viernes, 9 de noviembre de 2018

La Residencia y la Choza.


Los valores y otros mitos sociales.

Los mitos son hechos jamás acaecidos pero siempre presentes.
El mito es un hecho (en el decir, no en el hacer) que aun contrario a la realidad, goza de amplia aceptación en el seno de una comunidad que ante determinados miedos, angustias, penas e incertidumbres de la realidad, opta por subordinar la lógica y la razón a los apremios de la emoción.

La realidad no puede ser refutada. Lo que podemos refutar es la interpretación que cada quien hace de la realidad, sin embargo la realidad Es, y lo que Es no se discute, se resuelve. El mito, por el contrario, es metafísico y como tal especulativo. Es una válvula de escape, un paliativo que nos hace más llevadera la realidad. Este paliativo es lo que hace que el mito tenga sentido y que sea posible y plausible su discusión.

El mito se edifica a través del tiempo y muta en función de las necesidades de cada cultura, no obstante y más allá de la raza, historia y cultura que genera una geografía, hay, en cuanto especie, mitos comunes a todas las geografías. Los valores, la familia, el trabajo, la educación, la motivación y la historia (tradición) son comunes a todas las razas, sin importar época, idioma, religión o color.

La Residencia y la Choza o el mito de los valores.
Recién tuve la oportunidad de impartir una conferencia en una universidad católica que se distingue por tener un alumnado heterogéneo, de tal suerte que en ella conviven y coexisten ortodoxos y heterodoxos.

El tema de la conferencia fue sobre los valores, más propiamente sobre la aplicación práctica de los valores en el mundo de los negocios. Como bien puede el lector imaginar, la conferencia género, amén de una intensa polémica, un muy enriquecedor intercambio dialógico con la audiencia.

Les comente que eso que socialmente solemos intitular con el epígrafe de valores, no es otra cosa más que un conjunto de usos sociales que mutan de generación en generación, por lo que es de suma importancia no confundir los valores con los usos sociales.

Valores antropológicos son tres: conservación, reproducción y mejora de la especie.
En el ámbito empresarial sucede lo mismo. Los valores son tres: rentabilidad; posición y competencia.

Todo lo demás, tanto en lo antropológico como en lo empresarial, son modas, tendencias o usos sociales que surgen en función de los idealismos académicos de quienes no han vivido en carne propia la realidad antropológica y/o empresarial. Imagine por un momento que usted mora en un país que está inmerso en una cruenta guerra civil, ¿en verdad defendería todos esos usos sociales disfrazados de valores, o se centraría en la defensa a ultranza de los valores antropológicos (conservación, reproducción y mejora de la especie)?

Lo mismo acaece en el combes empresarial. Decidir sobre los activos de un tercero implica un gran nivel de responsabilidad, sin embargo, la misma gesta, en la misma dimensión pero arriesgando nuestros activos y no los de otros, hace que todo lo anterior tome un matiz diferente. Lo más probable que deje al margen los idealismos de los académicos para centrarse en las realidades del mundo de los negocios.

La razón por la que tendemos a confundir los usos sociales con los valores, es debido a que los académicos, idealistas (que son muy parecidos pero no iguales) y gurús ideológicos que centran su hacer en un decir y no en un hacer, exponen con tal fuerza mediática sus argumentos, que la Masa les compra lo dicho sin detenerse a pensar si el decir de estos hombres pasa el filtro de la realidad, amén, claro está, del temor al rechazo social.

Aunando a lo anterior habría que considerar que los usos sociales están íntimamente ligados al estrato sociocultural y económico de quienes los enuncian y defienden. Las cosas se ven y perciben de diferente manera en la clase alta que en la clase baja. No es lo mismo si usted vive en una Residencia o en una Choza.

En la clase baja los valores o usos sociales tienen que ver con lo social: justicia, solidaridad y seguridad. En la romántica clase media con el ideal: equidad, moral, ética y buenas costumbres, amén de otras ensoñaciones de moda. En la clase alta con las apariencias: clase, distinción, distancia, respeto y formas.

