domingo, 17 de mayo de 2015

La Malinche. Liderazgo y estrategia.

La Malinche es la mujer más representativa de la historia de México. Una mujer a la que nuestra historia ha estigmatizado como traidora. La gran mayoría de nuestros historiadores, biógrafos e intelectuales la han ignorado y condenado al olvido, al grado de que no existen biografías dignas de tomarse en cuenta y las que hay son noveladas- ricas en supuestos e imaginación  pero carentes de hechos y bases históricas-. Lo que sabemos de ella se lo debemos a las crónicas de la época y a Bernal Díaz del Castillo.

La estigmatización de su nombre ha llegado a tal nivel que en algunos sectores de la sociedad, sobre todo en aquellos que están menos expuestos a la globalización, se sigue usando el término de malinchista para señalar a aquel que prefiere lo extranjero a lo nacional, cuando la realidad es que en México hemos hecho lo mismo en lo que concierne a los reconocimientos. Ninguna calle, plaza o centro educativo cultural lleva su nombre. Es como si nunca hubiera existido, a pesar de lo mucho que hizo. En México no hay una sola estatua de ella. Hay de muchos extranjeros pero ninguna de ella. Es como si en Mexico se prefiriera lo extranjero a lo nacional. 

Los aztecas y nosotros.
Es importante anotar que lo único que tenemos en común con los aztecas es el que ellos, como nosotros, formaron parte de esta tierra. Compartimos un espacio de historia, pero no tenemos nada en común. Nada nos une a ellos. No corre en nuestras venas casi nada de sangre azteca: 58.96% europea, 35.5% asiático y 5.3% africanos (Instituto Nacional de Medicina Genómica). 

El Imperio azteca era regional, abarcaba la totalidad del estado de México, Veracruz y Puebla, además de una pequeña franja de los estados de Oaxaca, Guerrero, Chiapas e Hidalgo, así como una parte de Guatemala. Su geografía, arquitectura y urbanística era insuperable. La ciudad era una belleza, sus palacios, canales y chinampas eran algo no visto en ninguna otra latitud. 

La belleza de la ciudad se oscurecía cuando llegabas a los templos. Estos poseían una ornamentación propia a lo que en ellos se hacia -sacrificios humanos. El hedor era insoportable, amen de las costras de sangre humana que cubría paredes, pisos y escaleras. Los sacerdotes no se lavaban el pelo. Parte esencial de su ornamentación y distinción eran las costras de sangre de sus víctimas en el cabello. A mayores costras, mayor distinción. 

Los aztecas se parecían mucho a los católicos ortodoxos. Estos se laceraban el cuerpo con azotes y cilicio a manera de penitencia. Los aztecas se punzaban la lengua, orejas y cuerpo con púas de maguey a manera de penitencia. Las privaciones y castigos corporales eran aplicados por igual a toda la gente. No olvidemos que el imperio azteca era una dictadura teocrático-militar con condiciones de vida extraordinariamente difíciles, tanto para los suyos como para las naciones tributarias. 

El México que conocemos no existía en ese entonces. Lo que existía era un conjunto de cacicazgos formados por tribus de diferentes etnias y razas, sujetas la gran mayoría de ellas al poderío de Tenochtitlán. Había varias naciones y todas en conflicto con los aztecas. Así entonces la pregunta que nos debemos hacer es: ¿a quien traiciono la Malinche? A los popolucas, tribu a la que pertenecía y que la había vendido como esclava a la muerte de su padre. A los mayas que la compraron y vendieron años después al señor de Tabasco. A los zapotecas, purépechas, tlaxcaltecas, mexicas a quién.

La Malinche no traiciono a los aztecas. Ella no era azteca. No traiciono a su raza los populucas, ni a los mayas o tabascos con los que vivió como esclava. Todo lo contrario. Desde el contexto en el que ella vivía, en el que casi todas las tribus estaban sojuzgadas por la dictadura teocrática militar de los aztecas, lo que hizo fue contribuir a su liberación. Lo que aconteció después de la conquista no es imputable a ella, no podía saberlo. 

Es una mujer a la que no se la ha dado el reconocimiento que merece. No lo han hecho nuestros políticos, no lo ha hecho la Iglesia. La Iglesia ha pasado por el alto el hecho de que la Malinche fue la primera persona evangelizadora que hubo en México. Por muchos años se dedicó a transmitir, explicar y promover la nueva fe. Una fe que era muy difícil de explicar y transmitir, ya que temáticamente no tenía nada que ofrecer. 

