miércoles, 16 de enero de 2019

El dispendio de lo inútil.


El mes de diciembre es atípico respecto a los demás meses del año y lo es en muchos ámbitos. Lo es en lo empresarial, bancario y comercial, amén, claro está, de la parte espiritual y familiar. No obstante lo que hoy me impele a pulsar las teclas no es lo espiritual ni la tradición occidental de la navidad, lo que me impele a pulsar las teclas es el enorme dispendio de lo inútil que se manifiesta en estas fechas.

Diciembre es un mes en el que las empresas y bancos hacen el correspondiente cierre contable, financiero y fiscal, previo a la onerosa responsabilidad del pago de impuestos. Razón por la cual en mi trabajo me es menester viajar a diferentes latitudes para entrevistarme con inversionistas de muy alto espectro, con los CEO de los Bancos con los que trabajamos, así como con algunos de los Gobernadores de los Bancos Centrales de dichos lugares.

Esto me ha permitido ser testigo de lo que la idea de la navidad hace en la mente de la Masa, ya que esta se comporta igual en cualquier parte del mundo. La Masa está conformada por esa ingente multitud de seres en los que el sentimiento prima sobre el pensamiento, tanto que han hecho del sentimiento un pensamiento. La Masa no piensa. La Masa siente y cuando siente, siente que piensa.

A la Masa es muy fácil motivarla a la acción. Lo único que se requiere es venderles una idea, concepto o producto que les haga sentir que son parte de algo. El motor de la compra en la Masa es la persuasión emotiva (chantaje emocional). Si usted quiere venderle algo a la Masa es menester que la venta posea una alta dosis de chantaje emocional…. Si usted adquiere esto se va a sentir…; si usted lleva a esto a su casa su familia será feliz…; si se toma esto será tan bella como…; y muchas cosas más.  

La Masa, en el cien por cien de los casos, no compra función, compra identidad. Por lo general dispendian el poco mucho dinero que tienen en cosas totalmente innecesarias.

La verdad es negociable, la razón, no.
Una característica de la Masa es que esta siempre está negociando la verdad, y la razón por la que optan negociar con la verdad es que no se puede negociar con la razón

Permítaseme un ejemplo del ámbito de las finanzas. El intercambio de divisas en el mundo es más de cinco trillones de dólares al día. Todos los días se compran y se venden una ingente cantidad de divisas, por lo que el precio de estas siempre esta fluctuando en función de la cantidad y el lugar donde se compren y vendan.

A mi llegada a México me busco un conocido para decirme que tenía entre manos el negocio de su vida. Que le ofrecían en oportunidad cajas enteras de dólares de Zimbabue, las que en total sumaban más de cien trillones de dólares, y que necesitaba mi ayuda para instrumentar la compra. Le comenté que esos billetes no tenían valor, que no perdiera el tiempo con eso y que se abocara a perseguir realidades, no fantasías.

Mi respuesta lo incordio a más no poder por lo que su respuesta no se hizo esperar. Ya una vez que termino de decirme lo que me tenía que decir, me disculpe con él por lo impropio de mis formas, haciéndole ver que mi negativa no obedecía a la operación en sí, sino a la paridad de la moneda, ya que se requerían doscientos sesenta y dos mil dólares de Zimbabue para poder comprar un dólar americano.

Me comentó que si la gente está comprando los dólares de Zimbabue era porque estos tienen valor en el mercado y que no iba a dejar pasar esa oportunidad. Le dese suerte y no volví a saber de él hasta que regreso a mí para decirme que había hecho la operación y que no sabía qué hacer con ellos, ya que ningún banco o casa de cambio le quería pagar el valor que él había pagado por ellos.

En estricto sentido esta persona prefirió negociar con la verdad (si la gente lo compra es porque tiene valor en el mercado) y cerrase a la razón (paridad cambiaría).  Usted podrá pensar que el yerro de este hombre fue mayúsculo, sin embargo la realidad es que negociamos con la verdad mucho más allá de lo que pensamos, si es que lo pensamos.

