A
finales del siglo XIX se le empezó a dar un énfasis generalizado a la
educación. Esto no quiere decir que antes no tuviera importancia, sino que esta
estaba circunscrita a una determinada clase social. Las clases populares tenían
acceso hasta cierto nivel de educación. Su realidad los obligaba a dejar la
escuela para participar en el sostén de la familia y pocos eran los que
continuaban sus estudios.
El
siglo XX la educación se democratizo, extendiendo sus beneficios a todas las
clases sociales, al grado de que en la actualidad el número de graduados excede
año a año a la capacidad de las empresas para darles cabida en el mercado
laboral, lo que poco a poco va a ir incidiendo en nuevas y mejores formas de
empleo y auto empleo.
Mitos
y realidades de la educación.
Hoy,
cien años después de que se inició la revolución educativa, nos es menester
hacer un alto en el camino para cuestionarnos qué tanto sabemos de la
educación.
La familia, educación y medio ambiente son instrumentos que atemperan o magnifican la genética. Lo que manda es la genética y esta no se puede modificar. Lo que sí se puede es administrar la genética, y esto se logra a través de los medios arriba mencionados: familia, educación y medio ambiente.
Don
Miguel de Unamuno (1864 / 1936), quien fuera rector de la Universidad de
Salamanca, posee varias anécdotas sobre la educación que vale la pena comentar.
Nos centraremos en dos de ellas.
Un
día le preguntan, en su calidad de experto en educación, que a qué edad es
conveniente empezar la educación de los niños, a lo que de inmediato responde: cien
años antes de nacer.
Lo
que el Dr. Unamuno quería enfatizar con su respuesta es que los limites y
potencias de un individuo, se empiezan a gestar tres generaciones antes de su
concepción. Las combinaciones genéticas de sus bisabuelos, abuelos y padres,
son las que determinarán los límites y potencias del individuo. La educación
ayudará a potencializar o minimizar lo que ya está ahí: su genética.
La
segunda anécdota es similar a la anterior… Año tras año Don Miguel de Unamuno
recibía a los estudiantes de carrera, maestría y doctorado para darles la
bienvenida a la Universidad de Salamanca, y conminarlos a desarrollar al máximo
sus capacidades académicas e intelectuales. Al término de su arenga se
despedía de ellos con el siguiente recordatorio: por último les quiero
recordar que lo que Madre Natura no da, Salamanca no otorga.
Con
esto lo que les quería decir es que el que entra bruto, sale Honoris Bruto. Con
un título profesional o de grado, pero bruto al fin.
Los
títulos por si solos no son garantía de que los educandos van a triunfar en la
vida. Lo que determina el grado de éxito o fracaso del individuo es su genética
(madre natura) y lo que con ella haya hecho.
Los
títulos sirven para llenar vanidades y panteones.
Los
panteones por eso llaman así; pan-theum:
lugar de muchos dioses, porque ahí es donde van a parar todas nuestras
vanidades, incluidos nuestros títulos universitarios.
La
burguesía previa al siglo XX, aspiraba a lograr que uno de sus hijos llegara a
ser Conde, Duque o Barón, ya sea vía méritos propios, comprando el título o
casándose con un noble. Aspiración que se vio truncada de raíz en el silgo XX,
por lo que mutamos nuestras aspiraciones a otros tipos de títulos.
Como
nuestros hijos ya no podían aspirar al título de Conde, Duque o Barón, nos
volcamos a que lograran el de Ingeniero, Médico o Abogado. Lo cual no estaba
del todo errado, ya que hace algunas décadas el título universitario era
promesa de un futuro mejor. No obstante en la actualidad el título se ha vuelto
un producto genérico, si lo tienes no pasa nada, pero si no lo tienes te
afecta.
La
realidad es que la familia, la escuela, el medio ambiente, los viajes, la
atención personal y toda esa suma de etcéteras que están sobre valoradas, son
importantes, pero solo hasta cierto punto. Ya que todas estas cosas para lo
único que sirven es para ayudarle a la persona a lograr una mejor
administración de su genética, ya sea refrenado sus lados grises o magnificando
sus luces, no obstante será su carga genética la que determine que tanto podrá
refrenar o magnificar lo que ya está ahí.
La
inteligencia es la falsa medida del hombre.
Hay tantas
inteligencias como hombres hay. Los Test de inteligencia miden unas cosas y
marginan otras. No obstante nos es menester tomar el Cociente intelectual como
medida para poder explicar lo enunciado: la inteligencia es la falsa medida del
hombre.
Si el
CI (Cociente Intelectual) de una persona es de 80… Su familia, escuela, medio
ambiente, viajes y la suma de etcéteras ya mencionadas, le servirán para
expresar al máximo su CI de 80, marcando una clara diferencia con ese otro
congénere que también tiene un CI de 80, pero que no contó con las herramientas
adecuadas para llevar su 80 a una máxima expresión.
Así
pues, los dos tienen un CI de 80, solo que uno de ellos contó con los medios
adecuados para llevar al máximo su CI y el otro no, no obstante ambos poseen el
mismo nivel de CI (80%). Lo que marca la diferencia entre uno y otro no es la
inteligencia, sino la expresión de la misma y es justo en esto, en la expresión
de la inteligencia, donde influyen la familia, educación y medio ambiente.
