jueves, 18 de agosto de 2016

Una familia de criminales.

Recién tuve oportunidad de coincidir con varios miembros de una familia de criminales en una operación internacional. En esta participaron dos hermanos y el hijo de uno de ellos, aun cuando más tarde supe que toda la familia (hermanos, tíos, primos, cuñados) estaba involucrada en el negocio.

La inteligencia, capacidad histriónica y manejo del escenario de los tres que conocí es extraordinaria. Al grado de que si yo no tuviese los conocimientos adecuados, me hubiese sido muy fácil creer en lo que estos tan magistralmente me presentaban.

En el decurso del montaje coincidimos en varios países y en tres continentes. El destino, siempre dirigido por ellos, era el responsable de que coincidiéramos en dichas ciudades, ya que ellos, como yo, tenían operaciones en curso en los mismos lugares.

El primero de ellos, un hombre con muchas habilidades, con una personalidad avasalladora y con un muy buen nivel de conocimiento sobre el mercado secundario y las finanzas internacionales, fue el responsable de abordarme y presentarme el esquema con la intención de que me subiera a su estafa.

Su actuación y exposición lograron transmitirme un sentimiento de certeza y realidad, aun cuando lo que me ofrecía atentaba a la más pura lógica financiera. Por supuesto que él ni idea tenia de que yo estaba cierto de la improbabilidad de la operación, no obstante pienso que aun cuando notara mi escepticismo, hubiese hecho una presentación magistral con el fin de lograr que me subiera a su estafa.

La persona me impacto, por lo que me dedique a estudiarlo sin perder detalle de los gestos, ademanes y palabras que emitía. Para ello fue menester que tuviera sumo cuidado en no dejar ver mis emociones ni mi incredulidad, pues lo que menos deseaba era alertarlo y con ello perderme la posibilidad de estudiar, analizar y desvelar la raíz de sus intenciones.

La realidad es que no me interesaba la operación en sí. Cualquiera que conozca bien de finanzas internacionales, en especial las de alto espectro, rechazaría de inmediato la propuesta. Lo que me interesaba desvelar es el por qué una persona tan inteligente enfoca sus baterías a algo así, pudiendo crear y ganar mucho dinero en el lado ortodoxo de los negocios.

La persona en cuestión me presento el proyecto, lo que yo tendría que invertir y las utilidades a obtener. Le comenté que si me interesaba el negocio, pero que dado que la inversión era bastante cuantiosa, me era menester analizar a detalle la operación y el instrumento para tomar una decisión correcta para ambos, ya que él, así me lo hizo saber, participaría con la mitad del dinero que se requería.

Le hice saber que tenía una serie de viajes programados, pero que lo vería a mi regreso. Se interesó (como cualquier persona educada) en mi itinerario, recomendándome hoteles y restaurantes en cada uno de los países que iba a visitar, haciendo énfasis en los detalles de los mismos (arquitectura, decoración, menús y demás etcéteras del lugar) y en las personas con las que comió o convivio en dichos lugares.

Su objetivo real no era la recomendación en sí, sino hacerme ver que conoce a la perfección lo que recomienda, así como el nivel de personas con las que se relaciona.

Salí encantado de la reunión y con una alta expectativa para la siguiente. Días después aborde mi avión para ir a mi primer destino, sin que en él coincidiera con persona alguna. En la siguiente fase de mi itinerario, mi compañero de asiento resulto ser un joven brillante que viajaba al mismo lugar que yo, ya que, así me lo hizo saber, tenía unas operaciones del mercado secundario en proceso de cierre.

Como quien no quiere la cosa me comentó de una excelente oportunidad de inversión en la que había participado y de lo bien que le había ido. Oportunidad que como ustedes bien suponen, es la que me habían presentado días atrás en Austin, Texas. Me interese en dicha oportunidad y le pedí cuanta información me pudiera dar, ya que él, a diferencia mía, ya había participado y la había concluido con éxito.

Este se volcó a darme detalles de la misma, centrándose en las ganancias, en la seguridad de la operación y en la institucionalidad del proceso. Demostré todo el interés en ella y le comenté que me estaban invitando a una similar en Estados Unidos. Me felicito y me deseo mucho éxito, conminándome a no dejarla pasar, ya que una oportunidad así no se presenta todos los días.

Le pregunté qué porque él no volvía a participar y me contesto que ya estaba preparando su siguiente participación. Le interrogue sobre la persona que lo había invitado y si me lo podía presentar para tener una segunda opción. Me contesto que sí y que le gustaría que en reciprocidad participara con él en su operación o que lo invitará a la operación que me habían ofrecido a mí, ya que esta, por el tamaño de la misma, necesitaba de dos o más inversionistas, en donde si los dos acordábamos participar, el tiempo de instrumentación se acortaría sustancialmente.

Llegamos a nuestro destino y quedamos de vernos en dos semanas en las oficinas centrales del Oficial Bancario responsable de su operación, las cuales estaban en el corazón financiero de Londres.

Aproveche el intervalo para atender mis operaciones y repasar lo platicado en el decurso del viaje, centrando mi análisis en las coincidencias de formas y vocablos (sintaxis y semántica) que usaron cada uno de ellos en sus respectivas exposiciones. Y si bien es cierto que había semejanzas, sobre todo en la expresión verbal y corporal, pensé que era mi natural paranoia la que me hacía atar cabos donde no los había.

Dos semanas después viaje a Londres para acudir a la cita que habíamos acordado. Me entreviste con el Oficial Bancario. Este me presento sus credenciales, licencias y todo lo pertinente del caso. Había entre ellos un aire de similitud genética más no de raza, amén de que el acento de uno y otro eran diametralmente opuestos.

El Oficial Bancario me explico el instrumento, me mostró los documentos bancarios, los formatos contractuales y me hablo de la garantía vivencial de mi compañero de viaje. Las oficinas estaban acordes al nivel del negocio y de las supuestas operaciones del Oficial Bancario.

