martes, 7 de abril de 2015

Esa terapia ocupacional que llamamos trabajo.

La palabra trabajo viene del latín tripaliere. Instrumento de tortura compuesto de tres palos en el que amarraban a los esclavos para azotarlos (me suena tan familiar).

Un empresario ya retirado (85 años) con el que me tomo un café de vez en vez, me decía que si el trabajo fuera bueno ya lo hubiesen acaparado los ricos, y parece ser que nos lo han dejado a nosotros. Más allá de la inteligente broma de mi amigo, está el hecho de que el trabajo es al hombre lo que volar al pájaro. Nacimos para trabajar, no obstante no voy a discurrir en éste artículo la parte filosófica del trabajo. El tema no es ese. El tema es la praxis, no la teoría. 

Actos inútiles.
Los seres humanos somos los únicos seres de la creación que estamos llenos de actos inútiles.
Analice un día de trabajo. El que usted quiera. Ese día anotara todas las cosas que hace por mínimas e insignificantes que sean: ya sea servirse un café, ir al baño, contestar un correo, preparar un informe, llamar por teléfono, enviar un W.App, etc. Antes de dar por terminadas sus labores guarde el archivo donde apunto el devenir del día y olvídese de él.

Programe en su agenda una junta de una hora para la próxima semana. Junta en la que no va atender a nadie más que a usted. En esa hora va revisar fría y objetivamente el archivo en el que guardo las actividades del día. ¿Cuántas de las cosas que hizo ese día incidieron en el resultado del negocio? ¿Cuántas generaron un resultado acorde a los objetivos económicos que usted tiene? ¿Cuántas de las cosas que hizo eran innecesarias respecto al objetivo a lograr? ¿Cuántas cosas pudo haber dejado de hacer sin que pase algo que afecte en corto o largo plazo al resultado del negocio? ¿Cuántas a sus objetivos económicos? Lo más probable es que descubra que hace muchas cosas y logra pocas. La rentabilidad de las horas invertidas es nimia.

El trabajo es para la gran mayoría de nosotros una excelente terapia ocupacional, no una inversión. Nos ocupamos como terapia en un sin fin de cosas que si pasan no pasa nada. Cosas que no inciden en el negocio de nuestro negocio. Estas vacaciones recibí la llamada de un cliente. Me llamo para decirme que era urgente que nos reuniéramos de inmediato en su oficina por un tema que era de vital importancia. Le pregunte si la junta obedecía a su ansiedad o si era algo que en realidad teníamos que atender de inmediato para cerrar una operación y generar una ganancia. La respuesta fue la esperada: lo vemos cuando regreses de vacaciones.

¿Cuántas de las cosas que nos piden y pedimos bajo el rubro de urgente obedecen a la ansiedad, ya sea nuestra o del otro? ¿Cuántas de las cosas que nos piden y pedimos infieren realmente en los resultados del negocio? ¿Cuántas de las cosas que hacemos tienen que ver con lo que pretendemos lograr? Lo cierto es que muy pocas.

Siembra hábitos y cosecharas costumbres.
Este estar ocupados con un sin fin de cosas inútiles obedece a un conjunto de creencias y hábitos mal asimilados. Un hábito mal asimilado es algo que hacemos repetidamente sin estar conscientes de que lo hacemos, sin saber porque lo hacemos, o lo que es peor sin cuestionarnos el por qué lo hacemos. Algunos hábitos son adquiridos en casa y otros desarrollados por nosotros. Todos los hábitos tienen una función: brindarnos un momento de paz, de confort. Es algo que hacemos para consolarnos a nosotros mismos en un momento de tensión. No nos damos cuenta de ello debido a que poco/nada no nos observamos.

La creencia crea hábitos y los hábitos costumbres.
Nosotros nos movemos en tres estadios mentales: Ocurrencias, Ideas y Creencias.

