lunes, 4 de mayo de 2015

Polaridades antropológicas.

Los seres humanos somos a un mismo tiempo víctimas y victimarios, luz y oscuridad. No obstante la luz es nuestra constante social. Nadie en su sano juicio sale a la calle con su oscuridad a cuestas. La oscuridad es algo que tratamos de ocultar. Algo que sale a flote bajo circunstancias especificas: en un arrebato, en un momento de descuido, en las bromas que hacemos o en los momentos de intensa presión. 

La oscuridad, como todo, tiene grados. En esta ocasión nos vamos a centrar en la visible. La que esta en la superficie. Esa que por falta de entrenamiento y de ganas decidimos ignorar. La otra, la que habita la parte más profunda de nuestro ser, la dejaremos para postrer ocasión. 

La luz es la constante de cada uno de nosotros. Con ella salimos a la calle. Con ella enamoramos, vendemos, convivimos, trabajamos e inter actuamos con los demás. Esta es la que nos permite la sana convivencia. La oscuridad, como contraparte, es la que nos permite saber eso que el otro es y que no muestra. La que nos ayuda a minimizar sorpresas. La que nos pone en evidencia los límites del otro, la que nos dice hasta donde podemos llegar, lo que podemos esperar.

La luz es la polaridad de la oscuridad. Una y otra son interdependientes. No puede haber luz sin oscuridad ni oscuridad sin luz. La oscuridad del otro siempre esta ahí, escondida atrás de la luz que proyecta. El problema de la oscuridad no es que este ahí, el problema es que no queremos verla. De tal suerte que cuando esta se manifiesta nos sorprende, pero solo al principio. Al paso del tiempo entendemos que no existía razón para la sorpresa. La razón nos negaba su presencia pero el instinto nos la confirmaba. Eramos nosotros los que no queríamos verla. 

Veamos algunos ejemplos que nos ayudaran a entender lo que son las polaridades.

El Ordenado.
Una persona ordenada nos da seguridad, confianza. Sentimos que hay estructura, método, forma. Que podemos trabajar con esa persona. Que las cosas van a fluir. Que es alguien con quien podemos tener una buena relación.

Una persona ordenada necesita del orden para sentirse bien. Necesita que todo este en su lugar. El orden le da tranquilidad. Bajo presión o cuando las cosas no van bien, tenderá a refugiarse en su hábitat, en ese sacro lugar donde todo esta bien, donde cada cosa esta en el lugar que le corresponde. Donde todo es orden, certeza, seguridad. 

La mejor forma de sacar de balance a un ordenado es cambiarle las cosas de lugar. Si usted le mueve algo de su hábitat (cuarto, oficina, escritorio, carro) este no podrá ponerle el nivel de atención que usted necesita, debido a que sentirá un irremediable impulso de volver a colocar las cosas en su lugar. Le escuchara ya una vez que logre volver a poner las cosas en su lugar, pero lo hará a medias. Estará más atento a lo que usted haga que a lo que usted diga. Por el contrario, si usted acude a un ordenado y no osa tocar o mover nada de su hábitat, este le pondrá toda la atención que usted necesita.

La polaridad del ordenado es la priorización. Se le dificulta priorizar objetivos. Para él es más importante el orden que lo que hay que hacer. No se le dan bien las oblicuidades (lo no previsto). Necesitar mas tiempo que los otros para digerir y reaccionar ante lo no previsto. 
La paradoja es que nadie mejor que el ordenado para detectar lo que no va a acontecer conforme al plan. Su extraordinaria capacidad de método le hace detectar con tiempo de sobra aquello que se va a salir de la norma, pero no hace nada al respecto. Prefiere pensar que si va a acontecer aún cuando en su interior se haya disparado una anunciándole lo contrario. 