Observe a la gente próxima a usted. Cuántas veces ha sido testigo de que aun cuando la razón les dice que no procedan con tal o cual cosa, estas, haciendo a un lado a la razón, optaron por negociar con la verdad, en aras de que un día las cosas cambien o mejoren.

La verdad es negociable, la razón, no. La Masa vive negociando con la verdad. La razón les dice que están mal, pero la esperanza es tal, que llegan a imaginar que al adquirir ese algo que no necesitan…, o al vinculare emocionalmente con ese otro que a todos luces no es, se llegaran a convertir en eso que la publicidad les dice o en aquello que la ilusión les dicta, lo que ineluctablemente los llevará a ignorar a la razón.

Así, pues, a la Masa no la mueve lo veraz, lo que la impele a la acción es lo verosímil (aquello que parece verdad pero no lo es). Este amor por lo verosímil les lleva a comprar todo aquello que siente que le brinda una identidad de momento. Una marca, símbolo o imagen que les hace sentir, de manera fugaz y estéril, que son parte de un algo, aun cuando ese algo sea una entelequia, y como tal, irreal.

Entre mayor sea el vacío interior de una persona, mayor será su nivel de consumo.
Por favor no se ofenda, todos somos consumidores. Aquí nos referimos específicamente a esas personas que sienten una ingente necesidad de acudir semana a semana a las tiendas o centros comerciales para adquirir algo, lo que sea, pero algo. Son personas que siempre viven en la orilla del presupuesto o excediendo en poco o en mucho su relación gasto / ingreso.

Por el contrario, una persona que trabaja consigo mismo para llenar su vacío interior, acudirá a las tiendas por excepción, comprando única y exclusivamente lo que en función necesita, cuidando en todo momento la relación precio valor. Para estas personas la marca es lo de menos. Ellos son marca (identidad), no necesitan adquirir una para sentir que son, que existen.

El consumo, contra lo que se cree, no tiene que ver con el poder adquisitivo. Tiene que ver con el vacío interior. A mayor vacío, mayor consumo.

El tema no es cuánto gasta una persona, sino la relación gasto / ingreso que esta tiene. Una persona puede ganar mucho o poco dinero y gastar una buena parte de él en cosas totalmente innecesarias. El motor de este gasto siempre será el de subsanar el vacío interior que le consume. Este gasto es lo que llamamos: el dispendio de lo inútil.

Al regreso de mi viaje me reuní con mis hijos y socios para comentar los avatares del mismo, al tiempo que me enteraba de los propios de este lado. En ese momento me comentaron de una persona que necesitaba entrevistarse conmigo. Me entreviste con la dama en cuestión, atendí su tema y después sostuvimos un poco de charla social. De esa en la que se habla mucho sin decir nada.

En el curso de la misma me preguntó por el devenir de mi viaje y sin entrar en detalles que no le concernían, le comente que regrese azorado ante el irracional y alógico nivel de gasto de la Masa. Ella, que dos o tres veces por semana acude a tiendas o centros comerciales a comprar algo, me respondió, haciendo de su biografía el centro del universo: que la gasta mucho, porque gana mucho.

Ella, huelga decirlo, gana mucho y gasta mucho. No obstante y aun cuando opte por no replicar su comentario, este me llevo a pensar en todos esos potentados que ganan cantidades impensables de dinero y que llevan una vida similar a la que llevamos usted y yo.

De todos es conocido el caso de Warren Buffet. Este vive en la casa que compro cuando se casó. Marck Zuckerberg, el CEO de Facebook conduce un carro común como un hombre común. Y así como ellos muchos otros que saben que el dinero no es para gastar, sino para invertir.

Hogares de consumo.
Vivimos inmersos en cultura de consumo. Los hogares que imperaron en los primeros dos cuartiles del siglo pasado, eran los hogares productivos. En ellos trabajaban todos. Las responsabilidades de los miembros de la familia eran determinadas por sus edades. En las casas había huertos familiares, ya sea en macetas o patios, pero se sembraba parte de lo que se consumía.

