miércoles, 28 de febrero de 2018

Qué nos lleva a decir lo que decimos….


El lenguaje, por común, nos es, hasta cierto punto, poco significante. Con esto no quiero decir que no sea importante. Lo es y mucho. Más bien lo que quiero decir es que este, por ser algo que usamos en el día a día, hemos dejado de verlo como lo que es, algo extraordinario; para verlo como lo que no es: algo ordinario.

La lengua es un habitáculo.
La lengua es un habitáculo… Ya una vez que nos instalamos en nuestra forma de hablar, poco reparamos en ella. Este no reparar en nuestra forma de hablar hace que al hablar nos traicionemos, porque al hablar nos transparentamos. No nos damos cuenta de ello, pero nuestra forma de hablar dice mucho de nosotros, no solo hace evidente nuestra motivación (lo que se oye), sino que también deja ver nuestra intención (lo que no se oye).

Cuando hablamos con el otro, lo que hacemos normalmente es centrar la escucha en el otro y no en nosotros mismos, que es por donde debiéramos empezar.

Lo invito a realizar el siguiente ejercicio.
Grabase al hablar con los otros. Cierto estoy que no podrá creer que ese que escucha sea usted. Su azoro ante los decibelios, tonos, palabras, ritmos y cadencias que usa, le hará preguntarse si ese que escucha es usted. Claro que es su voz, no obstante le sorprenderá en mucho su lengua, tanto que se preguntará si su forma de hablar es la causante de todos esos yerros que no se explica pero suceden.  

Le comparto una experiencia personal.
Recién estuve como invitado a una audición de teatro donde se elegiría el reparto de la obra. Al terminar la misma el Productor de la obra pidió mi opinión sobre un tema… Opinión que emití en el tono más atento, cortes y amable, consciente de la aguda sensibilidad que distingue a los actores. No obstante las reacciones que observe en sus rostros fueron de incordio. Al preguntarle al Productor qué es lo que había dicho que incordiara de tal forma a los actores, me contestó con la confianza que brinda la familiaridad, que mi tono, palabras y gestos fueron impositivos e imperativos… Nada había que decir. Las cosas se explican solas y el malestar que se leía en el rostro de los actores no dejaba lugar a dudas. Mi exposición había sido impropia.

Lo que más azoro me causo es que yo pensé que mi argumentación y exposición había sido la correcta. Cuide el tono, las palabras, los gestos y el tacto, pero como bien me mostró la realidad (esa herramienta que todo lo devora y destruye), una cosa es lo que yo estructure y otra la que ellos percibieron. Es muy probable que algo similar le suceda a usted cuando se escuche hablar, y peor aún si además de grabar el audio le toman vídeo.

Las palabras son los ecos del pensamiento y los signos del alma.
Las palabras no son entes que se articulen solos. Si usted abre la boca no sale nada. Tiene que expulsar las palabras para que el otro las escuche. No obstante el secreto está en que esas palabras que usted expele de su boca ya estaban en su mente (ecos del pensamiento), sino no podría expedirlas, y ya una vez expulsadas, están salen de su boca en un tono, orden y significado que hacen evidente los signos de su alma (valores y creencias).

Es imposible que usted use palabras que no son de usted. Podrá escuchar una palabra nueva en boca de un tercero o leerla en un libro, pero esa palabra no la pronunciara cotidianamente hasta que la haya hecho suya. Ya una vez que usted haga suyo un vocablo, se podrá deducir lo que este significa para usted en función del uso que haga del mismo.

Las palabras siempre son biográficas.
Lineas arriba decíamos que usted no puede tener en su vocabulario palabras que no obedezcan a su historia. Todas y cada una de ellas fueron adquiridas en un momento dado de su vida, signando, algunas más que otras, cada etapa de su acontecer biográfico. Así, partiendo de esta inexorable realidad es que podemos, con la simple escucha y análisis de las palabras del emisor, asomarnos al pasado, presente y futuro de la persona que está hablando, poniendo atención no solo a lo que dice, sino las palabras que usa para decir lo que dice.

Cada una de ellas nos dejará ver la cuna en la que creció, el entorno social que habita y la proyección de futuro que tiene. Por supuesto que la persona no estará consciente de ello, sin embargo gracias al análisis que usted haga de las palabras que usa el emisor para decir lo que dice, sabrá de él mucho más de lo que él mismo desea que sepa de él.

Recién hace dos años conocí a una joven simpática, ocurrente, ingeniosa y alegre. La joven en cuestión realizo todos sus estudios en colegios privados. Incluida la maestría. Creció y se desenvolvió en un entorno socio económico alto, no obstante en sus hablar había palabras como: Bato y Órale; palabras usadas comúnmente en un entorno social diferente al que creció, lo que a todas luces dejaba ver una discrepancia entre su nivel económico y su cuna cultural.

