sábado, 20 de abril de 2024

Siete años después.

En el libro Puente de otoño de Takashi Matsuoka hay una frase que encierra la totalidad del acontecer humano: Éramos felices y no lo sabíamos.

La felicidad es una suma de instantes, no obstante, hay ocasiones que esa felicidad se prolonga en un espacio tiempo que va más allá del instante. Y es justo en esos momentos en los que la felicidad extendida forma parte de nuestra vida que se nos hace fácil tomar decisiones que no tomaríamos en otras circunstancias. El problema, huelga decirlo, es que cuando la realidad nos alcanza, ya no hay forma de recuperar eso que teníamos y es cuando cabe la frase de Takashi Matsuoka: Éramos felices y no lo sabíamos.

Otro tema que influye en las personas a la hora de tomar decisiones es la estructura antropológica de estas, es decir, si en un Primus o un Secundus.

El Primus tiene una alta necesidad de control y de seguridad. Le es de suma importancia que todo y todos los que están a su alrededor estén en sintonía con lo que desea y espera de cada uno de ellos. Batalla de sobremanera con la ambigüedad y con la aparente indecisión que acompaña a esta. Y con la gente que en intensidad y forma no le da lo que quiere y necesita, tanto en el combés de lo sentimental como en el de lo material.

La insuficiencia prima en su persona. Nada, por mucho que sea, le es suficiente. Su necesidad de seguridad, certeza y control es, sobre todo y sobre todos, infinita. Especialmente en aquellos que están sentimentalmente vinculados a su persona. Su suspicacia le hace ver riesgos donde no los hay. Al grado que en ocasiones su inconsciente provoca aquello que teme, en aras de demostrar que tenía razón.

El problema del Primus es que cuando siente que el otro ya no está a su nivel o que ya no le puede dar esa ingente e infinita necesidad de cariño, atención, viajes y bienes materiales, buscará en terceras personas lo que siente que ya no encuentra en su pareja. Esto no quiere decir que incurrirá directamente en un cambio de personas y escenarios, pero si se abrirá a explorar nuevas posibilidades, a las que siempre verá con mejores ojos, no porque lo sean, sino porque en ese momento tiene todo resuelto.   

El Secundus, por el contrario, piensa que todo cabe en lo humano (lo bueno, lo malo, lo espectacular y espectral). Lo que hace de él un ser flexible y tolerante en cuanto a las múltiples formas del ser, no obstante, es menester anotar que, a pesar de ello, tiende a mostrarse agudo y sarcástico ante aquellos que muestran una intolerancia monolítica en la forma de ser.

Está cierto de que no hay ley o dogma que brinde certeza en el quehacer humano. Lo que lo impele a ver y vivir el mundo como lo que es: una hipótesis. Es decir, como algo que siempre está sujeto a comprobación, en especial, lo humano.

La hipótesis es la teoría sin la prueba explicita. Así pues, esta cierto de que no hay seguridad en nada de lo que se decida o emprenda, por lo que es menester apostar por aquello que se ha decidido aun cuando no se esté cierto de que va a funcionar.

El Secundus está consciente que el acto de elegir pareja, carrera u oficio es, en sí mismo, una hipótesis, es decir, algo que siempre está en constante construcción. En donde lo hecho ayer no tiene nada que ver con lo que ha de hacer hoy o lo que hará mañana. Este estar consciente de que todo es una hipótesis lo lleva a trabajar consigo mismo, con la pareja, carrera u oficio que elige en aras de reducir lo más posible la probabilidad de error. No obstante, cuando el error se presenta lo vive como lo que es, un instante y no una constante.

De los dos, el Primus es el que paga el más alto precio en la redención. El Secundus lo paga, pero de manera muy breve. Es tan alta su capacidad para enterrar las cosas, que el dolor de la redención es breve y transitorio.

La relación de pareja pasa por cinco estadios: Descubrimiento; Conquista: Colonización; Independencia y Redención.

La pareja, ya una vez que te descubre, te conquista y en la conquista sienta las bases de lo que será su colonización, ya que entre más logre colonizarte (poblar todos tus espacios físicos y mentales), más difícil te será la independencia.

La colonización del Primus es intensa y total. Entre más logre este que te mimetices con su pensar y querer, mejor será su colonización y por ende su sentimiento de felicidad.

Para el Secundus la colonización estriba en aprender a vivir con lo que eres, ya que da por sentado que entre más puedas expresar tu ser (ser tú mismo), menos ganas tendrás de irte (independencia).

Por lo general, la independencia en el Primus obedece a él, en el Secundus, al otro. Ya sea porque el Primus lo dejo o porque se haya cansado de tanto nivel de acotamiento y control.  

Cuando el Primus se independiza en aras de lograr más de lo que tiene, piensa que su felicidad se extenderá a partir de la que ya tiene, sin embargo, lo normal es que esta decaiga a través de los años hasta que llega el estadio de la redención. Momento en el que ya no le queda más que la añoranza o dolor de la felicidad perdida.
  

