido para él, ideales que no obedecían a la esencia de él sino a las necesidades de ella. Este no entender la naturaleza del otro hizo que ella, en lugar de ser motor, fuera freno.

La mujer como freno.
Existen mujeres que cuando uno las conoce, no puede dejar de pensar que hubiese sido genial que Adán muriera con todas sus costillas. 

Claro que de los hombres se puede decir mucho más. Una amiga que se distingue de las demás por poseer una inteligencia aguda y mordaz, dice que no se explica cómo si han podido poner un hombre en la luna, no ponen a todos los demás. Mucho es lo que se puede decir de uno y otro género, no obstante este artículo está circunscrito a la mujer. Ya sea como motor o como freno.

Hay mujeres a las que les gustan los hombres desesperados, les gustan tanto que cuando nos los encuentran, los hacen. La mujer freno tiene una enorme capacidad de hacer hombres desesperados. Es por ello que se dice que en la vida de cualquier hombre, aunque sea calvo, hay una Dalila. 

La mujer freno esta tan casada con el dogmático deber ser de su mente, que no solo no puede aceptar la esencia de los suyos, sino que trabaja con denuedo para cambiarla, lo cual de suyo es es una contradicción. Jamás lo podrá lograr.

Cierto que hay dos cosas que un hombre jamás admitirá que no hace bien: conducir un coche y hacer el amor. No obstante y más allá de lo muy mal que haga ambas cosas, la mujer freno no solo no le permitirá conducir su propio carro si ella va en él, sino que además decidirá que carro es el que él debe de comprar, no en función no de sus necesidades sino de su conducción.

La mujer freno, consciente de que dios creo Adán como pudo (era su primera vez), se pasará toda la vida corrigiéndole la plana al Creador. No solo en el amor y en la conducción de los autos, sino en todos los ámbitos del ser y hacer de su pareja. Ella le dirá con quién se puede reunir y con quién no. Que si puede y qué no puede hacer. Y así como estas mil y un cosas más en las que ella le definirá los limites irrestrictos de su ser y hacer.

La mujer freno no duda de que el hombre sea inteligente, no obstante esta cierta de que no existe mujer que se haya casado con un hombre estúpido solamente porque tenía un bonito par de piernas, por lo que toma como tarea personal el dirigir la inteligencia de su hombre para que este no cometa un error igual al de su inteligencia.

La mujer freno, convencida de que su hombre piensa también con la piel y que esta puede llegar a pesar más que las neuronas, vigilará con denuedo todos los actos y contactos de éste, limitando en mucho la expresión de su ser y hacer.

Me queda claro que el rol de la mujer es acotar, no obstante la mujer freno acota a tal grado a su hombre, que este terminara siendo un hombre bonsái o un fugitivo de su amor.

Recién me comentaba un empresario del ramo de autoservicios, que había estado en una relación carcelaria (fue la palabra que uso) que le dejo muy mal sabor de boca y muy poca confianza en sí mismo. Me comenta que ella era una gran mujer, pero que sus inseguridades hicieron de la relación un infierno, tanto para él como para ella.

No es que ella no lo dejará hacer nada, sino que todo lo que hacía terminaba en conflicto, ya sea porque él había ido a un restaurante o café donde seguramente había mujeres o porque se reunía con esa escoria a la que llamaba amigos. Los conflictos eran tantos y tan constantes que termino alejándose de sus amigos para no tener problemas con ella.

Cuando termino la relación se sintió liberado y poco a poco se fue rescatando a sí mismo. Al preguntarle sobre su nueva relación, me contesto: la primera vez que compras una casa, la compras porque te gusta. La segunda vez, revisas los cimientos.

La mujer freno es, como diría Margot Asquith, la clase de mujer de la que hasta ella misma huiría.

El cordón umbilical.
Hay personas que nunca logran romper el cordón umbilical con sus progenitores. Esto es algo que le sucede a ambos géneros, no es específico de ellos o ellas. Las personas que no logran romper el cordón umbilical, es decir que no logran separarse emocionalmente de sus padres o de alguno de ellos, crean una dependencia emocional enfermiza que les impide desarrollar relaciones sanas con su entorno.

