Escribir es crear.
Uno se sienta
frente a una hoja en blanco (hoy frente a una pantalla en blanco) y empieza a
vaciar en esa nada un algo. Un algo que se gestó con contenido y forma, pero
que al paso de cada letra o tecla se va tornando en otra cosa. En un algo que
bien puede ser próximo a lo pensado o un algo que en el decurso de las letras
termine siendo distinto a lo que originalmente se concibió, no obstante lo
cierto es que lo que salga de ello no será lo que originalmente se pensó. Nunca
es así. No en la creación.
Sabes, la vida
no es lineal. Es oblicua. Nada sucede como pensamos ni como queremos, y entre
más lejos estamos de lo que se desea, más sujetos estamos a la influencia de la
oblicuidad (circunstancias). Con la creación pasa igual. Toda creación toma
vida propia. Es como los hijos. Uno tiene hijos y crea para ellos una infinidad
de planes y escenarios, no obstante ellos son los que al último deciden lo que
habrán de ser y hacer.
Por supuesto
que un artículo, libro, poesía o ensayo no posee, como el ser humano, la
capacidad de ser autónomo, autómata, autócrata y auto determinado. Posee, es
cierto, una vida inanimada como objeto y animada en cuanto al sujeto que lo
escribe, pero no tiene un animae que le impulse o determine. Somos nosotros los
que en cada pulso vamos revisando la letra y la forma para mejorar lo que de
nosotros emana como pensamiento y letra.
Si algo nos ha
enseñado la vida es que el ser humanos es Autónomo, tiene y ejerce sus propias
normas; Autómata, posee su propio motor y ritmo; Autócrata, tiene y ejerce su
propio poder; y Auto determinado, se
define a sí mismo. Este ser autónomo, autómata, autócrata y auto determinado es
lo que nos hace asincrónicos a los demás.
Este connatural
asincronismo que nos define como seres humanos es lo que hace que el matrimonio
y el trabajo en equipo sean relaciones inevitablemente complejas y difíciles,
pero indispensables para el crecimiento como seres humanos. Lo que nos
corresponde a nosotros es elegir con quien, cuando y donde, ya que las relaciones
te suman o te restan, pero no te dejan igual.
Regreso al
tema. Esperar que los demás (pareja, hijos, colaboradores) sean sincrónicos a
nosotros no solo es una estulticia, sino que además acusa un claro
desconocimiento de la naturaleza humana y con ello una notoria imposibilidad
para ejercer el liderazgo, debido a que la gente hace las cosas por
sus razones, no por las nuestras.
No te olvides
que una de las premisas que rigen el quehacer biográfico de cada uno de
nosotros, es el que hecho de que “en la vida nadie quiere lo que tú quieres, y
el que quiere lo que tú quieres, no lo quiere como tú quieres”. Lo cual no está
mal. Lo que está mal es que tú creas que todos quieren lo que tú quieres.
Migro a la
creación…
La creación surge del choque de dos contrarios. De
dos unidades de caos que son: autónomas, autómatas, autócratas y auto determinadas.
Una de las razones por las que Estados Unidos es el país que más patentes
genera a nivel mundial, es por su mezcla de razas. Los inmigrantes representan
casi el 50% de la población, amén de que estos llegan de todas partes del
mundo. La cohabitación de la gente en ese país no es fácil. Es caótica, ríspida
y compleja, y de ese caos es de donde salen tantas creaciones y patentes.
Con la creación
pasa lo mismo, sin importar si la creación es literaria, pictórica, tecnológica
o de cualquier otro tipo, está siempre surgirá del caos. Nunca de la
uniformidad. La creación es un choque de contrarios. Es la nada chocando con el creador. El creador debe plasmar en esa nada un algo que tenga sentido para él y para los
demás. Se dice fácil y hasta cierto punto lo es. Solo hay que darle a la
creación la oportunidad de que ella sola nos vaya dictando, con sus contenidos
y continentes, lo que esta habrá de ser.
Uno empieza con
una idea, y como el conocimiento se da haciendo,
este hacer, conforme se va plasmando, va indicando los continentes y contenidos
que el autor debe de recorrer para dejar una geografía de un algo específico,
en esa nada donde no había nada.
Crear es
crearse, así como escribir es describirse.
El escritor va
dejando en cada párrafo algo de sí. De lo que piensa. De lo que siente. De lo
que es. De eso que le atañe, que les a tal grado que necesita volcarse sobre el
teclado para dejarlo ahí. Uno no escribe para decir algo. Uno escribe para decirse
algo, y si ese algo le sirve a alguien más, pues entonces uno se da por bien
servido.
El creador
tiene un grado de esquizofrenia que le permite, con un pie en la locura y otro
en la cordura, ver en lo que todo el mundo ve lo que nadie ve. Es así, con esta
capacidad de ver cosas que los demás no tienen la capacidad de ver, que puede
plasmar en una hoja de papel, pantalla en blanco, lienzo, metal y demás
materiales de la creación, un algo que no existía antes de que él lo creara.
Por supuesto
que los creadores no son personas que estén del todo bien. No obstante el
secreto de la locura es muy simple: o diriges tu locura o tu locura te dirigirá
a ti.
Médico, poeta y
loco.
Se dice que de
médico, poeta y loco, todos tenemos un poco, y es cierto. Para muestra un
botón. No puede ser creador si no posees un cierto grado de esquizofrenia. Como
tampoco puedes ser un experto en naturaleza humana si no tienes algo de
psicópata; ni líder de masas o político si no posees algo de sociópata; ni
intelectual, ensayista o filosofo si no eres maníaco depresivo; ni escritor si
no eres neurótico… Y así podemos revisar toda la gama de artes y oficios en las
que destacan los anómalos, no obstante el tema no es ese, sino el hecho de que
los creadores son lo que son gracias a que le dieron cauce a su locura. Ellos
dirigen su locura en lugar de que esta los dirija a ellos.
En otras
palabras, el escritor escribe para salvarse. El pintor pinta para no volverse
loco. El intelectual piensa para no matarse, y así, como ellos, el resto de los
anómalos crean para crearse, para poder encajar en una sociedad en la que no
podrían encajar sino le dieran cauce a su locura.
Todos los
oficios tienen una función, un reto y una carga de emoción y adrenalina. No
obstante el oficio del creador demanda algo más... Demanda una anomalía y una
neurosis que le impele a crear un algo que no existía antes de que él le diera
vida. Un algo que da testimonio de qué él es, de que existe y existe de una
manera diferente a la de los demás.
El creador crea
para inmortalizarse. Cierto es que no sabe que de lo creado lo inmortalizará.
Tal vez nada, tal vez algo que ni siquiera imagino, pero la realidad es que
aspira a que algo de lo creado viva más que él.
Así pues, el genio es hijo del ocio
y la vanidad, pero esta última es la que los impele a crear, a dejar testimonio
de ese efímero pero interesante oficio que es vivir.
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