jueves, 15 de marzo de 2018

Un homínido común.


El título de este artículo es asaz impropio, ya que el titulo implica que hay homínidos no comunes, cuando la realidad es que en cuanto a homínido, todos son comunes. No obstante este escupir hacia arriba obedece al contenido del artículo. Aquí trataré de explicar parte de lo que nos hace humanos, ya que si hubiésemos permanecido única y exclusivamente como homínidos, estaríamos circunscritos al mundo natural, el cual dejamos atrás hace mucho tiempo.

Este no aceptar a la naturaleza como limitante, es lo que nos llevó a construir un mundo artificial para el que biológicamente no estamos hechos, razón por la cual tenemos y tendremos problemas de salud que eran inimaginables en otros tiempos, no obstante hemos aprendido a vivir en un entorno fabricado que nos hace la vida más amable y funcional, aun a costa de que día a día nos alejemos más de lo natural.

Un mundo imaginario.
El mundo que hemos creado para habitar es plausible. Es un mundo simbólico, mítico. Un asidero que nos sustenta y nos brinda una razón de ser en el aparente despropósito que tiene la vida en general. No en la de cada uno de nosotros, ya que cada quien le da el sentido que puede y desea (real o imaginario), sino el sentido de la vida en sí. La naturaleza, lo sabemos bien, no va a ningún lado. Esta opera bajo el esquema de prueba error y nosotros somos una prueba más de las muchas que la naturaleza ha hecho y hará.

No obstante, y tal vez no conscientes del todo, lo que hacemos para subsanar esta falta de sentido es buscar la forma de darle un sentido a lo que no tiene sentido. Razón por la cual nos empeñamos en crear, tal como lo hicimos en el pasado y haremos en el futuro, creencias, ideas, mitos y cosas que no existen, pero que paradójicamente le dan sentido a lo que sí existe: nosotros.

He aquí la gran paradoja humana: lo que no existe (ideas, símbolos, mitos y creencias) sostiene a lo que sí existe (el ser humano). Solo nosotros tenemos la capacidad de estructurar en nuestra mente (de lo que aún no sabemos mucho), redes neuronales y conexiones que nos permiten darle vida a lo que no existe para habitarlo y sustentarlo.

Un ejemplo que puede ilustrar muy bien el cómo esto nos ha separado de las otras especies son los niños selváticos, cada vez más raros y atípicos. Los niños selváticos son aquellos que abandonados o perdidos en la selva, crecen, cuando logran ser adoptados y no comidos por un animal, sin ningún tipo de contacto humano.

El niño lobo del siglo XVIII fue rescatado de la manada a los 12 años de edad y a partir de ese momento fue llevado a vivir con los humanos. Le servían sus alimentos en un plato, el cual bajaba al piso para comer. Cuando nevaba se desnuda para retozar en la nieve. Aprendió a caminar parado, pero prefería hacerlo sobre sus cuatro extremidades. Corría mejor y más rápido usando sus cuatro extremidades que dos. Aprendió un vocabulario de 21 palabras y con esas se comunicaba. Murió joven y sin poder adaptarse a lo que según él, era el horrible mundo de los humanos.

Los niños selváticos de la actualidad ya no son los abandonados o perdidos en la selva, salvo raras excepciones, sino aquellos abandonados por sus padres y confinados a vivir con los animales domésticos, adaptando de ellos sus usos, expresiones y movimientos, sin que se vean en la necesidad de desarrollar la inteligencia que desarrollan aquellos nacen y crecen en lo ya hecho y que tienen una interacción humana que los obliga a desarrollar habilidades de adaptación y persuasión.

Si de algo podemos estar ciertos es de que la inteligencia humana no ha evolucionado nada desde que el hombre es hombre. Lo que ha evolucionado son los productos de la inteligencia, pero no la inteligencia. La única diferencia sensible entre nuestros ancestros de las cavernas y nosotros, es el entorno en el que nacimos y crecimos, entorno que nos facilita el desarrollo de una inteligencia que se construye a partir de lo ya hecho, pero si por alguna razón prescindiéramos de todos los productos de la inteligencia, el retroceso seria abisal.

