martes, 10 de septiembre de 2019

La muerte del matrimonio.


La figura del matrimonio ha sufrido algunas mutaciones en el devenir del tiempo, lo cual no quiere decir que este en vías de extinción, sino que está surgiendo una forma de relación que no gusta a los ortodoxos, pero que se está abriendo camino con o sin la venia de estos. No obstante, el tema que nos compete no es la mutación del matrimonio (el cual estará inmerso en una constante evolución), sino la muerte que se gesta lenta e inexorablemente en aquellos matrimonios que de origen nacieron mal.

Recién llegue a Monterrey, lugar donde supuestamente radico, y después de ordenar mis haberes de viaje y disponer los próximos para mi inminente salida, tome un libro y me fui a un café a esperar a unos amigos con los que había acordado departir, después de varias semanas no vernos.

Llegue al lugar acordado media hora antes de lo convenido y ya estando ahí me llamaron para avisarme que llegarían con quince minutos de demora. Ordene el café y antes de abrir el libro, me tome unos minutos para observar y leer a la gente que estaba en el lugar.

Observe varias parejas jóvenes y algunas no tantas, sin embargo, el común denominador de estas es que pocas de ellas eran, en sí mismas, pareja. Lo que se leía en la gran mayoría de ellas era una circunstancia, pero no una unión.

De todas, las que más me llamó la atención, fue una pareja que estaba en sus últimos cincuentas. En ellos, lo único que se leía, era el tedio, la desesperación. Entre ellos no había más que muchos años de convivencia y connivencia. Habían aprendido hacer de esa nada, un algo, de tal suerte que ninguno de los dos sabría que hacer sin la nada del otro.

Lo único que leí en ellos y entre ellos, fue una interminable caída del vacío en el vacío. Me impacto tanto lo que leí en ellos, y en la gran mayoría de las parejas que estaban el lugar, que opté por dejar el libro para postrera ocasión y dedicar el poco tiempo que quedaba, a estudiar las razones que nos impelen a estar en una relación que a sabiendas sabemos, que no debemos estar.

El amor confía en lo aparente.
El otro nunca nos miente, nos mentimos respecto al otro, pero el otro, hasta cuando nos miente, nos dice la verdad. Somos nosotros los que conscientemente decidimos ignorar la verdad y creer lo aparente. No hay forma que no sepamos que el otro no es. Basta con peguntarnos que es lo que nos lleva a esa persona: la atracción sexual, su rostro, su geografía corporal, sus formas, elegancia, personalidad o simplemente una circunstancia.

Cierto que, al otro, cuando es, lo reconoces de inmediato. El amor es un encuentro con nuestra otredad, con ese otro que es un yo mismo, pero mejorado, sin embargo, esto no es algo que sucede todos los días, por lo que lo normal es que el amor sea algo que va surgiendo de una relación. El problema es cuando lo que nos llevo a la otra persona, no va más allá de eso que nos llevo a ella.

En esa relación lo único que hay es eso que nos llevo a ella, pero nada más. El amor no puede ni debe basarse solo en el instinto (atracción sexual), este, antes o después de la fatídica curva de los dos años, se ubicará en el lugar que le corresponde, para encontrar, al transito de ese tiempo, que tenemos una relación que obedece a una circunstancia, pero no al amor.  

En este tipo de relaciones, el vacío empieza crecer lenta e inexorablemente. Los hijos, cuando los hay, atemperan el vació, al grado que la pareja gravita hacia ellos, pero ya no entre ellos. De tal suerte que cuando los hijos crecen y empiezan a tener una vida ajena al núcleo familiar, la pareja descubre que entre ellos no hay nada, absolutamente nada.

No hay forma que la pareja no se diera cuenta desde un principio, de que era lo único que los unía. Ambos sabían que el otro no era su es, y sin embargo, decidieron mentirse a si mismos y mentirse entre ellos, por lo que ella decide creerle hasta cierto grado a él y él decide creerle hasta cierto grado a ella, así opera el amor, no en todos, pero si en la gran mayoría.

El amor, no es motor.
El motor de la humanidad no es el amor. Los motores de la humanidad son el sexo y el poder. Estos, sexo y poder, están en todo lo que hacemos, compitiendo entre ellos, a cada momento y en cada acto, por el primer lugar. Esto que de entrada nos puede agredir, lo podemos constatar desde la primera infancia. La lucha por el poder se manifiesta desde la cuna y se extiende hasta la muerte.

Cualquiera que haya tenido mellizos o gemelos, habrá constatado que entre estos se da una cruenta y constante lucha por el poder, la cual se prolongará por el resto de la vida de ambos. El poder es el motor primario de los seres humanos, pasando a un segundo lugar ya una vez que se llega a la edad biológica de la reproducción.

La cruenta lucha por el poder se manifiesta en todos los ámbitos del ser. Es algo que se hace patente entre hermanos, amigos, socios y colaboradores. Se manifiesta en la academia, en la iglesia, en los negocios y en la política, incluso, lo queramos o no aceptar, en el amor y, claro está, en el sexo.

Así pues, el amor, contra lo que la gente cree y contra lo que las novelas y películas no han mostrado, no es el motor de la humanidad. El amor es lo que salva a la humanidad, pero no su motor.

Cuerda, ancla o motor.
Las personas, si se me permite la analogía, somos en la vida y con los otros: cuerda, ancla o motor.

Una persona cuerda es esa que transita por la vida como comparsa. Es parte del paisaje y paisanaje, pero jamás actor. No incide en nada, pareciera ser que su misión en la vida es poblar un espacio y nada más. Es la parte anónima del escenario, del decorado, al grado que no se nota si esta o no está. En más de una ocasión le habrá pasado a usted que en una platica alguien le diga: ¿te acuerdas de fulano? Y usted responda que no. A lo que el otro le replicará de inmediato: ¡Como no, era ese que estaba ahí con nosotros en la reunión…! Y, sin embargo, usted, ni lo noto. Esta es una persona Cuerda, es decir, alguien con quien se puede experimentar la nada.

Las personas que en este artículo denominamos: “cuerda”, son tan anónimas, que no representan más que una gran masa que navega por la vida, poblando un espacio social y de mercado en el que solo inciden cuando son masa, pero no como individuos.

Estas personas, en el amor, no son mas que un alguien, indistinto y anónimo que puebla su soledad con la soledad de ese otro que es igual a él: cuerda. Entre estas personas no hay nada más que una interminable caída del vació en el vació. Cumplen un rol; juegan al amor, a la familia y a la paternidad, pero la realidad es que en ellos y entre ellos, no hay nada. Son, como su nombre lo indica, una cuerda que se puede poner aquí, allá o acullá, pero que si esta o no esta, no pasa nada.

Las personas que en este artículo denominamos cuerda, quieren creer que tienen una relación. No se dan cuenta de que no tienen nada, debido a que al impulso de la reproducción no les deja ver que lo único que hay entre ellos es eso: la reproducción. En cuanto el instinto mengue, descubrirán que entre ellos va surgiendo una nada como pareja, que solo se sostiene por la responsabilidad de los hijos, primero, y por la costumbre, después.

Las personas denominadas ancla son, como su nombre lo indica, un freno en los demás. Tienen una enorme capacidad para ver lo malo en todo lo que hacen los demás, en especial, esos demás que si son sus demás. Están ciertas de que solo lo que hacen ellas, esta bien. El hacer de los suyos, en especial el de su pareja, es un mediocre hacer.

Las personas que, en este artículo, ilustramos como ancla, son suspicaces, desconfiadas, paranoides. Tienen una enorme capacidad para ver el mal en todo lo que les rodea. Lo cual se agudiza en grado extremo, en todo lo que rodea a su pareja. Si tiene amigas, la calidad de las migas, si tiene amigos, la intención de estos. Si la pareja va a ir a una cita de negocios, el porque de la cita, si va a ir a hacer deporte, el porque d ese deporte y el porque de ese lugar.