Ahondando más en ella me comentó que su abuelo era líder sindical. Que inició como obrero en el movimiento sindical hasta llegar a ser el líder de su estado. Y que esto, más los negocios en los que el abuelo había incurrido y su paso por la política, le había permitido acceder a escuelas y entornos que de otra forma no hubiese podido tener.

Ella había logrado crecer en una cuna económica diferente a la de su abuelo y a la de su padre, pero con raíces culturales que aún no lograba dejar atrás, amén de que seguía conservando a su servicio a gente que trabajo con su familia desde que ella era pequeña. Al poco tiempo coincidí con ella, su marido y sus tres hijos en un obra de teatro, lo que me permitió explorar un poco más el acervo de palabras de ella, y el para mi nuevo de ellos (esposo e hijos). 

Él, a diferencia de ella, viene de otras raíces culturales, lo que a la postre le ha permitido educar a sus hijos con un vocabulario diferente, no mejor, no peor, solo diferente. Pero la forma de hablar de uno y otro es diametralmente opuesta. En el hablar de ella se nota una cuna cultural más llana, simple. Un hablar orientado a la gente y con pocas máscaras. En el hablar de su marido se denota una cuna clase mediera en la que el grado académico, las máscaras y las apariencias tienen un valor.

En ella, aun cuando está más preparada que él, no se escucha la academia. Se escucha el dinero, el negocio y los viajes como una parte inherente a su crecimiento; en él, como algo que está en proceso de construcción. El motor de ella es él; el motor de él es todo lo que le rodea a ella. Ninguno de los dos esta consciente de esto, pero cierto estoy que en unos años lo van a estar. 

Así, la lengua de cada uno de ellos nos permite atisbar la superficie de su devenir biográfico, abriéndonos un canal de comunicación donde la empatía, si logramos dejar atrás nuestra lengua, sería la constante.

El tema da para mucho, no obstante el núcleo de lo que nos ocupa hoy no es en sí misma la lengua y lo que hacemos con ella, sino aquellas palabras que usamos inconsciente y coloquialmente, que llevan un mensaje diferente al que deseamos transmitir.

Que esta atrás de cuando usamos la palabra: Gente.
La palabra gente la usamos todos los días, ya sea en expresiones triviales o formales: la gente aplaude hoy al que condenará mañana; la mayor parte de la gente confunde la instrucción con la educación; seamos discretos, no preguntemos a la gente si vive…

No obstante el uso que hagamos del término (trivial o formal), atrás de la palabra gente va implícita una exclusión: nosotros no somos la gente… Por lo menos, no esa gente.

Gente son los demás..., personas, las que piensan como nosotros.
Gente es una palabra que usamos para separarnos de los demás, de esa multitud anónima y carente de personalidad que nos disgusta y atrae. Nos disgusta porque nos incordia que nos comparen con ellos, al tiempo que sentimos una ingente necesidad de entrar y salir, permanente o intermitentemente, a esa multitud que nos confirma como miembros de la misma especie.

Así pues, usamos el vocablo gente cuando queremos decirle a los demás: que nosotros no somos ellos; que nos reconocemos como miembros de la misma especie pero con un cierto grado de diferenciación,

Usamos el término gente para excluirnos de los demás.

¿Por qué y en qué circunstancias usamos la palabra: Creo?
La palabra creo la usamos solo cuando no estamos ciertos de algo. Cuando nos asalta la duda y nos vemos en la necesidad de afirmar algo sin que ello nos comprometa: yo creo si puedo hacer lo que me pides; creo que fue Fulano el que dijo eso; creo que el proyecto va a estar listo para tal fecha; creo que si pase el examen.

Cuando usted está cierto de algo lo afirma.
Usted no le dice a la persona amada: creo que te amo; Y si se lo dice es que porque tiene serias dudas de la relación. Imagínese por un momento que esta con su pareja en un convite y uno de los comensales le pregunta a bocajarro si se va usted a casar con ella, y usted responda a bote pronto: creo que sí
¿Qué mensaje piensa usted que está recibiendo su pareja: de seguridad o de duda?

Así como este ejemplo hay muchos más. Lo único que tiene que hacer es escucharse y escuchar a los demás. Cuando se escuche a sí mismo usando la palabra creo, pregúntese porque usa esa palabra. Descubrirá que la está usando porque no está cierto de lo que dice o porque no se quiere comprometer con lo que dice. Es una palabra que usa para dejar un espacio abierto por el cual se pueda evadir cuando las cosas no resulten como dijo.