En el tercer cuartil del siglo pasado (1951 -1975), la cultura fue migrando hacia la instrucción pública. Lo importante ya no era producir, era estudiar para poder lograr una preparación que nos brindara mejores oportunidades laborales que las que habían tenido nuestros padres. Así, sin darnos cuenta, fuimos abandonando la idea de la producción en aras de la idea de la instrucción, como si ambas fueran incompatibles.

Para el cuarto cuartil del siglo XX (1976 – 2000), la cultura de consumo era la norma. Los hogares productivos eran la excepción. Estos se veían más como un indicador de pobreza que de producción… Los hogares en los que tenían que trabajar todos, eran vistos como hogares en donde las cosas no iban bien.

Hoy, en el primer cuartil del siglo XXI, lo único que ya no existe son los hogares productivos. Todo en el hogar se centra en el tener, no en el hacer. Padres e hijos se sienten orgullosos cuando estos últimos logran obtener su primera tarjeta de crédito, el cual es un crédito para el consumo, no para la inversión.

Los padres se sienten satisfechos cuando los hijos compran su primer televisor, teléfono celular, automóvil y demás menesteres, cuando lo que les debiera preocupar es que todo ello los condena a trabajar para pagar, no para crear un patrimonio que trabaje para ellos.  

El éxito lo medimos cada vez más por el consumo, no por la inversión. Y lo que es peor es que una buena parte de la Masa imagina que todo lo que compra es una inversión.

Estamos rodeados de cosas que no necesitamos pero que compramos porque nos han dicho que son necesarias para vestir una casa, lo cual es entendible (todos queremos una casa cómoda). Lo que no es entendible es que busquemos adquirir las mejores cosas que nuestro presupuesto pueda comprar, aun cuando sean cosas que jamás van a devengar su costo. Lo que tenemos que comprar es función, no marca.

Entre menos identidad tiene una persona, más gasta en marca. La función, para ellos, es irrelevante. Lo importante es la marca, ya que esta les da una marca (identidad) que no poseen como persona.

Pensar que se piensa no es pensar, es imaginar.
La Masa piensa poco y lo poco que piensa lo piensa mal. Recién escribí de un joven que se compró el celular de moda aun cuando el suyo tenía menos de un año; se compró un reloj para que este le avise que tiene un mensaje o llamada, y así como estas, un sin número de fatuidades más que lo único que hacen es esclavizarlo a un trabajo que no le gusta, pero que le es obligado conservar para poder pagar cosas que compro y no necesita.

En mi odisea bancaria de fin de año coincidí con una conocida la cual se había ido con su esposo e hijos a pasar las fiestas decembrinas a una de las islas del caribe. Comí con ellos un día y en la comida me comentaron todo lo que habían comprado, aprovechando que no tenían que pagar impuestos en ese lugar. La compra era cuantiosa, ya que compraron relojes, collares, anillos y pulseras que sumaban varios miles de dólares.

Ellos están en el negocio de los seguros y son muy exitosos. Su razonamiento fue que eso les ayudaría a vender una imagen de éxito, lo cual es de suma importancia al momento de cerrar una operación de seguros.

Esto, que a todas luces es falso, es un claro ejemplo de que pensar que se piensa no es pensar, es imaginar. Lo malo es que hasta la imaginación es mala. Ya que bien podrían imaginar nuevas formas de vender en lugar de dispendiar su dinero a lo tonto, en aras de algo que es verosímil pero no veraz.

En el mismo viaje me entreviste con algunos inversionistas de muy alto espectro. Inversionistas que en un mes mueven lo que ellos en un año, sin embargo estos, como buenos inversionistas, se dan el lujo de tener una casa cómoda, con unas vistas inmejorables, en donde el objetivo de ellos no es gastar por gastar, sino construir una plataforma de inversiones que trabaje para ellos y no al revés.

Lo único que uno gana al gastar por gastar, es hacer más hondo el vacío interior, ya que el dispendio de lo inútil nos mete en una espiral sin fin en la que nos es menester trabajar en demasía para poder pagar todo eso que adquirimos y que no necesitamos.