Conocí a una mujer que se mantenía enojada con el marido, por que este iba a caminar a un lugar, que, sin duda alguna, estaría mal, primero porque ella no va con él y por ende no puede cuidar quien o quienes saludan a su pareja, y segundo, porque, desde la óptica de ella, a ese lugar solo se va con la intención de buscar a alguien con quien salir o tener una aventura. De igual manera conozco hombres que ejercen tal nivel de control y acotamiento sobre su pareja, que lo único que hacen, es incentivar la huida.     

Lo más probable es que usted conozca a alguien que por años estuvo con una pareja ancla, lo que seguramente le permitió ser testigo de que ese alguien, al terminar la relación con el hombre o mujer ancla, despego como nunca lo hizo en el tránsito de esa relación.

Con este tipo de personas, la relación de pareja es de odio / amor. Cosa que no pasa en la relación donde el otro o los otros son cuerda. En las parejas donde uno de los dos (o los dos) son cuerda, la relación es de tedio, de aburrimiento, mientras que en la relación con la o las personas ancla, la relación es de odio / amor.

Las personas que por natura o cultura adoptan la posición de ancla son un tormento. Tienen una ingente necesidad de controlar la vida de su pareja (hijos, hermanos, colaboradores, etcétera). Quieren saber todo lo que hace, con quien hablan, de que hablan, con quien se juntan y porqué, así como lo que se platica y el porqué de esa platica. Estas personas se convierten muy rápidamente en obstáculo, dejan de ser motor, para ser freno.

En estas relaciones lo que hay es hastió… Uno quiere acotar y el otro, escapar. Estas relaciones están condenadas al fracaso. Es tal la desconfianza de uno y el hartazgo del otro, que no hay forma de que tengan un final feliz. Gracias a este tipo de parejas es que se dice que algunos matrimonios terminan bien, otros, duran toda la vida.

Una persona que por natura o cultura adopta la posición de motor, nos impele a buscar nuevas y mejores formas de ser y hacer las cosas. Este tipo de personas se centran en lo que el otro es, y no en lo que le gustaría que sea. Gracias a esa tacita aceptación de lo que el otro es, es que la relación se cimienta con bases reales, haciendo que la pareja sea sólida y difícilmente indisoluble.

Las personas motor, crean alrededor de sí, un entorno en donde la libre expresión del ser es la norma. Esto permite que las capacidades del otro se explayen, al tiempo que sus límites se acoten. Cierto que habrá cosas que no gusten del otro, pero entienden que en ello no hay maldad, ni intención de dañar, lo que hay es una natural expresión del ser. Expresión que se comenta y se trabaja de manera conjunta, lo que hace que, al paso del tiempo, uno y otro, maximicen sus potencias y acoten sus limites.

Cuando uno esta en una relación motor, es muy difícil que la relación se fracture. Todo lo contrario, se fortalece. En esa relación no hay engaños ni falsas expectativas. En otras palabras, ni uno ni otro se ven en la necesidad de reprimir lo que son. Todo lo contrario, entre más se exprese el otro, más fácil le será a la pareja, completar y complementar lo que el otro es y viceversa.

En este tipo de relaciones, donde uno o dos de los actores son motor, la relación se sustenta en el binomio, razón - emoción. La piel atrae la mirada, pero no la retiene. Lo que retiene la mirada es el sr del otro, sin embargo, si en el otro no hay eso que llamamos química, la relación no va a funcionar. Por el contrario, si lo único que hay es química, la relación va a fracasar.

En una relación motor, se trabaja la piel y la razón. Ambas son de suma importancia, y ambas tienen un peso igual, no obstante, es la razón, acompañada de la piel, la que hace que la pareja encuentre puntos de unión y crecimiento. En estas relaciones, lo más importante es lo que el otro es, trabajando uno y otro, a partir de lo que cada uno es. La solidez de estas parejas no deja cupo para la fractura. La infidelidad se da en las relaciones cuerda y en mayor medida en las relaciones ancla, pero no en las relaciones motor.

La infidelidad.
Otra de las cosas que observe en dicho lugar, es que una de las parejas que estaba presente en el lugar, no eran una pareja normal, debido a que ambos tenían otra relación. A él le conocí hace algunos años en una conferencia que impartí en una Cafebrería de la localidad a la que acostumbraba a ir acompañado de su esposa. A ella la identifico por ser la esposa de un conocido con el cual en una ocasión realice alguna transacción. A ambos me los he topado con sus respectivos cónyuges, de tal suerte que cuando nuestras miradas se encontraron, hicieron como que no me conocían, lo cual agradezco.

Las razones de la infidelidad son múltiples, no obstante, es menester anotar que antropológicamente la infidelidad masculina se debe más al ocultamiento que el hombre le hace a su madre en la figura de la esposa, que a la infidelidad en sí. Lo que disfruta es el ocultamiento. Esto no quiere decir que no disfrute la infidelidad, la disfruta, sin embargo, el motor no es esta, es el ocultamiento.

Esto, que seguramente le costará trabajo aceptar, es tan real, que cuando el infiel pierde su matrimonio por su infidelidad, se descubrirá a si mismo alejado de la conquista, no porque le hayan dejado de gustar las mujeres, ni por el dolor de la perdida, sino porque no hay en ello, el disfrute del ocultamiento. 

La infidelidad femenina se debe más al vació que a otra cosa. Ya habíamos explicado en otros artículos que todo deseo, implica un vacío…, y en ningún lado se ve más que en la infidelidad. Cuando la mujer se siente vacía, canaliza este vacío a través de la compra de zapatos, ropa, cosméticos o cosas con las que se puede atender y regalar. Cuando esto no es suficiente (que nunca lo es) se refugiará en la religión, esoterismo y cosas por el estilo, para descubrir que esto tampoco le llena el vació.

Muchas encuentran en la parte social, una catarsis, lo que las lleva a realizar mil y un actividades filantrópicas y humanitarias. Algunas, incluso, hasta adoptan a los amigos de sus hijos., ya que lo que necesitan es existir para alguien. No obstante, ninguna de esas válvulas de escapa llenará el vació que sienten. El vació solo lo podrá llenar reconociéndolo y dirigiéndolo, de lo contrario, quedará inmersa en una relación tan frágil y accidentada como la que la llevo a ella.

Con el hombre sucede lo mismo, no podrá resolver el tema de la infidelidad, si no reconoce que lo que le mueve a ello es el disfrute del ocultamiento y su acusada incapacidad para crearse retos que lo construyan y le generan la adrenalina que necesita para sentirse vivo. Cabe aclarar que un reto es aquello que excede mis límites. Si lo que me fijo como reto, no excede mis limites, entonces no es reto, es terapia ocupacional, pero no reto.

Las cosas se explican, no se justifican.
La infidelidad, en esencia, es la manifestación de un vacío, el cual se agravará si la persona en cuestión esta con una persona ancla o cuerda. Cierto que la persona podrá argüir mil y una razones, sin embargo, la realidad es que no hay justificación alguna, ya que lo correcto es enfrentar la realidad…, hacerle frente a la equivocación y dar por terminada la relación.

Iniciar otra relación antes de dar por terminada la que se tiene, hará que la probabilidad de error se magnifique, amén de que es muy probable que la persona que entra en sustitución sea igual o muy parecida a la que se le esta siendo infiel, amén, claro está, que la persona que entra en sustitución no es necesariamente la mejor, de lo contrario como se explica que esta persona no le exija a la otra que de por terminada su relación antes de iniciar la actual. Esto dice mucho, tanto del sustituto como del infiel, amén, claro está, que descubrirán que tendrán muchas razones para estar contentos, pero no satisfechos, lo que ineluctablemente, agravará el vacío.

Decía el insigne Albert Camus, Premio Nobel de Literatura en 1957: cuando, por oficio o por vocación, uno ha meditado mucho sobre el hombre, ocurre que se experimente nostalgia por los primates. Éstos no tienen pensamientos de segunda intención.

