martes, 27 de marzo de 2018

Desocupado lector.


Miguel de Cervantes inicia el prólogo del “Ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha” con la siguiente frase: “desocupado lector”; lo cual nos deja ver que la lectura en esa época era, como en la de hoy, una actividad atípica. Cierto que antes se leían mucho más libros que los que se leen hoy, no obstante ese mucho era insignificante comparado con el tiempo que se le dedicaba a otros divertimentos.

Leer nunca ha sido la norma, no obstante es innegable el hecho de que la lectura ha sufrido un acusado descenso y con ella las habilidades neurológicas que esta desarrolla (atención, concentración, abstracción, memoria visual y expresión oral y escrita), las cuales no solo son muy importantes sino que además cada vez es más notoria la ausencia de las mismas en todos los niveles, en especial en el segmento etario que nació y creció bajo la influencia de la cultura visual. Sin embargo nos es menester reconocer que cada era desarrolla las habilidades que emanan de las circunstancias de su época.

La cultura actual es una resultante de la anterior. Gracias a la lectura y escritura es que fue emanando poco a poco la cultura visual. La abstracción de las ideas y conceptos que emanan del ejercicio de la lectura, genero una serie de imágenes que en una lenta pero inexorable proyección, fueron ocupando su lugar en la sociedad actual, lo cual ha generado un nivel de creatividad que está muy por arriba de la que se tenía cuando la lectura era uno de los divertimentos de la gente.

Por supuesto que todas las culturas tienen claroscuros. La época en que la lectoescritura era la regla a seguir, la linealidad, el orden y la predictibilidad eran la norma, llegando, cuando caía en los excesos, a la imposición dogmática e irracional de las cosas -si está escrito, es real, lo cual poco a poco fue constriñendo una sociedad que migro lenta e ineluctablemente a la cultura visual.

La visual, como contraparte, nos ha hecho más flexibles, tolerantes e incluyentes, amén de que nos abrió un filón de creatividad inconmensurable y con ella una estética que ha dejado atrás las líneas verticales, los ángulos y las poco cromáticas creaciones de épocas pasadas. La predictibilidad y el orden dejaron de ser la norma para instalarnos en la flexibilidad y en la variedad, con una estética que cuando cae en los excesos le da más valor a la forma que a la función o utilidad de las cosas.  

Debido a esto es que hoy encontramos en el mercado casas, departamentos, carros y un sinfín de artículos y productos donde la apariencia y estética son más importantes que la funcionalidad, al grado que hoy estamos dispuestos a pagar un sobre precio con tal de que la estética lo justifique (no importa si funciona, mientras se vea bien), lo que hace que la relación precio valor sea deficitaria.   

Otro de los claroscuros de la cultura visual es que el segmento etario que ha nacido y crecido bajo la égida de esta cultura, cada vez batalla más para encontrar las palabras correctas para expresar lo que desean. Esta dificultad se hace patente cuando se les cuestiona la precisión de su decir, ya que al no encontrar las palabras correctas para expresar lo que quieren, se desesperan y contestan con un: bueno, eso, como se diga, pero eso. 

La exigua conformación de vocabulario de las generaciones que nacieron bajo la cultura visual, les lleva a usar vocablos y modismos a los que les asignan una gran cantidad de significados, lo que inevitablemente termina creándoles una menta ambigua que se manifiesta en todos los ámbitos del ser, no obstante esta ambigüedad ha hecho de ellos unas personas más flexibles y creativas que las que crecieron bajo la egida de la lectoescritura.

El conocimiento se da hablando.
El que esto escribe es un ávido lector y lo son también mis hijos, cofrades y amigos, lo cual no tiene nada de extraño, ya que las asociaciones libres hacen que nos rodeemos de aquellos que nos semejan y reflejan. Tengo también en las antípodas de estos, a un grupo de conocidos y allegados que no leen un solo libro, y sin embargo los debates e intercambios dialógicos con estos son tan enriquecedores como los que sostengo con los otros.

Unos y otros aportan y suman al conocimiento. Los lectores aportan fundamento y profundidad, los no lectores, pragmatismo y funcionalidad. La mezcla de ambos genera un conocimiento que es útil a todos, a los abstractos lectores y a los pragmáticos hacedores.

El conocimiento se da hablando y se da más en el encuentro de contrarios.
Un cofrade próximo a mi vive a diario el encuentro de contrarios. Su pareja y él no pueden ser más disímbolos en el tema que nos ocupa (la lectura). Ambos están en el negocio de la salud. Ella no lee más que aquello que le demanda su inmediato quehacer. Él, prestigioso médico con reconocimiento internacional, lee por oficio y beneficio.

Ella lee por necesidad, el por gusto. Ella circunscribe su lectura al devenir de su oficio, él a la de sus disquisiciones intelectuales. No obstante él se alimenta del pragmático discurrir de ella al tiempo que ella se alimenta del lógico procesar de él y del fundamento teórico de las cosas. Ambos, gracias al encuentro de contarios, terminan sumando a su conocimiento una parcela del saber del otro.

Lo ideal, se lea o no, es formar un círculo de amigos y conocidos próximo y disímbolos a nosotros. El intercambio dialógico de dichos encuentros nos abrirá nuevos y mejores escenarios de acción y reflexión.    

La antropología nos proporciona identidad.
Cuando alguien te pregunta qué quien eres, lo que realmente te está preguntando es: ¿qué eres? Lo común es que como no sabemos ni quien ni que somos, respondamos en términos históricos. Así, la respuesta normal a esa pregunta en apariencia simple pero difícil de responder, es hacer una síntesis biográfica de uno mismo que le permita al otro tomar una idea de nosotros: nací en tal parte, estudie en las escuelas tal y tal, trabaje, viví, viaje y cuantos etcéteras se nos ocurran.

Lo que quiero demostrar con esto que nosotros, en forma individual, hacemos un viaje por nuestro historial biográfico para definir nuestra identidad, tal como la especie lo hace a través de la antropología.

La antropología es lo que nos ayuda a definir nuestra identidad como especie. Es un viaje por nuestra historia. Un viaje que demuestra que todos somos miembros de la misma tribu. Tan cierto es esto que no hay sobre el planeta persona alguna que se sienta ajena a algún descubrimiento que arroja luz sobre el devenir de nuestra especie, aun cuando en lo personal nos sintamos ajenos y distantes a todos a aquellos que nacieron y crecieron en una cultura diametralmente opuesta a la nuestra, no obstante la realidad es que, nos guste o no, somos miembros de la misma especie.

