miércoles, 1 de mayo de 2024

Daño colateral.

Se dice que el famoso aforismo: "Conócete a ti mismo", estaba inscrito en el pronaos del Templo de Apolo en Delfos. No obstante, la realidad es que poco caso le hemos hecho. Somos, antropológicamente, seres de sentimientos profundos y entendimientos cortos, lo que nos impele a preocuparnos más por lo que acaece fuera que dentro de nosotros.

Recién me invitaron al corte del listón inaugural del séptimo restaurante de un amigo. Este es un joven emprendedor que está en sus tempranos cuarenta y que cuenta en su haber una cadena de restaurantes y una procesadora de alimentos. Es un hombre inteligente, agradable y de trato fácil, amén de una sonrisa que pareciera ser parte de su rostro, ya que pocas veces le he visto sin ella.  

Él, como la gran mayoría de nosotros, vive más hacia afuera que hacia adentro. Este estar constante viviendo hacia el exterior, lo llevo a establecer una relación con una mujer de extraordinaria belleza interior y exterior. Una mujer que lo amo (tuve oportunidad de conocerla y de convivir con ambos) como pocas veces he visto que ame una mujer a un hombre.

Está lo único que quería es estar con él. Cierto que había un alto nivel de exigencia de parte de ella (no hay mujer que no lo haga), pero su exigencia era más cualitativa que cuantitativa, es decir, para ella era más valioso el tiempo que pasaban juntos que todos los bienes y regalos que este le pudiera dar.

El caso es que ella estuvo ausente en la inauguración del restaurante, lo cual no dejo de extrañar a propios y extraños. Días después el empresario en cuestión me invito a comer para ver unos temas de inversión y al terminar de analizar estos, me preguntó qué cómo andaba de tiempo para platicar un tema personal de relevante importancia. Le hice ver que disponía de tiempo y que encantado escuchaba su decir y, por la cara que tenía (había perdido su sonrisa), su pesar.

El tema es que después de tres años decidió terminar con ella. Lo peor del caso, argumentaba él, es que es la mujer más maravillosa que he tenido en mi vida. Y, sin embargo, el animal que soy, me empujo a terminar con ella. Pensé, y sigo pensando, que no hay nada como la soledad. Mi trabajo demanda un muy alto nivel de contacto humano, de tal suerte que nada deseo más cuando llego a casa que tener tiempo para mí. Y eso, precisamente, fue lo que me llevo a terminar con ella.

El problema, me dice, es que demanda tanto mi atención que poco tiempo me queda para revisar el acontecer de mis negocios, que es lo que me permite definir el proceder del día, semana o mes. Cierto que disfruto su compañía, pero me encantaría que esta fuera espaciada e intermitente y no permanente. Cuando hable con ella al respecto, me dijo que las cosas no son así. Que en la vida puedes tener casi todo lo que deseas, pero no todo al mismo tiempo. Que tenía que decidir y decidí.

El caso es que me saturo muy rápido de los demás. Cosa que no afecta en mi trabajo, ya que la interacción es variada y de momentos, pero habitar el día a día con una persona es abrumador. Al término de su exposición me preguntó: ¿se puede amar tanto a una mujer y vivir sin ella?

El problema real, le contesté, es la ausencia de amor. En los negocios como en el amor, hay que aprender a restar antes que sumar. En los negocios tienes que restar beneficios en socios y colaboradores. En el amor, lo que restas es tiempo e individualidad y lo restas en ella y en los hijos. Ellas restan mucho más que nosotros, pero lo hacen en los hijos y ocasionalmente en ellos.

Los hombres se satisfacen con poco. Ellas, no. Estás exigen tanto, porque dan tanto. Poco a ti, mucho a los hijos. Y, en ausencia de estos, a la idea que tienen de sí mismas y de la relación de pareja. Y si no te hace sentido, revisa tu guardarropa y el de ella, que estos no son más que el reflejo de uno y otro. Para ellas, como buenas centrípetas, nada es suficiente. Demandan atención constante y permanente dado que todo gira y debe girar en torno a ellas. Cosa que no acaece con el hombre. Este, como todo centrífugo, demandan poco de ellas y lo poco que demanda lo demanda poco.

Le comenté lo que líneas arriba mencioné: que los seres humanos somos entes de sentimientos profundos y entendimientos cortos. Lo que ineluctablemente hace que nos preocupemos y ocupemos más de lo que acaece fuera que dentro de nosotros.

Cuando te sientas profundamente atraído por una mujer, concédete el permiso de convivir lo más que puedas con ella, tanto para conocerla, como para descubrir si la resta te pesa. Si no te pesa, ahí es, pero si te pesa, no te quedes, que el daño colateral va a ser mayor cuanto más tiempo prolongues la relación.

Nos leemos en el siguiente artículo.