Le agradecí la presentación y le comenté que ya me habían hecho una invitación en Estados Unidos, pero que no obstante iba a considerar la opción. Me despedí de ambos y seguí mi odisea.

Llame por teléfono a la persona de Estados Unidos y le pedí que le entregara toda la documentación a mis abogados para que empezaran a hacer el análisis pertinente.

Le hice saber que por un cambio de planes me era menester prolongar mi estancia un poco más, pero que al termino de diez días bancarios volaría a Estados Unidos para entrevistarme con él. Me pregunto qué en que hotel me hospedaba normalmente en Alemania y al darle el nombre me hizo algunas recomendaciones pertinentes sobre el personal y sus restaurantes.

Volé a Berlín, trabaje en lo mío y justo tres días antes de mi partida me presentaron a una persona que era muy reconocida en el ámbito de las finanzas en Berlín (yo nunca había escuchado de él). La persona en cuestión resulto ser un individuo agradable, de esos que te caen bien a la primera y con una muy buena capacidad para la interacción social.

Como quien no quiere la cosa me comento sobre unas operaciones muy rentables, las cuales eran, casualmente, las que me ofrecieron en Estados Unidos y las que me platico mi fortuito compañero de avión.

Le pedí sus datos y de regreso a Estados Unidos entregue la información al área de inteligencia para que procedieran a hacer una investigación exhaustiva de cada uno de ellos. En el intertanto yo le daba largas al contacto original, mostrando a un mismo tiempo interés y reflexión, pero nuca escepticismo, pues mi objetivo era obtener más información de ellos y de sus motores.

El área de inteligencia me presento su reporte y con ello la relación consanguínea de los involucrados. En el informe venían los nombres y fotografías de todos ellos, incluso de los que aún no conocía, así como la relación que existía entre ellos (padre / hijo /hermano /primo).

La organización es cien por cien familiar y vienen trabajando en estafas financieras desde hace tres generaciones. El papa de los hermanos es el que había empezado el negocio, adiestrando concienzudamente a sus hijos para que estos a su vez adiestraran a los suyos.

Lo que me impacto no fue la organización ni la estafa en sí. Lo que realmente llamo mi atención es la inteligencia de todos sus miembros, así como su extraordinaria creatividad, actuación y capacidad de exposición de cada uno de ellos.  

La pregunta obligada era: ¿Por qué no usan sus capacidades para crear negocios ortodoxos, institucionales y heredables?

La persona que me contacto en un inicio me busco unas semanas después de haber recibido la información del área de inteligencia. Me entreviste con él en mis oficinas centrales en la Ciudad de Austin y le comenté que no iba a participar en la operación, pero que todos ellos me parecían extraordinarios.

La persona en cuestión no movió un solo musculo. Lo único que hizo fue preguntarme con una cara de asombro, que a que me refería con todos ellos. Le dije que había conocido a su sobrino en el avión y a su hermano en Berlín. Su cara mostraba sorpresa e indignación, como si yo estuviese inventando todo con el fin de no participar en una oportunidad que a su juicio era única.

Para no hacer esto más largo de lo debido, me limitaré a decirles que la persona en cuestión se retiró de mi oficina manteniendo en todo momento una actitud de indignación por mi proceder, haciéndome ver que seguramente el éxito de mi empresa se debía a terceras personas pero no a mí.

Conclusión:
Estoy seguro que el motor primario de ellos no es el dinero, sino la satisfacción de haber engañado al otro. Cierto que la operación mínima ascendía a varias decenas de millones, sin embargo eso y más pudieran ganar si enfocaran sus talentos a la ortodoxia financiera, pues me consta que son muy brillantes y que es mucho lo que pudieran diseñar y lograr.

Los seres humanos tenemos seis motores primarios: el poder, la religión, el arte, el dinero, la gente y la academia.

Son estos motores los que gobiernan nuestro devenir biográfico. La combinación de estos motores son los que nos hacen actuar de una forma u otra, aun cuando no estemos conscientes de ello.

Por supuesto que tenemos una dosis de cada uno de ellos. No obstante hay uno o dos de ellos que priman sobre los demás y son los que rigen nuestro accionar.

Descubrir cuáles son nuestros motores es fundamental, ya que nos permitirá dirigirnos de una manera más inteligente y consciente. También es de suma importancia descubrir los motores del otro, ya que esto equivale a tener la llave del querer ajeno. Es como si tuvieras la capacidad de pulsar el botón interno que hace que el otro haga lo que desees, pensando que es él, el que está tomando la decisión.

Motores humanos.

Poder.
Los que poseen este motor como primario encontrarán que lo que los impulsa a la acción es la dirección, la persuasión, el incidir en los otros.
Cuando este motor esta combinado con un muy bajo nivel de presencia del motor Religión y del motor Social, actúan como el caso arriba mencionado, como una familia de criminales.
Estos, al poseer el Poder como motor primario y la Religión y lo Social como motores ínfimos, edifican de manera natural la manipulación, el engaño, el lograr que el otro actué conforme a sus planes y perjudicarlo.
En ambos casos el hombre de Poder busca tener hombres a su servicio, ya sea de ocasión, como el caso arriba explicado (una familia de criminales) o permanente como el caso de los políticos.

Religión.
Los que tienen la Religión como motor primario, les mueve el orden, el deber ser, la estructura, la norma, las reglas.
Su neurosis los lleva a ser obsesivos compulsivos en lo referente al orden, la limpieza y a todo aquello que anida en su mente como bien o mal.
Son moralistas y por ende están contra todo lo natural, es decir, contra el instinto.
Para ellos todos lo que obedezca al instinto está mal. Es pecado.
Suelen ser rígidos, suspicaces, paranoides, inflexibles y obtusos, tanto en el ser como en el hacer.