Él o la amante de una relación en la que el otro no ha dado por terminada la anterior, podrá, como ya lo comentamos, esgrimir excelentes razones, sin embargo, la realidad es que, en él o en ella, hay una segunda intención. Intención que el amado debiera de desvelar para conocerle mejor y saber dónde se está metiendo. Lo más probable es que descubra que la persona en cuestión se parece mucho a la anterior, o que uno y otro están inmersos en un proceso de invención para la desviación. Ni uno quiere divorciarse del otro, ni el otro quiere que se divorcie, de lo contrario, le habría exigido al otro, que termine lo que está mal, para empezar algo bien.    

El que esto escribe, oficia en las finanzas y gravita en las letras. Mi entorno, por razones obvias, esta conformado por personas con las mismas inclinaciones (empresariales e intelectuales), lo que me ha permitido estudiar y reconocer, empezando por mi mismo, que estos, los intelectuales, son, como decía uno de mis cofrades, los más peligrosos de todos, ya que la elegancia de sus formas, no le permite al otro, desvelar las segundas intenciones.

Lo cierto es que los empresarios y los intelectuales poseen, por oficio, una segunda intención, la cual intencionalmente ocultan para no desvelar su juego. Estos, amén de negocios, lo único que saben hacer, decía el cofrade arriba mencionado, es fornicar y leer libros. Antropológicamente son, como amantes, los más peligrosos de todos, ya que no solo saben hacer lo suyo, sino que además lo hacen de tal forma que el otro poco o nada se da cuenta de su juego.  

Esta disgregación es para explicar que, en el lugar en cuestión, en una mesa cercana a mí, un intelectual que también oficia en el mundo de los negocios. El cual, obviamente, estaba haciendo lo mismo que yo: leer a los comensales para elucidar lo que estos, conscientes o no, estaban manifestando a ojos de los demás.

Cuando llegaron las personas que estaba esperando, me encontré con el hecho de que a ambos nos había citado la misma gente, amén de otros más que nos presentaron en el lugar. Al término de la reunión, la persona arriba mencionada y un servidor, abordamos el tema de nuestra mutua observación, concluyendo ambos en lo mismo… ninguna de las parejas presentes, eran, en esencia, pareja, por lo que a la postre, el resultado iba a ser el mismo: una nada acompañada de otra nada.

El que yerra al casar, ya no le queda en que errar.
El amor, decía al principio de estas líneas, no es el motor de la humanidad, pero si es lo que la salva. La decisión más importante en la vida de un ser humano es la elección de pareja. Desafortunadamente es algo que la gran mayoría lo descubre a edad tardía. Al paso el tiempo se van a dar cuenta que: el que yerra al casar, ya no le queda en que errar. La elección de pareja marca el antes y el después de un ser humano. Es el parteaguas de lo que será la vida de ahí en adelante, y, sin embargo, poco nos preparan para tan crucial elección. Cierto que mucho es lo que vemos en casa, pero también es cierto que poco es lo que este tema se discute y analiza en casa.

Yo tengo tres hijos varones y si bien es cierto que mucho es lo que hablamos de este tema, también lo es que la edad que tienen hace que el instinto sea lo que prime en ellos, no obstante, mi trabajo, como el de todos los padres, es el de crearles los marcos de referencia que los lleven a descubrir el porqué del devenir de una persona y la forma en que la elección de pareja incidió en su devenir.

El matrimonio no esta en vías de extinción, no obstante, lo que, si está en vías de extinción es la importancia que los padres le damos al tema, ya que, si bien es cierto que el amor no es el motor de la humanidad, si es lo que la salva… Y cierto estoy de que cada uno trae su propio motor, también lo es que ayudarles a que encuentren en la pareja un puerto de abrigo, es algo que a nadie le hace daño.

Concluyo con la frase expuesta líneas arriba: El que yerra al casar, ya no le queda en que errar.

martes, 5 de febrero de 2019

Los fantasmas del amor.


Todos tenemos nuestros fantasmas. Los fantasmas son esas ideas, miedos o paradigmas que inconscientemente nos crearon en la infancia y que nos han acompañado en el devenir de la vida. Fantasmas a los cuales hay que agregar aquellos que conscientemente nos creamos en la adolescencia y edad adulta, los cuales, como no, reforzamos con esmero en el día a día de nuestra cotidianidad, al grado que muchos de nosotros hasta nos sentimos orgullosos de ellos.

Los fantasma (miedo e inseguridades conscientes e inconscientes) están en todos los ámbitos del ser. Los encontramos en nuestra relación de pareja así como en la relación con nuestros hijos, socios, amigos y conocidos. No hay forma de que estos no pueblen todos y cada una de nuestras decisiones y actos, no obstante la realidad es que los fantasmas se pueden dirigir, sin embargo primero nos es menester identificarlos, reconocer la forma en que estos inciden en nosotros para poder aceptarlos y dirigirlos.

Recién platique con un joven que está en sus primeros treintas. Este, hasta donde él me había platicado, estaba próximo a contraer nupcias, por lo que para mí lo natural fue preguntarle cómo iban los preparativos de tan especial acontecimiento. Su respuesta fue la propia de una persona que está próximo a ello, no obstante lo que me azoro no fue su respuesta, sino el lenguaje corporal, así como los sutiles pero determinantes cambios que se dieron en la arquitectura de su rostro y los decibelios que uso para comentar el tema.

Pudiera decirles que por desviación de oficio me aboque a explorar el porqué de sus reacciones, sin embargo la realidad es que no fue el gusto por la investigación antropológica lo que me impulso a ello, sino el morbo y la estulticia, ya que, desde fuera se veían como una pareja modelo.

Lo comenté que dese mi óptica la relación de pareja es la decisión más trascendental de un ser humano, por lo que lo prudente es que aun cuando crean que están cien por cien seguros en lo emocional y racional, se den la oportunidad de tomar un poco de tiempo en silencio y soledad para meditar profundamente el tema. Mi comentario no solo hizo que las orbitas oculares llegaran a su máximo, sino que además manifestó un ligero incordio, por lo que me disculpé de inmediato y le pedí que me permitiera explicar el porqué de mi dicho.

Le comenté que en los seminarios católicos se acostumbra, con mucha inteligencia y prudencia, darles a los jóvenes graduandos un año de vida civil fuera del seminario para que experimenten la vida antes de ordenarse como sacerdotes. En la inteligencia de que el que regrese al seminario lo hará después de haber constatado en piel y alma (mente) que lo suyo es el sacerdocio.

Por supuesto que hay quienes no regresan, no obstante estos son vistos por la iglesia como una aportación a la sociedad, ya que son personas que por su preparación y formación contribuyen a formar una mejor colectividad allá donde decidan quedarse. Contagiando, con su forma de ser y hacer, un nuevo marco de referencia para todas aquellas personas con las que trabajan y conviven.   

Así, le comenté, cuando yo te decía que si ya habían decidido darse un espacio de un mes o dos para meditar tan trascendente paso, me refería a ese ejercicio de silencio y soledad que demanda toda decisión y más si es una decisión de vida, como lo es la relación de pareja.

Antes de darle oportunidad de reaccionar a mi comentario, le expuse varias cosas que la pareja debe meditar a fondo, como son los hijos y la relación de pareja. Le hice ver que el cociente intelectual lo heredan de la mamá, la fuerza de dirección (voluntad) del papá; de tal suerte que una mamá inteligente, tienen una muy alta posibilidad de engendrar hijos inteligentes, en donde ella, por ejemplo, debiera analizar no solo el cociente intelectual de él, sino la capacidad para enfrentar las oblicuidades de la vida y la forma en que éste sale adelante de ellas, pues es muy probable que los hijos hereden la forma de él.