Qué podía ofrecer a los pueblos de ese entonces una fe en la que un solo hombre había muerto por toda la humanidad, cuando en esos pueblos lo común era que muchos de ellos se ofrecieran, ya no para salvar a la humanidad, sino para lograr que saliera el sol, que los campos fructificaran, que la lluvia cayera, etc. ¿Qué les podía ofrecer una fe que estaba centrada en el sacrificio de un solo hombre? ¿Cuál era el atractivo si ellos estaban acostumbrados al sacrificio voluntario de sus mejores hombres?

Por qué habrían de seguir una fe que nos les ofrecía nada nuevo. Y lo cierto es que no obstante los óbices mencionados, la Malinche hizo lo suyo y lo hizo bien. Al grado que muchos años después cuando llegaron los misioneros, encontraron que una buena cantidad de gente de los pueblos cercanos a ella, había abrazado la fe católica. 

La Malinche fue una mujer extraordinaria que no solo ha sido estigmatizada y no reconocida, sino que además está en el olvido de muchos de nosotros.

Las cartas de relación de Hernán Cortes.
Las cartas de relación de Hernán Cortés fueron escritas a un monarca que no conocía. A un monarca con el que no tenía más vinculo que el vasallaje. Las cartas son de obligada lectura. Las escribió como ejercicio de promoción y venta. Son, junto con el Príncipe de Maquiavelo, un tratado de liderazgo. No deja de llamar la atención el hecho de que ambas obras se escribieron por la misma razón: Maquiavelo se estaba promocionando ante los Medici y Hernán Cortes ante el emperador Carlos I de España.

Es importante entender que Cortes no le escribía al emperador explicándole como iba la tarea que este le encomendó. Cortes era un fugitivo. Había emprendido la conquista sin la venia del rey y sin la venia de Diego de Velázquez. Así pues, escribía para justificarse, para promoverse. No podía entrar en intimidades ni confidencias. Narraba gestas, retos, dificultades y triunfos. 

Claro que en estas cartas no aparece la Malinche. Ella era algo íntimo. Algo que se le cuenta al jefe, al amigo, pero no a aquel que puede decidir nuestro futuro, y menos si emprendimos algo sin su debido consentimiento. Este tener que ocultar y guardar las formas hizo que la Malinche se viera privada del reconocimiento que le debía Cortes. Es muy probable que hoy, quinientos años después, muchas mujeres sepan de esto.

La Malinche y Cortes.
La Malinche fue vendida como esclava dos veces. Una a los mayas y otra al señor de Tabasco. Llego a Tabasco a los 13 años de edad, dominando para ese momento tres lenguas –Náhuatl, Tabasco, Maya. La Malinche no solo era poliglota, sino que además entendía a la perfección las tres culturas, sus ritos, tradiciones, costumbres, debilidades y ambiciones, lo que a la postre le sería de suma utilidad. Era tal su señorío e inteligencia que a los 15 años empezó a ser llamada por su amo con el prefijo tzin (malinal- tzin), pasando de esclava a gran señora.

Fue en Tabasco cuando oyó hablar por primera vez de esos seres que venían del mar en unas casas flotantes de gran tamaño. Seres que se cubrían el cuerpo y que no se sabía si eran humanos o dioses. Seres extraños carentes de color y poseedores de un olor poco tolerante. Seres que venían acompañados de venados gigantes que inspiraban temor y renuencia. Extraños personajes que llegaban a las costas en mayores cantidades y que se temía fueran a ocasionar cambios en la vida de todos. 

La llegada de los españoles fue significativo para ambas partes. Para los españoles fue un viaje en el túnel del tiempo. Un viaje que los acercó a los orígenes de la humanidad. Para los nativos representó la llegada de seres del futuro. El cerebro de unos y otros debió sufrir un shock de primer orden, sobre todo para los nativos. Lo más seguro es que la llegada de esos seres carentes de color generará cambios en el mundo que ellos conocían. La gente estaba nerviosa, llena de presagios y temores.

