miércoles, 30 de mayo de 2018

La misma piedra.


Recién sostuve una charla con un conocido que me comentó que le encantaría tener veinte años menos para corregir un cúmulo de errores que hoy lleva a cuestas. Mi primera pregunta fue qué porque veinte, porque no treinta, cuarenta o más años. A lo que contesto de inmediato que si todo estuviera en pedir, pediría cuarenta años menos pero con la experiencia de los sesenta y cuatro que tiene en este momento.

Escuche atentamente su idílica argumentación y todo lo que haría. Pasando la enmienda de sus actos por temas que jamás imagine (su matrimonio y la sociedad con sus hermanos) así como otros temas lógicos pero idílicos.

Acto seguido me preguntó que si a mí me fuera dable tener varios años menos con la misma experiencia, cuantos menos pediría tener. Mi respuesta fue lacónica y contundente: ninguno. Me quedo con los que tengo. 

No me interesa enmendar nada y no porque no cargue cosas de regular peso sobre la espalda, sino porque aunque tuviera esa ventana de tiempo, lo más probable es que me repetiría en los mismos errores tal como se repite toda la gente, ya que nuestros errores obedecen a nuestra esencia.

La realidad es que el hombre es el único animal que se tropezara dos o más veces con la misma piedra. El resto de los animales se tropezaran una vez pero no más. El instinto no comete errores. Jamás se equivoca. La diferencia entre ellos y nosotros estriba en que ellos operan con el instinto y nosotros con la inteligencia

El instinto es la inteligencia de la especie y cada especie tiene la inteligencia que requiere para sobrevivir y perpetuarse como tal. Así, pues, el Instinto no puede darse el lujo de equivocarse, ya que al hacerlo pone en riesgo no solo la sobrevivencia sino la perpetuación de la especie.

La inteligencia (capacidad de pensar lo que se piensa) es propensa al error, amén de que esta generalmente opera con los datos que están almacenados en medio de nuestros dos parietales. Así, la misma información es procesada de diferente forma por diferentes personas. Es por ello que se dice que cuando dos personas hacen la misma cosa, ya no es la misma cosa.

En alguna ocasión realice un ejercicio en una universidad con personas de diferentes oficios.
El objetivo del ejercicio era demostrarle a los alumnos que las cosas no significan lo mismo para todos, ya que cada quien escucha y observa desde su cultura y entorno. Y que si bien es cierto que los asistentes al ejercicio eran todos mexicanos y de la misma ciudad, también lo era el que cada uno de ellos era diferente al otro en oficio, estrato social y cultura (forma de hacer las cosas), lo cual inevitablemente genera un código de interpretación que les norma criterios y opiniones diferentes.

El grupo estaba conformado por un contador, un ebanista, un urbanista, un otorrinolaringólogo, un político, un joyero, una estilista, un ejecutivo bancario, un ajustador de seguros, un chef  y diez estudiantes de distintas carreras.

A todos se les dictaron unas palabras con el fin de que cada uno de ellos escribiera el significado que estas tenían para ellos. Las palabras en cuestión fueron las siguientes; Asiento; Arnés; Túnel; Cono; Esmalte; Yunque; Patina; Fascia; Laberinto; Patrón y Pasta.

Los resultados no pudieron ser más disímbolos. Para el político la palabra Yunque tenía que ver con un grupo de extrema derecha. Para el ajustador de seguros, el carpintero, el joyero y algunos estudiantes, la palabra tenía que ver con una herramienta. Para el otorrinolaringólogo, con una parte del oído externo.

La palabra Pasta era un alimento para el chef y dinero para el financiero. La palabra Asiento era un término contable para el contador, el financiero y tres estudiantes, mientras que para el urbanista era el lugar donde había estado un edificio o pueblo, y para el ebanista, un lugar para sentarse.

Así, palabras iguales tienen significados distintos, ya que estas tienen una resonancia particular en función de la biografía del que las escucha. Está por demás decir que el resultado fue impactante para todos, tanto para los estudiantes como para los participantes y maestros presentes. A todos les quedo claro que lo que es obvio para nosotros, no lo es para los demás.

Cada uno somos un Universo disímbolo al de los demás y el hecho de que compartamos el mismo idioma, geografía, religión e historia, no nos hace iguales.

Sirva este ejemplo para entender como trabaja la inteligencia en cada uno de nosotros. La inteligencia es la capacidad de pensar lo que se piensa, no obstante cada uno de nosotros piensa y analiza las cosas en función de la información que tenemos entre nuestros parietales.

Lo que ineluctablemente nos llevara a interpretar todo lo que vemos y escuchamos de una manera muy particular, tal vez próxima y parecida a aquellos que crecieron, viven y trabajan con nosotros, pero en el fondo, distinta

Entre más amplia sea la significación de las palabras y de las cosas, es decir, entre más entendamos lo que estas pueden ser en una y otra cultura, oficio y persona, más amplia será nuestra capacidad de procesamiento y de generación de soluciones. 

