miércoles, 16 de mayo de 2018

La mujer como motor o freno.


La mujer es el motor del mundo. Un motor que nos puede llevar al éxito o al fracaso. Oscar Wilde decía que las mujeres nos inspiran a realizar grandes proyectos y luego nos impiden llevarlos a cabo.

El amor que nos inspira la mujer es el motor que nos impele a buscar grandes proyectos. Proyectos que ella no necesita, pero que nosotros, que estamos centrados en el hacer, creemos necesitar para poder hacer que este con nosotros. Nada más lejos de la realidad. Tan no lo es que al enfocarnos en el proyecto descuidamos lo que ella necesita y nos descuidamos a nosotros mismos, tanto que llega un momento en que el proyecto puede llegar a ser igual o más importante que la mujer, aun cuando no estemos conscientes de ello.

Es justo en ese momento en el que el proyecto empieza a ser igual o más importante que ella, que empezamos a darnos cuenta de que ella ha cambiado… 

Ya no es la misma de antes. Ha perdido el humor y la sonrisa que nos alimentaba. Y si no la ha perdido, ha disminuido la frecuencia e intensidad de la misma. En este momento la mujer empieza centrarse más en los hijos y en las amigas que en nosotros, cosa que hace por instinto y por supervivencia. Ya que necesita aferrarse a algo para poder seguir adelante.

No quiere decir que nos ha dejado de amar, sino que el amor ha tomado otra cara. Una cara que poco a poco se aleja de aquello que nos enamoró, para migrar a una relación de afectuoso compromiso, en donde los hijos son lo más importante de la pareja (mal síntoma).

Cierto es que la Mujer necesita que proveamos de todo aquello que se necesita para crear una familia, amén de la plataforma cultural y patrimonial que le permita a los hijos empezar de un cero sensiblemente mejor que el nuestro. 

No obstante lo que ella requiere de nosotros es atención. Saber que ella es el centro de nuestro universo, lo cual se manifiesta al cien en los dos primeros años de la relación (la trágica curva del amor), para irse apagando conforme los intereses de la pareja migran a otras latitudes; ellas a los hijos, ellos al proyecto... Hasta que llega un momento en el que ella se vuelve a ser el centro de nuestro universo.

Ese momento es la vejez. El retiro. Justo en el inicio de este intervalo es que nos damos cuenta de que ya no somos importantes para el proyecto ni para los hijos, por lo menos no como necesitamos y deseamos. En ese momento volteamos a ver a la mujer y a demandar de ella todo lo que ya no tenemos… Y lo hacemos cuando ella ya aprendió a vivir sin nosotros.

Gracias a esto deformación que ya aprendimos a ver y aceptar como natural, es que los matrimonios se repiten una y otra vez. Lo que ha hecho que las nuevas generaciones ya no contemplen el matrimonio como una opción, por lo menos no como la vimos nosotros al principio de nuestra relación.

Observe usted que cada vez son más los jóvenes que piensan vivir solos sus veintes y sus treintas. Algunos con una que otro intermitencia, pero sin casarse y sin reproducirse, ya que los hijos atan.

Esto es, amén de la dinámica de los tiempos, una resultante de lo que hicimos nosotros, no obstante el tema que nos ocupa es otro, el de la mujer como motor o freno. En la relación de pareja ambos pueden ser motor o freno, sin embargo son pocos los hombres que en sí mismos son motor, por lo que nos centraremos en la mujer.

El hombre, género masculino, es un animal que produce mil células reproductivas por segundo. Esta abundancia fisiológica de la cual no tiene mérito alguno, le hace ver y contemplar la vida desde otra óptica. Todo se le hace fácil. Si se equivoca lo puede intentar una y otra vez. Es tan abundante su producción que la osadía se torna natural en él. Osadía que se va moderando conforme aprende y descubre la realidad, si es que eso llega a pasar un día.

La mujer produce una célula reproductiva al mes, lo que le impele a ser prudente, evaluativa, elegante. La mujer es audaz, el hombre, osado. La diferencia entre uno y otro es abisal. El audaz mide riesgos y teme lo que debe. El osado no teme ni lo que debe.

El hacer del hombre es intempestivo. No mide riesgos. Planea para lo mejor y espera lo mejor. Y si las cosas no resultan como las planeo (dado que el mundo es oblicuo y no lineal), vuelve a intentarlo una y otra vez hasta que el resultado se aproxime a lo que planeo.

Si en ese devenir va dejando al margen a los suyos, es algo de lo que ni cuenta se da. Ya que en su interior llega a convencerse de que todo lo hace por los suyos, aun cuando los suyos necesitan cosas muy distintas a las que él está haciendo.

