En el artículo anterior (La familia: extraño e incierto
futuro) hablamos de la acusada diminución de la tasa de natalidad que se está
dando en gran parte del mundo. La tasa de reemplazo es de 2.1 hijos por mujer y
son muchos los países que están por debajo de ella.
En el continente americano la tasa de natalidad promedio es
de 1.8 hijos por mujer, siendo México el pais con la tasa más alta (1.8) y
Canadá con la más baja (1.33). El promedio en la Unión Europa es 1.46 hijos por
mujer, registrando Francia la tasa más alta (1.79) y España la más baja (1,16).
En Asia oriental (China, Hong Kong, Macao, Taiwán, Corea
del Norte, Corea del Sur, Japón y Mongolia) la tasa de natalidad es de 1,5
hijos por mujer. El pais con la tasa más alta es Mongolia (2.77) y Corea del
Sur el de la más baja (0.84).
Son varios los factores que han
incido en esta disminución, la más evidente es el hecho de que los jóvenes prolongan
su soltería hasta la tercera o cuarta década, amén de que cada vez son más las
mujeres que no se casan durante su vida reproductiva.
La erosión del matrimonio en las
culturas más Occidentales progresó a la par del aumento de la cohabitación y la
procreación fuera del matrimonio. En Francia el 60% de los nacimientos se
producen fuera del matrimonio, en USA el 40%, en Canadá el 33% y en México el
65%.
En Asia oriental el matrimonio sigue
estando estrechamente relacionado con la reproducción, al grado que la procreación
fuera del matrimonio representa solo el 3% de todos los niños nacidos en Corea
del Sur, Japón, Taiwán y Singapur. La causa de la reducción de la tasa de natalidad
en Asia oriental es el aumento de la soltería permanente en una proporción cada
vez mayor de mujeres y hombres, amén de que el matrimonio tardío es cada vez
más frecuente, lo contribuye a una mayor falta de hijos en esa región.
Más allá de estos factores, la causa raíz del cambio en la dinámica poblacional se debe al cambio en la educación de la mujer.
El valor de la mujer en la sociedad ha ido cambiando desde hace tres generaciones. Antaño a la mujer se le reconocía por su papel como madre, esposa o hija. Hoy se le reconoce personal y profesionalmente, sin importar si es madre, esposa o hija. Esto no solo ha hecho que la decisión de casarse o vivir en pareja se demore una década o dos, sino que además ha hecho que el primer hijo lo tengan alrededor de los 35 – 40 años.
Lo cierto es que hoy se casan menos parejas, pero las que lo hacen duran más en comparación con lo que ocurría en los años ochenta y noventa, amén de que hoy está bien visto el que una mujer dedique su vida a su desarrollo profesional.
Lo que cambio pues, es la educación de la mujer, no del hombre. Este sigue recibiendo la misma educación de antaño, lo que ha hecho que le cueste más definir su rol en la sociedad, amén de que el "ser hombre" es algo que se ha desdibujado en la mente del hombre. Muchos batallan para encontrar la forma de darse valor, mientras que otros, más acomodaticios, le han ido dejando a ellas una buena parte del peso de las responsabilidades que tenían ellos.
El cambio en la mujer ha sido de forma, no de fondo. Esta sigue exigiendo del hombre lo que siempre ha demandado, algunas, incluso, lo han llevado al extremo, al grado de que exigen mucho y aportan poco. Y no poco en cuanto a lo material, sino en cuanto el rol que al hombre necesita de la mujer.
Los próximos años vamos a ver cambios fundamentales en los roles de ambos, amén de una prolongada reducción en la tasa de natalidad en todo el mundo, lo cual inevitablemente nos va a llevar a una fuerte reestructura política, económica y social.
Reestructura que mi generación va a vivir en lo político (incremento del populismo en todo el mundo), pero que las nuevas generaciones enfrentarán en todos los demás ámbitos (personal, económico y social).
Nos leemos en el siguiente artículo.
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