Arte.
Aquellos que tienen el Arte como motor primario, son unos estetas por excelencia.
 A estos los mueve lo estético, la elegancia en las formas, en el hablar, en el hacer.
Les agrede lo vulgar, lo prosaico.
Son elitistas y elegantes en el ser y en el hacer.
Su elegancia tiene que ver con las formas, con la educación, con el buen gusto.
Aprecian el arte, lo bello y lo bueno.
Tienden a crearse una imagen el otro en base a su apariencia y formas de expresión, al grado que el desencanto puede ser mayúsculo cuando el contenido les muestra lo contrario.
En ellos cabe el adagio de pobres pero ridículos. No tendrán para comer, pero se visten, viven y actúan como si tuvieran. 

Economía.
Los que tienen el dinero como motor primario, encontrarán que lo que les mueve a la acción es el dinero, las utilidades, el ganar un peso más que los demás.
Todo lo ven bajo la óptica del utilitarismo, ¿sirve, funciona, me conviene?
Esto lo extienden a todos ámbitos del ser: el amor, los hijos, la familia, los amigos, compadres, socios, o conocidos.
Para ellos todo debe tener una función y una utilidad. La pareja sirve o no. ¿Aporta? ¿Conviene?
No gastan dinero a lo tonto. No buscan lo mejor para sus hijos, por lo menos no en la forma en que lo buscan los demás.
Lo que hacen es preguntarse: ¿esto está bien invertido? Si el hijo no da para más, no invierten en él más que justo lo que éste puede dar.

Social.
A estos les mueve la gente. El qué dirán. Los respetos sociales.
Viven de la opinión pública y por ende terminan siendo esclavos de la misma.
Para ellos lo más importante es el otro. Lo que este piensa o siente. Así como la imagen que el otro pueda tener de él.
Se les distingue porque cuando al otro le pasa algo, por ínfimo que sea, su expresión verbal y corporal es de solidaridad: “Pobrecito, se le murió su perro”.
Estos son fácilmente manipulables e influenciables, ya que su motor es la gente en su más amplia expresión.  

Teoría.
A estos les mueve el conocimiento, la academia, el saber, ya sea un saber para sí o un saber para los demás.
En este motor es menester distinguir entre aquellos que desean saber para aplicar (el saber biográfico) o saber para decir (el saber bibliográfico).
Los primeros saben para sí. Estos buscan el conocimiento para aplicarlo a su diario vivir. Para saber, entender y dirigir mejor a los suyos, a sí mismos y a su entorno.
Los segundos, los que buscan saber para contar, son sabios de solapa, sabios de segunda mano. Casi todo lo que saben lo saben de oídas. Su saber es bibliográfico.
Lo que quieren es saber para contar, para que el otro que los escucha diga: cómo sabe esta persona.
Su saber es un falso saber.
Tienden a ser idealistas, románticos y soñadores. 

La combinación de estos motores son los que definen todo nuestro accionar…

Veamos un ejemplo. En el caso de la Familia de Criminales, estos tienen el Poder como motor primario, el Dinero como motor secundario, y la Religión y la Gente como motores últimos.  

Esta combinación: Poder y Dinero como motores altos y Religión y la Gente como motores bajos, es lo que les permite crear estafas donde el dinero sea el instrumento, sin que ello represente para ellos un sentimiento de culpa o un problema de conciencia.

Lo que en realidad les crea un problema de conciencia o sentimiento de frustración e incapacidad, es el no haber logrado engañar al otro. Esto es lo que les quita el sueño.
Por el contrario, cuando engañan, timan y desvalijan al otro, ganan el reconocimiento de los suyos y llegan a la cama satisfechos de su ser y hacer, lo que les permite dormir de maravilla.

Así pues, son los Motores Humanos los que dictan nuestros accionar y los que determinan nuestro concepto del Bien y el Mal.


¿Sabe usted cuáles son sus motores?

viernes, 12 de agosto de 2016

La envidia como síntoma de inferioridad.

Mi trabajo me lleva a viajar a diferentes latitudes y culturas.
En cada lugar que visito acudo a ejercitarme al gimnasio que me quede más cerca. Este ir al gimnasio es tanto por el ejercicio en sí como por la catarsis psíquica que este me genera, amén de que es muy divertido y antropológicamente ilustrativo.

El gimnasio es un laboratorio antropológico.
Es un lugar en el priman especímenes que encajarían muy bien en eso que Sir Robert Charles Darwin denomino como el “eslabón perdido”. Así, en el inter de que hago mi rutina, me dedico a observar a dichos especímenes, los cuales sin importar el idioma, la religión o el color, su comportamiento siempre es el mismo: alejarse de lo racional para instalarse en lo animal.

Sus palabras, actitudes, usos y costumbres varían muy poco de país a país y de continente a continente. La especie es la misa. Lo que cambia son los matices culturales y la expresión verbal y corporal, pero la esencia se mantiene. Y en nada es más obvia la estulticia de estos especímenes que en el combes de la relación hombre – mujer.

Recién fui testigo presencial del devenir de una de esas relaciones, aunque la descripción correcta sería: del intento de relación por parte de uno de esos especímenes.

El hombre en cuestión es un junior de la tercera edad. Es un hombre que frisa los sesenta años de edad pero que se comporta como si tuviera veinte.

Es el típico hombre espejo. Buena parte de su rutina la ocupa el espejo. Posa ante él e intercambia con su imagen miradas de admiración. Muestra sus bíceps, su trapecio y demás etcéteras del orangután.

No estoy cierto de lo que voy a enunciar a continuación, ya que poco he platicado con él, pero me imagino que cuando se observa en el espejo, se observa con la vista deforma, ya que lo que él ve es muy probable que no lo vea nadie más y mucho menos ellas.

No en balde los hombres, en ese poco / nulo entender a las mujeres, nos pasamos la vida construyéndonos para ellas, para encontrar que terminamos dándoles gusto a ellos, no a ellas. Veamos el caso de los gimnasios. Ellos quieren ser como Arnold Schwarzenegger, no obstante dudo que haya una sola mujer que quiera ser como Arnold o que se sienta fuertemente atraída por él. Ellas buscan cosas muy diferentes a las que nosotros trabajamos.