Regresemos al tema. La razón por la cual no podemos responder lacónicamente la pregunta arriba mencionada, es porque no tenemos ni la más mínima idea ni de qué ni de quien somos. No se enoje conmigo. Mejor constátelo. Por favor pregúntele a la persona próxima a usted, que quien es. Lo más probable es que ésta le conteste diciéndole su nombre, aun cuando usted no se lo haya preguntado.

Otros, dada su inseguridad, le contestarán en base a lo que estudiaron: enfermero, médico o abogado (por mencionar algunos ejemplos). Otros le dirán el nombre del puesto que ocupan como queriendo significar la trascendencia de lo que hacen. Y así como estas, mil cosas más, pero ninguno le dirá ni qué ni quién es.

Este no saber lo que somos es lo que constantemente nos mete en problemas, es como si en nuestro interior habitara otro ser que está en perenne conflicto con la vaga, etérea y cambiante idea que tenemos de nosotros mismos.  

Entre las muchas cosas en las que nos ayuda y soporta la antropología, está el hecho de que ésta nos proporciona una identidad como especie. Nos separa y nos distingue de las otras especies, por muy semejantes o próximas que sean algunas de ellas. Pues bien, así como la antropología nos ayuda en lo general, la literatura nos ayuda en lo particular.

La literatura nos ayuda a entendernos como humanos, y si hacemos una fina elección y disección de la misma, podemos llegar a leernos y encontrarnos en ella como individuos. En ocasiones anteriores he explicado que los dos mejores libros del mundo son: el otro y lo otro, y que todos los libros que existen en el mundo son para explicar al otro (mi semejante) y lo otro (el mundo).

El tema que nos compete hoy es el otro, en la inteligencia de que entre más nos acerquemos al otro, más fácil será leernos y encontrarnos en él. Sirva para ejemplificar esto, tres libros que son del dominio común y que nos van a ayudar a desvelarnos como especie y como individuos.
Los libros son:
El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de Don Miguel de Cervantes y Saavedra;
Las desventuras del joven Werther de Johann Wolfgang von Goethe;
Memorias del subsuelo de Fiódor Mijáilovich Dostoyevski.

Les propongo que en lugar de leer los libros, los consigan en el formato de audio libro para que lo escuchen cuando vayan en el carro o transporte público. Lo importante es escuchar y diseccionar al o a los personajes, preguntándose qué es lo que les impele a decir y hacer lo que dicen y hacen. No olvidemos que la novela es la mejor herramienta que hay para desvelar los prototipos humanos y con ellos su psicología.

Por ejemplo, el ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha nos muestra la paradoja de una persona cuerda que se disfraza de loca (el Quijote), y la de una loca que aparenta ser cuerda (Sancho Panza), cosa muy común en nuestra sociedad.

El libro de Don Miguel de Cervantes nos hace evidente esa enorme capacidad que tenemos como especie y como individuos para crear ficciones y habitarlas, en donde el único objetivo de estas creaciones es escaparnos de una realidad que no nos gusta para ir a habitar otra que no tiene un viso de posibilidad, pero que nos gusta más. Es algo así como un suicidio pasivo.

Esto que le puede parecer plausible en la novela y aberrante en la realidad, es más común de lo que se imagina. Por favor revise las creencias de sus próximos. Encontrará que la gran mayoría de ellas no solo son alógicas, sino que además no tiene un ápice de probabilidad, y sin embargo la gente cree en ellas ya que estas le sirven como válvula de escape de eso que no entiende: la realidad y su papel en ella.

El personaje Alonso Quijano nos muestra como las personas que no encuentran una satisfacción y realización en lo que son y hacen, se ven en la necesidad de crear una realidad alterna que les permite hacer su vida más llevadera.

Las realidades alternas son útiles como intermitencias, sin embargo cuando en lugar de entrar y salir de ellas, las habitamos, descubriremos que las asociaciones libres nos llevarán a rodearnos de otros, que como nosotros, ya perdieron contacto con la realidad. Personas que no obstante cuerdas en apariencia, se pasan la vida persiguiendo quimeras e imposibilidades (Sancho Panza).

La dupla no solo es peligrosa, ya que lo peor de uno se convierte en la base de cultivo para lo peor del otro y a la inversa, de tal suerte que uno y otro se van alejando de la realidad hasta que les es casi imposible regresar a ella, amén de que lenta y progresivamente han ido construyendo una lógica que les acredita su alógico accionar.

Así, el Ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha es algo más que una novela emblemática de las letras españolas, es, ante todo, una disección del comportamiento humano que mucho nos puede ayudar a entender el nuestro. 

Los otros dos libros se los dejo a usted, no obstante le pido que por favor los diseccione desde el combes de la inseguridad.

La inseguridad es intrínseca al ser humano. Mora en nuestro interior y nos acompaña toda la vida. Podemos, si estamos conscientes de ella, trabajar interna y conscientemente para minimizarla, conscientes de que jamás la podremos subsanar en su totalidad, ya que esta obedece a ese conflicto perenne que se da entre nuestras dos naturalezas: la material y la espiritual (hile mórfica).

La materia (hile) gravita hacia un lado y el espíritu (mórfica) hacia el lado contrario.
Este constante encuentro y desencuentro que se da entre nuestras dos naturalezas, hace que sea imposible subsanar del todo nuestra inseguridad, no obstante podemos mantenernos alertas para minimizar sus manifestaciones, sin importar si estas se dan en el combes del amor (celos = bajo nivel de amor propio). En el del liderazgo con las estultas e innecesarias manifestaciones de poder (el que es ya es, no necesita demostrar nada, solo es), en lo social con ese cargante mundo de apariencias que no nos convencen ni siquiera a nosotros mismos (máscaras) y en cuanto escenario se le ocurra.

Mi recomendación es que escuche ambos audio libros. Los diseccione y los analice con la intención de entender que rasgos de inseguridad son los que impelen al personaje a decir y hacer lo que hace. Descubrirá en el análisis, algunas parcelas de su propio accionar, lo que le será de suma utilidad para atemperar las inevitables manifestaciones de su ser. En la inteligencia de que entre más entienda y dirija sus inseguridades, más seguro será interna y externamente.