La mujer como motor.
La mujer es el motor de la humanidad. Explora, avanza y nunca se queda quieta. Es por ello que la migración dentro de los países es femenina, no masculina. Ellos migran a otros países. Ellas dentro de su país. Ya que en él tienen mejores posibilidades y opciones, amén de un pleno entendimiento de la cultura y del entorno, cosa que rara vez acaece en otro país.

 La mujer siempre aspira a más y mejores cosas, mientras que el hombre aspira a la rutina y al confort. Ya una vez que él encontró los zapatos que le gustan, se repetirá por el resto de los años sin problema alguno. Lo mismo pasa con su ropa y sus cosas. El hombre se repetirá día a día. Se repetirá en moda, color, estilo y forma… Cosa que jamás verá en una mujer.

La mujer, no obstante su infinita aspiración a más y mejores cosas, centra la relación como lo más importante en ella. La relación con su pareja, con sus hijos, con su familia (padres, hermanos, primos) y con sus amigas.

La relación con su pareja ocupa el primer lugar. Cuando la relación con la pareja no está bien, tenderá a centrarse en sus hijos, familiares y amigas. Las hermanas y amigas son cruciales en su estructura, ya que en ellas encuentra la audiencia que no juzga, que no dicta. Que escucha y entiende. Es por esto que la mujer prefiere a las amigas que al marido cuando las cosas no están bien. Con ellas se puede desahogar, con él no.

Cuando la relación con su pareja está bien, es decir cuando él la escucha y toma en cuenta su parecer, esta le ayudará a consolidar lo hecho al tiempo que lo impulsará a lograr algo más. Un más que ya consolidado le servirá de plataforma para impulsar al marido a un nuevo más y así sucesivamente.

La mujer, permítaseme el paralelismo, es como la leona en el renio animal.
La leona va…, observa, estudia el entorno, elige la presa y va por él holgazán de su marido para que este haga lo que debe de hacer. 

Con nosotros pasa lo mismo. La mujer observa, estudia el entorno, mide riesgos y posibilidades. Ya una vez hecha su elección, le siembra al marido con lenta e inteligente paciencia, las ideas y objetivos que al paso del tiempo le hagan sentir y creer que la idea es de él… Es por ello que se dice que detrás de todo hombre solo con éxito, hay una mujer sorprendida.

La mujer jamás está satisfecha. Tiene una ingente necesidad de conocer más cosas, lugares, comidas, personas y cuantas etcéteras se pueda usted imaginar. El hombre, por el contrario, es un animal de rutina. Visita los mismos lugares, viaja a las mismas partes, come en los mismos restaurantes y hace las mismas cosas. Poco explora, poco se aventura… Y entre más edad tenga, más sedentario y rutinario se hace (ouch).

Las aventuras masculinas, esas que están más allá de la infidelidad y de las fantasías de su mente, están en el futbol, en el bar, en las carnes asadas o en los cafés… Y por supuesto que son siempre las mismas, con la misma gente, los mismos bares, cafés, restaurantes y amigos. El hombre, género masculino, es poco dado a la variabilidad. Ésta está en las mujeres, no en los hombres.

Entre usted a una tienda de ropa de hombres. La tienda será plana, lineal y monocromática. Ahora entre usted a una tienda de ropa de mujeres. Esta tendrá toda la gama de colores, incluso aquellos que usted ni siquiera sabía que existían, amén de una basta variedad de modelos, diseños, cosméticos, accesorios y demás menesteres. 

La mujer busca el cambio, la novedad, la variabilidad. El hombre la tranquilidad, la rutina, la monotonía, la certidumbre.  

Por supuesto que la mujer acusa al hombre de inestable. Y lo es, pero lo es en el combés de lo sentimental, de lo emocional. Poco sabe lidiar el hombre con sus emociones. No se le enseño a lidiar con ellas. De hecho crece con el estigma de que mostrar sus emociones es signo de debilidad. Las calla. Las procesa en silencio con la capacidad y claridad que posea y luego las echa al olvido. Obviamente que estas no desaparecen. Se quedan ahí, en estado latente, esperando la primera oportunidad para salir y hacerle hacer cosas que no debe de hacer.

Este hacer lo que no debe hacer es lo que hace que la Mujer lo acuse de inestable. No obstante el hombre en las cosas del hacer, es más estable que la mujer. 

El hombre, como buen animal de rutina, es poco dado a explorar nuevas formas y horizontes. La mujer es la que lo tiene que sacar de su zona de confort, llevándolo a nuevos entornos, formas y culturas. Lo hace obsecuente a su esencia y por el bien de los hijos. Su interés es que estos vean cuanta cosa sea posible para que tengan un marco de referencia mayor al que tuvieron ellos.