Es muy posible que el junior de la tercera edad del que habla este artículo no se vea a si mismo tal cual es, cosa muy común en el género masculino. Lo más probable es que él se vea a sí mismo tal como él cree es o como él cree que esta. Es decir, cuando se ve en el espejo, ve la idea que tiene de sí mismo, más no la realidad.

Es el clásico hombre que gesticula y emite sonidos guturales de altos decibeles con la intención de que las mujeres que están en el gimnasio lo volteen a ver, lo cual si hacen, pero no en la forma que él quisiera.

El orangután y la dama.
El junior de la tercera edad fijo su mirada en una mujer de cuatro décadas que va al gimnasio. La dama en cuestión lo saludaba como a cualquier otro, sin poner énfasis en el saludo y sin brindarle una atención especial.

Las pláticas y comentarios de esta siempre giran en torno a su familia (esposo e hijos) y a sus creencias y motivaciones. Pudiéramos decir, sin ánimo de ser irrespetuoso pero si para darles una idea de la dama en cuestión, que toda ella huele incienso, mirra y agua bendita.

Jamás ha dado motivo ni a él ni a persona alguna en el gimnasio para que su cortesía y educación social se  interprete como otra cosa. Saluda a todos por igual y si bien es cierto que plática más con sus coetáneas que con los hombres, también lo es que es muy amable y educada con ambos géneros.

Es una mujer muy bella y con una geografía corporal extraordinaria, lo cual ha hecho que un buen número de orangutanes oscilen y graviten alrededor de ella, no obstante ella, dama al fin, se muestra educada y amable con todos manteniendo limites muy definidos en lo concerniente a la convivencia e interacción social.

Mi ir y venir a este gimnasio es irregular,  ya que solo acudo a él cuando estoy en dicha ciudad. Sin embargo por razones de trabajo me tuve que quedar poco más de diez días bancarios en el lugar, lo que me permitió ser testigo presencial del desencuentro que se suscitó entre el orangután y la dama en cuestión.

En fechas recientes apareció en el escenario un hombre que está en sus últimos cincuentas o primeros sesentas. Es una persona educada, seria y poco dada a las palabras, no obstante lo poco que aporta al medio ha sido más que suficiente para que propios y extraños nos demos cuenta de su nivel cultural y de su educación.

No es un hombre que se distinga de manera sobresaliente por sus atributos físicos, sin embargo su trato y locución lo distingue y separa de los demás. En lo personal he tenido la oportunidad de intercambiar algunas palabras y temas con él. Ambos estamos en el mismo giro de negocios (finanzas internacionales) lo cual nos llevó a platicar un poco más que los demás.

En una ocasión la dama arriba mencionada le brindo un hasta mañana y este respondió con un Dios quiera. Esta, fiel a su fe y creencias, le pregunto sobre Dios y dio la casualidad de que ambos acudían a la misma congregación pero en diferente locación.

De ahí en adelante el devenir en el gimnasio entre ellos dos fue de un constante intercambio dialógico sobre conocidos comunes, los pastores de su iglesia y demás miembros de su congregación. El trato empezó a ser más familiar entre ellos, manteniendo una línea de respeto en su relación pero con un buen intercambio entre ambos. El tema siempre era el mismo: su fe.

El eslabón perdido del que hablo líneas arriba, observo el devenir del acercamiento entre ambos, así como el trato que se gestó entre ellos, lo cual a todas luces le incómodo. Empezó a hacer comentarios acres al respecto. Primero en son de burla hacia el recién llegado y después hacia ambos.
Todo iba a bien hasta que poco a poco fue siendo más hostil su trato y más despectivos sus comentarios. Y todo porque la dama de su interés le brindaba su atención a otro y no a él.

El tema en cuestión no es el hecho en sí, sino el comportamiento del espécimen y la envida como tema fundamental.

Como ya comentamos, un junior de la tercera edad es aquel hombre que se encuentra en sus terceros veintes y se comporta como si tuviera veinte. El ridículo es mayúsculo. Lo que se ve bien en un hombre de veinte, se ve muy mal en uno de sesenta.

Su inmadurez, su lenguaje, sus ambiciones y fantasías no corresponden a la edad. Sigue persiguiendo quimeras y actuando como si todas las mujeres del mundo suspiraran por él. En lugar de trabajar su personalidad, su cerebro, su mente, su lenguaje y su quehacer patrimonial y empresarial, se enfoca única y exclusivamente en su cuerpo, en sus conquistas y en el cumulo de mujeres que según él están detrás de él.

Es notorio a todos que en lo referente al desarrollo empresarial y patrimonial se siente menos que los demás. Nunca trae dinero. A todo el mundo le pide quinientos, mil o más dólares, solo para salir del apuro. Y no obstante que el otro es un hombre exitoso en lo suyo, éste ha vertido sobre él todo tipo de comentarios despectivos e hirientes.

La envidia es el homenaje que la mediocridad le rinde al talento.
Me voy a centrar en el tema de la envidia, ya que esto fue lo que más me llamo la atención.

Como ustedes saben la ventaja de ser inteligente es que uno puede fingir ser tonto, mientras que lo contrario es imposible.

El espécimen en cuestión, no conforme con su imbecilidad, la anuncia. En otras palabras, hizo público lo privado. Y lo cierto es que nada valoramos más que a un naco anónimo. No obstante él prefirió ser público, vertiendo sobre el otro un cúmulo de comentarios en los que el común denominador fue la envidia y su propia estupidez.

La envidia es una emoción propia de la gente pequeña.
La palabra envidia viene del latín: invidere – invidio: mirar mal a los otros. 

El envidioso es, por definición, el mayor de los ignorantes, porque vive bajo el engaño de no saber apreciar sus propias capacidades.

