Hay dos
características o distingos que nos separan de los demás animales de la
creación: la Inteligencia y la voluntad.
Estos atributos
son cien por cien humanos. No quiere decir que los animales no sean
inteligentes. Lo son y mucho. No obstante los animales tienen la inteligencia
que necesitan para ser animales y a esa inteligencia le llamamos instinto.
Los seres
humanos tienen, además del instinto que es la inteligencia de la especie, una “inteligencia
volitiva” que tiene un solo fin: pensar lo que se piensa. La cual, para poder
ser de utilidad, necesita de la “voluntad”, que no es otra cosa más que la
inteligencia en acción.
La conjunción de
estas dos variables es la que nos permite crear la estrategia y la acción, tema
del que vamos a hablar en este artículo.
O piensas
antes de actuar o terminaras actuando como piensas.
Pareciera ser
que estos dos distingos del ser humano (inteligencia y voluntad) obedecen más a
la teoría que la realidad. En los hechos nos es menester reconocer que pensamos
poco y lo poco que pensamos lo pensamos poco.
Los seres
humanos actuamos normalmente en automático. Poco nada pensamos nuestro diario
vivir y cuando lo hacemos es solo ante un problema, es decir, ante una desviación
estándar que se nos presenta y que nos obliga a buscar una solución. Ya una vez
resuelta la desviación, dejamos de pensar para regresar de inmediato a ese accionar
en automático que nos distingue.
Otro constante
del ser humano es el hecho de que cuando estamos ante un problema que no sabemos
o podemos resolver, creamos uno mayor. Uno que deje de ser exclusivo de
nosotros. Uno que sea de todos y que su magnitud sea tal, que el problema
original se minimice o ignore, resolviendo así el problema en cuestión.
Es una forma
extraña de operar, sin embargo es más común de lo que pensamos. Un ejemplo de
ello es el caso del estudiante que ante las paupérrimas notas obtenidas, decide
fugarse de la casa o embarazarse, de tal suerte que la trascendencia del nuevo
problema hace que este sea de todos y no nada más de él. El nuevo problema es
tal, que en lo único que nadie piensa es en las notas que obtuvo el estudiante
y que le llevaron a crear un problema mayor.
Este no pensar,
es lo que hace que migremos de un problema menor a uno mayor, cuando la
realidad es que lo único que tenemos que hacer es aprender a pensar.
El cerebro, lo hemos explicado anteriormente, no está hecho para pensar. Está hecho para adaptarse y sobrevivir. En otras palabras, al cerebro hay que enseñarle a pensar, de lo contrario piensa solo y piensa puras estulticias, como la del estudiante arriba mencionado.
El cerebro, lo hemos explicado anteriormente, no está hecho para pensar. Está hecho para adaptarse y sobrevivir. En otras palabras, al cerebro hay que enseñarle a pensar, de lo contrario piensa solo y piensa puras estulticias, como la del estudiante arriba mencionado.
Una de las cosas
que más debiéramos de pensar y no solo ante una desviación estándar, es el Qué
y el Cómo de nuestra vida. Cosa que hacemos por excepción. La realidad es que
la gran mayoría hemos desarrollado esa rara y bella habilidad de improvisar la
vida al paso de la misma, lo cual sin lugar dudas suele ser divertido y en
algunas ocasiones hasta interesante, no obstante la pregunta es: qué tan útil y
productivo nos ha resultado esta pobre y magra forma de pensar. No nos damos
cuenta de los resultados obtenidos debido a que los seres humanos confundimos
el hacer con el lograr. Hacemos muchas cosas, logramos pocas.
Esta pereza
intelectual que nos exime de pensar, es lo que nos impide aprovechar ese cúmulo
de oportunidades que siempre han estado ahí, a la espera de ser vistas y
capitalizadas. Es por ello que cuando surge algo nuevo en el mercado, no falta
quien diga: eso ya se me había ocurrido a mí. Testificando con su declaración,
que tuvo la inteligencia para detectarla mas no la voluntad para ejecutarla.
Fallando así la estrategia y la acción.