La mujer puede cambiar a los hijos de escuela si así lo considera necesario. El hombre no. Lo hará solo en caso de extrema necesidad o porque así lo decida la mujer (lo cual es lo mismo). Ella es la que mueve a la familia, empezando por él. Cuando él no se deja, se centra en los hijos. Les abre horizontes y los expone a nuevas formas y culturas.

El objetivo a lograr con él o los hijos es exponerlos a nuevas y mejores cosas, en la inteligencia de que siempre logra más el que aspira más. No obstante este mover a los suyos debe subordinarse a lo que ellos son, no a lo que ella desea que sean. De lo contario su impulso será estéril. Estará empeñada en lograr una quimera, pero no una realidad.

Una pareja muy cercana a mí se disolvió por el desmedido afán de ella de hacer que su pareja fuera todo lo que ella pensaba que él debería de ser, aun cuando ese ser estaba muy lejos de lo que él es y en una latitud antípoda a él. El resultado fue el esperado, solo era cuestión de tiempo.

Ella, no obstante el acusado éxito y prestigio de él, deseaba que él trabajará en el desarrollo de los ideales que ella había concebido para él, ideales que no obedecían a la esencia de él sino a las necesidades de ella. Este no entender la naturaleza del otro hizo que ella, en lugar de ser motor, fuera freno.

La mujer como freno.
Existen mujeres que cuando uno las conoce, no puede dejar de pensar que hubiese sido genial que Adán muriera con todas sus costillas. 

Claro que de los hombres se puede decir mucho más. Una amiga que se distingue de las demás por poseer una inteligencia aguda y mordaz, dice que no se explica cómo si han podido poner un hombre en la luna, no ponen a todos los demás. Mucho es lo que se puede decir de uno y otro género, no obstante este artículo está circunscrito a la mujer. Ya sea como motor o como freno.

Hay mujeres a las que les gustan los hombres desesperados, les gustan tanto que cuando nos los encuentran, los hacen. La mujer freno tiene una enorme capacidad de hacer hombres desesperados. Es por ello que se dice que en la vida de cualquier hombre, aunque sea calvo, hay una Dalila. 

La mujer freno esta tan casada con el dogmático deber ser de su mente, que no solo no puede aceptar la esencia de los suyos, sino que trabaja con denuedo para cambiarla, lo cual de suyo es es una contradicción. Jamás lo podrá lograr.

Cierto que hay dos cosas que un hombre jamás admitirá que no hace bien: conducir un coche y hacer el amor. No obstante y más allá de lo muy mal que haga ambas cosas, la mujer freno no solo no le permitirá conducir su propio carro si ella va en él, sino que además decidirá que carro es el que él debe de comprar, no en función no de sus necesidades sino de su conducción.

La mujer freno, consciente de que dios creo Adán como pudo (era su primera vez), se pasará toda la vida corrigiéndole la plana al Creador. No solo en el amor y en la conducción de los autos, sino en todos los ámbitos del ser y hacer de su pareja. Ella le dirá con quién se puede reunir y con quién no. Que si puede y qué no puede hacer. Y así como estas mil y un cosas más en las que ella le definirá los limites irrestrictos de su ser y hacer.

La mujer freno no duda de que el hombre sea inteligente, no obstante esta cierta de que no existe mujer que se haya casado con un hombre estúpido solamente porque tenía un bonito par de piernas, por lo que toma como tarea personal el dirigir la inteligencia de su hombre para que este no cometa un error igual al de su inteligencia.

La mujer freno, convencida de que su hombre piensa también con la piel y que esta puede llegar a pesar más que las neuronas, vigilará con denuedo todos los actos y contactos de éste, limitando en mucho la expresión de su ser y hacer.

Me queda claro que el rol de la mujer es acotar, no obstante la mujer freno acota a tal grado a su hombre, que este terminara siendo un hombre bonsái o un fugitivo de su amor.

Recién me comentaba un empresario del ramo de autoservicios, que había estado en una relación carcelaria (fue la palabra que uso) que le dejo muy mal sabor de boca y muy poca confianza en sí mismo. Me comenta que ella era una gran mujer, pero que sus inseguridades hicieron de la relación un infierno, tanto para él como para ella.

No es que ella no lo dejará hacer nada, sino que todo lo que hacía terminaba en conflicto, ya sea porque él había ido a un restaurante o café donde seguramente había mujeres o porque se reunía con esa escoria a la que llamaba amigos. Los conflictos eran tantos y tan constantes que termino alejándose de sus amigos para no tener problemas con ella.