Identidades simbólicas.
Otra de las grandes diferencias con las demás especies es que nosotros somos la única especie que gracias a la capacidad que tenemos de creer en lo que no existe, hemos creado identidades simbólicas que no tienen existencia real, existen en nuestra mente sin ningún sustento real, pero nos permiten, a falta de identidad, asumir una identidad que nos hace sentir que somos parte de algo.

Todos los fanáticos de un equipo de futbol, se sienten identificados con todos aquellos extraños que no conocen y que seguramente aborrecerían y despreciarían en otros escenarios, pero que en el momento en que en el estadio portan la camiseta de su equipo, se sienten hermanados por una identidad simbólica que los une en ese especifica unidad de espacio tiempo. Se termina el partido, regresan a sus casas y a los días la otra realidad, también imaginada, les hace identificarse con otras identidades simbólicas ajenas y distantes a la anterior, al grado de que pueden destrozar en un juicio a su contendiente sin reconocer en él a ese con el que días antes habían gritado como desaforados ante el triunfo de su equipo.

Las demás especies también crean grupos, pero estos son obsecuentes a su consanguinidad, cosa que no sucede con nosotros (a excepción de la familia). Basta con que otro homínido porte un símbolo (logotipo, cruz, estrella de David y demás etcéteras) que nos permita identificarlo como miembro de nuestra identidad simbólica, para sentirnos parte de él aun cuando no nos una ningún lazo consanguíneo, ya que nuestra especie es la única capaz de crear identidades simbólicas que están más allá de la biología.

El objetivo de las identidades es múltiple. Por un lado brindan identidad y sentido de pertenencia y por el otro frenan la violencia interna, cosa que no sucede con las otras especies. En estas, la violencia interna y externa se da por igual.

Las identidades simbólicas se rigen por ideas y conceptos etéreos que funcionan como mandamientos que frenan la violencia interna y que nos sirven para que no nos matemos entre nosotros, entendiendo en el nosotros a los miembros de la misma identidad.

Esto hace que canalicemos la muy natural y homínida violencia hacia los miembros de otras identidades simbólicas, razón por la cual se dan las guerras religiosas o los estultos enfrentamientos entre los hinchas de un equipo con los hinchas del otro, y así como estos mil ejemplos más en los que la violencia externa encuentra su cauce enfrentándose o destruyendo a los de las otras identidades, ya que como todas son falsas, nos vemos en la penosa necesidad de tener que imponerlas por la fuerza.

En los grupos humanos siempre hay una educación de la violencia y en la violencia, ya que esta es la única forma en que un grupo con una identidad simbólica común, logra que sus integrantes respeten los mandamientos que regulan la convivencia del mismo. A los que no obedecen los mandamientos se les aplican castigos muy severos (violencia interna), llegando, en el menor de los casos, al repudio. Sin embargo lo usual es que se recurra a la violencia interna para coaccionar u obligar a sus miembros a respetar las reglas.

Huelga decir que los mandamientos que regulan la convivencia del grupo, como todo lo que es creado por el hombre (artificial), caen constantemente en contradicciones. Las reglas o mandamientos son una guía, pero no necesariamente de rigurosa aplicación. No lo son incluso ni cuando las violaciones a la regla llegan al campo de las emociones perversas hechas institución (las leyes). Y no lo son debido a que hasta las leyes están subordinadas a criterios de interpretación y a intereses políticos y económicos.

Es por ello que las contradicciones son bastas, porque el mundo que hemos creado es artificial, no tiene un orden natural. Aunado a esto está el hecho de que nuestro cerebro es social y lo social es perverso (aquello que se hace con conocimiento e intención), por ello es que se nos da muy bien la maledicencia, porque preferimos renunciar a nuestro drama personal para ocuparnos del drama de los demás, el cual siempre es más interesante.

Es falso que haya gente que se limita a recibir un chisme y trasmitirlo… Hay quienes lo mejoran. La realidad es que nos encanta hablar de los demás. Saber si Pedro éste se acostando con fulana o zutana (siempre hay algo de envidia en ese saber), siempre será más interesante que no saberlo, aun cuando no tengamos nada que ver con ellos más que la simple coincidencia social.