Nos leemos en el siguiente artículo.

jueves, 15 de marzo de 2018

Un homínido común.


El título de este artículo es asaz impropio, ya que el titulo implica que hay homínidos no comunes, cuando la realidad es que en cuanto a homínido, todos son comunes. No obstante este escupir hacia arriba obedece al contenido del artículo. Aquí trataré de explicar parte de lo que nos hace humanos, ya que si hubiésemos permanecido única y exclusivamente como homínidos, estaríamos circunscritos al mundo natural, el cual dejamos atrás hace mucho tiempo.

Este no aceptar a la naturaleza como limitante, es lo que nos llevó a construir un mundo artificial para el que biológicamente no estamos hechos, razón por la cual tenemos y tendremos problemas de salud que eran inimaginables en otros tiempos, no obstante hemos aprendido a vivir en un entorno fabricado que nos hace la vida más amable y funcional, aun a costa de que día a día nos alejemos más de lo natural.

Un mundo imaginario.
El mundo que hemos creado para habitar es plausible. Es un mundo simbólico, mítico. Un asidero que nos sustenta y nos brinda una razón de ser en el aparente despropósito que tiene la vida en general. No en la de cada uno de nosotros, ya que cada quien le da el sentido que puede y desea (real o imaginario), sino el sentido de la vida en sí. La naturaleza, lo sabemos bien, no va a ningún lado. Esta opera bajo el esquema de prueba error y nosotros somos una prueba más de las muchas que la naturaleza ha hecho y hará.

No obstante, y tal vez no conscientes del todo, lo que hacemos para subsanar esta falta de sentido es buscar la forma de darle un sentido a lo que no tiene sentido. Razón por la cual nos empeñamos en crear, tal como lo hicimos en el pasado y haremos en el futuro, creencias, ideas, mitos y cosas que no existen, pero que paradójicamente le dan sentido a lo que sí existe: nosotros.

He aquí la gran paradoja humana: lo que no existe (ideas, símbolos, mitos y creencias) sostiene a lo que sí existe (el ser humano). Solo nosotros tenemos la capacidad de estructurar en nuestra mente (de lo que aún no sabemos mucho), redes neuronales y conexiones que nos permiten darle vida a lo que no existe para habitarlo y sustentarlo.

Un ejemplo que puede ilustrar muy bien el cómo esto nos ha separado de las otras especies son los niños selváticos, cada vez más raros y atípicos. Los niños selváticos son aquellos que abandonados o perdidos en la selva, crecen, cuando logran ser adoptados y no comidos por un animal, sin ningún tipo de contacto humano.

El niño lobo del siglo XVIII fue rescatado de la manada a los 12 años de edad y a partir de ese momento fue llevado a vivir con los humanos. Le servían sus alimentos en un plato, el cual bajaba al piso para comer. Cuando nevaba se desnuda para retozar en la nieve. Aprendió a caminar parado, pero prefería hacerlo sobre sus cuatro extremidades. Corría mejor y más rápido usando sus cuatro extremidades que dos. Aprendió un vocabulario de 21 palabras y con esas se comunicaba. Murió joven y sin poder adaptarse a lo que según él, era el horrible mundo de los humanos.

Los niños selváticos de la actualidad ya no son los abandonados o perdidos en la selva, salvo raras excepciones, sino aquellos abandonados por sus padres y confinados a vivir con los animales domésticos, adaptando de ellos sus usos, expresiones y movimientos, sin que se vean en la necesidad de desarrollar la inteligencia que desarrollan aquellos nacen y crecen en lo ya hecho y que tienen una interacción humana que los obliga a desarrollar habilidades de adaptación y persuasión.

Si de algo podemos estar ciertos es de que la inteligencia humana no ha evolucionado nada desde que el hombre es hombre. Lo que ha evolucionado son los productos de la inteligencia, pero no la inteligencia. La única diferencia sensible entre nuestros ancestros de las cavernas y nosotros, es el entorno en el que nacimos y crecimos, entorno que nos facilita el desarrollo de una inteligencia que se construye a partir de lo ya hecho, pero si por alguna razón prescindiéramos de todos los productos de la inteligencia, el retroceso seria abisal.

Identidades simbólicas.
Otra de las grandes diferencias con las demás especies es que nosotros somos la única especie que gracias a la capacidad que tenemos de creer en lo que no existe, hemos creado identidades simbólicas que no tienen existencia real, existen en nuestra mente sin ningún sustento real, pero nos permiten, a falta de identidad, asumir una identidad que nos hace sentir que somos parte de algo.

Todos los fanáticos de un equipo de futbol, se sienten identificados con todos aquellos extraños que no conocen y que seguramente aborrecerían y despreciarían en otros escenarios, pero que en el momento en que en el estadio portan la camiseta de su equipo, se sienten hermanados por una identidad simbólica que los une en ese especifica unidad de espacio tiempo. Se termina el partido, regresan a sus casas y a los días la otra realidad, también imaginada, les hace identificarse con otras identidades simbólicas ajenas y distantes a la anterior, al grado de que pueden destrozar en un juicio a su contendiente sin reconocer en él a ese con el que días antes habían gritado como desaforados ante el triunfo de su equipo.

Las demás especies también crean grupos, pero estos son obsecuentes a su consanguinidad, cosa que no sucede con nosotros (a excepción de la familia). Basta con que otro homínido porte un símbolo (logotipo, cruz, estrella de David y demás etcéteras) que nos permita identificarlo como miembro de nuestra identidad simbólica, para sentirnos parte de él aun cuando no nos una ningún lazo consanguíneo, ya que nuestra especie es la única capaz de crear identidades simbólicas que están más allá de la biología.

El objetivo de las identidades es múltiple. Por un lado brindan identidad y sentido de pertenencia y por el otro frenan la violencia interna, cosa que no sucede con las otras especies. En estas, la violencia interna y externa se da por igual.

Las identidades simbólicas se rigen por ideas y conceptos etéreos que funcionan como mandamientos que frenan la violencia interna y que nos sirven para que no nos matemos entre nosotros, entendiendo en el nosotros a los miembros de la misma identidad.