Unas son las aspiraciones y comportamiento de lo que menos tienen y otras las de los que aspiran a más. Y otras, abisalmente diferentes, las de aquellos que en apariencia lo tienen todo. Lo mismo acaece en el combes de lo empresarial. Unas son las aspiraciones manifiestas de quienes no tienen más ambición que la de la seguridad, estabilidad y pensión de jubilación; otras la de los académicos y ejecutivos que nunca ha hecho negocios y otras muy distintas (rentabilidad, posición y competencia) las de aquellos que arriesgan su patrimonio en una gesta empresarial.

En otras palabras, cuando usted escucha a una persona hablar de valores, lo que en realidad está escuchando es la manifestación pública de sus circunstancias socioeconómicas. Por supuesto que la persona no está consciente de ello, si lo estuviera tal vez no las manifestaría…, sin embargo es la realidad. Esta misma persona, con otro quehacer biográfico y con otro estrato socioeconómico, enunciará valores diferentes a lo que en otro estrato defendió.

Dese la oportunidad de investigar que tanto hay de cierto en esto. Ausculte el tema de valores con las personas que conforman su círculo laboral, el cual suele ser más heterogéneo que el social. Estoy cierto que el resultado lo sorprenderá.

Por supuesto que las preguntas deben ser elaboradas y presentadas de tal forma que la persona no sospeche que usted esté evaluando sus respuestas, por lo que se deberá limitar a escuchar, asentir y auscultar la o las razones por las que dicha persona sostiene lo dicho como un valor.

Ponga atención a los valores que menciona y coteje estos con el estrato socioeconómico de quien los enuncia. Descubrirá que cada estrato menciona valores diferentes. Habrá algunas concomitancias, pero siempre serán mayores las diferencias que las coincidencias.

Otro tema a considerar es la época. Si de algo puede estar cierto es de que los usos sociales de hoy no serán los que rijan el accionar de las siguientes generaciones, así como los usos sociales de hoy no tienen nada que ver con los de nuestros padres y abuelos. Los usos sociales, sin importar si les llamamos valores o no, cambian con el tiempo, los valores no.

Valores son solo tres, tanto en el ámbito antropológico como en el empresarial. Todo lo demás son modas, tendencias o idealismos que la Masa toma en cuenta en el decir, pero no necesariamente en el hacer.

Con esto no quiero decir que las modas, tendencias o idealismos no se deban considerar, sino que estas se deben subordinar a lo fundamental. Por ejemplo, en una empresa el factor humano es de suma importancia, pero solo en aquellos casos en los que se ve afectada la rentabilidad de la empresa, su posición en el mercado y/o su relación con la competencia.

Veamos un ejemplo…
En uno de las tantas incursiones bélicas de Estados Unidos, la Presidencia del país pidió que protegieran las empresas claves del país. Para lo cual se procedió a identificar aquellas que eran consideradas así por su relevancia económica y tecnológica. En estas se reveló una constante no atendida antes, por lo menos no en forma consciente.

Se descubrió que el 6% de la nómina generaba el 80% de las utilidades. El resto del factor humano, es decir, el otro 94% de la gente que trabaja en ellas, era un personal importante pero no indispensable. Cierto que de ellos depende la operación, pero la operación la puede hacer cualquiera. Cambiará la curva de aprendizaje en función de la experiencia del contrato, pero no más.

En otras palabras, para estas empresas lo importante de los puestos operativos no es si el puesto lo ocupa Juan, Carlos o María, lo importante es que en ese puesto este una persona con el conocimiento operativo necesario para hacer lo que es menester, sin importar si este está a nivel operario o gerencial.

Por el contrario, si una persona del 6% renuncia, se enferma o se siente a disgusto en la empresa, de inmediato la dirección y el Consejo tomarán cartas en el asunto para resolver la situación, ya que esta persona afecta los valores de la empresa (rentabilidad, posición, competencia). 

En ambos casos se trata del factor humano, no obstante si el que no se siente a gusto en la empresa es un miembro del 94% operativo, sin importar si es Juan, Carlos o María, el Consejo jamás se enterará de ello. En el mejor de los casos será la gerencia media quien lo resuelva o simplemente deje ir a la persona, ya que la permanencia o no de cualquiera de ellos, no incide en los valores de la empresa.