La única forma de salir de esta espiral es trabajar con uno mismo. Es menester aprender a brindarse espacios de soledad y silencio en los que ineluctablemente se escuchara a sí mismo. Lo más probable es que lo escuche no le guste, pero si usted deja de negociar con la verdad, descubrirá que la razón no miente. Esta le dirá las cosas con una lógica tan contundente, que no le será posible negociar con la verdad.

Nos leemos en el siguiente artículo.

martes, 15 de enero de 2019

El erotómano.


Una es la relación sexual, otra el erotismo y otra más el amor.

Los seres humanos nos movemos en el combés de la relación de pareja en tres estadios: la Relación sexual; el Erotismo y el Amor. Entre ellos no hay aproximación alguna. Cada una es en sí misma una entidad diferente, con características únicas y diferenciadas. Y lo único que no debemos es confundir una con otra o creer que una es la otra. Son complementarias pero diferentes entre sí.  

El amor se nutre de la relación sexual y del erotismo, pero a diferencia de ellos, el amor en cuanto Amor se manifiesta siempre en una sola dirección, en una sola persona.

En el amor no hay cupo para nadie que no sea la persona amada. Esa que en si misma representa nuestra otredad (ese que es un yo mismo pero mejorado). El amor nos impele a entregar el cuerpo (relación sexual) y la mente (erotismo) a una sola persona. En el amor no cabe ni la más mínima posibilidad de estar con alguien más que no sea la persona amada, la cual no solo puebla todo nuestro ser, sino que además es motor y destino de todo lo que necesitamos, queremos y deseamos. 

En el amor no hay cupo para tres. El amor es unidireccional. El otro representa el culmen de nuestros anhelos, tanto en lo referente al instinto (relación sexual), como en lo concerniente al ente de nuestros deseos (erotismo). No obstante lo más común es que las personas confundan el instinto y/o el erotismo con amor, con los consabidos problemas que esto conlleva.

El instinto y el erotismo no son unidireccionales. Todo lo contrario, se manifiestan en múltiples direcciones. El instinto se va a manifestar con cuanta persona posea la carga genética que necesitamos para mejorar la nuestra. La mente, por el contrario, no tiene nada que ver con el instinto, como no sea para refrenarlo. A diferencia de la mente, el instinto opera por sí solo, llevándonos a gravitar sobre aquella o aquellas personas que genéticamente nos completan y complementan.

Con erotismo acaece algo similar, salvo que este no tiene nada que ver con el instinto, sino con la cultura y con el hedonismo. El eros está en la mente, lo que significa que este lo tienes que construir. En donde el secreto del erotismo está en entender que el quid de este está subordinado al nivel cultural del individuo y a la idea de placer que está ha edificado en su mente. Es importante no confundir cultura con instrucción académica. Una persona puede leer mucho y haberse graduado de varias carreras, maestrías y doctorados y no ser culta.

Una persona culta es aquella que no solo ha estado expuesta a otras latitudes y culturas (formas de ser), sino que además las entiende. De nada sirve viajar a otra latitud, tomarse fotografías, visitar los lugares emblemáticos de la ciudad o país, si al finalizar no hemos logrado entender la forma de ser de sus habitantes y la o las razones que los han llevado a ser así.

Una persona culta es aquella que entiende más formas de ser, no para juzgar, no para criticar, señalar o diferenciar, sino para entender, asimilar y actuar. Una persona que entiende más formas de ser, tenderá, por antonomasia, a desarrollar un criterio más amplio y una mente más abierta y flexible, lo que le permitirá explorar nuevas formas de expresión en el ser y el hacer de su persona.

