Recién
recibí un correo de un joven que se inicia como inversionista. En él me
menciono algunas cosas sobre el ser y deber ser de los negocios. Ideas y
conceptos que creen y comparten la gran mayoría de la gente que no ha tenido
contacto con la realidad de los negocios. Razón por la cual muchos de ellos
fracasan en el intento, ya que sus creencias sobre el ser y deber ser de los
negocios, obedecen a la academia universitaria y empresarial, más no a la
realidad de estos.
Sirva
como ejemplo el nombre del correo que recibí: “el ser y deber ser
de los negocios”. El nombre por sí mismo, muestra un claro desconocimiento de
la realidad.
La
realidad Es, y a esta le tiene sin cuidado ese cúmulo de ideas o conceptos que
hemos rubricado bajo el nombre del “ser y el deber ser de los negocios”. La realidad
simplemente es. Y si alguien sabe esto, es el hombre de negocios.
En la academia
universitaria y empresarial nos hablan mucho del ser y deber ser de la vida, de
los negocios, de la sociedad y de una gran cantidad de etcéteras que no viene
al caso enumerar. No obstante la pregunta es: Lo que nos enseñan en la academia
universitaria y empresarial, ¿obedece al ideal o a la realidad?
La vida es un sobre
cerrado.
La vida es
un sobre cerrado que contiene en su interior una gran cantidad de sobres. Algunos
de ellos abiertos y otros cerrados. No obstante, los cerrados, son la gran
mayoría.
En los
sobres abiertos vienen las cosas primarias de la vida. Esas, que por el breve espacio - tiempo que tienen, rozan muy levemente la oblicuidad (lo incierto, lo no predecible). Por otro lado están los sobres cerrados, esos que se distinguen por tener un contenido ignoto e impredecible. Esos que constantemente rozan la oblicuidad. Y son estos, los sobres cerrados, los que le dan color a nuestra vida.
Una cosa
es lo que nosotros planeamos y otra la que sucede.
La vida
es oblicua, no lineal. ¿Por qué entonces pretender que las cosas tengan un ser
y deber ser si la vida misma, hasta donde alcanzamos a ver y entender, no lo
tiene?
El
universo, en continente y contenido, tiene un orden. Y en ese orden el caos es fundamental.
Somos nosotros los que nos negamos a reconocer que el caos forma parte esencial
de la vida. Esta negación que hemos hecho del caos, nos ha llevado a imaginar y
conceptualizar un ser y deber ser, en donde el caos no existe.
El ser y
el deber ser de las cosas obedece al ideal, no a la realidad.
Las
causas de esta negación son ancestrales. Son creencias que hemos heredado de
nuestros ancestros y que encuentran su origen en el principio de los tiempos. La razón de esto es que los seres humanos estamos parados en dos pilares que nos sostienen y que nos
hacen más llevadera la realidad: la ficción y el relato.
Nos une
la ficción y nos amalgama el relato. La ficción nos hace imaginar ideas y conceptos que nos hacen más llevadera la realidad. Ideas y conceptos que convertimos en creencias y que nos permiten identificarnos y comunicarnos con aquellos que comparten nuestras mismas
creencias, brindándonos unos a otros, consuelo y esperanza.
Las
creencias se transmiten a través del relato (de la palabra). Usamos el relato
(las palabras) para amalgamarnos con el otro, lo cual es muy importante, ya que
nos identifica como miembros de una tribu.
Cada tribu
tiene un lenguaje específico, que les brinda identidad y sentido de cohesión.
Escuche
usted la conversación informal de un grupo de empresarios, o de futbolistas, o
de financieros, gimnastas, abogados, banqueros, comerciantes, etcétera, y descubrirá
que cada grupo posee un lenguaje común. Lenguaje que los une entre si y que los
separa de los demás.
El
lenguaje desarrollado por cada grupo genera una actitud y una forma de ver e
interpretar el mundo que los hace diferentes a los demás. Al grado que un grupo
no puede ver ni entender las oportunidades y amenazas que el otro ve y entiende.
El
lenguaje de cada grupo nos habla del nivel de ficción que poseen los miembros
de ese grupo o tribu. Conceptos
como el “ser y deber ser de las cosas” se escucharan en las tribus académicas,
independientemente de que estas sean universitarias o empresariales, No obstante estos conceptos los escuchara por excepción, en las tribus de inversionistas, empresarios y comerciantes. En estas tribus escuchara otras ficciones, pero no esas.
Vendedores
y Compradores.
La
estructura social que hemos construido, está conformada por
dos actores claves: el vendedor de creencias y el comprador de creencias.
El vendedor
de creencias está convencido de que su misión en la vida es vender. No cree una
sola palabra de lo que enuncia. No obstante cree en la enorme necesidad que
tienen los compradores de creer lo que se les vende.
La gente cree lo que cree, no porque sea
cierto, sino porque tienen una enorme necesidad de que lo sea. Y esto es
algo que el vendedor de creencias sabe y usa a su favor.