Este es un dato importante, ya que entender esto nos ayudará a ampliar nuestros horizontes y posibilidades de acción, lo cual tal vez nos salve de tropezar varias veces con la misma piedra. 

No obstante es importante anotar que si no ponemos atención a las piedras con las que solemos tropezar en función de nuestra esencia, tropezaremos con ellas una y otra vez.

Tropezar con la misma piedra.
El refrán dice que los seres humanos son los únicos animales que se tropiezan con la misma piedra. Lo cual es cierto, no obstante esto se debe a que no hemos aprendido a identificar las piedras con las que tropezamos, ya sea porque estas se presentan con rostros, escenarios y actos diferentes, pero la realidad es que son las mismas. 

La gran mayoría de nuestros aciertos y desaciertos son con el mismo tipo de personas, actos y cosas. Sirva, para ilustrar lo anterior, esta pequeña disgregación intelectual.

La mujer, al buscar pareja, siempre voltea a ver ligeramente hacia abajo. Algunas de ellas, incluso, tienen vocación espeleológica. Voltean a ver tan abajo que uno no se puede explicar el porqué de ello, aun cuando sabemos y entendemos las razones antropológicas de su vocación.

Antes de que se enojen conmigo me es menester explicar que esto le sucede a todos menos a nosotros. Es decir, estoy cierto de que las mujeres que nos eligieron como pareja voltearon a ver hacia arriba, tanto como las dos o tres lectoras que tengo lo hacen, ya que estas, cuando eligieron a sus parejas, voltearon también a ver hacia arriba. Explicada la excepción, regreso al tema de la mujer.

Tengo una amiga que constantemente se queja de la suerte que tiene con los hombres. Todos, absolutamente todos poseen el mismo común denominador. Todos necesitan ser redimidos por ella. Tan pronto los redime, finiquita la relación, y se queda en la inconsciente y atenta espera de que aparezca otro ser a medio hacer que necesite de su redención.

Por supuesto que como esto es algo que obedece a su esencia, lo repite una y otra vez. De hecho no solo lo repite, sino que lo mejora. Cada uno de sus pretendientes ha sido peor que el anterior. Recuerde usted que la personalidad es progresiva y mortal. Nunca va a menos, siempre va a más. Los errores se magnifican y las virtudes se mantienen.

En otras palabras, la esencia de ella le hará gravitar normalmente hacia ese tipo de individuos y lo hará de manera inconsciente, en donde la única forma en que ella pueda revertir esa tendencia, será aceptando que así es para poder mantenerse alerta y darse cuenta cuando el error se presente con una cara bonita que le diga: hola.

El día que se confié y baje la guardia, su esencia la llevara a repetirse en el mismo error. Claro, le quedara el consuelo de que la vida se los puso así.

Revise usted sus aciertos y desaciertos. Descubrirá que unos y otros poseen el mismo común denominador. Siempre acierta con el mismo tipo de personas, actos y cosas. Así como siempre se equivoca con el mismo tipo de personas, actos y cosas. Tan es así que el instinto le avisa que se está equivocando, y sin embargo no solo ignora el aviso, sino que además se reconforta en el error, sobre todo si el error tiene un muy buen ver y un mejor tocar.

Es por ello que de nada nos servirían esos años de juventud recuperada de la que me hablaba la persona que me llevo a escribir este artículo. Lo más seguro es que él, como usted y como yo, cometamos los mismos errores. Y no solo eso, sino que además los cometeríamos con gusto.

Por favor no se enoje conmigo. Revise su presente. Para que querría usted recuperar años de juventud si la realidad es que no ha hecho nada para enmendar sus errores. Porque justo es reconocer que oportunidades ha tenido… Y sin embargo, no lo ha hecho.

Es como el tema de la inmortalidad. Lo que le gente quiere no es ser inmortal, sino ser eternamente joven. Con el mito de la juventud recuperada pasa lo mimo, lo que la gente busca no es emendar los errores, sino poder volver a vivir los mismos con esa intensidad y fuerza que ya no tiene.

La persona que me llevo a escribir este artículo me dijo que uno de los actos que enmendaría es el de su matrimonio, que se casaría con otra persona pero no con la que se casó. Sin embargo, lo que no dijo es que muy probablemente esa otra mujer con la que le hubiese gustado casarse y que vive en su imaginario pero no en la vida real, es muy parecida a la actual, solo que como no vive con ella, la idealiza y mitifica.

Cuando le pregunte la razón por la cual no lo había hecho, me contestó que el matrimonio es para toda la vida y que si ya se había casado con su esposa, no podía divorciarse de esta para casarse con la otra, tanto por el tema de los hijos (todos grandes y casados) como por sus creencias religiosas… En otras palabras, puras incongruencias y contradicciones que no pasan el filtro de la razón

Estadios antropológicos.
En un artículo anterior escribí sobre la Crisis de Mediodía. En ese artículo comenté que los seres humanos pasamos por varios estados antropológicos, los cuales enlisto a continuación:

La inmediatez inconsciente (de los 3 a los11 años);
Presente inmediato (de los 12 a los 18 años);
Presente consciente (de los 19 a los 38 años);
Crisis de mediodía (de los 39 a los 50 años);
Futuro inmediato (de los 51 a los 65);
Futuro declinante (de los 66 a los 75 años);
Inmediatez consciente (de los 76 en adelante).