La polaridad del ordenado -dificultad para priorizar objetivos- atenta contra la impresión que este nos causo. Las cosas no fluyen como pensábamos debido a dos razones: el ordenado le da mas importancia a la forma que al fondo, a la apariencia que al resultado, a sus necesidades que a las del proyecto. La segunda razón es la oblicuidad. El mundo no es lineal, es oblicuo. Y el ordenado es lineal, no oblicuo. Su capacidad de adaptación ante la oblicuidad (lo no previsto) es lenta. Le cuesta mucho trabajo cambiar su ritmo, por lo que su capacidad de adaptación y respuesta tiende a ser más baja de lo normal.

La luz que proyecta el ordenado no nos deja ver la oscuridad que oculta, hasta que esta se hace manifiesta.

El Emotivo.
Una persona emotiva nos hace sentir que es una persona empática, humana, sensible e involucrada con los demás. Alguien a quien acudiríamos en un momento de dolor, tristeza o alegría. La humanidad y empatía que nos transmite crea el entorno propio para la confidencia, lo que nos lleva contarle nuestras penas y dolores sin reparo alguno. Nos hace sentir que es alguien que no nos va a juzgar. Al contrario, pensamos y sentimos que es alguien que nos va a entender, a apoyar.

El emotivo se nutre de la biografía de los demás, de sus penas y dolores. No sabe estar solo. Le es menester estar rodeado de gente y que esta le cuente sus confidencias. El emotivo existe en la medida en que existe para los demás. Y entre más amplio sea el circulo de personas que se vuelcan sobre él para contarle sus alegrías, cuitas y dolores, mayor será el sentido que le encuentre a su existencia. 

La mejor manera de sacar de base a un emotivo es no contarle nada. Si usted llega con cara de apesadumbrado a tomarse un café con un emotivo, este tratará de hacer hasta lo imposible para que usted le cuente que es lo que esta pasando. Si usted se limita a hacerle saber que esta viviendo una circunstancia difícil, negándose a contarle los detalles de la misma, este pensara que algo malo esta pasando con él, que algo no esta bien. Su instinto lo llevara a buscar a otras personas con la intención de constatar si el del problema es él o usted. Si se diera el difícil caso de que las otras personas optaran por no contarle nada, este entraría a una crisis mayúscula. Pensara que el universo esta en contra de él. 

Por el contrario, si usted no le cuenta nada pero el resto de la gente si, entonces pensara que el del problema es usted. Le insistirá un par de ocasiones y si no ve resultado se alejara poco a poco, dejándole al margen de su circulo de conocidos para migrar hacia otras personas con mayor disposición a hacer publico lo privado. 

La polaridad del emotivo es la falta de interés en el otro, así como el poco nulo respeto a la privacidad e intimidad del otro. El emotivo no tiene amigos, tiene conocidos y a todos sus conocidos los ve como amigos. No establece vínculos con nadie, salvo con aquellos que siempre están dispuestos a contarle sus intimidades. Le cuesta mucho trabajo no divulgar lo que la gente le cuenta. Para él es muy importante hacerle ver a los demás que posee información de usted y de todos los demás. Es algo que hace con sutileza, con tacto, como no queriendo decir las cosas. Lo que hace es poner ejemplos... ¿Te acuerdas de Fulano? Pues bien, a él le paso algo similar a lo tuyo (describiendo los detalles) y lo resolvimos de esta forma, por lo puedes estar seguro de que te va a funcionar.

El emotivo vive en la superficie. No conoce la profundidad. Este estar en la superficie le hace creer que es un gran conocedor de la naturaleza humana. Nada más lejos de la realidad. Es una persona que se detiene en los síntomas, no en la enfermedad. El emotivo tiene una enorme necesidad de migrar de una emoción a otra y de una persona a otra. No le interesa la gente, lo que le interesa es saber lo que le pasa a la gente. Su preocupación no es el otro, su preocupación es lo que le sucede al otro. No es alguien en quien pueda confiar sus alegrías, penas y dolores. Estas tienen una alta probabilidad de terminar siendo publicas. El emotivo sentirá un irrefrenable impulso de divulgarlas al universo de sus conocidos. 