El cerebro, le dije, no está hecho para pensar. Está hecho para adaptarse y sobrevivir. Esto quiere decir que al cerebro le tienes que enseñar a pensar, lo cual es de suma importancia, ya que cuando siembras pensamientos, cosechas actos; cuando siembras actos, cosechas hábitos; cuando siembras hábitos, cosechas costumbres y la costumbre termina convirtiéndose en una segunda naturaleza. De tal suerte que si quieres cambiar la naturaleza adquirida, te será menester enseñar a tu cerebro a pensar para que este pueda sembrar pensamientos que terminen manifestándose en una mejor forma de ser y hacer las cosas.

El problema, si se me permite llamarlo así, es que requieres de un espacio de silencio y soledad para escucharte y poner en orden tu mente, y esto difícilmente lo vas a poder hacer en un entorno donde la presión familiar de uno y otro, la emoción propia del proceso, y la presión de amigos y sociedad en general, son las que mandan.

De igual manera está el tema de los fantasmas del amor. Los fantasmas del amor son todos esos miedos e inseguridades que uno carga…, este o no consciente de ellas. Las inseguridades, aquellas que ya tenemos identificadas más aquellas que aún no llevamos a la conciencia, terminaran incidiendo en la calidad de la relación y/o en el futuro de la misma.

Veamos algunos ejemplos: un hombre que por natura adquirida tema que la mujer le pueda ser infiel, tenderá a ejercer tal nivel de control y asedio en la pareja, que esta, inevitablemente, buscará la forma de escapar de él… Y cuando esto suceda, él se dirá a sí mismo: “tenía yo razón”.

Lo malo de esto es que al hacer que ella se escape de él, su profecía cumplida (esas que uno hace que sucedan), le va a servir para reforzar sus fantasmas y con ellos su segunda naturaleza, lo cual, inevitablemente, extrapolará en todas sus relaciones con el sexo complementario.

Como era de esperarse esta fue la parte que lo atrapo; la de los fantasmas del amor. Me hizo un mundo de preguntas al respecto y la forma en que estos inciden en la relación, así como si había forma de manejarlos.

Le comenté que sí, que si había forma de dirigirlos y controlarlos, pero que por razones obvias no podía hablar de los fantasmas de ella, debido a que no tengo forma de hacerlo y que de tenerla, me seria menester que ella estuviera presente y diera su anuencia. Pero que si podía, si él me lo permitía, hablar de los fantasmas de él. En donde lo más importante es que él tuviera claro cuál o cuáles son sus fantasmas y la forma en que estos inciden en él, ya que jamás podrá dirigir y mucho menos cambiar, lo que no conoces.

De inmediato me compartió algunos de sus fantasmas, los cuales al revisarlos no pasaron el filtro, mientras que otros, que eran obvios a mas no poder, jamás los menciono. Le hice ver que los fantasmas (miedos e inseguridades) no son exclusivos del amor. Estos operan en todos los ámbitos del ser, sin embargo, es en el amor donde más inciden, ya que no hay nada más trascendental que el amor. Esté, en cualquiera de sus manifestaciones, es lo que le da sentido a nuestra vida. Todo lo demás, por importante que sea, es funcional, transitorio y accidental.

Le mencione varios ejemplos, de los cuales me circunscribiré a mencionar algunos de ellos: “el miedo al compromiso”. El joven en cuestión me comentó que a él le enseñaron en casa que el “compromiso mata el amor”. En otras palabras, sus cuitas y canguelos tenían que ver más con el miedo a que el compromiso del matrimonio mate el amor que con la boda en sí.

Él creció en un hogar en donde una madre fuera de lo común, le decía a él y a sus hermanos que el compromiso mata el amor. Que el amor debe estar por arriba de cualquier compromiso y que si el amor necesita de un compromiso para ser, entonces no es amor.

La mamá le hacía ver a sus hijos (dos hombres y una mujer) que para la gran mayoría de la gente lo importante no es el otro en si, sino el matrimonio. Y que cuando el otro no da muestras de querer formalizar la relación vía un contrato matrimonial, lo común es que terminen la relación para estar casados con otra persona en muy poco tiempo.

Entiendo lo dicho por la madre, ya que efectivamente hay mucha gente para lo cual lo importante no es el boda, sino el novio; no el hijo, sino el bautizo, no el muerto, sino el funeral, sin embargo la realidad es que es muy fácil darse cuenta desde un principio si la otra persona es de aquellas en donde lo importante no es el otro, sino lo que envuelve al otro. 

En alguna ocasión conocí a una mujer que me decía que su sueño era casarse en la catedral, que esta estuviera llena de flores y de gente para que la vieran todas sus amigas, a lo respondí de inmediato: ¿Cómo? Si tú no eres católica. A lo que presto respondió: Y eso que tiene que ver. Lo importante es que me vean mis amigas… El novio y todo lo demás es accidental, puede ser uno u otro, lo importante es que todas mis amigas vean que me case y que tuve la mejor boda del mundo. 

Para este tipo de personas lo común es que las relaciones tengan fecha de caducidad, sin embargo la realidad es que la cada vez más manifiesta fecha de caducidad de las relaciones, ha hecho que esta se convierta en un fantasma del amor que se suma a los ya heredados.

Para ilustrar estos, me abocaré a enunciar algunos ejemplos de gente próxima a mí:

Miriam es una mujer que está en sus primeros cuarentas. A Miriam la signo una supuesta infidelidad de su madre. Cuando ella era una niña vio a su madre platicando con un hombre que no era su papá. Esto la llevo a construir en su mente una infidelidad que nadie más en su casa vivió pero que a ella la signo de por vida.

Esta construcción que hizo en su mente, la ha llevado a ver con muy malos ojos cualquier conducta impropia a sus ojos, aun cuando estas sean comunes y cotidianas en un entorno donde las redes sociales y la comunidad, son la norma.

Si su pareja voltea a ver a alguien que entra a un lugar y esa persona es una mujer, este voltear a ver es una traición. Si este mantiene contacto con compañeras o amigas del pasado, aun cuando no haya en ellas más que una amistad de años, es una traición. Si él le da un “me gusta” a cualquier publicación donde la imagen sea una mujer o sea publicada por una mujer, es una traición. 

Está por demás decir que la relación que sostiene con su pareja no es la mejor, amén de que ella guarda en su mente todos y cada uno de aquellos actos que considera innobles de parte de él. Actos, que sin duda alguna, sanan con el tiempo la herida que lastima, pero que le dejan una cicatriz que recuerda, distorsiona y engrandece el acto. La relación de ellos, huelga decirlo, está condenada al fracaso…. No por algo real, pero si imaginado.

Otro fantasma común es el de la familia de origen. Hay quienes tienen un miedo enorme a perder contacto con su familia, por lo que desde el noviazgo hacen hasta lo imposible para que el otro se integre como parte esencial en la familia de él o de ella.

Rafael es un hombre que está en sus primeros cincuentas y tiene un matrimonio de varias décadas. Para él lo más importante es la familia de origen, es decir, sus papás, hermanos, cuñados y sobrinos. Su esposa e hijos los da por hechos, por lo que todo su esfuerzo se encamina en atender a sus papás y agregados.

Sus hijos, que nacieron y crecieron en ese entorno, lo ven normal, sin embargo la esposa no lo ve así. Y si han durado más de tres décadas se debe a que uno de los fantasmas que rigen la vida de ella, es el de la no disolución del matrimonio. No obstante eso no quiere decir que la relación sea la mejor.

El fantasma del control.
Blanca creció en un hogar donde el control era la norma. Su papá, hombre al que idolatró por sobre todas las demás personas, incluido pareja e hijos, era un hombre con un nivel de control y con una capacidad administrativa inigualable.

Hace algunos años me invitaron a comer a casa de los papas de Blanca. Conocí al señor, platique con él y entre los temas que salieron a palestra, destaco el del oneroso costo de la luz eléctrica. Al responder un servidor que no estaba seguro de que el costo de la misma en el devenir del tiempo fuera en los porcentajes que él mencionaba, se paró de inmediato, fue a su estudio y regreso con una caja en donde tenía archivados todos y cada uno de los recibos de luz pagados en su vida.

