jueves, 4 de abril de 2024

El rayo (la fuerza de la atracción).

Recién sostuve una platica con un joven empresario al que conozco desde hace casi cuatro lustros. El joven en cuestión inició una relación de pareja desde su época de bachillerato y, en mi calidad de mentor, he tenido y tengo la oportunidad de ser testigo de su proceso personal y de pareja desde sus inicios. La relación de noviazgo se prolongo por diez años y en la actualidad llevan poco más de cuatro años viviendo juntos.

En lo personal me parecía y parece un joven excepcional en el combés de lo intelectual (ha publicado dos libros), de lo empresarial y, de manera muy especial en el de pareja. Un hombre atento, educado al que jamás vi faltarle el respeto a su pareja. Era y es, desde mi óptica, un joven digno de emular.

Todo esto viene a colación para entender lo que le acaeció. Regresando él de un viaje de negocios, me habla y me dice que necesita platicar de un tema delicado. Al vernos me comenta que un día, al acudir a uno de los cafés en los que se sienta a escribir con libreta en mano, llego una joven, coetánea a él, que armada con una sonrisa se sentó a su lado y se presentó.

Le preguntó sobre lo que hacía y él le contesto que solía ir a ese lugar a escribir. Estuvieron platicando cerca de una hora y se despidieron debido a un evento que él tenía más tarde. Por azares de la vida volvieron a coincidir en lugares en los que era poco viable que lo hicieran (un banco, en una conferencia que impartió y en la presentación de un libro).

El tema es que las coincidencias continuaron de la manera más azarosa. Él tuvo que ir a la ciudad de México a cerrar un negocio y ella había ido con sus padres a visitar unos parientes. Cuando él llega a la sala de espera para tomar su vuelo de regreso, la ve ahí, la saluda con un movimiento de cabeza y ella se para y va por él. Lo presenta a sus padres y se sientan a un lado a platicar.

Al abordar el avión ella le pide al pasajero adjunto a él que le cambie el lugar, lo que le permitió hacer el vuelo de regreso sentada junto a él. Le hace saber que no ha dejado de pensar en él y que le gustaría verlo más. Él le dice que tiene pareja y que no está en posibilidad de hacer lo que ella quiere, a lo que ella contesta que tal vez él no esté en posibilidad, pero si en el ánimo y que puede esperar.

 El cerebro es libre, las personas, no.
Cuando termino de exponer la situación, le pregunte si se sentía atraído por ella. Me contesto que sí. Que la atracción es tan fuerte que no ha dejado de pensar en ella desde el día uno, y que no entiende qué es lo que le está pasando, ya que siente un fuerte impulso de estar con ella, pero sabe que no es correcto.

Le hice ver que lo que le está pasando es lo que se conoce como el Rayo, un fenómeno biológico con una fuerza de atracción que nubla la razón y que, si no se gobierna (cosa de suyo difícil), se convierte en obsesión. Es algo que le sucede a muy poca gente en la vida (conozco solo dos casos) y que nunca sucede más de una vez. El amor, le comenté al joven, es un ejercicio en el que el depredador sigue a su presa y está a su depredador. El dilema, para la gran mayoría de las parejas, es saber quién es quién, pero en el caso que me platicas, la presa eres tú y ella el depredador.

Le recomendé que pusiera todo en pausa y que invente un viaje o un retiro de tres a cuatro días en un lugar en el que pueda estar totalmente solo para que sea él el que ordene su mente y no su mente la que lo ordene a él.

Le hice ver que el cerebro es libre, las personas no. Nosotros tenemos que conquistar la libertad y la única forma de hacerlo es poniendo en orden nuestra mente. Y más cuando la biología nos impele a hacer algo que no estamos del todo ciertos que debemos hacer.

El Rayo es un fenómeno biológico que posee una fuerza de atracción inconmensurable y que posee dos características: llega para quedarse o se va como llego. Por ello es muy importante poner en orden nuestra mente para aceptarlo y dirigirlo o para rechazarlo y enterrarlo. De lo contrario, las consecuencias van a estar fuera de nuestro control.

No sé qué va a hacer el joven en cuestión, pero lo que si sé es que nosotros somos las historias que nos contamos a nosotros, no las que les contamos a los otros. Por eso es muy importante el que ordenemos nuestra mente para poder contarnos las historias correctas, conscientes de que el resultado de estas, tienen consecuencias inmediatas y futuras.

Nos leemos en el siguiente artículo.

1 comentario:

  1. Una situación dificil para el protagonista de esta historia.
    Llevo algunos años reflexionando sobre el fenómeno (El rayo), el cual a primera vista se puede entender como algo biologico, algo terrenal, pero me parece que es algo mas bien metafísico. Ordenaré mejor la idea y volveré en unos días a redactar mi punto.

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