La polaridad del emotivo es lo contrario a lo que muestra. No le interesa la gente. Lo que le interesa es lo que le pasa a la gente. Si usted necesita que alguien sepa de algo, cuéntele al emotivo. Hágalo como si fuera un confidencia. Lo más seguro es que esta sea del dominio público en poco tiempo. El emotivo no actúa de mala fe, no es maldiciente. Es imprudente.

Haga memoria de los emotivos que conoce. Obsérvelos. Descubrirá que no hay razón para la sorpresa. Nunca ocultaron lo que eran. Fue usted el que decidió ver solo la luz del emotivo pero no su oscuridad.

El Entusiasta.
Una persona entusiasta contagia optimismo, alegría, ganas de hacer las cosas. Nos lleva a ver el lado positivo de las cosas. Tiene el don de ver el como si. Nos impulsa a seguir adelante, a no detenernos en los obstáculos. Nos hace sentir que las cosas son mucho más fáciles de lo que en realidad son. 

El entusiasta se alimenta de sueños, de instantes. De los impulsos de los demás. De eso que él llama buena vibra. El entusiasta es ante todo un idealista -una persona que ignora que ignora. Una persona que gracias al desconocimiento de la realidad puede emprender con audacia lo que el realista haría con prudencia. El desconocimiento de la realidad le hace creer que las cosas son más fáciles de lo que en realidad son, por lo que le es muy fácil transmitir y contagiar posibilidad.

La mejor forma de sacar de balance a un entusiasta es sometiéndolo a una dosis de realidad. Ponerlo al frente de algo que él mismo haya vendido o apoyado. Exigir que sea él que haga las cosas, ya que como buen entusiasta tenderá a delegar sin supervisar. 

La polaridad del entusiasta es la ausencia de realidad, la inconsistencia, la falta de seguimiento, de continuidad. Posee una extraordinaria capacidad para tergiversar la realidad. Para el entusiasta la realidad es un supermercado al que acude para escoger que toma y que deja. Posee un nivel de energía que lo puede llevar a la cúspide o al abismo. No obstante lo común es que se le vea más en la cúspide. Es importante entender que el hacer del entusiasta es un decir, no un hacer. Son excelentes relacionistas públicos, promotores y capacitadores.

Conclusiones.
Las polaridades (luz y oscuridad) están en cada uno de nosotros y debemos tomarlas en cuenta al platicar, trabajar, negociar o interrelacionarnos con los demás. De lo contrario corremos el riesgo de tomar decisiones con la mitad de la información. Sirva como ejemplo los casos que arriba mencionados: La luz del Ordenado nos muestra su estructura, forma y método, lo cual probablemente nos haga pasar por alto el hecho de que él le dará prioridad a cosas que no debe, a cosas que son importantes para él pero no para el proyecto.

La luz del Emotivo nos hará percibir su alto nivel de empatía y sentido de humanidad, lo cual es muy probable que nos haga pasar por alto el hecho de que para él son más importantes los problemas de las personas que las personas en si. 

La luz del Entusiasta nos contagiara impulso, animo y realización, lo cual nos puede hacer creer que él es la persona ideal para liderar un proyecto, cuando la realidad es que es el menos indicado. 

Las polaridades aplican en todos los ámbitos del ser humano, en el ser, en el decir y en el hacer. Lo que tenemos que hacer es ver lo que esta atrás de lo que la persona nos dice, hace o muestra. Las polaridades nos ayudan a tomar en cuenta la luz y oscuridad del otro. Nos ayudan a equivocarnos menos, a seleccionar mejor a nuestros socios y amigos y a dirigir mejor. 

Las polaridades nos ayudan a entender que a mayor luz, mayor oscuridad. Y que una y otra son interdependientes, por lo que a nosotros nos corresponde ver a través de la luz que el otro proyecta, su oscuridad. 

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