Me mostró con datos, y con el análisis que había hecho (graficas, porcentajes y demás menesteres), la solides de sus argumentos. Le pregunté si tenía la misma información de los otros servicios (agua, gas, etcétera) y me contesto que tenía todo: agua, gas, despensa, colegiaturas, boletos de avión, tickets de restaurantes y un mundo de cosas más. En ese momento entendí a Blanca y con ello la relación que sostiene con su pareja, la cual, huelga decirlo, esta cien por cien subordinado a ella.

Con quien estar versus con quien ser.
Saúl es un hombre que está en sus primeros cuarentas. Se divorció hace poco más de diez años y de ese entonces a la fecha se ha abocado a sus negocios. Sin embargo, recién hace unos meses en esas oblicuidades que tiene la vida, coincide en un evento con una excompañera de la facultad de leyes que era la causante de sus insomnios, por lo menos hasta que él se fue a estudiar la maestría al extranjero. 

Regreso casado y metió en el cajón de los olvidos a la dama en cuestión. Las cosas no caminaron bien en su matrimonio, se divorciaron en muy buenos términos, conservando una muy buena relación hasta la fecha. Se aboco a los negocios y jamás pensó en sacar del cajón del olvido a persona alguna, hasta que la vida lo hizo coincidir con ella en un evento.

Por azares del destino tuve la oportunidad de trabajar estrechamente con ambos, con él, como socio de algunos negocios y con ella como abogada. En todo ese intervalo, jamás salió a la palestra el nombre de uno u otro al hacer negocios, ya que en todos los proyectos en los que ella me apoyo, no estuvo involucrado Saúl. Y en los proyectos que realice con él, nos apoyábamos en sus abogados y en él mismo.

Mi azoro, cuando los vi juntos en un restaurante, fue mayúsculo, ya que la natura y la mente de uno y otro son diametralmente opuestos y por lo tanto no complementarios. Saúl es mi socio y amigo, por lo que cuando él me compartió su alegría, le escuche con atención y ya una vez que termino su exposición, le hice ver que ambos formaban una pareja impensable.

Le comenté que para mí era un misterio la forma en que iban a cohabitar los fantasmas de uno y otro, y más aún, la mente de uno y otro, pero que me daba mucho gusto por ellos. Al último le dije que no olvidara que lo más importante en el amor, no es con quien estar, sino con quien ser.

Estar, no tiene ciencia, el instinto se encarga de ello, no obstante, ser con alguien, es algo que muy pocos pueden lograr, ya que el ser con alguien demanda que instinto y mente se empaten en una sola persona, amén de que ambos, él y ella, trabajen intensamente en la identificación de sus fantasmas para no permitir que estos echen a perder la relación.

Todos, le comenté, tenemos fantasmas, sin embargo, pocos son los que deciden saltar al abismo del interior… A lo más profundo del yo para buscar en él el origen de nuestros fantasmas, la forma en que han incidido e inciden en nosotros y la forma en que tenemos que dirigirlos. La gran mayoría de nuestros fantasmas, ya una vez identificados de origen, no pasan el tamiz de la lógica y de la razón, son, casi todos son, en esencia, falsas evidencias que hemos hecho reales.  

Retomando el tema, cerré la plática con el joven en cuestión, preguntándole si entendía el porqué de darse un tiempo en silencio y soledad para analizarse a sí mismo; identificar sus fantasmas y dirigirlos, al tiempo que analiza los de ella y evalúa, en función de la historia entre ellos, que tan identificados los tiene para poder recibir retroalimentación de parte de él, pero más importante aún, si ella es la persona con la que puede ser y si él es la persona con la que ella puede ser, ya que estar no tiene ciencia, se puede estar con mucha gente, pero poder ser con el otro y que el otro pueda ser con uno, es algo que poco pensamos, y por ende, poco logramos.

Nos leemos en el siguiente artículo.

miércoles, 16 de enero de 2019

El dispendio de lo inútil.


El mes de diciembre es atípico respecto a los demás meses del año y lo es en muchos ámbitos. Lo es en lo empresarial, bancario y comercial, amén, claro está, de la parte espiritual y familiar. No obstante lo que hoy me impele a pulsar las teclas no es lo espiritual ni la tradición occidental de la navidad, lo que me impele a pulsar las teclas es el enorme dispendio de lo inútil que se manifiesta en estas fechas.

Diciembre es un mes en el que las empresas y bancos hacen el correspondiente cierre contable, financiero y fiscal, previo a la onerosa responsabilidad del pago de impuestos. Razón por la cual en mi trabajo me es menester viajar a diferentes latitudes para entrevistarme con inversionistas de muy alto espectro, con los CEO de los Bancos con los que trabajamos, así como con algunos de los Gobernadores de los Bancos Centrales de dichos lugares.

Esto me ha permitido ser testigo de lo que la idea de la navidad hace en la mente de la Masa, ya que esta se comporta igual en cualquier parte del mundo. La Masa está conformada por esa ingente multitud de seres en los que el sentimiento prima sobre el pensamiento, tanto que han hecho del sentimiento un pensamiento. La Masa no piensa. La Masa siente y cuando siente, siente que piensa.

A la Masa es muy fácil motivarla a la acción. Lo único que se requiere es venderles una idea, concepto o producto que les haga sentir que son parte de algo. El motor de la compra en la Masa es la persuasión emotiva (chantaje emocional). Si usted quiere venderle algo a la Masa es menester que la venta posea una alta dosis de chantaje emocional…. Si usted adquiere esto se va a sentir…; si usted lleva a esto a su casa su familia será feliz…; si se toma esto será tan bella como…; y muchas cosas más.  

La Masa, en el cien por cien de los casos, no compra función, compra identidad. Por lo general dispendian el poco mucho dinero que tienen en cosas totalmente innecesarias.

La verdad es negociable, la razón, no.
Una característica de la Masa es que esta siempre está negociando la verdad, y la razón por la que optan negociar con la verdad es que no se puede negociar con la razón

Permítaseme un ejemplo del ámbito de las finanzas. El intercambio de divisas en el mundo es más de cinco trillones de dólares al día. Todos los días se compran y se venden una ingente cantidad de divisas, por lo que el precio de estas siempre esta fluctuando en función de la cantidad y el lugar donde se compren y vendan.

A mi llegada a México me busco un conocido para decirme que tenía entre manos el negocio de su vida. Que le ofrecían en oportunidad cajas enteras de dólares de Zimbabue, las que en total sumaban más de cien trillones de dólares, y que necesitaba mi ayuda para instrumentar la compra. Le comenté que esos billetes no tenían valor, que no perdiera el tiempo con eso y que se abocara a perseguir realidades, no fantasías.

Mi respuesta lo incordio a más no poder por lo que su respuesta no se hizo esperar. Ya una vez que termino de decirme lo que me tenía que decir, me disculpe con él por lo impropio de mis formas, haciéndole ver que mi negativa no obedecía a la operación en sí, sino a la paridad de la moneda, ya que se requerían doscientos sesenta y dos mil dólares de Zimbabue para poder comprar un dólar americano.

Me comentó que si la gente está comprando los dólares de Zimbabue era porque estos tienen valor en el mercado y que no iba a dejar pasar esa oportunidad. Le dese suerte y no volví a saber de él hasta que regreso a mí para decirme que había hecho la operación y que no sabía qué hacer con ellos, ya que ningún banco o casa de cambio le quería pagar el valor que él había pagado por ellos.

En estricto sentido esta persona prefirió negociar con la verdad (si la gente lo compra es porque tiene valor en el mercado) y cerrase a la razón (paridad cambiaría).  Usted podrá pensar que el yerro de este hombre fue mayúsculo, sin embargo la realidad es que negociamos con la verdad mucho más allá de lo que pensamos, si es que lo pensamos.

