En la Abstracción tenemos un compañero al que de cariño llamamos el: “Ente maldito”. Epíteto que no tiene nada que ver con la ausencia de cualidades, sino con un dejo de admiración (disfraz elegante de la envidia) por sus innatas cualidades de seducción.
En estricto sentido, un seductor es aquel que tiene la
habilidad de identificar y atender las necesidades del seducido. Esta pequeña
diferencia es sustancial, ya que la gran mayoría de los seres humanos poseemos
la habilidad de identificar las necesidades del seducido, pero no la
disposición de atenderlas. Diferencia que marca, valga la redundancia, todas
las diferencias.
La capacidad para identificar las necesidades del otro puede ser innata (en la
gran mayoría de las mujeres) o adquirida (hombres), no obstante, esta demanda
de un arduo trabajo de observación escucha y memoria, ya que no es el
conocimiento sino la comprensión de lo aprendido lo que permite hacer uso de
ello.
Para el seductor lo más importante es la indagación, es decir, no ser él o ella la persona que hable, sino la que escucha, analiza y guarda en la memoria lo que mañana habrá de reforzar o rectificar. Y lo hará plenamente consciente de que lo más natural es tergiversar lo observado a su favor, es decir, ver y oír lo que no está ahí (loco es aquel que espera encontrar en la vida lo que no está en la vida).
Este proceso de ajuste o adecuación de lo observado se hace a través de una larga y paciente indagación, en donde lo más importante es hacer las preguntas correctas. Preguntas que no solo inviten al otro a responder, sino a dejar ver en su lenguaje corporal, las emociones, miedos y ambiciones que oculta.
Es importante saber distinguir entre el seductor y el Don Juan. El Seductor entiende de manera innata o adquirida que la seducción se sustenta en dos variables; la primera es que el poder de la seducción no está en la seducción sino en la(s) carencia(s) del otro; y la segunda en que la seducción requiere tiempo de incubación.
El Don Juan, por el contrario, está convencido de que la seducción depende de él, de su gracia, encantos y capacidades, lo que le hace suponer que, por el solo hecho de ser lo que es, va a hacer que el otro u otra se rinda sus pies.
Esta por demás anotar que, a menor nivel de carencias psíquicas, menor necesidad de validación o seducción requerirá la persona de nuestro interés, por lo que será menester un mayor horizonte de observación, escucha, análisis, atención y tiempo, ya que no hay un solo ser humano que no tenga una necesidad sin atención o sin la cota de atención que necesita y demanda. Lo que cambia entre uno y otro es el grado de necesidad. Entre más completa la persona, más difícil será la seducción, pero no imposible.
El ente maldito.
Lo que distingue al Ente Maldito de la abstracción de los
demás miembros de ella y de la gran mayoría de los hombres, es que este no solo
identifica las necesidades, sino que además está dispuesto a atenderlas, sin
importar si estas son triviales o sustanciales. Él siempre está ahí para lo que
necesitan esos otros que si son sus otros (pareja, hijos, amigos).
Sirva, como ejemplo, el servicio de Uber. Sus hijos (dos mujeres y un hombre que ya viven solos), pueden hablarle para que les haga el favor de pasar por ellos al aeropuerto o a la salida de un evento sin importar si la hora es de vigía o sueño. Lo mismo acontece con su mujer. Esta puede, sin reparo alguno, tomar para ella el tiempo de él a sabiendas de que este jamás se lo negará, ya que para él lo más importante es lograr que su relación tenga significado, conexión y dirección.
Yo, por desviación de oficio, estoy expuesto directa e indirectamente a una gran cantidad de personas, lo que me ha permitido observar, analizar y guardar en memoria lo que mañana habré de reforzar o rectificar de las personas que me interesan como objeto de estudio. A él no lo mueve el estudio de los demás. Lo que lo mueve es lograr que los demás encuentren en él significado, conexión y dirección. Y lo hace porque para él es de suma importancia lograr lo mismo con ellos.
Le llamamos el Ente Maldito debido a que ninguno de los
miembros de la abstracción (salvo un servidor que vive solo), le platica a su
pareja o amigas sobre el ser y hacer de este cofrade, ya que ello propiciaría
de inmediato un nivel de exigencia que ninguno esta dispuesto a ofrecer.
El hombre, huelga decirlo, es tan egotista y egoísta como la mujer, solo que el
egoísmo del hombre esta más centrado en el no hacer, mientras que el de la
mujer está centrado en el ser, lo que le genera un egotismo diferente al del
hombre. La mujer no concibe que él no gire en torna a ella y sus necesidades,
mientras que él no concibe que la mujer no entienda y acepte su enorme
necesidad de no hacer. Tan es así que cuando el hombre tiene un tiempo libre,
su mujer ve un lienzo en blanco y como tal, habrá de llenarlo.
El objetivo de anotar esto es explicar el porque ninguno de ellos platica sobre él. Hacerlo les exigiría de parte de ellas un nivel de entrega que no están dispuestos a ofrecer, ya que esa entrega les exime de lo más preciado para ellos: Tiempo para no hacer. Recuerde que a nada tiende más el ser humano que al confort, pero el hombre, género masculino, es el rey del confort (las mujeres lo llamarían de otra forma).
Así pues, hablamos de él entre nosotros y con él. Algunos
en grado de incredulidad…, lo que lo hace más paradójico, ya que todos ellos
son Abstractos, y, otros en forma de reclamo. Y los más, con extraña curiosidad.
A él, huelga decirlo, le divierte en grado sumo la estupefacción que genera en
sus cofrades. Lo importante de todo esto es que ya se le aviso que, de seguir
sí, puede llevar a todos sus congéneres a la extinción, ya que son pocas las
mujeres que aceptarían algo menor (como si estuviéramos los Abstractos en edad de
atraer mujeres).
En el inter de que decidimos como neutralizar tan nefasta influencia, les dejo
estas letras para su análisis y diversión.
Nos leemos en el siguiente artículo.
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