La estrategia y
la acción son temas que nos competen a todos, estemos o no en el combés de lo
empresarial.
Lo primero que tenemos
que entender es que la vida es más simple de lo que parece. Lo complicado no es
la vida, es la improvisación con la que vivimos la vida.
La vida no es
lineal, es oblicua y como tal hay en ella una suma de factores que si bien es
cierto que hay muchos que no se pueden prever, hay otros tantos que sí y que
decidimos ignorar. Esa suma de factores (previsibles e imprevisibles) es lo que
conforma eso que llamamos “providencia”.
La providencia no
distingue dignidades, niveles o clases sociales. Solo llega y llega igual para
todos, sin importar si son buenos o malos, listos o tontos, justos o pecadores,
pero de esta hablaremos un poco más adelante.
Se dice, y con justa razón, que los seres humanos nos
movemos en tres estadios: Libertad; Providencia y Destino.
Libertad:
La libertad es
un tema discutido en todos los ámbitos del quehacer humano. De hecho el adagio
más socorrido de la libertad es el mito del libre albedrio. Ni duda cabe de que
el libre albedrío existe, pero no en la magnitud y forma que pensamos, ya que
estamos biológicamente condenados a un proceder que excede nuestro superficial
entendimiento y razón.
Los seres
humanos somos el resultado de una suma de variables: genética, raza, geografía,
historia, entorno y cultura. Y todas ellas inciden en nuestro diario vivir más
de lo que imaginamos y pensamos. No obstante nos es grato pensar que mucho de
nuestro accionar depende de nuestro libre albedrio, sin detenernos a pensar que
este está subordinado a las variables arriba mencionadas.
Hay una pregunta
que tiene múltiples respuestas, desde la inmediata hasta la largamente
meditada. La pregunta en sí nos puede ayudar a pensar que tanto de nuestro
accionar es libre y que tanto predeterminado…
La pregunta en
cuestión es la siguiente:
¿Somos libres de
elegir si solo somos capaces de elegir aquello que nos han enseñado a elegir?
Las respuestas
pueden ser muchas y variadas. Sin
embargo, y sin minimizar la carga ontológica que en si misma lleva el concepto
de libertad, hay, dentro de la cotidianidad, un margen para ejercitar eso que
llamamos libertad.
¿Quién o quiénes
son los que viven en libertad? Viven en libertad aquellos que ejercitan la
virtud de la Re-flexión.
Re-flexión
(Volcarse sobre sí mismo).
Como la palabra
lo dice, la re-flexión no es otra cosa más que la capacidad de volcarse sobre sí
mismo (pensar lo que se piensa). Este volcarse sobre sí mismo nos ayuda a
cuestionar lo que se nos ha enseñado, lo cual muchas veces obedece a lecciones
del pasado (tradición), que no necesariamente nos van a ser útiles en el
presente y en el futuro.
Este pensar lo
que pensamos nos lleva a ver más allá de lo que nos han enseñado y por ende a
elegir más allá de lo que nos han enseñado a elegir. Es en este preciso instante
cuando ejercemos la libertad, ya sea para elegir diferente o elegir lo mismo
pero con el sustento de la reflexión.
Así pues, la libertad no es otra cosa más que la capacidad de pensar lo
que se piensa para poder escoger entre dos bienes el mejor.
La libertad no
tiene que ver con la improvisación. Todo lo contrario, tiene que ver el plan.
No se puede
tener libertad si no se tiene un plan para ejercitarla y ejercerla, y aunque
paradójicamente pareciera que el plan nos limita el espacio de libertad, la
realidad es que solo aquellos que poseen un plan de vida concreto con sus Qué’s
y sus Cómo’s, son los que se mueven en un espacio de libertad.
Parte medular de
lo que en si mismo es la estrategia, esta en entender que: “o se tiene un plan
de vida o se está en el plan de otra persona”. No hay escapatoria posible.
El problema es
que la gran mayoría de los seres humanos no poseen un plan de vida, lo cual termina
convirtiéndoles en personajes secundarios de su propia biografía. Ya que otros
terminaran considerándolos como piezas tácticas y transitorias en su tablero de
ajedrez.