Lo mismo acece en el ámbito de lo antropológico, si el mal es accidental, es decir si es algo que no atenta contra la reproducción, conservación o mejora de la especie, el problema se subsanará con una pena, reprimenda y, en el mejor de los casos, con un proceso de formación que no llegará a más allá de los actores involucrados.

Sin embargo, si el problema atenta contra lo fundamental (reproducción, conservación y mejora de la especie), las acciones toman otro nivel de importancia, involucrando en las soluciones a otros actores, en donde el objetivo es solucionar el problema para poder garantizar que ninguno de los tres valores sea vea afectado.

Los valores están bien definidos, y lo han estado en todas las épocas. Lo que ha cambiado en el decurso de los años no son los valores, sino los usos sociales, y estos para lo único que sirven es para que nos demos cuenta de la realidad económica de quienes los enuncian.

Tan es así que ya una vez que la persona ha superado con creces sus necesidades primarias -alimentación, vestido, transporte, escuela y vivienda-, migrará, sin darse cuenta de ello, a una nueva escala de valores, es decir, a una nueva proyección no consciente de su realidad económica.

Su preocupación tendrá que ver más con su imagen, con no engordar (dieta permanente), con no envejecer (cirugías plásticas) y no morir (suplementos y otras estulticias milagrosas que supuestamente sirven para no oxidarse), que con la supervivencia, la ética, la moralidad y justicia social.   

El mito de la historia.
El mito dice que el que no conoce la historia está condenado a repetirla. Nada más lejos de la verdad. La historia jamás se repite. Cierto es que hay circunstancias similares a otras, sin embargo el entorno de las mismas es otro y otra la persona que las vive.

Puede ser que usted encuentre que en su historia personal se presentan ciclos o circunstancias similares a otros del pasado, pero también es cierto que usted muy probablemente ya no sea el que era en ese entonces. Lo mismo acaece con la historia en general. En ella puede que existan circunstancias similares a las actuales, sin embargo los entornos y los actores son diferentes y con ellos la cultura de la época.

Lo más importante de la historia no es lo que en sí mismo acaeció, sino las emociones que el hecho género en los actores directos e indirectos que construyeron eso que hoy llamamos historia. Así, en la historia lo que debemos estudiar no es lo que en sí mismo acaeció, sino las emociones humanas que ocasionaron que eso acaeciera, ya que lo que hace que las cosas se repitan o parezcan en demasía, es la forma en que nuestras emociones nos llevan a reaccionar ante circunstancias próximas a las del pasado.

Las emociones humanas siempre son las mismas, las variantes son de grado, pero en esencia son las mismas. Lo que debemos estudiar no es solo la historia, sino las emociones que generaron esa historia. Entender las emociones que determinados actos propician en determinas circunstancias y las forma en que cada cultura reacciona a ellas, nos va a permitir anticipar un figurativo de lo que puede pasar. 

Por ejemplo, ya sabemos que el miedo es una herramienta que algunos gobernantes usan para lograr que sus gobernados acepten ciertas condiciones restrictivas que ni por equivocación aceptarían en un entorno boyante. Si nuestras emociones se centraran en minimizar ese miedo, el gobernante no podría imponer dichas leyes, ya que estas no serían aceptadas por sus gobernados.

En el pasado tuve la oportunidad de departir con una mujer muy especial. Ella participaba intermitentemente en unas mesas de debate que yo organizaba en mi cafebrería (librería café). Además de su cerebro y su belleza, llamaba mi atención el hecho de que en las ocasiones que le invite a la Mesa de Debates, llegaba acompañada alternadamente de uno u otro hombre. A ambos me los presento como su Marido.

Al tiempo deje de ver a uno de ellos y en una ocasión que fue sola me preguntó si al final del debate nos podíamos tomar un café. Termino el debate, pedí los cafés y platicamos sobre el tema que le ocupaba (un libro que estaba próximo a publicar).

El libro, me decía ella, era un libro de mujeres para mujeres, en donde el tema central era la infidelidad de la mujer y las razones de esta. En el libro explicaba que en la infidelidad, la mujer no solo tiene que lidiar con el miedo que la pareja tiene a que ella le sea infiel, sino que además tienen que lidiar con el miedo del amante, ya que estos, en su calidad de segundos, tienen un miedo enorme a que ella le sea infiel a la infidelidad.

