Hablar de
México, en México, es un acto suicida, ya que el mexicano no perdona que se
hable mal de su país, aun cuando lo que se diga de él sea estrictamente cierto.
Es por lo que en esta ocasión vamos a escribir sobre un México casi ficticio.
La clase
media es la que ha conformado la sociedad y cultura de las naciones. Es un
estamento que ha trabajado y trabaja con denuedo para legar a los suyos una
sociedad mejor que la que ellos habitaron. Se distingue de los otros estratos por
tener un pie en la realidad y otro en el ideal. Carece del frió pragmatismo de
la cúpula y de la totalidad de la mente mágica de la base… Lo suyo, es lo aspiracional.
En México,
país surrealista como ninguno, la clase media es ligeramente más idealista que
las otras clases medias del mundo. Posee un idealismo que por antonomasia busca
el deber ser de las cosas… No lo que las cosas son…, sino lo que estas deben de
ser. De ahí el alto nivel de exigencia a los suyos. Los padres (madre y padre)
tienen en mente un solo objetivo: que sus hijos sean y logren más que lo ellos
fueron y lograron,
La clase
media determino el acontecer social, económico, político, cultural y religioso
del siglo XX. No obstante, con la llegada del nuevo siglo, las clases media de
todo el mundo ralentizaron su avance. La explosión demográfica se dio en las
bases, no en la clase media.
Si bien es
cierto que este fenómeno se dio en todo el mundo, en México tuvo una
connotación especial, ya que México es, ante todo, varios México. Usted me
podrá argumentar, y con justa razón, que en todos los países existen visiones e
interpretaciones del país en función de su geografía, y es cierto. Sin embargo,
en nuestro caso la diferenciación ha sido ligeramente más acusada que en el
resto del mundo.
André Breton,
padre del surrealismo, al termino de su azarosa visita a nuestro país, concluyó
lo siguiente: “No intentes entender a México desde la razón, tendrás
más suerte desde lo absurdo, México es el país más surrealista del mundo”.
Y usted, querido lector, sabe que es cierto…
“En México, lo
absurdo, es real”. Y una prueba de ello es el actual presidente del país.
Para
explicar lo que está aconteciendo, nos es menester centrarnos el mexicano de la
calle. El de la base, el que es mayoría. No en el aspiracional ni
tampoco en ese que construye una ciudad americana o Europea en su ciudad, para
sentir que, urbanísticamente, vive en otro país. Y la razón por la que no nos
vamos a centrar en ellos es porque el hacer político de estos estratos se circunscribió, hasta antes del actual presidente, a la crítica, y, en ocasiones,
al voto.
Es
importante aclarar que aun cuando vamos a hablar del mexicano de la calle, todos,
de alguna manera u otra, encajamos en él.
En una encuesta que realizo el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, resultó, que más allá del nivel socioeconómico y del grado académico de los encuestados, el 75% de ellos estaba dispuesto a pedirle un favor a la Virgen de Guadalupe y el 50% de ellos estaba convencido de la existencia del infierno… Así, pues, todos, en mayor o menor medida, encajamos en él.
En una encuesta que realizo el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, resultó, que más allá del nivel socioeconómico y del grado académico de los encuestados, el 75% de ellos estaba dispuesto a pedirle un favor a la Virgen de Guadalupe y el 50% de ellos estaba convencido de la existencia del infierno… Así, pues, todos, en mayor o menor medida, encajamos en él.
Cabe
aclarar que no vamos a hablar de patriotismo (enfermedad que se cura viajando),
ni de nacionalismos exacerbados. Vamos a ilustrar lo que el mexicano es,
consciente de que las generalidades no explican las particularidades, ni las
particularidades a las generalidades.
Tarde o
temprano, cada fantasía encuentra su límite: la realidad.
Hay gente
a la que pareciera que la realidad le produce asma…, al grado que hasta batallan para
respirar. Así entonces, inhalemos profundo y entremos al caso México.
El
Mexicano, en todo su decir, está en lo plural: la familia, la sociedad, los
otros… En su hacer, en lo individual: es egotista, centrípeto, envidioso y exacerbadamente
individualista. Lo mismo acaece con el tema de su supuesta felicidad. En lo
público, es feliz; en lo privado, en lo intrínseco, en lo que no comenta y
guarda para sí: triste, frustrado y desgraciado.
El mexicano,
por antonomasia, se siente oprimido, limitado. Es un sentimiento que viene de
antaño. Desde la conquista. La historia
que el mexicano se cuenta de sí mismo es de vejaciones, de abusos. Aún no
perdona la conquista ni el oro que estos se llevaron. Por supuesto que ya
pasaron quinientos años, pero para el mexicano de la calle, que solo tiene
pasado, esto sucedió ayer.
Nada desea
y teme más que el poder. Sueña con ser poderoso, aun cuando no sepa qué hacer
con el poder. Esta es la razón por la que en México las series de narcotraficantes tienen
tanto éxito. Porque quieren ser como el de la pantalla, y huelga decir que no
por el respeto, sino por el temor.