Así pues,
aquellos que tienen un plan de vida definido, que tienen claro los estadios de
su vida y lo que han de lograr en cada uno de ellos, son los que están menos
sujetos a los inevitables avatares de la providencia. Se dice y se dice bien,
que el inteligente prevé y el estúpido constata. Esto que invita a risa es más
cierto de lo que pensamos, tan lo es que nos reímos.
El estúpido vive
constatando que los resultados de su accionar no son los que esperaba, lo cual
es obvio, ya que el accionar de estos carece de la más prima lógica y sentido
común, cómo lo es por ejemplo el hecho de querer ganar aquello que no se ha
hecho nada por ganar, o como ese otro que siempre está a la espera de que pase
lo inesperable.
Necio es aquel
que espera lo que sabe que nunca ha de acontecer.
Todos conocemos
a una ingente cantidad de personas que dicen querer tener dinero, pero que no hacen
nada para tenerlo. Estas personas confunden el desear con el querer, lo que inevitablemente
hará que estén sujetas a los avatares de la providencia.
Recién se le
cayó una operación a un conocido que estuvo trabajando en ella poco más de tres
años. Tan pronto se la cayo acudió mí para ver si le podía ayudar a salir de un
bache. Al preguntarle qué que más tenía en curso, me contesto: ese es el
problema. No tengo nada en curso ni sé que hacer.
Obviamente este
no planear las cosas hace que constantemente este sujeto a los avatares de la
providencia, esperando que de un momento a otro o por una causa u otra suceda
algo que lo saque de donde está. ¿Probabilidades de éxito? Nimias.
El destino nunca
nos sorprende, nos reprende.
Para este tipo
de personas el destino es más obvio y transparente que para cualquier otra. El
destino siempre se nos está anunciando. A cada paso que damos nos va anunciando
lo que va a pasar. Somos nosotros los que no lo queremos ver. Solo los que
tienen un plan de vida son los que, en cierta medida, están ajenos a ese
destino fatalista que condena a los demás.
La libertad se
conquista.
La libertad la
tenemos que conquistar día a día, pues si bien es cierto que nacimos condenados,
ya sea por los arquetipos que nos construyeron nuestros padres, por la historia
familiar, por la carga genética, por las taras psíquicas o físicas con las que
hayamos nacido o por mil y un razones más, también lo es que esta en nosotros decidir
si viviremos condenados o en libertad, pues solo alcanzan la libertad aquellos
que aprenden a elegir más allá de lo que les enseñaron a elegir.
Decidir es
elegir.
En la vida nada
es caro cuando sabes su precio, porque entonces ya sabes si lo pagas o no. En
la vida hay que estar eligiendo día a día. La diferencia entre una decisión y
otra es estar consciente de que el precio de la libertad lo escogemos nosotros.
Así, si decidir
es elegir, elijo dimensionar y cargar todo lo que la decisión implica. Es una
elección consciente del precio a pagar. Cosa que no pasa en la improvisación.
En ella, el precio siempre es ignoto, ya que la improvisación a la que me lleva
la falta de planeación me impide ver el costo de la decisión.
Por el
contrario, la definición de mis Qué´s (objetivos) y de mis Cómo´s
(instrumentales) me hace patente el costo de mis decisiones y es ahí, en ese
preciso momento, donde decido si lo pago o no, pero es algo que se hace de
manera consciente.
La planeación
siempre estima y conlleva planes alternativos, cosa que nunca contempla la
improvisación. Cuando planeas la instrumentación de tus objetivos, estimas
tiempos, riesgos, oblicuidades y con ello los costos a pagar. Estos los vas
pagando a plazos, conforme se van presentando.
Este ver, prever
y proveer hace que la vida sea más amigable, ya que el precio de la libertad lo
cargas y pagas en dosis diarias y no de manera intempestiva que es lo ocurre
con la improvisación y falta de planeación.
Providencia:
La providencia
es azarosa y, en la gran mayoría de los casos, imprevisible. No obstante es
menester reconocer que una buena parte de ella se nos anuncia con tiempo
suficiente para reaccionar, solo que no poseemos los ojos y la mente para
verla.