Una Ocurrencia es algo que entra y sale de nuestro cerebro sin que en él suceda algo. Lo único que hace nuestro cerebro es registrar el fugaz e intrascendente paso de la Ocurrencia sin que las neuronas se vean en la necesidad de trabajar en ella. Lo único que hacen es darle un pase de entrada y salida para que algún día podamos decir: eso ya se me había ocurrido a mí.

Por el contrario, una Idea es algo que entra a nuestro cerebro y no sale de él. Nuestras neuronas se ven en la ingente necesidad de diseccionar la Idea. De separarla en sus partes para analizar cada una de ellas como un todo y toda ella como una sola cosa. La Idea es algo que nos vemos en la necesidad de analizar una y otra vez. La Idea nos exige discutirla, confrontarla con nuestras Creencias y con las de los demás. Requiere de fundamentos lógicos e inteligentes. Fundamentos que nos permitan rechazarla o aceptarla sin entrar en conflicto con una u otra posición. La Idea, ya una vez que la rechazamos, la eliminamos de nuestro cerebro para no pensar en ella más que ocasionalmente. Por el contrario, cuando la Idea la aceptamos, la convertimos en Creencia. Una Creencia es una Idea aceptada. 

Las Ideas se piensan. Las Creencias, ya una vez aceptadas, no se piensan, se creen.
Las Ideas las tenemos que defender. No estamos ciertos de ellas. Las Creencias, por el contrario, son un habitáculo. Nos instalamos en ellas. Jamás las pensamos. No las operamos, nos operan. Actuamos conforme a ellas. Nos definen. Nos hacer ser lo que somos. Determinan lo que sí y lo que no podemos hacer. Son las que definen nuestro destino. Y el destino no es otra cosa más que ese conjunto de creencias que hemos seguido consciente o inconscientemente y que han gobernado nuestra vida. Cambian nuestras creencias, cambia nuestra vida.

Sirva, como ejemplo, la siguiente reflexión: la razón por, la cual nos damos el lujo de desperdiciar la vida, es porque nunca hemos entendido que cada noche es una muerte en pequeño y cada día es una resurrección. Así, el día de hoy nos tenemos que levantar a conquistar el día, el pan y las mentes. Ya que no sabemos si al dormir nos vamos a levantar. La estadística dice que sí, pero eso decía la estadística de los que no se levantaron. Si viéramos cada día como una resurrección, capitalizaríamos el día de una manera muy diferente a como los hacemos hoy.

Dentro de nuestras creencias está el tema del ocio. Nos enseñaron que el ocio es la madre de todos los vicios. Lo cual de suyo deja ver que crecimos en una familia de operadores, no de directores. Ya que el líder debe dirigir hacia el ocio. Si no tiene el ocio para pensar y pensarse, no podrá hacer lo que le debe de hacer, como lo debe hacer.

Este no estar ociosos hace que nos ocupemos en cosas inútiles. Imagínese por un momento que está usted en su oficina sin hacer nada operativo, trabajando con su mente para resolver un problema que lo ha ocupado más de dos horas. Sus superiores y subordinados pasan una y otra vez y lo ven haciendo nada. ¿Qué pasa por su mente cuando ellos lo ven así? ¿Qué cree que piensan en ellos?
Este no querer parecer ociosos hace que poblemos el día con un sin fin de actos inútiles.

Capitalismo viene de Cápita –Cabeza. Esto quiere decir que todos los días debemos preguntarnos: donde son más rentables mis ocho o diez horas de trabajo, boleando zapatos, vendiendo zapatos o fabricando zapatos. El producto es el mismo, lo que cambia es la ocupación.

Lo mismo pasa en tu trabajo: ¿Qué actividades son las más rentable? ¿En dónde está el negocio de tu negocio? ¿Cuál es la rentabilidad de tus horas de trabajo?

Si el cien por cien de las actividades que haces en tu trabajo cotizaran en el mercado de valores, ¿en cuales valdría la pena invertir y en cuales no?

Así, la pregunta final es: Cómo debes organizar tu trabajo para hacer que tus horas sean más rentables.

 

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