Cada uno de esos estadios tiene características que lo hacen inconfundible, aun cuando las personas habiten geografías, religiones, historias y culturas diferentes.

En este caso nos vamos a centrar en el estadio del Futuro Inmediato, dado que en esa etapa esta la persona que me cuestiono sobre el tema que nos compete.

En este estadio las personas tomamos dolorosa conciencia de que el paso del tiempo no solo es inexorable, sino que además este se queda en cada arruga y en cada cana de nuestro ser, por lo menos así le sucede a los hombres, ya que a las mujeres el paso del tiempo se les queda como una bella expresión facial, ya que las arrugas son de los hombres, no de las mujeres.

En este estadio el cuerpo embarnece más allá de las dietas y cuidados que pongamos en nuestra nutrición, cosa que en realidad no hacemos, ya que en este espacio de tiempo-edad volvemos a comer como cuando eramos niños: con los ojos. Sabemos que es lo que debemos comer, pero no lo hacemos, ya que son los ojos los que nos dicen lo que hemos de comer. Así, pues, en esta edad comemos con los ojos, no con el cerebro.

El cuerpo se está preparando para la vejez y lo hace de tal forma que hasta lo que no engorda lo convertimos en grasa, lo que obviamente, ante los ojos de los demás, nos hace ver exactamente iguales a esas personas que cuando las veíamos nosotros decíamos: que grande esta esa señora o que grande esta ese señor...

En síntesis, es la edad en la que empezamos a parecernos a Sancho Panza pero sin dejar de sentir como el Quijote.

Podemos, en el estulto afán de no envejecer, recurrir a la cirugía estética, al tinte de pelo o a la vestimenta, no obstante la realidad es que esto no nos va a hacer más jóvenes ni más atractivos al sexo complementario (que algunos llaman erróneamente opuesto). La realidad es que la gran mayoría de las veces lo único que logramos con esto es vernos más viejos.

Las nuevas generaciones son como los carros: cada año salen nuevos y más bonitos; al tiempo que nosotros nos vemos mayores y, en algunas ocasiones, ridículos. Bueno fuera que nos viéramos como un clásico, pero eso solo aplica a los carros.

Amén de la dolorosa toma de conciencia de la edad y de que es justo en esta edad cuando uno empieza a desarrollar esta extraña manía de que ya no lo persigan a uno, nos damos cuenta también de que los demás comienzan a vernos más como somos que como queremos ser.

La principal señal de esto nos la dan los hijos. Estos hablan entre si y cuando hablan de nosotros es común que les escuchemos expresiones como: Hay mi mamá… O hay mi papá. Expresiones de cariño que llevan implícitas un tinte de conmiseración.   

La vida es una caja de asuntos pendientes.
Otras de las cosas que toma uno conciencia es el hecho de que la vida es una caja de asuntos pendientes. Cosa que no pensábamos cuando nos creíamos inmortales, pero ahora que ya no nos podemos mentir frente al espejo y que el cuerpo nos habla, tenemos que asumir con dolorosa resignación que hay muchas cosas que jamás alcanzaremos a hacer y que por ende nuestra obligación es enfocarnos mucho más que antes.

Se supone que a esta edad ya debemos tener las bases de lo que sigue, sin embargo la realidad es que es todo lo contrario. Mucha gente al llegar al estadio del Futuro inmediato (de los 51 a los 65), descubre que está en la etapa más álgida de su devenir. El dinero no lo supo usar o lo invirtió mal o lo poco mucho que genero se le fue en la familia.

De una forma u otra ese ingreso constante que tenía antes se perdió o está en riesgo de perderlo, ya que el entorno nos ha dejado de considerar como opción, amén de que hemos dejado de inventarnos… Y dejar de inventarse es empezar a morirse.

No obstante esta puede ser la etapa más productiva de todas, y lo será solo si la persona acepta su realidad y deja de competir con los jóvenes en lo que compiten ellos. Lo que debe de hacer es definir cuál es su ventaja competitiva No puede ser que tantos años de vida no le haya arrojado una. La debe haber. Pero hay que salirse de la caja para verla objetivamente.

No pretenda usted hacer lo que siempre hacia. Créame que las cosas que hacía en las formas en que las hacía, ya están en vías de la obsolescencia. Cada día salen formas que el mercado aprecia más que las suyas. Si quiere competir en lo mimo, se va a quedar atrás y con un espacio cada vez más reducido.

Lo que tiene que hacer es descubrir su ventaja competitiva, es decir, eso que solo tiene usted y nadie más. Y ya una vez que la tenga definida, empáquela y véndala, pero deje de comportase como un jovencito y de competir con ellos. Le van a ganar.

Más claro, usted tiene una experiencia diferenciada. Su futuro inmediato no esta en el pasado, esta en su experiencia diferenciada. Empaquela y vendala. 

Nos leemos en el siguiente artículo.

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