Esto hace que canalicemos la muy natural y homínida violencia hacia los miembros de otras identidades simbólicas, razón por la cual se dan las guerras religiosas o los estultos enfrentamientos entre los hinchas de un equipo con los hinchas del otro, y así como estos mil ejemplos más en los que la violencia externa encuentra su cauce enfrentándose o destruyendo a los de las otras identidades, ya que como todas son falsas, nos vemos en la penosa necesidad de tener que imponerlas por la fuerza.

En los grupos humanos siempre hay una educación de la violencia y en la violencia, ya que esta es la única forma en que un grupo con una identidad simbólica común, logra que sus integrantes respeten los mandamientos que regulan la convivencia del mismo. A los que no obedecen los mandamientos se les aplican castigos muy severos (violencia interna), llegando, en el menor de los casos, al repudio. Sin embargo lo usual es que se recurra a la violencia interna para coaccionar u obligar a sus miembros a respetar las reglas.

Huelga decir que los mandamientos que regulan la convivencia del grupo, como todo lo que es creado por el hombre (artificial), caen constantemente en contradicciones. Las reglas o mandamientos son una guía, pero no necesariamente de rigurosa aplicación. No lo son incluso ni cuando las violaciones a la regla llegan al campo de las emociones perversas hechas institución (las leyes). Y no lo son debido a que hasta las leyes están subordinadas a criterios de interpretación y a intereses políticos y económicos.

Es por ello que las contradicciones son bastas, porque el mundo que hemos creado es artificial, no tiene un orden natural. Aunado a esto está el hecho de que nuestro cerebro es social y lo social es perverso (aquello que se hace con conocimiento e intención), por ello es que se nos da muy bien la maledicencia, porque preferimos renunciar a nuestro drama personal para ocuparnos del drama de los demás, el cual siempre es más interesante.

Es falso que haya gente que se limita a recibir un chisme y trasmitirlo… Hay quienes lo mejoran. La realidad es que nos encanta hablar de los demás. Saber si Pedro éste se acostando con fulana o zutana (siempre hay algo de envidia en ese saber), siempre será más interesante que no saberlo, aun cuando no tengamos nada que ver con ellos más que la simple coincidencia social.

El cotilleo o chismorreo esta en nuestra esencia, con lo bueno y lo malo que tiene. Lo bueno es que nos ha permitido avanzar como especie, ya que nos comunicamos, informamos y avisamos; lo malo es que hablamos innecesariamente de los demás y no particularmente bien (es muy aburrido). Gracias a nuestro cerebro social que tiene una enorme necesidad de meterse en la vida de los demás, es que las redes sociales tienen tanto éxito, aun cuando en ellas no hay nada más que basura en lo general y cosas extraordinarias en lo particular.

Los límites del lenguaje son los límites de nuestra mente.
Otra particularidad de nuestra especie es el lenguaje. Las otras especies también se comunican, no obstante a diferencia de ellas nuestro lenguaje es doblemente articulado. No emplea un único signo para una única referencia. Podemos vocalizar y emitir, con signos muy limitados, sentencias cuasi infinitas, que si bien es cierto que nos hacen incurrir en mil y un ambigüedades como las que enunciamos en el artículo intitulado: “Que nos lleva a decir lo que decimos”, también lo es que nos permiten crear con el habla lo que no existe, que es lo que particularmente distingue a nuestra especie; la capacidad de crear cosas que no existen para habitarlas y sustentarlas.

Tenemos una enorme capacidad de imaginar escenarios ficticios, los cuales los empezamos   crear desde la primera infancia, ya sea a través de amigos imaginarios, superhéroes, duendes, hadas, ángeles, dioses y demás entes de la mente que no tienen existencia real. 

Lo paradójico es que precisamente eso, la capacidad de imaginar y crear escenarios ficticios y expresarlos a través del lenguaje, es lo que nos hace humanos. Tanto así que si no piensas en héroes y cosas inexistentes cuando eres pequeño, mal vas funcionar cuando seas mayor. Serás una persona tan lineal y uniforme que lo único que no tendrás es la capacidad de imaginar, crear y recrear tu entono, mostrándote como una persona poco interesante en lo social y poco requerida en lo profesional.

Los límites de la mente.
El referente humano es la vida humana. Entendemos lo próximo a nuestra edad: diez, veinte, cuarenta, ochenta años, sin embargo lo lejano: cientos, miles o millones de años nos suenan en cuanto a lenguaje pero no en cuanto a referencia.

Un infante de diez años puede entender y asimilar lo que es referente a su edad: cinco años, pero no lo remoto: diez, veinte o más años. Cuando se le habla de algo que excede su nivel de referencia, entenderá el lenguaje pero no el significado de lo que se le dice. Usted podrá decirle: cuando seas mayor… y hasta ahí llego el oído de él… Él, en su nivel de referencia, ya es mayor, por lo que no podrá entender el significado último de lo que usted le quiere decir.

En una ocasión estaba entrevistando a una joven que estaba en sus primeros veintes. Cuando le pregunté que como se veía en cinco, diez, veinte, treinta y demás años, me contesto las primeras dos, pero ya no pudo contestar las últimas. De hecho su respuesta fue: Ah no, yo no me veo de esa edad. Esto, más allá de la vanidad que sin lugar a dudas tuvo su parte, obedece a que la pregunta estaba fuera de su marco de referencia. Ella tenía veintiún años   

Lo invito a que haga el siguiente ejercicio.
Por favor dígale a una persona que esté dispuesta a colaborar con usted, que le va a hacer cuatro preguntas. Que tiene un minuto para contestar cada una de ellas. Es importante que le haga saber que son preguntas sencillas y que no tienen que ver con el nivel de conocimiento de la persona.

Pregúntele a una persona que haría con 100 dólares.
Ya una vez que esta le responda, pregúntele que haría con mil dólares.
Cuando termine de decirle lo que haría, pregúntele que haría con un millón de dólares;
Y al último pregúntele que haría con mil millones de dólares.

Lo más probable es que más allá de su preparación financiera, responda las dos primeras en menos de un minuto; la tercera se le complique un poco contestarla en ese tiempo y la última requiera de más tiempo (si es que la puede contestar), ya que la pregunta se sale del nivel de referencia humana, por lo que le será muy difícil no solo contestar, sino conceptualizar esa cantidad en su mente, ya que es, cognitivamente hablando, intransitable para su cerebro. Es algo que se sale de su nivel de referencia y todo lo que esta fuera de ella es inimaginable.  