Providencia es
todo aquello que ineluctablemente ha de acontecer, con o sin nuestra venía, pues
esta obedece a un orden que es ajeno a nosotros.
La providencia
es igual para buenos y malos, justos y pecadores, trabajadores o laxos, listos o
tontos, y sin embargo, esto que pereciera ser inevitable (y que lo es), termina
impactando más a unos que a otros, ya que aquellos que eligieron vivir en
libertad, tienen un plan que les permite anticiparse a la inevitabilidad de la
providencia.
Un terremoto afecta
a todos, pero no a aquellos que en el ver, prever y proveer, decidieron vivir
en un lugar que no tuviera el nivel de riesgo telúrico en el que decidieron
vivir los que permanecieron allí.
Un maremoto
afecta a todos, pero afecta menos a aquellos que decidieron no permanecer en la
playa para extasiarse con la observación de la fuerza de la naturaleza.
Una crisis
económica afecta a todos, sin embargo afecta menos a aquellos que en el ver,
prever y proveer decidieron vivir con un mayor nivel de austeridad para
construir una plataforma que les ayudará a salir más rápido de la crisis que
inevitablemente habría de acontecer, aún cuando no se tuviera claro el momento
en el que esta iba se iba a manifestar.
La providencia es,
en muchos casos, medianamente visible y en otros tantos totalmente invisible, sin
embargo las consecuencias de esta son bastante visibles, por lo que no podemos echarle
la culpa a la providencia de nuestros errores, ya que esta, con o sin nosotros,
va a acontecer. Somos nosotros los que decidimos no ver, prever y proveer.
La providencia es
amoral.
Las cosas
suceden por un orden natural y nosotros somos los que en un pleno ejercicio de
inmoralidad, decidimos ignorar el inevitable orden de las cosas.
Nos cuesta mucho
trabajo entender que los otros, nuestros semejantes, son también parte de ese
orden. Así como yo soy parte del orden de ellos, ellos son parte del orden mío.
En otras palabras, si todos somos en cierta forma iguales y distintos, que es
entonces lo que nos hace pensar que el otro no quiere exactamente lo mismo que
yo, cambiara el grado, la forma o la intensidad, pero no el objetivo a lograr:
ganar.
Echarles la
culpa a los otros no es solo un signo de inmadurez. Refractar en los otros
nuestras incapacidades es, además de estulto, inmoral, pues atenta contra el
deber ser, es decir, contra lo que lógicamente se espera que el otro haga, pues
para eso está diseñado, para ganar.
Lo mismo aplica
con la naturaleza, los terremotos, maremotos, huracanes y demás fenómenos
metereológicos y naturales, son, como su nombre lo dice, naturales. Ahí están y
tienen una razón de ser. Es más que imposible ignorarlos. La diferencia estriba
en lo que hacen unos y otros para preverlos o padecerlos. Los que los prevén se
mueven en un mundo de Libertad, los segundos en el del Destino fatalista.
De hecho una de
las premisas de la estrategia es aceptar que el otro quiere lo mismo que yo: ganar.
Todos estamos ciertos de que en la vida solo hay un primer lugar y todos queremos ese primer lugar, Así pues, es estulto creer que el otro no va a luchar por él, ya sea ortodoxa o heterodoxamente, pero va a luchar.
Todos estamos ciertos de que en la vida solo hay un primer lugar y todos queremos ese primer lugar, Así pues, es estulto creer que el otro no va a luchar por él, ya sea ortodoxa o heterodoxamente, pero va a luchar.
Luego entonces
porque echarle la culpa a los otros de mis desaciertos, cuitas y pesares, si el
otro está haciendo exactamente lo mismo yo: competir por el primer lugar.
Destino:
La palabra en si
misma encierra muchas emociones, todas ellas encontradas y polémicas, pues el
debate de si existe o no el destino ha sido una constante en el devenir de los
siglos. No obstante en esta ocasión nos limitaremos a explicar lo que con ello
queremos enunciar. Para efectos prácticos
llamaremos destino a todo aquello que nos condena a no ser lo que debemos ser.