Estas personas crean en su mente una idea de sus progenitores que no responde a la realidad. Sus progenitores dejan de ser humanos para ser algo que está más allá de lo terreno. Los idealizan y mitifican a tal grado, que no hay persona en su entorno que pueda estar a su altura, ya que a todos los comparan con ese marco de referencia que no existe más que en su mente.

Para ellos el otro: pareja, hijo, socio o individuo, es importante solo en la medida en que éste se aproxima o cumple con lo que su progenitor esperaría de sus relaciones. Si el progenitor está vivo o muerto es lo de menos. Este vive en ellos y es más importante en ellos el ideal de su progenitor, que la pareja o cualquier otra persona.

Veamos algunos ejemplos.
Carmen idealizo a su papá por sobre todas las cosas. A ella le toco estar a su lado en el momento de su muerte y las últimas palabras de este fueron para ella como hija prodiga. Se casó antes de que su padre muriera y se casó con el hombre que él le escogió. Si ella lo amaba o no, era lo de menos. Lo importante es que era el hombre que su padre quería para ella.

Su matrimonio ha sido bueno, con los acuerdos y desacuerdos propios de toda relación. Él es un hombre que la ama por sobre todas las cosas y si bien es cierto que ella le ha hecho la vida no del todo grata, también lo es que él la ha apoyado y respetado siempre. No obstante la relación entre ambos no ha sido fácil. Ella no ha terminado de enterrar a su padre y todo lo ve desde la óptica del papá, aun cuando este tiene poco más de tres lustros de haber fallecido.

Lo que ella espera y pretende es que su marido y sus hijos varones (dos) sean lo más parecido a su padre, lo cual de suyo es difícil de lograr, ya que cada uno es una esencia en sí y se manifiesta en función de ella y no de las necesidades de Carmen. 

Me queda claro que en el hacer de ella no hay intención de dañar, tan no lo hay que esta cierta de que todo lo que hace y exige es por el bien de ellos, aun cuando esta exigencia no sea obsecuente a ellos ni a sus ambiciones y deseos de vida.

Sandra es una empresaria de éxito casada con un hombre de pasados mejores. Con él procreo tres hijos, dos hombres y una mujer. Sandra idealizo tanto a su padre, que este no solo no obedece a lo que fue, sino que además no se parece en nada al padre que tuvieron los hermanos de esta. 

Su padre fue, huelga decirlo, un gran hombre. 
Un hombre que salió delante de la nada y que construyo un imperio para sí y para sus hijos. Un hombre que como todos los demás, tenía sus yerros y aciertos, no obstante Sandra minimizo sus yerros al tiempo que magnifico los aciertos.
El padre de Sandra murió hace un par de años, tal vez tres, pero no en ella. En ella esta tan vivo como antes y tal vez más, ya que este vive en la mente de Sandra como una presencia constante que norma y dicta todo su hacer y quehacer.

Este no cortar con el cordón umbilical de su padre, ha causado algunos trastornos en la relación de esta con su pareja, socios e hijos, ya que estos, desde la óptica de ella, debieran regirse bajo el código de conducta de su difunto padre. Ningún hombre de su entorno es digno de ella y no lo es debido a que ninguno de ellos se aproxima a lo que su padre fue, lo cual termina dejándola más sola de lo que quiere y desea.

Las personas que no logran cortar el cordón umbilical o dependencia emocional de sus padres, crean una relación mítica en donde nada obedece a la realidad, razón por la cual se muestran dogmáticas, cerradas y obtusas en sus relaciones y en el entendimiento de la realidad.

La relación con estas personas suele ser áspera y difícil, amén de que ellas están ciertas de que están en lo correcto. Estas personas, más allá de su género, se convierten freno para todos aquellos que están juntos a ellos.

La frase que las define es…: “Si la realidad no se adecua a mí, peor para la realidad”.

El equivocado es el mundo, no ellas.

Nos leemos en el siguiente artículo.