viernes, 22 de mayo de 2015

Shakespeare. Antropólogo, humanista, psicólogo y poeta.

Los seres humanos, en esa enorme necesidad que tenemos de ponerle nombre a las cosas, nominamos las eras por lo que estas representaron en la historia de los hombres. No obstante nos es necesario reconocer que la razón por la cual no podemos ponerles un nombre en el momento en que están aconteciendo las cosas, es debido a que no estamos conscientes de la significación y trascendencia de las mismas. Son las generaciones venideras las que identificaran con un nombre eso que nosotros vivimos y que no supimos identificar.

Así es como bautizamos con el nombre de Renacimiento a esa época en que los hombres migraron del teocentrismo al antropocentrismo, dejando a un lado la idea de Dios y de la Iglesia para centrarse en el hombre y en todo lo que éste es capaz de hacer. El Renacimiento, como su nombre lo dice, fue un renacer del hombre y con él de la filosofía, finanzas, ciencia, artes y oficios propios de ser hombre.

Ya no era Dios el generador, artífice y responsable de todas las cosas. Al hombre le correspondía lo terrenal y a Dios lo celestial. El mundo se abría a una era en donde la constante era la explosión y expresión de todo lo humano. Esto no solo permitió que el genio creativo se manifestara, sino que creo el caldo de cultivo donde convergieron hombres como Leonardo, Miguel Ángel, Maquiavelo, Cervantes, Shakespeare y muchos más.

Shakespeare destaca de todos ellos como la máxima expresión renacentista de la literatura. Es el autor más reproducido del orbe. Sus obras están en todas las librerías, teatros y cines del mundo.

Como Sócrates, Mozart y muchos otros, llevo una vida desordenada. Una vida llena de degradaciones y depravaciones (es comentario, no envidia). Era un hombre inculto, ignorante pero con una cabeza privilegiada (esto si es envidia). En él se dieron cita el antropólogo, el psicólogo, el humanista y el poeta. Gracias a él podemos encontrar en sus obras los mejores tratados de naturaleza humana que existen.

Shakespeare nació cuando moría Miguel Ángel y murió cuando moría Cervantes. Y sin embargo lo más probable es que no haya sabido de la existencia del primero ni de la pluma del segundo. Era, como ya lo comentamos, un hombre medio con una vida media. Sin más aspiraciones que las circunscritas a sus placeres y necesidades. Y aún a pesar de sus carencias y limitaciones, es el escritor que más y mejores recursos lingüísticos ha manejado en la historia de la literatura, y el que mejor ha logrado exponer los límites y potencias de la naturaleza humana.

Si algo nos ha demostrado la historia es que el genio vive en los extremos y Shakespeare representa la culminación de los mismos. Como ser humano fue un belitre adocenado que le hizo la vida difícil a propios y extraños. Como genio fue el mejor antropólogo, humanista y poeta de su época. Sus obras son un ensayo psicológico, en los que existe tal nivel de penetración y de detalle en la descripción tipológica de sus personajes, que hasta el mismo Freud le envidiaría.

Se casa a los 18 años con una mujer de 26 (no sabemos quién sedujo a quien), con la que lleva un mal matrimonio. Tiene tres hijos, de los cuales le sobreviven dos. Su formación académica es paupérrima. Maneja muy mal el latín y peor el griego. Sus conocimientos de historia, geografía y gramática son misérrimos. No solo no puede escribir bien su nombre (siempre lo escribía de diferente forma), sino que además confunde hechos, eras y lugares, pero fue un genio en lo concerniente a la recreación de obras y personajes.  

Cien hombres brutos no hacen un inteligente.
Como ser humano no fue un ejemplo a seguir. Era un hombre que tenía poco que ofrecer. Vulgar, mediocre y poco interesante. Frecuento los abismos e intermitentemente las cumbres. Consintió los mayores niveles de degradación y depravación. Y a pesar de ello o gracias a ello, es que pudo plasmar en sus obras los personajes más luminosos y oscuros de la naturaleza humana.

Lo arriba escrito no tiene como fin juzgar o demeritar su figura. Lo que pretendemos es demostrar esa difícil dualidad que se da en el genio. El genio es el ser más luminoso que hay en lo suyo, y el ser más oscuro, perverso y estúpido en lo humano, y Shakespeare no es la excepción.

Es importante entender que los aciertos y errores de un hombre obedecen al tamaño del hombre. Un hombre brillante tiene aciertos y errores brillantes. Un genio tiene aciertos y errores gigantes. Los aciertos y errores de un hombre normal, están muy lejos de los que pueda tener el brillante y mucho más lejos de los del genio.

Cien hombres brutos no hacen un inteligente y Shakespeare era muy inteligente. Ignorante, inculto pero muy inteligente. Representa lo más sublime de la expresión literaria y al más atroz de los hombres. En él viven los extremos sin que uno y otro entren en conflicto. Es un demiurgo que careciendo de belleza, elegancia y distinción, las crea para nosotros en todas y cada una de sus obras.