Pareciera que
una gran cantidad de personas son alcanzadas por su destino. Inician con un
futuro prometedor que van perdiendo en el decurso del camino hasta que llegan a
su nivel de flotación. Algo así como las ganancias inesperadas, que siempre se
gastan y pierden igual, inesperadamente.
Cada que nace un
niño, nace un genio.
En el caso de
usted no me crea, le sugiero que por favor hable con las mamas que tengan hijos
de cinco años edad o menos. Todas le dirán que sus hijos son unos genios. Así
entonces porque cuando usted observa su entorno inmediato no ve a esos genios
que nacieron hace treinta o cuarenta años. Lo más seguro es que usted se
pregunte en donde quedaron esos genios. ¿En qué momento perdieron la genialidad
y ganaron la imbecilidad?
La gran mayoría de
la gente desea vivir mejor, pero es solo un deseo, no una querencia. En la vida
solo logramos lo que queremos y añoramos lo que deseamos. Así, la gente dice
querer vivir mejor, pero no saben lo que eso significa y mucho menos los
precios que habrán de pagar para lograr ese “vivir mejor”.
La gran mayoría de
la gente se sujeta a lo que el destino les depara. Un destino que les lleva por
apatía y decidía a su nivel de flotación. Un nivel donde están pacientemente
clorofilando, imitando a las plantas en ese vegetar que tiene vida pero no
movimiento.
Esta gente nunca
tuvo un plan de vida. Tuvieron una idea de plan, más no un plan. Tan no lo tuvieron
que viven improvisando la vida, inmersos en esa terapia ocupacional que llamamos
trabajo y que les permite evadir su realidad. Viven en la constante espera de
esa fortuita oportunidad que se les pueda llegar a presentar, sin detenerse a pensar
si esa oportunidad obedece o no a ellos, ya que la estrategia siempre tiene
imperio sobre la oportunidad.
Una oportunidad
es oportunidad, si y solo si obedece a mi estrategia, de lo contrario, me va alejar
de ella.
Este tipo de personas
confunden los datos con la información. La información emana de la depuración
de los datos, pero el dato en si mismo no es información, ya que no informa
nada, confunde, pero no informa. Para este tipo de personas aplica bien la
premisa de que: todo problema complejo tiene una solución errónea, sencilla y
fácil de entender.
Estás personas
están condenadas a vivir un destino de bajo nivel de referencia, ya que la vida
de esta gente carece de propósito, objetivo y estrategia. Viven el esquema de la paranoia crítica, es
decir, sistematizan de una forma objetiva y racional, un conocimiento
irracional y subjetivo que les lleva a objetivar ideas delirantes en realidades
frustrantes.
La razón
primaría por la cual la gente se condena a si misma a vivir un destino
insustancial, es por comodidad. A nada tiende más el ser humano que al confort.
Y el Destino se disfraza de confort. En él no hay nada que cargar, no hay nada
que hacer más que vegetar y esperar, lo que ineluctablemente hace que su vida termine
siendo una caricatura de lo que podría ser.
La
estrategia.
La estrategia se
sustenta en varias premisas:
La primera
premisa y la más importante de todas es que hay que entender que todo negocio se
hace para sustentar un proyecto de vida, es decir, para hacer realidad lo que
uno Es.
Es un ES que
emana de lo más profundo de nuestro ser y que ha sido una constante en el
devenir de nuestro quehacer biográfico.
En otras palabras, no hay un ES temporal. El ES, es una constante que
nos acompaña del útero al sepulcro.
La segunda
premisa y tan importante como la primera, es que la estrategia solo puede ser
considerada como tal, si emana de la Definición de Negocios. De no ser así, nos
alejaríamos del proyecto de vida por el cual pusimos dicho negocio.
La tercera premisa
es que la estrategia, ya una vez que emana de la Definición de Negocios, debe
de cuidar varios filtros: El Debo; el Puedo; el Quiero; lo Particular y el Plan
de Ruta.
El Debo
compete a la obligación moral. A aquello que estoy obligado. A aquello que debo
hacer aun cuando no me guste ese hacer.
