viernes, 24 de julio de 2015

Carta a un joven inversionista. El ser y deber ser de los negocios.

Recién recibí un correo de un joven que se inicia como inversionista. En él me menciono algunas cosas sobre el ser y deber ser de los negocios. Ideas y conceptos que creen y comparten la gran mayoría de la gente que no ha tenido contacto con la realidad de los negocios. Razón por la cual muchos de ellos fracasan en el intento, ya que sus creencias sobre el ser y deber ser de los negocios, obedecen a la academia universitaria y empresarial, más no a la realidad de estos. 

Sirva como ejemplo el nombre del correo que recibí: “el ser y deber ser de los negocios”. El nombre por sí mismo, muestra un claro desconocimiento de la realidad.

La realidad Es, y a esta le tiene sin cuidado ese cúmulo de ideas o conceptos que hemos rubricado bajo el nombre del “ser y el deber ser de los negocios”. La realidad simplemente es. Y si alguien sabe esto, es el hombre de negocios.

En la academia universitaria y empresarial nos hablan mucho del ser y deber ser de la vida, de los negocios, de la sociedad y de una gran cantidad de etcéteras que no viene al caso enumerar. No obstante la pregunta es: Lo que nos enseñan en la academia universitaria y empresarial, ¿obedece al ideal o a la realidad?

La vida es un sobre cerrado.
La vida es un sobre cerrado que contiene en su interior una gran cantidad de sobres. Algunos de ellos abiertos y otros cerrados. No obstante, los cerrados, son la gran mayoría.

En los sobres abiertos vienen las cosas primarias de la vida. Esas, que por el breve espacio - tiempo que tienen, rozan muy levemente la oblicuidad (lo incierto, lo no predecible). Por otro lado están los sobres cerrados, esos que se distinguen por tener un contenido ignoto e impredecible. Esos que constantemente rozan la oblicuidad. Y son estos, los sobres cerrados, los que le dan color a nuestra vida. 

Una cosa es lo que nosotros planeamos y otra la que sucede.
La vida es oblicua, no lineal. ¿Por qué entonces pretender que las cosas tengan un ser y deber ser si la vida misma, hasta donde alcanzamos a ver y entender, no lo tiene?

El universo, en continente y contenido, tiene un orden. Y en ese orden el caos es fundamental. Somos nosotros los que nos negamos a reconocer que el caos forma parte esencial de la vida. Esta negación que hemos hecho del caos, nos ha llevado a imaginar y conceptualizar un ser y deber ser, en donde el caos no existe.

El ser y el deber ser de las cosas obedece al ideal, no a la realidad.
Las causas de esta negación son ancestrales. Son creencias que hemos heredado de nuestros ancestros y que encuentran su origen en el principio de los tiempos. La razón de esto es que los seres humanos estamos parados en dos pilares que nos sostienen y que nos hacen más llevadera la realidad: la ficción y el relato.

Nos une la ficción y nos amalgama el relato. La ficción nos hace imaginar ideas y conceptos que nos hacen más llevadera la realidad. Ideas y conceptos que convertimos en creencias y que nos permiten identificarnos y comunicarnos con aquellos que comparten nuestras mismas creencias, brindándonos unos a otros, consuelo y esperanza.   

Las creencias se transmiten a través del relato (de la palabra). Usamos el relato (las palabras) para amalgamarnos con el otro, lo cual es muy importante, ya que nos identifica como miembros de una tribu.

Cada tribu tiene un lenguaje específico, que les brinda identidad y sentido de cohesión. 
Escuche usted la conversación informal de un grupo de empresarios, o de futbolistas, o de financieros, gimnastas, abogados, banqueros, comerciantes, etcétera, y descubrirá que cada grupo posee un lenguaje común. Lenguaje que los une entre si y que los separa de los demás.

El lenguaje desarrollado por cada grupo genera una actitud y una forma de ver e interpretar el mundo que los hace diferentes a los demás. Al grado que un grupo no puede ver ni entender las oportunidades y amenazas que el otro ve y entiende.

El lenguaje de cada grupo nos habla del nivel de ficción que poseen los miembros de ese grupo o tribu. Conceptos como el “ser y deber ser de las cosas” se escucharan en las tribus académicas, independientemente de que estas sean universitarias o empresariales, No obstante estos conceptos los escuchara por excepción, en las tribus de inversionistas, empresarios y comerciantes. En estas tribus escuchara otras ficciones, pero no esas.   

Vendedores y Compradores.
La estructura social que hemos construido, está conformada por dos actores claves: el vendedor de creencias y el comprador de creencias.

El vendedor de creencias está convencido de que su misión en la vida es vender. No cree una sola palabra de lo que enuncia. No obstante cree en la enorme necesidad que tienen los compradores de creer lo que se les vende.

