El
mes de diciembre es atípico respecto a los demás meses del año y lo es en
muchos ámbitos. Lo es en lo empresarial, bancario y comercial, amén, claro está,
de la parte espiritual y familiar. No obstante lo que hoy me impele a pulsar
las teclas no es lo espiritual ni la tradición occidental de la navidad, lo que
me impele a pulsar las teclas es el enorme dispendio de lo inútil que se manifiesta
en estas fechas.
Diciembre
es un mes en el que las empresas y bancos hacen el correspondiente cierre
contable, financiero y fiscal, previo a la onerosa responsabilidad del pago de
impuestos. Razón por la cual en mi trabajo me es menester viajar a diferentes
latitudes para entrevistarme con inversionistas de muy alto espectro, con los
CEO de los Bancos con los que trabajamos, así como con algunos de los
Gobernadores de los Bancos Centrales de dichos lugares.
Esto
me ha permitido ser testigo de lo que la idea de la navidad hace en la mente de
la Masa, ya que esta se comporta igual en cualquier parte del mundo. La Masa está
conformada por esa ingente multitud de seres en los que el sentimiento prima
sobre el pensamiento, tanto que han hecho del sentimiento un pensamiento. La
Masa no piensa. La Masa siente y cuando siente, siente que piensa.
A la Masa
es muy fácil motivarla a la acción. Lo único que se requiere es venderles una
idea, concepto o producto que les haga sentir que son parte de algo. El motor
de la compra en la Masa es la persuasión emotiva (chantaje emocional). Si usted
quiere venderle algo a la Masa es menester que la venta posea una alta dosis de
chantaje emocional…. Si usted adquiere esto se va a sentir…; si usted lleva a
esto a su casa su familia será feliz…; si se toma esto será tan bella como…; y
muchas cosas más.
La
Masa, en el cien por cien de los casos, no compra función, compra identidad.
Por lo general dispendian el poco mucho dinero que tienen en cosas totalmente
innecesarias.
La
verdad es negociable, la razón, no.
Una
característica de la Masa es que esta siempre está negociando la verdad, y la
razón por la que optan negociar con la verdad es que no se puede negociar con
la razón
Permítaseme
un ejemplo del ámbito de las finanzas. El intercambio de divisas en el mundo es
más de cinco trillones de dólares al día. Todos los días se compran y se venden
una ingente cantidad de divisas, por lo que el precio de estas siempre esta
fluctuando en función de la cantidad y el lugar donde se compren y vendan.
A mi llegada a México me busco un conocido para decirme que tenía entre manos el negocio de su vida. Que le ofrecían en oportunidad cajas enteras de dólares de Zimbabue, las que en total sumaban más de cien trillones de dólares, y que necesitaba mi ayuda para instrumentar la compra. Le comenté que esos billetes no tenían valor, que no perdiera el tiempo con eso y que se abocara a perseguir realidades, no fantasías.
A mi llegada a México me busco un conocido para decirme que tenía entre manos el negocio de su vida. Que le ofrecían en oportunidad cajas enteras de dólares de Zimbabue, las que en total sumaban más de cien trillones de dólares, y que necesitaba mi ayuda para instrumentar la compra. Le comenté que esos billetes no tenían valor, que no perdiera el tiempo con eso y que se abocara a perseguir realidades, no fantasías.
Mi
respuesta lo incordio a más no poder por lo que su respuesta no se hizo
esperar. Ya una vez que termino de decirme lo que me tenía que decir, me
disculpe con él por lo impropio de mis formas, haciéndole ver que mi negativa
no obedecía a la operación en sí, sino a la paridad de la moneda, ya que se requerían
doscientos sesenta y dos mil dólares de Zimbabue para poder comprar un dólar
americano.
Me
comentó que si la gente está comprando los dólares de Zimbabue era porque estos
tienen valor en el mercado y que no iba a dejar pasar esa oportunidad. Le dese
suerte y no volví a saber de él hasta que regreso a mí para decirme que había
hecho la operación y que no sabía qué hacer con ellos, ya que ningún banco o
casa de cambio le quería pagar el valor que él había pagado por ellos.
En
estricto sentido esta persona prefirió negociar con la verdad (si la gente lo compra es porque tiene valor
en el mercado) y cerrase a la razón (paridad
cambiaría). Usted podrá pensar que
el yerro de este hombre fue mayúsculo, sin embargo la realidad es que
negociamos con la verdad mucho más allá de lo que pensamos, si es que lo pensamos.
Observe
a la gente próxima a usted. Cuántas veces ha sido testigo de que aun cuando la
razón les dice que no procedan con tal o cual cosa, estas, haciendo a un lado a
la razón, optaron por negociar con la verdad, en aras de que un día las cosas
cambien o mejoren.
