lunes, 1 de junio de 2020

México: un caso casi ficticio.


Hablar de México, en México, es un acto suicida, ya que el mexicano no perdona que se hable mal de su país, aun cuando lo que se diga de él sea estrictamente cierto. Es por lo que en esta ocasión vamos a escribir sobre un México casi ficticio.

La clase media es la que ha conformado la sociedad y cultura de las naciones. Es un estamento que ha trabajado y trabaja con denuedo para legar a los suyos una sociedad mejor que la que ellos habitaron. Se distingue de los otros estratos por tener un pie en la realidad y otro en el ideal. Carece del frió pragmatismo de la cúpula y de la totalidad de la mente mágica de la base… Lo suyo, es lo aspiracional.

En México, país surrealista como ninguno, la clase media es ligeramente más idealista que las otras clases medias del mundo. Posee un idealismo que por antonomasia busca el deber ser de las cosas… No lo que las cosas son…, sino lo que estas deben de ser. De ahí el alto nivel de exigencia a los suyos. Los padres (madre y padre) tienen en mente un solo objetivo: que sus hijos sean y logren más que lo ellos fueron y lograron,

La clase media determino el acontecer social, económico, político, cultural y religioso del siglo XX. No obstante, con la llegada del nuevo siglo, las clases media de todo el mundo ralentizaron su avance. La explosión demográfica se dio en las bases, no en la clase media.  
Si bien es cierto que este fenómeno se dio en todo el mundo, en México tuvo una connotación especial, ya que México es, ante todo, varios México. Usted me podrá argumentar, y con justa razón, que en todos los países existen visiones e interpretaciones del país en función de su geografía, y es cierto. Sin embargo, en nuestro caso la diferenciación ha sido ligeramente más acusada que en el resto del mundo.

André Breton, padre del surrealismo, al termino de su azarosa visita a nuestro país, concluyó lo siguiente: “No intentes entender a México desde la razón, tendrás más suerte desde lo absurdo, México es el país más surrealista del mundo”. Y usted, querido lector, sabe que es cierto…
“En México, lo absurdo, es real”. Y una prueba de ello es el actual presidente del país.  

Para explicar lo que está aconteciendo, nos es menester centrarnos el mexicano de la calle. El de la base, el que es mayoría. No en el aspiracional ni tampoco en ese que construye una ciudad americana o Europea en su ciudad, para sentir que, urbanísticamente, vive en otro país. Y la razón por la que no nos vamos a centrar en ellos es porque el hacer político de estos estratos se circunscribió, hasta antes del actual presidente, a la crítica, y, en ocasiones, al voto.

Es importante aclarar que aun cuando vamos a hablar del mexicano de la calle, todos, de alguna manera u otra, encajamos en él.

En una encuesta que realizo el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, resultó, que más allá del nivel socioeconómico y del grado académico de los encuestados, el 75% de ellos estaba dispuesto a pedirle un favor a la Virgen de Guadalupe y el 50% de ellos estaba convencido de la existencia del infierno… Así, pues, todos, en mayor o menor medida, encajamos en él.

Cabe aclarar que no vamos a hablar de patriotismo (enfermedad que se cura viajando), ni de nacionalismos exacerbados. Vamos a ilustrar lo que el mexicano es, consciente de que las generalidades no explican las particularidades, ni las particularidades a las generalidades.

Tarde o temprano, cada fantasía encuentra su límite: la realidad.
Hay gente a la que pareciera que la realidad le produce asma…, al grado que hasta batallan para respirar. Así entonces, inhalemos profundo y entremos al caso México.

El Mexicano, en todo su decir, está en lo plural: la familia, la sociedad, los otros… En su hacer, en lo individual: es egotista, centrípeto, envidioso y exacerbadamente individualista. Lo mismo acaece con el tema de su supuesta felicidad. En lo público, es feliz; en lo privado, en lo intrínseco, en lo que no comenta y guarda para sí: triste, frustrado y desgraciado.

El mexicano, por antonomasia, se siente oprimido, limitado. Es un sentimiento que viene de antaño. Desde la  conquista. La historia que el mexicano se cuenta de sí mismo es de vejaciones, de abusos. Aún no perdona la conquista ni el oro que estos se llevaron. Por supuesto que ya pasaron quinientos años, pero para el mexicano de la calle, que solo tiene pasado, esto sucedió ayer.

Nada desea y teme más que el poder. Sueña con ser poderoso, aun cuando no sepa qué hacer con el poder. Esta es la razón por la que en México las series de narcotraficantes tienen tanto éxito. Porque quieren ser como el de la pantalla, y huelga decir que no por el respeto, sino por el temor.