Cuando la redención se da en el Secundus, se da en cuestión de semanas y en una forma tan amable, que este rápido entierra el pasado para construir un nuevo futuro.

El Secundus lleva la felicidad en él; el Primus, en los otros. Para estos, más que para los otros, es donde cabe la frase de Takashi Matsuoka: Éramos felices y no lo sabíamos.

Nos leemos en el siguiente artículo.

miércoles, 10 de abril de 2024

La importancia del dinero en el amor.

Recién tuve la oportunidad de platicar con una joven ejecutiva a la que tengo en alta estima personal y empresarial. Es una mujer inteligente y con un nivel de fuerza y empuje que hace de ella el epitome del Hacedor. No para nunca y nada le desespera más que ver al otro sin hacer nada, y más si ese otro u otros son o están en su coto de influencia. Entendiendo que el significado de nada es todo aquello que la gente de su coto hace sin que sea por o para ella (de esto, las mujeres saben mucho).

La idea que esta joven ejecutiva tiene del amor es una contradicción funcional. Es romántica en el amor y pragmática en la vida. El amor, me decía, debe ser romántico y funcional. Él puede ser inteligente, atento, caballeroso y educado, pero si no tiene la capacidad de resolver lo económico, no funciona. Ese hombre será mi amigo, pero no mi pareja. El amor en nosotras se sustenta en un romanticismo realista, cosa que no sucede con los hombres. Ustedes son idealistas por definición y realistas por excepción.

Al concluir la plática me comentó que ella jamás podría estar con un hombre carente de recursos, no por los recursos en sí, sino porque la ausencia de estos, le hacía ver que en ese hombre carece del coraje necesario para salir adelante, amén de un exagerado nivel de conformismo.

Confieso que la conversación me dejo más dudas que certezas, ya que el Resorte – Motor de las personas define lo que es importante para estás y no todos nos interesamos por las mismas cosas. Por ejemplo, para aquel que su Resorte – Motor está en el
logro y el tener, realizara conquistas totalmente ajenas a las que realizara una persona que tenga su Resorte – Motor en la afiliación y el hacer. Los dos necesitaran dinero, solo que uno de ellos lo necesitara en grado sumo y el otro, no.

El Resorte (Afiliación; Logro; Poder) nos genera los impulsos, pero no el rumbo. La dirección de vida de un ser humano la genera el Motor. Este es el que define los objetivos intrínsecos de la persona (Ser; Hacer; Tener).

Truman Streckfus Persons, mejor conocido como Truman Capote, fue un escritor al que su Resorte - Motor (
afiliación – ser), lo llevo a brillar en lo más alto de la sociedad. En su Motor no estaba el Tener. Tan no estaba que no solo dilapido todo el dinero que gano con sus libros, sino que además vivió toda su vida arrimado en la casa de un amigo. Cuando la sociedad lo castigo y le retiro su apoyo por los chismes que publico de la alta sociedad, siguió escribiendo y vendiendo libros, pero en un ostracismo social que lo llevo a la tumba.  

Cuestión de géneros.
Las dudas que me genero la plática con la joven arriba mencionada, me llevo a indagar las percepciones que hombres y mujeres tienen sobre el dinero y el amor. A los encuestados se les planteo el siguiente escenario y pregunta: conoces a alguien que reúne todos los requisitos cualitativos que buscas en una persona para establecer una relación, pero está carece de recursos, es decir, es pobre: ¿te darías la oportunidad de establecer una relación con esa persona?

El cien por cien de los hombres respondió que sí. El 92% de las mujeres respondió que no.

La muestra de esta indagación se hizo entre personas que oscilan entre los 40 y 60 años, por lo que es posible que las respuestas cambien en función del segmento etario. El objetivo al enfocarnos en este segmento fue escoger personas con responsabilidad económica a cuestas, sin importar si vivían solas o con hijos.

Las razones que argumentaron las mujeres fueron muy parecidas a las que me dio la ejecutiva en cuestión. Le otorgaron un alto valor al tema económico. Lo que definió la intensidad del más o del menos de cada una de ellas, fue su respectivo Resorte – Motor.

Algunas decían que los viajes, las casas, los carros (todo en plural) y forma de vida eran requisitos no negociables. Otras se centraban en que fuera un hombre capaz de proveer lo que ella y sus hijos necesitaban, amén de una casa confortable y una renta para la vejez y para los imprevistos (salud). Ninguna cuestiono el trato, ya que todas daban por sentado que el hombre las tenía que tratar como princesas, al grado que algunas de ellas me dijeron: puede ser lo que sea con los demás, pero a mí…, o me trata como princesa o se va.

A ellos el tema económico no les preocupo, pero si la pobreza mental. Le daban un alto valor al hecho de que fuera una mujer que más que
tener más, quisiera ser más. Que al ser ella más, serían más ellos. Al preguntarles si esto no iba de la mano con la inteligencia y el dinero, respondieron que no, ya que puedes ganar mucho dinero y ser un idiota. La inteligencia, argumentaban, tiene que ver más con la forma en que llevas tu vida, que con el dinero que ganas.

