domingo, 16 de julio de 2023

La invención o creación de dios.

Hablar de dios es un tema espinoso, sobre todo si se hace fuera de la ortodoxia, sin embargo, lo importante aquí no es el cómo hablemos de dios, sino la exigüidad de tiempo, indagación y análisis que le dedica el hombre común a un tema que, en apariencia, les es trascendental.

Cierto que hay quienes no sienten la necesidad de hacerlo debido a que la ortodoxia lo ha hecho por ellos. Otros se amparan en la donación que sus ancestros les han legado de la idea de dios y a algunos más se ocupan de él, solo cuando las cosas les van mal. No obstante, lo que es menester entender es que la idea de dios es connatural el hombre. No importa si es inventado o creado, lo relevante es que este está íntimamente ligado a la superstición (
superstare = supervivencia).  

Tan es así que no importa si la persona profesa el hinduismo (la religión vigente más antigua del mundo) o si adora al dios Mazda (el primer dios monoteísta), o si practica el judaísmo, cristianismo, islam o alguna otra tan importante como estas. Lo significante es que la idea de la divinidad ha acompañado al hombre desde sus orígenes.

Al principio el hombre les atribuía una vida anímica a todos los seres de la naturaleza y a todos los fenómenos de esta (el sol, la luna, la noche, los rayos, relámpagos, terremotos, lluvia, sequía y demás etcéteras). Esta atribución lo llevo a adorar y temer todos estos fenómenos que no entendía y lo hacía como estrategia de supervivencia (superstare).

Esta misma estrategia es la que los llevo a asociarse con otros y a crear grupos cada vez mayores (tribu), mejorando con ello las posibilidades de caza y protección. En estos grupos destacaban dos figuras principales: el líder y el chamán. El primero por sus habilidades de caza y defensa, y el segundo, por su capacidad de observación, análisis y predicción de las rutas de los animales y por el conocimiento que tenía de los frutos y plantas peligrosas, comestibles y curativas, así como del clima.

De vez en vez surgía en esas tribus un chamán o guía espiritual con capacidades diferenciadas. Al grado que al morir este, los miembros del clan conservaban su cráneo con la intención de que los siguiera protegiendo y guiando desde el mundo de los espíritus. Este cráneo fue mitificado y venerado por las generaciones subsiguientes, naciendo con con ello el concepto del dios antropomorfo.

Conforme una tribu conquistaba a otra, imponía a esta su cráneo particular. Este, junto con los otros entes animistas de la época, brindaba protección y consuelo a los miembros de la congregación. Conforme está crecía en número, crecía también la cantidad de dioses o seres elementales que adoraban.

Cuando el grupo se convirtió en una comunidad con afinidades raciales y culturales (etnia), se afianzo la veneración de los antropomorfos y la lenta extinción de los animistas, debido a que a los seres humanos le era y les es más fácil identificarse con un dios parecido a ellos que con un animista.  

No obstante, la prominencia de los antropomorfos se dio justo en el momento en que los miembros de la etnia ocuparon, en conjunto con otras etnias, espacios geográficos que les permitían crear lo que hoy llamamos pueblo. Con el nacimiento de este nacen también las instituciones religiosas y de poder que normaban la vida de sus habitantes.

Conforme el pueblo crecía en número de habitantes, crecían también los problemas de gobernabilidad, por lo que las instituciones religiosas y de poder crearon el dios meticón (entremetido) que hoy conocemos.

Un dios que, además de ofrecer lo que los anteriores, ofrecía un guía moral que creaba en el pueblo una identidad común, y un sentido de confianza y cohesión, ya que este era un dios que podía observar, premiar y castigar los pensamientos e intenciones de cada uno de los pobladores, amén de comunicarle a reyes y sacerdotes los yerros y desaciertos de sus gobernados.  

El dios meticón fue mutando de formas e instituciones conforme cambiaban las sociedades de los hombres. Y si bien es cierto que en el mundo ha habido una sensible perdida de poder y relevancia del dios meticón, de sus instituciones y de sus representantes, también lo es el que el hombre ha regresado más fuerte que nunca a su origen animista.

Hoy, al tiempo que se discuten y se viven los avances de la ciencia, del telescopio James Web, de la Inteligencia Artificial, el internet satelital y una suma de etcéteras más, se vive también una retrocesión en el combés de lo espiritual (el 41% de los occidentales consulta su horóscopo, el tarot, la numerología y cosas similares antes de tomar una decisión).

Estamos viviendo dos fenómenos que definirán la forma de vida de los individuos, de la sociedad y de las instituciones religiosas y gubernamentales en los siguientes quince años: la invención de dios acusa una seria disminución y; la creación de dioses, una exacerbada aceleración.

La invención tiene que ver con el descubrimiento (inventus = descubrir); la creación, con lo que emerge del hombre (creare = engendrar).

Esta exacerbada creación de dioses particulares que inicio junto con las redes sociales (2008), nos ha llevado como sociedad a migrar de una identidad común (nación) a una identidad de grupo (blancos, negros, pobres, homosexuales, lesbianas y demás); de la cohesión a la polarización y de la confianza a la suspicacia. Cuando las personas dejen de creer en el dios que inventaron sus ancestros, dejan de creer en las instituciones que estos crearon (iglesia, matrimonio, familia, sociedad, democracia y demás instituciones de orden legal y moral).

Esto está generando nuevas formas de interacción social y de gobierno. Los individuos se vinculan con aquellos que comparten identidad, al tiempo que rechazan y atacan a los que no la poseen (enfrentamiento de grupos). Los partidos políticos se fracturan y en lugar de cohesionar la nación, la dividen. Las iglesias se derrumban, pierden autoridad y no saben qué hacer.

Este fenómeno se va a agudizar los siguientes dos lustros (violencia e inestabilidad), después de ello perderá gradual y lentamente su fuerza hasta llegar al cuarto lustro, que es en el que la humanidad habrá esbozado una nueva forma de sociedad y gobierno.

En el inter lo que debemos hacer es ocuparnos de lo que es inmediato a nosotros, que, si bien es cierto que vamos a enfrentar riesgos y peligros, también lo es el que se van a presentar retos y oportunidades. Las cuales solo podremos capitalizar si nos centramos en nuestra salud, familia y economía.

Nos leemos en el siguiente artículo.

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