Es tal el miedo del segundo hombre, que no solo celan en demasía a la mujer, sino que además la amedrentan sin darse cuenta que el miedo es de ellos, no de ellas. Al pedirle un ejemplo me comento que recién había terminado una relación debido a que los celos de él hacían imposible la relación. Al decirle que ya no iban a continuar, él la amenazo con decirle a su marido. Ante lo cual ella tomo el celular, digito el número de su marido y le dijo: te paso el teléfono, quieren hablar contigo.

Esto hizo que él no hiciera nada. Tomo el teléfono, colgó. Se paró y se fue. El tema aquí, aunque el otro les parezca más interesante, es el miedo. Ella minimizo el miedo. Lo enfrento, lo dirigió y al hacerlo, lo neutralizo. El otro ya no pudo usar el miedo como herramienta. 

En síntesis, ella se centró más en las emociones de ella que en las de él. En el pasado ya había estado expuesta a algo así, el miedo hizo que permitiría cosas de las que después se arrepintió. Aprendió a identificar y dirigir sus emociones, lo que le permitió cambiar su forma de actuar y con ello, su historia.

La historia no se repite, lo que se repite son las emociones. Si cambiamos las emociones, cambiamos los actos y con ellos la historia.

El Mito del Trabajo.
Perdemos mucho tiempo confundiendo lo que hacemos con lo que logramos. Hacemos muchas cosas, logramos pocas. Una pregunta que poco o nunca nos hacemos es: qué queremos, trabajar o ganar dinero, porque son cosas muy distintas.

Nos han dicho que el trabajo dignifica y ni duda hay de ello, pero lo que nunca se nos enseño es que antes de trabajar, debemos pensar en qué y cómo queremos trabajar. La gran mayoría de la gente trabaja por que tiene que trabajar, pero jamás se detienen a pensar en el tipo de trabajo que quieren y en lo que en están dispuestos a hacer para lograr lo que quieren.

La realidad es que usted tiene ocho o diez horas de decisiones y aplicaciones. En esas ocho diez horas, usted puede limpiar zapatos, fabricar zapatos o vender zapatos. El tiempo es el mismo: ocho o diez horas de decisiones y aplicaciones; el producto es el mismo: zapatos. Lo que cambia es la rentabilidad. En donde es más rentable su tiempo: ¿limpiando, fabricando o vendiendo zapatos?

Cierto que la gran mayoría se ve en la necesidad de tomar un trabajo que les permita cumplir con sus obligaciones pecuniarias. Cosa que hacen en el inter de que encuentran lo que buscan, no obstante la realidad es que el entorno termina por atraparlos, por lo que se mantienen en ese trabajo más tiempo del que habían imaginado. Y en muchos casos se extiende tanto que a lo único que aspiran es a lograr una jubilación, cuando en estricto sentido tuvieron la oportunidad, no de encontrar, pero sí de crear el trabajo que necesitaban para ganar lo que querían ganar sin perder la libertad.

En la vida todo lo transitorio es permanente. Todo eso que usted hace en calidad de mientras, tiene una alta factibilidad de convertirse en permanente. Por lo que es de suma importancia no perder el objetivo ante el apremio de la inmediatez.

Es muy difícil lograr que la trascendencia no se subordine a la exigencia de la inmediatez (alimento, sustento, servicios, escuelas, enfermedades y demás etcéteras del diario vivir), sin embargo esta marginación o subordinación no tiene por qué ser permanente. El secreto está, primero en el carácter, después, en el equilibrio.

En la realización del ser, el entorno siempre es el obstáculo a vencer. La vocación siempre empuja por salir y el entorno por comprimir. En otras palabras, o te sobrepones a tu entono o tu entorno se sobrepondrá a ti.

Para sobreponerse al entorno se requiere carácter (fuerza y resistencia). Fuerza para acometer, tolerancia para resistir. En la acometida siempre hay fuerza, en la resistencia, tolerancia. La tarea más titánica a la que se puede enfrentar un ser humano es la de sobreponerse a su entorno.

Todo su entorno (pareja, hijos, familia, amigos) harán todo lo que este en sus manos para lograr sobreponerse a usted. Esto es algo que harán pensando en su bien, es decir, en eso que ellos consideran que es su bien. Y su bien, a ojos de los suyos, tiene que ver más con tener la capacidad para cumplir con lo inmediato que con la realización de sus metas.