Sirva
como ejemplo para ilustrar lo anterior, los productos milagrosos que se venden
en todos los medios de comunicación. Esta necesidad de creer lo increíble, hace
que los productos milagrosos tengan tanta demanda, aun cuando en el fondo
sepamos que son un fraude.
No
obstante preferimos instalarnos en la ficción y el relato, aun cuando estamos
ciertos de que dichos productos son un engaño. La ficción y el relato no solo
nos ayudan a distorsionar la realidad, sino que además nos convierte en personas
light: personas que buscan resultado sin esfuerzo.
El vendedor de creencias vende porque así lo han hecho sus ancestros y porque lo
que vende obedece a la necesidad de la Masa (comprador de creencias).
El
comprador de creencias lo compra porque así lo han hecho sus ancestros y porque
ello le da un lugar en la sociedad. Un comprador de creencias que no compre los
conceptos o ideas que le venden sus dirigentes, no tendrá cupo en la sociedad.
Y nada le aterra más al comprador de creencias que ser marginado por los demás.
El ser de
los negocios.
Este
vender y comprar lo que no es, nos ha llevado a construir teorías y modelos que
no tienen cupo en la vida real. La realidad Es y en nada es más tangible que en
el mundo de los negocios.
Para
dedicarse al mundo de los negocios es menester estar conectado con la realidad.
Y si algo tiene claro el hombre de negocios es que la realidad no se mueve en
el deber ser de los humanos.
Uno puede
hacer un trato de negocios, guardar todas las formas, cumplir todas las leyes,
arreglos y acuerdos, y no funcionar como esperábamos o simplemente no
funcionar. Y lo único que le queda al hombre de negocios es la posibilidad de
volver a empezar.
El hombre
de negocios debe tener una alta capacidad de riesgo y una alta tolerancia a la
frustración. En los negocios nada obedece al deber ser. Todo es ambiguo, incierto
e impredecible.
Puedes
hacer un trato de negocios con las personas más serias y formales del mundo, y
no obstante habrá un grado de incertidumbre ajeno a ti, ya sea un nuevo
competidor, una nueva ley, un cambio de última hora en el producto, diseño, empaque,
logística y una suma de etcéteras más, que harán que el negocio no
fluya como pensabas.
Podrás
realizar un acuerdo de negocios en el que las fechas de pago queden debidamente
establecidas, y aun así..., no cumplirse. Ya sea por algo ajeno a ti o a la otra
parte, pero en el ínter tanto te verás en la necesidad de hacerle frente a
todos los compromisos que tienes, amén de hacer que el negocio siga adelante.
La gran
mayoría de los inversionistas y empresarios noveles, entran al mundo de los
negocios pensando que este es lineal. Que los acuerdos establecidos entre las
partes van a obedecer a un “deber ser” que hará que las cosas fluyan como
originalmente se pensaron. De tal suerte que cuando la realidad se muestra
contraria al deber ser por ellos imaginado, la frustración y el desencanto es
tal, que claudican ante el primer obstáculo que tienen.
El mundo
necesita más gente dedicada a los negocios, no obstante lo recomendable es que
si las personas no tienen genética y formacionalmente la capacidad de riesgo y
la tolerancia a la frustración que demanda el ejercicio empresarial, se den el
permiso de experimentar este de la mano de un tutor. Es decir, de un
empresario que los lleve de la mano en este impredecible, incierto e interesante mundo de
los negocios.
Un tutor
que no les resuelva los problemas en sí, sino que sea alguien que les ayude a desarrollar
la capacidad de riesgo y tolerancia a la frustración propia del quehacer
empresarial.
Capacidad
de riesgo para decidir y tolerancia a la frustración para empezar cuantas veces
sea necesario.
Habrá
negocios fallidos y otros exitosos, no obstante el hombre de negocios es aquel
que ante el fracaso se da el permiso de volver a empezar. Ese que no claudica.
Ese que esta cierto que si ya lo hizo una vez, lo puede volver a hacer.
Ese que
separa la academia de la realidad Ese que emprende una y otra vez hasta que
poco a poco va desarrollando el instinto que requiere el oficio empresarial.
Para ello
va a ser menester que el inversionista o empresario en potencia busque las
tribus de empresarios. Entre más conviva con ellos, más fácil le será entender sus
ficciones y relatos.
Descubrirá,
al paso del tiempo, que su lenguaje ira cambiando y con él su cerebro. Y que
entre más cambie su cerebro, más fácil le será detectar las oportunidades y hacerle
frente a la adversidades.
Aun
cuando no hay nada más práctico que una buena teoría, la realidad es que se aprende
a andar andando. Ser inversionista es un oficio, y este, como todos los
oficios, se aprende en el campo.
El aula
nos va a ayudar, nos obstante la práctica del oficio es lo que hará de nosotros
unos maestros en él.
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