La verdad es negociable, la razón, no. La
Masa vive negociando con la verdad. La razón les dice que están mal, pero la
esperanza es tal, que llegan a imaginar que al adquirir ese algo que no
necesitan…, o al vinculare emocionalmente con ese otro que a todos luces no es,
se llegaran a convertir en eso que la publicidad les dice o en aquello que la ilusión
les dicta, lo que ineluctablemente los llevará a ignorar a la razón.
Así,
pues, a la Masa no la mueve lo veraz, lo que la impele a la acción es lo verosímil
(aquello que parece verdad pero no lo es). Este amor por lo verosímil les lleva
a comprar todo aquello que siente que le brinda una identidad de momento. Una marca,
símbolo o imagen que les hace sentir, de manera fugaz y estéril, que son parte
de un algo, aun cuando ese algo sea una entelequia, y como tal, irreal.
Entre
mayor sea el vacío interior de una persona, mayor será su nivel de consumo.
Por
favor no se ofenda, todos somos consumidores. Aquí nos referimos específicamente
a esas personas que sienten una ingente necesidad de acudir semana a semana a
las tiendas o centros comerciales para adquirir algo, lo que sea, pero algo.
Son personas que siempre viven en la orilla del presupuesto o excediendo en
poco o en mucho su relación gasto / ingreso.
Por
el contrario, una persona que trabaja consigo mismo para llenar su vacío
interior, acudirá a las tiendas por excepción, comprando única y exclusivamente
lo que en función necesita, cuidando en todo momento la relación precio valor.
Para estas personas la marca es lo de menos. Ellos son marca (identidad), no
necesitan adquirir una para sentir que son, que existen.
El
consumo, contra lo que se cree, no tiene que ver con el poder adquisitivo. Tiene
que ver con el vacío interior. A mayor vacío, mayor consumo.
El
tema no es cuánto gasta una persona, sino la relación gasto / ingreso que esta
tiene. Una persona puede ganar mucho o poco dinero y gastar una buena parte de
él en cosas totalmente innecesarias. El motor de este gasto siempre será el de
subsanar el vacío interior que le consume. Este gasto es lo que llamamos: el
dispendio de lo inútil.
Al
regreso de mi viaje me reuní con mis hijos y socios para comentar los avatares
del mismo, al tiempo que me enteraba de los propios de este lado. En ese
momento me comentaron de una persona que necesitaba entrevistarse conmigo. Me
entreviste con la dama en cuestión, atendí su tema y después sostuvimos un poco
de charla social. De esa en la que se habla mucho sin decir nada.
En el
curso de la misma me preguntó por el devenir de mi viaje y sin entrar en
detalles que no le concernían, le comente que regrese azorado ante el irracional
y alógico nivel de gasto de la Masa. Ella, que dos o tres veces por semana
acude a tiendas o centros comerciales a comprar algo, me respondió, haciendo de
su biografía el centro del universo: que la gasta mucho, porque gana mucho.
Ella,
huelga decirlo, gana mucho y gasta mucho. No obstante y aun cuando opte por no
replicar su comentario, este me llevo a pensar en todos esos potentados que ganan
cantidades impensables de dinero y que llevan una vida similar a la que
llevamos usted y yo.
De todos es conocido el caso de Warren Buffet. Este vive en la casa que compro cuando se casó. Marck Zuckerberg, el CEO de Facebook conduce un carro común como un hombre común. Y así como ellos muchos otros que saben que el dinero no es para gastar, sino para invertir.
De todos es conocido el caso de Warren Buffet. Este vive en la casa que compro cuando se casó. Marck Zuckerberg, el CEO de Facebook conduce un carro común como un hombre común. Y así como ellos muchos otros que saben que el dinero no es para gastar, sino para invertir.
Hogares
de consumo.
Vivimos
inmersos en cultura de consumo. Los hogares que imperaron en los primeros dos
cuartiles del siglo pasado, eran los hogares productivos. En ellos trabajaban
todos. Las responsabilidades de los miembros de la familia eran determinadas
por sus edades. En las casas había huertos familiares, ya sea en macetas o
patios, pero se sembraba parte de lo que se consumía.
En el tercer cuartil del siglo pasado (1951 -1975), la cultura fue migrando hacia la instrucción pública. Lo importante ya no era producir, era estudiar para poder lograr una preparación que nos brindara mejores oportunidades laborales que las que habían tenido nuestros padres. Así, sin darnos cuenta, fuimos abandonando la idea de la producción en aras de la idea de la instrucción, como si ambas fueran incompatibles.
En el tercer cuartil del siglo pasado (1951 -1975), la cultura fue migrando hacia la instrucción pública. Lo importante ya no era producir, era estudiar para poder lograr una preparación que nos brindara mejores oportunidades laborales que las que habían tenido nuestros padres. Así, sin darnos cuenta, fuimos abandonando la idea de la producción en aras de la idea de la instrucción, como si ambas fueran incompatibles.
Para el
cuarto cuartil del siglo XX (1976 – 2000), la cultura de consumo era la norma.
Los hogares productivos eran la excepción. Estos se veían más como un indicador
de pobreza que de producción… Los hogares en los que tenían que trabajar todos,
eran vistos como hogares en donde las cosas no iban bien.
