sábado, 1 de julio de 2023

El imperio de lo absurdo.

¿Se ha preguntado alguna vez cuanto de lo que ha hecho y hace, obedece a lo absurdo?

Lo absurdo impera en nosotros mucho más allá de lo que imaginamos y pensamos. Lo paradójico de lo absurdo (sordo a uno mismo) es que aun cuando estamos conscientes de que muchos de nuestros actos son irracionales y alógicos, los llevamos a cabo.

Por ejemplo, al elegir pareja el consciente nos dice una cosa y el subconsciente otra. El consciente nos dice que busquemos una pareja que nos complete y complemente, que nos ayude a crecer al tiempo que nosotros le correspondemos de la misma manera. Una pareja que al tiempo que sea pareja, sea equipo.

Nuestra parte apolínea nos señala con toda claridad la persona que racional e inteligentemente reúne todas esas características que nos ayudarían a vivir acorde a la razón y la virtud, pero se nos van los ojos y la piel con ese otro u otra que promete una vida accidentada, irregular, pero llena de pasión, discusiones, desacuerdos y reencuentros. Es un caminar hacia adelante que en muchas cosas nos hace ir hacia atrás…, pero que, alógica e irracionalmente, decidimos tomar.

Este irracional proceder obedece al imperio que nuestra parte dionisíaca tiene sobre nuestra parte apolínea. Sabemos, por ejemplo, que el negocio que nos ofrecen no es necesariamente la mejor opción, pero nos posiciona tanto de cara al aparador, que preferimos invertir en él que en ese otro que es menos accidentado, pero rentable.  

Los grupos aeroportuarios, por mencionar un caso, generaron el año pasado (2022) una utilidad neta del 30%, mientras que las líneas áreas perdieron dinero, salvo una de ellas que gano siete millones de pesos al año.

Menciono este ejemplo por el rescate millonario que hicieron de una aerolínea algunos inversionistas internacionales de gran prestigio. Estos tuvieron la oportunidad de invertir ese dinero en un Grupo Aeroportuario debido a que un inversionista vendía sus acciones para migrar a otros emprendimientos, y, sin embargo, optaron por la otra opción.

Esta les ha dado mucho valor de cara al aparador, pero no rentabilidad. La empresa pierde $ 4.20 dólares por cada pasajero que sube al avión. ¿Por qué invirtieron en ella? No lo podemos saber, pero visto desde fuera podríamos decir que les gano la parte dionisíaca.

Lo mismo acaece en la gran mayoría de nuestras decisiones, nuestra parte apolínea nos señala con toda precisión lo que debemos hacer, sin embargo, lo común es que hagamos oídos sordos a ella (absurdo) para decantarnos por esa otra opción que no esta del todo bien, pero que nos promete una vida más intensa y accidentada.

Otro ejemplo que ilustra muy bien el imperio de lo absurdo es el de la infidelidad. ¿Por qué buscamos o aceptamos tener una relación con esa persona aun a sabiendas de que vive en pareja? ¿O por qué seguimos con esa otra a sabiendas de que comparte cama y piel con otra piel?

¿Es absurdo? Sí. Lo es. Pero hacemos oídos sordos a nuestra parte apolínea en aras de la pasión, del accidente y del error.

Más de uno podrá argumentar que la parte apolínea es muy aburrida. Y tal vez lo sea. No puedo argumentar mucho a favor de esta más que el hecho de que en muchas ocasiones ha sido muy rentable y productiva, amén de placentera (de placenta), pero también es cierto que Dionisio no para nunca. Este nos vive susurrando al oído placeres, accidentes, pasiones e intensidades que jamás nos podrá brindar Apolo.

Es Dionisio el que nos lleva a hacer oídos sordos para caer en ese imperio de lo absurdo que ha regido una buena parte de nuestros actos. ¿Sabemos que esta mal? Sí, pero también es cierto que si usted hurga en su memoria descubrirá que recuerda y se solaza más en lo dionisiaco que en lo apolíneo, aun cuando de cara al aparador hacemos todo lo posible para que la gente nos recuerde por nuestra parte apolínea.

El enfermo sabe lo que no debe comer o beber, y, sin embargo, en mayor o menor medida, hace lo que no debe hacer. Lo mismo acaece con los enfermos terminales. Saben lo que no deben hacer, pero mucho de ellos prefieren vivir una vida dionisíaca que una apolínea carente de placer.

En la vida es más lo que improvisamos que lo que planeamos.
Dionisio y la oblicuidad, que casi siempre van de la mano, nos viven presentado accidentes menores y mayores que nos obligan a salirnos del plan para improvisar. El problema, pues, no es la improvisación o lo dionisíaco, sino la ausencia de cálculo.

El no calcular adecuadamente el nivel de riesgo que podemos manejar (cosa de suyo difícil, ya que Dionisio nos dice que si podemos), es lo que nos ha llevado a hacer
oídos sordos a nuestra parte apolínea.

Lo paradójico de esto es que, si revisamos esos absurdos que a todas luces fueron mayores, encontraremos que el pretexto, texto y contexto nos mostraban todas las señales de alerta de lo que iba a pasar…, así pues, porque sorprendernos, si ahí estaban las señales apolíneas que nos decían lo que Dionisio iba a hacer.   

Lo peor del caso es que dada nuestra natura, es muy probable que lo volvamos a hacer. Tal vez con mucho mayor cautela y cálculo, pero lo volveríamos a hacer…

Nos leemos en el siguiente artículo.

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