El Puedo se refiera a las capacidades. Nos es menester preguntarnos cuales son las capacidades que tenemos y cuales las que nos debemos allegar, trabajar en ellas y aceptar lo que no podemos hacer. Pues nadie está obligado a hacer lo que no puede hacer.
El Quiero demanda un enorme ejercicio de honestidad, pues en este es menester que a identificar en que y en donde está situado nuestro querer. Ya que no hay estrategia que pueda contra un no querer.
La cuarta es que la estrategia debe ser particular, nunca general. No es lo mismo que la estrategia sea tener novia, que tener esta novia. Si la estrategia es tener novia, entonces la ejecución me llevaría a declararle mi amor a cuanta mujer vea. Por definición una de ellas terminara diciéndome que sí.
El Puedo se refiera a las capacidades. Nos es menester preguntarnos cuales son las capacidades que tenemos y cuales las que nos debemos allegar, trabajar en ellas y aceptar lo que no podemos hacer. Pues nadie está obligado a hacer lo que no puede hacer.
El Quiero demanda un enorme ejercicio de honestidad, pues en este es menester que a identificar en que y en donde está situado nuestro querer. Ya que no hay estrategia que pueda contra un no querer.
La cuarta es que la estrategia debe ser particular, nunca general. No es lo mismo que la estrategia sea tener novia, que tener esta novia. Si la estrategia es tener novia, entonces la ejecución me llevaría a declararle mi amor a cuanta mujer vea. Por definición una de ellas terminara diciéndome que sí.
Si le estrategia
es tener esta novia, entonces la ejecución se centrara en una sola mujer, en la
inteligencia de que no todas las mujeres son mis mujeres, ni todas las batallas
mis batallas.
El estratega es
ante todo un ser que sabe elegir y dimensionar sus batallas, pues la causa más
común de nuestros yerros es que no tenemos ni idea de las batallas que tenemos que
enfrentar, lo que nos lleva a involucramos en batallas que no nos competen,
gastando inteligencia, energía y recursos en lo que no es.
La quinta es que la estrategia en cuanto tal, debe de tener un plan de ruta.
Un diseño del camino que nos ayude a conducirnos hasta el final y que nos permita explorar todas las consecuencias y los obstáculos, con la menor cantidad posible de sobresaltos, no porque estos no existan, sino porque están previstos.
Por otro lado es importante entender dos cosas: la primera es que solo aquellos que poseen un plan con sus Qué’s, Cómo’s y Cuando’s, serán capaces de arribar al futuro pensado con antelación.
La segunda es que tener un plan no significa que se tiene una estrategia. De hecho la gran mayoría de la gente ejecuta con maestría lo que no necesita hacer, pues el objetivo de su plan es tener un plan, lo cual no quiere decir que tenga estrategia.
La quinta es que la estrategia en cuanto tal, debe de tener un plan de ruta.
Un diseño del camino que nos ayude a conducirnos hasta el final y que nos permita explorar todas las consecuencias y los obstáculos, con la menor cantidad posible de sobresaltos, no porque estos no existan, sino porque están previstos.
Por otro lado es importante entender dos cosas: la primera es que solo aquellos que poseen un plan con sus Qué’s, Cómo’s y Cuando’s, serán capaces de arribar al futuro pensado con antelación.
La segunda es que tener un plan no significa que se tiene una estrategia. De hecho la gran mayoría de la gente ejecuta con maestría lo que no necesita hacer, pues el objetivo de su plan es tener un plan, lo cual no quiere decir que tenga estrategia.
Aforismos
sobre la estrategia.
Pensar
estratégicamente es pensar con método;
Una estrategia sin Definición de Negocios no es estrategia.
Una estrategia sin Definición de Negocios no es estrategia.
La estrategia en
cuanto tal, es modelo de acción y actuación que nos conduce al logro de los resultados.
La estrategia
siempre tiene imperio sobre la oportunidad.
La estrategia
siempre está aprendiendo de sí misma. Nunca está terminada.
La estrategia es
y debe de ser amoral.
En la estrategia
debemos entender que el otro quiere exactamente lo mismo que nosotros: ganar.