El cotilleo o chismorreo esta en nuestra esencia, con lo bueno y lo malo que tiene. Lo bueno es que nos ha permitido avanzar como especie, ya que nos comunicamos, informamos y avisamos; lo malo es que hablamos innecesariamente de los demás y no particularmente bien (es muy aburrido). Gracias a nuestro cerebro social que tiene una enorme necesidad de meterse en la vida de los demás, es que las redes sociales tienen tanto éxito, aun cuando en ellas no hay nada más que basura en lo general y cosas extraordinarias en lo particular.

Los límites del lenguaje son los límites de nuestra mente.
Otra particularidad de nuestra especie es el lenguaje. Las otras especies también se comunican, no obstante a diferencia de ellas nuestro lenguaje es doblemente articulado. No emplea un único signo para una única referencia. Podemos vocalizar y emitir, con signos muy limitados, sentencias cuasi infinitas, que si bien es cierto que nos hacen incurrir en mil y un ambigüedades como las que enunciamos en el artículo intitulado: “Que nos lleva a decir lo que decimos”, también lo es que nos permiten crear con el habla lo que no existe, que es lo que particularmente distingue a nuestra especie; la capacidad de crear cosas que no existen para habitarlas y sustentarlas.

Tenemos una enorme capacidad de imaginar escenarios ficticios, los cuales los empezamos   crear desde la primera infancia, ya sea a través de amigos imaginarios, superhéroes, duendes, hadas, ángeles, dioses y demás entes de la mente que no tienen existencia real. 

Lo paradójico es que precisamente eso, la capacidad de imaginar y crear escenarios ficticios y expresarlos a través del lenguaje, es lo que nos hace humanos. Tanto así que si no piensas en héroes y cosas inexistentes cuando eres pequeño, mal vas funcionar cuando seas mayor. Serás una persona tan lineal y uniforme que lo único que no tendrás es la capacidad de imaginar, crear y recrear tu entono, mostrándote como una persona poco interesante en lo social y poco requerida en lo profesional.

Los límites de la mente.
El referente humano es la vida humana. Entendemos lo próximo a nuestra edad: diez, veinte, cuarenta, ochenta años, sin embargo lo lejano: cientos, miles o millones de años nos suenan en cuanto a lenguaje pero no en cuanto a referencia.

Un infante de diez años puede entender y asimilar lo que es referente a su edad: cinco años, pero no lo remoto: diez, veinte o más años. Cuando se le habla de algo que excede su nivel de referencia, entenderá el lenguaje pero no el significado de lo que se le dice. Usted podrá decirle: cuando seas mayor… y hasta ahí llego el oído de él… Él, en su nivel de referencia, ya es mayor, por lo que no podrá entender el significado último de lo que usted le quiere decir.

En una ocasión estaba entrevistando a una joven que estaba en sus primeros veintes. Cuando le pregunté que como se veía en cinco, diez, veinte, treinta y demás años, me contesto las primeras dos, pero ya no pudo contestar las últimas. De hecho su respuesta fue: Ah no, yo no me veo de esa edad. Esto, más allá de la vanidad que sin lugar a dudas tuvo su parte, obedece a que la pregunta estaba fuera de su marco de referencia. Ella tenía veintiún años   

Lo invito a que haga el siguiente ejercicio.
Por favor dígale a una persona que esté dispuesta a colaborar con usted, que le va a hacer cuatro preguntas. Que tiene un minuto para contestar cada una de ellas. Es importante que le haga saber que son preguntas sencillas y que no tienen que ver con el nivel de conocimiento de la persona.

Pregúntele a una persona que haría con 100 dólares.
Ya una vez que esta le responda, pregúntele que haría con mil dólares.
Cuando termine de decirle lo que haría, pregúntele que haría con un millón de dólares;
Y al último pregúntele que haría con mil millones de dólares.

Lo más probable es que más allá de su preparación financiera, responda las dos primeras en menos de un minuto; la tercera se le complique un poco contestarla en ese tiempo y la última requiera de más tiempo (si es que la puede contestar), ya que la pregunta se sale del nivel de referencia humana, por lo que le será muy difícil no solo contestar, sino conceptualizar esa cantidad en su mente, ya que es, cognitivamente hablando, intransitable para su cerebro. Es algo que se sale de su nivel de referencia y todo lo que esta fuera de ella es inimaginable.  