La envidia se alimenta del deseo hacia lo que el otro es o posee. Y solo puede sentir envidia hacia ese otro, aquel que en pleno desconocimiento de lo que es como persona, pretende ser o aproximarse a lo que el otro es o a lo que el otro posee.

En otras palabras, solo siente envidia aquel que no conforme con lo que es, se afana en ser una caricatura o una mala copia de aquel en el que centra sus afanes.

El Yo del envidioso se sitúa, sin fundamento alguno, por encima del Yo de los demás. Unos demás a los que infravalora y desprecia aun cuando las capacidades de estos sean significativamente notorias, sino para él (que no las quiere ver), sí para los demás.

No es extraño por ello que el que está verde de envidia ponga a los otros verdes, y no por cuestiones ecológicas sino porque sobre enfatiza lo que él hace para hacer notar su valía. Esta es una de las razones de sus gritos de esfuerzo que hace en el gimnasio para llamar la atención.

La otra cosa que hace el envidioso es desestimar lo que el otro hace con el fin de que lo suyo, sin importar su valor o contribución, se dimensione por arriba de su propia valía.

Esto lo lleva ineluctablemente a caer en un estulto juego de dobles comparaciones en las que el objetivo es exaltar lo suyo, despreciando o demeritando lo ajeno.

 Juego, en el que sin querer, termina perdiendo ante los ojos de la persona de su interés, ya que lo único que resulta de este doble juego, es que pone en evidencia sus carencias y temores, elementos, que si él no hace públicos, es muy posible que pasaran desapercibidos, mejorando con mucho sus posibilidades con la persona en cuestión y con los demás.

Si su objetivo es llamar la atención de la persona deseada, no es la envidia la mejor forma de lograrlo.



jueves, 4 de agosto de 2016

¿Y si todo fuera mentira?

Parece que ese es el gran problema de muchas personas… La duda de que todo sea mentira. De que el amor de su vida no sea verdad, de que los dioses sean un cuento que ha venido mutando en el devenir del tiempo, de que sus padres no sean sus verdaderos padres, de que el otro o los otros no le quieran como ellos les quieren, de que los amigos no sean amigos y solo estén por interés, y así como estas una suma de etcéteras más de los que se duda que sean verdad.

La realidad es que lo único que uno les puede decir es: ¡No se preocupen! A nadie le importa si todo lo que les acontece es una mentira. Qué porque a nadie le importa… Pues porque todos vivimos en nuestra muy particular mentira. Todos le metemos un poco de ficción a nuestra realidad.

De hecho todo lo que hemos inventado lo hemos hecho con la finalidad de paliar la realidad. De instalarnos en una mentira que nos haga más amable y llevadera la vida. Así inventamos la religión, la política, el trabajo, la familia, la sociedad, el arte, el cine, la danza, la pintura, el maquillaje, la fotografía, la literatura, la música, comedia y todos los etcéteras que se puedan imaginar.

Luigi Pirandelo (1867 – 1936), filósofo italiano célebre por su inteligencia y sarcasmo, acuño una frase que explica muy bien lo anterior. Él decía: “Así es, si así os parece”.

Un ejemplo de ello es la famosa frase que el Papa Alejandro VI (Roderic de Borja) le escribe a Pico della Mirandola (de la orden de los Dominicos). La frase en cuestión dice así: “Desde tiempos inmemorables hemos sabido lo útil que nos resultado esta fábula que inventamos de Jesucristo para gobernar al pueblo”.

La frase, aunque real, fue tomada como falsa y eso es lo que importa, ya que “Así es, si así os parece”

La realidad es que no hay nada más parecido a la verdad que la mentira. Y gracias a la imaginación, al arte, a las letras y a todas las cosas que los seres humanos hemos inventado, es que podemos hoy entender, sin que esto sea un problema, que todo en la vida puede ser verdad y mentira.

Si algo nos enseña la vida en el devenir del tiempo, es que todo puede ser mentira y sin embargo haber sucedido, haber existido y/o ser solamente un sueño. Si no me lo creen, hablen con los ancianos. Ellos, como mañana nosotros, seremos el vivo ejemplo de lo anterior.

Esto que se lee y se ve como una contradicción o como las letras de un esquizoide, tiene una realidad fundamental. Esa mentira que vivimos es una verdad de nuestro interior, aun cuando en esencia sea una mentira.

Por favor no ponga esa cara. No se rasgue las vestiduras. Observe la realidad. Sirva como ejemplo los fotógrafos y la fotografía en sí. Común es que los fotógrafos, profesionales o aficionados (como usted y yo), retoquen sus imágenes o que borren de las mismas el rostro de alguien porque no encaja ahí. Así como usted, los demás
hacemos de todo lo que nos acontece una puesta en escena. Ponemos una dosis de ficción en una realidad que no nos gusta, que la queremos ajena.

Veamos algunos ejemplos emblemáticos:
Es una puesta en escena aquella fotografía de la Segunda Guerra Mundial en la que aparece un soldado ruso en Berlín, en la cual le borran los dos relojes que trae en la muñeca y que seguramente robo de un muerto (o de un vivo). Le borran los relojes porque lo importante no es el robo, ni el que haya hecho del muerto un objeto, sino que lo importante era la imagen de él colocando la bandera rusa sobre las ruinas del Reichstag.

Ese soldado fue un icono del valor, de la honestidad y de la rectitud en la Madre Rusia. Su imagen aparecía en los libros de texto. Todos querían ser él. Un él que estaba muy lejos de lo que la realidad, pero no de la imagen que la fotografía proyectaba. De nuevo: “Así es, si así os parece”.

