La historia no se repite; rima, sin embargo, hay
ocasiones en la que los hechos nos parecen tan discordantes que nos es
imposible encontrar una secuencia que los conecte con los anteriores. En estos
casos es cuando decimos que estamos entrando a una nueva era, cuando la
realidad es que entramos a ella entre diez y quince años antes.
No nos dimos cuenta de que estábamos entrando a un nuevo
tiempo debido a que el cambio se dio de manera lenta y progresiva. Conforme
estos fueron ganando lugar, el ritmo se aceleró hasta el momento en que la
celeridad fue tal que lo percibimos disruptivo, pero no es así. Es un cambio
que se venía gestando de tiempo atrás.
La “crisis de las instituciones”.
En esta rima de la historia vemos que el intervalo compuesto
entre año 01 al 25 de un siglo, la “crisis de las instituciones” son la norma.
Es un periodo en el que las instituciones construidas cincuenta años atrás se empiezan
a derruir, acelerando su descomposición conforme nos acercamos al vigésimo quinto
año del siglo. Al llegar al fin del primer cuartil es imposible no darse cuenta
de la destrucción de las instituciones y del puntillismo e inestabilidad que
esto conlleva. Lo cual no es más que el preludio de lo que se avecina. Un segundo
cuartil en el que los criterios políticos y jurídicos del pasado son rechazados,
pero sin un modelo o sistema que los remplace.
La “crisis de
la crisis”.
En la segunda rima de la historia nos encontramos con la “crisis de la crisis”,
la cual se suscita en el periodo compuesto entre el año 26 y 50 del siglo. Es un
intervalo de alta volatilidad política, social, económica y financiera en el
que la potencia dominante se enfrenta comercial, financiera, tecnológica y
militarmente a la potencia entrante. Este ciclo es de suma importancia, ya que
el que controla el comercio mundial, controla la moneda. Si la potencia
dominante pierde el dominio de los mercados, pierde el uso de su moneda y con
ella su lugar en el mundo.
El enfrentamiento en este ciclo es brutal e inexorable. Y
en la rima de la historia siempre ha sido la potencia dominante la que, en
nombre de la paz, propicia el enfrentamiento con la potencia entrante. Esa que inteligente
y pausadamente ha ido ganado los espacios de abastecimiento de materias primas,
así como los espacios comerciales, tecnológicos y geopolíticos que la potencia
dominante dejo atender en aras de buscar una mayor rentabilidad. O esos otros
que descuido o dio por sentados.
En este intervalo la potencia entrante se retrae o enfrenta a la dominante en función
de sus variables demográficas, tecnológicas, de recursos naturales y economía.
A esta lo que le ocupa es el comercio, no la guerra. Y entre más tiempo logre
frenar esta, mayores oportunidades tendrá de salir bien librada.
Aranceles y geopolítica.
Podemos ver el tema de los aranceles desde el ámbito del
comercio o desde el combes de la geopolítica y la seguridad nacional. Lo cierto
es que el comercio y la geopolítica son consustanciales. No puede ir uno sin el
otro. Entre más comercia un pais con el mundo, más afianza su geopolítica y su
moneda. Este pierde influencia y poder en la medida en que pierde cuota de
mercado y con ella, presencia política.
La potencia dominante, consciente de un posible enfrentamiento
a futuro con la potencia entrante, hará lo necesario para:
1) Situar dentro de sus fronteras la industria esencial de su país, vía la
imposición de aranceles o exención de impuestos;
2) Desarrollar la tecnología que le permita atenuar sus debilidades, ya sean
demográficas, de materias primas o energéticas;
3) Blindar sus fronteras con esquemas de seguridad que le permitan tener
control de lo que acaece en su pais y en el de sus vecinos inmediatos. El objetivo
es que estos no representen un riesgo para su seguridad, aun cuando el
conflicto se dé en el extrarradio de sus fronteras (en este caso, de sus mares).