Lo más seguro es que la Malinche no fuera ajena a las preocupaciones de los demás, sin embargo pensamos que se sentía más segura que el esto de sus congéneres. Tenía el carácter, la inteligencia y las herramientas necesarias para entender, capitalizar y dirigir el cambio. No olvidemos que la Malinche había vivido cambios dramáticos. Nació y vivió como princesa. Luego, cuando si padre murió, su madre la vendió como esclava a los mayas y estos años después al señor de Tabasco. Se adapto a sus circunstancias y busco sacar lo mejor de ellas, logrando una posición de distinción que solo se lograba siendo hija o esposa de rey. 

Lo mas probable es que pensara que los cambios que los hombres sin color hicieran seria uno más de los muchos a los que se había tenido que enfrentar y sobrellevar. 

Por otro lado está la figura de Hernán Cortes. Un hombre inteligente, reflexivo y audaz como ninguno. Poseedor de un nivel de liderazgo pocas veces visto en la historia.

Cortes llego como fugitivo. Cierto que Diego de Velázquez había bosquejado con él la posibilidad de explorar esa gran isla o continente del que hablaban otros expedicionarios, pero también es cierto que no lo quería hacer con él. Estaba seguro de que Cortes no solo se le iba a rebelar, sino que además trataría de llegar al rey para obtener de éste el señorío de las tierras conquistadas, dejándole al margen de los beneficios.

Cortes se enteró de que Velázquez iba a nombrar a otro capitán, por lo que zarpo del puerto horas antes de que este llegara con el nombramiento del nuevo capitán. Cortes emprendió su odisea sin la debida autorización y sin el apoyo de la tripulación. Contados eran los que estaban con él. Los demás, violentados en su proceso y filias, se mantenían observantes y puestos a criticar y en su momento a removerlo del mando. Esto obligo a Cortes a legitimar todos sus actos. Uno de ellos es la fundación de la Villa Rica de la Vera Cruz y del Cabildo, otorgando nombramientos a contrarios y propios en las funciones del mismo.

Otra característica de Cortes era su capacidad de adaptación, respuesta y generación de resultados. Sus acciones generaban resultados rápidos y sorprendentes. Resultados que hacían que los demás pasaran por alto la falta de autorización de este para emprender las tareas que estaba llevando a cabo. Era un hombre que vivía en el límite. Un ejemplo de ello es el hecho de que barreno todos los barcos para que sus hombres no pudieran regresar a Cuba. El mensaje era claro: o ganamos o morimos. 

Cortes era un hombre que se dejaba aconsejar. Que meditaba en silencio y ya una vez concebido el plan lo exponía a sus íntimos, incluida la Malinche, para que estos le dieran sus puntos de vista.

El encuentro de la Malinche y de Cortes fue coyuntural. Por un lado Cortes que no venía de parte de nadie y por el otro la Malinche que no representa a nadie. 

Fue el encuentro de dos personas con biografías y caracteres similares. Dos seres que han tenido que enfrentar y resolver circunstancias adversas y sobreponerse a ellas. Dos que saben que no tienen a nadie más que a sí mismos para salir adelante. La afinidad entre ellos era inevitable. Cortes fue para la Malinche su llave de salida y señorío, y ella fue para él la llave de la conquista. Uno y otro se completaban y complementaban. 

La Malinche supo de inmediato que esos seres sin color no eran dioses. Eran hombres con ambiciones materiales y deseos carnales. La Malinche vio en Cortes al hombre y él vio en ella a la mujer. Uno y otro se identificaban, necesitaban y entendían. Visto desde la antropología, lo que se dio entre ellos fue una conquista. Cortes fue el conquistador y ella la conquistada. Al paso del tiempo, como sucede en todos los matrimonios, ella fue la conquistadora y el conquistado. 

Antropológicamente el hombre siempre es un conquistador domesticado y Cortes no fue la excepción. Así, juntos, señor y señora, se convirtieron en los artífices de la nueva raza. Engendraron el primer mestizo y con él las bases del México que hoy conocemos. 

La Malinche aprende el idioma de Cortes (ya maneja cuatro lenguas). Aprende también a conocerle, a adivinarle. Le aprende el sentido de la estrategia el cual refuerza con el suyo propio. Ella, conocedora de la sutileza de los habitantes de los señoríos que poblaban el México de ese entonces, decide no presentar a Cortes como conquistador. Lo presentó como libertador. 