Nació en una familia acomodada venida a menos. El padre se dio a la bebida y lo común es que llegara a su casa vociferando, amenazando y retando a sus enemigos reales e imaginarios. La madre, para proteger a sus vástagos del atemorizante espectáculo cotidiano del padre, los cubría en su regazo contándoles cuentos populares con la intención de hacerles olvidar por un momento la desilusionante realidad en la que vivían. Cosa que Shakespeare haría más tarde con nosotros a través de sus obras.

Fue el tercero de ocho hijos. Sus hermanos mayores habían muerto al nacer, por lo que la responsabilidad y peso del primogénito descansaba en él. Se empleó como ayudante de carnicero. Ahí conoce a Ana, una mujer de 26 años con la que tiene relaciones. Esta queda embarazada por lo que se tiene que casar con ella. Tiempo después deja la carnicería para trabajar como asistente de un profesor de literatura y de un capellán. Ambos le contagiarían el gusto por los libros, las letras y la literatura.

Shakespeare e Isabel.
Shakespeare crece bajo el reinado de Isabel I, hija de Enrique VIII y Ana Bolena. Esta es ejecutada por órdenes del rey cuando Isabel tenía tres años de edad. Isabel crece haciéndole frente al constante riesgo de su eliminación, no obstante la oblicuidad hizo lo suyo y asciende al trono a los 25 años de edad como Reina de Inglaterra e Irlanda.

Recibe un reinado dividido por creencias religiosas y asolado por la peste. Es una mujer de férreo carácter y decidida a crear un imperio. Se enfrentó al poderoso rey de España y al Papa. Creo la iglesia protestante en Inglaterra y sentó las bases de lo que sería la Iglesia Anglicana. Crea las patentes de corso y con ellas las licencias para robar. Francis Drake y John Hawkins fueron los piratas con los que Isabel hizo frente al imperio español en la ruta de las indias, liberando a España de la pesada carga de oro de sus barcos.

Shakespeare vivió bajo la influencia de una reina que como él, despertó pasiones, amores y odios. Vivió en un Londres de cien mil habitantes que tenía cinco teatros principales y muchos otros de barrio. Teatros que siempre estaban a cupo y que si bien es cierto que la nobleza no los veía con buenos ojos, también lo es que Isabel los solapaba y usaba como catarsis de las emociones del pueblo.

El entorno que le toco vivir le permitió asistir como testigo de primera mano a un desfile de arquetipos humanos. Y él, antropólogo al fin, se dedicó a estudiarlos, diseccionarlos y representarlos con un profundo sentido psicológico en cada una de sus obras.

Shakespeare y el teatro.
Su primer trabajo en Londres fue cuidando los carruajes en los teatros. Su responsabilidad era estacionarlos, cuidar a los animales y darles de comer. Su trabajo le permitía escuchar las obras, observar a los actores y ver de primera mano las emociones que obras y actores generaban en los espectadores.

Se aprendió todas las obras, amén de que se divertía recitándolas con frases y argumentos de su cosecha. Pronto se dieron cuenta de que las recitaba mejor que los primeros actores, por lo que en una ocasión en que falto el apuntador, le pidieron que trabajara como tal, naciendo ahí el Shakespeare que conocemos.

Sus adaptaciones y mejoras fueron tan valoradas que pronto le otorgaron pequeños papeles, representando los roles femeninos (en esa época las mujeres no podían hacer teatro), amén de pedirle que reescribiera las obras, dándole el toque y dimensión que solo él podía darles. A partir de ese momento se dedicó de lleno a actuar y a rehacer las obras.

Nunca escribió nada original. Lo que hacía era tomar lo existente y mejorarlo. Pero lo hacía de tal forma, que tanto obra como actores tomaban una dimensión no vista antes.

En la época de Shakespeare los roles femeninos debían tener poca o ninguna importancia. Lo importante era resaltar la figura masculina. Shakespeare cambio todo esto. Puso en escena obras en las que la mujer tenía igual o más importancia que el hombre. No en cosas de los hombres, sino en roles en donde la ternura, el amor y el cobijo de la mujer fueran el bálsamo que el hombre necesitaba para poder hacer todo lo que debería hacer. Esto debido a que no podía poner a la mujer como poderosa, fría, cruel y omnipotente. Tanto la reina como el pueblo pensarían que el modelo había sido la reina, y eso era un lujo que no se podía permitir.

El teatro le permitió a Shakespeare migrar de acomodador y cuidador de caballos a apuntador, actor, adaptador e inversor en bienes y raíces. Gano mucho dinero. Lo invirtió en casa, edificios y en el negocio de la usura. Nunca dudo en meter a la cárcel a aquel que no le pagaba, ya fuera renta o préstamo. Cuando no estaba en el teatro o en las más acusadas perversiones, estaba en los tribunales sometiendo a sus deudores.