Como tampoco es cierta aquella fotografía de Capa en la que se ve un partisano español muerto en la guerra civil. La fotografía fue una puesta en escena en la que Capa lo que quería es crearle al mundo occidental una verdad irrefutable a través de una imagen simbólica de algo que no vio, pero que se le contrato para ello. Algo que hoy, debemos reconocerlo, pasa mucho en los medios…

La realidad es que nuestra historia personal, como la del mundo, está llena de mentiras. Mentira es aquella fotografía que al paso del tiempo se convirtió en verdad, en la que se capta ese beso espontáneo en las calles de París capturado al vuelo por Doisneau. Fotografía que solo fue posible gracias al extenuante trabajo de dos actores que ensayaron las veces necesarias (que envidia) para que pareciese casual y furtivo.

¿Está mal? No. No está mal.
¿Es una mentira? Si, si es una mentira, pero es una mentira que nos hace ver la verdad desde la más pura mentira, tal como sucede en la vida real y en la vida de cada uno de nosotros.

La importancia del arte, las letras y de todas las cosas que hemos inventado, es la creación de puestas en escenas que se conviertan en símbolos, en mensajes icónicos que expliquen y den sentido a la vida, a las ideas, a los sentimientos. Es algo que hacemos todos los días con nuestros hijos, amigos y colaboradores. Son historias falsas que creamos y editamos con el fin de que sigan vivas para siempre, porque en su centro vive la auténtica verdad. Ya sea que está esté escrita por Cervantes o por cualquier escritor o creador anónimo como el que esto suscribe.

El objetivo es crear una puesta en escena que nos alcance y nos hiera para siempre (que otra cosa es el amor), para toda nuestra vida e incluso para toda nuestra muerte. Porque la puesta en escena, que en sí es un arte, es la más bella forma de mentir que tenemos los seres humanos. Es la forma que tenemos de contar la verdad a través de tantas mentiras como días han existido.

Lo cierto es que preferimos la mentira a la verdad porque suele ser más real, más auténtica, más humana. Sobre todo si esta está bien contada. La realidad es que la historia de todos está llena de mentiras. Algunas más bellas que otras pero mentiras al fin.

Un ejemplo de ello es el arte en sí…
Ahí están las esculturas de Rodin que parece ser que no las hizo él sino su amante Camille Claudel (la hermana de Paul Claudel) encerrada por su “locura” y borrada de la historia.
Ese urinario o “Fuente” de Duchamp que él no necesariamente creó pero que está a su nombre ya para siempre.
Esos cientos de pinturas atribuidas o directamente certificadas a nombre de artistas que nunca las pintaron, que fueron hechas por discípulos, alumnos, ayudantes, que nunca conoceremos, y no todas de fechas antiguas. De hecho algunas de ellas aún están calientes en los talleres de los artistas sin nombre.
Solo en Estados Unidos existen dos mil quinientas obras de Renoir certificadas ante notario, de las mil quinientas que pinto en toda su vida.

¡Qué bella eres mentira cuando te llamas verdad!
Hay historias increíbles que, al parecer son verdad. Como la de una niñera cualquiera en una gran ciudad que aunque en vida nunca vendiese ni publicase foto alguna, a los dos años de su muerte ya ha expuesto en todo el mundo, y se han publicado libros y realizado documentales sobre ella y su obra.

Si alguien les cuenta que un coleccionista que ni usted ni yo conocemos compró unas fotos suyas en un mercadillo (o se las encontró casualmente) en París o Amsterdam o Nueva York y la encumbró como una de las figuras de la Street Photography norteamericana, pueden pensar que es una versión moderna de la Cenicienta, o tal vez un cuento chino, pero ¿y si es verdad?

Y qué decir de toda esa gente que se encuentra un Goya, un Picasso e incluso un Morandi entre los trastos viejos del abuelo, que estaban en el desván de la casa del pueblo olvidadas y abandonadas y que un buen día aparecen para enriquecer al pobre e inocente heredero. “Cosas veredes amigo Sancho”, cita que todos atribuyen al Quijote y que no aparece ahí, sino el Cantar del Mio Cid.

Pero hoy, en vez de dudar entre molinos o gigantes, se duda entre el Photoshop y la edición; entre la verdad y la mentira; entre galgos o podencos, sin saber que si no son lo mismo poco se llevan de diferencia, tan poca que no se les distingue y que a nadie le importa.

Cuando a Picasso le presentaron una obra falsa, saco una pluma y la firmó, “es tan buena que merece ser mía”, dijo, convirtiendo a la pobre fregona en princesa, a un lienzo cualquiera en un Picasso, a la mentira en verdad, a la fea en la reina de la belleza.

Nosotros, como él, vivimos creando nuestros Picassos a sabiendas de que son mentiras que merecen ser verdad, ya que todos y cada uno de nosotros nos refugiamos en la verdad profunda de nuestras mentiras.


Ellas nos salvan y nos dan una razón de ser. 

miércoles, 3 de agosto de 2016

El oído de la mujer.

En fechas recientes escuche a mis hijos hablar de mujeres y de lo docto que eran dos de ellos para enamorarlas. El tercero (más inteligente) se dedicó a observar y escuchar. No emitió opinión alguna, aun cuando tenía una postura clara al respecto.

El menor de los tres (16 años) es un seductor nato. Es un hombre que entiende a la perfección que la capacidad de seducción esta intima ligada a la necesidad del seducido. Seductor es aquel que tiene la capacidad de identificar la necesidad del seducido y ofrecerle, en función de su necesidad, lo que busca y necesita. Y mi hijo, sin lugar a dudas, posee esa capacidad en grado sumo. Es comentario, no envidia.

Aunado a ello diré que es muy carismático y que tiene el donde caer bien. Tiene un excelente sentido del humor, amén de poseer la rara habilidad de reírse de sí mismo. Desde pequeño mostró una fuerte inclinación al tacto. No tocaba a su madre, la acariciaba y lo mismo hacía con todas las mujeres que lo cargaban. Esta natural inclinación se ve hoy exacerbada por el impulso hormonal de la adolescencia, lo cual le lleva a gravitar más hacia al tacto y contacto de la piel.

