El
cerebro siempre decide antes de que nos demos cuenta de la decisión que este
tomo. Al paso del tiempo nos va haciendo evidentes las señales -que siempre proyectamos
en los otros y- que justifican nuestra decisión. Cierto es que podríamos darnos
cuenta de las mismas mucho antes de que estas sean evidentes a otros, no
obstante es tan poca nuestra capacidad de observación de nosotros mismos, que
lo más probable es que sean los otros los que nos hagan patente lo que está a
punto de acontecer.
Obsérvese
a sí mismo. Observara que su comportamiento empieza a cambiar justo cuando su
cerebro tomo una decisión de la que usted aún no está consciente. Descubrirá
que cada vez le molestan más cosas de la persona o del objeto centro de su
decisión. Las dudas se acrecentarán al tiempo que le dará más oídos al decir de
terceras personas o, peor aún, pedirá opiniones de aquello que antes ni
siquiera lo hubiese concebido.
Como
observador es muy fácil darse cuenta de que la persona esta lenta y
gradualmente tomando una decisión, aun cuando no está consciente de ella.
Veamos
algunos ejemplos.
Usted
quiere cambiar carro, aun cuando el que tiene esta en excelentes condiciones.
El carro le es útil en lo funcional, más ya no en lo psicológico. Como
automóvil, sirve, como imagen y marca, ya no. No obstante para poder deshacerse
de él y justificar ante usted mismo la razón del cambio, será menester que se
convenza de esas razones que usted se está dando a sí mismo, para no quedar después
como un tonto ante usted mismo.
Para
esto le será menester identificar y notar, ante usted y ante los demás, los
defectos del carro en cuestión. Ya sea la línea, el costo del mantenimiento, el
consumo de combustible y mil y un etcéteras más que antes no veía o no
importaban, pero que ahora se tornan sustanciales para poder justificar el
cambio. Así, poco a poco y casi como sin darse cuenta, ira demeritando los
atributos del carro hasta que logre convencerse a sí mismo de que lo mejor es
cambiar de auto.
Lo
más probable es que las personas allegadas a usted sean las primeras en hacerle
notar que se está preparando para cambiar de carro. Por supuesto que no le van
a hacer ver que está usted tomando medidas para cambiar de carro, no tienen esa
percepción de la realidad que se esconde atrás de cada uno de nuestros actos. Lo
que le van a sugerir es que cambie carro o que se espere un poco más. No
obstante en la sugerencia va el aviso de que lo usted está haciendo, aun cuando
no se dé cuenta de ello.
Veamos
ahora un ejemplo subjetivo.
Una
persona muy allegada a mí está inmersa en una relación que rompe con su código
de valores, creencias y dogmas. Ella dice estar muy enamorada de él (y lo
está), no obstante de un tiempo acá he visto en ella los típicos cambios de
comportamiento que se dan en una persona que está viviendo el proceso de
decisión.
Su
cerebro, huelga decirlo, ya tomo una decisión, aun cuando ella no esté
consciente de la misma.
Me
es menester hacer una pequeña disgregación antes de explicar el tormentoso acontecer
de mi amiga, por lo que le pido a los dos o tres lectores que tengo, un poco de
paciencia.
El
problema – problema.
El
problema entre los seres humanos no son las creencias ni las diferencias de
valores. Los problemas tienen que ver más con los ritmos y con las ideas que
cada uno de nosotros hemos construido en nuestra mente para explicar y vivir la
realidad.
Puede
haber diferencias sustanciales en el combes de las creencias. Incluso puede ser
que si el ritmo de uno y otro no son tan diferentes (velocidad de respuesta y acción),
exista entre la pareja un punto de unión.
Por
supuesto que la parte biológica es de suma importancia, no obstante cuando la relación
se sustenta solo en esto, muere tan rápido como empezó, ya que el instinto se
consume al satisfacerlo. Así pues, el problema no es el instinto, son las ideas.
La
vida es perfecta, no ideal.
Perfecto
viene de perfectum (agotado en sí
mismo -que sirve para lo que se diseñó). Un vaso es perfecto si sirve para lo
que se diseñó -retener líquidos. No es ideal, ya que no mantiene la temperatura
como nosotros quisiéramos, pero es perfecto.
Un
lápiz es perfecto. Sirve para lo que diseño. No es ideal, ya que no escribe
solo, pero es perfecto.
En
artículos anteriores comentaba que la hija de unos amigos está por terminar el
noveno grado. La graduación esta próxima y aun cuando la muchacha en cuestión posee
una egregia figura y una belleza sin igual, es de las pocas que aún no tiene compañero
para el baile de graduación.
Esto
no se debe a la falta de invitaciones, sino al hecho de que estas no obedecen a
la idea que ella se forjo en su mente. Ya que para ella la invitación debe ser
lo más próximo a una pedida de mano, y ninguna de las invitaciones que ha
recibido han cumplido con esa idea. Por lo que lo más probable es que la
muchacha más bella de la generación asista sin pareja a su baile de graduación.
¿Esta
ella consciente de esto? No. Claro que no. Hace algunas semanas tuve la
oportunidad de reunirme con su familia, en plena reunión me comento de su
graduación y de que aún no tenía pareja para el baile. Cuando le pregunte las
razones de la carencia, me argumento una serie de causas, todas razonables y
plausibles, pero no del todo ciertas.
Cuando
hable con sus papas y les comenté que lo que ella pedía era irreal. Estos me
dieron, tal como lo hizo ella, razones que no iban dirigidas a mí, sino a ellos
mismos. Ambos, padres e hija, habían construido razones de la razón para
justificar su acción. No entrare en detalles de lo que hicieron, solo diré que
la muchacha asistirá sola su baile de graduación.
