martes, 9 de octubre de 2018

Los túneles de la mente.


Los seres humanos hablamos todo el día. Hablamos cuando trabajamos, comemos o hacemos el amor. No hay un instante del día en que no estemos inmersos en un intenso dialogo con el otro o con nosotros mismos. La realidad es que nos la pasamos hablando. Mucho con nosotros, poco con los otros, pero hablando.

Con nosotros hablamos siempre, incluso cuando estamos hablando con los demás. Los escuchamos, pero al tiempo que los escuchamos nos estamos diciendo lo que pensamos de su decir. Ahora bien, si estamos ciertos de que hablamos todo el día, debiéramos, por simple lógica, cuidar en demasía lo que le decimos a los otros, pero más mucho más lo que nos decimos a nosotros mismos…

Ya que es de este constante decirnos cosas, de donde salen todas nuestras emociones, yerros y aciertos, lo que por sí solo justifica el hecho de que seamos extremadamente cuidadosos con aquello que nos decimos a nosotros mismos, ya que de no hacerlo nos veremos constantemente sorprendidos por lo túneles de la mente (deseos del instinto y de la razón-vanidad-, que no pasamos por el filtro de la razón).

El cerebro y su aire.
En artículos anteriores hemos explicado que el cerebro no está hecho para pensar, está hecho para adaptarse y sobrevivir. Al cerebro le tenemos que enseñar a pensar y es lo único que no hemos hecho. Lo hemos dejado que piense a su aire (solo), y si algo nos ha enseñado la vida es que cuando el cerebro piensa solo, piensa mal.

El cerebro se alimenta para pensar de todo lo que recibe del entorno, es decir de todo aquello que vemos, escuchamos, degustamos, tocamos y olemos, amén, claro está, de todo lo que leemos y de todas las personas con las que nos relacionamos laboral, social o sentimentalmente.

El cerebro toma datos de todo esto y los procesa a su aire. Un aire que se ha ido formando al paso del tiempo y al que no le hemos puesto nada de atención, lo que en estricto sentido significa que se ha formado solo, con una nula o exigua aportación de nuestra parte.

Al principio nuestro cerebro aprende a procesar las cosas con la ayuda de nuestros padres y mayores, a esta etapa se le llama Afirmación- ellos, nuestros padres, son los que nos afirman la personalidad.

En la adolescencia dejamos la Afirmación (padres y mayores) en un muy segundo término para procesar los datos del entorno con la ayuda de nuestros amigos (etapa de Negación- negamos la personalidad que nos formaron nuestros padres en aras de crear una propia), es decir, de esos otros que como nosotros carecen de identidad y criterio para escoger no entre el bien y el mal, sino entre dos bienes el mejor.

Al final, ya de adultecentes y de adultos, hacemos una Síntesis de ambas etapas (Afirmación -Negación), la cual crea en nuestras redes neuronales un software o base de datos del que poco tenemos conciencia, y que es el que el cerebro usa para filtra y procesar todo lo que recibe del entorno.

La buena noticia es que el cerebro nunca termina de formarse. Es tan elástico que siempre se puede incidir en él, sin importar la edad que se tenga. Y la mejor manera de hacerlo es convirtiéndose en una persona elegante, es decir, en un ente que sabe elegir. Recuerde que vivir es elegir y elegir es descartar.

Para poder reestructurar nuestro cerebro, nos es menester descartar todo aquello que no nos ayude a crear una base procesal mejor que la que tenemos, tarea asaz difícil si consideramos nuestras filias y fobias, ya que habrá a quien no queramos dejar ir y otros que a todas las luces nos conviene su interacción, aun cuando no estén dentro de nuestras filias.

Así pues nos es menester elegir con sumo cuidado lo que hemos de ver, escuchar, degustar, tocar y oler. Amén de ser muy selectivos con lo que leemos y de manera muy particular con quien nos relacionamos, en especial en la parte sentimental y social. Si el otro no nos va a llevar a más, no tiene caso estar con ese otro, aun cuando nuestras filias estén en él. No olvidemos que también la estupidez y la inteligencia se obtienen por contagio.