Veamos un ejemplo…
Los jóvenes van a la universidad a estudiar todo lo que hicieron los que no estudiaron. Sin embargo lo único que no les enseñan es vencer los obstáculos que tuvieron que vencer los iconos a los que hoy estudian.

El entorno que tuvieron que vencer tanto Bill Gates, Steve Jobs, Jeff Bezos, Elon Musk y muchos otros del pasado y presente inmediato, fue extraordinariamente hostil. Todos tuvieron que luchar contra su familia (pareja, hermanos, hijos), contra sus amigos y contra los inversionistas para poder lograr coronar sus metas.

Cierto estoy que a más de uno de ellos les llegaron a ofrecer un estatus más cómodo, Estatus que la pareja e hijos hubiesen agradecido en su momento y sin embargo ellos prefirieron claudicar a la comodidad y a la inmediatez, en eras de la siempre incierta realización de sus metas.

Así pues, ellos, como nosotros, tienen ocho, diez horas de decisiones y aplicaciones. La diferencia entre ellos y nosotros es la rentabilidad que obtienen en sus ocho, diez horas. Ellos no buscan trabajar, lo que buscan es ganar dinero. Así, en el mito del trabajo, la pregunta que nos tenemos que hacer es: ¿Qué queremos, trabajar o ganar dinero? 

El Mito de la Motivación.
Lo más importante de la motivación es entender que esta es intrínseca, nunca extrínseca. La extrínseca es un impulso y como todo impulso, efímero. La intrínseca, en cambio, es de raíz. Lo que nos impele a ella es un descubrimiento. Algo que queremos hacer propio y meter a nuestro sistema. Cuando esto pasa, la motivación se exacerbará y se mantendrá así hasta que usted logre hacer parte de si eso que descubrió.

Ya una vez que usted logra que eso que estaba fuera de usted, esté en su sistema, la motivación regresara a los niveles acostumbrados, por lo menos hasta que alguna otra cosa del exterior, atrape su atención.

Cuantas personas en el amor, teniendo a su lado a la persona correcta, se sienten más motivadas a conquistar la atención de otra persona en lugar de fortalecer la relación con su pareja. Para estos lo más importante es conquistar sin perder lo logrado, lo que ya tienen. Es por ello que no renuncian a la pareja (orgullo, vanidad).

La realidad es que la motivación está más orientada hacia la conquista que a la conservación. La supervivencia la damos por hecha y solo nos abocamos a ella cuando estamos en peligro, no antes. Mientras tanto será la conquista lo que haga que nuestra motivación se active.

Lo mismo acaece en lo material. La motivación está en ese algo más que no tenemos. Lo que ya tenemos lo damos por hecho, mientras que lo otro es algo que hay lograr. Materialmente hablando las personas más exitosas del mundo son aquellas que constantemente se viven creando crisis. Una crisis inteligente que los lleva a centrar la conquista en engrandecer lo que ya tienen al tiempo que suman cosas nuevas, conscientes de que cuando dan las cosas por hechas, corren el riesgo de no lograr lo que buscan y perder lo que tienen.   

Otro mito de la motivación es que esta tiene que ver con la capacidad, sin embargo la realidad es que la motivación no tiene nada que ver con la capacidad.

Ser capaz en algo no hace necesariamente que uno se sienta motivado a hacer ese algo, al contrario, lo que ya se domina se ve como natural. La motivación no se enfoca en lo ya hecho o en lo ya dominado. Se enfoca en aquellas cosas que aún no hemos logrado dominar.

Así, pues, la motivación no es extrínseca, es intrínseca y se activa solo cuando algo ajeno a nosotros atrapa nuestra atención. Si usted cree que puede motivar a los demás, permítame decirle que la gente hace las cosas por sus razones, no por las nuestras. Usted podrá motivar a los demás justo en el momento en que dé con las razones de ellos, no con las de usted.

Si su motivación es incidir en los otros, deberá dedicarle mucho tiempo al estudio y conocimiento de aquellos los que quiere motivar, de lo contrario, todo lo que usted haga será un impulso y como tal, efímero.

Nos leemos en el siguiente artículo.