La fantasía es inherente al ser humano. Es ese lugar del imaginario que habitaron nuestros ancestros y en la que vivimos buena parte de nuestra infancia, adolescencia y adultez.
La fantasía fue la reina de la literatura hasta mediados del siglo XIX, que es cuando irrumpió al mercado la literatura de anticipación, la cual rebautizamos con el nombre de ciencia ficción entre la segunda y tercera década del siglo XX. Esta domino casi todo el siglo. Y, si bien es cierto que hubo momentos en los que compitió con obras magistrales de la fantasía, también lo es que la que impero fue la literatura de anticipación, por lo menos hasta la década de los ochenta del siglo pasado.
La ciencia ficción empezó a desdibujarse las tres últimas décadas del siglo pasado. Lo que causo su lenta y después acelerada perdida de dominio, fue la materialización en la vida real de muchas de sus anticipaciones. Primero en el ámbito gubernamental, después en el quehacer empresarial y, por último, en los hogares y en el quehacer cotidiano de los individuos.
El desarrollo tecnológico ha permitido que la materialización de todo eso que antaño fue ficción, sea constante, progresivo y acelerado. Lo que ha hecho que las continuas innovaciones que llegan al mercado tengan un intervalo de dominio muy corto. La velocidad de irrupción es tal, que antes de que el usuario termine de explorar todo lo que la nueva tecnología le ofrece, aparece otra mejor y más barata.
Antes de que las ficciones se materializaran en la realidad, hacer ciencia ficción era un trabajo en el que el escritor no solo debía ahondar en lo más profundo de él y de sus conciudadanos para identificar todas esas ideas que poblaban el inconsciente colectivo de la sociedad (productos que, si existieran, les harían la vida más amable), sino que además demandaba un extenso trabajo de investigación en las revistas científicas de la época y en las oficinas de patentes…, aun cuando Charles H. Duell, Alto Comisario de la Oficina de Patentes le dijera al Presidente de Estados Unidos, William McKinley, que había que cerrar la oficina de patentes, ya que “Todo lo que puede inventarse ya ha sido inventado”.
Las oficinas de patentes presentaban un cúmulo de concepciones con las que una buena mente y pluma podían hacer maravillas. Algunos autores, con mayor capacidad para identificar y analizar lo que subyacía en el inconsciente colectivo, escribían novelas en las que la gente se podía teletransportar, comunicarse vía teléfono o video llamada desde un aparato que portaban consigo. Tener enseres domésticos e incluso programarlos para que estos funcionaran aun cuando no estuvieran en casa. Y así como estas, una suma de cosas más.
La realidad es que la materialización no solo no ha dejado de irrumpir en la realidad, sino que está ya va mucho más allá de lo que algún escritor puede imaginar o identificar en el inconsciente del mercado. Esta acelerada e irrefrenable innovación e irrupción tecnológica es lo que ha hecho que la ciencia ficción este muy por debajo de los estándares de edición que tenía a mediados del siglo pasado.
Hoy es más difícil crear una literatura de anticipación que sorprenda y atrape al lector. Son tantas las innovaciones tecnológicas que llegan mes a mes al mercado, que es posible que el escritor aun no termine de escribir su obra, cuando esta sea rebasada por la realidad. Sin embargo, la literatura de fantasía no ha hecho más que explotar.
La literatura de fantasía es un espacio de evasión que nos lleva a un mundo imaginario que nos hace cuestionar la realidad. No porque los escenarios que está presente sean mejores que la realidad, sino porque presenta facetas del hacer humano que al leerlas nos sorprende el cómo siendo tan cotidianas, no hayamos reparado en ellas con la atención que hacemos al leerlas.
Así como la literatura de anticipación debe identificar y plasmar las necesidades que subyacen en el inconsciente colectivo de la humanidad, la de fantasía debe ahondar en la mitología, en los arquetipos y, de manera muy especial, en el viaje del héroe. La primera tiene un substrato tecnológico y antropológico. La segunda, antropológico y mitológico.
La ciencia ficción es una ventana al futuro que estimula la creatividad del lector. No sucede así con la de fantasía. Esta es un viaje al pasado que reconecta al lector con sus orígenes y con esa irrefrenable e imperiosa necesidad de querer ser mejor.
Si en algún lugar destacan las cualidades del ser humano y lo que este debe trabajar para construir en sí una nueva y mejor versión de sí mismo, es en la literatura de fantasía. En ella, el Villano, ya es... Jamás vamos a ver en la literatura de fantasía a un Villano que este en proceso de construcción. Siempre nos lo presentan hecho. El Villano representa todos los males, obstáculos y contratiempos con los que nos topamos día a día. El Héroe, por el contrario, nunca nos lo presentan hecho. Este se debe construir como nos construimos todos en la vida…, a través de un largo, arduo y azaroso camino.
La inteligencia del mal, si es que eso se le puede llamar inteligencia, no es más que una elección simplista entre el bien y el mal. Entre lo difícil y lo llano. Opción en la que el ser humano renuncia a pagar el precio de la auto edificación, permitiendo que el Homo demens que habita en él lo lleve a un interminable y continuo descenso de sí mismo.
Como contra parte tenemos al Héroe. Este representa al Homo sapiens. Al hombre que trabaja día a día para domeñar sus instintos. El que escoge entre dos bienes el mejor y que brega constantemente contra esa natural tendencia que tiene el ser humano al confort y al camino fácil.
La literatura de fantasía, al capturar el pleno de nuestra atención (cosa necesaria al leer), nos hace evidente lo que por común dejamos de ver: el arduo, pero satisfactorio andar de los protagonistas para vencer cuanto obstáculo se les presente en aras de conseguir un bien mejor para sí y los suyos.
La literatura de fantasía ira de la mano con el avance tecnológico. Entre mayor sea este, mayor será la edición de nuevas obras.
Estamos pues, ante el nacimiento de un nuevo ciclo…, que lo disfrute.
Nos leemos en el siguiente artículo.
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