La diferencia entre hombres y mujeres es abisal. El hombre busca dar lo que puede su capacidad. La mujer no. Ella siempre va a exigir más allá de la capacidad. La mujer construye el mundo; el hombre, lo opera.

En síntesis, la ambición y el hambre de progreso está en ambos, pero en ellas está en grado muy superior al de los hombres. La mujer va a estirar la liga hasta donde sea posible. El hombre, no. Éste tenderá a instalarse en lo que tiene y a buscar el más por excepción. Excepción que, por lo general, suele ser una mujer, ya sea pareja, la hija o la madre, pero siempre una mujer.

Nos leemos en el siguiente artículo.  

jueves, 4 de abril de 2024

El rayo (la fuerza de la atracción).

Recién sostuve una platica con un joven empresario al que conozco desde hace casi cuatro lustros. El joven en cuestión inició una relación de pareja desde su época de bachillerato y, en mi calidad de mentor, he tenido y tengo la oportunidad de ser testigo de su proceso personal y de pareja desde sus inicios. La relación de noviazgo se prolongo por diez años y en la actualidad llevan poco más de cuatro años viviendo juntos.

En lo personal me parecía y parece un joven excepcional en el combés de lo intelectual (ha publicado dos libros), de lo empresarial y, de manera muy especial en el de pareja. Un hombre atento, educado al que jamás vi faltarle el respeto a su pareja. Era y es, desde mi óptica, un joven digno de emular.

Todo esto viene a colación para entender lo que le acaeció. Regresando él de un viaje de negocios, me habla y me dice que necesita platicar de un tema delicado. Al vernos me comenta que un día, al acudir a uno de los cafés en los que se sienta a escribir con libreta en mano, llego una joven, coetánea a él, que armada con una sonrisa se sentó a su lado y se presentó.

Le preguntó sobre lo que hacía y él le contesto que solía ir a ese lugar a escribir. Estuvieron platicando cerca de una hora y se despidieron debido a un evento que él tenía más tarde. Por azares de la vida volvieron a coincidir en lugares en los que era poco viable que lo hicieran (un banco, en una conferencia que impartió y en la presentación de un libro).

El tema es que las coincidencias continuaron de la manera más azarosa. Él tuvo que ir a la ciudad de México a cerrar un negocio y ella había ido con sus padres a visitar unos parientes. Cuando él llega a la sala de espera para tomar su vuelo de regreso, la ve ahí, la saluda con un movimiento de cabeza y ella se para y va por él. Lo presenta a sus padres y se sientan a un lado a platicar.

Al abordar el avión ella le pide al pasajero adjunto a él que le cambie el lugar, lo que le permitió hacer el vuelo de regreso sentada junto a él. Le hace saber que no ha dejado de pensar en él y que le gustaría verlo más. Él le dice que tiene pareja y que no está en posibilidad de hacer lo que ella quiere, a lo que ella contesta que tal vez él no esté en posibilidad, pero si en el ánimo y que puede esperar.

 El cerebro es libre, las personas, no.
Cuando termino de exponer la situación, le pregunte si se sentía atraído por ella. Me contesto que sí. Que la atracción es tan fuerte que no ha dejado de pensar en ella desde el día uno, y que no entiende qué es lo que le está pasando, ya que siente un fuerte impulso de estar con ella, pero sabe que no es correcto.

Le hice ver que lo que le está pasando es lo que se conoce como el Rayo, un fenómeno biológico con una fuerza de atracción que nubla la razón y que, si no se gobierna (cosa de suyo difícil), se convierte en obsesión. Es algo que le sucede a muy poca gente en la vida (conozco solo dos casos) y que nunca sucede más de una vez. El amor, le comenté al joven, es un ejercicio en el que el depredador sigue a su presa y está a su depredador. El dilema, para la gran mayoría de las parejas, es saber quién es quién, pero en el caso que me platicas, la presa eres tú y ella el depredador.

Le recomendé que pusiera todo en pausa y que invente un viaje o un retiro de tres a cuatro días en un lugar en el que pueda estar totalmente solo para que sea él el que ordene su mente y no su mente la que lo ordene a él.

Le hice ver que el cerebro es libre, las personas no. Nosotros tenemos que conquistar la libertad y la única forma de hacerlo es poniendo en orden nuestra mente. Y más cuando la biología nos impele a hacer algo que no estamos del todo ciertos que debemos hacer.

El Rayo es un fenómeno biológico que posee una fuerza de atracción inconmensurable y que posee dos características: llega para quedarse o se va como llego. Por ello es muy importante poner en orden nuestra mente para aceptarlo y dirigirlo o para rechazarlo y enterrarlo. De lo contrario, las consecuencias van a estar fuera de nuestro control.

No sé qué va a hacer el joven en cuestión, pero lo que si sé es que nosotros somos las historias que nos contamos a nosotros, no las que les contamos a los otros. Por eso es muy importante el que ordenemos nuestra mente para poder contarnos las historias correctas, conscientes de que el resultado de estas, tienen consecuencias inmediatas y futuras.

Nos leemos en el siguiente artículo.