sábado, 11 de abril de 2015

Códigos antropológicos.

El código antropológico es el significado inconsciente que le damos a cualquier acto, sujeto, lugar u objeto con el que interaccionamos o nos relacionamos El código, en cuanto a significado, cambia en función de la estructura familiar y el entorno cultural en el que el individuo creció. El acto de una persona tiene un significado si esta nace y crece en Mexico, otro si nace y crece en los países eslavos y otro si nace y crece en el Medio Oriente. Es la geografía, la raza y la historia en la que nace y crece el individuo lo que determina el significado de los actos.

Los códigos antropológicos que posee una persona son los que hacen que esta acepte o rechace lo que ve y se le ofrece, ya sea un objeto, producto, idea o concepto. Lo mismo pasa con las ofertas de trabajo y propuestas de negocios. Los códigos que la persona posee son los que le hacen decir sí o no. Nuestros códigos son los causantes indirectos (no conscientes) de que nos estanquemos o avancemos. 

Los códigos antropológicos se adquieren de manera inconsciente durante los primeros siete años de vida. Navegamos con ellos hasta que poco a poco los vamos complementando con nuevos códigos que adquirimos de manera racional, consciente y voluntaria. El problema de los códigos adquiridos es la formación o deformación que tengamos de nuestra conciencia. 

La conciencia no es otra cosa más que la capacidad para identificar y llamar a las cosas por su nombre. Una persona que no tenga la capacidad de identificar y llamar a las cosas por su nombre, confundirá la realidad con la teoría, el deber ser con el ser, la moral con lo natural. Este tipo de personas tendrán serios problemas para cambiar sus códigos, ya que estos obedecen a su mente, no a la realidad.

Los códigos antropológicos son el resultado de emociones intensas que nos ocasionaron ciertos actos, sujetos, lugares u objetos, y que determinan nuestro inconsciente hacer, vivir y consumir. 

Estos explican ese hacer que hacemos sin saber o estar conscientes de que porque lo hacemos. Por ejemplo las personas que poseen un Jeep, se distinguen por su tendencia a ser individualistas y solitarios. Se les dificulta un poco hacer equipo. No obstante son amables, de risa y sonrisa fácil. Son personas que por lo general se sienten comprimidas por su entorno doméstico (casa, matrimonio, familia, etc.). El Jeep es el medio por el cual satisfacen su necesidad de libertad y escape, lo que le hace más llevadero el tema del entorno. Esto quiere decir que al resolver su entorno el Jeep deja de tener sentido.

Otro ejemplo de un código antropológico es el baño. La razón por la cual permanecemos más tiempo del necesario en el baño es debido a que de infantes aprendimos que ya una vez que podíamos usar el papel higiénico, lográbamos un espacio de independencia que nos permitía cerrar la puerta del baño y dejar afuera a nuestros padres. Los cuales, cosa sorprendente, nos felicitaban por esto. Solo cuando el infante es capaz de utilizar el papel higiénico por si mismo, queda libre para encerrarse detrás de la puerta del baño con la anuencia de sus padres. El baño pasa a ser algo más que un baño. Es el lugar donde podemos estar con nosotros mismos, aislándonos momentáneamente de la familia y del mundo. 

Los códigos antropológicos permanecen en nosotros como improntas que le dan forma a nuestros pensamientos y acciones, definiéndonos como individuos y miembros de una cultura, región o nación. 

Por ejemplo, el Sol, en francés, es le soleilun sustantivo masculino que los franceses asocian estrechamente con el Rey Sol, Luis XIV. Los franceses perciben el Sol como masculino, lo que les hace ver a los hombres como iluminados, brillantes. Las mujeres, por el contrario, son asociadas con la Luna, la lune (palabra femenina). La Luna no brilla por sí misma. Refleja la luz del sol. Esto quiere decir que en Francia la mujer brilla más por el hombre que la acompaña que por sí misma.

En Alemania, aún a pesar del nombre -Alemán = lugar donde viven los hombres-, sucede todo lo contrario. El sol, die sonne (palabra femenina), hace que los alemanes perciban a las mujeres de diferente forma que sus vecinos los franceses. Para los alemanes las mujeres representan la vida. Son las que le dan calor al mundo. Las que hacen que las cosas crezcan. Las que crían a los bebes. El hombre, por el contrario, es la noche. La oscuridad, der mond (termino masculino). El alemán brilla por la mujer que le acompaña.

Es como el azul y el rosa del catolicismo latino y del cristianismo en general. El azul representa el cielo. El lugar donde mora Dios. Lugar etéreo, distante, inalcanzable. 
El rosa representa la cercanía, lo íntimo, lo próximo. Representa la entrega (rosa son los labios vaginales, rosa es la vulva). Lo delicado, tierno, bello, hermético. Códigos que hacen que vistamos a los niños de azul y las niñas de rosa sin tener la más mínima idea de que por que lo hacemos o de lo que representa. 

El código antropológico para la mujer en México es Tierra; para el hombre es Dios.

En México la mujer es como la Tierra: es real, tangible. Es cimiento. La mujer es la dadora de vida y alimentos. El hombre es como Dios: Etéreo. Distante. Irascible. Está diferencia en los códigos hace que la relación con nuestros progenitores sea diferente. En México a la Madre se le ama, se le pone en un altar, se le protege, se le cuida. El Padre rara vez ocupa un lugar como el de la Madre. Al Padre primero se le idealiza, después se le teme y al último se le tiene una tolerancia cariñosa.

Es por ello que en México los dos días más venerados son el 10 de mayo y el 12 de diciembre. El del padre es un día más. Un día sin la significación que tiene el día de la madre o de la virgen de Guadalupe.

Está diferencia incide también en el comportamiento de uno y otro: La mujer (terra -seco) tiene los pies en la tierra. Su fantasía mengua el día que se casa y se extingue el día que tiene su primer hijo. Una mujer que tiene hijos se torna práctica, funcional. Persigue y vive realidades, no fantasías.

El hombre (Deus-lo que brilla) tiene los pies en el aire. Deslumbra y se deslumbra fácil. El hombre se va por lo que ve, por lo que brilla, por la apariencia, por la forma. Es soñador, fantasioso, quijotesco, idealista. Se afana en conquistar lo inexistente, lo irreal. Vive una fantasía que se extiende del útero a la tumba. 

La Mujer busca que la relación funcione, y la relación funciona cuando ambos asumen su rol y responsabilidad. El hombre (esposo, hijo, hermano) busca que la mujer le ayude a construir su sueño, más allá de si él cumple o no del todo con su responsabilidad. El hombre en México es como Dios. Le puedes pedir, no obstante él decide si responde o no.

La impronta y su código son como un candado de combinación. Entre más combinaciones desvelemos, mejor será el entendimiento de nosotros mismos y de los demás.


No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Comentarios y sugerencias