La gente cree lo que cree, no porque sea cierto, sino porque tienen una enorme necesidad de que lo sea. Y esto es algo que el vendedor de creencias sabe y usa a su favor.

Sirva como ejemplo para ilustrar lo anterior, los productos milagrosos que se venden en todos los medios de comunicación. Esta necesidad de creer lo increíble, hace que los productos milagrosos tengan tanta demanda, aun cuando en el fondo sepamos que son un fraude.

No obstante preferimos instalarnos en la ficción y el relato, aun cuando estamos ciertos de que dichos productos son un engaño. La ficción y el relato no solo nos ayudan a distorsionar la realidad, sino que además nos convierte en personas light: personas que buscan resultado sin esfuerzo.

El vendedor de creencias vende porque así lo han hecho sus ancestros y porque lo que vende obedece a la necesidad de la Masa (comprador de creencias).

El comprador de creencias lo compra porque así lo han hecho sus ancestros y porque ello le da un lugar en la sociedad. Un comprador de creencias que no compre los conceptos o ideas que le venden sus dirigentes, no tendrá cupo en la sociedad. Y nada le aterra más al comprador de creencias que ser marginado por los demás.

El ser de los negocios.
Este vender y comprar lo que no es, nos ha llevado a construir teorías y modelos que no tienen cupo en la vida real. La realidad Es y en nada es más tangible que en el mundo de los negocios.

Para dedicarse al mundo de los negocios es menester estar conectado con la realidad. Y si algo tiene claro el hombre de negocios es que la realidad no se mueve en el deber ser de los humanos.

Uno puede hacer un trato de negocios, guardar todas las formas, cumplir todas las leyes, arreglos y acuerdos, y no funcionar como esperábamos o simplemente no funcionar. Y lo único que le queda al hombre de negocios es la posibilidad de volver a empezar.

El hombre de negocios debe tener una alta capacidad de riesgo y una alta tolerancia a la frustración. En los negocios nada obedece al deber ser. Todo es ambiguo, incierto e impredecible.

Puedes hacer un trato de negocios con las personas más serias y formales del mundo, y no obstante habrá un grado de incertidumbre ajeno a ti, ya sea un nuevo competidor, una nueva ley, un cambio de última hora en el producto, diseño, empaque, logística y una suma de etcéteras más, que harán que el negocio no fluya como pensabas.

Podrás realizar un acuerdo de negocios en el que las fechas de pago queden debidamente establecidas, y aun así..., no cumplirse. Ya sea por algo ajeno a ti o a la otra parte, pero en el ínter tanto te verás en la necesidad de hacerle frente a todos los compromisos que tienes, amén de hacer que el negocio siga adelante.

La gran mayoría de los inversionistas y empresarios noveles, entran al mundo de los negocios pensando que este es lineal. Que los acuerdos establecidos entre las partes van a obedecer a un “deber ser” que hará que las cosas fluyan como originalmente se pensaron. De tal suerte que cuando la realidad se muestra contraria al deber ser por ellos imaginado, la frustración y el desencanto es tal, que claudican ante el primer obstáculo que tienen.

El mundo necesita más gente dedicada a los negocios, no obstante lo recomendable es que si las personas no tienen genética y formacionalmente la capacidad de riesgo y la tolerancia a la frustración que demanda el ejercicio empresarial, se den el permiso de experimentar este de la mano de un tutor. Es decir, de un empresario que los lleve de la mano en este impredecible, incierto e interesante mundo de los negocios.

Un tutor que no les resuelva los problemas en sí, sino que sea alguien que les ayude a desarrollar la capacidad de riesgo y tolerancia a la frustración propia del quehacer empresarial.

Capacidad de riesgo para decidir y tolerancia a la frustración para empezar cuantas veces sea necesario.

Habrá negocios fallidos y otros exitosos, no obstante el hombre de negocios es aquel que ante el fracaso se da el permiso de volver a empezar. Ese que no claudica. Ese que esta cierto que si ya lo hizo una vez, lo puede volver a hacer.

Ese que separa la academia de la realidad Ese que emprende una y otra vez hasta que poco a poco va desarrollando el instinto que requiere el oficio empresarial.

Para ello va a ser menester que el inversionista o empresario en potencia busque las tribus de empresarios. Entre más conviva con ellos, más fácil le será entender sus ficciones y relatos.

Descubrirá, al paso del tiempo, que su lenguaje ira cambiando y con él su cerebro. Y que entre más cambie su cerebro, más fácil le será detectar las oportunidades y hacerle frente a la adversidades.

Aun cuando no hay nada más práctico que una buena teoría, la realidad es que se aprende a andar andando. Ser inversionista es un oficio, y este, como todos los oficios, se aprende en el campo.


El aula nos va a ayudar, nos obstante la práctica del oficio es lo que hará de nosotros unos maestros en él.   

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