Cuando en un intercambio dialógico escuche que el otro le dice que él cree que si va a pasar tal o cual cosa, deténgase ahí y pregúntele de la manera más atenta si cree o esta cierto de que va pasar y explíquele que solo usamos el creo cuando no estamos ciertos de algo.

El resultado va a ser benéfico para ambos, ya que ambos partirán de una realidad y no de una esperanzadora posibilidad.

Que está atrás de inútil uso de la palabra: Defender.
 Es importante entender que solo lo que esta caduco requiere defensa. Lo vivo, lo vigente, no requiere defensa, se defiende solo. Solo lo arcaico, lo que no tiene una intrínseca vigencia en el ser y hacer del individuo es lo que requiere defensa.

Veamos un ejemplo…
Cuando usted dice: hay que defender nuestros valores, lo que está diciendo es que estos están caducos, muertos. Ni usted cree en ellos, tan no cree que los tiene que defender. Si usted creyera en ellos jamás pensaría en defenderlos. Se limitaría a vivirlos, y esa es la mejor defensa.

Recién estuve en México y pase por una escuela que tenía un letrero que decía lo siguiente: Escuela comprometida con el desarrollo de lectores competentes.

La pregunta es, que acaso no es lo menos que se espera de cualquier escuela… ¿Por qué lo tienen que enunciar? La única razón por la cual lo tienen que enunciar es porque no lo hacen, si lo hicieran ni siquiera tendrían necesidad de enunciarlo.

Cada que usted entra en defensa de… Deténgase un momento y pregúntese: ¿Por qué tiene que defender lo que defiende? Recuerde que eso que usted quiere defender, debiera poder defenderse solo.

Cierto estoy que no hay nadie que diga: defendamos el uso de la telefonía celular, de la computadora, del Internet… Y no lo dicen porque sería ilógico. Son cosas que se defienden solas.

Imagínese una empresa papelera. Esta se ve en la ingente necesidad de reinventar cuanto uso posible haya para el papel, debido a que es un producto tan maduro que su venta está subordinada a la explosión demográfica y a los nuevos usos que se le puedan dar.

Cada vez son más las personas que usan el libro electrónico. El libro de papel va a menos y no hay forma de revertir esa tendencia. Por supuesto que hay los empeñados en defender el uso del libro de papel, sin embargo es una batalla perdida. Estoy seguro de que usted no ha visto a un ingente grupo de personas que estén inmersas en la defensa del libro electrónico. Este se defiende solo.

Veamos otro ejemplo.
Recién me decía una amiga que mi premisa estaba equivocada. Que ella defiende a diestra y siniestra a su marido del decir de los demás, lo cual de suyo ya está mal. Los demás tienen todo el derecho de decir lo que quieran de él. Podrán o no tener razón, pero la mejor defensa que ella pueda hacer es quedarse callada y entender que lo que el otro dice obedece más a la esencia del emisor que a la de su marido. Y si alguien le pregunta qué opina sobre el decir de los demás, debiera considerar la posibilidad de decir: es la opinión de esa persona y si estoy de acuerdo o no con ella es lo de menos. lo importante es que es su opinión y la respeto.

Si ella siente la imperiosa necesidad de defender a su marido del decir de los demás, es porque ella misma está de acuerdo con el decir de los otros. Tal vez no al cien por cien, pero lo está. Y ese estar de acuerdo es lo que la lleva a defender a su marido. Si ella estuviese cien por cien de acuerdo con lo que él es, no lo defendería. Dejaría que el otro se desgaste diciendo, dejando que la energía se le salga por la boca, consciente de que si este no encuentra resonancia, se verá en la penosa necesidad de dejar de hablar de él.

Atrás de la palabra defensa esta el reconocimiento de algo caduco, de algo que usted ya no cree del todo, razón por la cual se ve en la necesidad de defender para aclarase a si mismo su continuidad u olvido.    

Qué esta atrás de una Promesa….
Una promesa es una mentira sujeta a confirmación.
Lo que se va a hacer no requiere de promesa. Ni tampoco requiere de avisar que se va a hacer: te prometo que ahora si le voy a echar todas las ganas; te prometo que ya no voy a fumar; prometo ya no ser infiel; prometo ponerme a dieta… Toda promesa es una mentira sujeta a confirmación. Lo que se va a hacer se dice haciéndolo, no prometiéndolo.

Si usted está con alguien y ese alguien le promete algo, piense por favor que es lo que lleva a esa persona a prometer algo que esta cierto que no va a hacer. Si esa persona siente la inconsciente necesidad de elaborar una promesa, es porque algo no está bien.

Cuando usted va a hacer algo, no lo promete, lo hace.
Los seres humanos recurrimos inconscientemente a la promesa, solo ante esas cosas que intrínsecamente sentimos que no podemos hacer. Esto es lo que nos lleva a elaborar una promesa.

