lunes, 9 de marzo de 2015

La falacia de la corrupción.

La falacia de la corrupción.

Acabar con la corrupción en un país en el que 70 de cada 100 habitantes compran piratería, no es una tarea fácil ni tampoco algo que solo se circunscriba al quehacer político o empresarial. Es algo mucho más profundo. Es algo que tiene que ver con nuestros orígenes, con la genealogía de la moral.

Hace veinte años nadie hablaba de la corrupción y no es porque esta no existiera o estuviera bajo control. Los impulsos humanos han sido, son y serán siempre los mismos. Lo que pasa el que hoy es un tema modal. Es un subproducto emanado de ese gran sistema de catarsis llamado redes sociales. Estas, aunque estériles en gran medida, son las que ponen en la palestra los temas a discutir y no porque el total de de sus miembros estén convencidos de erradicar la corrupción. Nada más lejos de la realidad (70 de 100 compran piratería), sino porque las redes sociales tienen un efecto multiplicador en el Hombre Masa (el 93% de la población). Este, para no sentirse fuera de la Masa, publica y exige lo mismo que los demás, pero lo hace esperanzado de que la justicia se aplique solo en los bueyes de su compadre. Así, pues, la corrupción es una palabra recurrente en la temática del Hombre Masa, pero ajeno a su realidad, y por ende a la realidad nacional.

El virus de la corrupción tiene múltiples orígenes (raza, historia y geografía), no obstante uno de ellos, el más obvio y fácil de entender, es el que tiene que ver con su sistema de gobierno, no el actual, sino el histórico. La corrupción, pues, está en los genes políticos que rigieron en el pasado de los países hoy denominados corruptos. Sirva, para ilustrar lo anterior el opuesto de lo aquí enunciado. 

Los países menos corruptos del orbe son aquellos que nuca fueron Imperio (Dinamarca, Noruega, Finlandia, Nueva Zelanda, Suiza, Suecia, etc.). Por el contrario, los países que emanan de un pasado histórico imperial, como es el caso de México, España, Inglaterra, Francia, etc., son los que más han padecido o padecen el virus de la corrupción. Alguno claramente abierto como acontece en los países latinoamericanos, y otra velada e inteligente como acontece a los países del primer mundo.

México ha sido un país de imperios. Un país donde el huēy tlahtoāni (gran orador) era dueño y señor de la vida, la tierra y los recursos de sus súbditos. Al dictatorial imperio azteca (1325 a 1521) le sucede el español (1521- 1821). En ambos imperios el poder estaba centrado en una familia, la que era dueña y señor de vidas y recursos. El emperador de turno podía dar o quitar sin reparo alguno. Ante esto la única alternativa que tenían sus habitantes para hacerse de recursos, era aprovechar las debilidades del sistema para complementar lo bien habido con lo mal habido. Fenómeno común y recurrente en todas las clases sociales, en donde los que estaban más cerca del poder robaban más que los estaban más lejos del poder, debido, principalmente, a que los primeros tenían mayor información, posibilidad y capacidad, y por ende riesgo, cosas que no tenían los que estaban lejos del poder. 

Claro que la justicia era desigual. La justicia del rey estaba sujeta a las alianzas políticas y conveniencia económica. No así para las clases inferiores. En estos estratos la justicia e ira del rey era implacable. Algo visto en esa época era visto por todos los habitantes del reino como normal, debido, claro está, a que eso que mal llamamos valores y que no es otra cosa más que los "usos sociales" aceptados en cada época, son los que hacían ver como normal lo que a luz del tiempo se ve como irracional. Para muestra un botón. Si la ética y la justicia fuera inmanente como mucha gente cree, hoy daríamos por bueno todo el cumulo de atrocidades de muchos de nuestros próceres, los cuales, tenemos que reconocer, que si les aplicamos la ética y valores de hoy, estarían en el cadalso de la historia. Veamos el caso de una de las reinas más elogiadas y admiradas por la historia de su nación y, perdonando la figura retórica del pleonasmo, por su pueblo. 