O eliges tu entorno o el entorno te elegirá a ti.
Todos los días reestructuramos los filtros y el software de nuestro cerebro. Y parte primordial de la reestructura está en lo que nos decimos a nosotros mismos, en donde, como ya comentamos líneas arriba, el contenido de este decir está subordinado al entorno que elegimos elegir.

Cierto que no podemos aislarnos del mundo, pero si podemos elegir el mundo que queremos. Nosotros elegimos que ver y que ignorar. Si vemos basura, procesaremos basura. Lo mismo acaece con los otros sentidos. Tenemos que ser muy selectivos con todo aquello que escuchamos, olemos, degustamos y tocamos, amén de ser muy selectivos con lo que leemos, y de manera muy particular, con quien nos relacionamos.

La importancia del lenguaje.
La dicción va a menos y con ella la comprensión y dirección del entorno. El lenguaje es la herramienta que usamos para entender, asimilar y dirigir el mundo. Entre más pobre es el lenguaje de la persona, más pobre será la comprensión del entorno que le rodea, lo que ineluctablemente hará que termine subordinándose a él.

Cada día usamos menos palabras para comunicarnos y las que usamos las usamos mal. En otras palabras, el detrimento de las cosas que nos decimos a nosotros mismos va a más, no a menos.

Lo invito a que haga un experimento…
Vaya a un café y siéntese a escuchar las conversaciones de los demás. Descubrirá que la gente no solo se comunica con menos palabras, sino que además han logrado comunicarse, debido a una extraordinaria pereza intelectual, con palabras a las que les han atribuido múltiples significados, lo cual les exime de tener que buscar la palabra correcta para decir lo que se tiene que decir.

Esto, que por cotidiano lo vemos normal, no lo es. Recuerde que la inteligencia se crea a sí misma y se crea a través del lenguaje, de la ausencia de las cosas, del dolor que genera esa ausencia y de la necesidad de trascender en dicha ausencia.  

En este caso nos centraremos en el lenguaje, ya que en este artículo nos vamos a centrar en los Túneles de la Mente (deseos del instinto y de la razón-vanidades, que no pasamos por el filtro de la razón). Tan reales son los túneles de la mente, que ya una vez que las palabras y actos salen de nosotros, nos preguntamos, cuando nos llegamos a dar cuenta de lo que estamos diciendo o haciendo, por qué estaremos haciendo algo tan carente de sentido.

Don Miguel de Cervantes y Saavedra uso, de las casi trecientas mil palabras que tiene el idioma español, 22, 939 palabras diferentes para escribir el Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha.

Hoy, en una conversación normal entre gente culta de la mediana edad, se usan en promedio tres mil doscientas palabras diferentes. Mientras que en una conversación entre jóvenes que están en sus primeros veintes, se usan en promedio trescientas palabras, de las cuales más del treinta por ciento son groserías a las que les han atribuido múltiples significados, amén de que un treinta por ciento de la comunicación se hace a través de ideogramas (emoticones) y no de palabras, lo cual de suyo explica la grave dificultad que tienen para comprender y explicar el mundo que les rodea, ya que lo que la mente no puede nombrar, no existe… Por lo menos no como la cosa es, sino como ellos la verbalizan, es decir, como algo muy limitado en alcance y significado, lo cual a la postre termina afectando todo lo que en el mundo podrían hacer.

Líneas arriba decíamos que el cerebro lo podemos reestructurar a más o a menos. El cambio a menos obedece a los deseos racionalizados, es decir, a las razones que le damos a la razón. El cambio a más obedece al querer – querer, es decir a todo eso que necesitamos y sabemos que debemos hacer, lo cual demanda de nosotros un muy decidido esfuerzo para llamar a las cosas por su nombre y para enseñarle a nuestro cerebro a pensar.

Por ejemplo, el algoritmo que cada uno de nosotros tiene (instinto, impulso, tendencia) nos lleva a repetirnos siempre en los mismos errores, no obstante nos es menester reconocer que el algoritmo nunca deja de avisarnos que estamos a punto de decir o hacer estupideces. Cierto que en ocasiones nos avisa justo en el momento en que las estamos diciendo o haciendo, pero nos avisa, por lo que siempre tendremos la posibilidad de frenar la palabra o el acto para no caer en los mismos errores.