Solo aquel que conoce y domina las causas, produce los efectos.
Otro de los grandes distingos de nuestra especie es el conocimiento. Los seres humanos dejamos al homínido atrás cuando empezamos a estudiar la naturaleza. Cosa que hicimos lenta y gradualmente, atribuyendo a los dioses todo aquello que aún no descubríamos y sabíamos, al tiempo que explicábamos y sustentábamos en base a las leyes de la naturaleza, todo aquello que ya habíamos descubierto y que por ende era ajeno a los míticos e inexistente dioses que habíamos creado para explicar las cosas.

Con el paso de las generaciones y la transmisión del conocimiento, los seres humanos supimos de que iba la naturaleza y empezamos a modificarla sin tomar en cuenta que esta modificación seria a un mismo tiempo salvación y condena, ya que entre más tierra pongas a producir, más gente se reproduce, lo cual a su vez requerirá más tierra y así subsecuentemente.

A partir del tercer cuartil del siglo XX se dieron dos factores que están cambiando la faz del planeta. El primero de ellos es que las mujeres empezaron a lograr el bachillerato superior como norma, lo que inevitablemente trajo como consecuencia una drástica caída de la natalidad. En los lugares donde la mujer alcanza niveles superiores de educación, la natalidad cae en la misma proporción en la que aumenta la productividad. En síntesis, en la medida en que las mujeres alcanzan un nivel superior de estudios, se genera un mayor nivel de riqueza y un menor nivel de natalidad.

El otro factor es la riqueza. A partir del tercer cuartil del siglo XX se descubrió que el anticonceptivo más eficaz ha sido el de la riqueza. Estadísticamente los que más ganan son los que menos se reproducen y los que menos ganan y menos posibilidades tienen de educar y formar a sus hijos, son los que más se reproducen, convirtiéndose, la gran mayoría de ellos, en eso que los políticos han llamado sector social, el cual no genera un centavo de riqueza pero si la consume. El sector social a nivel mundial consume el 50% de los impuestos en dádivas y beneficencias. No olvidemos que este sector genera votos, no riqueza.

Retomemos el curso. El conocimiento nos permitió dejar el orden natural a un lado y crear los escenarios artificiales que nos han permitido vivir en lugares homínidamente poco vivibles, lo que inevitablemente nos llevó a poblar casi todos los rincones del planeta, gestando con ello una diversidad de culturas (formas de ser y hacer) obsecuentes a la geografía de cada lugar y con ellas una identidad simbólica que nos hace ser miembros de una nación (nació-en) y no de otra.

Culturalmente hablando, el ser miembro de una nación y no de otra es algo que lenta, muy lentamente se ha ido modificando, al grado de que en tres generaciones más serán no más de cinco culturas las que imperen en todo el planeta. Culturas que competirán entre sí y que muy probablemente se ataquen, no para destruirse (ya que son necesarias como mercado), pero si para debilitarlas y lograr que sean solo mercado, pero nada más. Quedando al final tres culturas o formas de ser como rectoras del planeta.

Estas culturas van a seguir transformando el planeta e incidiendo en la naturaleza y en los gustos y tendencias humanas. El secreto estará en conocer las causas para poder producir los efectos, cosas en las que, nos es menester reconocer, cada día avanzamos más.    

Hay propósito en el despropósito.
Líneas arriba decíamos que la naturaleza no va a ninguna parte. Esta opera bajo el modelo de prueba- error y nosotros somos una más de las muchas pruebas que ha hecho y hará. Esto quiere decir que no somos la especie elegida, somos la especie que gracias a mil y un circunstancias en las que no tuvimos nada que ver, desarrollamos un cerebro que nos permitió posicionarnos sobre las demás, pero la especie en si no tiene más propósito que el de persistir como especie.

Somos nosotros los que tenemos que encontrarle un propósito a todo lo que hacemos. Algunos se lo encuentran en la religión (realidad imaginada), otros en el amor (realidad imaginada), en la familia (realidad imaginada), en el trabajo (otra más) y así subsecuentemente.

Mucho de lo que hacemos muere con nosotros, no obstante somos nosotros los que podemos lograr que nuestro hacer se convierta en un camino para los demás. Cierto que esto es algo que muy pocos han logrado, y sin embargo, esta es una de las cosas que nos hace humanos, muy humanos.

Nos leemos en el siguiente artículo.

jueves, 8 de marzo de 2018

La mujer de mis sueños.


Este artículo es cien por cien masculino. No va dirigido a las mujeres, aun cuando tengo la ligera sospecha de que lo leerán, escrutarán y diseccionarán con el fino bisturí de la feminidad,  por lo que espero una pronta e inexorable crucifixión. El artículo habla de los motores de los hombres al elegir una mujer, por lo que espero que también me lea uno que otro varón perdido en la nube de mi muy reducido número de lectores.  

Lo que me llevo a escribir estas letras es lo que en íntima y cercana convivencia he vivido con conocidos y amigos, amén de que fui sujeto del asedio de un grupo de mujeres que me interrogaron sobre los pareceres de los hombres al decidir vivir con una mujer. Esto, más la aguda y critica intervención de las asistentes a una cena conferencia sobre matrimonios, me impulso a escribir estas letras para plasmar las razones masculinas, las cuales, pueden estar ciertos, son cien por cien contrarias a las que ellas se imaginan.

Antes de escribir esto lleve a cabo varios ejercicios con ellas y con ellos. En algunas ocasiones por separado, en otras de manera conjunta. En una de estas últimas me reuní con un grupo de inversionistas y sus esposas. El tema salió a la palestra, y ellas, prontas y decidas, nos compartieron sus puntos de vista. Ellos, prudentes o temerosos (usted elije) optaron por el mutismo inteligente, con alguno que otro movimiento de cabeza (afirmando o negando) pero callados al fin.