Su familia se desintegra justo en el pináculo de su éxito. Cosa que fue patente en algunas de sus obras…
- En una de ellas nos dice que la esposa debe tener los mismos intereses y afectos del esposo, porque si no el hogar carece de estabilidad.
- En otra obra dice que la esposa debe llegar virgen al matrimonio. Y que ningún matrimonio puede ni debe ser exigido por un embarazo premeditado por la mujer.
- En la Fierecilla Domada nos dice que la esposa debe seguir en todo al marido. Cosa que su mujer, por obvias razones, no estaba dispuesta a hacer.

Sus amoríos eran tantos que era imposible que Ana no se diera cuenta de ellos. El más polémico y el que más habladurías generó es el que supuestamente sostuvo con el Conde de Southampton (21 años de edad). No estamos ciertos de que tal amorío haya existido. Lo que sí sabemos es que cuando la peste cerró los teatros, fue el Conde el que sostuvo la compañía de Shakespeare. Sabemos también que el Conde le patrocino la construcción de un teatro de 3,000 asientos y que lo estuvo apoyando económicamente hasta que éste fue encarcelado por haberse conjurado con el Conde de Essex en contra de Isabel I.

Creemos que esos diecisiete sonetos que Shakespeare le escribió al Conde de Southampton en un lenguaje florido, romántico y amoroso, los escribió con la intención de agradar a su mecenas. Lo que hace que nos recuerde a Cortes en las Cartas de relación, a Maquiavelo en el Príncipe y a Leonardo en su presentación al rey de Francia. Los cuatro escribieron para venderse y los cuatro documentos son piezas literarias que a la postre se han convertido en lo que realmente son. Los sonetos de Shakespeare en un himno a la belleza. Las Cartas de relación de Hernán Cortes en un tratado de liderazgo. El Príncipe de Nicolás Maquiavelo en la disección más completa de la antropología del poder, y la Carta de presentación de Leonardo al rey de Francia, en un tratado de técnica militar.

Shakespeare y el poder.
Hay una anécdota que explica la habilidad de Shakespeare para lidiar con el poder.
Isabel, postrada en cama, manda llamar a Shakespeare para que éste haga una representación de sus obras en sus aposentos. Y este, que al mismo tiempo que la admiraba recelaba de ella por lo que le había hecho al Conde Southampton, se negó a hacerlo argumentando que no podía representar una obra ante la primera y única protagonista que tenía el país, y menos si la representación no estaba al menos medio metro debajo de la cama donde ella estaba postrada.

La reina (cabeza de la iglesia anglicana) se sintió alagada por las palabras del bardo (católico) y todo termino bien. Muere la reina y le sucede en el trono Jacobo I (hijo de María Estuardo), un hombre inteligente y reflexivo que hizo un excelente papel en Escocia pero que batallo para hacer lo propio en Inglaterra. Shakespeare, con mucho tino político, reescribe la obra de Hamlet con la intención de congraciarse con el nuevo soberano, lo cual no solo tuvo el éxito deseado, sino que además logro el apoyo incondicional del Rey.

Arquetipos psicológicos.
Shakespeare nos presenta en sus obras un abanico de arquetipos psicológicos que ilustran los límites y potencias del quehacer humano.

Nos presenta a Juana de Arco no como mujer, sino como niña, con la inocencia y convicción que da la infancia y que le permite al inocente, y por lo tanto ignorante, gozar de una osadía que no tiene el que ya conoce la realidad.

En Ricardo III nos presenta un hombre deforme, jorobado. Un hombre que no se da cuenta que su deformidad es interior.

Nos presenta en el personaje de Tamora, que no hay enemigo débil.

En Hamlet nos presenta la locura, primero fingida y luego real, así como el daño que hace la represión moral.

En Romeo y Julieta nos hace patente la tragedia del amor y con él el de los amantes.

En el sueño de una noche de verano nos demuestra que todos necesitamos de la fantasía, pero que no debemos confundir fantasía con realidad.

El mercader de Venecia nos hace evidente los abusos, que nombre de la religión, hacemos de los demás.

En Julio César nos enseña que lo peor que podemos hacer es crear un mártir. Que lo que tenemos que hacer es darle tiempo al tiempo para que el héroe deje de ser héroe y se haga villano.

En Otelo nos presenta una disección psicológica de los celos, y como estos, si nos dejamos llevar por ellos, nos llevan a hacer cosas que lucidos jamás haríamos.

Macbeth es un ensayo del poder. Nos muestra su patología y la forma en que este nos gobierna si no lo sabemos gobernar.

Fallecimiento.
Shakespeare murió como vivió. Conoció los abismos y las cumbres. Los abismos fueron para él su vida y laboratorio. De ahí tomo la esencia de los personajes que plasmaría en sus obras. Muere a los 52 años después de una fiesta con sus amigos de la que no se pudo recuperar.

Shakespeare es un autor de obligada lectura. Sus obras se debieran estudiar en todas las escuelas de Alta Dirección.

En ellas podemos encontrar una descripción exacta de los diferentes caracteres del ser humano, y muy seguramente el de cada uno de nosotros, y Shakespeare, antropólogo, humanista, psicólogo y poeta, nos puede ayudar a identificarlo y gobernarlo.

 

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