No desean el poder para construir, sino para servirse de él. Lo que buscan son los beneficios del puesto, no sus responsabilidades. Al hombre de poder, los beneficios no le preocupan, los ve como una resultante de su hacer. Lo que le preocupa es construir algo que trascienda más allá de él mismo. El débil no piensa en eso. Lo que busca es que le sirvan, que lo adulen, que le den el reconocimiento que no encuentra en si mismo. El primero, construye; el segundo, destruye.

La admiración es el disfraz elegante de la envidia, y esta, como en todo, tiene dos connotaciones, la del capaz y la del incapaz. El capaz usa la admiración como acicate. Es lo que le impele a estudiar, igualar y mejor lo hecho. El incapaz, por el contrario, se limita a destruir todo aquello que no puede construir. No olvidemos que antropológicamente, la gente solo crítica y destruye aquello que admira y necesita y no puede tener.

Así, pues, el incapaz de lo único que es capaz, es de destruir todo aquello que no puede construir. Sirva, para ilustrar lo anterior, el caso de ese que consciente de sus incapacidades, lo primero que hace al llegar al poder, es demostrar que el poder lo tiene él, para lo cual cancela el Aeropuerto; las Estancias Infantiles y una suma de etcéteras más.

Por supuesto que este es un caso casi ficticio, no obstante, lo importante es que nos deja ver lo que haría un hombre chiquito en la presidencia de un país, al grado, incluso, de que podría llegar a considerar la idea de cambiar los indicadores de desarrollo internacional, creando otros que se ajusten a sus incapacidades. Ya sé que usted consideraría esto como un desvarío de mi mente, sin embargo, me lo crea o no, esto pasa en los casos de ficción. 

La razón por la que un hombre así podría hacer todo esto, es porque junto a él hay millones de personas que lo apoyan debido a que ven en él, a ese que ellos quisieran ser… Alguien que, en nombre de ellos, pueda destruir los símbolos de poder. No importa que la destrucción los lleva a la ruina, mientras la ruina sea pareja.  

Es importante entender que antropológicamente el éxito de unos acusa el fracaso de otros, razón por lo que la destrucción es muy importante. Es algo que les permite demostrarle a los que pueden, que ellos también pueden.

El mexicano se siente explotado por sus padres, sus parientes, sus hermanos mayores, sus jefes, sus gobernantes y una suma de etcéteras más. Incluso se siente explotado hasta por la traidora suerte, la cual prefiere más a unos que otros. Por eso se regodea cuando la vida le da la oportunidad de ver que le va mal a esos que, en apariencia, les va bien.

Dese la antropología todos somos iguales, desde la psicología, no. A la igualdad le exigimos que nos iguale por lo bajo, no por lo alto. En otras palabras, somos iguales solo sí el exitoso baja a nuestro nivel, no si este nos invita a trabajar como lo hizo él para ganar lo que gana él.

A ninguno de los que en este país proclama la igualdad, se le ocurre pensar que Benito Juárez, Porfirio Días y todos los intelectuales y políticos de la época, venían de la más infinita miseria humana y económica, y que con estudio y trabajo llegaron a donde llegaron.

En México soñamos con encontrar la riqueza, no con producirla. Encontrarla a través de la Lotería; Me late; Pronósticos; Casinos, dádivas de gobierno y demás estulticias. Sin embargo, la realidad es que la riqueza se crea transformando una cosa en otra (materia prima en producto terminado), pero para esto es menester trabajar con inteligencia y voluntad, y estar conscientes de que la riqueza es algo que se crea al paso de los años y de las generaciones.

Al no encontrar la riqueza, pero si a un hombre que promete igualar por lo bajo a los de arriba, la base se volcó en él. AMLO llego al poder porque supo explotar el rencor de la base. A esta no le importo si este tenía la capacidad de sacarlos de la pobreza. Lo que le importo es que este iba a poner en su lugar a los de arriba. Así, pues AMLO centro y centra su estrategia en dos argumentos capitales: Buscar Culpables y Hacer Promesas.

En la política, el Nacionalista difumina sus incapacidades en la búsqueda de enemigos externos: China; Irán; OMS. El Socialista, en los enemigos internos: Fifis; Neoliberales; Conservadores. La promesa, en ambos casos, es que cuando se logre destruir a los culpables, las cosas se arreglarán por sí solas.

El Nacionalista rompe acuerdos para crear riqueza en el corto plazo. No es económicamente la mejor estrategia, ya que las afectaciones a futuro son inestimables, pero genera votos. El Socialista, en cambio, crea escases. Es tan bueno en esto que, si el socialismo se diera en el desierto del Shara, escasearía la arena.

La razón por la que López Obrador gano y conserva el favor y fervor de los suyos, es porque tuvo y tiene el olfato político para identificar y explotar los rencores reales e imaginarios de la base, así como las fantasías de agresión que estos tienen con todo aquello que representan las estructuras de poder.