En dichas cenas escuche de todo, no obstante unas cosas fueron las que escuche en las cenas de ellas, otras las que enunciaron en las de ellos y otras muy distintas las de las cenas conjuntas. En las cenas de ellas se habló de: moral, castidad, decencia, valores, amor y demás conceptos propios de la edad (las de menor edad están en sus últimos cuarentas). Cierto estoy que las respuestas hubiesen sido otras si las mujeres estuvieran en sus últimos veintes o primeros treintas. En las de ellos se habló de plenitud sexual y lo que esto significaba para ellos (cabe aclarar que el espectro de edad ellos fluctuó entre los treintas y sesentas) 

En las cenas conjuntas se habló de algo muy similar a lo que enunciaron en las cenas de puras mujeres, pero agregando (ellas claro está) el concepto de que el hombre busca casarse con una mujer con la que pueda hacer una familia; al preguntar yo qué que significaba esto, me respondieron cien por cien seguras de que el hombre busca una mujer que ante todo pueda ser la madre de sus hijos y criarlos bien. Obviamente este fue un concepto femenino, no obstante uno que otro afirmo con la cabeza, mientras que los otros solo escucharon. Hubo uno solo que negó el concepto afirmando que esto lo pensó después y no antes de casarse.

Mantra-yoga.
El que esto escribe está en sus terceros veintes, con esto lo quiero decir es que el general de mis conocidos y amigos son coetáneos. Cierto es que por razones de trabajo convivo con personas de diversas edades, no obstante son más los que frisan y rebasan los sesenta que los que están debajo de esta caótica edad.

Uno de mis coetáneos, al preguntarle por sus negocios, me respondió que con eso de que su mujer se había especializado en Mantra-yoga, no le quedaba más remedio que gastar como si le sobrara y trabajar como si no tuviera ni un centavo. Al preguntarle que en qué consistía el Mantra-yoga, me respondió lo que le dice su esposa: “El Man trabaja y yo gasto”.

Más allá de la hilaridad que esto me causo, y que estoy cierto que más de una mujer estará de acuerdo con el Mantra-yoga, debo reconocer que esta premisa era la esperada en las generaciones pasadas, más no necesariamente en las actuales. Los hombres nos hemos hecho comodones y las mujeres, resolutivas. Cada vez son más los hogares donde el principal o único ingreso es el de la mujer.

En artículos anteriores he explicado que en el universo todo lo femenino es activo y todo lo masculino es pasivo. El hombre, género masculino, tiende al confort. La mujer, a la acción. El rol de la mujer es mover al hombre con o sin su voluntad, y sin embargo es algo que las mujeres han dejado de hacer. Las consecuencias de esto serán palpables en dos generaciones más.

El tema del artículo no son los roles de uno y otro en la relación, no obstante incurrí en esta pequeña disgregación, debido a que le mete un mayor grado de complejidad al tema que nos compete: ¿qué es lo que hace que un hombre se decante por una mujer? En muchos casos, aunque usted no lo crea, es el dinero.

Un joven ejecutivo que estaba en sus últimos treintas, me decía que tenía que cuidar mucho a su esposa, ya que esta tenía mucho potencial y estaba ganando mucho más que él, amén de que estaba cierto que con el tiempo iría a más. Tenía claro que no era la mujer de sus sueños, pero si era la que le podía proveer de todo lo que él buscaba.

Conocí, por mencionar otro ejemplo de los cada vez más frecuentes, a un hombre de pasados mejores que estaba en sus primeros cincuentas, al cual la esposa lo mantenía desde hace más de dos décadas. Tan cierto esta que no es la mujer de sus sueños, que él prefiere pasársela con sus padres, hermanos y amigos que en su casa, no obstante la cela y la cuida no por lo que ella es, sino por lo que ella representa.

Este fenómeno se está manifestando en todos los ámbitos sociales, al grado que el ingreso potencial de la mujer se ha convertido en un motor. Estos son los primeros indicios de muchos otros que constataremos dentro de dos generaciones. Repito, el rol de la mujer es empujar al hombre, y esto, por cansancio o hastió, lo ha dejado de hacer

El amor de una mujer.
El amor es una decisión que genera un sentimiento y no un sentimiento que genera una decisión. Cierto es que el instinto es el motor primario en toda relación, no obstante este se ve en la necesidad de muchas otras variables para mantenerse vivo, ya que cuando el motor se circunscribe única y exclusivamente en el instinto, éste se muere al subsanarlo, desapareciendo con él el interés en él otro, por lo menos hasta que la biología vuelva a hacer lo suyo.

El amor, pues, es ante todo una decisión. Asaz compleja y difícil de explicar. Tanto que muchas veces no sabes porque específicamente amas a una persona, sobre todo cuando la razón te dice que no hay lógica en tu amor… Y sin embargo, el amor es una decisión.

Explico esto por lo siguiente (y aquí empieza mi primera crucifixión)… Cuando una mujer decide amar a un hombre lo ama por sobre toda las cosas. No importa si el otro es un belitre adocenado o un pingajo de hombre, ella, sin importar lo que su razón y cercanos le digan, lo amara total y absolutamente y en contra de todo y de todos, porque así ama la mujer.

Así pues, ya una vez que una mujer decide amar a un hombre no hay poder humano sobre la tierra que le impida hacerlo (cosa que no pasa con los hombres). Ella le amará contra viento y marea y este amor será para ella más importante que la realidad. Si resulta que él es digno de su amor, bien por ella, pero si resulta que no lo es, ella estará ahí hasta que ella (y nadie más) decida dejar de hacerlo.

El amor en los hombres también es una decisión, sin embargo los motores de esta son asaz diferentes a los de la mujer. En el hombre el instinto pesa mucho. De hecho el instinto y la emoción pesan en el hombre más que la razón. Cierto es que la razón tiene un peso, pero esta se nutre de los insumos que le proporcionan el instinto y la emoción

Los hombres, por regla general, etiquetamos a la mujer como un ser emocional, y ni duda cabe que lo es, ya que ella, a diferencia de nosotros, vive hacia adentro. El hombre, en cambio, se etiqueta así mismo como un ser racional, y lo es, pero solo en que aquello que tiene que ver con el mundo del hacer. En el ser, es decir, en lo que tiene que ver con sus emociones y sentimientos, es más frágil y emocional que la mujer.

