Con el tiempo aprendes que todo cabe en lo humano: todo el bien, todo el mal. Toda la locura, toda la cordura. Y es precisamente este infinito de posibilidades que se dan en el ser humano lo que nos lleva al error al perfilar o describir el ser y hacer de un individuo, ya que en este cabe desde al acto racional más puro hasta ese otro que carece de cualquier atisbo de cordura.
Aceptar este infinito de posibilidades en ser humano nos ayudaría a entender que ese alógico accionar que vemos en los demás, es directamente proporcional al alógico accionar que ellos ven en nosotros.
Hay, por ejemplo, quien tiene una ingente necesidad de publicar todo en redes sociales, al tiempo que hay otros que las utilizan como laboratorio para educir el interior de los demás. A los primeros les parecerá inentendible el accionar de los segundos y a estos el de los primeros. Sin embargo, la realidad es que ambos obedecen a su interior, es decir, a eso que consciente o inconscientemente decidieron que tiene cabida en su muy especial forma de “ser humano”.
Comparto una anécdota personal que ilustra muy bien esa rara forma que tenemos de: ser humano. Un amigo me pidió que le firmara unas actas de una junta que sostuvimos días antes en el Consejo de su empresa. Para tal efecto mando a mi Estudio a una joven abogada que está en sus primeros treintas. El objetivo era que le firmara las actas y que le explicara uno de los temas que se decidieron en la junta. Recibí a la ejecutiva en cuestión y al término de la breve reunión me preguntó si me podía hacer una pregunta y un comentario personal. Al darle mi venia me preguntó qué es lo que hacía yo para divertirme. Al responderle me dijo con la frescura propia de la edad, que yo era el ser más aburrido que había conocido en su vida, lo cual obviamente me causo hilaridad. Al preguntar la causa de su dicho, me dijo: es que usted solo lee y escribe. Que aburrido.
Para ella, en su muy especial forma de “ser humano”, la mía no solo es una forma extraña a ella y a su entorno, sino que además es una vida sosa y aburrida. Lo cual, desde su muy especial forma de “ser humano”, es cierto. Más allá de si mi hacer es aburrido o no (cosa en la que yo me divierto en demasía), lo que ilustra esta anécdota es lo arriba mencionado. Hay tantas formas de “ser humano”, como humanos hay.
Los domingos participo como voluntario en un trueque de libros que tiene mucho movimiento. El año pasado intercambiamos poco más de seis mil libros con personas de diferentes segmentos etarios y gustos. El trueque, además de ser muy enriquecedor en el combes de lo literario, lo es en lo antropológico, ya que no solo me ha permitido observar una gran variedad de formas de “ser humano”, sino que además me hizo visible un fenómeno que me ha llamado la atención y al que no le encontraba respuesta.
En el intercambio de libros veo una enorme cantidad de parejas que dan la impresión de que lo único que hay entre ellos es tolerancia y acompañamiento. Cierto que es algo que es más notorio en ellos que en ellas, pero hay casos en los que es claro hasta en ellas. Cuando ellos van solos se muestran joviales, alegres y platicadores. Cuando van con ellas, se les ve cenizos, serios y apagados. Ellas, por el contrario, se muestran casi igual solas que acompañadas, salvo raras excepciones en la que es muy notoria la incomodidad de su relación.
Confieso que por meses me estuvo rondando en la cabeza el porqué de esas parejas disparejas. Y así estuve hasta que un inversionista que esta en sus tempranos cuarentas, me preguntó si podía cenar con él y tres de sus socios para hablar de lo que se ve venir para México en este sexenio, y de lo que podría pasar en el mundo de los negocios y de la geopolítica con la llegada de Donaldo Trump a la Casa Blanca. Acudí a la cena en cuestión y me topé con la sorpresa de que los cuatros fueron acompañados de sus respectivas esposas, parejas (dos casados y dos solteros).
En la cena pude darme cuenta de que a la pareja del que me invito, le pesaba mucho el dedo, aun cuando a él no le sobraba anillo. Me quedo claro en el transcurso de la charla que ella ya había decidido casarse con él y que este no tenía ni idea de la decisión de esta. Lo importante para ella no es si él es el hombre con el que podrá formar un hogar. Lo importante es casarse, ya que eso es lo que está en su muy especial forma de “ser humano”.
Usted pudiera pensar que está mal, sin embargo, si voltea
a ver a su alrededor va a ver muchas parejas en las que a ellas les pesaba
mucho el dedo y a ellos nos les sobraba anillo, y, sin embargo, se casaron y se
reprodujeron. Esto, que a todas luces es una decisión no inteligente, dadas las
ingentes consecuencias que acarreará después, forma parte de esa muy rara forma
que tenemos de “ser humano”.
Los seres humanos vivimos inmersos en un cúmulo de contradicciones y claroscuros
que son normales en nosotros y extraños en los otros. Este asumir como normal
nuestro alógico e irracional accionar es lo que nos hace ver como inentendible el
de los demás, lo que nos lleva a juzgar, pero no a entender.
Entre mayor sea nuestra capacidad para comprender que
todo cabe en lo humano, mejor será nuestra relación con los demás, entendiendo
y asumiendo que tan anormal es el accionar de los demás para nosotros como anormal
es el nuestro para ellos. Estamos, pues, en una equitativa relación con todos
los demás.
Nos leemos en el siguiente artículo.
Es decir: cada loco con su tema y cada chango con su liana.
ResponderBorrarMuy interesante y un fenómeno difícil de entender sin embargo, en mi caso al llegar a mis 50 … decidir disfrutar al mis últimos 30años . En los cuales mis 28 años de matrimonio ya son irrelevantes y no entran en mi plan de mis próximos 30 años. En conclusion ese fenómeno de cohesion en pareja es solo una apariencia social
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