Cuando usted le hace una promesa no pedida a alguien, ese alguien recibe la promesa sin saber que en realidad usted se está haciendo la promesa a sí mismo. Esto lo hace para darse ánimos, ya que si bien es cierto que es algo que le gustaría hacer, también lo es el que usted siente que eso que promete, le es muy difícil de lograr.

¿Por qué entonces le damos cabida a la promesa? Porque queremos creerla.
Recuerde que nadie se deja convencer de aquello que no crea de antemano. El otro no nos está mintiendo. Somos nosotros los que nos estamos mintiendo respecto al otro. El otro es tan transparente que hasta nos hace una promesa, lo cual de suyo ya debiera ser indicativo de que le va a ser muy difícil cumplir.

Así pues, el otro no es un cantamañanas (persona que vende un futuro sustentado en irrealidades), tan no lo es que hasta nos hace una promesa, somos nosotros los que decidimos ignorar la realidad para quedarnos en el mundo de la posibilidad aun cuando este no tenga probabilidad.

Atrás de una promesa esta algo muy difícil de lograr.

¿Que esta atrás del muy socorrido por Mientras?
En la vida, lo transitorio es permanente.
La gran mayoría de la gente (me estoy excluyendo) está inmersa en un sinfín de mientras: voy a tomar este trabajo mientras me hablan del otro; voy a poner esto aquí mientras le busco lugar; voy a seguir aquí mientras se resuelve lo de allá; voy a seguir con él mientras decido que hacer.

Ante nuestra clara incapacidad de no saber cómo manejar la incertidumbre (espacio de tiempo en el que no pasa nada), y ante nuestro no saber qué hacer cuando nada debemos hacer, optamos por el mientras (la transitoriedad) en aras de la permanencia: mientras llega, mientras pasa, mientras puedo, mientras término y demás etcéteras que le lleguen a la mente.

Usamos el mientras, mientras resolvemos que hacer cuando no sabemos qué hacer.

Cuando alguien le dice que está haciendo algo mientras… O que va a poner algo mientras… O que va a esperar mientras… Lo que realmente le está diciendo es que no sabe qué decisión tomar o, peor aún, la sabe pero no la quiere ejecutar por miedo a enfrentar una situación antagónica.

En estos casos lo más recomendable es ayudar a la persona. No necesariamente haciéndole ver que no sabe o no quiere tomar y ejecutar la decisión. Lo único que va a lograr con esto es que la persona se defienda (signo de que no sabe o no quiere). No se detenga en la defensa, más bien ayúdele a clarificar sus ideas, ya sea usando ejemplos que le hagan descubrir opciones o ideas que generen una solución.

Cuando una persona está instalada en el mientras, por trivial que este sea, agradecerá en mucho la ayuda que reciba.

Muchas veces lo único que les hace falta es ver la situación desde otra perspectiva y de inmediato vera usted en sus ojos que esta ya clarifico sus ideas y con ellas la acción.   

Atrás del mientras, siempre hay un no saber que hacer. 

¿Qué esta atrás del uso de la palabra: Perdón?
Es importante entender que el perdón siempre es para nosotros, no para el que nos ofende. En la gran mayoría de los casos, el que nos ofende duerme igual con o sin nuestro perdón. Somos nosotros los que necesitamos perdonar, para liberar, para dejar atrás eso que nos incordia y molesta.

La palabra perdón viene de: per-donare (para donar). El perdón, en estricto sentido, es una donación que nos hacemos a nosotros mismos. Es un acto de liberación personal que muy pocas veces llevamos a la razón, y este no aceptar que el que necesita del perdón es uno y no el otro, es lo que nos hace hacer un mal uso del perdón.

Si dios perdona todo, porque no perdono a Satán.
Seguramente usted se ha topado con esa persona que es “tan buena”, que constantemente le está diciendo que perdono a la pareja, hijos, amigos y demás figuras de su entorno.

La realidad es que el que perdona no dice nada, solo actúa con el perdón a cuestas. Ese que siente la ingente necesidad de decirle a quien esté dispuesto a escucharle que perdono a los suyos, es una persona que está usando la persuasión emotiva (chantaje emocional) para venderse con los demás.

Lo que en realidad le está diciendo esta persona es que está en proceso de perdonar y que aún no lo logra, razón por la cual tiene que estar hablando de ello.

Lo que necesita  es alguien que le escuche pero sin darle juego a su emoción. Necesitan de una audiencia que ya una vez que esta haya terminado su exposición de santidad, le haga ver que lo bueno del perdón es este no necesita del otro, sino de uno mismo. Ya el perdón siempre es para nosotros, no para los demás.

Lo que esta atrás de la palabra perdón, es una venta de sí mismo.

Nos leemos en el siguiente artículo.

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