martes, 22 de agosto de 2023

La cueva de Don Manuel.

Don Manuel es un Abstracto Senior en el que se conjugan magistralmente la sapiencia de la edad y del conocimiento. Es un hombre que se ha distinguido por su incesante búsqueda y comprensión del origen, lo que ineluctablemente le ha llevado a estudiar el nacimiento de las religiones y del entorno económico, político, militar, social y cultural en el que estas se gestaron y parieron.

Si no entiendes, nos explicaba Don Manuel, las circunstancias en que estas se concibieron y nacieron, no podrás entender ni comprender lo que en esencia son ni su real trascendencia. Lo que vemos de estas en la actualidad son mutaciones que obedecen al presente, pero que no explican el principio… Y el secreto de todo está en el principio.

En esa búsqueda del origen nos planteo una interrogante que nos llevó al análisis, reflexión y debate de la cuestión: ¿Por qué si la mayoría de las revelaciones importantes dadas al ser humano han sido transmitidas en el interior de cuevas, no cuenta la humanidad con estudios al respecto ni con la bibliografía que invite al análisis y a la reflexión del tema?

Son bastas las revelaciones que tienen su génesis en el interior de una cueva. Dentro de las más conocidas esta la gruta o cueva del Rabí Shimon Bar Yohai (autor del Zohar), la del Apocalipsis (la cueva de Patmos), la de Hira (donde Mahoma recibió sus primeras revelaciones) y una suma de etcéteras más en los mal llamados viejo y nuevo continente.  

La cueva ha sido y es fundamental en todas las expresiones místicas que ha habido y hay. Simboliza no solo el regreso al vientre materno sino también el hospitium que acogió a nuestros primeros ancestros.

Hay, no obstante, un valor que poco se ha considerado en ese ambiente natural o artificial en el que se refugian los hombres: el de la afonía y ausencia terceros. La cueva, manifestación temprana del movimiento anacorético y del monacato rupestre, es un lugar en el que el silencio y la soledad son la norma, pero no todos pueden con estás, ya que, en ellas..., o te encuentras o te vuelves loco.

Sin demerito de lo que la cueva es, me atrevería a afirmar que la esencia de la revelación no está en el lugar en sí, sino en esa afonía de terceros y de distractores que te obligan a escucharte a ti mismo. Entendiendo que la revelación será mística solo si la persona lo es. 

La revelación obedece a lo que la persona es.
Un hombre de negocios que por disciplina se aislé de los demás tres o cuatro veces al año, va a descubrir en esa afonía de terceros y de distractores, esas oportunidades de negocio y de acción que el entorno no le permitía escuchar por exceso de ruido.

Ese literato, pintor, escultor o artista que se aísla para crear, va a producir obras de arte que no podría realizar en compañía de terceros. Lo mismo acaece con las demás ramas del saber. Es el silencio y la soledad que uno se pueda crear para sí mismo lo que nos llevará a desvelar eso que siempre ha estado ahí, pero que por exceso de compañía y ruido no podemos ver o escuchar.

Muchos de los ancianos (gente de antes) son más sabios no porque sean más viejos, sino porque tienen más tiempo para sí. Tiempo en el que la afonía de unos hijos que están haciendo su vida. La de unos nietos que tienen apremio por descubrir todas esas cosas que son o serán la materia prima de su próximo hacer. Más la afonía de esos amigos que cada día son menos y de la gente en general, hace que las personas de antes tengan para sí lo que no tenían: tiempo para ver y entender la realidad más allá de máscaras y vanidades, y tiempo para observarse, escucharse y pensarse.

Este ejercicio de silencio y soledad en el que están inmersos los ancianos es lo que hace que puedan acceder a esas revelaciones que les signa la vida que les queda.

Los que en el devenir de su vida buscaron un equilibrio entre el ser y el hacer (tiempo para sí, para los otros y lo otro), son los que descubrirán una nueva y mejor forma de vivir la vida. Los que toda la vida vivieron de cara al aparador en mundo de apariencias, ruidos y vanidades, descubrirán que la etapa más difícil de su vida es esa en la que no solo no existen para los demás, sino que tampoco para ellos mismos.
 

Cierto que las revelaciones se han dado y se dan en las cuevas. Ya sea esas de antaño en las que se refugiaban los anacoretas que nos precedieron o esas que construimos para asilarnos productivamente de los demás. En ambas, la afonía de terceros y de distractores visuales y auditivos es lo que nos lleva a desvelar esas revelaciones que nos permiten crear nuevas y mejores formas de ver, entender y operar la vida.

Las revelaciones, insisto, obedecen a lo que uno es. Si usted es un místico judío, católico, musulmán o budista, va a encontrar en esa total ausencia de ruido y distracción, lo que los demás no pueden ver.

Lo mismo le va a acontecer en su área de especialización. Va a desvelar ideas, productos o necesidades que siempre han estado ahí y que subyacen en el inconsciente colectivo. Tan es así que ya una vez que usted las desvela y las hace públicas, habrá más de uno que le diga: eso ya se me había ocurrido a mí.

Así, pues, cuando Don Manuel nos presento el tema a debate, más de uno nos centramos en la búsqueda de bibliografía y en la investigación del tema, hasta que poco a poco fuimos desvelando que la cueva era solo una parte del secreto de la revelación, la otra parte esta en el interior de cada uno de nosotros. En esa capacidad que tengamos para observarnos, escucharnos y pensarnos... Es ahí, y no en otro lugar, donde están la revelaciones que usted necesita.

Nos leemos en el siguiente artículo.   

 

 

 

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