Observe a la gente próxima a usted. Cuántas veces ha sido testigo de que aun cuando la razón les dice que no procedan con tal o cual cosa, estas, haciendo a un lado a la razón, optaron por negociar con la verdad, en aras de que un día las cosas cambien o mejoren.

La verdad es negociable, la razón, no. La Masa vive negociando con la verdad. La razón les dice que están mal, pero la esperanza es tal, que llegan a imaginar que al adquirir ese algo que no necesitan…, o al vinculare emocionalmente con ese otro que a todos luces no es, se llegaran a convertir en eso que la publicidad les dice o en aquello que la ilusión les dicta, lo que ineluctablemente los llevará a ignorar a la razón.

Así, pues, a la Masa no la mueve lo veraz, lo que la impele a la acción es lo verosímil (aquello que parece verdad pero no lo es). Este amor por lo verosímil les lleva a comprar todo aquello que siente que le brinda una identidad de momento. Una marca, símbolo o imagen que les hace sentir, de manera fugaz y estéril, que son parte de un algo, aun cuando ese algo sea una entelequia, y como tal, irreal.

Entre mayor sea el vacío interior de una persona, mayor será su nivel de consumo.
Por favor no se ofenda, todos somos consumidores. Aquí nos referimos específicamente a esas personas que sienten una ingente necesidad de acudir semana a semana a las tiendas o centros comerciales para adquirir algo, lo que sea, pero algo. Son personas que siempre viven en la orilla del presupuesto o excediendo en poco o en mucho su relación gasto / ingreso.

Por el contrario, una persona que trabaja consigo mismo para llenar su vacío interior, acudirá a las tiendas por excepción, comprando única y exclusivamente lo que en función necesita, cuidando en todo momento la relación precio valor. Para estas personas la marca es lo de menos. Ellos son marca (identidad), no necesitan adquirir una para sentir que son, que existen.

El consumo, contra lo que se cree, no tiene que ver con el poder adquisitivo. Tiene que ver con el vacío interior. A mayor vacío, mayor consumo.

El tema no es cuánto gasta una persona, sino la relación gasto / ingreso que esta tiene. Una persona puede ganar mucho o poco dinero y gastar una buena parte de él en cosas totalmente innecesarias. El motor de este gasto siempre será el de subsanar el vacío interior que le consume. Este gasto es lo que llamamos: el dispendio de lo inútil.

Al regreso de mi viaje me reuní con mis hijos y socios para comentar los avatares del mismo, al tiempo que me enteraba de los propios de este lado. En ese momento me comentaron de una persona que necesitaba entrevistarse conmigo. Me entreviste con la dama en cuestión, atendí su tema y después sostuvimos un poco de charla social. De esa en la que se habla mucho sin decir nada.

En el curso de la misma me preguntó por el devenir de mi viaje y sin entrar en detalles que no le concernían, le comente que regrese azorado ante el irracional y alógico nivel de gasto de la Masa. Ella, que dos o tres veces por semana acude a tiendas o centros comerciales a comprar algo, me respondió, haciendo de su biografía el centro del universo: que la gasta mucho, porque gana mucho.

Ella, huelga decirlo, gana mucho y gasta mucho. No obstante y aun cuando opte por no replicar su comentario, este me llevo a pensar en todos esos potentados que ganan cantidades impensables de dinero y que llevan una vida similar a la que llevamos usted y yo.

De todos es conocido el caso de Warren Buffet. Este vive en la casa que compro cuando se casó. Marck Zuckerberg, el CEO de Facebook conduce un carro común como un hombre común. Y así como ellos muchos otros que saben que el dinero no es para gastar, sino para invertir.

Hogares de consumo.
Vivimos inmersos en cultura de consumo. Los hogares que imperaron en los primeros dos cuartiles del siglo pasado, eran los hogares productivos. En ellos trabajaban todos. Las responsabilidades de los miembros de la familia eran determinadas por sus edades. En las casas había huertos familiares, ya sea en macetas o patios, pero se sembraba parte de lo que se consumía.

En el tercer cuartil del siglo pasado (1951 -1975), la cultura fue migrando hacia la instrucción pública. Lo importante ya no era producir, era estudiar para poder lograr una preparación que nos brindara mejores oportunidades laborales que las que habían tenido nuestros padres. Así, sin darnos cuenta, fuimos abandonando la idea de la producción en aras de la idea de la instrucción, como si ambas fueran incompatibles.

Para el cuarto cuartil del siglo XX (1976 – 2000), la cultura de consumo era la norma. Los hogares productivos eran la excepción. Estos se veían más como un indicador de pobreza que de producción… Los hogares en los que tenían que trabajar todos, eran vistos como hogares en donde las cosas no iban bien.

Hoy, en el primer cuartil del siglo XXI, lo único que ya no existe son los hogares productivos. Todo en el hogar se centra en el tener, no en el hacer. Padres e hijos se sienten orgullosos cuando estos últimos logran obtener su primera tarjeta de crédito, el cual es un crédito para el consumo, no para la inversión.

Los padres se sienten satisfechos cuando los hijos compran su primer televisor, teléfono celular, automóvil y demás menesteres, cuando lo que les debiera preocupar es que todo ello los condena a trabajar para pagar, no para crear un patrimonio que trabaje para ellos.  

El éxito lo medimos cada vez más por el consumo, no por la inversión. Y lo que es peor es que una buena parte de la Masa imagina que todo lo que compra es una inversión.

Estamos rodeados de cosas que no necesitamos pero que compramos porque nos han dicho que son necesarias para vestir una casa, lo cual es entendible (todos queremos una casa cómoda). Lo que no es entendible es que busquemos adquirir las mejores cosas que nuestro presupuesto pueda comprar, aun cuando sean cosas que jamás van a devengar su costo. Lo que tenemos que comprar es función, no marca.

Entre menos identidad tiene una persona, más gasta en marca. La función, para ellos, es irrelevante. Lo importante es la marca, ya que esta les da una marca (identidad) que no poseen como persona.

Pensar que se piensa no es pensar, es imaginar.
La Masa piensa poco y lo poco que piensa lo piensa mal. Recién escribí de un joven que se compró el celular de moda aun cuando el suyo tenía menos de un año; se compró un reloj para que este le avise que tiene un mensaje o llamada, y así como estas, un sin número de fatuidades más que lo único que hacen es esclavizarlo a un trabajo que no le gusta, pero que le es obligado conservar para poder pagar cosas que compro y no necesita.

En mi odisea bancaria de fin de año coincidí con una conocida la cual se había ido con su esposo e hijos a pasar las fiestas decembrinas a una de las islas del caribe. Comí con ellos un día y en la comida me comentaron todo lo que habían comprado, aprovechando que no tenían que pagar impuestos en ese lugar. La compra era cuantiosa, ya que compraron relojes, collares, anillos y pulseras que sumaban varios miles de dólares.

Ellos están en el negocio de los seguros y son muy exitosos. Su razonamiento fue que eso les ayudaría a vender una imagen de éxito, lo cual es de suma importancia al momento de cerrar una operación de seguros.

Esto, que a todas luces es falso, es un claro ejemplo de que pensar que se piensa no es pensar, es imaginar. Lo malo es que hasta la imaginación es mala. Ya que bien podrían imaginar nuevas formas de vender en lugar de dispendiar su dinero a lo tonto, en aras de algo que es verosímil pero no veraz.

En el mismo viaje me entreviste con algunos inversionistas de muy alto espectro. Inversionistas que en un mes mueven lo que ellos en un año, sin embargo estos, como buenos inversionistas, se dan el lujo de tener una casa cómoda, con unas vistas inmejorables, en donde el objetivo de ellos no es gastar por gastar, sino construir una plataforma de inversiones que trabaje para ellos y no al revés.

Lo único que uno gana al gastar por gastar, es hacer más hondo el vacío interior, ya que el dispendio de lo inútil nos mete en una espiral sin fin en la que nos es menester trabajar en demasía para poder pagar todo eso que adquirimos y que no necesitamos.