Todas las mañanas le demuestra a su base que él no se subordina, que son los otros los que le tienen miedo a él. Les dice que los ricos no pagan impuestos y amenaza con dar sus nombres; que los doctores son mercantilistas; que los letrados y científicos se sienten más que los demás y que los medios (radio, prensa y televisión) que ayer eran intocables, hoy se someten a él.

Desconfianza ancestral.
Cierto que el mexicano desconfía de todos. Desconfianza que se acrecienta si el otro es foráneo y se agudiza si es extranjero. Con este mantiene una relación de odio – amor. Quiere lo mejor de él, sin que ello implique que el extranjero tenga derecho a pedir algo de él.  

El indio desconfiaba del indio que no pertenecía a su etnia, ya que estos son los que ayudaron o se resistieron a Cortes; además, desconfiaba del mestizo, ya que este no era indio. El mestizo desconfiaba del indio debido al rechazo que este hacía de él, así como del criollo y del español que lo segregaban, El criollo desconfiaba de todos ellos y del español. Y éste último, de todos los anteriores. 

Somos un país que disfraza su racimos de clasismo, cosa que AMLO supo explotar. Tanto que logro que la lidia sea interna. Tan es así que los mexicanos ya no se quejen de Donald Trump (el extranjero por excelencia). Se quejan de los fifis y estos de los chairos. Los chairos argumentan que los fifis no pagan impuestos y que son corruptos; y los fifis se quejan de la ignorancia y cerrazón de los chairos.

Es tan brillante que logro que el narcotráfico pase a segundo término. A estos los deja hacer y ellos lo dejan hacer. Él cumple con su parte: que el pueblo ya no los vea como enemigos, y ellos con la suya, sostenerlo en el poder.

¿Se va a dar el cambio? Sí. ¿Cuando? Eso es lo que debemos de definir. El mexicano carece de sentido de urgencia. Esta cierto que todo se va a arreglar con el tiempo y un ganchito. Su resignación es magnánima y se siente orgulloso de ella. En otras palabras, si deseamos un cambio, lo debemos propiciar o esperar a que el tiempo se tome su tiempo, con el consabido costo social y económico.

Cuando dejas de conquistar, aceptas ser conquistado.
Antaño, la clase media era la que creaba sociedad. Lo hemos dejado de hacer. Nuestro ejercicio político se centró en la crítica, no en el aporte. Nos dedicamos a lo que pensamos que teníamos que hacer: crear, para los nuestros, un futuro que dependiera más de nosotros que del político de turno.

Así, el México de hoy es el resultado de nuestro accionar. Dejamos de conquistar y nos conquistaron. Así, úes, tenemos dos opciones: o le damos tiempo al tiempo o empezamos a trabajar con miras a las elecciones intermedias.

Cierto que hay otros factores, como son las elecciones presidenciales de Estados Unidos, la cuales cada vez se ven más complejas, ya que ninguno de los candidatos representa en este momento el sentir de la gente, amén de que las protestas van a ir en aumento, tanto dentro como fuera de Estados Unidos.

Un cambio en la presidencia del vecino país del norte debilitaría la posición de AMLO. Este se vería obligado a rectificar muchas de sus decisiones, empezando por el respeto a las leyes que fomentan la inversión.  

Otro factor son nuestros problemas internos, los cuales se van a acusar en no más de dos meses: desempleo galopante; falta de dinero; incremento de la pobreza; inseguridad a niveles no vistos. Con una Guardia Nacional que será usada contra los civiles y no contra la delincuencia organizada, la cual cada vez estará más fortalecida.

La clase media debe salir a la calle; buscar a sus representantes (alcaldes, diputados, senadores, gobernadores) y salir a la calle con ellos. Inundar las redes sociales y los mass media con “indicadores duros”, con el fin de que los políticos (animales con alto sentido de la oportunidad), aprovechen la coyuntura y ganen posiciones en ambas cámaras, para lograr un correcto equilibrio de poderes.

Cuando esto suceda, la base es la que va a frenar a AMLO y con él todos los que centran su fe en lo que este les dice y no en lo que la realidad les muestra.

En síntesis… O esperamos a que las cosas sucedan o hacemos que las cosas sucedan.
Esta en nosotros.

Nos leemos en el siguiente artículo.    

3 comentarios:

  1. Definitivamente es un análisis con objetividad pero desde una perspectiva real, y también una forma muy educada de mostrar de mostrar las frustaciones y lo chiquito que es nuestro gobierno. Me encanto!!!

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  2. Muchas gracias Victoria.

    Agradezco tu tiempo y tus letras.

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  3. Excelente análisis. Yo prefiero hacer que las cosas sucedan.

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Comentarios y sugerencias