Es
importante entender que una cosa es la pareja y otra el matrimonio. La
pareja, en cuanto tal, va a devenir en matrimonio, pero un matrimonio es muy
difícil que devenga en pareja. La realidad es que matrimonios hay muchos,
parejas, muy pocas.
El
matrimonio es un invento del hombre, no de la mujer.
El
matrimonio, contra lo que se cree, no lo invento la mujer. Lo invento el hombre y lo creo como instrumento de
control. El hombre necesitaba estar cierto de que la prole que iba a alimentar
y mantener era de él y no de otro (pobre ingenuo). Por supuesto que estamos
hablando del matrimonio entre la clase alta, que es donde se inventa la figura
que al paso del tiempo iba a devenir en la idea distorsionada que hoy tenemos
del matrimonio.
El matrimonio en la clase alta era una alianza de negocios, de poder. El amor, el romance y todos esos etcéteras, no figuraban en la unión. Lo importante era minimizar las posibilidades de conflicto, para tal efecto se casaban con alguien prominente del bando contrario.
La
realidad es que no funciono. No en ese aspecto. Todas las guerras que se
hicieron en el mundo hasta antes de la segunda guerra mundial, fueron guerras
entre primos y parientes. La más emblemática de ellas fue la Primera Guerra
Mundial, la cual fue una guerra entre primos.
El
matrimonio, en la clase gobernante, era una asociación o sociedad conyugal
destinada a asegurar la continuidad del linaje, lo que permitía que el poder y
las tierras permanecieran en las mismas manos. La mujer en estas uniones era una
pieza de cambio. Un alfil que se negociaba en aras del imperio o de la paz.
La
infidelidad era el pan de todos los días, principalmente la masculina. Cuando
se intimaba con la esposa no era por el placer de estar con ella, por erotismo
o por amor. Era única y exclusivamente para engendrar.
La
mujer era vaso de recibir, no de dar. Era mal visto tener placer con la esposa
y peor aún el que una mujer quisiera dar o recibir placer. El placer era con
las concubinas, con las Barraganas, pero nunca con la esposa. El placer era
impropio en una mujer decente. Lo decente era que la esposa mandará al esposo
con sus Barraganas. La esposa era una dama y las damas no tenían placer, tenían
hijos.
Esta
creencia estaba tan arraigada que la misma Iglesia fomento la figura de la Barragana.
Las Barraganas eran mujeres con los que los nobles tenían placer y por supuesto
una gran cantidad de hijo, de esos mal llamados ilegítimos, pues hombre nacido
de mujer no puede ser ilegitimo.
Cuando
un hombre y una mujer de la clase alta se casaban, tenían la obligación de
hacer una procesión al día siguiente exponiendo las sabanas manchadas para
demostrar la pureza y virginidad de la esposa. Había quienes para no hacer la
procesión colgaban las sabanas en el balcón a la vista de todo el público. No
exponer las sabanas equivalía a incurrir en el descrédito y repudio de la
mujer, y, en el menor de los casos, en la impotencia del hombre.
Muchos
matrimonios se disolvían debido a que la mujer no podía tener hijos. Está
claro que no siempre eran ellas las que no podían concebir, sin embargo la
responsabilidad de la no concepción recaía siempre en el cónyuge que viniera de
la familia con menor peso político, económico o eclesiástico.
La
figura del matrimonio en el pueblo.
El
matrimonio en el pueblo, tenía otra significación e intención. El
matrimonio en la plebe era una alianza de vida. Era una unión donde el instinto
y la atracción jugaban un papel de primer orden en lo referente a la unión.
Como ya lo hemos comentado en otros artículos, el instinto hacia una persona
tiene una curva de dos años, que es lo que se tarda un ser humano en introyectar
al otro, pasada esta curva lo importante para ambos ya no era el sexo por el sexo mismo, sino la procreación y la vida en común.
Cuando
se daba el caso de que la pareja no concebía, ya sea porque alguno de los dos
no podía, lo común era que ambos siguieran juntos. La concepción no era como en
la nobleza uno de los temas de unión. Entre la plebe el tema era la vida. Esta era tan dura y difícil que ambos trabajaban codo a codo para salir
adelante.
La
tasa de mortalidad infantil era muy alta. Esta se empezó controlar a principios
del siglo XX, pero hasta el siglo XIX, lo común era que ocho de cada diez niños
fallecieran en los primeros diez años de vida.
La
gente se casaba a muy temprana edad (12-14 años), y morían a mediana edad
(30-40 años). La vida era corta y la necesidad mucha. No había tiempo para
andar haciendo otras cosas, por lo menos no en la plebe. La iglesia y la
nobleza que no tenían necesidad de trabajar, eran los únicos que se podían dar el lujo
de hacer otras cosas.
Así
pues, el matrimonio en la plebe era una alianza de vida, en la nobleza una
alianza de poder. A ambos les funciono. Todo se desvirtuó con la llegada del
romanticismo.
El
concepto fallido del matrimonio.
El
romanticismo nace a finales del siglo XVIII como una clara reacción al racionalismo
de los siglos anteriores. En el romanticismo se le dio más importancia a los
sentimientos que la razón. La gente quería escapar de la fría objetividad de la
razón y encontrar en los sentimientos una nueva expresión del yo.