Solo aquel que conoce y domina las causas, produce los efectos.
Otro de los grandes distingos de nuestra especie es el conocimiento. Los seres humanos dejamos al homínido atrás cuando empezamos a estudiar la naturaleza. Cosa que hicimos lenta y gradualmente, atribuyendo a los dioses todo aquello que aún no descubríamos y sabíamos, al tiempo que explicábamos y sustentábamos en base a las leyes de la naturaleza, todo aquello que ya habíamos descubierto y que por ende era ajeno a los míticos e inexistente dioses que habíamos creado para explicar las cosas.

Con el paso de las generaciones y la transmisión del conocimiento, los seres humanos supimos de que iba la naturaleza y empezamos a modificarla sin tomar en cuenta que esta modificación seria a un mismo tiempo salvación y condena, ya que entre más tierra pongas a producir, más gente se reproduce, lo cual a su vez requerirá más tierra y así subsecuentemente.

A partir del tercer cuartil del siglo XX se dieron dos factores que están cambiando la faz del planeta. El primero de ellos es que las mujeres empezaron a lograr el bachillerato superior como norma, lo que inevitablemente trajo como consecuencia una drástica caída de la natalidad. En los lugares donde la mujer alcanza niveles superiores de educación, la natalidad cae en la misma proporción en la que aumenta la productividad. En síntesis, en la medida en que las mujeres alcanzan un nivel superior de estudios, se genera un mayor nivel de riqueza y un menor nivel de natalidad.

El otro factor es la riqueza. A partir del tercer cuartil del siglo XX se descubrió que el anticonceptivo más eficaz ha sido el de la riqueza. Estadísticamente los que más ganan son los que menos se reproducen y los que menos ganan y menos posibilidades tienen de educar y formar a sus hijos, son los que más se reproducen, convirtiéndose, la gran mayoría de ellos, en eso que los políticos han llamado sector social, el cual no genera un centavo de riqueza pero si la consume. El sector social a nivel mundial consume el 50% de los impuestos en dádivas y beneficencias. No olvidemos que este sector genera votos, no riqueza.

Retomemos el curso. El conocimiento nos permitió dejar el orden natural a un lado y crear los escenarios artificiales que nos han permitido vivir en lugares homínidamente poco vivibles, lo que inevitablemente nos llevó a poblar casi todos los rincones del planeta, gestando con ello una diversidad de culturas (formas de ser y hacer) obsecuentes a la geografía de cada lugar y con ellas una identidad simbólica que nos hace ser miembros de una nación (nació-en) y no de otra.

Culturalmente hablando, el ser miembro de una nación y no de otra es algo que lenta, muy lentamente se ha ido modificando, al grado de que en tres generaciones más serán no más de cinco culturas las que imperen en todo el planeta. Culturas que competirán entre sí y que muy probablemente se ataquen, no para destruirse (ya que son necesarias como mercado), pero si para debilitarlas y lograr que sean solo mercado, pero nada más. Quedando al final tres culturas o formas de ser como rectoras del planeta.

Estas culturas van a seguir transformando el planeta e incidiendo en la naturaleza y en los gustos y tendencias humanas. El secreto estará en conocer las causas para poder producir los efectos, cosas en las que, nos es menester reconocer, cada día avanzamos más.    

Hay propósito en el despropósito.
Líneas arriba decíamos que la naturaleza no va a ninguna parte. Esta opera bajo el modelo de prueba- error y nosotros somos una más de las muchas pruebas que ha hecho y hará. Esto quiere decir que no somos la especie elegida, somos la especie que gracias a mil y un circunstancias en las que no tuvimos nada que ver, desarrollamos un cerebro que nos permitió posicionarnos sobre las demás, pero la especie en si no tiene más propósito que el de persistir como especie.

Somos nosotros los que tenemos que encontrarle un propósito a todo lo que hacemos. Algunos se lo encuentran en la religión (realidad imaginada), otros en el amor (realidad imaginada), en la familia (realidad imaginada), en el trabajo (otra más) y así subsecuentemente.

Mucho de lo que hacemos muere con nosotros, no obstante somos nosotros los que podemos lograr que nuestro hacer se convierta en un camino para los demás. Cierto que esto es algo que muy pocos han logrado, y sin embargo, esta es una de las cosas que nos hace humanos, muy humanos.

Nos leemos en el siguiente artículo.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Comentarios y sugerencias