Por el contrario una persona instruida pero inculta, tendera a mostrase más cerrada, dogmática y critica, por lo que su apertura a explorar nuevas formas estará seriamente acotada, afectando con ello el potencial y expresión de su eros, lo que hace que la monotonía en ellos sea una constante tanto en su ser como en su hacer. Podrás verlos hoy, regresar en unos años y encontrar casi lo mismo. Las variaciones serán de forma, pero no de fondo.
Veamos, para ejemplificar el tema de la cultura, la pornografía. Entre más inculta es una persona, más pornografía ve, distorsionando con ello su mente y con ella su idea de placer, ya que la pornografía no hace otra cosa más que mostrar las fantasías de hombres muy limitados y las mentiras de las mujeres. De tal suerte que estos (género masculino) cuando yacen con una mujer, esperan que esta se comporte y guste de lo mismo que las actrices que ve en la pantalla. Nada más lejos de la realidad.

Una persona culta sabe que el erotismo se inventa, se crea y que cada acto es una experiencia y cada geografía un continente. La paradoja del erotismo es que este necesita mínimo de amor para llegar a su culmen. A mayor amor, mayor eros. El eros en una pareja que no posea un mínimo de amor entre ellos, se disipara en la medida en que los actores vayan introyectando al otro. A los dos años, la pareja empezara a buscar nuevos rostros, geografías y mentes que en su no fundamentada razón, los lleve a alcanzar nuevas cotas de placer.

Procederemos a explicar un poco más a detalle las características de uno y otro (relación sexual y erotismo) para poder entender y dirigir las diferencias.

La relación sexual es lineal.
Lo que importa en la relación sexual es el acto en sí, no sus formas.
En la relación sexual lo que prima es el instinto y la satisfacción de los impulsos que este genera. En el acto sexual no hay nada que nos distinga de las demás especies que pueblan el planeta. Es simplemente una copulación que en el instante se torna intensa, urgente, apremiante y satisfactoria.

No obstante la realidad es que terminado el acto no hay, en los actores, ningún vinculo más que el de la consumación. El interés por el otro regresará ya una vez que la biología haga lo suyo. No obstante al terminar el acto, lo apremiante es la separación. Cada uno sentirá la necesidad de su espacio y solo buscará al otro cuando su fisiología lo reclame.

La relación sexual, por lo general, es violenta, agresiva, no en lo referente a la agresión física sino a la acometida. La urgencia del instinto es tal que el acto se torna impetuoso, violento y expedito. Esto hace que la relación sexual se torne, las más de las veces, en un acto mecánico. Acto que los actores disfrazan de amor, y no quiere decir que no lo haya, pero no en la medida que los actores creen o quieren creer, ya que lo que sienten tiene que ver más con el instinto que con ellos mismos.

Así, pues la relación sexual tiende, por la naturaleza de la misma, a repetirse en acto y forma una y otra vez. En ella no hay innovación, exploración, creación. La relación sexual, por su génesis (instinto) tiene que ver más con la posesión del instante que con la relación en sí.

Ellos, en la relación sexual, tienden a mostrarse primitivos, impetuosos y expeditos. Por lo general, llegarán al orgasmo antes que ellas, lo cual, lenta, pausada pero progresivamente, hará que ellas vayan atemperando el impulso hasta que el acto en si se torne más un compromiso que una entrega.

Es menester entender que el instinto (inteligencia de la especie) siempre es el mismo y siempre se manifiesta de la misma forma, por lo que es inevitable que este se convierta, en cuanto a expresión, en algo mecánico, rutinario.

Así entonces, es inevitable que la relación sexual, como todo acto instintivo, no termine siendo una monotonía. Ellos, por lo general, no tiene mucho problema con esto. Ellas, por el contrario, si lo tienen. Tan lo tienen que la gran mayoría de ellas terminan por alejarse del tema, escindiéndose del acto o llevándolo a la menor frecuencia posible. Algunas, incluso, llegan a  no tener relaciones con su pareja, lo que la postre termina afectando la convivencia o convirtiéndola en una relación de compañeros, pero no de pareja.

La Mujer es, antropológicamente, vaso de recibir.
Recibe al marido, a los hijos, nietos y seres queridos. El hombre, salvo raras excepciones, recibe mujer, hijos y nietos, y lo hará debido a una anomalía en su estructura que le permite hacerlo y que ellas agradecen. El tema da para más, sin embargo este tema lo tendré que dejar para postrer ocasión, ya que el tema que nos compete es el de la Relación Sexual y el Erotismo.

