Recién sostuve una platica con un joven empresario al que
conozco desde hace casi cuatro lustros. El joven en cuestión inició una relación
de pareja desde su época de bachillerato y, en mi calidad de mentor, he tenido
y tengo la oportunidad de ser testigo de su proceso personal y de pareja desde
sus inicios. La relación de noviazgo se prolongo por diez años y en la
actualidad llevan poco más de cuatro años viviendo juntos.
En lo personal me parecía y parece un joven excepcional
en el combés de lo intelectual (ha publicado dos libros), de lo empresarial y,
de manera muy especial en el de pareja. Un hombre atento, educado al que jamás
vi faltarle el respeto a su pareja. Era y es, desde mi óptica, un joven digno
de emular.
Todo esto viene a colación para entender lo que le
acaeció. Regresando él de un viaje de negocios, me habla y me dice que necesita
platicar de un tema delicado. Al vernos me comenta que un día, al acudir a uno
de los cafés en los que se sienta a escribir con libreta en mano, llego una
joven, coetánea a él, que armada con una sonrisa se sentó a su lado y se
presentó.
Le preguntó sobre lo que hacía y él le contesto que solía
ir a ese lugar a escribir. Estuvieron platicando cerca de una hora y se
despidieron debido a un evento que él tenía más tarde. Por azares de la vida
volvieron a coincidir en lugares en los que era poco viable que lo hicieran (un
banco, en una conferencia que impartió y en la presentación de un libro).
El tema es que las coincidencias continuaron de la manera
más azarosa. Él tuvo que ir a la ciudad de México a cerrar un negocio y ella
había ido con sus padres a visitar unos parientes. Cuando él llega a la sala de
espera para tomar su vuelo de regreso, la ve ahí, la saluda con un movimiento
de cabeza y ella se para y va por él. Lo presenta a sus padres y se sientan a
un lado a platicar.
Al abordar el avión ella le pide al pasajero adjunto a él
que le cambie el lugar, lo que le permitió hacer el vuelo de regreso sentada
junto a él. Le hace saber que no ha dejado de pensar en él y que le gustaría verlo
más. Él le dice que tiene pareja y que no está en posibilidad de hacer lo que ella
quiere, a lo que ella contesta que tal vez él no esté en posibilidad, pero si en
el ánimo y que puede esperar.
El cerebro es libre, las personas, no.
Cuando termino de exponer la situación, le pregunte si se
sentía atraído por ella. Me contesto que sí. Que la atracción es tan fuerte que
no ha dejado de pensar en ella desde el día uno, y que no entiende qué es lo
que le está pasando, ya que siente un fuerte impulso de estar con ella, pero sabe
que no es correcto.
Le hice ver que lo que le está pasando es lo que se conoce como el Rayo, un fenómeno biológico con una fuerza de atracción que nubla la razón y que, si no se gobierna (cosa de suyo difícil), se convierte en obsesión. Es algo que le sucede a muy poca gente en la vida (conozco solo dos casos) y que nunca sucede más de una vez. El amor, le comenté al joven, es un ejercicio en el que el depredador sigue a su presa y está a su depredador. El dilema, para la gran mayoría de las parejas, es saber quién es quién, pero en el caso que me platicas, la presa eres tú y ella el depredador.
Le recomendé que pusiera todo en pausa y que invente un viaje o un retiro de tres a cuatro días en un lugar en el que pueda estar totalmente solo para que sea él el que ordene su mente y no su mente la que lo ordene a él.
Le hice ver que el cerebro es libre, las personas no. Nosotros
tenemos que conquistar la libertad y la única forma de hacerlo es poniendo en
orden nuestra mente. Y más cuando la biología nos impele a hacer algo que no
estamos del todo ciertos que debemos hacer.
El Rayo es un fenómeno biológico que posee una fuerza de
atracción inconmensurable y que posee dos características: llega para quedarse
o se va como llego. Por ello es muy importante poner en orden nuestra mente
para aceptarlo y dirigirlo o para rechazarlo y enterrarlo. De lo contrario, las
consecuencias van a estar fuera de nuestro control.
No sé qué va a hacer el joven en cuestión, pero lo que si
sé es que nosotros somos las historias que nos contamos a nosotros, no las que
les contamos a los otros. Por eso es muy importante el que ordenemos nuestra
mente para poder contarnos las historias correctas, conscientes de que el
resultado de estas, tienen consecuencias inmediatas y futuras.
Nos leemos en el siguiente artículo.
Una situación dificil para el protagonista de esta historia.
ResponderBorrarLlevo algunos años reflexionando sobre el fenómeno (El rayo), el cual a primera vista se puede entender como algo biologico, algo terrenal, pero me parece que es algo mas bien metafísico. Ordenaré mejor la idea y volveré en unos días a redactar mi punto.