El mayor de ellos (20 años) posee una vanidad intelectual que lo desborda. En él cabe la broma de que nunca obtuvo una nota de 90. Sus notas siempre han oscilado entre 96 y 100, las cuales, para colmo de la personalidad, obtiene con relativa facilidad. Se considera un experto en casi todo y no porque lo sea (está muy lejos de serlo), sino porque se documenta para poder fundamentar sus afirmaciones. Algunas de ellas erróneas por criterio de selección y otras tantas acertadas por la misma razón.

El de en medio (18 años) es un pragmático que busca la nota como objetivo, ya que esta le permite acceder a las becas que necesita para poder estudiar en las escuelas que quiere y que van acordes a sus objetivos empresariales. Este es taciturno, reservado. Poco nada habla de sus objetivos, pero siempre logra lo que se propone.

El menor de los tres es un hombre que gravita hacia las mujeres. Lo cual de suyo ha hecho que tenga un sinfín de relaciones y que logre, gracias a su carisma y encanto, terminar bien con todas ellas. Aun cuando en la mayoría de los casos, estas terminan por la aparición de otra mujer.

El mayor tiene una relación que supera los dos años y si bien es cierto que mantiene el ojo atento a otras mujeres, también lo es que respeta su relación.

El de en medio tiene una relación próxima a los dos años y fundamenta su relación en dos pilares: espacio y fidelidad. Ambos están en la misma Universidad, por lo que tienen especial cuidado de no tomar clases juntos. Lo que les permite tener su propio círculo de amigos y su propio espacio. Por otro lado cabe mencionar que él es fiel por convicción y por pragmatismo, ya que no le gusta perder el tiempo en lo que no es.

Esta disgregación aparentemente ociosa, tiene como fin ilustrar las diferentes personalidades de los actores de la discusión. El tema entre los tres era el de cómo enamorar a una mujer.

El menor de ellos, que no cree en la reencarnación, pero que fiel a sus contradicciones sospecha que él es la reencarnación de Don Juan Tenorio, esta cierto de que es su natural encanto lo que hace que las mujeres a las que pretende se rindan a sus pies. Lo cual me es menester reconocer que hasta el día de hoy ha resultado cierto, como cierto es el hecho de que esto va a cambiar conforme avance en edad y espectro, ya que se topará con un sinfín de mujeres que serán ajenas a su carisma y gracia. Lo que hará que se cuestione, si es que eso llega a suceder, si todo está subordinado a ello o hay algo más en el proceso de enamoramiento de una mujer.

El mayor de ellos está seguro de que es su inteligencia sin par, lo que hace que las mujeres lo busquen y asedien, ya sea para que les ayude en sus procesos académicos o en sus devenires intelectuales o psicológicos. Él, huelga decirlo, no tiene el erotismo ni la gracia del menor. Tampoco posee la simétrica y varonil figura del pragmático, y si bien es cierto que tiene una figura varonil, también lo es el hecho de que está muy lejos de la de su hermano inmediato, por lo que ha centrado su estrategia en el quehacer intelectual.

Es, me queda claro, inteligente y decidido, no obstante en los devenires del amor, siempre hay algo más que la burda inteligencia, cosa que, sin lugar a dudas, ira descubriendo al paso del tiempo.

El pragmático, que compite en atletismo y levantamiento de peso, no emitió comentario alguno, por lo que no puedo decir nada más que el hecho de que él piensa que es el trato y no el encanto lo que enamora a una mujer.

Al final decidieron incluirme de manera activa en su debate, por lo que me pidieron una opinión. Les hice saber que en eso, como en todo lo que tiene que ver con el combés de lo humano, no hay una causa única, sino una suma de causas en donde definitivamente el carisma, el encanto, la geografía corporal, la inteligencia y el trato, eran factores determinantes en el proceso de enamorar una mujer.

Mi sentencia, claro está, le daba una parte de razón a la postura de cada uno de ellos, pero no subía a la palestra mi opinión personal. El reclamo no se hizo esperar por lo que me vi en la necesidad de definir una postura.

Lo primero que aclare con ellos es: si lo que se estaba discutiendo es el cómo enamorar a una mujer o cómo conservar a una mujer. Ya una vez definido que el tema en sí era el de enamorar en su primera etapa, más que el de conservar, me aboque a contestar.

En el proceso de enamoramiento entran una suma de causas: la personalidad, la inteligencia, el éxito, el carisma, el sentido de humor, el trato, la elegancia, el atractivo físico y demás etcéteras que conforman el proceso humano. No obstante lo cierto es que cada una de estas causas por si solas son insuficientes y de corta duración, ya que el influjo de ellas demanda de la presencia constante del emisor.

En el amor la que escoge es la mujer.
Por supuesto que hay otras variables que normalmente no consideramos, como por ejemplo el hecho de que siempre son ellas las que escogen, rara vez son ellos los que eligen (muy rara vez).

Lo común es que ellas elijan al hombre que les interesa. Y conscientes de la opacidad visual y cerebral que padece el género masculino en estos menesteres, le mandan un conjunto de sutiles reactivos para ver si este responde. En caso de que este no responda, ya sea porque no le interesa, porque está muy bruto o porque en realidad necesita ayuda, ellas, dispuestas siempre a ayudar al hombre para que no se pierda esa magnánima oportunidad, le dan otra u otras oportunidades, solo para estar ciertas de que la razón por la cual no responden es cerebral y no falta de interés.

Así, cuando una mujer se decide por un hombre, no hay poder humano que la desvié de su  objetivo, pero esto es algo que él no sabe. Tan no lo sabe, que puede llegar a creer que es él, el que la eligió y conquisto, gracias, claro está, a eso que él supone que son sus innegables encantos.

Es importante que esto se quede así. Es decir, esto que todas ellas saben pero ellos no, se quede así. Sin que nosotros nos enteremos. Sin que nos lo hagan saber. Siempre es bueno que nosotros pensemos que ellas son las elegidas y conquistadas y no al revés. Es algo que alimenta de sobremanera nuestra fatua vanidad.  

