lunes, 1 de junio de 2015

El Interesante, el Admirable y el Bruto.

En el diario quehacer nos es común encontrar tres tipos de seres humanos, el Interesante, al Admirable y el Bruto.

El Bruto.

El Bruto es ese hombre común y corriente que encontramos en todos los ámbitos del quehacer humano. Se le encuentra en todos los niveles de la estructura social y en todos los oficios. Está en la política, en las empresas, en la docencia, iglesias y medios. El Bruto es ese hombre que no conforme con su imbecilidad la anuncia. Cuando lo cierto es que nada se agradece más que un Bruto anónimo. El Bruto anónimo es encantador. No incordia, no molesta ni nos hace padecer su insulsa medianía. 

El Bruto da por sentado que él es el centro del universo. Cuando explica algo lo hace desde su acontecer biográfico. No puede ver, pensar, analizar, deducir y explicar las cosas más que desde su perspectiva personal. Si usted le hace una pregunta universal, como por ejemplo, qué es el Bien. Este le va a dar una respuesta personal, la cual no podrá extender a los demás, ya que su respuesta no se aproxima ni siquiera a una pueril definición de lo que es el Bien.

En nada es más patético el Bruto que en los lances del amor. Si en algún lugar es notaria su medianía es en el combes del romance. El Bruto siente que es un Don Juan. Que es irresistible. Está convencido de que su sola presencia basta para generar en el otro una irresistible atracción hacia él. Esto es lo que hace que el Bruto se placee y haga el ridículo de manera mayúscula, sobre todo cuando está tratando de impresionar a alguien más.

En el Bruto hay poco que descubrir. A lo mucho se puede hacer un tratado de antropología natural o un ensayo sobre el eslabón perdido, pero nada más. La animalidad del Bruto es tan trasparente, que no hay forma de ignorarla. Solo un Bruto se sorprende con otro Bruto.

El Admirable.
El Admirable es ese hombre modélico. Es ese ser humano al que hemos idealizado con o sin razón. Ese que muchos quisiéramos ser o ese que los nuestros quieran que fuéramos. Ese que nuestros padres, maestros, tutores y parejas insisten en ponernos como ejemplo.

Los atributos del hombre Admirable son públicos. No porque él o ella deseen hacerlos públicos, sino porque son de tal magnitud que es imposible esconderlos. No obstante es importante anotar que sus atributos son específicos. Están circunscritos a un solo campo y en el mejor de los casos a dos. En los demás aconteceres del quehacer humano es tan común como el más común.

El Admirable, a diferencia del Bruto, poco habla de su vida privada y lo poco que dice se torna insustancial ante la magnificencia de sus virtudes, ya sean estas intelectuales, artísticas, políticas o empresariales. Lo que conocemos de él son sus atributos y damos por sentado que todo él es así. Nada más lejos de la realidad.

El Admirable se distingue de los demás no solo por esa habilidad especial que posee, sino porque esta va de la mano con una soltura y manejo de escenarios que hace que sus atributos se magnifiquen y que los otros nos lo pongan de modelo, no obstante es importante entender que la admiración implica lejanía, no cercanía. Ninguna de las personas que nos ponen de ejemplo o modelo a un Admirable, estaría dispuesta a vivir con él. En lo privado son poco / nada soportables.

En lo único que se parecen el Admirable y el Bruto es en lo referente a la egolatría. Se quieren tanto a sí mismos, que el solo pensar en alguien más los pone celosos.  

El Interesante.
El Interesantes es un ser difícil de definir.
Es ese ser humano que su sola presencia hace que le volteemos a ver. No podemos identificar en ese instante qué es lo que nos atrae, pero sabemos que nos atrae. Posee un imán que hace que los demás graviten hacía él.

Es dueño de un lenguaje, formas y estilo que confirman lo que su personalidad proyecta. El Interesante es interesante por lo que es, no por su belleza o porque posea una egregia figura. De hecho muchos de ellos no son poseedores de un rostro o físico superior. Lo que hace que sean interesantes es lo que son, su forma de ser, decir y hacer las cosas. 

El Interesante posee un halo de misterio innato.
El Interesante llama la atención desde la infancia. Es tan auténtico, tan original que no hay forma de no percibirlo. El Interesante es inabarcable, inagotable, indescifrable. No es un hombre público, no lo es incluso cuando es público. Puede ser escritor, poeta, político o artista, y aun así guarda un hermetismo de sí y de su vida que coadyuva a la perpetuación del misterio.

No es una persona que se distinga por su interacción social, no obstante en su trato con los demás muestra un nivel de educación, cortesía, cultura, dicción y elegancia, que hace deseable que la interacción se prolongue más allá de lo que él mismo está dispuesto a prolongar.

Es alguien que se expone poco a los demás y cuando se expone lo hace de manera electiva. Es una persona a la que nunca termina uno de desvelarlo, descubrirlo. Siempre hay algo en él, que sorprende y arrebata. 

El Interesante tiene el don mantenerse cercanamente lejano. Y si bien es cierto que convive poco con los demás, también lo es que cuando lo hace, lo hace de tal forma que es imposible que su paso no deje una huella en el acontecer biográfico del otro. El encuentro podrá ser circunstancial y efímero, no obstante su trato, sus actos, palabras, frases o respuestas, harán que ese encuentro circunstancial, se convierta en algo trascendental, en algo que deja en nosotros una huella más allá de lo imaginable.

Sirva para ilustrar lo anterior el caso del Vizconde de Chateaubriand (1768 – 1848).

El Vizconde de Chateaubriand, el hombre más feo de Francia en su época, publica su novela Atala y le invitan a una serie de presentaciones. En una de ellas coincide con la Marquesa de Custine, la mujer más bella de Francia. Esta lo ve y siente de inmediato una irrefrenable atracción hacia él. Lo invita a su castillo donde pasan unas semanas de tórrida pasión. Poco tiempo después el Vizconde de Chateaubriand se ve en la necesidad de salir al exilio, no regresando jamás con la Marquesa de Custine.
Veinte años después la Marquesa de Custine realiza una reunión en su casa con dignatarios extranjeros. La reunión marcha de las mil maravillas. Su hijo, diplomático también, exhorta a los invitados para seguir el convite en la biblioteca de la casa. Uno de los dignatarios, al llegar a la chimenea de la biblioteca, le dice a la Marquesa con un aire de suficiencia: así que aquí es donde Chateaubriand cayo sus pies, a lo que la Marquesa responde pronta, como ofendida: No señor mío, yo a los pies de Chateaubriand. 

Sirva esta insulsa anécdota para ilustrar el impacto que generan en los otros las personas Interesantes. Estas, aunque inabarcables e inagotables, dejan un huella indeleble en el acontecer biográfico de los demás. Huella que no puede dejar el Admirable y mucho menos el Bruto.

1 comentario:

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