La única forma de salir de esta espiral es trabajar con uno mismo. Es menester aprender a brindarse espacios de soledad y silencio en los que ineluctablemente se escuchara a sí mismo. Lo más probable es que lo escuche no le guste, pero si usted deja de negociar con la verdad, descubrirá que la razón no miente. Esta le dirá las cosas con una lógica tan contundente, que no le será posible negociar con la verdad.

Nos leemos en el siguiente artículo.

martes, 15 de enero de 2019

El erotómano.


Una es la relación sexual, otra el erotismo y otra más el amor.

Los seres humanos nos movemos en el combés de la relación de pareja en tres estadios: la Relación sexual; el Erotismo y el Amor. Entre ellos no hay aproximación alguna. Cada una es en sí misma una entidad diferente, con características únicas y diferenciadas. Y lo único que no debemos es confundir una con otra o creer que una es la otra. Son complementarias pero diferentes entre sí.  

El amor se nutre de la relación sexual y del erotismo, pero a diferencia de ellos, el amor en cuanto Amor se manifiesta siempre en una sola dirección, en una sola persona.

En el amor no hay cupo para nadie que no sea la persona amada. Esa que en si misma representa nuestra otredad (ese que es un yo mismo pero mejorado). El amor nos impele a entregar el cuerpo (relación sexual) y la mente (erotismo) a una sola persona. En el amor no cabe ni la más mínima posibilidad de estar con alguien más que no sea la persona amada, la cual no solo puebla todo nuestro ser, sino que además es motor y destino de todo lo que necesitamos, queremos y deseamos. 

En el amor no hay cupo para tres. El amor es unidireccional. El otro representa el culmen de nuestros anhelos, tanto en lo referente al instinto (relación sexual), como en lo concerniente al ente de nuestros deseos (erotismo). No obstante lo más común es que las personas confundan el instinto y/o el erotismo con amor, con los consabidos problemas que esto conlleva.

El instinto y el erotismo no son unidireccionales. Todo lo contrario, se manifiestan en múltiples direcciones. El instinto se va a manifestar con cuanta persona posea la carga genética que necesitamos para mejorar la nuestra. La mente, por el contrario, no tiene nada que ver con el instinto, como no sea para refrenarlo. A diferencia de la mente, el instinto opera por sí solo, llevándonos a gravitar sobre aquella o aquellas personas que genéticamente nos completan y complementan.

Con erotismo acaece algo similar, salvo que este no tiene nada que ver con el instinto, sino con la cultura y con el hedonismo. El eros está en la mente, lo que significa que este lo tienes que construir. En donde el secreto del erotismo está en entender que el quid de este está subordinado al nivel cultural del individuo y a la idea de placer que está ha edificado en su mente. Es importante no confundir cultura con instrucción académica. Una persona puede leer mucho y haberse graduado de varias carreras, maestrías y doctorados y no ser culta.

Una persona culta es aquella que no solo ha estado expuesta a otras latitudes y culturas (formas de ser), sino que además las entiende. De nada sirve viajar a otra latitud, tomarse fotografías, visitar los lugares emblemáticos de la ciudad o país, si al finalizar no hemos logrado entender la forma de ser de sus habitantes y la o las razones que los han llevado a ser así.

Una persona culta es aquella que entiende más formas de ser, no para juzgar, no para criticar, señalar o diferenciar, sino para entender, asimilar y actuar. Una persona que entiende más formas de ser, tenderá, por antonomasia, a desarrollar un criterio más amplio y una mente más abierta y flexible, lo que le permitirá explorar nuevas formas de expresión en el ser y el hacer de su persona.

Por el contrario una persona instruida pero inculta, tendera a mostrase más cerrada, dogmática y critica, por lo que su apertura a explorar nuevas formas estará seriamente acotada, afectando con ello el potencial y expresión de su eros, lo que hace que la monotonía en ellos sea una constante tanto en su ser como en su hacer. Podrás verlos hoy, regresar en unos años y encontrar casi lo mismo. Las variaciones serán de forma, pero no de fondo.
Veamos, para ejemplificar el tema de la cultura, la pornografía. Entre más inculta es una persona, más pornografía ve, distorsionando con ello su mente y con ella su idea de placer, ya que la pornografía no hace otra cosa más que mostrar las fantasías de hombres muy limitados y las mentiras de las mujeres. De tal suerte que estos (género masculino) cuando yacen con una mujer, esperan que esta se comporte y guste de lo mismo que las actrices que ve en la pantalla. Nada más lejos de la realidad.

Una persona culta sabe que el erotismo se inventa, se crea y que cada acto es una experiencia y cada geografía un continente. La paradoja del erotismo es que este necesita mínimo de amor para llegar a su culmen. A mayor amor, mayor eros. El eros en una pareja que no posea un mínimo de amor entre ellos, se disipara en la medida en que los actores vayan introyectando al otro. A los dos años, la pareja empezara a buscar nuevos rostros, geografías y mentes que en su no fundamentada razón, los lleve a alcanzar nuevas cotas de placer.

Procederemos a explicar un poco más a detalle las características de uno y otro (relación sexual y erotismo) para poder entender y dirigir las diferencias.

La relación sexual es lineal.
Lo que importa en la relación sexual es el acto en sí, no sus formas.
En la relación sexual lo que prima es el instinto y la satisfacción de los impulsos que este genera. En el acto sexual no hay nada que nos distinga de las demás especies que pueblan el planeta. Es simplemente una copulación que en el instante se torna intensa, urgente, apremiante y satisfactoria.

No obstante la realidad es que terminado el acto no hay, en los actores, ningún vinculo más que el de la consumación. El interés por el otro regresará ya una vez que la biología haga lo suyo. No obstante al terminar el acto, lo apremiante es la separación. Cada uno sentirá la necesidad de su espacio y solo buscará al otro cuando su fisiología lo reclame.

La relación sexual, por lo general, es violenta, agresiva, no en lo referente a la agresión física sino a la acometida. La urgencia del instinto es tal que el acto se torna impetuoso, violento y expedito. Esto hace que la relación sexual se torne, las más de las veces, en un acto mecánico. Acto que los actores disfrazan de amor, y no quiere decir que no lo haya, pero no en la medida que los actores creen o quieren creer, ya que lo que sienten tiene que ver más con el instinto que con ellos mismos.

Así, pues la relación sexual tiende, por la naturaleza de la misma, a repetirse en acto y forma una y otra vez. En ella no hay innovación, exploración, creación. La relación sexual, por su génesis (instinto) tiene que ver más con la posesión del instante que con la relación en sí.

Ellos, en la relación sexual, tienden a mostrarse primitivos, impetuosos y expeditos. Por lo general, llegarán al orgasmo antes que ellas, lo cual, lenta, pausada pero progresivamente, hará que ellas vayan atemperando el impulso hasta que el acto en si se torne más un compromiso que una entrega.

Es menester entender que el instinto (inteligencia de la especie) siempre es el mismo y siempre se manifiesta de la misma forma, por lo que es inevitable que este se convierta, en cuanto a expresión, en algo mecánico, rutinario.

Así entonces, es inevitable que la relación sexual, como todo acto instintivo, no termine siendo una monotonía. Ellos, por lo general, no tiene mucho problema con esto. Ellas, por el contrario, si lo tienen. Tan lo tienen que la gran mayoría de ellas terminan por alejarse del tema, escindiéndose del acto o llevándolo a la menor frecuencia posible. Algunas, incluso, llegan a  no tener relaciones con su pareja, lo que la postre termina afectando la convivencia o convirtiéndola en una relación de compañeros, pero no de pareja.

La Mujer es, antropológicamente, vaso de recibir.
Recibe al marido, a los hijos, nietos y seres queridos. El hombre, salvo raras excepciones, recibe mujer, hijos y nietos, y lo hará debido a una anomalía en su estructura que le permite hacerlo y que ellas agradecen. El tema da para más, sin embargo este tema lo tendré que dejar para postrer ocasión, ya que el tema que nos compete es el de la Relación Sexual y el Erotismo.