Para ello fue menester explicarle y hacerle entender a Cortes que si quería tener éxito en su misión era necesario que no actuara como conquistador. Lo que la gente necesitaba era un libertador. Alguien que los liberará del yugo de Moctezuma y del oneroso tributo que tenían que pagar al imperio. Cortes no solo entendió, sino que aprendió de la Malinche. Dejo a un lado el conquistador para presentarse ante los pueblos con los actos propios de un libertador. Tesis que de ahí en adelante copiarían todos los grandes señores del mundo, diciéndoles a los pueblos conquistados que su intención no es subyugar, sino liberar. Recién vimos algo similar en Ucrania y años antes en Irak.

La Malinche, conocedora de las gentes y lenguas, le explica a los Caciques de los diferentes señoríos cual es el papel de Cortes. Se convierte en la mediadora, en el instrumento por el cual ellos pueden negociar con él. La esclava se convierte en la guía e intermediadora de los grandes señores de la región y en la guía, líder, institutriz y lengua de Cortes. Lo educa, corrige y reprende. Intermedia y defiende los derechos de los locales en aras de una alianza que Cortes habrá de necesitar. Y Cortes, conquistador domesticado, se deja guiar. Mérito de ambos, pero en especial de la Malinche.

La Malinche no solo dirige a Cortes. Es también la consejera y guia de los pueblos que se resisten a Cortes, de los que se le unen y de los que dudan. Es la que vence sus reticencias. Es la que les hace ver que él es un libertador, no un conquistador. 

Les explica que Cortes es vasallo de un rey que mora en tierras muy lejanas. Un rey al que le es casi imposible viajar hasta las tierras liberadas por Cortes, ya que debe cuidar ese reino distante y remoto que nada tiene que ver con el de ellos. Un rey que no podía viajar con todo su ejercito para tomar posesión de las tierras. Que ya una vez liberados, lo más probable es que Cortes, con su exiguo grupo de hombres, se tuviera que regresar a sus tierras, dejándolos a ellos como señores de sus tierras.

La inteligencia y fino entendimiento de las sutilezas de cada pueblo, fue lo que le permitió a la Malinche fincar las alianzas que Cortes necesitaba para la conquista de Tenochtitlan. No olvidemos que Tenochtitlan se rindió por falta de agua y alimentos. Los pueblos tributarios dejaron de proveer a la gran ciudad del agua y alimentos que esta necesitaba para resistir. Bernal Díaz del Castillo dice de la Malinche: jamás vimos en ella flaqueza ni debilidad alguna. Sino ímpetu y esfuerzo mayores a los de cualquiera otra mujer y a no pocos de nuestros propios hombres. 

Ella es la que entiende que el militarismo religioso de Moctezuma es el que le llevaría a no hacer frente a Cortes. Si bien es cierto que hizo todo lo humanamente posible para evitar que Cortes llegara a Tenochtitlan, también lo es que pudiendo hacerle frente no lo hizo. Su creencia y profunda convicción de la segunda llegada de Quetzalcóatl, le hizo recibir a aquellos que probablemente eran sus mensajeros. La Malinche entendió y capitalizo a favor de Cortes la religiosidad de Moctezuma. Tan cierto es esto que dándose cuenta Moctezuma de que ella es la estratega y Cortes el instrumento, llama a Cortes bajo el nombre de Malintzine. 

Moctezuma se da cuenta de que Cortes no es un dios, es un conquistador domesticado y por eso lo llama Malintzine, que significa: el que pertenece a la Malitzin.  Se da cuenta que es ella la responsable de la conquista. Ella, la que de esclava migro a señora y de señora a conquistadora. Una mujer maternal, dulce, profunda y ligeramente triste, pero también una mujer inteligente, sutil, estratega y audaz como ningún.

Terminada la conquista, Cortes viaja a España para no regresar jamás. Cortes había conquistado para el emperador mas tierras que los que sus padres le habían legado. Gracias a Cortes es que el sol no se ponía nunca en los dominios del emperador, y sin embargo éste no solo no lo recibe, sino que ademas lo margina de la conquista y del Mexico que se estaba construyendo.

Cortes había caído en desgracia cuando la Malinche visito España. Fue recibida en la corte como una gran señora. Regresa a México donde es esposa del primer alcalde de la ciudad, teniendo un papel de primer orden en la construcción del nuevo Mexico. Muere a los 29 años de edad, dejando un legado de liderazgo y estrategia que mucha falta nos haría, reconocer, estudiar y aplicar.

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