El diccionario de la Real Academia Española define el estereotipo como: Imagen o idea aceptada comúnmente por un grupo o sociedad con carácter inmutable. No obstante, y sin animo de contradecir lo que dice tan docta Academia, lo cierto es que todo estereotipo es un prejuicio.
Cuanto más sabemos, más
conscientes estamos de que no sabemos.
¿Qué idea se forma usted de Julio Verne
cuando lee sus obras? Lo más probable es que la idea que se forma de él este
muy lejos de la realidad. Sabemos, por ejemplo, que fue misántropo, misógamo y
mal padre, pero eso que sabemos lo sabemos de oídas. Para poder tener un mayor
nivel de certeza sobre quien fue Julio Gabriel Verne, nos sería menester
haberle vivido, pero como no podemos vivir a todo el mundo, lo que hacemos,
como sabios de segunda mano, es dar por bueno lo que los estudiosos nos dicen
de aquellos a quienes estudiamos.
Cierto que usted me podrá decir que para eso están los biógrafos y expertos en la materia, sin embargo, la realidad es que estos elaboraron la biografía del biografiado en función de sus propios prejuicios, es decir, de la idea preconcebida, romantizada o reprobada que tenían de él. Con esto no quiero descalificar el saber humano, sino dimensionar que entre más sabemos, mas conscientes estamos de lo poco que sabemos.
Uno de los Abstractos comentó en la
sesión que los estereotipos o prejuicios tienen una finalidad económica: la de hacernos
la vida más amable, ya que nos eximen de tener que investigar más allá de lo
evidente…, y que los prejuicios no son necesariamente malos, pero que lo son cuando
los usamos para normamos un criterio sin investigar a fondo a aquel o a
aquellos de los que opinamos.
Los estereotipos no solo nos llevan al error, sino que además nos privan de
conocer al otro, en lo que el otro es (sus claroscuros), sin perder los propio
(la capacidad de valorar lo que el otro es), lo cual es la base del
conocimiento.
Literatura fantástica.
El estereotipo más importante de
todos y en el que más debiéramos de trabajar para sustraer de él ese cumulo de
ideas erráticas que no nos dejan ser, es el de nosotros mismos. Bien podría usted
pensar que no es así, sin embargo, la realidad es que todos tenemos una idea de
nosotros mismos (estereotipo) que, en sí mismo, es literatura fantástica. Al
grado de que podemos decir: “yo sé quién soy” …, que significa de veraz y en el
mejor de los casos: “yo soy quien creo que soy, aunque no sea nadie”.
Esto, que intrínsecamente es cierto,
no nos le decimos ni a nosotros ni a persona alguna, por lo menos no mientras
no sea necesario, pero si de algo podemos estar ciertos es de que un día (cuando
la obsolescencia o la incapacidad nos alcance), se va a desvelar el verdadero yo,
ese que carece de estereotipo alguno.
Nos cuesta trabajo aceptar esto
debido a que creemos que estamos haciendo historia, pero la verdad es que nos limitamos
a padecerla. Se nos olvida que en la vida todo es limitado, temporal y a la
medida del hombre. La realidad, nos guste o no, es que no hay actor que alcance
a realizar en vida su papel. A todos se nos acaba el mundo, por obsolescencia,
enfermedad o muerte.
Comprender esto nos haría la vida
más amable, amén de que nos relacionaríamos con los demás como lo que los demás
son: seres tan limitados y finitos como nosotros mismos. Si no me cree observe
a los niños pequeños y a los ancianos. A estos no les importa el estrato social o color
de piel del otro, lo que le que les importa es el otro. Ese otro que por un momento
nos hace sentir que existimos. Entre más pronto comprendamos esta efímera
transitoriedad que somos, más fácil nos será la convivencia con nosotros mismos
y con los demás.
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