El problema en los actos humanos es que el origen de lo
que queremos es más una suposición que una certeza. Suponemos que queremos tal
o cual cosa. Determinada cantidad de dinero, casa, carro, trabajo o negocio.
Vivir solo, en pareja o con especifica persona, pero en estás, como en todas
las cosas del querer humano, siempre hay más espacio para la suposición que
para la certeza.
Esta suposición o falta de claridad en el querer nos hace
tomar decisiones sin en el debido análisis de lo que intrínsecamente somos y necesitamos,
así como del objeto o sujeto de decisión, lo que al paso del tiempo nos llevará
a descubrir que las cosas no son como las habíamos conceptualizado, aun cuando
las señales estaban ahí.
Las razones por las que no vemos las señales, es debido a que al principio de todo querer hay un enamoramiento que nos ayuda a minimizar defectos y atribuir virtudes a todo aquello en lo que hemos centrado nuestro querer. No importa si es una persona, una situación o un objeto. Nosotros siempre las vamos a ver mejor de lo que son.
Es importante anotar que, en el querer, el análisis más importante no es el del exterior (persona, circunstancia u objeto), es el del interior (lo que somos y necesitamos). Y la mejor forma de acceder a esto último es a través del análisis nuestros actos. En estos y no en las historias que nos contamos, está el lugar en el que vamos a encontrar la realidad de lo que siempre hemos buscado.
Así, pues, mi recomendación es que no le haga caso a las historias que se cuenta a usted mismo. Estas son, amén de engañosas, peligrosas, ya que le pueden hacer sentir y pensar que eso que imagina sobre tal persona, circunstancia u objeto lo va a hacer feliz. Nada más lejos de la realidad.
Su cerebro le va a decir que va a ser feliz cuando viva con tal o cual persona, cuando compre la casa, el departamento o la finca de sus sueños. Cuando vaya de vacaciones o a conocer tal lugar, ciudad o país. Cuando tenga tranquilidad económica y muchas cosas más, pero lo único que no le va a decir su cerebro es que usted nunca dejara de ser usted y que las decisiones que tome basado en las historias que su cerebro le cuenta, generan un cambio en su exterior y una incomodidad e insatisfacción en su interior.
El que el que viaja muda de clima, no de carácter.
Hay a quienes creen que aman a una persona, cuando lo que
en realidad aman es lo que esta les da y no a la persona en sí. Vivir con
alguien no es lo mismo que vivir a alguien. Vivir a una persona demanda
compromiso, entrega, reciprocidad y sacrifico. Mientras que para disfrutar a
alguien solo hay que estar ahí. Es un querer unilateral. Un estar para recibir,
no para dar.
Definir con toda claridad el intrínseco querer, demanda honestidad, reflexión y tiempo. No es algo que se pueda hacer de un día para otro. Hay muchas cosas que se pueden evaluar y decidir en el momento, pero se espera que sean las intrascendentales. Las trascendentales demandan tiempo, objetividad y honestidad.
Puede ser que usted sienta una fuerte atracción por una persona y que esa atracción le lleve a construir historias fantásticas en su mente, pero antes de tomar una decisión pregúntese que es lo que sus actos le indican: que lo que ha buscado y busca es una intermitencia o una permanencia. Si lo que necesita es formar un hogar, adelante, pero si no es así, no se haga daño ni dañe a los demás.
Es el origen el que define el destino.
Cuando usted tensa el arco para disparar una flecha, debe
tomar en cuenta que el lugar donde esta va a caer se define justo en el momento
en que esta sale del arco. Puede ser que en el trayecto un objeto o una ráfaga
de viento cambie su destino, pero esto depende más del azar que de la elección.
Es el origen (lo que usted es) lo que define el destino. Y esto aplica en todos
los ámbitos de la vida.
Identificar la razón que motiva un querer que no necesita, le permitirá darle una mejor dirección a su vida y a la de los demás, no por que vaya a influir en ellos sino porque no los va a dañar.
Nos leemos en el siguiente artículo.
Luz de la calle, obscuridad de su casa…
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