No desean
el poder para construir, sino para servirse de él. Lo que buscan son los
beneficios del puesto, no sus responsabilidades. Al hombre de poder, los
beneficios no le preocupan, los ve como una resultante de su hacer. Lo que le preocupa es construir algo
que trascienda más allá de él mismo. El débil no piensa en eso. Lo que busca es
que le sirvan, que lo adulen, que le den el reconocimiento que no encuentra en
si mismo. El primero, construye; el segundo, destruye.
La
admiración es el disfraz elegante de la envidia, y esta, como en todo, tiene dos
connotaciones, la del capaz y la del incapaz. El capaz usa la admiración como acicate.
Es lo que le impele a estudiar, igualar y mejor lo hecho. El incapaz, por el
contrario, se limita a destruir todo aquello que no puede construir. No
olvidemos que antropológicamente, la gente solo crítica y destruye aquello que
admira y necesita y no puede tener.
Así, pues, el incapaz de lo único que es capaz, es de destruir todo aquello que no puede construir.
Sirva, para ilustrar lo anterior, el caso de ese que consciente de sus
incapacidades, lo primero que hace al llegar al poder, es demostrar que el poder lo tiene él, para
lo cual cancela el Aeropuerto; las Estancias Infantiles y una suma de etcéteras
más.
Por
supuesto que este es un caso casi ficticio, no obstante, lo importante es que
nos deja ver lo que haría un hombre chiquito en la presidencia de un país, al
grado, incluso, de que podría llegar a considerar la idea de cambiar los
indicadores de desarrollo internacional, creando otros que se ajusten a sus
incapacidades. Ya sé que
usted consideraría esto como un desvarío de mi mente, sin embargo, me lo crea o
no, esto pasa en los casos de ficción.
La razón por la que un hombre así podría
hacer todo esto, es porque junto a él hay millones de personas que lo apoyan debido
a que ven en él, a ese que ellos quisieran ser… Alguien que, en nombre de
ellos, pueda destruir los símbolos de poder. No importa que la destrucción los
lleva a la ruina, mientras la ruina sea pareja.
Es
importante entender que antropológicamente el éxito de unos acusa el fracaso de
otros, razón por lo que la destrucción es muy importante. Es algo que les permite
demostrarle a los que pueden, que ellos también pueden.
El mexicano
se siente explotado por sus padres, sus parientes, sus hermanos mayores, sus
jefes, sus gobernantes y una suma de etcéteras más. Incluso se siente explotado
hasta por la traidora suerte, la cual prefiere más a unos que otros. Por eso se
regodea cuando la vida le da la oportunidad de ver que le va mal a esos que, en
apariencia, les va bien.
Dese la antropología
todos somos iguales, desde la psicología, no. A la igualdad le exigimos que nos
iguale por lo bajo, no por lo alto. En otras palabras, somos iguales solo sí el
exitoso baja a nuestro nivel, no si este nos invita a trabajar como lo hizo él
para ganar lo que gana él.
A ninguno
de los que en este país proclama la igualdad, se le ocurre pensar que Benito
Juárez, Porfirio Días y todos los intelectuales y políticos de la época, venían
de la más infinita miseria humana y económica, y que con estudio y trabajo llegaron
a donde llegaron.
En México soñamos
con encontrar la riqueza, no con producirla. Encontrarla a través de la Lotería;
Me late; Pronósticos; Casinos, dádivas de gobierno y demás estulticias. Sin
embargo, la realidad es que la riqueza se crea transformando una cosa en otra (materia
prima en producto terminado), pero para esto es menester trabajar con
inteligencia y voluntad, y estar conscientes de que la riqueza es algo que se crea al paso
de los años y de las generaciones.
Al no encontrar
la riqueza, pero si a un hombre que promete igualar por lo bajo a los de arriba,
la base se volcó en él. AMLO llego al poder porque supo explotar el rencor de
la base. A esta no le importo si este tenía la capacidad de sacarlos de la
pobreza. Lo que le importo es que este iba a poner en su lugar a los de arriba.
Así, pues AMLO centro y centra su estrategia en dos argumentos capitales: Buscar
Culpables y Hacer Promesas.
En la
política, el Nacionalista difumina sus incapacidades en la búsqueda de enemigos
externos: China; Irán; OMS. El Socialista, en los enemigos internos: Fifis;
Neoliberales; Conservadores. La promesa, en ambos casos, es que cuando se logre
destruir a los culpables, las cosas se arreglarán por sí solas.
El
Nacionalista rompe acuerdos para crear riqueza en el corto plazo. No es económicamente
la mejor estrategia, ya que las afectaciones a futuro son inestimables, pero
genera votos. El Socialista, en cambio, crea escases. Es tan bueno en esto que,
si el socialismo se diera en el desierto del Shara, escasearía la arena.
La razón
por la que López Obrador gano y conserva el favor y fervor de los suyos, es porque
tuvo y tiene el olfato político para identificar y explotar los rencores reales
e imaginarios de la base, así como las fantasías de agresión que estos tienen
con todo aquello que representan las estructuras de poder.