La potencia entrante hará todo lo posible para provechar el intervalo de espera que se da en las negociaciones diplomáticas o arancelarias del segundo cuartil, para neutralizar los embates de la potencia dominante a través de un desarrollo tecnológico que lo situé por arriba de está, así como un mayor posicionamiento y control en el abastecimiento de las materias primas estratégicas para ambos contendientes y del establecimiento de acuerdos comerciales que les permitan lograr una simbiosis que beneficie a los dos… Y es justo en este renglón, donde puede surgir el conflicto.
Conflicto de poder.
El presidente de Estados Unidos de Norteamérica puede concitar
la paz o provocar la guerra. La persona que ocupa el Salón Oval es,
geopolíticamente hablando, el hombre más poderoso del orbe. Sin embargo, el
poder que este ostenta fuera de sus fronteras se ve sensiblemente disminuido
dentro de ellas.
Los lideres económicos y financieros de su nación ostentan más poder dentro de las fronteras del país, que el aparato político de este. Es cierto que los políticos pueden obstaculizar el poder de determinados agentes económicos y financieros, pero no el de estos como asociación o grupo de poder (U.S. Chamber of Commerce entre otros).
El poder del Presidente en Estados Unidos guarda un frágil
equilibrio. Tanto poder tiene este para afectar los intereses de los grupos de
poder como poder tienen estos para obstaculizar su gestión.
La posibilidad de un conflicto bélico se da cuando el poder político, militar, económico y financiero están de acuerdo…, y el mejor ejemplo de ello es Alemania en la Segunda Guerra Mundial y Rusia en la de Ucrania.
Si el hombre que ocupa el Salón Oval propicia un enfrentamiento bélico sin el apoyo de al menos dos de las tres partes, está condenado a fracasar. Necesita el concierto del poder económico y financiero y este no es fácil de lograr.
El concierto de estos no es permanente. Concordaran en algunos temas, siempre y
cuando estos les representen un mejor posicionamiento de mercado y una mejor
utilidad. A estos no les mueve el poder político. Cuando el empresario se mete
a político, no termina bien. Un ejemplo de ello es que el empresario más rico
del país está teniendo serias perdidas de mercado en su empresa automotriz. La
gran interrogante es hasta cuando los accionistas de la empresa lo van a
sostener o defenestrar del consejo. Si este no renuncia a su hacer político, lo
único que salvaría a la empresa es su defenestración.
Los aranceles que esta imponiendo el inquilino de la Casa Blanca obedecen a un posicionamiento de seguridad nacional y geopolítica. Un ejemplo de ello son los aranceles a la Unión Europea, aliados de Estados Unidos desde la Segunda Guerra Mundial. La Unión Europea está indignada por los aranceles que le impusieron, aun cuando esta subida de tarifas deja a los que tiene está sobre USA en un 2.5% arriba.
Los aranceles a los socios del TMEC, no son comerciales, son de geopolítica y seguridad
nacional en lo referente a México. Un pais que no representa amenaza alguna
para la competitividad de Estados Unidos, pero si en cuanto inseguridad, narcotráfico
y orden jurídico. La presión de los aranceles va a disminuir en función del
orden que México ponga en casa.
Los aranceles a Canadá son de presión política y, por ende, injustificados e inoperantes. Lo que llama la atención de todo esto, amén de lo ya mencionado, es el despropósito de formas que guarda el ocupante del Despacho Oval, lo cual puede generarle una acusada pérdida de credibilidad y de poder dentro del mismo Estados Unidos.
El intervalo de la “crisis de la crisis” es el más volátil e incierto de todos. Si hay un cuartil en donde es menester cuidar los recursos es en este. La prudencia en el gasto y en la inversión se vuelven temas de primer orden.
El problema por vencer es la inercia de gasto de los
hogares. Los que lo logren podrán sortear la incertidumbre y volatilidad con más
holgura, pero no se olvide…
¡Va a ser un intervalo difícil!
Nos leemos en el siguiente artículo.
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