Las palabras y actos que obedecen a nuestro algoritmo no solo nos son cómodos, sino que además nos es muy fácil dejarnos llevar por ellos. Es cuestión de gravedad, solo hay que dejarse caer. El problema es cuando queremos ir contra la gravedad. En estos casos nos es menester caminar en sentido contrario al de nuestro algoritmo e inercia para frenar lengua y acto antes de, o, en el peor de los casos, en el inter de.

Esto nos permitirá pensar dos veces lo que esta atrás de nuestro decir y hacer, ya que, la gran mayoría de las veces, lo que esta atrás no es más que una fatua y estulta vanidad.

Cambie su lenguaje y cambiara su visión del mundo.
Haga un esfuerzo por buscar las palabras correctas para nombrar las cosas por su nombre y para decir lo que tiene que decir. Haga un esfuerzo para frenar el dialogo que mantiene con su cerebro, usando las palabras correctas y los pensamientos correctos. No deje que su cerebro piense solo.

Cuando descubra que su cerebro está pensando solo, frene el proceso y vuelva a pensar las cosas pero usando las palabras correctas, sin engañarse y sin decirse lo que quiere oír. Descubrirá que al paso de tres o cuatro meses de hacer esto, empezara a ver las cosas con más claridad y sin problemas de expresión.

Deseos hay muchos, necesidades, pocas.
Recién me tome un café con una amiga que está en sus últimos cuarentas. El tenor de la reunión fue un proyecto de negocio que está madurando, para lo cual se está entrevistando con varias personas con el fin de ampliar su mirada y tomar una decisión con más conocimiento de causa. Al término del café pasamos por una tienda IPhone en la que compro un reloj para el mayor de sus hijos.

Al preguntar la razón de la compra, me contestó que su primogénito se lo había pedido. El hijo tiene 24 años y actualmente está cursando sus estudios universitarios. Le comenté que me parecía una compra innecesaria, ya que era inoperante ver los mensajes en la pantalla de un reloj pudiendo verlos en la pantalla del teléfono, o contestar una llamada en el reloj, pudiendo contestar en el móvil. Me dijo que sí, pero que lo útil e importante de ese reloj es que te avisa cuando alguien te llama o te manda un mensaje, amén de que mide tu ritmo cardiaco y otras estulticias totalmente innecesarias en un joven que no hace absolutamente nada de ejercicio. 

Me dio más razones las cuales ya no objete, primero porque no era mi tema, y segundo, porque estaba pecando de imprudente. Mi amiga compro el reloj y salimos de ahí, ella convencida de mi muy rara forma de ser (lo cual es cierto), y yo convencido de lo inútil del gasto (lo que también es cierto). Ya que el reloj, desde mi óptica muy personal, es un deseo, no una necesidad. 

Ambos, deseos y necesidades, construyen túneles en la mente Los primeros inconscientes, razón por la cual se nos dificulta frenarlos. Los segundos, conscientes, por lo que nos es más fácil dirigirlos.

Los túneles de la mente.
Lo invito a que observe la reacción de aquellos que están esperando un elevador. Por lo general presionan el botón varias veces, como si esto hiciera que el elevador llegará más rápido. Están ciertos de que con una sola vez que opriman el botón es suficiente para que el sistema funcione.

Así entonces: ¿porque presionar varias veces cuando ya saben que solo es menester hacerlo una vez? Este ilógico accionar obedece a los túneles de la mente. Estos nos hacen sentir que al presionar el botón varias veces, la angustia de la espera va a disminuir.

Cosas similares nos acaecen en todos los ámbitos del ser. La mente nos crea túneles con mil un recovecos en donde el pensamiento se retruca con tal acierto y energía, que terminamos convenciéndonos de lo que este nos dice y conmina a hacer, aun cuando este decir sea un retruécano que nos lleve deformar la realidad.