Todas las
mañanas le demuestra a su base que él no se subordina, que son los
otros los que le tienen miedo a él. Les dice que los ricos no pagan impuestos y
amenaza con dar sus nombres; que los doctores son mercantilistas; que los letrados
y científicos se sienten más que los demás y que los medios (radio, prensa y
televisión) que ayer eran intocables, hoy se someten a él.
Desconfianza ancestral.
Cierto que el mexicano desconfía de todos. Desconfianza que se acrecienta si el otro es foráneo y se agudiza si es extranjero. Con este mantiene una relación de odio – amor. Quiere lo mejor de él, sin que ello implique que el extranjero tenga derecho a pedir algo de él.
Cierto que el mexicano desconfía de todos. Desconfianza que se acrecienta si el otro es foráneo y se agudiza si es extranjero. Con este mantiene una relación de odio – amor. Quiere lo mejor de él, sin que ello implique que el extranjero tenga derecho a pedir algo de él.
El indio desconfiaba
del indio que no pertenecía a su etnia, ya que estos son los que ayudaron o se
resistieron a Cortes; además, desconfiaba del mestizo, ya que este no era indio.
El mestizo desconfiaba del indio debido al rechazo que este hacía de él, así
como del criollo y del español que lo segregaban, El criollo desconfiaba de todos
ellos y del español. Y éste último, de todos los anteriores.
Somos un país que disfraza su racimos de clasismo, cosa que AMLO supo explotar. Tanto que logro que la lidia
sea interna. Tan es así que los mexicanos ya no se quejen de Donald Trump (el extranjero
por excelencia). Se quejan de los fifis y estos de los chairos. Los chairos argumentan
que los fifis no pagan impuestos y que son corruptos; y los fifis se quejan de
la ignorancia y cerrazón de los chairos.
Es tan
brillante que logro que el narcotráfico pase a segundo término. A estos los deja
hacer y ellos lo dejan hacer. Él cumple con su parte: que el pueblo ya no los
vea como enemigos, y ellos con la suya, sostenerlo en el poder.
¿Se va a
dar el cambio? Sí. ¿Cuando? Eso es lo que debemos de definir. El mexicano
carece de sentido de urgencia. Esta cierto que todo se va a arreglar con el tiempo
y un ganchito. Su resignación es magnánima y se siente orgulloso de ella. En
otras palabras, si deseamos un cambio, lo debemos propiciar o esperar a que
el tiempo se tome su tiempo, con el consabido costo social y económico.
Cuando
dejas de conquistar, aceptas ser conquistado.
Antaño, la
clase media era la que creaba sociedad. Lo hemos dejado de hacer. Nuestro ejercicio
político se centró en la crítica, no en el aporte. Nos dedicamos a lo que
pensamos que teníamos que hacer: crear, para los nuestros, un futuro que
dependiera más de nosotros que del político de turno.
Así, el México
de hoy es el resultado de nuestro accionar. Dejamos de conquistar y nos
conquistaron. Así, úes, tenemos dos opciones: o le damos
tiempo al tiempo o empezamos a trabajar con miras a las elecciones intermedias.
Cierto que
hay otros factores, como son las elecciones presidenciales de Estados Unidos, la
cuales cada vez se ven más complejas, ya que ninguno de los candidatos representa
en este momento el sentir de la gente, amén de que las protestas van a ir en
aumento, tanto dentro como fuera de Estados Unidos.
Un cambio
en la presidencia del vecino país del norte debilitaría la posición de AMLO.
Este se vería obligado a rectificar muchas de sus decisiones, empezando por el
respeto a las leyes que fomentan la inversión.
Otro
factor son nuestros problemas internos, los cuales se van a acusar en no más de
dos meses: desempleo galopante; falta de dinero; incremento de la pobreza; inseguridad
a niveles no vistos. Con una Guardia Nacional que será usada contra los civiles
y no contra la delincuencia organizada, la cual cada vez estará más fortalecida.
La clase
media debe salir a la calle; buscar a sus representantes (alcaldes, diputados,
senadores, gobernadores) y salir a la calle con ellos. Inundar las redes
sociales y los mass media con “indicadores duros”, con el fin de que los
políticos (animales con alto sentido de la oportunidad), aprovechen la coyuntura
y ganen posiciones en ambas cámaras, para lograr un correcto equilibrio de
poderes.
Cuando
esto suceda, la base es la que va a frenar a AMLO y con él todos los que centran
su fe en lo que este les dice y no en lo que la realidad les muestra.
En síntesis…
O esperamos a que las cosas sucedan o hacemos que las cosas sucedan.
Esta en
nosotros.
Nos leemos en el siguiente artículo.
Nos leemos en el siguiente artículo.
Definitivamente es un análisis con objetividad pero desde una perspectiva real, y también una forma muy educada de mostrar de mostrar las frustaciones y lo chiquito que es nuestro gobierno. Me encanto!!!
ResponderBorrarMuchas gracias Victoria.
ResponderBorrarAgradezco tu tiempo y tus letras.
Excelente análisis. Yo prefiero hacer que las cosas sucedan.
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