El equilibrio entre razón y emoción en la mujer es mucho mejor que el del hombre. El hombre es, en el combes del hacer, duro, frío, cruento y despiadado, sin embargo en el combes del ser es mucho más frágil y visceral que la mujer, para muestra un botón, vea usted los juicios de divorcio y pensión alimenticia. La irracionalidad de los hombres en estos temas es mayúscula, tanto que los hijos, sin dejar de quererlos, pasan a ser objeto en lugar de sujeto. El hombre pelea la pensión alimenticia con tal de darle a la mujer lo menos posible, ya que este considera que el dinero se lo va a gastar ella y no sus hijos.

Porque te casas con ella y no con otra.
En una cena de negocios, comentaba la esposa de uno de los comensales, que la educación que les brinda a sus hijas está centrada en lo que estas van a ser como madres de familia. Fue algo así como un viaje en el túnel del tiempo. No porque los preceptos estuviesen equivocados, sino porque los conceptos que vertió eran los propios de otras épocas.   

No obstante lo que llamo mi atención no fueron sus conceptos, sino uno de los fundamentos por ella vertidos. Ella aseguraba que los hombres no se casan con las mujeres con las que tienen relaciones sin estar casados. Tan es así, afirmo, que yo llegue casta al matrimonio (cosa que no teníamos porque saber). La plática siguió su curso pero mi mente ya estaba en otros derroteros. Nos despedimos y me fui con el tema rumiando en medio de mis dos parietales y preguntándome si las mujeres saben cuál es la razón que lleva a un hombre a casarse con ellas.

La premisa me atrapo de tal manera que entre de lleno a auscultar a mis cofrades y cercanos sobre la vigencia de la misma. Confieso que hice trampa, ya que a ninguno de los encuestados les explique el motivo de la misma. Tampoco les pregunté si habían tenido relaciones previas con su pareja, ya que eso es algo que pertenece al combes de lo particular, amén de que corría el riesgo de que con justa razón me mandaran a freír patatas.

Lo que les pregunté fue: ¿Qué te lleva a casarte con una mujer y no con otra? Las respuestas fueron variadas, no obstante en todas ellas impero un común denominador: la complementariedad sexual. En otras palabras, a ninguno tuve que preguntarle si habían tenido relaciones previas, todos, con la respuesta, contestaron que sí.

Lo que enunciaron en común denominador todos los encuestados, es que con ninguna otra mujer habían sentido lo que sintieron con su pareja. Que la razón por la cual se habían casado con ella y no con otra es porque ninguna otra supo hacerles el amor.

Viene la segunda crucifixión... El hombre pues, se casa, entre otras cosas, con esa mujer que sabe cómo hacerle el amor.

Este es un dato importante, porque este saber no tiene que ver con la experiencia, sino con la persona. De hecho uno de ellos me comento que cuando conoció íntimamente a la que hoy es su mujer, que lo primero que pensó es que ella había nacido para hacer el amor, lo paradójico del tema es que ella no había tenido relaciones previas.

Así pues, este saber no tiene que ver con las experiencias previas de la persona, tan no tiene que ver que si fuera así, las mujeres con poca o nula experiencia se verían incapacitadas para lograr tal plenitud, y si algo nos he demostrado la realidad es que no es así, la plenitud la logran tanto las expertas como las noveles, ya que esta tiene que ver con el ser y no con la experiencia.

El sexo, la piel y el algo más.
Retomemos el camino… La respuesta en común denominador de ellos fue: la complementariedad sexual, lo cual no dejo de azorarme, no por la respuesta en sí, sino porque esta no me decía nada, por lo pase al siguiente paso: escudriñar qué querían decir con complementariedad sexual ¿Cómo se da esta? ¿Qué variables inciden en ella?

A todos nos queda claro que si el sexo fuera una mera cuestión de placer, solo nos masturbaríamos. Sin embargo el sexo se alimenta de algo más que el sexo. En el intercambio erótico entran muchas variables y son estas las que inciden en el sexo y no el sexo en ellas.

Conozco hombres muy atractivos, con una personalidad avasalladora, inteligentes, con sentido del humor y trato social, y sin embargo son hombres que tienen como pareja a una mujer poco agraciada. Al platicar con ellos y auscultar la razón de su elección, todos, indudablemente, contestaron lo mismo: es la mujer con la que mayor plenitud sexual he sentido en mi vida.

A algunos de ellos les pregunté con la familiaridad que brinda la confianza, si estaban ciertos de que con sus atributos podrían aspirar a las mujeres más bellas de su entorno. Y todos contestaron que sí. Que estaban ciertos de que su mujer no es necesariamente la más agraciada, pero si es con la que mejor se sienten en todos los sentidos… y con esta respuesta entramos al meollo del asunto.

El erotismo (eros-amor; ismo-sistema, respuesta) es ante todo una respuesta.
El erotismo, contra lo que el vulgo pueda imaginar, está en las antípodas de la pornografía. El erotismo habla de elegancia; la pornografía de vulgaridad. El erotismo tiene que ver con el instinto, emoción y razón. La pornografía con la parte más primitiva del instinto.

De hecho, entre más pornografía ve una persona, menos erótica (atractiva) es. No solo eso, sino que entre más pornografía ve una persona, menos va a sentir y disfrutar el acto sexual, ya que este está deformado en su mente, imposibilitándolo para encontrar afuera lo que construyo en su mente, ya que eso que construyo, no existe.

En el erotismo la psique juega un papel preponderante. El erotismo se nutre de la piel, olor, alma y mente del otro. Lo que hace que no todas las pieles sean tu piel. Hay una piel que te habla, que te dice con el solo tacto lo que la palabra omite. La piel envuelve, acoge, salva. Estar con la persona que es, es estar en casa. Así, cuando el otro es, se vuelve casa, hogar, refugio, y todo esto está más allá de su geografía corporal o de la arquitectura de su rostro.

Cierto que el ojo quiere su parte, sin embargo la realidad es que el ojo ve lo que la lengua quiere. El ser y hacer del otro nos llega a través del habla. Esta, su habla, entra por el oído y el oído le dice al ojo lo que este debe de ver. Es por ello que solemos ver a personas que nos parecen muy atractivas con otras no tanto. Nos sería menester conocerles y saberles para entender que es lo que hace que estén con ellas y no con otras.