La Mujer, como vaso de recibir, tiene para dar mucho más que el hombre. Sin embargo a la Mujer, en lo referente al acto del amor, es menester invitarla a dar. Más claro, en lo concerniente a las relaciones sexuales, la mujer, al inicio de la relación, se da, se entrega. Y lo hace esperando de su pareja un proceso igual. Por supuesto que el instinto opera en ambos, no de la misma forma pero si con el mismo objetivo (reproducción). Sin embargo al principio de la relación, la relación sexual en ella será una entrega, en él, una conquista.

Ella espere que la relación sexual evolucione; él, que continúe.
En la relación sexual, no buscas la satisfacción de tu pareja, sino la propia. Lo cual no está mal, siempre y cuando los actores entiendan que esta tiene que migrar a nuevos estadios, ya que las expectativas de uno y otro son diferentes de origen.

Y si a esto se le añade el hecho de que las necesidades de ambos mutan con el tiempo (más en ellas que en ellos) y de que por lo general ellos no entienden que la relación no se puede ni se debe quedar única exclusivamente en el combés de lo sexual, entonces la relación sexual terminara degradándose, no en forma, sino en sustancia, es decir, en lo que esta significa para cada uno de los actores.

Así, pues, la relación sexual, maravillosa de origen, termina mutando por la falta de amor, comprensión y compromiso de los actores, en un acto mecánico y rutinario…, y, en muchos casos, en una obligación. Logrando con esto que ellas se sientan usadas y ellos hastiados.  

Erotismo.
El erotismo no es lineal, es oblicuo, caótico e impredecible.
En el erotismo lo importante es la maximización del placer. No del placer por el placer, sino de un placer que se obtiene al dar placer. Del placer que se obtiene cuando logras maximizar los sentidos del otro y de ti mismo.

En el erotismo es menester explorar la geografía corporal del otro… Detenerse en cada arista y ángulo de la piel… Respirar, tocar, saber (de sabor) lo que el otro es. En el erotismo hay entrega y recepción, pero el placer está más en la entrega que en la recepción.

En el erotismo es menester tomar posesión de todas y cada una de las partes del otro, ya que es la única forma de introyectarlo, de hacerlo propio. En el erotismo es menester explorar y conocer todos y cada uno de los contenidos y continentes de la geografía corporal del ser amado. Absorberlos, poseerlos, dejar nuestro aliento, sabor y tacto en cada uno de ellos y llevarlos, en la medida de lo que cada punto es, a un nivel de sensaciones y placeres jamás imaginado.  

En el erotismo la reproducción es un accidente. El objetivo no es la reproducción sino el placer. Lo importante es tomar posesión de todas y cada una de las partes del otro. Identificar y saber cómo reacciona cada una de ellas, como excitarlas, despertarlas y hacer de ellas un instrumento de placer, de sensaciones.  

El erotismo se nutre de dos variables: imaginación y placer.
La imaginación nutre al placer y el placer exacerba la imaginación.
Sin embargo, lo que poco se ha entendido es lo que mencionábamos líneas arriba, que el erotismo demanda cultura, apertura, permisividad. En otras palabras, darse permiso de sentir y de conocerse a sí mismo a través del otro. De descubrir partes de si no exploradas. Partes que son capaces de generarnos un cumulo de sensaciones inusitadas, inesperadas.

Una persona inculta no podrá ser erótica. Para esta persona todo estará mal. Todo será pecado, perversión. Entre más culta es una persona, es decir, entre mas forma de ser entiende, más amplio será su criterio y entendimiento de las cosas y por ende más amplia será su permisividad para consigo mismo y para con el otro. Una permisividad que tiene que ver con la exploración de los sentidos.

