lunes, 13 de abril de 2015

Educar lo que queremos.

La empresa es un fenómeno social por excelencia. No obstante las ventajas que ha traído la constante expansión empresarial, los claroscuros de esta se han dejado sentir en todo el planeta y nuestro país no es la excepción.

En 1950, de cien personas que estaban en edad y capacidad de trabajar, 55 estaban en el auto empleo y 45 en la nomina de los primeros. Hoy, 65 años después con sesenta y cinco veces mas profesionistas que en la década de los cincuenta, 8 están en el auto empleo y 92 en la nomina de los primeros.

¿Qué cambio? ¿En que momento los padres de familia cambiaron el enfoque para empezar a formar a aquellos que trabajarían bajo la nomina de una persona en lugar de formar a aquellos que crearían las nominas donde trabajarían otras personas?

En 1950 la dinámica empresarial que imperaba era la de núcleo. Las empresas eran familiares. En ella trabajaban todos los integrantes de la familia, padres, hijos, familiares y parientes. Los infantes tenían claro el horizonte y sabían que de grandes iban a continuar y crecer lo que sus padres o abuelos habían iniciado.

No existía el concepto de orientación vocacional. Existía el oficio y los padres se encargaban de que su prole lo adquiriera desde temprana edad. La gente estaba orgullosa de su oficio, sin importar si este era de zapatero, plomero o industrial. La capacidad de hacer crecer el oficio estaba subordinada al trabajo, inteligencia y audacia de los padres, sin embargo todos tenían la responsabilidad de trabajar en la empresa de la familia.

En la década de los sesenta empezó el cambio. Los padres de familia querían que sus hijos tuvieran un futuro mejor que el de ellos. Un futuro donde no estuvieran a expensas de los vaivenes del mercado y del siempre cambiante gusto del publico. Un futuro donde no tuvieran que preocuparse por lo que ellos se preocupaban, de tal suerte que pudieran dedicarse a desarrollar su carrera para ser los mejores en ella y construir un mundo de comodidades y tranquilidades diferentes al de ellos.

Los padres empezaron a enfocar la formación y dirección de los hijos hacia el ámbito académico. Era un orgullo tener un hijo abogado, doctor o ingeniero. Los profesionistas estaban en la cúspide del poder. Eran el poder visible en casi todas las instituciones. Lo que menos querían los padres era que sus hijos estuvieran en la empresa. Su responsabilidad, les decían, era estudiar. Ya tendrían tiempo para trabajar cuando adultos, por lo que los apremiaban a estudiar y graduarse con las mejores notas para poder tener acceso a un mundo que ellos jamas podrían tener: el mundo ejecutivo.

En la década de los setenta se agudizo el proceso, ampliándose dramáticamente en los ochentas. Ya no era suficiente tener una carrera. Era menester tener una maestría y otro idioma. Los profesionistas mas cotizados eran aquellos egresados de universidades extranjeras. Estos no solo se habían graduado en una universidad extranjera, sino que ademas hablaban otro idioma y habían visto otras formas de hacer las cosas.

En los noventas tener una carrera profesional era visto como antaño tener la secundaria. Era el estudio mínimo que se le pedía a un individuo para ser considerado dentro de una empresa. Lo común era tener dos carreras y una maestría o una carrera y dos maestrías. Poco a poco se fue abriendo una brecha en donde era más importante tener una carrera que un oficio. Los jóvenes graduandos soñaban con entrar a trabajar en una empresa en la que pudieran hacer carrera. Consideraban que era un gran negocio trabajar en un gran negocio.

El oficio empresarial se fue perdiendo. El valor estaba en los títulos, no en el oficio. Entre mas títulos tuviera una persona, mas se cotizaba en el mercado. Al grado que se empezó a necesitar titulo para lo que antaño era un oficio. Ya no era suficiente con ser un cocinero, ahora era menester graduarse de Chef para trabajar de cocinero. Era necesario tener un titulo de Dirección Hotelera para trabajar de recepcionista en un hotel y lo mismo pasaba en muchas áreas donde antes era mas importante el oficio y la experiencia que el titulo en si.
Hoy, muchos de los jóvenes graduandos descubren que el mercado no tiene la capacidad para darle cabida a todos. Descubren que los títulos para lo único que sirven es para llenar vanidades y panteones, por eso se llama panteón, lugar de muchos dioses. 

Hoy hay carreras de todo. Muchas de ellas son terapia ocupacional para los jóvenes y espiritual para los padres. Los primeros pueden decir que están estudiando y los segundos sentirse tranquilos de que sus hijos están cursando una carrera que seguramente les ayudara a abrirse espacio en la vida, aun cuando la realidad es que solo el 3% de la gente terminara trabajando en lo que estudio.

Las nuevas tecnologías están revirtiendo el proceso. Cada vez son y serán más las personas que trabajen en el auto empleo. Las empresas tenderán a contratar cerebro de hora más que mano de obra. Producto versus tiempo. No obstante los padres de familia y las universidades deben cambiar el enfoque.

Las universidades le tienen que dar mas valor al auto empleo. Les deben crear el marco intelectual, cultural y social que los lleve a la investigación dirigida, a tener entrevistas y conferencias desde el primer semestre con jóvenes emprendedores que han sabido encontrar su nicho en función de su ser. Todo se da por contagio y entre mas los expongan a jóvenes emprendedores, mas se les contagiara la visión y pasión de estos.

En los hogares debemos crearles el entorno cultural, intelectual y mental que los lleve a contemplar el auto empleo como la opción a desarrollar. Debemos crear mesas de análisis y debate con los nuestros, en donde el objetivo no sea decirles lo que deben de hacer, sino crearles los escenarios y las interrogantes que les lleven a descubrir que es lo que deben de hacer en función de lo que son y de la dinámica del mundo.

Necesitamos formadores de empresarios. Los necesitamos en los hogares, universidades y empresas. Necesitamos formadores que entiendan que una cosa es la instrucción pública, otra la formación y otra la educación. La instrucción publica se da en la universidades, la formación en las empresas y la educación en los hogares.
Nada ni nadie puede ir contra su esencia. El gobierno, las universidades y las empresas son facilitadores. La esencia de dichas instituciones no es la generación de soluciones, su responsabilidad y esencia consiste en poner los medios para que la gente haga lo que le enseñaron en su casa. Estas instituciones reciben el material humano que nosotros les entregamos y con eso hacen lo que pueden.

La solución de muchos de nuestros problemas esta en casa. A nosotros nos corresponde educar. La esencia de la familia es educar, no instruir. La palabra educar viene del latín -educere- que significa extraer lo mejor de. Y es a nosotros a quien nos toca extraer lo mejor de los nuestros. Si queremos un México mejor, necesitamos entregarle gente mejor.

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