La
crianza, educación, medio ambiente, viajes y toda esa suma de etcéteras, no
modifican la inteligencia. Lo que hacen es brindarle herramientas para que esta
se exprese mejor.
Por
otro lado en el ámbito empresarial nos es común ver a muchas personas que no
poseen un título universitario, pero que tienen en su nómina una gran cantidad
de profesionistas, masters y doctores. Son personas con una carga y combinación
genética que les permite sobreponerse a su entorno más allá de la crianza,
educación e instrucción, y construir para sí, el medio ambiente que su genética
necesita para expresarse a su máxima potencia.
Hemos
confundido el término inteligencia.
Le
llamamos inteligente a ese que en apariencia sabe mucho, pero se nos ha
olvidado que saber mucho de algo, no nos convierte en ese algo. De hecho es
común que en la academia, empresas y negocios, nos topemos con gente que está plenamente
consciente de la superioridad de su saber y frustrada de la inferioridad de su
poder… De nuevo, saber mucho de algo, no
nos convierte en ese algo.
La
inteligencia no tiene que ver con los estudios, tiene que ver con la genética y
con los medios que la amplían o restringen. Por ello es que la familia,
escuela, viajes, medio ambiente y demás etcéteras son importantes, ya que la
calidad, presencia o carencia de estos, posibilitan o imposibilitan el acceso a
herramientas que magnifican la expresión del ser.
Educación
versus Natura.
Es
importante entender que la educación siempre va contra natura.
Pretender
que el discente se deje educar, es tan ingenuo como pretender que el fugitivo
se deje atrapar. La resistencia es natural. El docente empujara y el discente
frenara.
La
educación es endógena y la instrucción, exógena. La educación pretende modificar
al individuo (de ahí su resistencia) y la instrucción pretende brindarle
conocimientos que no son necesariamente los que él desea (de ahí su
resistencia).
Por
supuesto que los seres humanos nos queremos formar y adquirir conocimientos,
pero lo queremos hacer a nuestro ritmo e interés, no al ritmo e interés de
otros.
Tan
pronto nuestra educación e instrucción obedece a lo que dicta un tercero y no a
lo que nosotros queremos, nuestra naturaleza pone frenos, barreras y obstáculos.
De ahí la estulta necesidad del premio - castigo en el que incurren padres,
tutores, formadores y maestros.
Así
pues, la primera área de oportunidad a considerar es entender que la educación
siempre va contra natura. Por lo que el diseño educativo de padres, formadores
y maestros debiera de ser mayéutico (hacia adentro) y no exógeno (hacia afuera).
Método
mayéutico.
El
método mayéutico parte de una premisa antropológica: la gente solo aprende lo que descubre, no lo que le enseñan.
Lo
que debiéramos hacer es llevar a la gente a descubrir las cosas. El
descubrimiento implica lo que la palabra enuncia: des - cubrir (quitar aquello que oculta) para poder
ver lo que siempre estuvo ahí.
La realidad es que las cosas siempre han estado ahí. Algunas cosas tienen velos que las ocultan o disfrazan, pero al quitarles el velo, des-cubres que siempre estuvo ahí, y lo que es peor es que ya una vez que son visibles, tomas conciencia de que siempre estuvieron ahí. Eras tú, el que por una razón u otra, te negabas a verlas y reconocerlas.
Uno
de los obstáculos del método mayéutico es que estamos acostumbrados a generar
respuestas, no preguntas. Cuando alguien nos pregunta algo, de inmediato
generamos una respuesta, cuando lo que debiéramos hacer es generar las
preguntas que hagan que el otro encuentre las respuestas.
El
método mayéutico se basa en las preguntas, no en las respuestas.
El
objetivo a lograr es hacer una serie de preguntas que hagan que el otro
encuentre las respuestas. En otras palabras, el objetivo es lograr que el otro piense
con su cerebro y no con el nuestro.
Cuando
el otro des-cubre la respuesta, se apropia de ella. Se da un enamoramiento que
le lleva a hacer propio aquello que estaba afuera, y eso que ha hecho propio
permanecerá en él el resto de su vida.
En el método tradicional entregas respuestas, en el mayéutico entregas preguntas… Preguntas inteligentes que lleven al otro a encontrar respuestas.
En
el método tradicional generas conocimiento, pero no se da la adquisición. Lo
que se da es una repetición. La gente repite las cosas, pero no las sabe.
En
el método mayéutico generas sabiduría. La gente sabe las cosas. Las ha
saboreado, introyectado. Las tiene en su sistema. Le son, le pertenecen y por
lo tanto las puede aplicar.
El método mayéutico demanda de que el padre, tutor, maestro o formador tenga la capacidad de enamorar, de generar asombro, ganas de descubrir. Solo así estaremos logrando que el otro no se resista, que no sienta que lo que hacemos atenta contra su natura, sino que al contrario, obedece a ella.
El
método mayéutico demanda mucho de los padres, tutores y formadores. Es un
método mucho más lento que el tradicional, pero es el único que sirve. El único
que a la postre deja una huella en el acontecer biográfico del individuo.