El
romanticismo se consolido en la segunda mitad del siglo XIX, llegando a su
culmen en el primer cuartil del siglo XX (1901 -1925).
Con
el romanticismo se tergiversa el concepto del matrimonio. Lo importante ya no
era el amor, sino el ideal del amor. Lo importante no era el matrimonio, los hijos o
la familia. Lo importante era lograr el matrimonio ideal, tener hijos ideales y
con ellos todo lo demás.
En
el romanticismo es más importante el ideal que la realidad. Lo importante era encontrar al hombre o mujer ideal, no al real.
El romanticismo influye tanto en el imaginario social, que tanto hombres como
mujeres pierden el sentido de la realidad, adoptando un modelo de vida en donde
lo importante no es lo que el otro es, sino lo que el otro debiera ser.
El
concepto del matrimonio emanado del romanticismo, es un concepto que se diseñó
en el siglo XIX, para que funcione en el XX, y que a finales del milenio quedo
claro que no estaba funcionando.
Las
tasas de divorcio crecieron en el mundo occidental a proporciones
inimaginables, generando lenta y gradualmente una nueva forma de relación, al
grado de que a finales del siglo XX, se empezó a gestar una nueva tendencia que
es la que impera hoy. Tendencia en la cada vez es más común que hombres y mujeres decidan
vivir juntos sin necesidad de que medie entre ellos una hoja de papel que
oficialice lo que ellos ya hicieron oficial.
La
pareja.
Para
contestar lo que es la pareja, nos es menester que usted conteste la siguiente
pregunta: ¿Qué es para usted el amor?
Es
importante anotar que estamos hablando del Amor, no del instinto, sexo,
erotismo o fantasía… Cierto que todos estos factores tienen un papel importante
en el amor, no obstante, ya pasada la curva del instinto, sexo y erotismo, la
relación migra hacia una relación funcional o a una relación de amor.
Así
pues, para usted qué es el amor:
Una amistad con algunos
momento eróticos…, o;
Una atracción univoca hacia
una sola persona, con una entrega total
del binomio cuerpo – alma.
¿Cuál
de estos dos escenarios es el que vive usted?
Funcionalidad
o Amor.
La
gran mayoría de las parejas terminan siendo, ya pasada la curva del instinto, una relación de amistad con algunos momentos eróticos.
Son
relaciones funcionales en las que se establece un vínculo afectivo emocional
con el otro, y más si hay hijos de por medio. No obstante es menester reconocer que en estas parejas, el
otro es importante pero no esencial. Lo esencial es lo que tienen que hacer
juntos: criar hijos, educarlos, formarlos, proyectarlos y una suma de etcéteras
más.
Está
claro que estas parejas se quieren, se duelen, se extrañan, etc. No obstante,
si las circunstancias así lo ameritan, pueden, con mayor o menor problema,
vivir separados el uno del otro.
Algunos
matrimonios terminan bien, otros duran toda la vida.
Las
parejas funcionales en donde lo esencial son los hijos y no la pareja, padecen,
cuando los hijos se van, el síndrome del nido vacío. Síndrome que se subsana un
poco con la llegada de los nietos.
Las
parejas funcionales son solidarias y subsidiarias entre ellos. Tienen sus
proyectos individuales y sus fronteras comunes. Son parejas operativas que
pueden vivir juntos toda o casi toda la vida y sentirse muy bien. Muchas de
ellas pueden llegar a creer que son pareja, debido a que ambos comparten por
igual el hacer de la vida. No obstante la pregunta es: ¿realmente son el uno en
el otro?
Hombre
y mujer son autárquicos y opuestos, pero por difícil que parezca,
complementarios.
La
mujer necesita un hombre que le brinde protección física, psíquica y económica.
El
hombre una mujer que le de proyección física, psíquica y económica.
Ambos,
cuando son pareja, se completan y complementan.
La
pareja es un yo extenso.
El
otro es un yo mismo pero mejorado. Estar sin el otro es como estar sin uno mismo.
En
la pareja se le da una alta atención a las emociones y al desarrollo psíquico del
otro. En el matrimonio funcional, muchas de ellas pasan desapercibidas.
En la pareja el otro no es un deber. Es un estar. Emerge. No demanda
esfuerzo, es.
La pareja no solo se sostiene en el tiempo, sino que es progresiva e imposible
de terminar.
En la pareja el otro es una conexión con la vida. Es alguien que con el
paso del tiempo te revitaliza más y más. Lo que el otro es no disminuye con el
tiempo, aumenta, llega a ser consustancial a uno.
El otro, ya sea presente o ausente, siempre está introyectado. Es por
ello que en la pareja no cabe un tercero. La infidelidad en la pareja es
anómala. Tendría que expulsar de su yo al otro para poder estar con otro…
El tema es amplio y pocas las líneas para agotarlo, no obstante deseo
terminar estas líneas con la reflexión que inicie…
Matrimonios hay muchos, parejas muy pocas... ¿Usted, cuantas conoce?
Nos vemos en el siguiente artículo con tema de naturaleza distinta…
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