La Reina Isabel I de Inglaterra e Irlanda, conocida como la Reina Virgen o la Buena Reina, fue ante todo una mujer de estado, pero no un ejemplo de ética. La Reina Isabel I auspicio la piratería. Le otorgo Patentes de Corso a dos consumados piratas, Francis Drake y John Hawkins, quienes bajo las órdenes de la reina interceptaban en alta mar la Flota de las Indias o Flota del Tesoro Español, robándoles todo el oro que venia del nuevo continente. Así, Isabel I quien por razones de estado propicio la piratería y la esclavitud, seria hoy juzgada como criminal por los más connotados juristas, dado que sus crímenes son de Lesa Humanidad. Su protección a los corsarios, su apropiación territorial, el manejo de su reino y muchos factores más así nos lo indicarían.

Sin embargo lo cierto es que al paso del tiempo la reina Isabel I se convirtió en el epítome del ditirambo del pueblo inglés. El mal de ayer (robo, asesinato, esclavitud, extermino, etc.) es considerado por la historia de Inglaterra como el bien de hoy. Inglaterra no sería lo que es hoy si Isabel I no hubiese violado tan flagrantemente la ley.

No obstante y más allá del romántico juicio de la historia (la gran fabricante de mitos para el Hombre Masa), nos es menester reconocer que en la actualidad, ese bien de ayer seria, en estricto sentido jurídico, visto como el mal del hoy. Así, entonces nos es obligado reconocer que en la práctica los usos sociales (mal llamados valores), están subordinados a intereses mayores. Intereses que están lejos de la ética y de la óptica y entendimiento del Hombre Masa. 

Con esto no quiero decir que el pueblo inglés es corrupto. Lo que quiero decir es que la Reina actual tienen mucho más cuidado que su predecesora, ya que en la historia del pueblo inglés, ya llevaron a un rey al cadalso (Carlos I), y todo parece indicar que la Reina actual le gusta mucho su cabeza donde está. 

Hoy Inglaterra es considerada uno de los países con menores niveles de corrupción, pero este cambio se dio a través de muchas generaciones. Es iluso pensar que la corrupción en México va a cambiar por la promulgación de una ley. Que bueno que esta se promulgue, sin embargo lo que realmente necesitamos es un cambio en el modelo de todos los mexicanos, y esto no se va a dar en una generación.

Otra variable que no debemos soslayar, es la que tiene que ver con nuestros orígenes. No solo venimos de un imperio, el Azteca, que se distinguió por sus atroces prácticas, sino que además el segundo imperio fue fundado por todos los presos españoles y portugués que enviaron a poblar la Nueva España del Mar Océano. Por nuestras venas corre la sangre y los genes de todos ellos.

La corrupción es una práctica común en los hogares mexicanos. Un ejemplo de ello es el elevado consumo de piratería que se da en México. Otro ejemplo común es la mordida. 33% de los mexicanos aceptan que dan mordida, ya sea para evitarse un trámite o para acelerar un proceso. La mordida paso del 21% en el gobierno de Zedillo al 33% en el gobierno de Calderón. 55% de los mexicanos aceptaron dar un soborno al poder judicial para arreglar un litigio. El 87% dijo que de buena gana denunciarían un acto de corrupción, sin embargo cuando se les pregunto los medios que usarían para la denuncia, las respuestas fueron las siguientes: 36% lo haría en una línea especial telefónica, 22% en las redes sociales o medios de comunicación y solo el 26% lo haría en la institución implicada o ante las autoridades competentes.

La corrupción, pues, no tiene que ver con las leyes o la política. Estas, sin lugar a dudas la pueden hacer exponencial o acotar. La corrupción tiene que ver más con nuestra esencia, orígenes y cultura, que con las leyes y reglamentos. La corrupción, si la vemos desde la filosofía, es inherente a nuestra naturaleza. Si la vemos desde el ámbito teológico, es consubstancial al origen mismo del hombre (Pecado Original). Si lo vemos desde el combes de la cultura, tiene que ver con nuestras formas de ver y resolver las cosas. Esto no quiere decir que no debamos combatirla ni promulgar leyes. Por supuesto que debemos exigir leyes que la acoten y enjuiciar y encarcelar a los gobernantes, políticos y empresarios corruptos, pero para que el combate a la corrupción sea una realidad nos es menester empezar por nosotros mismos, por nuestra casa, escuela, trabajo y sociedad. En ese orden.

Es iluso pensar que las leyes por si solas la van a menguar. Las leyes contra el narcotráfico son muy severas y lo cierto es que este no solo no ha disminuido, ha aumentado. Y lo ha hecho a una tasa mayor que la de la explosión demográfica. 

Lo que necesitamos si es leyes, pero en mucho mayor medida un cambio en el comportamiento.

Jaime Ramos.

 

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