Recién estuve en una cena donde uno de los asistentes le preguntaba al otro sobre su expareja. El interrogado es un hombre que ama profundamente a una mujer con la que piensa que no puede vivir, dadas las dispares formas de ser de uno y otro. Ante la pregunta, el interrogado contesta que esta cierto de que ella es la mujer de su vida, pero que se le dificultan sus formas.

Lo que llamó mi atención no fue su respuesta, sino lo que enuncio a continuación. Comentó, en una clara negación de la realidad (exceso de optimismo), que estaba dándose un tiempo con el fin de que los temperamentos se asentaran para poder negociar con ella las formas que él necesita para la cohabitación. A lo que el otro preguntó: ¿Y ya consideraste las formas que ella necesita para vivir contigo?

Cuando el interrogado se dio cuenta de lo imparcial e ilógico de su punto de vista, se rio de sí mismo, ya que la pareja es un par, no una unidad que desconoce a la otra. La plática derivo después hacia las trampas o túneles de la mente, explicando el que llevaba la voz, que la mente siempre tiende a ver y pensar lo mejor de cada situación, para lo cual le es menester ignorar una parte de la realidad.

Lo mismo acaece con aquello que los amantes de la superficie llaman pensamiento positivo. A estos les es menester ignorar la realidad para poder decirse a sí mismos que todo está bien, por lo menos hasta que la realidad los alcance.

Los túneles de la mente ponen en evidencia todos aquellos deseos del instinto y de la razón (vanidades), que no pasamos por el filtro de la razón.

Recién se me pidió asesoría sobre una operación que nació mal de origen…
El cliente, un inversionista con dinero rentado, quería que se le consiguiera una línea de crédito internacional con un dinero que no era suyo. Por supuesto que se puede hacer, pero depende de las condiciones que haya negociado al rentar el dinero. En el caso que nos compete, rento el dinero como prueba de fondos, lo cual solo sirve para demostrar que tiene el capital de trabajo que le piden para poder concursar una licitación.

El inversionista en cuestión es una persona que padece una muy aguda des-asociación de la realidad. Entre otras cosas me comentó que compro una patente de computadoras quánticas y que las tenía trabajando 24 horas para que armonizaran todo en el universo y la operación se cerrara con éxito.

Lo cierto es que la realidad decidió ignorar tanto el pensamiento positivo del inversionista como el trabajo cuántico de sus computadoras, ya que no hay forma de que pueda conseguir una línea de crédito sin las correspondientes garantías. Esto no quiere decir que este mal ser positivo. Todo lo contrario, nos es menester ser cien por cien positivos, en la inteligencia de que no hay mayor positivismo que la realidad, ya que esta nunca nos engaña.   

En este caso, los túneles de su mente (deseos del instinto y de la razón que no paso por el filtro de su razón) le hicieron creer que podía conseguir una línea de crédito con una Prueba de Fondos, lo cual no se puede hacer. Para conseguir una línea de crédito con dinero rentado, es menester que ambas partes, el dueño del dinero y el que lo renta, compartan la responsabilidad y firma de la garantía. Pero esto, claro está, tiene otro costo.

¿Por qué entonces el inversionista creyó que lo podía hacer? Lo creyó debido a dos factores: le mando la Prueba de Fondos a alguien que no conoce del tema y este le dijo que si podía hacerlo; y el segundo factor, es el que irracionalmente creyó que en algún lugar del planeta encontraría un Banco que al ver la Prueba de Fondos, estuviera dispuesto a darle una línea de crédito pensando que el dinero era de él.

¿Es ilógico? Sí. Lo es. No hay una Banco, que se precie de serlo, que le pueda dar lo que él pedía. Pero era tal su deseo de lograrlo, que su mente decidió ignorar la realidad, llevándolo a trabajar por meses en algo que no tenía visos de posibilidad. Doce meses después, constató lo que de origen sabía: que ningún Banco le podía dar una línea de crédito sin garantía.

Los túneles de la mente nos llevan a decir y hacer cosas que no solo no tienen sentido, sino que además de ilógicas, no pasan el filtro de la correcta razón. Los túneles de la mente nos impelen a hacer cosas que ocupan tiempo y energía que bien pudiéramos usar en realidades y no en fantasías.

Nos leemos en el siguiente artículo.