Entre más
alta es la cima a la que hemos llegado, más vasta será la cifra de enemigos y
malquerientes.
Luis XIV
se vio en la necesidad de nombrar un Ministro, para lo cual era menester
escoger al candidato entre doce de sus más allegados colaboradores. Al elegir y
nombrar al que fungiría como Ministro, emitió la siguiente sentencia: nominado
está, de aquí en adelante me habré ganado once enemigos y un traidor.
En el
ejercicio del poder, como en la vida misma, es inevitable que el devenir de
nuestras decisiones nos arroje una ingente cantidad de acuerdos y desacuerdos.
Los primeros de corta memoria duración y los segundos de larga memoria y
duración. Así pues, es imposible no tener enemigos y traidores. Estos son inherentes
al quehacer biográfico y entre mayor sea el rango y el poder de influencia de
la persona, mayor será el número de personas que deseen su mal.
Lo mismo
aplica para nuestro propio devenir. Habrá gente que nos rechace. Algunos de ellos
de manera cortes y elegante, otros de manera hiriente y despectiva, lo cual, si
nuestra auto estima es poca, nos hará sentir un odio estulto que nos lleve a
buscar una venganza que no satisface a nadie, ni a nosotros mismos. No
olvidemos que la venganza se disfruta más en su planeación que en su ejecución.
No
obstante cabe aquí preguntarnos: ¿porque hemos de odiar a aquel que por natura
se quiere más a sí mismo que a nosotros mismos’ ¿Nos es acaso algo natural el
que la persona vea primero por ella que por nosotros? En artículos anteriores
hemos dicho que la premisa antropológica más importante de la vida y de los
negocios, es entender que en la vida
nadie quiere lo que tú quieres, y el que quiere lo que tú quieres, no lo quiere
como tú lo quieres.
Una
persona que piense que su pareja quiere lo mismo que ella, es una persona que
tendrá constantes problemas con su pareja, pues ésta, si es una persona normal,
tenderá a quererse más a si misma que a su pareja. Lo mismo pasa en el combés
empresarial, social, político y en todos los etcéteras del quehacer humano.
Pensar que el otro quiere lo mismo que nosotros es una ingenuidad que raya en
la estulticia y que nos causará una ingente cantidad de problemas y
decepciones.
Por otro
lado está el hecho cultural. Las instituciones de nuestro entorno: iglesia,
familia, escuela y demás etcéteras sociales; nos dicen que debemos perdonar a
los enemigos, pero nada nos dicen de los amigos, que es de donde emana la
traición.
La
traición siempre viene de los amigos. Y nada nos incita más a la venganza que
el sentirnos traicionados. La traición es algo que está en el campo de las emociones.
No hay traición que pase el filtro de la razón. Si analizáramos esta desde la
más estricta razón, descubriríamos que esta obedece a la naturaleza del otro.
Nos sentimos traicionados cuando el otro no logra traicionar su naturaleza,
para hacer lo que deseamos y queremos que haga.
El
sentimiento de venganza que emana de la traición es tan estulto, que lo primero
que debiéramos reconocer es que lo que nos mueve no es la afrenta en sí, sino
que el ánimo de lograr el arrepentimiento del otro.
La
realidad es que solo se centra en la venganza aquel que no tiene nada mejor que
hacer, lo cual de suyo es muy penoso, pues esto quiere decir que la persona
agraviada no tiene retos presentes y futuros más relevantes que el de la estulta
venganza.
Cuando se
es tan más, se necesita tan menos.
Una
persona consciente de su valía y de lo que tiene que hacer, no va a gastar tiempo
y energía en odios y venganzas. Es tanto lo que tiene que hacer y tan poco el
tiempo para hacerlo, que sería paranoico y estulto gastar tiempo en algo que no
nos lleva a nada.
Cuando se
sienta agraviado, recuerde que es de lo más normal. Que tiene derecho a
sentirse mal, pero no a consentir su mal. El otro, como ya lo comentamos, siempre
se querrá más a sí mismo que a usted, amén de que el descuerdo y divergencia de
querencias y metas se ira haciendo más grande en la medida en que ambos vayan
madurando y definiendo su horizonte y futuro.
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