El eros, en cuanto a eros, no demanda de ningún tipo de perversión o desviación. Estas, de lo único que hablan, es de la incapacidad de las partes para sentir y hacerse sentir. El erotismo es un regalo de ella a él y a veces de él a ella. Y puntualizamos el a veces de él a ella, debido a que el erotismo requiere de una sensibilidad y de una delicadeza que pocas veces se encuentra en el género masculino.

En el erotismo la imaginación de las partes, las palabras, caricias, roces y degustaciones del ser y saber del otro son esenciales. En el erotismo lo que se busca es el placer, pero más específicamente el placer del otro. Se trata de hacerle sentir lo que siente más allá de lo antes sentido. No olvidemos que la mente le puede hacer sentir al cuerpo lo que el alma jamás imagino.

Así, pues, el erotismo es de dos. Dos que se funden en uno y que se reconocen en la piel y mente del otro.

Por lo general las personas erotómanas poseen una personalidad que imana a los demás. Una personalidad que al mismo tiempo que atrae, da miedo, debido a que se salen de la norma. Son atrayentes, interesantes, Crean, con su sola presencia, impronta, estilo y forma, un halo de misterio alrededor de ellos. No el misterio del que oculta, sino el que genera aquel que por más que lo veas, nunca terminas de desvelarlo.

Las personas erotómanas se mantienen cercanamente distantes. Les basta invitar para conminar a hacer. Una palabra, una frase, puebla los espacios de soledad y distancia que crean alrededor de ellos y de sus formas. Son inabarcables. Siempre hay en ellos, por mucho que los conozcas, una parcela del ser, hacer y saber a la que no habías tenido acceso. La cosmovisión que tienen del mundo los lleva a esculpir día a día su personalidad, por lo que está siempre está en proceso de formación, mejorándose, construyéndose para dar siempre lo mejor de sí.

El sujeto que provoca el movimiento de eros, se presenta siempre como algo que está más de lo que la gente alcanza a ver. Es la fusión de su materia, mente y alma lo que despierta en los otros el eros creador que los impele a gravitar sobre él.

El encuentro con una persona erotómana siempre nos llevará a un encuentro con nosotros mismos. A descubrir en nosotros cosas que no sabíamos, a hacer más tolerable y placentero el caos del amor.

La diferencia sucinta entre el eros y el amor, es que el eros viene de fuera hacia adentro, mientras que el amor viene de adentro hacia afuera. Es de suma importancia no confundir el eros con el amor. Son entidades próximas pero diferentes.

Lo feo sale con la edad.
Hay quienes, conforme avanzan en el tiempo, se degradan física y mentalmente. No obstante hay quienes conscientes de que lo único que nadie te da, nadie te quita y desaparece contigo al morir, es la personalidad. La personalidad es la base del éxito y es lo único que nunca trabajamos.

Las personas más eróticas del mundo son personas que poseen una personalidad avasalladora. Una personalidad que con el tiempo se hace más interesante, más atrayente. No hay forma de que pasen desapercibidas. Son inteligentes, cultos, selectivos y poseedores de una personalidad que imana a los demás. No se distinguen necesariamente por poseer una belleza sin igual, sino porque su forma de ser y de portarse a sí mismos hace que la gente los distinga sobre todos los demás.

Las personas eróticas tienen el poder de despertar los sentidos del otro. Sentidos que no tienen que ver con la sexualidad, sino con la seducción de su cerebro, de su mente de sus formas. Los erotómanos no se rigen por los convencionalismos. Están más allá de las formas y normas sociales, no obstante son educados, amables y atentos a los suyos, lo que les permite darle, a quien menos lo espera, una súbita importancia.

Por lo general dejan una huella en el acontecer del otro, ya sea con una atención, una frase, una palabra o alguna salutación  inesperada. Desarrollan una memoria biográfica impresionante. Lo que les permite tomar nota de los aconteceres de los demás, no para juzgar, como hace la Masa, sino para identificar cual o cuales son los resortes que mueven el accionar del otro.

La gran ventaja del erotismo es que este se trabaja. Se construye. Y se puede hacer a tal grado que llega a incidir en la dirección del instinto y en la consolidación del amor.

Seamos, pues, erotómanos.