Hoy,
en el primer cuartil del siglo XXI, lo único que ya no existe son los hogares
productivos. Todo en el hogar se centra en el
tener, no en el hacer. Padres e
hijos se sienten orgullosos cuando estos últimos logran obtener su primera
tarjeta de crédito, el cual es un crédito para el consumo, no para la
inversión.
Los
padres se sienten satisfechos cuando los hijos compran su primer televisor, teléfono
celular, automóvil y demás menesteres, cuando lo que les debiera preocupar es
que todo ello los condena a trabajar para pagar, no para crear un patrimonio
que trabaje para ellos.
El éxito lo medimos cada vez más por el consumo, no por la inversión. Y lo que es peor es que una buena parte de la Masa imagina que todo lo que compra es una inversión.
El éxito lo medimos cada vez más por el consumo, no por la inversión. Y lo que es peor es que una buena parte de la Masa imagina que todo lo que compra es una inversión.
Estamos
rodeados de cosas que no necesitamos pero que compramos porque nos han dicho
que son necesarias para vestir una casa, lo cual es entendible (todos queremos una
casa cómoda). Lo que no es entendible es que busquemos adquirir las mejores
cosas que nuestro presupuesto pueda comprar, aun cuando sean cosas que jamás
van a devengar su costo. Lo que tenemos que comprar es función, no marca.
Entre menos identidad tiene una persona, más gasta en marca. La función, para ellos, es irrelevante. Lo importante es la marca, ya que esta les da una marca (identidad) que no poseen como persona.
Entre menos identidad tiene una persona, más gasta en marca. La función, para ellos, es irrelevante. Lo importante es la marca, ya que esta les da una marca (identidad) que no poseen como persona.
Pensar
que se piensa no es pensar, es imaginar.
La
Masa piensa poco y lo poco que piensa lo piensa mal. Recién escribí de un joven
que se compró el celular de moda aun cuando el suyo tenía menos de un año; se compró
un reloj para que este le avise que tiene un mensaje o llamada, y así como
estas, un sin número de fatuidades más que lo único que hacen es esclavizarlo a
un trabajo que no le gusta, pero que le es obligado conservar para poder pagar
cosas que compro y no necesita.
En mi
odisea bancaria de fin de año coincidí con una conocida la cual se había ido
con su esposo e hijos a pasar las fiestas decembrinas a una de las islas del
caribe. Comí con ellos un día y en la comida me comentaron todo lo que habían comprado,
aprovechando que no tenían que pagar impuestos en ese lugar. La compra era
cuantiosa, ya que compraron relojes, collares, anillos y pulseras que sumaban varios
miles de dólares.
Ellos están en el negocio de los seguros y son muy exitosos. Su razonamiento fue que eso les ayudaría a vender una imagen de éxito, lo cual es de suma importancia al momento de cerrar una operación de seguros.
Ellos están en el negocio de los seguros y son muy exitosos. Su razonamiento fue que eso les ayudaría a vender una imagen de éxito, lo cual es de suma importancia al momento de cerrar una operación de seguros.
Esto,
que a todas luces es falso, es un claro ejemplo de que pensar que se piensa no
es pensar, es imaginar. Lo malo es que hasta la imaginación es mala. Ya que
bien podrían imaginar nuevas formas de vender en lugar de dispendiar su dinero
a lo tonto, en aras de algo que es verosímil pero no veraz.
En el mismo viaje me entreviste con algunos inversionistas de muy alto espectro. Inversionistas que en un mes mueven lo que ellos en un año, sin embargo estos, como buenos inversionistas, se dan el lujo de tener una casa cómoda, con unas vistas inmejorables, en donde el objetivo de ellos no es gastar por gastar, sino construir una plataforma de inversiones que trabaje para ellos y no al revés.
En el mismo viaje me entreviste con algunos inversionistas de muy alto espectro. Inversionistas que en un mes mueven lo que ellos en un año, sin embargo estos, como buenos inversionistas, se dan el lujo de tener una casa cómoda, con unas vistas inmejorables, en donde el objetivo de ellos no es gastar por gastar, sino construir una plataforma de inversiones que trabaje para ellos y no al revés.
Lo único
que uno gana al gastar por gastar, es hacer más hondo el vacío interior, ya que
el dispendio de lo inútil nos mete en una espiral sin fin en la que nos es menester
trabajar en demasía para poder pagar todo eso que adquirimos y que no
necesitamos.
La
única forma de salir de esta espiral es trabajar con uno mismo. Es menester
aprender a brindarse espacios de soledad y silencio en los que ineluctablemente
se escuchara a sí mismo. Lo más probable es que lo escuche no le guste, pero si
usted deja de negociar con la verdad, descubrirá que la razón no miente. Esta le
dirá las cosas con una lógica tan contundente, que no le será posible negociar
con la verdad.
Nos
leemos en el siguiente artículo.