jueves, 1 de agosto de 2024

Habitar las palabras.

Es poca la gente que habita sus palabras, pero a todos los habitan sus palabras. Esto que parece más un juego de palabras que un aforismo, determina nuestro ser y hacer mucho más allá de lo que nuestra mente es capaz de asimilar y dirigir. No porque la mente sea débil, sino porque la hemos hecho débil. Y si usted se pregunta cómo es que podemos debilitar algo tan poderoso como la mente, le diré que la respuesta está en su boca, es decir, en las palabras que usa.

Hace un tiempo una persona a la que estimo en mucho, me comentó que me faltaba barrio. Esto debido a algo que me dijo y que no entendí. Mi respuesta fue que no me interesaba el barrio. No porque tenga algo contra el barrio (de ahí venimos todos), sino porque lo que menos deseo es regresar a él. El problema es, como enuncie al principio de este artículo, que son muy pocas las personas que habitan sus palabras, pero las palabras que usamos nos habitan a todos. Usar las palabras del barrio va a ayudar a que este me habite a mí.   

Habitar las palabras no es otra cosa más que usar palabras que realmente obedezcan a lo que intrínsecamente queremos ser y no al momento en sí. Lo invito a que escuche detenidamente el lenguaje que usa para hablar con usted y con los demás, tanto en lo trivial como en lo sustancial. Y ya una vez que tenga claro el lenguaje que le habita, pregúntese a donde lo va a llevar ese lenguaje. Y si ese es el lugar en el que desea estar, felicidades. Ya llego a donde quería llegar.

Ahora bien, si el paisaje y paisanaje al que lo llevan sus palabras no es el que quiere para usted, cambie su lenguaje. Si usted desea relacionarse y asociarse (en lo sentimental, filial o empresarial) con personas que posean un mejor horizonte socio cultural que el suyo, deberá usar el lenguaje y las formas de estos. Para poder hacerlo va a ser menester que habite ese lenguaje, tanto en forma (tono) como en fondo (significado) y hacerlo de tal forma en que llegue el momento en que estas expresen a ese otro ser en el que se ha transformado. Su esencia no va a cambiar, lo que va a cambiar es la forma de expresarla.

Al hablar nos traicionamos, porque al hablar nos transparentamos.
Nuestra forma de hablar le deja ver a los otros la tribu a la que pertenecemos. Uno es el lenguaje del artesano y otro el del artista, aunque ambos se dediquen a lo mismo. Solo que uno en calidad de artesano y el otro en calidad de artista. Uno es el lenguaje del operario y otro el del transformador. Ambos hacen lo mismo, solo que uno con la visión y alcance del operario y el otro con la visión y alcance del transformador. Lo que nos sitúa a cada uno de nosotros en una determinada tribu es el lenguaje, no el uniforme.

Es de suma importancia que evaluemos si el paisaje y paisanaje en el que estamos es en el que deseamos estar. Y si no lo es, prepararnos tanto en forma como en fondo para formar parte de ese otro al que deseamos pertenecer.   

El proceso de cambio es lento, pero notorio. Lo primero que va a cambiar es su forma de hablar (vocabulario, tonos y formas) y con ello su forma de ver e interpretar el mundo, así como sus relaciones y asociaciones. Lo segundo es que muchas personas y cosas que antes le interesaban van a pasar a un estadio de ocasión, pero ya no de pertenencia. La tercera es que lenta y gradualmente va a empezar a rodearse de personas y cosas que expresan ese nuevo ser que usted es.

En otras palabras, usted, sin perder su esencia, se expresará acorde a las nuevas circunstancias que construyo para usted.

Es importante anotar que no hay un paisaje y paisanaje mejor que otro. Todos tienen posibilidades y limitaciones. Lo importante es definir cual obedece más a su esencia, talentos y posibilidades, que ahí es donde podrá expresar y desarrollar lo mejor de usted.

Nos leemos en el siguiente artículo.

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