¿Qué es lo que hace que una piel sea mi piel?    
Un cofrade, muy cercano a mí, está enamorado de una mujer que es dos décadas más joven que él. Lo paradójico del tema es que ha hablado con ella en contadas ocasiones y si bien es cierto que la conoce de muchos años, también lo es que en todos esos años nunca pudo o supo cómo acercarse a ella. Ella creció y con el paso del tiempo los horizontes se fueron emparejando, al grado que llego el momento en que la comunicación empezó a fluir entre ellos logrando establecer un canal de comunicación abierto y franco.

Él le hizo saber que tenía interés en ella. Ella, escéptica pero atenta, le hizo saber que tenía interés en su mente y en su muy particular forma de ver las cosas. Le comentó que era la persona más rara que había conocido en su vida y que era precisamente eso, su rareza, lo que le hacía tener interés en él.

Cuando platique con él le pregunté que cómo sabía que ella era la indicada, si a lo más habían platicado en persona cinco o seis veces y al teléfono otras tantas. Me comentó que cuando la vio supo que era ella, pero ella estaba casada en ese entonces y no era lo propio incomodarla con sus avances, amén de que ella lo veía a él como un señor. Ella, supongo yo, lo ha de seguir viendo como un señor, no obstante en el horizonte de edad, ya hay más cosas en común que antes.

Regreso a él. Le pregunte respecto a la química. Le hice ver que muchas veces vemos a una persona que nos atrae y sin embargo cuando nos acercamos a ella, su olor y su piel nos repele tanto como la nuestra a ella. Me comentó lo esperado. Que si bien es cierto que no habían intimado de ninguna forma, si habían platicado cara a cara tanto como para saber que su olor y piel son afines a las de él, por lo menos desde la óptica de él.

Así como él, tuve la oportunidad de platicar con muchos otros con circunstancias diversas, pero con la misma pregunta: ¿cómo sabes que es ella?

La Mujer de mis sueños.
Cabe aclarar que el prototipo de mujer que habita nuestros sueños, mora en nuestro interior desde hace mucho. No la llevamos a la razón porque no queremos y no debemos (todo lo que llevas a la razón se muere), sin embargo ella está ahí..., flotando en el etéreo mundo de lo ideal, distorsionada o magnificada pero está ahí.

¿Por qué no la llevamos a la razón? Porque no nos interesa. Sabemos que en cuanto la veamos (reconozcamos) distorsionaremos la realidad para que esta se ajuste a la que habita nuestra mente. ¿Es ilógico? Sí, pero los seres humanos somos así: lógicamente ilógicos. Y son precisamente estas decisiones lógicamente ilógicas las que nos definen a ojos de los demás.

Regreso al tema. La mujer que puebla nuestros sueños es algo más que piel. Puede ser que sea su sonrisa, su impronta toda, su forma de mirar, su hablar, su forma de pronunciar nuestros nombre o alguna de las mil y un cosas que inexplicablemente nos enamoran, las que hacen que sea ella y no otra. Y ya una vez que la reconocemos y que nos reconocemos en ella, entonces y solo entonces, se dará la plenitud de la que todos los entrevistados hablan.

La plenitud no tiene que ver con el acto sexual, tiene que ver con el erotismo (correspondencia entre los amantes). El acto sexual per se, siempre es el mismo, lo que cambia es el erotismo y este, como ya vimos, está mucho más allá del acto sexual.

El erotismo en la mujer.
Va mi tercera crucifixión. La diferencia en el sexo entre hombres y mujeres es abisal. La mujer siente el sexo; el hombre, piensa el sexo. Y hay una gran diferencia entre sentir y pensar. El sentimiento es permanente, el pensamiento, intermitente.

El hombre piensa en el sexo; piensa un día sí y otro también, pero no permanentemente, sino intermitentemente. Piensa en el sexo cada que se da un estímulo que lo lleve a ello, ya sea ver a la persona amada o una mujer que le estimule el instinto, pero fuera de eso, jamás piensa en el sexo, salvo que la biología lo apremie a ello y esta no es permanente, sino intermitente. Esto quiere decir que cuando el hombre satisface el instinto, en ese momento deja de pensar en el sexo hasta que este se vuelve a manifestar.  

La mujer, por el contrario, siente el sexo. Esto no quiere decir que la mujer está permanentemente en ello, sino que ella siente y está consciente de su cuerpo y de su piel todo el tiempo, todos los días, todas las horas. Es por ello que se cuida, se pone cremas, compra esencias para el baño y cuanto cuidado del cuerpo haya.

El hombre, salvo raras excepciones, pocas veces cuida su cuerpo y su piel. Es común ver a un hombre con las manos descuidadas, rasposas como lijas (como las del que esto escribe) y con las uñas hechas pedazos. Difícilmente vera usted a una mujer con las manos así. Esta, por mucho ejercicio o trabajo manual que haga, cuidara sus manos, rostro, piel y cuerpo con esmero. Esto se debe a que la mujer se siente las 24 horas; el hombre solo en contadas ocasiones.

Esto es de suma importancia entenderlo, ya que el erotismo en la mujer es un arte, un poema, un proceso de seducción. La mujer no tiene el botón de encendido y apagado que tenemos los hombres. La mujer demanda seducción, elegancia, tacto y juego erótico. No es como el hombre que obedece a un impulso. En la mujer obedece a la seducción. Necesita que la pareja haga del acto sexual, un acto de amor.

Para la mujer el erotismo es un termómetro. Es una forma de constatar que todo está bien en la relación. De inmediato percibe si las cosas están mal o si hay algún problema. Para el hombre, en cambio, tendría que ser sumamente evidente. El hombre pueda estar con su mujer y no darse cuenta de nada.  

El hombre puede ser cortes, atender a su mujer y sin embargo no buscarla, no seducirla, no estar con ella..., y ese será un indicativo de que algo está mal. La mujer, por el contrario, puede intimar con su esposo y dejar de atenderlo en otras cosas, y ese dejar de atenderlo en las otras cosas son lo que le hacen ver a él que algo está mal. Ellas están el ser; ellos en el hacer.

Cuarta y última crucifixión. Les recomiendo a mis exiguos lectores masculinos que se pregunten porque el libro y la película del mismo nombre: “Cincuenta sombras de grey”, tuvo tanto éxito. Tal vez encuentren respuestas sobre cómo tratar a su mujer.

La misma pregunta para ellas. Tal vez encuentren respuestas de porque un hombre escoge a una mujer.

Nos leemos en el siguiente artículo.