El amor es una decisión.
El amor, como todos saben, es una decisión, no un sentimiento…
Es una decisión que se convierte en sentimiento. Y en este proceso de decisión, son ellas las que deciden quién será el afortunado que tendrá su atención. Y cuando alguno de ellos, dada su apatía, incapacidad o brutalidad se distinga por su falta de respuesta, ellas, siempre sabias, pensaran que es él el que se lo pierde y ellas las que se lo ahorran.  

El oído de las mujeres.
Las mujeres, les decía yo a mis hijos, tienen el corazón en el oído.
Cierto es que el ojo quiere su parte, no obstante la realidad es que el ojo de la mujer, siempre termina subordinado al oído. Este le aconseja que ver y como ver lo que ve.  

Así pues, le decía yo a mis vástagos, a la mujer se le enamora por los oídos, no por los ojos.  La piel atrae la mirada, pero no la retiene. Es el oído, primero, y el acto, después, lo que hace que la mirada se retenga. En otras palabras, es el decir del hombre lo que hace que una mujer se fije en él o lo deseche.

Es importante aclarar que hasta este momento solo estamos hablando de la retención de la mirada y de la atención de la mujer. Enamorarla, demanda de más cosas, pero el decir es una de las más importantes y más si este decir va de la mano con un congruente hacer. Tan es así, que en el amor es más importante el cómo te amo (la forma, el acto) que el simple te amo (la palabra).

Sin lugar a dudas el contenido es importante (figura, rostro, cuerpo y demás atributos físicos), pero no más que los continentes (el pensar, decir y hacer del otro).

Había un viejo adagio que decía que al hombre se le enamora por estómago, lo cual seguramente termino haciéndonos panzones a todos. Pues bien, si al hombre se le enamora por el estómago (lo cual es falso), a la mujer se le enamora por el oído (lo cual es cierto).

Un hombre puede no ser físicamente agraciado y sin embargo tener a su lado a una belleza de mujer, ya que esta le hará más caso a su oído que a su vista. La vista siempre termina distorsionada por el oído…

En otras palabras: si usted enamora por el oído a una mujer, esta, aun cuando usted sea la reencarnación de Cuasimodo (como es mi caso), terminara diciendo:

Si es feo, pero no tanto…
Es bien lindo…
Y todo gracias al oído de la mujer.


martes, 2 de agosto de 2016

Autobiografía de un cuadro.

¿Sí yo fuera cuadro?
¡Interesante pregunta! 

¿Si yo fuera cuadro qué?
Definitivamente no tendría injerencia o decisión sobre mí mismo.

Ciertamente ya estaría hecho, firmado. Probablemente enmarcado o, en el mejor de los casos, colgado… ¡Colgado! Que fuerte palabra.

Colgado como los mártires ó los más grandes traidores, y sin embargo, por difícil que esto pueda parecer, para mí no habría mejor destino que el de estar colgado.

¿Irónico no? ¡De acuerdo! Pero la vida es así, es un ejercicio de pesos y contrapesos. Lo que es una bendición para unos es una maldición para otros, pero dejemos de lado esta pequeño dislate para abocarnos al tema que nos compete: ¿Si yo fuera cuadro qué?

Me queda claro que opinar sobre mis colores, luces y sombras, formas y elementos, estilo, corriente y demás etcéteras pictóricos, es un ejercicio pueril e insustancial.

Nada hay que opinar. Ya estoy hecho. Colgado. Terminado. Lo que opine no cambia lo que soy. No me hace más, no me hace menos, sin embargo hay algo que si me es esencial, pues ahora tengo una posición privilegiada: observar al que me observa, criticar al que me critica, determinar al que me determina.

¿Paradójico?
¡Sí! De acuerdo. Pero qué le voy a hacer. Así es como funciona el conocimiento de uno mismo. Nos conocemos a través de los ojos de los demás… Cuando me ven se ven. Cuando les veo me veo. Así, yo, al igual que ellos, sólo me llego a conocer a través de ojos de los demás.

Como cualquier otro cuadro mi destino es vagar entre los amos y los proxenetas, entre los admiradores y detractores.

Voy a migrar de los ortodoxos y críticos analíticos hasta los esnobs triviales y complacientes. Viviendo y pernoctando en una gran cantidad de escenarios, roles y conciencias.

Y llegaran también, como sino ineluctable de la vida, los más temidos de todos: los indiferentes. Esos que por momentos me harán sentir que no existo, porque curiosamente mi existencia depende de la pasión ó del temor que yo inspire, de la curiosidad o desagrado. De la sublimación o la censura. De tal forma que yo, como ustedes, existo en la medida y forma en la que existo para los demás.

No obstante tengo, por muy aciago que esto parezca, compensaciones y beneficios que difícilmente se les revelan a los demás. Pues a mí se me presenta la posibilidad de dar testimonio de un hecho infrecuente: el de ser testigo de un desfile intemporal e interminable de figuras…

De conciencias…
De inteligentes y retrógrados…
De personajes y fantasmas.

Creo que hasta el mismo Freud me envidiaría, porque yo, a diferencia de él, tengo todo el tiempo del mundo para hacerlo.

Sé que suena egoísta y arrogante, pero esa no es mi culpa, es de mi autor. Autor que rompió mi inmaculada castidad con violentos y certeros trazos. Que me vistió de colores y desnudo de mentiras mi alma de algodón. Que me agredió y acaricio. Que extasiado e intuitivo, frenético y seductor, conmovido o exasperado, por un buen rato enajenado de sí giro a mí alrededor.

Él fue el que me volvió loco. Para terminar después postrado a mis pies... Inclinado, como haciendo reverencia para dejar lo único que le pertenece, su nombre, su firma.

No sé dónde me quede o a qué lugar me vaya, sin embargo acabo de descubrir mi verdadera vocación, seré, perennemente, un coleccionador de espectadores.  

Firma.

Un Cuadro.