La Mujer, como vaso de recibir, tiene para dar mucho más que el hombre. Sin embargo a la Mujer, en lo referente al acto del amor, es menester invitarla a dar. Más claro, en lo concerniente a las relaciones sexuales, la mujer, al inicio de la relación, se da, se entrega. Y lo hace esperando de su pareja un proceso igual. Por supuesto que el instinto opera en ambos, no de la misma forma pero si con el mismo objetivo (reproducción). Sin embargo al principio de la relación, la relación sexual en ella será una entrega, en él, una conquista.

Ella espere que la relación sexual evolucione; él, que continúe.
En la relación sexual, no buscas la satisfacción de tu pareja, sino la propia. Lo cual no está mal, siempre y cuando los actores entiendan que esta tiene que migrar a nuevos estadios, ya que las expectativas de uno y otro son diferentes de origen.

Y si a esto se le añade el hecho de que las necesidades de ambos mutan con el tiempo (más en ellas que en ellos) y de que por lo general ellos no entienden que la relación no se puede ni se debe quedar única exclusivamente en el combés de lo sexual, entonces la relación sexual terminara degradándose, no en forma, sino en sustancia, es decir, en lo que esta significa para cada uno de los actores.

Así, pues, la relación sexual, maravillosa de origen, termina mutando por la falta de amor, comprensión y compromiso de los actores, en un acto mecánico y rutinario…, y, en muchos casos, en una obligación. Logrando con esto que ellas se sientan usadas y ellos hastiados.  

Erotismo.
El erotismo no es lineal, es oblicuo, caótico e impredecible.
En el erotismo lo importante es la maximización del placer. No del placer por el placer, sino de un placer que se obtiene al dar placer. Del placer que se obtiene cuando logras maximizar los sentidos del otro y de ti mismo.

En el erotismo es menester explorar la geografía corporal del otro… Detenerse en cada arista y ángulo de la piel… Respirar, tocar, saber (de sabor) lo que el otro es. En el erotismo hay entrega y recepción, pero el placer está más en la entrega que en la recepción.

En el erotismo es menester tomar posesión de todas y cada una de las partes del otro, ya que es la única forma de introyectarlo, de hacerlo propio. En el erotismo es menester explorar y conocer todos y cada uno de los contenidos y continentes de la geografía corporal del ser amado. Absorberlos, poseerlos, dejar nuestro aliento, sabor y tacto en cada uno de ellos y llevarlos, en la medida de lo que cada punto es, a un nivel de sensaciones y placeres jamás imaginado.  

En el erotismo la reproducción es un accidente. El objetivo no es la reproducción sino el placer. Lo importante es tomar posesión de todas y cada una de las partes del otro. Identificar y saber cómo reacciona cada una de ellas, como excitarlas, despertarlas y hacer de ellas un instrumento de placer, de sensaciones.  

El erotismo se nutre de dos variables: imaginación y placer.
La imaginación nutre al placer y el placer exacerba la imaginación.
Sin embargo, lo que poco se ha entendido es lo que mencionábamos líneas arriba, que el erotismo demanda cultura, apertura, permisividad. En otras palabras, darse permiso de sentir y de conocerse a sí mismo a través del otro. De descubrir partes de si no exploradas. Partes que son capaces de generarnos un cumulo de sensaciones inusitadas, inesperadas.

Una persona inculta no podrá ser erótica. Para esta persona todo estará mal. Todo será pecado, perversión. Entre más culta es una persona, es decir, entre mas forma de ser entiende, más amplio será su criterio y entendimiento de las cosas y por ende más amplia será su permisividad para consigo mismo y para con el otro. Una permisividad que tiene que ver con la exploración de los sentidos.

El eros, en cuanto a eros, no demanda de ningún tipo de perversión o desviación. Estas, de lo único que hablan, es de la incapacidad de las partes para sentir y hacerse sentir. El erotismo es un regalo de ella a él y a veces de él a ella. Y puntualizamos el a veces de él a ella, debido a que el erotismo requiere de una sensibilidad y de una delicadeza que pocas veces se encuentra en el género masculino.

En el erotismo la imaginación de las partes, las palabras, caricias, roces y degustaciones del ser y saber del otro son esenciales. En el erotismo lo que se busca es el placer, pero más específicamente el placer del otro. Se trata de hacerle sentir lo que siente más allá de lo antes sentido. No olvidemos que la mente le puede hacer sentir al cuerpo lo que el alma jamás imagino.

Así, pues, el erotismo es de dos. Dos que se funden en uno y que se reconocen en la piel y mente del otro.

Por lo general las personas erotómanas poseen una personalidad que imana a los demás. Una personalidad que al mismo tiempo que atrae, da miedo, debido a que se salen de la norma. Son atrayentes, interesantes, Crean, con su sola presencia, impronta, estilo y forma, un halo de misterio alrededor de ellos. No el misterio del que oculta, sino el que genera aquel que por más que lo veas, nunca terminas de desvelarlo.

Las personas erotómanas se mantienen cercanamente distantes. Les basta invitar para conminar a hacer. Una palabra, una frase, puebla los espacios de soledad y distancia que crean alrededor de ellos y de sus formas. Son inabarcables. Siempre hay en ellos, por mucho que los conozcas, una parcela del ser, hacer y saber a la que no habías tenido acceso. La cosmovisión que tienen del mundo los lleva a esculpir día a día su personalidad, por lo que está siempre está en proceso de formación, mejorándose, construyéndose para dar siempre lo mejor de sí.

El sujeto que provoca el movimiento de eros, se presenta siempre como algo que está más de lo que la gente alcanza a ver. Es la fusión de su materia, mente y alma lo que despierta en los otros el eros creador que los impele a gravitar sobre él.

El encuentro con una persona erotómana siempre nos llevará a un encuentro con nosotros mismos. A descubrir en nosotros cosas que no sabíamos, a hacer más tolerable y placentero el caos del amor.

La diferencia sucinta entre el eros y el amor, es que el eros viene de fuera hacia adentro, mientras que el amor viene de adentro hacia afuera. Es de suma importancia no confundir el eros con el amor. Son entidades próximas pero diferentes.

Lo feo sale con la edad.
Hay quienes, conforme avanzan en el tiempo, se degradan física y mentalmente. No obstante hay quienes conscientes de que lo único que nadie te da, nadie te quita y desaparece contigo al morir, es la personalidad. La personalidad es la base del éxito y es lo único que nunca trabajamos.

Las personas más eróticas del mundo son personas que poseen una personalidad avasalladora. Una personalidad que con el tiempo se hace más interesante, más atrayente. No hay forma de que pasen desapercibidas. Son inteligentes, cultos, selectivos y poseedores de una personalidad que imana a los demás. No se distinguen necesariamente por poseer una belleza sin igual, sino porque su forma de ser y de portarse a sí mismos hace que la gente los distinga sobre todos los demás.

Las personas eróticas tienen el poder de despertar los sentidos del otro. Sentidos que no tienen que ver con la sexualidad, sino con la seducción de su cerebro, de su mente de sus formas. Los erotómanos no se rigen por los convencionalismos. Están más allá de las formas y normas sociales, no obstante son educados, amables y atentos a los suyos, lo que les permite darle, a quien menos lo espera, una súbita importancia.

Por lo general dejan una huella en el acontecer del otro, ya sea con una atención, una frase, una palabra o alguna salutación  inesperada. Desarrollan una memoria biográfica impresionante. Lo que les permite tomar nota de los aconteceres de los demás, no para juzgar, como hace la Masa, sino para identificar cual o cuales son los resortes que mueven el accionar del otro.

La gran ventaja del erotismo es que este se trabaja. Se construye. Y se puede hacer a tal grado que llega a incidir en la dirección del instinto y en la consolidación del amor.

Seamos, pues, erotómanos.