martes, 8 de diciembre de 2015

El oficio del Creador.

Escribir es crear. 
Uno se sienta frente a una hoja en blanco (hoy frente a una pantalla en blanco) y empieza a vaciar en esa nada un algo. Un algo que se gestó con contenido y forma, pero que al paso de cada letra o tecla se va tornando en otra cosa. En un algo que bien puede ser próximo a lo pensado o un algo que en el decurso de las letras termine siendo distinto a lo que originalmente se concibió, no obstante lo cierto es que lo que salga de ello no será lo que originalmente se pensó. Nunca es así. No en la creación.

Sabes, la vida no es lineal. Es oblicua. Nada sucede como pensamos ni como queremos, y entre más lejos estamos de lo que se desea, más sujetos estamos a la influencia de la oblicuidad (circunstancias). Con la creación pasa igual. Toda creación toma vida propia. Es como los hijos. Uno tiene hijos y crea para ellos una infinidad de planes y escenarios, no obstante ellos son los que al último deciden lo que habrán de ser y hacer.

Por supuesto que un artículo, libro, poesía o ensayo no posee, como el ser humano, la capacidad de ser autónomo, autómata, autócrata y auto determinado. Posee, es cierto, una vida inanimada como objeto y animada en cuanto al sujeto que lo escribe, pero no tiene un animae que le impulse o determine. Somos nosotros los que en cada pulso vamos revisando la letra y la forma para mejorar lo que de nosotros emana como pensamiento y letra.

Si algo nos ha enseñado la vida es que el ser humanos es Autónomo, tiene y ejerce sus propias normas; Autómata, posee su propio motor y ritmo; Autócrata, tiene y ejerce su propio poder; y  Auto determinado, se define a sí mismo. Este ser autónomo, autómata, autócrata y auto determinado es lo que nos hace asincrónicos a los demás.

Este connatural asincronismo que nos define como seres humanos es lo que hace que el matrimonio y el trabajo en equipo sean relaciones inevitablemente complejas y difíciles, pero indispensables para el crecimiento como seres humanos. Lo que nos corresponde a nosotros es elegir con quien, cuando y donde, ya que las relaciones te suman o te restan, pero no te dejan igual.

Regreso al tema. Esperar que los demás (pareja, hijos, colaboradores) sean sincrónicos a nosotros no solo es una estulticia, sino que además acusa un claro desconocimiento de la naturaleza humana y con ello una notoria imposibilidad para ejercer el liderazgo, debido a que la gente hace las cosas por sus razones, no por las nuestras.

No te olvides que una de las premisas que rigen el quehacer biográfico de cada uno de nosotros, es el que hecho de que “en la vida nadie quiere lo que tú quieres, y el que quiere lo que tú quieres, no lo quiere como tú quieres”. Lo cual no está mal. Lo que está mal es que tú creas que todos quieren lo que tú quieres.    

Migro a la creación…
La creación surge del choque de dos contrarios. De dos unidades de caos que son: autónomas, autómatas, autócratas y auto determinadas. Una de las razones por las que Estados Unidos es el país que más patentes genera a nivel mundial, es por su mezcla de razas. Los inmigrantes representan casi el 50% de la población, amén de que estos llegan de todas partes del mundo. La cohabitación de la gente en ese país no es fácil. Es caótica, ríspida y compleja, y de ese caos es de donde salen tantas creaciones y patentes. 

Con la creación pasa lo mismo, sin importar si la creación es literaria, pictórica, tecnológica o de cualquier otro tipo, está siempre surgirá del caos. Nunca de la uniformidad. La creación es un choque de contrarios. Es la nada chocando con el creador. El creador debe plasmar en esa nada un algo que tenga sentido para él y para los demás. Se dice fácil y hasta cierto punto lo es. Solo hay que darle a la creación la oportunidad de que ella sola nos vaya dictando, con sus contenidos y continentes, lo que esta habrá de ser.

Uno empieza con una idea, y como el conocimiento se da haciendo, este hacer, conforme se va plasmando, va indicando los continentes y contenidos que el autor debe de recorrer para dejar una geografía de un algo específico, en esa nada donde no había nada.

Crear es crearse, así como escribir es describirse.
El escritor va dejando en cada párrafo algo de sí. De lo que piensa. De lo que siente. De lo que es. De eso que le atañe, que les a tal grado que necesita volcarse sobre el teclado para dejarlo ahí. Uno no escribe para decir algo. Uno escribe para decirse algo, y si ese algo le sirve a alguien más, pues entonces uno se da por bien servido.

El creador tiene un grado de esquizofrenia que le permite, con un pie en la locura y otro en la cordura, ver en lo que todo el mundo ve lo que nadie ve. Es así, con esta capacidad de ver cosas que los demás no tienen la capacidad de ver, que puede plasmar en una hoja de papel, pantalla en blanco, lienzo, metal y demás materiales de la creación, un algo que no existía antes de que él lo creara.

Por supuesto que los creadores no son personas que estén del todo bien. No obstante el secreto de la locura es muy simple: o diriges tu locura o tu locura te dirigirá a ti.

Médico, poeta y loco.
Se dice que de médico, poeta y loco, todos tenemos un poco, y es cierto. Para muestra un botón. No puede ser creador si no posees un cierto grado de esquizofrenia. Como tampoco puedes ser un experto en naturaleza humana si no tienes algo de psicópata; ni líder de masas o político si no posees algo de sociópata; ni intelectual, ensayista o filosofo si no eres maníaco depresivo; ni escritor si no eres neurótico… Y así podemos revisar toda la gama de artes y oficios en las que destacan los anómalos, no obstante el tema no es ese, sino el hecho de que los creadores son lo que son gracias a que le dieron cauce a su locura. Ellos dirigen su locura en lugar de que esta los dirija a ellos.

En otras palabras, el escritor escribe para salvarse. El pintor pinta para no volverse loco. El intelectual piensa para no matarse, y así, como ellos, el resto de los anómalos crean para crearse, para poder encajar en una sociedad en la que no podrían encajar sino le dieran cauce a su locura.

Todos los oficios tienen una función, un reto y una carga de emoción y adrenalina. No obstante el oficio del creador demanda algo más... Demanda una anomalía y una neurosis que le impele a crear un algo que no existía antes de que él le diera vida. Un algo que da testimonio de qué él es, de que existe y existe de una manera diferente a la de los demás.

El creador crea para inmortalizarse. Cierto es que no sabe que de lo creado lo inmortalizará. Tal vez nada, tal vez algo que ni siquiera imagino, pero la realidad es que aspira a que algo de lo creado viva más que él.


Así pues, el genio es hijo del ocio y la vanidad, pero esta última es la que los impele a crear, a dejar testimonio de ese efímero pero interesante oficio que es vivir.  

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