En ningún lugar es más palpable el perene conflicto entre deseos y necesidades que en la vivienda. Conflicto que se zanja en el momento en que compramos o rentamos. Son nuestras posibilidades económicas y circunstancias familiares y no nuestras fantasías y querencias las que determinan lo que podemos hacer.
La arquitectura es el símbolo del poder.
La arquitectura siempre ha sido un símbolo de poder. Es
la tarjeta de presentación que usamos ante propios y extraños como
manifestación de dominio. La casa con el jardín frontal más grande o la de
mayor tamaño o mejor fachada, va a destacar como símbolo de poder sobre todas
las demás. Y lo hará sin importar el estrato socioeconómico. Ya sea que usted
viva en un estrato alto, medio o bajo, siempre habrá una residencia que
destaque sobre las demás.
La arquitectura es el símbolo de poder que usamos de cara al aparador, lo cual, en estricto sentido, dice poco de nosotros, ya que es el interior (hábitat) y no el exterior el que nos imagina y semeja.
Vivienda vertical.
Antaño a la vivienda vertical le llamábamos
“Multifamiliar”, la cual era propia de personas con escasas posibilidades de
hacerse de una vivienda horizontal. Lo que cambio es la arquitectura y con
ella, el nombre. Ahora le llamamos “vivienda vertical”. Y es vista como un
símbolo de poder. Lo que la ha posicionado como opción de vida en determinados
estratos sociales.
Es un fenómeno que no solo obedece a la moda o a la rentabilidad de los inversores, sino a la geografía de muchas ciudades. En especial en aquellas donde la sobre concentración es la norma. Sin embargo, en esta ocasión nos vamos a centrar en la moda y en la funcionalidad. La primera por la efervescencia que manifiestan algunas personas por vivir en aquello que antaño se conocía como “multifamiliar”, y, la segunda, por su practicidad.
Adultos mayores y personas solas.
Para las familias monoparentales, adultos jóvenes o personas
mayores que viven solas, este tipo de vivienda es una solución plausible. No
solo dejan de lidiar con el constante mantenimiento que demanda una casa, sino
que además ese tipo de edificios les proporcionan casi todo lo que necesitan en
un entorno seguro y funcional.
La vivienda vertical, más allá de sus ventajas y funcionalidades, es propia de un segmento de mercado que posee un flujo de ingresos o una capacidad económica que le permite ese nivel de vida (símbolo de poder), ya que no solo es menester comprar o rentar el departamento, sino que además hay que pagar la cuota de mantenimiento que equivale a una renta mensual que en ocasiones compite o excede los precios del mercado de renta inmobiliaria. Se paga ese sobre precio por la seguridad, amenidades, comodidad (no escaleras) y para no batallar con el personal de servicio y con los problemas de mantenimiento que demanda la vivienda horizontal.
La comunidad se debilita frente a la sociedad.
La vivienda horizontal es la idónea cuando se tienen
hijos pequeños o adolescentes, debido a que las necesidades académicas y
sociales de estos nos hacen formar una comunidad mayor que la que tendríamos si
viviéramos solos. Situación que muta en cuanto los hijos empiezan a construir espacios
sociales más allá de la casa de sus padres y que se radicaliza cuando estos se
independizan y se mudan a sus propios espacios habitacionales. La comunidad que
el entorno familiar demandaba se reduce sensiblemente y con ella, las
necesidades de espacio.
Otro tema por considerar son las preferencias personales en cuanto a privacidad y comunidad. En los edificios de vivienda vertical de usos múltiples se gana en comunidad lo que se pierde en privacidad. La vida, hasta cierto punto, se hace pública. Por lo menos en esa comunidad, ya que, si bien es cierto que puedes girar instrucciones para restringir el acceso a tu departamento, también lo es el que no quedas ajeno al ojo de los vecinos y a los que mantienen, guardan y custodian el edificio.
Lo que se ha de decidir en función de las preferencias personales es: si se opta por una vivienda horizontal lidiando con el mantenimiento que esta demanda en aras de conservar un mayor grado de privacidad, o si se sacrifica esta por la comodidad y el acceso una comunidad que conforme se avanza en edad se necesita más (la especie necesita ver especie).
También está el hecho de que las motivaciones cambian con la edad y que entre más se avanza en esta, más comodidad se busca. He visto grandes capitanes de la industria y de las finanzas abandonar sus fastuosas residencias para irse a vivir a lujosos edificios de usos múltiples, en donde salen de un piso para llegar a otro en el que están sus oficinas y salas de juntas, o a esos otros niveles en los que se encuentran los bares, cafés, restaurantes y demás servicios que el lugar ofrece. Huelga decir que una buena parte de ellos conservan en nómina a choferes y custodios, sin embargo, tratan de que la gran mayoría de sus citas con colaboradores, clientes, socios y amigos sea en el lugar donde habitan.
Para estas personas la decisión no estriba en las amenidades recreativas, sino en las funcionales (oficinas, bancos, restaurantes y demás etcéteras que el desarrollo vertical ofrezca). No pasa así con las familias monoparentales o con los adultos jóvenes. Estos, amén de valorar lo funcional, valoran lo recreativo. Sobre todo, si el edificio alberga una comunidad acorde a su cultura y segmento etario, ya que eso facilita la convivencia de la comunidad.
El hábitat te habita.
El hábitat incide en nuestra forma de ver y vivir la
vida. Cierto que el hábitat lo construimos conforme a lo que somos, ya que no
solo es menester que nos acoja, sino que podamos mantener un dialogo con él, en
donde cada objeto es una proyección de lo que somos y de lo queremos llegar a
ser.
Allende el interior, es menester comprender que el otro hábitat que nos forma y conforma es la comunidad. Y si bien es cierto que podemos dosificar nuestro grado de participación, también lo es que nadie está ajeno a ella. Lo que hace que sea esencial elegir con quien hacemos comunidad (todo se da por contagio), amén de que cuando el viaje del tiempo nos aleje del rostro de esos que nos acompañaron en diferentes etapas de la vida, será la comunidad inmediata la que testifique nuestro ultimo existir. Y ningún lugar mejor para ello que la comunidad de una vivienda vertical afín o próxima a nuestro oficio y cultura.
La parte gris de vivir en un desarrollo vertical es el hecho de que al paso del tiempo habrá desarrollado un cierto grado de uniformidad mental, propia al ecosistema que se ha creado en ella. De ahí la trascendencia de la afinidad y proximidad cultural.
No es tan complicado como parece el tema de la proximidad.
Este se da por un proceso de selección natural. Tan es así que lo normal es
encontrar que las familias monoparentales, adultos jóvenes o las parejas sin
hijos, ocupen edificios con un entorno social y recreativo próximo a sus
necesidades familiares y recreativas, al tiempo que los adultos mayores en retiro
ocupen otros y los capitanes de la industria en cualquiera de sus giros, otros.
La vivienda vertical es un fenómeno que apenas empieza y
que lenta y progresivamente ira cambiando el paisaje urbano. Pronto empezara a
ver escuelas, farmacias, servicios médicos, supermercados y demás proveedores
de servicios en la inmediatez o proximidad de los desarrollos verticales de adultos
jóvenes, adultos en retiro y capitanes de la industria y de las finanzas.
A usted le corresponde decidir lo que sigue para usted…
Nos leemos en el siguiente artículo.
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