Cuando termino la relación se sintió liberado y poco a poco se fue rescatando a sí mismo. Al preguntarle sobre su nueva relación, me contesto: la primera vez que compras una casa, la compras porque te gusta. La segunda vez, revisas los cimientos.

La mujer freno es, como diría Margot Asquith, la clase de mujer de la que hasta ella misma huiría.

El cordón umbilical.
Hay personas que nunca logran romper el cordón umbilical con sus progenitores. Esto es algo que le sucede a ambos géneros, no es específico de ellos o ellas. Las personas que no logran romper el cordón umbilical, es decir que no logran separarse emocionalmente de sus padres o de alguno de ellos, crean una dependencia emocional enfermiza que les impide desarrollar relaciones sanas con su entorno.

Estas personas crean en su mente una idea de sus progenitores que no responde a la realidad. Sus progenitores dejan de ser humanos para ser algo que está más allá de lo terreno. Los idealizan y mitifican a tal grado, que no hay persona en su entorno que pueda estar a su altura, ya que a todos los comparan con ese marco de referencia que no existe más que en su mente.

Para ellos el otro: pareja, hijo, socio o individuo, es importante solo en la medida en que éste se aproxima o cumple con lo que su progenitor esperaría de sus relaciones. Si el progenitor está vivo o muerto es lo de menos. Este vive en ellos y es más importante en ellos el ideal de su progenitor, que la pareja o cualquier otra persona.

Veamos algunos ejemplos.
Carmen idealizo a su papá por sobre todas las cosas. A ella le toco estar a su lado en el momento de su muerte y las últimas palabras de este fueron para ella como hija prodiga. Se casó antes de que su padre muriera y se casó con el hombre que él le escogió. Si ella lo amaba o no, era lo de menos. Lo importante es que era el hombre que su padre quería para ella.

Su matrimonio ha sido bueno, con los acuerdos y desacuerdos propios de toda relación. Él es un hombre que la ama por sobre todas las cosas y si bien es cierto que ella le ha hecho la vida no del todo grata, también lo es que él la ha apoyado y respetado siempre. No obstante la relación entre ambos no ha sido fácil. Ella no ha terminado de enterrar a su padre y todo lo ve desde la óptica del papá, aun cuando este tiene poco más de tres lustros de haber fallecido.

Lo que ella espera y pretende es que su marido y sus hijos varones (dos) sean lo más parecido a su padre, lo cual de suyo es difícil de lograr, ya que cada uno es una esencia en sí y se manifiesta en función de ella y no de las necesidades de Carmen. 

Me queda claro que en el hacer de ella no hay intención de dañar, tan no lo hay que esta cierta de que todo lo que hace y exige es por el bien de ellos, aun cuando esta exigencia no sea obsecuente a ellos ni a sus ambiciones y deseos de vida.

Sandra es una empresaria de éxito casada con un hombre de pasados mejores. Con él procreo tres hijos, dos hombres y una mujer. Sandra idealizo tanto a su padre, que este no solo no obedece a lo que fue, sino que además no se parece en nada al padre que tuvieron los hermanos de esta. 

Su padre fue, huelga decirlo, un gran hombre. 
Un hombre que salió delante de la nada y que construyo un imperio para sí y para sus hijos. Un hombre que como todos los demás, tenía sus yerros y aciertos, no obstante Sandra minimizo sus yerros al tiempo que magnifico los aciertos.
El padre de Sandra murió hace un par de años, tal vez tres, pero no en ella. En ella esta tan vivo como antes y tal vez más, ya que este vive en la mente de Sandra como una presencia constante que norma y dicta todo su hacer y quehacer.

Este no cortar con el cordón umbilical de su padre, ha causado algunos trastornos en la relación de esta con su pareja, socios e hijos, ya que estos, desde la óptica de ella, debieran regirse bajo el código de conducta de su difunto padre. Ningún hombre de su entorno es digno de ella y no lo es debido a que ninguno de ellos se aproxima a lo que su padre fue, lo cual termina dejándola más sola de lo que quiere y desea.

Las personas que no logran cortar el cordón umbilical o dependencia emocional de sus padres, crean una relación mítica en donde nada obedece a la realidad, razón por la cual se muestran dogmáticas, cerradas y obtusas en sus relaciones y en el entendimiento de la realidad.

La relación con estas personas suele ser áspera y difícil, amén de que ellas están ciertas de que están en lo correcto. Estas personas, más allá de su género, se convierten freno para todos aquellos que están juntos a ellos.

La frase que las define es…: “Si la realidad no se adecua a mí, peor para la realidad”.

El equivocado es el mundo, no ellas.

Nos leemos en el siguiente artículo.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Comentarios y sugerencias