La estrategia es
un juego que, teniendo en cuenta a los contendientes, el medio y las circunstancias,
no reconoce empates.
La estrategia
tiene que ver más con el carácter que con la inteligencia.
El triunfo
siempre está al final, nunca en el camino, pero para transitar un camino lleno
de aparentes derrotas se requiere carácter, pues solo el hombre de carácter
sabe que ese cúmulo de pequeñas derrotas es la retroalimentación que el camino nos
hace para llegar al triunfo.
El estratega
debe saber sobrellevar las frustraciones propias y las de los demás.
De hecho siempre
estará sujeta a ellas, pues su gente (familia y empleados) siempre tendera a
presionar para recuperar lo más pronto posible su nivel de confort. Para el
estratega es de suma importancia distinguir el tipo de presión que los suyos
ejercen sobre él, pues una es la presión por el confort y otra la de abdicación.
Su gente ejercerá una presión abdicativa solo cuando perciben en él, una
acusada incapacidad para salir adelante.
Método del
estratega.
Definir con
precisión el problema.
Es común ver en
las personas, como en las empresas, que los conflictos perduran (o se repiten)
porque el problema en cuestión no está bien definido, al grado que confunden síntoma
con enfermedad. Muchos de los problemas desaparecen con solo darles forma y
definición (identificación).
Determinar criterios.
Los criterios (o normas de acción) no son fáciles de determinar. Ante un problema siempre decimos: hay que hacer algo…. Cuando lo que debemos hacer es especificar claramente ese algo.
Los criterios son la expresión táctica de un objetivo que se trata de alcanzar gracias a la acción que se percibe como ideal.
Los criterios son dos: cuantitativos (utilidades) y cualitativos (la gente). Y lamento decirles que el primero de ellos (utilidades) tiene imperio sobre el segundo (la gente).
El objetivo cualitativo (la gente) tendrá imperio sobre el primero cuando afecte a la generación de utilidades, no antes.
Búsqueda de alternativas.
En esta fase la creatividad marca la diferencia. Recuerde que las opciones más evidentes no son siempre las mejores. No obstante es de suma importancia prestar atención a lo obvio, pues en ello va implícita la solución.
Etapa de análisis.
Es la fase de valoración de cada una de las alternativas mediante los criterios que se han establecido.
Toma de decisión, ejecución y control.
En esta fase hay que dirigir la acción de los involucrados (externos e internos); controlar la ejecución, medir el resultado y corregir la desviación.
Por último es menester recordar que vamos a tener muchos detractores, pues hay gente que tiene una enorme capacidad para destruir todo aquello que no puede construir… Y hasta con ellos vamos a tener que lidiar.
Nos leemos en el siguiente artículo.
Determinar criterios.
Los criterios (o normas de acción) no son fáciles de determinar. Ante un problema siempre decimos: hay que hacer algo…. Cuando lo que debemos hacer es especificar claramente ese algo.
Los criterios son la expresión táctica de un objetivo que se trata de alcanzar gracias a la acción que se percibe como ideal.
Los criterios son dos: cuantitativos (utilidades) y cualitativos (la gente). Y lamento decirles que el primero de ellos (utilidades) tiene imperio sobre el segundo (la gente).
El objetivo cualitativo (la gente) tendrá imperio sobre el primero cuando afecte a la generación de utilidades, no antes.
Búsqueda de alternativas.
En esta fase la creatividad marca la diferencia. Recuerde que las opciones más evidentes no son siempre las mejores. No obstante es de suma importancia prestar atención a lo obvio, pues en ello va implícita la solución.
Etapa de análisis.
Es la fase de valoración de cada una de las alternativas mediante los criterios que se han establecido.
Toma de decisión, ejecución y control.
En esta fase hay que dirigir la acción de los involucrados (externos e internos); controlar la ejecución, medir el resultado y corregir la desviación.
Por último es menester recordar que vamos a tener muchos detractores, pues hay gente que tiene una enorme capacidad para destruir todo aquello que no puede construir… Y hasta con ellos vamos a tener que lidiar.
Nos leemos en el siguiente artículo.
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