Su
objetivo, claro está, no era ir sola. Era otro. Otro que era más importante que
ir acompañada de una pareja. El resultado fue el esperado por ella. Logro lo
que quería. La graduación será un instante más en su devenir biográfico, pero
su objetivo no. Este le acompañara el resto de su vida.
¿Podía
ella lograr su objetivo sin tanto drama y sin tanta angustia? La respuesta es sí.
Solo que no estamos acostumbrados a llamar a las cosas por su nombre. Razón por
la cual creamos, en un ejercicio de invención para la desviación, las razones
de la razón que nos permitan esconder el objetivo real en aras del aparente.
Es
de suma importancia aprender a llamar a las cosas por su nombre. Cierto que no
nos han educado para ello, amén de que no nos gusta hacerlo ni la gente que lo
hace. De tal suerte que cuando coincidimos con alguien que llama a las cosas
por su nombre, nos alejamos de esa persona para no volver a ella más que por
ocasión.
Veamos
un ejemplo común que lo que esto significa.
Los
padres de familia a la instrucción pública le llaman educación. Nada más lejos
de la verdad. La instrucción pública es exógena, la educación, endógena. La instrucción
tiene que ver con el combes del hacer. La educación, con el combes del ser. Y
siempre será más importante la forma de ser que la forma de hacer. La forma de
hacer ser aprende, la de ser, se es.
Si
los padres de familia llamaran a la instrucción pública por su nombre, tomarían
conciencia de lo que esta es, dejando de exigirle a esta lo que esta no tiene. La
instrucción pública instruye, pero no forma.
La
educación es la que forma. Es la que extrae lo mejor del individuo, y la única que
le puede brindar al educando el horizonte cultural y el carácter que se
requiere para acometer y resistir la vida. Ninguna escuela nos puede dar eso.
No obstante los padres de familia se conforman con brindarles a los hijos la
mejor instrucción pública que sus ingresos permiten, para descubrir, cuando
estos son adultos, que lo único que le entregaron a la sociedad es uno más de
los muchos que ya hay.
Cuando
aprendemos a llamar a las cosas por su nombre, la vida se nos hará más simple,
fácil y llana. Tendremos, eso sí, menos acompañantes en el camino, pero batallaremos
menos en todo. Para empezar ya no nos será menester construirle razones a la
razón para justificar una acción.
Retomemos
el curso de la historia.
Decía
líneas arriba que he sido testigo de los cambios de comportamiento de mi amiga.
Mi amiga, sin estar consciente de ello, se está preparándose para el adiós. Probablemente
él sea el mejor o el peor de los hombres. La realidad es que eso no importa, ya
que el tema no es él, sino el proceso de ella.
Ella,
de un tiempo acá, ha estado viviendo encuentros y desencuentros con su pareja. Todos, hasta donde he podido ver yo, sin el fundamento y peso que ella les
otorga. ¿Está mal? No. Es legítimo y valido que ella les otorgue un fundamento
y un valor que, en honor a la verdad, no les otorgaba meses atrás.
¿Por
qué ahora se los otorga? Porque se está preparando para el adiós. Está creando
en su mente las razones que justifiquen su adiós. Un adiós que sea para ella
una liberación y no una carga. Me queda claro que difícilmente encontrará una
pareja con la que se empate tan bien como lo hace con él, no obstante es
menester reconocer que él no se acerca, ni por mucho, a la idea que ella tiene de
lo que debe ser el hombre ideal.
La
madre de mis hijos me decía que ella quería tener un hijo que fuera osado y sarcástico.
Poseedor de una inteligencia que hiciera que los demás no puedan con él… El
segundo de mis hijos cumple a cabalidad con todos esos atributos, no obstante
ella se queja de él, un día sí y otro también. Cuando le hago ver que ese es el
hijo que ella quería, me contesta que sí… Que así lo quiere, pero no con ella,
sino con los demás.
Lo
mismo pasa con mi amiga. Quiere que él sea atento, cortes, educado y caballeroso,
pero solo con ella, no con las demás. Quiere que la fuerza del instinto le
tenga junto a ella, pero que este no le haga voltear a ver a ninguna otra mujer,
aun cuando ese mirar carezca de amor, deseo o algo más.
Quiere
que sea un hombre diferente a los demás en el ser y en el hacer, pero que esa
diferencia no haga de él un hombre atractivo a las demás… Que sea un hombre
interesante en el ser y en el decir, pero solo para ella y de ninguna manera
para alguien más.
Las
contradicciones no existen. Acudimos a ellas cuando hay algo que no queremos o
no podemos reconocer, ya sea porque aún no lo tenemos consciente o porque nos
da un miedo atroz.
Mi
amiga, sin importar la suma de causas que justifican un accionar que ayer no
tenía, se está preparando el adiós. Ella aún no lo sabe, pero esta próxima a
terminar con él.
Va
a ser una terminación justificada, razonable y plausible. Una terminación que
al paso de los años no tendrá razón, pero que en el momento le va a ayudar a
terminar con un bajo nivel de dolor.
¿Qué
sigue para ella? Nada en especial. Terminará. Se sentirá liberada, justificada
y feliz… Al paso del tiempo descubrirá que regreso a la vida que tenía. Una
vida que ya dominaba y que no le representaba nada más que una continuación de
lo mismo… Él será historia y de vez en vez pensará que tuvo razón.
Así
es como los seres humanos nos preparamos para el adiós, creándonos razones que
no solo nos salven de llamar a las cosas por su nombre, sino que además nos
permitan justificar nuestro errático accionar.